miércoles, 15 de abril de 2020

LA HORMA DE MI ZAPATO, EL OBJETO Y YO, ZAPATILLAS VIEJAS - MORTADELO Y FILEMÓN - Revista Grada - John Banville . / Diarios de la cuarentena ,. / Peter Falk, el teniente Colombo y el perro -¿Tendremos que renunciar para siempre a nuestra privacidad? ,. / HOY LE TOCA - Kobe y Shaq: el amor imposible de la mejor pareja de siempre,.

TITULO : LA HORMA DE MI ZAPATO, EL OBJETO Y YO, ZAPATILLAS VIEJAS - MORTADELO Y FILEMÓN -   Revista Grada -   John Banville  . 

 
 LA HORMA DE  MI ZAPATO, EL OBJETO Y YO, ZAPATILLAS VIEJAS - MORTADELO Y FILEMÓN -   Revista Grada - John Banville , fotos,.

  John Banville,.


John Banville: “Como soy un arrogante, quería medirme con una gran novela como la de James”,.


John Banville: “Como soy un arrogante, quería medirme con una gran novela como la de James”
Son las diez de la mañana y el escritor se abre paso a través del salón de un hotel de la Gran Vía. No lleva el traje gris que luce cuando acude a los sitios vestido de John Banville. Tampoco el sombrero que cubre su cabeza cuando se presenta a las entrevistas como Benjamin Black, el alter ego de novela negra que se inventó hace ya más de diez años con El secreto de Christine (2006).

images_002.jpg"Ser otros envejece, o al menos eso constata quien advierte en John Banville una repentina senectud. Un aire exhausto que se apodera de su perfil y sus gestos"
Esta mañana, el premio Princesa de Asturias de las Letras viste una americana con cuello de corte Mao, una prenda de paño estampado que lo emborrona y envejece. John Banville (Irlanda, 1945) parece deshilachado entre los dos hombres que ha sido hasta ahora: el autor que ganó el Man Booker Prize en 2005 con El Mar, ese lento preciosista que todo lo ilumina, y el carpintero Black, ese del que tanto le gusta reírse, y por el que muchos —dice él— lo miraron de arriba abajo: ¡un esteticista en territorio detectivesco!
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Ser otros envejece, o al menos eso constata quien advierte en John Banville una repentina senectud. Un aire exhausto que se apodera de su perfil y sus gestos, y no porque haya aterrizado hace apenas unas horas en Barajas; no. Hay algo definitivo en el cansancio de Banville. Una fatiga incubada durante años y que estalla en su rostro como una noticia de vejez, ese tiempo en el que las cosas se licúan en el solo placer de su acontecimiento. Algo de eso tiene el libro que lo ha traído de nuevo a España: La señora Osmond (Alfaguara), una secuela de El retrato de una dama, de Henry James, que Banville ha escrito, reincidente en el arte de su propia fuga. Ser otro.

Hace cuatro años, a la escisión Banville/Black, el novelista añadió un tercer compartimento de sí mismo al asumir la voz de Raymond Chandler para resucitar a Philip Marlowe en La rubia de ojos negros (Alfaguara). Ahora hace algo parecido con Henry James, un autor —como Banville— esteticista, que afila la pluma para llegar al centro de sus personajes y con el que irlandés comparte, acaso, la tendencia a repartirse a ambos lados de una línea: en el caso de James entre el Nuevo Mundo, América, y el Viejo Mundo, y Europa; en el de Banville, ese espacio que cabe entre un tiempo siempre remoto y el que él experimenta mientras escribe.
Se da el lujo Banville —así lo ha dicho Rodrigo Fresán— de atreverse con la que se considera una de las grandes novelas norteamericanas, publicada en entregas entre 1880-81 en las revistas The Atlantic Monthly y Macmillan’s y luego como libro, en 1908. Una novela retomada por autores como el irlandés Colm Tóibín y en la que Banville ha encontrado una alternativa a ese mundo, acaso ya demasiado crepuscular, de la Irlanda de los años cincuenta de sus últimos libros. Y aunque retomar a Miller sea una forma de pasado, este lo divierte, lo libera. Se distrae Banville jugando a estas cosas.

"No aburre ni se aburre. Da traguitos a su brebaje, como si saboreara cada chiste antes de pronunciarlo. Así es el señor Banville: un astuto fabulador"
En La señora Osmond Banville comienza en el punto en el que Henry James dejó a su Isabel Ascher: la ingenua joven americana que se descubre a sí misma engañada por Gilbert Osmond. ¿Irá a su encuentro? Sí, irá a Roma a resolver lo que ha quedado pendiente. Ese viaje permite a Banville e Isabel desprenderse de la piel de candidez que la recubría en la novela de James, al mismo tiempo que atraviesa una Inglaterra donde el movimiento sufragista resuena con fuerza, llega al París cosmopolita y cierra en Italia su larga metamorfosis. Banville retoma la galería de personajes originales: el marido traidor, Gilbert Osmond; Madame Merle; Mrs. Touchett; Lord Warburton; Caspar Oswoo;  la hijastra Pansy; la condesa Gemini y Henrietta Stackpole. A estos añade solo uno de su propia cosecha: la criada Staines.
Ante un vaso mínimo de té, el irlandés comparece, educado y paciente, para contestar a las mismas preguntas de siempre: que si John Banville, que si Benjamin Black, que si la prosa y la frase, que si la novela y su más allá. No aburre ni se aburre. Da traguitos a su brebaje, como si saboreara cada chiste antes de pronunciarlo. Así es el señor Banville: un astuto fabulador a la hora de despistar a quien insiste en preguntar lo mismo, una y otra vez. Antes de que acabe la media hora concedida para esta entrevista, él ya habrá sacado a pasear a los hombres que aún lleva dentro. Lo hará, claro, para distraer. Se saldrá una vez más con la suya y lo dejará todo en la coquetería de la penumbra. La erótica de la ocultación. El arte de ser otro.
Es un gusto volver a leerlo como Banville.
—Gracias —dice el escritor con esa cortesía que en otros sería anacrónica y en él es pura elegancia—.
—¿Aunque… es usted realmente Banville en este libro? ¿Qué afición ventrílocua alimenta en sus últimos experimentos?
—Quién sabe. No me veo a mí mismo como un ventrílocuo. Son gente muy extraña —dice, impostando un gesto tremebundo—. Un sujeto que sostiene un muñeco y te mira, sentado detrás, mientras el muñeco habla.
—No me malinterprete. Ha sido usted Benjamin Black. Fue Raymond Chandler hace poco. Ahora Henry James. ¿Huye de su voz?
—Oh, no me molesta lo de ventrílocuo, sólo intento hacerme entender. Mire, se lo explicaré de la siguiente forma: siempre me gustó Henry James. Como novelista puro, considero que él es el mejor. Escribió cinco o seis obras maestras. Es cierto que resulta imponente hacer una secuela de una de ellas, El retrato de una dama en este caso, pero… ¿sabe algo? A estas alturas le tengo miedo a muy pocas cosas.

