miércoles, 23 de febrero de 2022

Documaster - Las montañas de buda ,. / Al Médico - Cuando las medidas para prevenir la Covid matan ,./ Tarde de café - El Mideba logra la quinta consecutiva en Málaga,.

 

   TITULO:  Documaster - Las montañas de buda ,.

 Las montañas de buda ,.

LAS MONTAÑAS DE BUDA | JAVIER MORO | Casa del Libro

foto / Susana Márquez tiene 47 años pero fue a los 20 cuando empezó a tomar contacto con el camino que hoy da sentido a su vida. Al principio, de forma muy esporádica, leía algún libro que calmaba su intensa espiritualidad y practicaba 'zazen', la meditación que emplea la corriente budista denominada zen. «Luego me di cuenta de que quería practicarlo con una 'shanga' (asociación). Lo tenía claro», afirma. Durante muchos años lo hizo sola, hasta que descubrió Mokusan Dojo, un espacio para esta práctica en la capital madrileña. Allí estuvo yendo mañanas y tardes para sentarse en el medio de un 'zafu' (almohadón redondo), cruzar sus piernas en la posición de loto, poner la columna vertebral bien derecha, el mentón entrado y la nuca estirada; con la nariz en la misma línea vertical que el ombligo y, finalmente, empujar las rodillas hacia la tierra y la cabeza al cielo. «Hoy esto ya es para mí más que un hábito, es una forma de vida», explica esta cocinera profesional que lo ha dejado todo para dedicarse a lo que cree, a lo que siente. Desde hace cuatro meses vive en un bosque en la ladera suroeste de la Sierra de Gredos. Se levanta cada día en el templo Shorinji.

Allí no es fácil llegar. El camino comienza en la zona en la que se ubican las piscinas fluviales de la localidad cacereña de Villanueva de la Vera. Tras pasar un arco de piedra, el acceso se complica. No hay carretera y la pista forestal es un rosario de piedras y baches. Tras un tortuoso recorrido de 20 minutos, se llega a Shorinji, un templo budista en el corazón de la comarca de La Vera.

Son las 11.15 y Susana está amasando pan ecológico para la comida que se dará a los participantes en el 'sesshin' que están llevando a cabo. Se trata de una práctica intensiva de varios días que reúne en este templo a personas de diferentes partes. Normalmente se hace una vez al mes. «Lo hago con harina de centeno y maíz. Solemos comer lo que producimos. Tenemos un huerto de plantas aromáticas y recolectamos lechugas, coles, pimientos, tomates y berenjenas», comenta mientras esboza una sonrisa. El brillo en sus ojos también le delata. Se nota que hace lo que le gusta. «Soy la única persona que vive aquí durante todo el año. Me ocupo de mantener el lugar», explica esta 'bodhisattva', término propio del budismo que significa «ser que ayuda a los demás seres».

Ella todavía no es monja budista. Ese es el siguiente paso. «Eso significa cambiar todas tus prioridades. Primero eres monja y luego madre, hermana.», ejemplifica Susana, quien dice que va a ver a su familia cada cierto tiempo. «Esto no tiene nada que ver con retirarse a la montaña y ser un eremita. Mi vida es vivir en el campo y aparte practico. Somos gente normal, hay monjes casados y con niños, por ejemplo. La corriente del zen consiste en integrar tu práctica con la vida social», matiza al tiempo que apunta que hacerse monje budista es una decisión muy personal. «Tienes que sentirlo y querer ordenarte».

El que sí lo ha sentido ya es Daniel Muelas, monje desde 2008 que no se pierde ninguno de los encuentros espirituales que se hacen en Shorinji. «Vivo en Madrid con mi novia, que se ordenará monja budista el año que viene, y suelo venir los fines de semana a este templo en este paraíso extremeño. A los retiros espirituales no falto», explica este joven de 37 años que a los 21 decidió hacia dónde quería guiar su vida.

Un libro le ayudó a dar el paso. «Estaba en la universidad estudiando Filosofía. Tenía muchas inquietudes y una fe muy profunda. Por esa época leí 'Preguntas a un maestro zen' y encontré muchas respuestas. Luego me acerqué al Dojo de Madrid y desde entonces no he parado de practicar 'zazen'», confiesa Daniel, un comercial que ha dejado su trabajo ante las constantes contradicciones que sentía.

