martes, 17 de diciembre de 2013

EL HORMIGUERO SERGIO DALMA,./ MARTES, CINE, JUAN DE LOS MUERTOS,./ EL DOMINO, CINE, LA ASESINA,./ APAÑANDO ACEITUNAS,.

TÍTULO; EL HORMIGUERO SERGIO DALMA,.

-El martes, 17 de diciembre, tendremos en nuestro plató al artista -foto-SERGIO DALMA, que viene con un nuevo disco bajo el brazo: Cadore 33 (Warner Music), un trabajo que incluye una docena de canciones inéditas y que es ya un éxito de ventas no solo en España, sino también en Argentina, donde ya ha sido Disco de Oro. Dalma, con 25 años de carrera musical y 16 discos a sus espaldas, está consolidado como uno de los artistas más solventes de nuestro país, y sus trabajos son siempre garantía de éxito. De sus últimos discos, las entregas de Vía Dalma, el cantante logró vender más de medio millón de copias.

Juan de los MuertosTÍTULO: MARTES, CINE, JUAN DE LOS MUERTOS,.

Reparto
Alexis Díaz de Villegas, Jorge Molina, Andrea Duro, Andros Perugorría, Jazz Vilá, Eliecer Ramírez, Antonio Dechent, Blanca Rosa Blanco, Elsa Camp, Luis Alberto García, Susana Pous,.
 
 Una horda de zombis ávidos de carne humana asola las calles de La Habana. Se extiende el rumor de que los responsables de la situación son grupos al servicio de los Estados Unidos. El pánico se apodera de la gente; en medio de la confusión aparece una especie de héroe: Juan (Díaz de Villegas), que, con el eslogan "Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos", se ofrece a la gente para eliminar, por un módico precio, a sus familiares infectados,.
 
La asesinaTÍTULO: EL DOMINO, CINE, LA ASESINA,.
 
EL DOMINO-foto-
Reparto
Bridget Fonda, Gabriel Byrne, Dermot Mulroney, Miguel Ferrer, Anne Bancroft, Harvey Keitel, Olivia D'Abo, Richard Romanus, Lorraine Toussaint, Geoffrey Lewis,.
 
 Maggie es una asesina drogadicta que aguarda en la cárcel el día de su ejecución. Su destino cambiará cuando un agente especializado en crímenes de Estado decide reclutarla para su equipo. Para ella sólo hay dos caminos: la muerte o convertirse en una máquina de matar al servicio del Estado. De su transformación física y moral se ocupan Bob y Amanda, que hacen de ella una joven sofisticada.

TÍTULO: APAÑANDO ACEITUNAS,.

Apañando-foto- aceitunas se hacen las bodas, una labor de sol a sol en el crudo invierno salmantino


Uno de los trabajos más duros del calendario agrícola salmantino tiene aún lugar en las jornadas previas a la Navidad, sobre todo en lugares como La Ribera y algo también en La Sierra de Francia, para conseguir ese oro líquido, como es el 'fuerte' aceite de oliva, aunque hoy en día existen modernas almazaras que lo filtran y lo abren al consumo general


Cuando el esfuerzo del labrador y el milagro de la Naturaleza han producido su fruto, hay que recogerlo. Higos, uvas, aceitunas, casi todos los productos del campo tienen su recolecta. La de la aceituna es digna de ser recordada por lo que significó en nuestras vidas y para que las próximas generaciones sepan cómo era la forma de vivir de sus mayores. Cuando el trabajo es duro y penoso, pero inevitable, lo mejor es intentar hacerlo con alegría, hacer de las penalidades una fiesta. Ésto es lo que ocurría con la recolección de la aceituna. Cuando está madura, en pleno invierno, con la escarcha o el carámbano pegado al fruto y al suelo, hombres y mujeres se disponían a la recolección, los hombres vareando y las mujeres y niños apañándolas.
El primer oficio es varear la aceituna de las olivas. Desde el suelo o subidos al olivo, las ramas se agitan con varas más o menos largas, llamadas varales. La aceituna cae al suelo con un sonido peculiar, sordo. Si el fruto está maduro, cae bien. Si aún le falta un poco, cuesta más y sufre, no sólo el brazo del vareador, sino también la propia oliva que tiene que recibir más fuertes varapalos. En el suelo se colocan lonas y ‘ropas’ conocidas también como arpilleras, donde cae la aceituna. Este método tiene la ventaja de recogerlas bastante limpias. La aceituna de las ‘ropas’ se pasa más rápidamente por la limpia, al lanzarla al aire para quitarles las hojas, las piedras, trocitos de musgo o ramas que se puedan colar.