—James es un estilista, como usted.
—De alguna forma, sí… Lo que en realidad es Henry James es el primer gran modernista. Pero nadie siguió su dirección, ni James Joyce ni Ezra Pound, porque la vanguardia resultaba siempre más emocionante. Henry James era capaz de llegar de forma cada vez más profunda al interior de los personajes. Cuando lees sus últimas novelas te sientes confundido, intentas avanzar a través de una niebla. Y eso es lo que te hace consciente. Yo creo que James ha sido uno de los seres más conscientes en el mundo. Y lo propicia en sus libros. Nunca sabemos exactamente qué empuja a sus personajes, si dicen la verdad o si se trata de una representación. Eso es lo que me fascina de Henry James.

"Cuando terminé mi libro, pensé en finalizarlo en un momento en el que ella conociera a un hombre amable e interesante y regresara a América"
—Retrato de una dama no culmina, se detiene en seco. ¿Cómo echar a andar y cómo finalizar una novela así?
—Cuando terminé mi libro, pensé en finalizarlo en un momento en el que ella conociera a un hombre amable e interesante y regresara a América. Pero dije: no puedo hacer eso. Tengo que retomar la pregunta: ¿qué va a hacer? Así que espero que venga una mujer y escriba una secuela, de forma que esta historia esté escribiéndose continuamente, para siempre.
—Su Isabel Ascher no regresa para vengarse, sino para confrontarse. ¿Con quién? ¿Con Osmond? ¿Consigo misma?
—Ella quiere un ajuste de cuentas. Eso implica un balance. La venganza habría implicado destruirlo, lo cual habría hecho la vida de ambos mucho más difícil.
—En el encuentro que tienen ambos, él le reprocha haber sido su oponente en el matrimonio. ¿Qué significa eso?
—La primera vez que leí Retrato de una dama tenía 20 años. Isabel se convirtió en una heroína. Ella iba a confrontarse con el mundo y bebérselo. Es valiente, es honorable, es decente. Luego la leí, a mi mediana edad, y me di cuenta de que ella no es lo que pretendía ser. No está del todo claro quién es ella ni la clase de persona que cree ser. Volví a leer la novela, ya mayor, y encontré en ella un ego monstruoso, exactamente igual que Osmond.
—Por eso titula con el apellido de él.
—Ella, como él, es profundamente egoísta. Pero ocurre una cosa: en la novela de James nunca llegamos a conocer o escuchar la versión de Osmond. Nunca sabemos lo que él está pensando. Sí, es un monstruo y es malvado, e incuso débil, pero no porque él nos los cuente. Las cosas no son blancas o negras y eso es lo que me gusta de este libro. Intento plantear eso.

—Todo nos llevaría pensar que el gran egoísta es él, Osmond.
-No del todo. Incluso cuando Isabel se confronta con Madame Mearl vemos algo de eso. Te das cuenta de que Mearl, Isabel y Osmond dibujan tres enormes egos. Y en el fondo ella, Isabel, gana. En lugar de vengarse de Madame Mearl, muestra generosidad, porque siente pena por ella. Madame Mearl ha sido también muy cruel. Quizá en mi novela ella quede retratada de manera más infeliz. E insisto: es un ajuste de cuentas, no una venganza. Eso habría hecho sus vidas más complicadas. Es una forma de justicia. Y la justicia siempre es dura.
—Hay justicia, pero no del todo conclusiva. Aún queda una puerta abierta…
—Por eso digo: quien debe completar esta historia ha de ser una mujer.

"Si lees la epopeya de Gilgamesh llega un punto donde vemos que, en nuestra evolución, nos detuvimos"
—Ese egoísmo que usted señala en Isabel tiene algo de la insatisfacción de Bovary, algo que las hace contemporáneas.
—Porque en el fondo los seres humanos no cambiamos demasiado con el tiempo. Si lees la epopeya de Gilgamesh llega un punto donde vemos que, en nuestra evolución, nos detuvimos. Platón es contemporáneo. Jesucristo es contemporáneo. Aristóteles es contemporáneo. Heráclito también. Pero hay una cosa, en ocasión a su mención a Madame Bovary.
—¿Cuál será?
—Flaubert era un tremendo misógino y lo que intenta es mostraros a una mujer frívola, estúpida. Henry James no. Él, que además era homosexual, adora a las mujeres. A mí me ocurre lo mismo. Sus personajes mujeres son más interesantes. Todo lo importante que he aprendido en mi vida lo he aprendido de mujeres. No he aprendido nada de los hombres. Mi idea del infierno es una cena interminable llena solo de hombres.
—Su Isabel Ascher crece, regresa libre de las culpas que la aguijonan…
—Retrato de una dama es una de las novelas más feministas, aunque yo no pretendí que la mía lo fuera. Aunque es cierto que los hombres en mis novelas no cuentan. Ni siquiera Osmond lo hace y en esa conversación a la que te refieres ves cómo aunque ella parezca ingenua, se revela mucho más consiente de sí misma.

