domingo, 9 de julio de 2017

DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES - TRES ASESINOS Y UN CHIVATO,./ PLANETA CALLEJA - NO FUE UNA TARDE CUALQUIERA,.

TITULO: DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -  TRES ASESINOS Y UN CHIVATO,.

DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -  TRES ASESINOS Y UN CHIVATO, fotos.

Resultado de imagen de TRES ASESINOS Y UN CHIVATO, miguel angel blancoJuicio al «amigo solidario» de los asesinos de Miguel Ángel Blanco,.

Resultado de imagen de CAFE con churros gordos El ex concejal de HB en Eibar Ibón Muñoa acogió en su casa a «Txapote» y «Amaia» por «solidaridad». Después, les dejó su vehículo y puso a disposición del «Donosti» un apartamento para que ocultaran al edil del PP en Ermua que los etarras descartaron por seguridad

 Les alojó en su casa por «solidaridad». Después, cuando comenzó la cuenta atrás, no tuvo un atisbo de humanidad para delatar a los verdugos -«Txapote» y «Amaia»- y salvar a la víctima -Miguel Ángel Blanco- de una muerte que sabía segura. Lo confesó ayer, ante la Audiencia Nacional, Ibón Muñoa, concejal de HB en Eibar entre 1991 y 1997 y chivato de ETA. «He sentido asco, mucha repugnancia al escucharle. Está implicado hasta las orejas», comentó Mari Mar Blanco después de revivir durante hora y media el horror.
Muñoa reconoció que entre junio y julio de 1997 alojó en su casa a los pistoleros del «comando Donosti» Javier García Gaztelu, «Txapote», e Irantzu Gallastegi, «Amaia», autores materiales del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. «¿Que por qué lo hice?, por solidaridad». Murmullos en la sala y gesto de indignación contenida en el rostro de Mari Mar. El acusado mantuvo una tendencia a hablar en bajo -la inercia del chivato-, hasta el punto de ser sacado de la sala blindada en la que, por seguridad, comparecen los terroristas.
Resultado de imagen de sopa con huevoSu «solidaridad» le llevó también a poner a disposición del «comando» su vehículo e incluso un apartamento en la localidad de Zarauz que, una vez visto, los etarras descartaron como «zulo» para ocultar a Miguel Ángel Blanco por razones de seguridad.
El 6 de julio de 1997 «Txapote» y «Amaia» le informaron de que iban a secuestrar a un concejal del PP, «por si la acción salía mal», aunque, según Muñoa, no le comentaron de quién se trataba. Mari Mar está convencida de que fue Muñoa quien aportó al «comando» los datos de su hermano. Eso sí, el ayer juzgado había reconocido que pasó al «Donosti» información detallada sobre tres ediles populares en el Ayuntamiento de Eibar, pero «no sabía para qué». Ello, pese a que en ocasiones les había visto limpiar y engrasar las pistolas en su casa.
Muñoa dijo haberse enterado del secuestro, perpetrado el 10 de julio, cuando escuchaba en su trabajo-cómo no- «Radio Egin». Por esta emisora se enteró de que ETA iba a asesinar en 48 horas al edil popular de Ermua. Al regresar a su casa, comprobó que, en efecto,García Gaztelu, Gallastegi y José Luis Geresta, que se había agregado días antes, ya se habían ido. «Ante la evidencia, ¿Qué le impidió comunicar la identidad de las personas que habían secuestrado a Miguel Angel Blanco?», le preguntó la fiscal Olga Sánchez. «La amistad que tenía a esas personas», respondió. «Se supone que si has trabado amistad con unas personas que han estado durmiendo en tu casa lo lógico es que haya tal amistad, que puede superar cualquier otra forma de pensar», añadió. De nuevo, murmullos en la sala e indignación contenida, y justificada, en el rostro de Mari Mar.
«Los amigos» -«Txapote» y «Amaia»- regresaron a finales de septiembre a casa del edil batasuno y le dijeron que sólo se quedarían unos días ya que ETA les había encomendado «otras responsabilidades». Eso sí, le pidieron que acogiera a Geresta, encargado de recomponer el nuevo «Donosti». El anfitrión les vio «tranquilos» y sobre el asesinato de Miguel Ángel Blanco hablaron «sólo de la repercusión política». Así, «Txapote» se refirió a su incidencia en el nacionalismo vasco y comentó que «hechos de este tipo había que analizarlos a largo plazo, como poco un año».
«Que esta gentuza lo pague»
Mari Mar, que estuvo acompañada de Carlos Iturgaiz, entre otros representantes del PP vasco, y del alcalde de Ermua, Carlos Totorica, dijo que pese a la dureza del momento, se sentía contenta porque se hace justicia. Expresó su deseo de que «esta gentuza lo pague y lo pague con creces». «A mi me han hecho muchísimo daño, con lo cual le deseo lo peor y que le caigan los más años posibles».
 
