TITULO: DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -JUEVES - VIERNES - Fernando López Miras,.
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Fernando López Miras,.
López Miras destaca "los nuevos acercamientos a la cocina murciana" de Juan Antonio Pellicer en su último libro,.
En el acto de presentación de la tercera entrega del libro 'Confidencias de un chef de la Región de Murcia',.
El jefe del Ejecutivo regional, Fernando López Miras, presidió este jueves por la tarde el acto de presentación de la tercera entrega del libro 'Confidencias de un chef de la Región de Murcia', obra del cocinero murciano Juan Antonio Pellicer, según informaron fuentes de la Comunidad en una nota de prensa.
( desayuno)
Durante el acto, López Miras ensalzó la figura de Pellicer como "uno de los grandes embajadores de la gastronomía de la Región", y destacó "los nuevos acercamientos a la cocina murciana" que propone este volumen editado por COPE Murcia.
( Cena )
Asimismo, el presidente subrayó que la trayectoria de Pellicer es "sinónimo de excelencia", porque "además de ser un magnífico docente" como profesor en la Escuela de Hostelería de Murcia, ha conseguido a través de sus libros "invitar al lector a aprender con él y a ponerse a cocinar a su lado". El libro es un compendio de la cocina tradicional murciana, que también apuesta por la innovación en sus recetas.
"A lo largo de los siglos, esta tierra ha conformado una verdadera ciencia de la cocina", afirmó el presidente, quien recordó que ese legado ha tomado forma "buscando o elaborando los mejores productos, trabajando sin descanso y contando con unos profesionales magníficos, como Juan Antonio Pellicer, que han sabido interpretar esa alquimia de los fogones".
TITULO:
EL PAPEL HIGIENICO ROJO - EL D.N.I. - Se busca al Manuel Aragón del sanchismo,.
EL PAPEL HIGIENICO ROJO - EL D.N.I. - Se busca al Manuel Aragón del sanchismo ,fotos,.
Se busca al Manuel Aragón del sanchismo,.
Sánchez conoce y retuerce la máxima de que la política es el arte de lo posible, pero el Derecho es otra cosa. La amnistía pone ante el espejo al Tribunal Constitucional y su actual presidente.
A pesar de que Manuel Aragón fue designado magistrado del TC a propuesta del PSOE, en una demostración de independencia fue el autor intelectual de la sentencia que rebajó el Estatuto de Cataluña,.
José Luis Rodríguez Zapatero dijo en alguna ocasión que la prueba viva de que la democracia española funciona es el jurista Manuel Aragón. El argumento es simple: el expresidente del Gobierno fue quien lo designó para el Tribunal Constitucional,.
Aún cuando agobiado por resultados (del 28M), acelerado, ofendido casi, ante encuestas que no comprende, lanzado a una carrera enloquecida hacia esa misma sobre-exposición que precisamente le ha llevado a su último desastre electoral…Pues, bien, todo eso contabilizado, no obstante, la pregunta de Calígula tiene su sentido: ¿qué significa derogar el Sanchismo? Y lo tiene, porque el Partido Popular no acierta a darle contenido y precisión a un programa tan general como impreciso, además de parecer negativo y, por tanto, antipático. Sobre todo, los populares parecen incapaces de formular la mayor: la extrema debilidad de la propuesta filosófica del Sanchismo, medida desde sus propios parámetros socialistas. Bastaría con que los populares comprendieran, dándole la vuelta, al manido cri de coeur que James Carville acuñó para consumo de Bill Clinton, aunque, en nuestro caso, no sea la economía, sino ¡la filosofía, estúpidos!