"Una vez que se da cuenta de que ha sido utilizada por Osmond, encuentra cierta conveniencia, que inglés significa lavatorio también"
—Virginia Woolf lo señaló con la propia escritura. A estos personajes como Isabel el dinero las redime, las independiza.
—El dinero es como esa expresión: cochino dinero. Le ocurre especialmente a la sociedad victoriana, cuyos miembros se veían a sí mismos como seres por encima de algo tan prosaico como el dinero. Pero tenías que tenerlo. Las mujeres de clase media tenían muy claro que necesitaban un marido, y un marido con dinero. Isabel no tiene esa experiencia, porque tiene dinero, pero siente que sentirse tocada emocionalmente es mucho más fuerte. Una vez que se da cuenta de que ha sido utilizada por Osmond, encuentra cierta conveniencia, que inglés significa lavatorio también.
—¿Algo con lo que debe lidiar?
—Algo que debe asumir por costumbre. Cuando te plantas frente a eso y ves lo que Henry James ha diseñado dices, ¿pero cómo…?
—Sobre el lenguaje, otro de sus grandes temas. Dice usted que no avanza si la frase no está cerrada. ¿Cómo enfrentó ese proceso con James?
—Fue una experiencia muy extraña. Mientras escribía la novela, estaba enseñando en la Universidad de Chicago. No tenía nada que hacer, así que me dediqué a escribir. Mientras apuntaba las notas, miraba mi mano y sentí, en un momento, que no era yo. Que mi mano no era del todo mía. Los psicólogos dicen que cuando tienes una tarea que completar, no te comportas del modo en que acostumbras. Eres capaz de hipnotizarte. Creo que yo escribí este libro hipnotizado o en un cierto estado de hipnosis.
—¿Qué le pasa a John Banville que necesita ser alguien más para escribir?
—Necesitaba un descanso.

"Necesitaba escribir sobre mujeres. Los hombres son organismos más simples. Siempre sabes qué quieren. Las mujeres en cambio siempre serán un misterio para mí"
—¿De sí mismo?
—Necesitaba un descanso. Necesitaba escribir sobre mujeres. Los hombres son organismos más simples. Siempre sabes qué quieren. Las mujeres en cambio siempre serán un misterio para mí. Y quería escribir sobre Isabel. En algún momento llegué a pensar que estaba enamorado de ella, pero no. Es demasiado fría.
—No hablo de Isabel. Hablo de Banville, Black, Chandler, James ¿Por qué necesita ser otro para escribir?
—No puedo explicarlo. Cundo escribí el libro de Chandler lo hice en un verano y no recuerdo cómo lo hice. No puedo. Insisto, fue un estado hipnótico.
—Le preguntaría por Black, pero… la verdad. No me malinterprete, pero …
—Sé lo que vas a decir y estoy completamente de acuerdo contigo.

—Entienda una cosa: quizá algunos lectores suyos se entretengan con Black, pero muchos otros prefieren a Banville. ¿Adónde se fue?
—Trabajé en periodismo durante 35 años, porque conozco mis límites. Y cuando dejé atrás el periodismo, me dediqué a llenar mi tiempo. En un momento, me inventé a Black, él me entretiene, él llena también el tiempo.
—Se supone que él merodea alrededor de su escritorio, ¿no?  
—Se supone que él debía hacer dinero -risas-.
—Por lo que dice, asumo que eso no ha ocurrido.
—(Risas)…
—Leer un clásico varias veces a lo largo de la vida da perspectiva sobre el libro, pero cuando decide reescribirlo, lo que debería cambiar es la impresión acerca del género literario. ¿Le ocurrió?
—En muchas ocasiones, el género novela me disgusta, pero no se puede negar que es tremendamente fuerte. Es una de las grandes formas del arte. Tiene prosa, tiene poesía, tiene pintura, tiene música. Las contiene a todas. Creo que Henry James contribuyó a ese mecanismo. Hay novelas que son hermosas y otras que no. Y yo, como soy arrogante, quería medirme con una de las novelas  más grandes. Ya ves, soy un pretencioso.

    TITULO: Diarios de la cuarentena,.


Diarios de la cuarentena' traspasa fronteras

  • Francia, México, Estados Unidos, República Checa o Sudáfrica han mostrado interés por el formato
  • Segundo episodio, esta noche a las 22:05 horas en La 1,.

 Fernando Colomo
Fernando Colomo - foto,.
1 min.
Francia, México, Estados Unidos, República Checa o Sudáfrica son algunos de los países que han mostrado interés por el formato de ‘Diarios de la cuarentena’, comedia de situación estrenada el pasado martes por La 1 y que emite esta noche su segundo capítulo.
En Francia, el formato ha sido adquirido por Borsalino Films, con el fin de producir una adaptación para Francia y los países francófonos. 
En el resto de países mencionados se han abierto negociaciones con diferentes productoras que pretenden también adaptar el formato a la realidad concreta de cada uno de esos territorios.
Producida por RTVE en colaboración con Morena Films, ‘Diarios de la cuarentena’ quiere mostrar en capítulos de 30 minutos la complejidad de la convivencia cuando se enfrenta a situaciones límite. La serie es una idea original de Álvaro Longoria y los directores y guionistas de la versión de España son Álvaro Fernández-Armero y David Marqués.

     TITULO:  Peter Falk, el teniente Colombo y el perro - ¿Tendremos que renunciar para siempre a nuestra privacidad? ,.

 
 Peter Falk, el teniente Colombo y el perro -¿Tendremos que renunciar para siempre a nuestra privacidad?     ,.  , fotos,.
 
 ¿Tendremos que renunciar para siempre a nuestra privacidad? ,.
 
¿Tendremos que renunciar para siempre a nuestra privacidad?

La tecnología digital puesta al servicio de la lucha contra el Covid enfrenta a quienes creen que compromete la esfera íntima con los que harían excepciones en aras del bien común,.

Resultat d'imatges de el teniente colombo

Resultat d'imatges de teniente colombo y el perroLa emergencia sanitaria que ha vuelto del revés nuestras vidas ha abierto el debate sobre si la tecnología digital desplegada para atajar el avance del Covid-19 debe o no invadir la esfera privada de los ciudadanos. Mientras en Asia gobiernos como el chino hacen el volcado de esa información sin pedir permiso a sus titulares amparándose en el bien común, en las sociedades occidentales el control de datos se considera una interferencia en los derechos de las personas. Sin embargo, la gravedad de la epidemia ha provocado en apenas dos meses un cambio de paradigma, hasta el punto de llevar a la Unión Europea a pedir a los operadores de telefonía utilizar los datos de los ciudadanos para evitar la propagación de la enfermedad.
Sólo en España, 40 millones de móviles podrán utilizarse para rastrear el virus. Y las consecuencias están a la vuelta de la esquina. Un ejemplo. El Ministerio de Asuntos Económicos, que dirige Nadia Calviño, acaba de autorizar el diseño de una aplicación de móvil para que las autoridades sanitarias puedan geolocalizar a los ciudadanos. La herramienta permitirá comprobar si se encuentran en la comunidad autónoma donde dicen estar o si, por ejemplo, se desplazan a segundas residencias los fines de semana. ¿Ciencia ficción? No, es el 'big data'. La dictadura del algoritmo, puesta en este caso al servicio del control de los desplazamientos. La cuestión es: ¿Renunciarán los gobiernos y la empresas privadas que lideran esta revolución digital a esa información obtenida en circunstancias excepcionales cuando estas hayan dejado de serlo?