 TITULO: PLANETA CALLEJA - NO FUE UNA TARDE CUALQUIERA,.
PLANETA CALLEJA ,.

 Planeta Calleja es un programa de televisión de España que se emite cada domingo a las 21:30, en Cuatro de presentado por Jesús Calleja lleno de aventuras dificiles, etc.
 
 NO FUE UNA TARDE CUALQUIERA,.

No fue una tarde cualquiera, foto.

La portada. El domingo 13 de julio de 1997 el diario HOY dedicaba casi toda su portada al asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de ETA.

La portada. El domingo 13 de julio de 1997 el diario HOY dedicaba casi toda su portada al asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de ETA.Un transistor marcó el ritmo de aquellas horas de angustia en la redacción del diario HOY en Badajoz


Las primeras horas de la tarde suelen ser tranquilas en cualquier redacción, si a eso sumamos que era sábado y que nos encontrábamos a primeros de julio, con la mitad de los compañeros de vacaciones, la escena en la redacción de Badajoz del diario HOY era de una inusual intimidad, para lo que acostumbra a ser una caja de grillos, a medida que el periódico va entrando en faena. Recuerdo que aquel mediodía había comido poco, no se me quitaba de la cabeza aquel chaval de mi edad al que ETA había secuestrado y condenado a muerta hacía un par de días. Los terroristas habían anunciado que, si el Gobierno no accedía a trasladar a sus presos a las cárceles vascas, ejecutarían la condena a las cuatro de la tarde de ese sábado. Toda la sociedad española llevaba cuarenta y ocho horas movilizada, las vigilias se habían sucedido por todos los puntos del país y parecía que la unidad de todos contra la sinrazón etarra nos otorgaba una fuerza capaz de parar aquella barbaridad, que muchos no podíamos siquiera imaginar.
Por aquel entonces, vivía solo en Badajoz y pensé que el mejor sitio para esperar el final de aquella angustia era el periódico. Cogí un autobús y llegué a la redacción antes de las cuatro, creyendo que iba a ser el único por allí en mucho tiempo. Me equivoqué. Al fondo de la sala, muy lejos del puesto de documentación, en el que yo trabajaba, estaba Manuela. Nos saludamos como cada tarde, a pesar de que los dos sabíamos que no era una tarde cualquiera y que los dos estábamos allí por lo mismo. Manuela tenía un pequeño transistor, que sólo sacaba del cajón en las grandes ocasiones. Desde mi mesa, escuchaba levemente cómo la programación especial de la SER machacaba constantemente que nos acercábamos al final del ultimátum y que, a partir de las cuatro, sólo nos quedaba esperar lo peor Al llegar la hora, recuerdo que las ganas de que todo hubiera salido bien, que los asesinos hubieran entrado en razón o que la Policía hubiera repetido una acción como la de Ortega Lara, no lograban vencer el desgraciado presentimiento de que aquel chaval, sólo unos meses mayor que yo, había pagado con su vida la frustración de unos malnacidos a los que la barbarie había llevado a dar un paso hacia el abismo del que ya no volvería nunca.
Cuesta recordar cómo pasaban las cosas antes de que todos tuviéramos acceso a Internet, pero los escuetos teletipos que llegaban a cuentagotas, anunciando que toda España estaba pendiente del temido desenlace, hacían que aquel pequeño transistor fuera el único contacto con la actualidad en una redacción que, por aquel entonces, no tenía siquiera un aparato de televisión. Pasaban los minutos y allí seguíamos los dos solos, digiriendo la sensación de angustia en la que todos llevábamos instalados durante las últimas 48 horas.
Faltaban unos minutos para las cinco, cuando su leve voz quebrada irrumpió como un portazo en a redacción «han encontrado un cuerpo». Salté de mi silla y corrí hasta su mesa, con la ilusa esperanza de que una improbable coincidencia, permitiera que aquel no fuera Miguel Ángel Blanco y que el hecho de que una pareja de Lasarte hubiera encontrado un cuerpo malherido en el bosque, mientras paseaba a su perro, sólo fuera un desgraciado accidente entre cazadores o el suicidio de algún vecino del lugar.
Permanecimos callados durante un buen rato, esperando que el transistor nos disipara las pocas dudas que nos quedaban de que aquello había acabado como nos temíamos. Hasta entonces, habíamos hablado sin mirarnos, imbuidos por la estremecedora situación que estábamos viviendo. Cuando Manuela volvió a romper el silencio fue para decir: «Sí, es él». Al girar su silla sólo pude ver que sus ojos, cargados de lágrimas, habían decidido que aquella no era una tarde cualquiera y que era lógico que yo también estuviera llorando.


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