Volveremos sobre ello, aunque, la verdad, es que tampoco haría mucha falta. Debería bastar con el lenguaje corporal. A los efectos, recomiendo al lector que visualice el debate a dos sin sonido: así comprobará mejor ese gesto despectivo, ese rictus de altanería y soberbia, con sonrisa impostada incluida, que le ha hundido en su cara a cara de Atresmedia frente a Feijóo. Es la mímica del autócrata que retrató Lucano en La Farsalia. En otras palabras, lenguaje corporal aparte, parece que una parte mayoritaria de la opinión española ha “olido rata”, que dicen los ingleses: sospecha que los modos y maneras mendaces del Sr. Sánchez y sus aliados ponen en cuestión la democracia parlamentaria. Y la verdad es que la prepotencia del autócrata ha tenido su traducción en esta Legislatura: el cuerpo político español sufre de una suerte de “ejecutivitis invasora”. Desde el general Franco, ningún gobierno ha usado y abusado tanto del decreto ley con la consiguiente erosión del Legislativo y el deterioro de la división de poderes. En cifras, 138 decretos frente a 118 leyes sometidas a las Cortes: el tortuoso sendero hacia una democracia mutilada, sin debate, fiscalización ni control, nos advierte Eugenio Nasarre, en un artículo breve, pero excelente y contundente. El “Imperio del decreto-ley” y el debilitamiento del Parlamento, llama a esta deriva Ignacio Astarloa, uno de nuestros grandes juristas quien, (junto a Manuel Aragón y Tomás Ramón Fernández), ha analizado –y denunciado- con profesionalidad y criterio este eclipse del Parlamento (Bruce P. Lenman). Pues bien, derogar el Sanchismo significa en este punto algo muy concreto, fundamental y positivo: el restablecimiento, en su plenitud, de las funciones legislativas y de control del Parlamento.
Del mismo modo, la injerencia en –y el control del- Poder Judicial y la canibalización de la Administración, han sido sistemáticos e intensos: el nombramiento como Fiscal General del Estado de la Ministra de Justicia, al día siguiente de dejar su cartera, o la institucionalización de la mentira, manipulando desvergonzadamente el Centro de Investigaciones Sociológicas, no son más que la representación pornográfica de la colonización por parte del autócrata del poder judicial y de demasiados organismos e instituciones supuestamente independientes de la Administración (ya sea el CNMV, el INE, la Comisión de Secretos Oficiales, el CNI o hasta el Tribunal Constitucional). Por eso, derogar el Sanchismo, formulándolo en positivo, quiere decir respetar la neutralidad, separación e independencia de los organismos del Estado, empezando por la Judicatura. Es intolerable que el Gobierno del Estado de cobertura a gobiernos autonómicos para incumplir el art. 3º de la Constitución, y las sentencias de los Tribunales Superiores de Justicia, amparando la marginación, cuando no persecución, del castellano en determinados territorios. Son situaciones simplemente delirantes y no sólo –ni siquiera principalmente- porque el 56% de los ciudadanos de Cataluña sean castellanohablantes: lo fundamental es que atentan a derechos fundamentales, como señaló Robert Kennedy en relación al debate sobre los derechos civiles en el condado de Montgomery, en los años sesenta del siglo pasado. Situaciones inexplicables, no ya en México o Buenos Aires, sino en Nueva York o California, donde, por cierto, el español es segundo idioma. Pero, este Gobierno socio-comunista y nazional-populista, en su carrera hacia la desigualdad y el privilegio identitario y territorial, está en lo contrario. Si renueva su mandato, debemos prepararnos para una progresiva erosión de la independencia y profesionalidad de la función pública, sustituyendo el sistema de oposiciones por el nombramiento, sin exámenes ni controles públicos, de interinos y aspirantes: una primera etapa que dará paso al dedo político…y politizado.