«La pandemia está demostrando que la gente es muy capaz de renunciar a la libertad a cambio de seguridad», advertía esta semana la escritora Geraldine Schwarz. Su preocupación no es gratuita. Cada consentimiento expreso que hacemos cuando descargamos una aplicación al móvil -y que nadie o muy pocos leen-, abre una brecha en nuestra intimidad, poniendo en manos de terceros la llave que desvela nuestros gustos, necesidades y preocupaciones. En un escenario como el actual, con la tercera parte de la población mundial confinada en sus casas y la conectividad wifi disparada hasta niveles estratosféricos, los wasaps o los videojuegos en red son la ventana al mundo. En Italia, el comercio electrónico se ha multiplicado por tres desde que se desató la crisis. Material escolar, alimentación, parafarmacia, deporte... Las empresas de telecomunicaciones compiten entre sí por regalar gigas en pleno 'boom' del teletrabajo y la educación 'online'. En este contexto, la información que cedemos ofrece múltiples posibilidades a quien sepa sacar partido de ellas.
¿Significa esto que vamos a ver recortada nuestra libertad? Eduard Blasi, profesor de posgrado en Protección de Datos de la Universidad Oberta de Cataluña, niega la mayor en base a la Ley Orgánica de diciembre de 2018 -y de otras similares a nivel europeo- que contempla excepciones para casos de fuerza mayor «siempre que se utilicen esos datos de manera agregada y anónima». ¿Con qué propósito? «Identificar a un sector de la población contagiado o con síntomas potenciales puede evitar el colapso de hospitales, desviando más profesionales y recursos allí donde más falta hagan». El actual marco legal, dice Blasi, impide que exista intromisión alguna en la intimidad de las personas ni que se condicione su libertad. Recuerda que existen instrumentos de control para garantizar el correcto uso de este información, «un uso -puntualiza- que deberá ser el necesario y mínimo, durante un tiempo determinado y para una finalidad muy concreta, sin que exista razón alguna para mantenerlo cuando hayamos superado la pandemia». Dicho de otro modo, «esto no es una barra libre y organismos como la Agencia de Protección están para garantizar que así sea».
Clientes con máscaras pasan frente a un detector térmico en una superficie comercial de Bangkok | Una mujer recorre una calle de Pekín | La Policía de Túnez patrulla por las calles de la capital en busca de focos de calor. / AFP | EFE

Ciudadanos con código QR

No todos tienen la misma fe en las instituciones. «La OMS ya advirtió hace un par de semanas que no se puede utilizar el Covid como excusa para atentar contra la privacidad de las personas -recuerda Antoni Pérez-Navarro, experto en Informáticas, Multimedia y Telecomunicaciones-. Y si lo hizo fue porque eso es precisamente lo que está ocurriendo. Quizá no en todos los países, pero sí en lugares como China donde el marco jurídico pasa por encima del individuo». Personas a las que se aplica un código QR para validar su estado de salud, reconocimiento facial en la calle, sistema de inteligencia artificial puestos al servicio del control de las personas... «Nadie, jamás, había conseguido controlar una pandemia de manera tan eficiente y para eso ha hecho falta desplegar sobre el terreno un sistema de vigilancia que hubiera hecho palidecer de envidia al KGB y a la Stasi». Ahora bien, ¿a qué precio? «Porque está comprobado que, una vez montada la infraestructura, mantenerla es una tentación muy grande, aunque sea amparándose en el 'riesgo 0' o en que si se repite el escenario te pille ya preparado. Llevados por el miedo, hemos cedido derechos que en condiciones normales ni nos plantearíamos, pero que una vez que das el paso ya has perdido para siempre».
El arsenal de aplicaciones es incalculable y el grado de control varía según el ordenamiento legal de cada país. Mientras las herramientas desplegadas en España se apoyan en la sección censal o el código postal para no romper el anonimato, en Asia el grado de invasión es más grande. La coreana Corona 100 metros -de titularidad privada- se sirve de los servicios de localización del móvil activados para identificar zonas donde se han detectado casos, indicándote dónde acercarte o dónde no. O la china Sishenban, que determina a a través del GPS si has tenido riesgo de contagio y te asigna un color -rojo, amarillo o verde-, llegando incluso a obligar el confinamiento. «Ahora bien, imagine por un momento que ese sistema se implantara aquí, en España -reflexiona Pérez-Navarro-. Como nadie querría acercarse a ti, no sólo no lo dirías sino que lo esconderías, logrando un efecto contrario al que se persigue».
Para el antropólogo Jesús Prieto Mendaza, el debate de la privacidad no se debe abordar en términos de blanco o negro, «hay muchos grises intermedios». La esfera privada, recuerda, es un logro de la democracia, lo que no significa que sea un derecho absoluto. «En guerras, crisis o pandemias como es el caso, está justificado que nuestra geolocalización, por ejemplo, esté disponible, si el bien común, que es superior, se beneficia de ello. Otra cosa es el uso torticero de esa excepcionalidad». Doctor de la Universidad de Deusto, Mendaza alerta también contra el bombardeo constante de datos a menudo sin filtrar. «Es como quien se baja 200 películas en el ordenador y luego no ve ninguna. Nos atrincheramos detrás de las aplicaciones y hacemos un acopio indiscriminado de información. Tenemos más que nunca, pero también muchos fake news y bulos, lo que está poniendo de manifiesto que a menudo falta criterio para filtrar todo ese torrente». En este contexto, dónde queda el control de calidad, dónde nuestro nivel de exigencia.
«El actual marco legal contempla excepciones y arbitra mecanismos para garantizar su control» Eduard Blasi | Experto en Protección de Datos
«Nos atrincheramos en la información, pero falta criterio para filtrarla» Jesús Prieto Mendaza | Antropólogo
«Llevados por el miedo, hemos cedido derechos que ni nos plantearíamos en condiciones normales» Antoni Pérez-Navarro | Multimedia y Telecomunicaciones
María Cristóbal es ingeniera de telecomunicaciones de Hiberus Tecnología. A su juicio, la cuestión no es si los grandes operadores disponen ya de toda esa información que nos define, sino si pueden usarlo o no. Está de acuerdo con que existe una avalancha de información, de estímulos, y que esa sobreexposición no es necesariamente buena, «pero imagínese que la pandemia llega a desatarse en un mundo sin digitalizar. La situación sería caótica». Es el signo de los tiempos, advierte, y no hay marcha atrás. «Huawei ha desarrollado una aplicación vinculada a ascensores inteligentes para evitar tocar los botones y así reducir el riesgo de contagio, otros te descubren nuevos mercados en tiempos de desabastecimiento y los hay también que emiten diagnósticos a partir de los síntomas detectados. Podremos tener reparos, pero al final para la inmensa mayoría pesa más lo positivo, que te puedan ayudar, que el hecho de que te controlen». El dilema está servido.