En esos días el pueblo cambiaba su rutina. Desde muy temprano, las mujeres corrían para hacer la compra, las sopitas del almuerzo, la merienda para el campo y hacer los trabajos de la casa. En alpargatas o descalzas corrían alegres porque había llegado el momento de ganar unos reales para pagar lo que debían al comercio, quizás sobrase para comprar alguna cosina que les hacía falta a los mozos y mozas casaderas.
Una jornada de sol a sol
La jornada era de sol a sol y si el día estaba nublado daban de mano cuando comenzaba a oscurecer. La mayoría de la cuadrilla iba andando, los hombres con las alforjas al hombro o sobre los lomos de los burritos, las mujeres con la talega de la comida. La faena estaba a dos o tres kilómetros del pueblo, o más, y el camino estaba lleno de obstáculos donde tropezar, estrechos senderos en las laderas y regatos que saltar.
Al día siguiente comienza la cuadrilla de las mujeres a recoger la aceituna caída. Las jóvenes a las puntas y las demás en el medio. Cada tres o cuatro mujeres compartían un cesto para ir echando las aceitunas y cuando estaba lleno se vertían en un costal de lona.
Había también dos personajes muy significativos: el acarreador y el manijero. El acarreador es el que lleva las aceitunas que cogen las mujeres al molino del aceite o almazara. Generalmente lleva tres mulos, cada uno capaz de transportar tres costales llenos de aceituna. Según lo alejado que esté el olivar de la molina, el acarreador tendrá que darse más o menos prisa. Las mujeres van llenando los costales y cuando hay nueve costales llenos ya puede el acarreador cargar sus mulos y llevarlos a la almazara. Allí descarga los costales, echa las aceitunas en la troje, pone los costales vacíos encima de las bestias y corriendo de nuevo al olivar pues conviene que no se le acumulen los costales. Así hasta llevar al molino de aceite todas las aceitunas recogidas en el día.
Momento también para el jolgorio
El trabajo era duro y había que ir preparado. Las mujeres se ponían dos o tres pares de enaguas y dediles de bellota para que no se les estropearan tanto las manos y para que no se les helasen los dedos del carámbano. Cuando el día era muy frío, se hacía lumbre para que fuesen un momento a calentarse las manos.
A pesar de la dureza del trabajo, el ambiente era festivo, cualquier cosa era excusa para formar alboroto, todo eran bromas y jolgorio, si pasaba alguien por el sendero se metían con él en tono jocoso y si no había con quien meterse, cantaban unas preciosas canciones que nada más se cantaba en la recolección de la aceituna y nunca durante el resto del año. Casi todas eran de picadillo, había muchas. Había mucha picaresca, todo en broma y acompañado de grandes risotadas. Si la canción no surtía efecto siempre había la graciosa de turno que con la cabeza baja imitaba al búho, como si ya fuese de noche. Eso solía enfadar muchísimo al manijero, capataz o dueño, que lo consideraba como un insulto y a veces para terminarlo de arreglar otra imitaba al lobo y la guasa era completa.
Durante el día se cantaban otras canciones, alguna de ellas muy bonita:
La aceituna en el olivo,
si no la coges se pasa,
lo mismo te pasa a ti
si tu madre no te casa.
Y esta estrofilla daba paso para cantar la más conocida canción, ‘Apañando aceitunas’:
Apañando aceitunas
se hacen las bodas,
y el que no va a aceitunas
no se enamora.