La raíz del problema es que los megalómanos como Pedro Sánchez ni entienden ni quieren entender como funciona esto que llamamos democracia parlamentaria y liberal: democracia, para elegir el ejecutivo; parlamentaria y liberal, para controlarlo (y esta segunda parte del guion es la que menos le gusta a Calígula). Sin embargo, estos sistemas, que trabajosamente nos hemos dado, perviven y se alimentan de una cultura de moderación, de la idea de que las cosas en general, y la gobernación, en particular, tienen límites y medida –díke y metrón, que decían los antiguos. Estos sistemas, que se nutren de la aceptación del pluralismo y la tolerancia de lo diverso, son –la idea es orteguiana– un artilugio de la cultura; es decir, son artificiosos, ya que no artificiales: en suma –y en palabras de Ignace Lepp– una conquista sobre la naturaleza, sumamente funcional. Pero, complicada de lograr y difícil de preservar. Porque la democracia –escribió Edgar Allan Poe, que la celebraba– is an unnatural system, en cuanto que la primera inclinación de toda la humanidad –nos asegura Hobbes con énfasis– es un perpetuo e incansable deseo de conseguir poder. Se entiende que poder sobre otras personas: a decir de Max Weber, la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social. Y ese es el único programa político que verdaderamente le interesa a Pedro Sánchez.
Pero, el hipertacticismo de Calígula, en su política de alianzas contra natura con populistas, comunistas y nacionalistas, no sólo ha deteriorado severamente nuestro sistema de controles y equilibrios, ha puesto en cuestión algo que va más allá de la presente Constitución: amenaza directamente el principio de soberanía nacional. Porque, conviene recordar que, además de Podemos y Sumar, todos los colegas nacionalistas que configuran ese monstruoso Prometeo salido del laboratorio del Sr. Sánchez, son partidarios de una constitución confederal. No es una cuestión especulativa menor: es la primera vez en doscientos años largos que la izquierda española da la espalda a su principio político vertebrador; esto es, a la soberanía nacional, o a la voluntad suprema del conjunto de los ciudadanos como principio político rector, recogido en todas las constituciones españolas de aliento democrático desde 1812 a 1978, la Constitución republicana de 1931 incluida. Nada menos que ese principio soberano es lo que ha roto Calígula al coaligarse con el populismo comunista y el independentismo nazionalista, tribal, etnicista y territorial. O, dicho de otra manera, que ese anti-sanchismo que se ha hecho viral ha estallado porque “no se puede mentir todo el tiempo a todo el mundo”, que decía el Presidente Kennedy.
Empezando porque uno no puede mentirse a sí mismo: uno no puede –sin un costo irreparable- falsear el tuétano filosófico de su propia ideología. El socialismo, en sus diferentes versiones, un producto filosófico que surge de la Ilustración y que se basa en el concepto de igualdad y universalidad del género humano y que predica el internacionalismo, aparece colocado aproximadamente en el polo opuesto ideológico del nacionalismo etnicista y territorial, un producto romántico que subrayaba las diferencias en el diverso Blut und Boden medieval de pueblos y naciones. Pero, el caso es que, abandonados por el “pueblo elegido” (el proletariado internacional), el socialismo –y no sólo en España- ha blanqueado el nacionalismo, al punto de convertirse en su principal valedor y garante. De modo tal, que lo ocurrido en Cataluña y el País Vasco no es explicable sin la colaboración del PSOE (en versión zapaterista y sanchista): un viraje copernicano contra sus propios orígenes, tradiciones y principios, al que puede llamarse de todo menos progresista.