Control «inadvertido»

Pérez-Navarro opina que estas aplicaciones están logrando que perdamos el espíritu crítico. «A menudo olvidamos que sólo serán buenas si los datos con los que trabajan son veraces. ¿Y quién garantiza eso sin margen de error?», desliza. José María Lassalle, director del Centro de Humanismo Tecnológico de ESADE y autor del libro 'Ciberleviatán' cree que decisiones como la de Bruselas de solicitar a los operadores que les faciliten nuestros datos «abre la puerta a situaciones más invasivas y sienta un precedente peligroso». En línea con lo que postulaba Geraldine Schwarz, Lassalle advierte que la demanda de aplicaciones tendrá consecuencias devastadoras. «El algoritmo está engordando la cuenta de resultados de las corporaciones tecnológicas y las plataformas que gestionan el megatsunami de datos que estamos generando estos días. Él decide y nos hace más eficientemente ser lo que dejamos grabado en nuestra huella digital».
Para el que fuera secretario de Estado de Agenda Digital con el ministro José Ignacio Wert, «la renuncia a la libertad se está produciendo de una manera inadvertida» y eso es porque «somos víctimas de la magia que la tecnología proyecta sobre nuestra vidas, haciéndola más fácil». En su opinión, el miedo a una situación desconocida hace que resolvamos nuestras incertidumbres hipercomunicándonos». El asunto, afirma, requiere un debate político urgente sobre nuestros derechos digitales, si no queremos convertir la tecnología en una estructura cotidiana de vigilancia, control y orden». El tiempo dirá si exagera.

 TITULO:  HOY LE TOCA - Kobe y Shaq: el amor imposible de la mejor pareja de siempre,.


Kobe y Shaq: el amor imposible de la mejor pareja de siempre,.

Ambas estrellas tuvieron una relación casi imposible durante años, pero formaron uno de los mejores dúos de la historia de la NBA. Las broncas y los anillos, su legado.