Con las trojes o algorines llenos, las almazaras están listas para empezar a moler y hacer el aceite. La pieza principal del molino de aceite son los rulos de moler. En la base había una piedra de molino, redonda, de unos tres metros de diámetro, de 50 a 60 cm. de gruesa y con un agujero en el centro de donde salía un eje de acero. A ese eje iban cogidos dos o tres rulos, también de piedra de granito y en forma de cono, que van dando vueltas sobre la base. Encima lleva una torba donde se echan la aceitunas que irán cayendo por su propio peso a la base y los rulos irán triturando y echando hacia afuera la pulpa, que cae a un canal que recorre la parte exterior de la piedra de la base y de allí, empujada por una paletilla que gira también con los rulos, va cayendo a un pilón.
Del pilón la pulpa pasará a unos capazos de esparto en forma de boina con un agujero en el medio para permitir el paso del eje. Cerca del pilón habrá una prensa parecida a las que existen hoy para el vino, pero más grande. Es una plataforma de hierro de las mismas características que la base de los rulos, le sale un eje del centro del mismo diámetro que el agujero de los capazos. La parte superior del eje tiene rosca: Un molinero se coloca al lado de la prensa y mete un capazo por el eje, otro molinero le va dando calderos de borra, los Lleno éste, le echará un par de calderos de agua hirviendo por encima, meterá otro capazo y así hasta llegar arriba.
Después se coloca una plataforma del mismo tamaño que los capazos encima y unos tacos si hiciera falta. Se adapta finalmente una tuerca, con un trinquete para que vaya girando a la derecha y no pueda volver hacia atrás. Esta tuerca es movida por un madero en forma de palanca que manejan tres o cuatro hombres. Con toda su fuerza, empujando juntos hacen un primer prensado. La prensa rezuma un líquido formado por agua, aceite y alpechín. Hacían ésto por dos veces, se desmenuzaba después la borra u orujo y se repetía el prensado de igual modo.
El líquido extraído por prensado iba a un depósito llamado infierno, de metro y medio aproximadamente de profundidad, con un agujero en el fondo y una canalilla en el brocal. Allí se dejaba reposar hasta que subía el aceite arriba e iba pasando a los depósitos contiguos a través de las canalillas. El molinero al cargo del infierno llevaba cuidado de que el alpechín no llegara nunca hasta arriba. Cuando quedaba poco para llegar arriba se abría el agujero del infierno y saldría el negro alpechín por el regato para abajo. Como todos sabemos, el aceite pesa menos que el agua y siempre está arriba. Así, por diferencia de densidades, iba pasando el aceite por arriba del primer al segundo depósito y de éste al tercero, hasta cubrirlos todos. El aceite ya depurado se llevaba a los depósitos de las bodegas o para las casas en garrafones, en caballería provista de aguaderas.
Del rebusco a los sabañones
De aceituna venimos / venimos pocas, /
porque quedan en casa / las perezosas.
Antiguamente, muchas personas se dedicaban a recoger las aceitunas que quedaban en el suelo, en lo que se denominaba el rebusco. Machacaban en casa las aceitunas y obtenían algo de aceite que empleaban para el consumo humano o para los candiles.
Como se ve, el proceso de recogida de la aceituna en sí, es sencillo, pero muy trabajoso. Como en toda tarea del campo, no hay fines de semana, incluso en esos días, que se puede reunir más cuadrilla con los familiares y amigos que no trabajan, se acude mayormente a los olivares. El principal problema, además del esfuerzo físico, las posturas incómodas y la carga de pesos, es el frío que hace en diciembre y enero y que produce sabañones y grietas en las manos.

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