«De momento, no dedico mi energía a algo que me cansa mucho, algo que está al servicio de personas que sólo se guían por la codicia. Mi objetivo ahora es encontrar una forma de trabajo en la que sea independiente y que me lleve a la dirección que busco. Quiero hacer algo que ayude a la sociedad», dice justo antes de mostrar su 'rakusu' (mini 'kesa'), una prenda tradicional japonesa que llevan los budistas zen tras ordenarse. En ella está grabado, en caligrafía china, el nombre que le otorga el maestro budista. «En el mío pone 'Un Go / Yokio', que significa golpear la nube y espejo de la concentración», apunta Daniel. «En esta vestimenta reside toda la fe existente hasta hoy. Nosotros no veneramos estatuas, sólo el 'kesa'». Daniel asegura que no es una mera pieza de tela, sino que simboliza la transmisión de la enseñanza del Buda. «Cuando lo llevamos estamos vestidos por el orden cósmico. El 'kesa' es material, es tela, hilo y también es inmaterial; es la transmisión silenciosa de maestro a discípulo. Es el vestido de la liberación».

«No se aparta tu vida social»

Sobre la libertad también habla Daniel. «Cuando eres monje, no apartas tu vida social, pero de algún modo cortas los apegos con la sociedad», confiesa antes de explicar que no suele contar a menudo que es monje budista entre su grupo de amigos. «Tampoco me preguntan. No lo entienden porque nunca se han sentado en 'zazen'. Simplemente saben que soy una persona muy espiritual».

Con él coincide Roberto Gómez, de 32 años, y monje budista desde hace tres. Él tiene un consultorio de medicina oriental y vive cerca de la Gran Vía madrileña. Muchos fines de semana se acerca hasta Shorinji. «La esencia del budismo es la relación entre la calma y las cosas que suceden. La sabiduría está en equilibrar esos dos lados. Gracias a 'zazen' se puede conseguir», confiesa este joven que empezó a practicar con 22 años. «Estaba buscando algo que me hiciera comprenderme. Quería conocer mi interior y la posición que ocupaba en el exterior». Y en esa búsqueda apareció el 'zazen'. «Es una manera de entender la vida. No se reduce sólo a sentarse y meditar. Es una vía. No es una técnica que use para estar mejor y cumplir con mi parte espiritual. 'Zazen' se lleva a la vida cotidiana».

De ello es muy consciente la maestra Bárbara Kosen (7 de junio de 1951), responsable de que hoy exista un templo budista de estas características en la región extremeña. Estudió Historia y Arqueología en La Sorbona durante los años posteriores a mayo del 68. Allí, en un taller informal durante una huelga en su facultad, las palabras de un estudiante sobre el significado de ser budista produjeron en ella una «íntima resonancia». Reconoce que «un malestar general frente a la situación de la vida» le llevó a buscar un camino distinto. «Tenía una familia burguesa y tradicional. Lo tenía todo para vivir bien, pero no me llenaba. En la década de los 70 había muchas corrientes espirituales y un maestro zen, Taisen Deshimaru, vino al Dojo de París. Por suerte empecé y he continuado hasta ahora», recuerda Kosen, que fue ordenada monja zen en 1975 e inició la enseñanza de la práctica en España en 1993.

Fue en 2001 cuando Kosen abrió Shorinji. «Es evidente que no se trata del templo situado en China donde el patriarca Bodhidharma practicó nueve años frente a un muro; sin embargo, aquí respetamos la práctica de 'zazen' que fue transmitida en Europa por Deshimaru a finales del siglo XX», explica Bárbara, que ya forma parte de la lista de personas que han elegido el norte de Extremadura como paraíso espiritual. En ella también está Philip Camus, fundador de Lalita Devi, un centro ubicado en Acebo en el que se hacen talleres relacionados con la búsqueda de uno mismo. Todo rodeado por la naturaleza de Sierra de Gata, donde también nace el Olivar del Buda, monasterio que se fundó en 2012 como el único de Europa dedicado a mujeres.

«Muchas veces, la gente viene porque ha perdido a un ser querido o tiene una enfermedad. Hay algo que les empuja a liberarse de las emociones. El zen no cura el dolor, pero permite tomar distancia con él», explica esta maestra de 65 años, que luce una hermosa testa totalmente rasurada. «Es una forma de abandonar las pasiones. Lo cortas y crece, luego vienen los apegos y cortas de nuevo. Es un modo de tomar conciencia del momento presente».

Retiros

En cuanto al zen en Extremadura, afirma que en Villanueva de la Vera hay un pequeño grupo que acude a Shorinji. «En este último retiro ha participado una joven de Navalmoral de la Mata, pero en esta región no se practica mucho. De donde sí vienen más es de Madrid, Valencia y el norte del país. También de Francia y Alemania», asevera.

En España hay unos 40.000 budistas registrados en los centros de estudio y unos 65.000 practicantes, según el Observatorio del Pluralismo Religioso. Algunos de ellos viven en pequeños templos. Entre los más conocidos, destaca Luz Serena, en el término de Requena, (Valencia); o el monasterio de Dag Shang Kagyü, en la localidad de Panillo (Huesca), muy cerca de los Pirineos. En la zona sur también los hay. Uno de los más activos está en Morón de la Frontera (Sevilla). Concretamente en la finca La Morejona, donde la asociación Seikyuji cuenta con un templo zen. Allí el ritmo de vida es similar al de Shorinji.