Kobe y Shaq celebran el primer anillo de la NBA que conquistaron juntos con Los Ángeles Lakers en el 2000
foto / Amigos, enemigos, compañeros, rivales, hermanos... son muchos y muy numerosos los adjetivos que han acompañado a Shaquille O'Neal y Kobe Bryant. Una pareja extraordinaria que dominó el baloncesto a inicios del siglos XXI a pesar de ser polos opuestos en cuanto a carácter, posición en cancha, ética de trabajo o estilo de juego. Dos enemigos íntimos durante gran parte de sus respectivas carreras a los que acabó reconciliando la edad, la madurez y el tiempo y que tuvieron idas y venidas, matrimonios perfectos, divorcios sonados, épocas de amor devoto y recíproca admiración y otras de un odio que dejaban claro de manera manifiesta y casi desvergonzada.
Cumplidos ya casi tres meses de la trágica muerte de Kobe, queda claro que es la última cara de la relación la que ha perdurado. La del respeto mutuo, entonar el mea culpa y profesar la admiración profunda y recíproca que se guardaban dos jugadores que, individualmente, son parte esencial de la historia de la NBA. Y de Los Ángeles Lakers, donde jugaron juntos de 1996 a 2004. En total, ocho temporadas llenas de altibajos en una competición constante por ver quien era el macho alfa y que pasó por numerosas etapas, momentos históricos y amagos de una disolución que se tornó en inevitable y que finalmente se produjo.
Kobe Bryant era elegido en la 13ª posición del draft de 1996 por los Charlotte Hornets. Su agente dejó claro a la franquicia que no quería jugar con ellos, y el traspaso para que recalara en los Lakers a cambio de Vlade Divac estaba ya pactado, pero antes de todo eso Jerry West decidió reservarse el nombre que quería que los Hornets escogiera. Había visto en aquel chico criado en la cultura europea, casi mimado y de familia bien, algo que el resto de ojeadores quizá solo llegaban a imaginar, y quiso esperar hasta el último momento para que nadie se echara atrás y cambiara de opinión. Bryant aterrizaba en los Lakers a cambio de un Divac que no quería irse de un equipo con el que había jugado las Finales de 1991, todavía con Magic en activo, pero que no le quedó más remedio que abandonar. Al fin y al cabo, West ya tenía cubierto el puesto de pívot por Shaquille O'Neal, que llegaba procedente de los Magic a una ciudad que buscaba recuperar el glamour parcialmente perdido en los últimos años y que se había animado viendo el breve retorno de Magic la temporada anterior.
Pronto se hizo evidente que Kobe y Shaq eran polos opuestos. El primero, entregado al trabajo y poco dado a las bromas, contrastaba con el segundo, simpático, amigable, parcialmente dejado en cuanto al cuidado de su cuerpo y más abierto que el escolta, siempre encerrado en sí mismo y mostrando una profunda introspección para tener apenas 18 años. Por aquel entonces, Bryant era solo un muchacho endeble que estaría tutelado por Byron Scott, que jugaba su última temporada en la Luga; O'Neal, todo lo contrario, venía de ser el máximo anotador en 1995, año en el que jugó y perdió con los Magic las Finales tras derrotar a los Bulls de Jordan antes de recibir el aleccionador sweeb de los Rockets. Al año siguiente, tras una nueva derrota sin paliativos ante Chicago, que se cobró su venganza, dio por finalizada su etapa en Orlando, donde no encontró el camino al anillo y la lucha de poder junto a Penny Hardaway se había hecho insostenible. Shaq necesitaba atención y se fue a Los Ángeles, la ciudad de la luz, a recibirla mientras era el centro de atención y la referencia en ataque del juego rápido, ofensivo y alegre inherente a Del Harris, un buen entrenador de regular season que cortocircuitaba en playoffs, donde los Lakers cayeron en semifinales, finales del Oeste y semifinales con un bochornoso 12-1 de parcial en los tres siguientes años. Un resultado que dio pie a un cambio de entrenador a inicios de esa última temporada, la del lockout, y que dejó a Harris relegado como asistentes de Mavs, Bulls y Nets antes de abandonar la NBA en 2010, con 72 años, 35 de experiencia en los banquillos y el recuerdo de esa oportunidad perdida.
Ya por entonces, la lucha de poder de Shaq y Kobe había tenido algún que otro episodio, aunque no explotó del todo hasta que Phil Jackson hizo su aparición. El Maestro Zen había firmado con los Lakers y pasaba el verano en Montana, su refugio, cuando recibió la inesperada visita de Shaq, que pasaba por allí y fue recibido por la esposa del técnico, June, que le hizo pasar a casa. El pívot, que tras el último fracaso en playoffs ante los Spurs había aumentado sus sesiones de pesas y su ingesta de creatina, pesaba por aquel entonces 160 kilos. Para deleitar a la gente que por allí pasaba se puso a saltar sobre un embarcadero que tenía un pequeño trampolín que le llevaba al agua. Así lo encontró Phil Jackson, quien pronto descubrió que la diversión era el mejor argumento de su nuevo pupilo. Habló con él, le preguntó sobre los problemas del equipo en playoffs y le preguntó por Kobe, algo que pilló desprevenido a Shaq. Tras un silencio incómodo que el Maestro Zen manejaba como nadie, el center contestó que todo el mundo decía que era joven y que eso le sonaba "a excusa". Ya por ahí, su mento le pidió paciencia con su compañero y le mandó mover un árbol, cosa que hizo, pero ese primer encuentro ya marcó un antes y un después. Y a buen seguro que en él, Shaq tenía en la mente los cuatro airballs de Bryant en las semifinales del Oeste de 1997 ante los Jazz, en las que el escolta, con apenas 18 años y en su primera temporada como profesional, no tuvo reparos en lanzar 14 veces a canasta (con solo 4 aciertos) y quedarse en un ignominioso 0 de 6 en triples.
La primera gran disputa entre ambos no tardó en llegar en la primera etapa de Jackson en los Lakers. Este nombró a Bryant su general en pista, pero le ignoró para el puesto de co capitán, para el que no le consideraba todavía preparado, en favor del recién fichado Ron Harper. El equipo hizo una temporada extraordinaria, pero pronto el técnico vio como las diferencias entre ambos se hacían evidentes. Uno, criado en la cultura europea (Italia), con una vida cómoda económicamente hablando, hijo de un jugador de baloncesto como Joe Bryant y con una esposa, Vanessa, con la que se casaría con tan solo 18 años en contra de la voluntad de sus padres, estaba motivado por un deseo incesante de ganar hasta "10 anillos", como aseguraba a sus compañeros por aquel entonces. El otro, abandonado por su progenitor cuando era joven y criado por un militar que Shaq siempre consideraría su verdadero padre, valoraba mucho las figuras de poder como las de Jackson, eternamente respetado por el pívot, pero también tenía una escasa ética de trabajo y un afán por la diversión y las bromas constantes que Kobe no compartía y que incluso le sacaban de quicio. "Es muy inteligente, es un poco nerd. No sale por ahí, no va a clubs, no tunea su coche… Es un chico muy sofisticado. Creo que demasiado maduro para su edad”, definió Shaq a su compañero.
En la primera tempora empezaron muy bien y finalizaron con un récord de 67-15, el mejor de la franquicia desde el 69-13 de la temporada 1971-72, esa que coronó finalmente a Jerry West con Wilt Chamberlain en el equipo. Sin embargo, ya hubo episodios como el ocurrido en febrero, durante una sesión de vídeos en la sala Southwest Los Angeles Community College, a la que llegaron tras una racha nada positiva. Allí Shaq se levantó y dijo lo que muchos pensaban: "Me parece que Kobe juega de una forma demasiado egoísta como para que ganemos", dijo el pívot, secundado por sus compañeros, ninguno del cual salió en defensa de un Kobe que se sentó en última fila. Jackson no estaba nada contento con ellos: "Shaq necesita y Kobe desea", escribió en su diario tras una bochornosa derrota por 105-81 ante los Spurs. Poco después, Jackson habló con el escolta: "Supongo que alguna vez querrás ser capitán del equipo", le dijo. "Quiero serlo mañana", aseguró Bryant. "No podrás serlo si nadie te sigue", replicó el técnico.
La temporada acabó bien, con los Lakers venciendo en una remontada histórica en las finales del Oeste a los Blazers con 25 puntos, 11 rebotes, 7 asistencias y 4 tapones de Kobe, incluida el alley oop a Shaq que redondeó la relación entre ambos y que quedaría para la posteridad. Y unas Finales dominadas por Shaq de principio a fin con un cuarto encuentro que supuso el momento de Kobe. El escolta, lesionado, anotó 8 puntos en la prórroga, ya sin un O'Neal eliminado por faltas (y 36 puntos y 21 rebotes...), y dio a los Lakers la victoria, asegurada con un rebote ofensivo que transformó en canasta tras un tiro errado de Briant Shaw. Tras esto, Shaq lo definió como su "pequeño gran hermano". Kobe fue el primero en buscarle tras el pitido incial del sexto partido y en fundirse con él en un largo abrazo en el año en el que empezaba la dinastía.

¿La mejor pareja de la historia?