La coartada, por partida doble, ya la conocemos: el apaciguamiento del nacionalismo. Una ficción que ya desmonté hace algunas semanas en estas mismas páginas y que –fuera ya de una supina ignorancia de la literatura más elemental sobre tan desagradable política (la nacionalista)- en última instancia, se basa en un equívoco semántico que viene a confundir pacífico con moderado. El antónimo de pacífico es violento, que no moderado: los movimientos nacionalistas ibéricos no siempre han sido pacíficos, pero, desde luego, lo que nunca han sido es moderados: son radicales, extremistas y maximalistas, alejados de cualquier compromiso; de suerte, que los acuerdos que con ellos se conciertan, invariablemente, los declinan como etapas: lo hemos comprobado con el rechazo de los sucesivos Estatutos de Autonomía hasta llegar a la exigencia de un referéndum (parcial, claro, porque quedamos excluidos del mismo la mayoría de los ciudadanos españoles). Y, bien entendido, que esa tampoco es estación términis: vendrá enseguida la conquista de los Països catalanes, pero no pararán hasta reclamar los Condados franceses, exigiendo la revisión del Tratado de los Pirineos de 1659. Concesiones, como la supresión de la sedición y la derogación de la malversación (una forma de redactar el Código Penal a gusto de delincuentes), estimulan el apetito de los nacionalistas en lugar de saciarlo. La aparente calma actual en el entorno nacionalista es un espejismo que se alimenta de jirones de soberanía a cambio de nada: lo volverán a hacer –nos aseguran una y otra vez; y, con más seguridad, porque, habiendo impuesto al gobierno Sánchez el indulto de los golpistas y la derogación de la sedición –nos explica Rufián (ERC)- la siguiente intentona trabajará desde una confortable red de impunidad. En otras palabras –las de Javier Zarzalejos- el secesionismo etno-nacionalista, con la entusiasta e imprescindible colaboración del sanchismo, ha conseguido invertir el sentido jurídico normal, al punto que la aplicación de la ley se entiende como una provocación y la supuesta pacificación tiene como requisito la garantía de impunidad: ¡he aquí el gran logro de los apaciguadores!
Pero, ¿qué hay de la derogación del Sanchismo? Pues bien, en este punto fundamental, derogar el Sanchismo, formulado en positivo, significa precisamente restaurar el origen internacionalista del Partido Socialista, su filosofía igualitaria, alejada del -cuando no opuesta al- nacionalismo identitario, supremacista y etnicista: esa debería ser la respuesta política del socialismo auténtico a la previsible derrota electoral de Calígula, porque España necesita una alternativa social-demócrata coherente, que no experimentos exóticos con roedores reaccionarios salidos de las probetas nacionalistas.
Si todo discurre como vaticinan todas las encuestas, esta historia tiene, empero, una moraleja esperanzadora. Intentaré explicarme. Pedro Sánchez asegura que él es un hombre limpio; quiere decir, incorruptible, blindado ante tentaciones económicas. Una afirmación probablemente cierta. Al fin, no será el primer autócrata, ni tampoco el último, que desprecie el lujo e ignore dinero y riquezas. Aun cuando resulte impopular, tienen razón los políticos cuando protestan de que a todos ellos se les meta en el mismo saco de la corrupción. De hecho, entre las decenas de miles de cargos políticos, sólo muy pocos se dejan corromper: por eso, precisamente, porque la corrupción es excepcional, deja un margen de beneficios atractivo a los corruptos. El viscoso asunto sobre los políticos que sucumben a la tentación económica es un viejo debate iniciado por Platón y recogido por Plutarco, desde que en la democracia ateniense comenzaron a remunerarse los cargos públicos (mistaforia). Una versión, la de la venalidad de los políticos, que se extiende desde Aristóteles hasta los Founding Fathers. Una noción que ha llegado hasta el presente y resistido embestidas tan ilustres y contundentes como las de Maquiavelo, en su momento, o las de Bertrand de Jouvenel, lord Acton y Gregorio Marañón, casi en nuestro tiempo. Se trata de una conclusión que, en mi opinión, desenfoca gravemente la naturaleza de la profesión –y que, por cierto, ya aparece denunciada en Mirabeau o el político. Llevo muchos años enfundado en una bata blanca y observando, casi con microscopio, a estos Señores del Poder que llamamos políticos, y estoy persuadido que la naturaleza del oficio -y el objetivo del mismo- es el poder; su riesgo y cara negativa, el abuso de poder, que no la venalidad. Me parece empíricamente demostrable que, en política, la tendencia al abuso de poder es la regla, en tanto que la venalidad es la derivada y la excepción.