Se despiertan a las 6.00 de la mañana, luego hacen 'zazen' durante una hora y seguidamente 'samu', o lo que es lo mismo, las tareas que giran en torno al templo. «Hacemos labores básicas como mantener el bosque limpio, construcciones y cuidar de la huerta», dice Kosen. Comen a las 14.30 horas. Para ellos la comida se convierte en una ceremonia. «Comemos en silencio y dando gracias a quien ha hecho posible que los alimentos estén ante nosotros. No sólo a quien lo ha cocinado, sino a todo el esfuerzo humano. Es lo que en el budismo se denomina cadena de interdependencia», destaca la maestra. «Casi toda la comida es vegetariana porque para la práctica del 'zazen' es mejor. Cuando acabamos un retiro, sí suele haber carne o pescado, optamos por algo más contundente», añade Daniel, quien matiza que ellos no abogan por las prohibiciones. «Aquí la gente puede fumar. También hay quien bebe un poco de vino a mediodía», comenta. «Aunque si hay algo que no es favorable para 'zazen' se evita», aclara. Tras el almuerzo, vuelven a hacer 'samu' y, a eso de las 19.30 horas, otra vez 'zazen', que incluye una ceremonia donde cantan un 'sutra', un texto sagrado del budismo. Finalmente cenan y tienen tiempo libre. «Es un ritmo muy sencillo», dice, entre risas, Kosen.

No hay televisión, ni ordenadores. Tampoco Internet. Cuando participan en un retiro en Shorinji, sólo se toman de descanso los lunes. Ese día bajan al pueblo y consultan el correo electrónico. «Es el momento de contacto con lo exterior. No es necesario nada más. Ahora hay una desconexión total del mundo real. Lo que se ve por Internet y la televisión no siempre es la verdad», matiza Bárbara, quien espera que el budismo zen en Extremadura continúe cuando ella no esté. Confía en que la puerta del templo, en cuyo marco se lee 'monasterio del bosque del despertar', jamás se cierre. 

 

  TITULO:  Al Médico - Cuando las medidas para prevenir la Covid matan,.

  Cuando las medidas para prevenir la Covid matan,.

 

Uno de los aprendizajes es que se debería maximizar la salud de los mayores en residencias en vez de limitarnos a minimizar el riesgo de un solo mal como el virus,.

foto / Cuando al principio de la pandemia se propuso 'sanitarizar' las residencias para personas mayores para atajar la expansión de la covid-19, distintos expertos se posicionaron a favor y en contra. En resumen, unos argumentaban la necesidad de detener la transmisión del virus utilizando medidas drásticas como el aislamiento, la supresión de los contactos sociales y las visitas, el recorte de la interacción social dentro del propio centro...; otros ponían en cuestión dichas iniciativas aduciendo que los derechos de las personas afectadas estaban siendo conculcados, que la soledad y el aislamiento matan, que la inactividad física acarrea importantes consecuencias en la vida de las personas, que no se estaban teniendo en cuenta principios éticos...

Sabemos lo que ocurrió: se prohibieron las visitas, se aisló a los mayores en sus habitaciones y se interrumpieron las actividades grupales, entre otras cosas. El pasado 21 de enero se publicó en la revista 'Journal of Health Economics' un artículo titulado 'Calidad de las residencias para personas mayores, muertes por covid-19 y exceso de mortalidad'. El artículo intenta responder a una pregunta: ¿qué explica que algunas residencias hayan sido capaces de proteger eficazmente a sus residentes, mientras que otras no lo han hecho? Utilizando datos sobre centros para personas mayores en EE UU, con una muestra de 15.000, la revista analizó si la calidad de cada establecimiento predecía o no la mortalidad por el coronavirus.

Las residencias estudiadas están vinculadas al sistema Medicare –el programa federal de seguro médico para personas mayores y personas más jóvenes con discapacidad– y a Medicaid –el programa estatal que brinda cobertura médica a personas de bajos ingresos–. Y se clasifican en cinco categorías, de una a cinco estrellas como los hoteles y de menor a mayor calidad.

La primera cuestión que cabe señalar es que la incidencia de la covid fue la misma con independencia de si los centros atesoraban una o cinco estrellas. Es decir, la probabilidad de sufrir algún caso de covid-19 entre los residentes o el personal que los atiende no se explica por la calidad de la residencia objeto de análisis. En comparación con las residencias de una estrella, entre enero y el otoño de 2020 se contabilizó un 15% menos de muertes por covid entre las personas que viven en centros de cinco estrellas. Los centros con esa calificación tuvieron mucho más éxito en el control de la transmisión del virus.