Los momentos de amor incondicional eran sustituidos con frecuencia con otros de un odio profeso durante los años siguientes. Tan pronto había una racha que se alababan el uno al otro como una en la que no se dirigían la palabra. "La lucha del macho alfa". Así lo definían sus compañeros por aquel entonces, algo que Brian Shaw ya había vivido con Shaq y Hardaway en los Rockets. Sin embargo, todo contrastaba con su conexión en pista, sobre todo en playoffs, donde ambos dejaban a un lado sus diferencias para conquistar el anillo. La temporada 200-01 fue buena muestra de ellos: Shaq llegó a pedir el traspaso a Mitch Kupchak, sustituto de Jerry West tras la sorpresiva dimisión de éste en el último verano, a finales de diciembre y después de llegar pasado de peso al trainning camp y ver como Kobe se intentaba adueñar del ataque, parte de la pista en la que había explotado por completo. Sus carácteres, tan distintos, eran también complementarios y ayudaban a aumentar la leyenda de pareja ideal con la que luego fueron tratados. Se compenetraban en pista, como una pareja dentro fuera como había sido entonces la de Stockton y Malone pero con menos asistencias y más anillos. Y en cuanto a la forma de ser, radicalmente distinta: "A Kobe le enloquecía una cosa en relación a Shaq. Necesitaba divertirse hasta en los momentos más serios. Si no se divertía, no quería participar", afirmabaRick Fox.
El propio Fox añadió esta frase de Kobe: "Llegabas a preguntarte como había sido Kobe de niño. Esa era la cuestión, nunca fue un niño". Esa versión no era compartida con Jackson, que pensaba que a Bryant la faltaba madurez, aunque le concedía la intensa mundología y concentración de la que hacía gala. Esa temporada, Shaq, enormemente generoso, regaló un rolex a todos los miembros de la plantilla en pretemporada cuando muchos no iban a seguir con el equipo, otra muestra de su carácter. También se ha sabido hace poco que le ofreció a Isaiah Rider 10.000 dólares para que se uniera a él contra Kobe.
La realidad es que ambos se necesitaban y ponían la directa cuando se trataba del campeonato. Ese curso, Kobe promedió 28,5 puntos, 6 rebotes y 5 asistencias por partido, mientras que Shaq se fue a 28,7+12,7+3,7. Desde Elgin Baylor y Jerry West, ninnguna pareja anotaba tantísimo en los Lakers. Y cuesta ver alguna temporada en la que eso pase en cualquier momento de la NBA. Era sencillamente increíble que ambos produjeran casi 60 puntos, 19 rebotes y 9 asistencias por noche. Algo impensable, sobre todo cuando estaban prácticamente solos. El único que pasaba de los 10 tantos de promedio en el resto del equipo era Fisher, con 11,5. Kobe llegó a las Finales promediando 31,6 puntos, 7 rebotes y 6 asistencias, y Shaq con 29+15. Y si contamos todos los playoffs, que finalizaron con un espectacular 15-1 (récord hasta el 16-1 de los Warriors en 2017), vemos que el pívot, que repitió MVP de las Finales, se fue a 30,4+15,4+3,5, 16 dobles-dobles en 16 partidos, tres de ellos por encima de los 40 puntos y cinco superando los 20 rebotes. Y Kobe, 29,4+7,3+6,1 hizo 5 dobles-dobles, un partido de 48+16 para eliminar a los Kings tras viajar a Los Ángeles para estar con su esposa Vanessa, ingresada en el hospital. Y a 45+10 en el duelo inaugural ante los Spurs. Una conexión imparable para tratarse de dos hombres que no hablaban con un reportero si lo había hecho el otro o que no compartían preparador físico a pesar de estar en el mismo equipo. Unos extremos absurdos olvidados para ganar el anillo.
Los años siguientes se desarrollaron de la misma manera. En 2002 ganaron su último anillo tras una temporada enla que Kobe hizo 25,5+5,5+5,5+1,5. Y Shaq, 27,2+10,7+3+2. Ambos se llevaron muy bien, y Shaq fue con su compañero a la retirada de su camiseta del instituto, en Lower Merion High School, en la que se fundieron en un largo abrazo. Y en playoffs estuvieron a punto de ser eliminados ante los Kings, pero ambos se combinaron para 72 puntos y 28 rebotes en el sexto partido y 65 puntos y 23 rebotes en el séptimo, en el Arco Arena, para pasar a las Finales. En ellas, el pívot se paseó en su tercer MVP (36+12+4 de promedio) bien secundado por un Kobe (27+6+5), que lanzó con un 51% en tiros de campo y un 55 en triples. Incluso la 2002-03, eternamente olvidada al no contar con anillo, fue testigo de actuaciones asombrosas (30+7+6 para Bryant en regular season y 27+11 para O'Neal), sobre todo en playoffs, donde el center firmó 27+15 (con un duelo de 34 puntos y 23 rebotes ante los Wolves en primera ronda) y el escolta 32+5+5 con un 40% en triples.
Es difícil saber si Kobe y Shaq son la mejor pareja de la historia. Las conexiones entre ambos fueron continuas en pista, protagonizaban todos los higlights y se unían en los momentos más importantes. Hay muchos equipos en los que siempre hay un tercer actor, como los Lakers de Magic y Kareem (James Worthy...), el trío de Spurs, Celtics 2008, de los Heat de LeBron o de los Warriors de Curry (que han sido más que un trío). Y habría que irse casi a la prehistoria para ver alguna pareja, como Baylor y West antes de que llegara Chamberlain. Tampoco valen los Bulls, donde Jordan sobrepasaba por mucho al resto. En un mundo como la NBA todo está sujeto a debate, pero desde luego, Kobe y Shaq, por la historia que se generó en torno a ellos, pueden ser la mejor pareja de siempre. Y del siglo XXI, desde luego. Los tres anillos dan buena cuenta de ello.