Pedro Sánchez no aspira a acumular riquezas abusando del presupuesto (de los contribuyentes). Es mucho más peligroso que eso: aspira a acumular poder. Mucho poder. De la poco edificante historia del Falcon, lo peor no es el uso indebido del dinero público –que también. Lo más preocupante es el abuso de poder: esos ademanes de prepotencia, ese gesto de suficiencia, con gafas tintadas, a la manera de George Clooney. No obstante, con Falcon o sin Falcon, con decretos-leyes o sin ellos, no nos hagamos ilusiones: por regla general, los políticos maximizan poder e imitan todo aquello que lo acreciente, por pernicioso que resulte para una democracia parlamentaria y liberal como la nuestra. Sin embargo, lo interesante y esperanzador de nuestro caso es que las tropelías de Calígula contra nuestro sistema democrático parece tendrán un correctivo contundente en las urnas, algo que debería servir de lección a futuros navegantes. Porque, no se trata ahora de colonizar la Administración cambiando de colores para sembrarla de Tezanos populares, o de resistirse años a renovar el Consejo del Poder Judicial, porque sea más apropiado aprobar una fórmula en que lo elijan los jueces, como aconsejan en Bruselas. Al contrario: el veredicto de las urnas –si ese fuera el caso- les debería indicar a nuestros políticos que la separación e independencia de poderes, los controles y equilibrios, la neutralidad de la Administración, deben preservarse aunque sólo fuera porque así lo quiere la mayoría del electorado.
Derrotar a Calígula el 23 de Julio es un requisito imprescindible, pero no suficiente. Es preciso derrotar a Sánchez dentro del Partido Socialista (su última línea de resistencia) como paso fundamental para una regeneración de la Social-Democracia española, base para el restablecimiento de instituciones sólidas y neutrales, fiables e independientes; instituciones basadas en firmes acuerdos inter-partidarios a resguardo del mercado electoral, para lo cual, los dos partidos mayoritarios, quizá, debieran ir pensando en un sistema electoral de doble vuelta.TITULO : Donde comen dos - Sardinas Cuca - Receta de caldo de verduras,.
Donde comen dos - Sardinas Cuca - Receta de caldo de verduras ,. , fotos,.
Perfecto para tomarlo como consomé en los días fríos,.
Los caldos son muy utilizados en la cocina. Se puede consumir tal cual, a modo de consomé, o se puede utilizar como ingrediente en multitud de recetas, incluidas veganas y vegetarianas. En general, cualquier receta que pida la adicción de agua, puede verse favorecida por este sabroso caldo de verduras en su lugar.
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Tiempo de preparación
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Tiempo de cocción
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Tiempo total
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Comensales
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Calorías
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Categorías
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Ingredientes
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3.5 l de agua
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2 cebollas medianas
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3 zanahorias pequeñas
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2 puerros
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1 rama de apio
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2 dientes de ajo
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2 cucharadas de aceite de oliva virgen
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INGREDIENTES OPCIONALES:
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espinacas
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acelgas
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tomates
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calabaza
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judías verdes
Preparación
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Pelamos las cebollas, las zanahorias y los dientes de ajo. Lavamos bien el resto de ingredientes y los troceamos en cuartos.
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En una olla a presión rápida, vertemos el agua fría y agregamos el resto de los ingredientes. Cerramos la olla, y con la potencia del calor al máximo, esperamos a que la válvula de trabajo comience a liberar vapor o a girar, dependiendo del modelo de olla utilizado. En ese momento, bajamos la intensidad del calor al mínimo necesario para que se mantenga la presión interior o la pesa gire lenta y uniformemente.
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Comenzamos a contar el tiempo, entre 12 y 15 minutos. Transcurrido el tiempo, retiramos la olla de la fuente de calor y dejamos que se libere totalmente la presión antes de abrir la olla. Colamos y ya está listo.
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