¿Qué factores explican este mejor control de la pandemia? Contar con más personal y más equipos de protección, realizar más pruebas de detección cuando fue posible, tener más personas vacunadas cuando las dosis estuvieron disponibles, actuar con mayor rigor a la hora de aislar a las personas, prohibir las salidas al exterior, limitar el acceso a los familiares y amigos... Y, sin embargo, los investigadores observaron algo muy preocupante: en comparación con las residencias de una estrella, las de menor calidad, se registró un 15% más de muertes por no covid entre los residentes de los centros de cinco estrellas. Es decir, en los centros más estrictos con las medidas para frenar la diseminación del virus, los teóricamente de mayor calidad, murieron más personas por patologías no vinculadas a la pandemia.

Ante esta evidencia, la publicación efectuó nuevos análisis para comparar qué sucedía en los centros con todos los tipos de causas de muerte, tanto por covid como por no covid. En comparación con las residencias de una estrella, los fallecimientos fueron un 8,4% más entre los residentes de los centros de cinco estrellas.

Los datos varían según las fechas de recogida. Por ejemplo, el 13 de septiembre de 2020 y en igualdad de condiciones, las residencias de cinco estrellas experimentaron un 11,4 % más de muertes no relacionadas con la covid-19 que las de una estrella; el 15 de abril de 2021, esta cifra había aumentado hasta casi el 15 %. No cabe entrar en detalles técnicos, pero el artículo aborda –y desecha por inconsistentes– problemas en la recogida de datos que hayan subestimado, por ejemplo, las muertes por covid en centros de menor calidad; o que estos experimenten menos fallecimientos no relacionados con el coronavirus porque los residentes más frágiles mueren precisamente por él.

La principal hipótesis es que los centros de cinco estrellas, por querer controlar la pandemia, aplicaban las medidas sanitarias con enorme rigor aunque éstas incluyeran el aislamiento, la interrupción de las actividades de grupo, la limitación de las visitas o la interrupción de las actividades de ocio compartido. Todos los que nos dedicamos a la gerontología sabíamos, y estábamos muy preocupados, las enormes consecuencias en las personas mayores de la falta de actividad física, de la pérdida de contactos sociales tanto a nivel físico, cognitivo como emocional; de los dramáticos efectos del aislamiento, la soledad y la pérdida de dignidad. Y no podemos volver atrás.

No se trata de criticar el trabajo de responsables y profesionales de las residencias para personas mayores, que en la inmensa mayoría de los casos hay que valorar y agradecer. Carecíamos de datos científicos en aquel momento. No hay que echar la vista a atrás para reprochar. Es mirar para aprender.

Y un aprendizaje clave es que un enfoque más equilibrado que haga hincapié en maximizar la salud –en un sentido amplio– de los residentes, en lugar de limitarse a minimizar el riesgo de una enfermedad concreta, podría haber resultado más apropiado. Solo pensábamos entonces en disminuir el número de casos de covid y en las personas fallecidas; un objetivo que, con ser obligado, se revela insuficiente. Creo que tenemos que entender los porqués. Yo les digo uno: nuestra incapacidad de pensar la salud de manera transversal integrando miradas diversas y teniendo en cuenta enfoques más amplios. En otras palabras, nuestra ceguera conceptual, que tiene graves consecuencias. Esta es una de ellas. 

 

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El Mideba logra la quinta consecutiva en Málaga,.

Derrota por 59-72 al Amivel para mantener la segunda plaza en la clasificación,.

 Sandoval (en un partido en La Granadilla) hizo un gran encuentro. / HOY

Continúa la buena racha del Mideba Extremadura. Este sábado visitaba la cancha del Amivel BSR de Málaga para sumar su quinta victoria consecutiva con un marcador de 59-72 favorable a los extremeños, que defienden su segudna posición en al clasificación con 10 triunfos y dos derrotas a la espera de que juegue el Gran Canaria, equipo que presentaba el mismo balance que los pacenses. 

 Tarde de Café • A podcast on Anchor

Un Mideba que sobreexplotó a sus jugadores, dadas las ausencias, pues cuatro de ellos permanecieron sobre la pista malaguela los 40 minutos de juego: Salvador Sandoval, que se fue a los 22 puntos y 5 rebotes; Jhon Hernández, máximo artillero midebista con 24 puntos y diez capturas bajo los aros; Phil Pratt, que anotó 15 puntos y añadió 9 asistencias; y Jhon Edward, que hizo 9 puntos y otros 9 rebotes. Sólo siete baloncestistas tuvieron minutos en el cuadro de Jorge Borba. El Mideba comenzó su dominio a las primeras de cambio y no se dejó sorprender por el rival. El primer cuarto ya lo ganaba por 9-16. En el segundo los locales reaccionaron para frenar la hemorragia, pero en el tercer sentenció con un 19-24.

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