La temporada 2003-04

Toda historia toca fondo en algún momento, y a Shaq y Kobe les tocó en la 2003-04. La agresión sexual de Kobe en un hotel de Colorado marcaría el inicio de la temporada y el proceso judicial coparía las portadas de los principales periódicos del país. El escolta pasó de una actitud pasiva-agresiva a una agresiva-agresiva, en la que reaccionaba casi violentamente a todo lo que ocurría alrededor. Y, sobre todo, contra Phil Jackson y Shaquille O'Neal, a los que consideró sus enemigos durante un año en el que formaron una plantilla de videojuego (con Gary Payton y Karl Malone) que se estrelló en las Finales ante los Pistons de Larry Brown (4-1). Antes de eso, los Lakers se enfrentaban a que Kobe sería agente libre y este quería liderar un equipo en solitario, algo que intentó torpemente con unas conversaciones con Mike Dunleavy, entrenador de los Clippers, que no llegaron a buen puerto. Shaq por su parte no se sentía querido, y viendo que su contraro finalizaba en 2006 pidió una ampliación por 2 años y 60 millones. Un precio muy alto por una estrella que empezaba a perder luz y a al que se negó Jerry Buss, el propietaro de la franquicia. Payton y Malone miraban para otro lado, y Jackson, que siempre fue más favorable al pívot, estaba a laa expectativa, ya que su contrato también finalizaba ese año.
Kobe le dijo a su entrenador en el trainning camp que no estaba dispuesto a aguantar más tonterías de Shaq, y afirmó durante la temporada que no se cuidaba y que una lesión operada de dedo el año anterior había impedido a los Lakers conquistar su cuarto anillo. Las críticas del escolta a su compañero en una entrevista a la ESPN sobre el liderazgo y su irónica respuesta a Jackson durante un entrenamiento, cuando éste le mandó correr y le contestó que sí pero no lo hizo, provocó la tormenta perfecta, alentada por los rumores luego confirmados de que el Doctor Buss se desharía de Phil Jackson al acabar la temporada por petición del propio Bryant después de que el propio técnico pidiera a Mitch Kupchak el traspaso de la estrella. Fue el final de una relación, sentenciada definitivamente en las Finales, que había durado ocho largos años. Demasiado, como piensan algunos. "En ningún momento de la temporada nos sentimos cómodos como equipo", afirmó Fisher.
Eso sí, antes de la ruptura hubo un hecho muy representativo de lo que fueron como pareja. En el segundo partido de las Finales Shaq atrapó un rebote con tres puntos abajo y los Lakers contra las cuerdas. Nunca nadie había remontado un 0-2 en unas Finales tras caer en casa en los dos duelos iniciales. El pívot, tras coger el balón, se lo dio a Kobe. En la retransmisión en castellano, Antoni Daimiel comentó: "El instinto ha hecho a O'Neal darle el balón a Kobe Bryant. Era al que más lejos tenía, pero él se lo quería dar a Bryant". El escolta mandó el partido a la prórroga tras tiempo muerto y los Lakers ganaron, pero la fiebre amarilla, que tantos exámenes había aprobado estudiando el último día, nada pudo hacer en Detroit, donde perdió los tres encuentros siguientes y dijo adiós a la dinastía. Shaq se iba traspasado a los Heat, Phil Jackson decía adiós a la NBA por segunda vez en su carrera y Kobe firmaba una extensión millonaria. Los Lakers hicieron su apuesta tras una temporada casi imposible de gestionar. Era el fin de una era para ellos. Una en la que dejaban atrás ocho temporadas, tres anillos, cuatro Finales y una historia difícil de igualar. Un listón muy alto.

Del odio al amor

Estuvimos muchos años pero en realidad no estuvimos nunca juntos”. Era una de las muchas frases de Shaq tras acabar su relación con Kobe, aunque no fue la más adecuada, como reconoció posteriormente. La enemistad fue lajoya de la corona de la NBA, que explotaría la mala relación programando para Navidad un partido entre Heat y Lakers las siguientes temporadas. El primero, en el retorno del pívot a un Staples enforvecido con su vuelta, se sadó con victoria para los Heat a pesar de los 41 puntos del escolta, que aplaudió a su ex compañero cuando fue presentado pero luego apenas se saludaron. “No saludo a Kobe porque no tengo nada que decirle. Soy un hombre casado, no necesito empezar una relación con otro hombre ahora", afirmó poco después. Antes del encuentro, ya había respondido a numerosas preguntas sobre el tema: "Si ves un Corvette que avanza hacia un muro de ladrillos a toda velocidad, ya sabes lo que va a ocurrir. Kobe es el Corvette, yo soy el muro de ladrillos”, zanjó.
Fue la tónica tradicional de la relación entre ambos, aunque siempre fue el pívot el que más se mojó en la discusión. Tras ganar el anillo en 2006, Kobe tuvo que soportar el sainete de que no podía ganar sin O'Neal, algo que para él fue como una tortura china. Phil Jackson, que regreso de nuevo para la 2005-06, se encargó de reconciliar a ambas estrellas, que firmaron finalmente la pipa de la paz en el All Star del 2009, cuando el técnico se reunió con sus dos jugadores fetiche (Jordan al margen). El MVP conjunto supuso la nueva unión de un Shaq que vivió su última gran temporada de esplendor individual con los Suns (17,8 puntos y 8,9 rebotes) antes de pasar por Cavs y Celtics buscando un quinto anillo que nunca llegó a conseguir. Kobe por su parte tuvo que esperar al mismo año, 2009, para ganar un nuevo anillo y reconciliarse definitivamente con su entrenador, con el que entonó el mea culpa y viceversa.
Eso sí, la rivalidad de Shaq y Kobe no finalizó del todo hasta la retirada del último y, ya de manera definitiva, con su desgraciada muerte. Antes, diversos zascas por Twitter o declaraciones cruzadas tuvieron lugar, aunque fueron mucho menos numerosos. Cuando superó a Jordan en puntos, el escolta afirmó que sin Shaq habría llegado a los 40.000, algo que no gustó al pívot, ya alejado de las canchas. Eso sí, la madurez, esa que siempre muestra la mejor cara de los jugadores sobre todo cuando están al borde de la retirada, dio, sobre todo a Kobe, un perfil más amigable. De hecho, ese chico al que sus compañeros no aguantaban desapareció para dar lugar a un hombre curtido, admirado y querido cuyas muestras de amor y respeto han sido muy repetidas en los últimos meses, pero también en su retirada. Para la historia también queda ese último encuentro en el Staples ante los Jazz, cuando fue a abrazarse con Shaq tras anotar una de as últimas canastas de un duelo que finalizó con 60 puntos.
O'Neal definió así este cambio: “Tengo órdenes del gran Bill Russell. Estuvimos hablando el otro día en Seattle y me explicó cómo afrontar las rivalidades. Me dijo que nunca había tenido problemas como los que yo he tenido y que tenía que enterrar el hacha de guerra con Kobe, estrecharle la mano y dejar las cosas en el pasado”. Y los increíbles halagos de los dos últimos años han sido más que repetidos. En una ocasión dejó claro que el escolta era el mejor compañero que había tenido en su carrera: El compañero más feroz y más competitivo que he tenido ha sido Kobe Bryant. El más rabioso, el más ganador. Wade sería el segundo pero Kobe estaría primero. La verdad es que pasamos más momentos buenos que malos juntos", reconoció. Su insistencia para que no se le infravalorara tras su retirada y que estuviera en el debate por ser el mejor jugador de la historia así como las lágrimas derramadas por su pérdida, dejan claro que el amor se impuso al odio en los últimos años, y que ambos, sobre todo el pívot, le daban un balance positivo a sus ocho años juntos.
 

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