viernes, 24 de abril de 2020

LA HORMA DE MI ZAPATO, EL OBJETO Y YO, ZAPATILLAS VIEJAS - MORTADELO Y FILEMÓN - Revista Grada - Stop olímpico . / Diarios de la cuarentena ,. / Peter Falk, el teniente Colombo y el perro - Mutar después del virus. / HOY LE TOCA - SILVIA CARLOS CHILLERÓN,.

TITULO : LA HORMA DE MI ZAPATO, EL OBJETO Y YO, ZAPATILLAS VIEJAS - MORTADELO Y FILEMÓN -   Revista Grada -   Stop olímpico  . 

 
 LA HORMA DE  MI ZAPATO, EL OBJETO Y YO, ZAPATILLAS VIEJAS - MORTADELO Y FILEMÓN -   Revista Grada -   Stop olímpico , fotos,.

  Stop olímpico,.


Diez años después de la muerte de José Antonio Samaranch, el COI se asoma al momento de mayor incertidumbre de su historia por la crisis del coronavirus,.

Una pareja se hace un selfie con mascarilla ante la sede del comité olímpico de Japón, en Tokio. /EFE
Una pareja se hace un selfie con mascarilla ante la sede del comité olímpico de Japón, en Tokio.
José Antonio Samaranch fue presidente del Comité Olímpico Internacional entre 1980 y 2001. Cuando se cumplen diez años de su muerte, su hijo José Antonio, que sigue sus pasos en el COI, donde es vicepresidente primero y quién sabe si un futuro sucesor de Thomas Bach, tiene muy claro cuál fue el gran legado de su padre. «Lo más importante que hizo fue dejar un movimiento olímpico unido, consolidado, adaptado a una sociedad moderna y con unos valores que podían servir de inspiración a los jóvenes de todo el mundo», explica, de corrido, con el automatismo enérgico de quien ha repetido un discurso muchas veces pero sigue haciéndolo con gusto.

images_002.jpg
Resultat d'imatges de mortadelo y filemonHablando de inspiración, muchos antiguos miembros del COI repartidos por el mundo se han acordado durante los últimos meses de Samaranch, el hombre que marcó un antes y un después en el movimiento olímpico desde que el 16 de julio de 1980, asomado a un balconcillo de mármol blanco frente a la escalera principal de la Casa de los Sindicatos de Moscú, el irlandés Lord Killanin anunció que sería su sustituto. Y es que la capacidad de este empresario barcelonés forjado en las entretelas del franquismo para sortear escollos diplomáticos, aunar voluntades contrapuestas y cerrar con éxito negociaciones que parecían imposibles se hizo legendaria. Tanto que un periodista de 'The New York Times' no dudó en retratarlo con una sentencia inolvidable: «Samaranch sabe más que la CIA y el KGB juntos».
Esa sabiduría se ha hecho más necesaria que nunca en el COI, que vive una situación de incertidumbre sin precedentes tras el aplazamiento a 2021 de los Juegos de Tokio por la pandemia del coronavirus. El 'stop olímpico' ha provocado el vértigo de lo desconocido. Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE), reconoce las dificultades, pero las acepta con esa forma de deportividad que es la resignación ante las cosas que no tienen remedio. De hecho, él fue uno de los dirigentes que antes solicitó el aplazamiento de Tokio 2020 viendo cómo se estaba extendiendo la pandemia. «Lo que en un principio fue un país, luego fueron dos o tres, más tarde ocho, España entre ellos, y ahora 210. Era evidente que no se iba a poder garantizar la salud de los atletas y que, en el mejor de los escenarios, no todos iban a poder competir en las mismas condiciones. Por no hablar de lo que podría haber supuesto a nivel sanitario la llegada de dos millones de personas a Japón, que era lo que estaba previsto».

Una decisión difícil

La decisión del aplazamiento ha sido la más compleja que ha tenido que adoptar el COI en toda su historia, por encima de otras que han tenido que ver con boicots de países, escándalos de corrupción en las elecciones de las sedes (el famoso caso de Salt Lake City, por ejemplo) o graves polémicas a cuenta del dopaje, a las que Jacques Rogge, el sucesor de Juan Antonio Samaranch, tuvo que enfrentarse en los primeros Juegos que presidió, los de Atenas 2004. La complejidad, por supuesto, tenía que ver con el enorme perjuicio a los 11.000 participantes previstos en Tokio y con un impacto económico que no es fácil de cuantificar con rigor. Ahora bien, podemos hacernos una idea aproximada teniendo en cuenta algunas cifras que sí han trascendido. Los 18.400 millones de euros (tres veces más de lo previsto en un principio) que costarán los Juegos según la agencia auditora de Japón. Los 6.500 millones de los derechos de retransmisión. Los mil millones de ingresos en entradas. Los 3.000 millones sólo en patrocinios japoneses...
Juan Antonio Samaranch saluda durante un acto en su honor en Barcelona en 2002, tras su retirada activa del COI.
Juan Antonio Samaranch saluda durante un acto en su honor en Barcelona en 2002, tras su retirada activa del COI.
Las dificultades han sido máximas para el COI y el Gobierno de Japón, sin duda, pero ambos han contado también con una ventaja indeseable que se fue imponiendo a medida que pasaban los días y la pandemia de extendía dejando imágenes perturbadoras incluso en el país organizador. Pensemos en las fotografías de los ciudadanos de Tokio posando con mascarillas frente a los grandes relojes que marcaban la cuenta atrás para los Juegos. Y es que el aplazamiento se hizo inevitable, una causa absoluta de fuerza de mayor.
Frente a la opinión de algunos críticos, que acusaron al COI de retrasar el aplazamiento sin razón deportiva alguna, simplemente intentando preservar hasta el último minuto sus intereses económicos, José Antonio Samaranch hijo es tajante. «Hemos actuado con responsabilidad y serenidad. Junto a nuestros socios de Tokio hemos tenido que tomar muchas decisiones complicadas y lo hemos hecho acompasándolas a la información que nos daban los expertos de la OMS. Y estoy convencido de que hemos tomado la decisión más sabia, conservadora y sensata», dice.

El mayor evento

Alejandro Blanco remacha el mismo clavo. «Se ha actuado con mesura. La gente no se puede imaginar la cantidad de cosas que hay que estudiar y valorar en una situación así. Los Juegos son con diferencia el mayor evento que se organiza en el mundo», enfatiza, antes de expresar su optimismo de cara al futuro. «Nos queda un año para hacer unos grandes Juegos. Hay tiempo para todo. Tranquilidad».
La tranquilidad del presidente del COE es, sin embargo, un objeto de lujo en estos momentos. Nadie duda de la solidez de portaaviones que ha adquirido el movimiento olímpico desde que José Antonio Samaranch le puso en el carril de la modernidad.
Encendido de la antorcha olímpica.
Encendido de la antorcha olímpica.
Jesús García Bragado ha sido un testigo privilegiado de esa evolución. El marchador madrileño, que si le respetan las lesiones se convertirá el próximo año en el primer atleta en participar en ocho Juegos, debutó en Barcelona 92. Entonces, el olimpismo se reducía básicamente a Europa, la Unión Soviética, Norteamérica y Australia. Ahora es algo universal. «Los Juegos han cambiado como el mundo. Se han globalizado y han adquirido una dimensión económica enorme», dice.

El móvil de Río

Para explicar esto último, pone un pequeño ejemplo personal, anecdótico pero ilustrativo. «Cuando llegamos a Río, Samsung nos regaló a todos los participantes un móvil de 600 euros. Y éramos más de 11.000», recuerda. García Bragado no quiere parecer agorero, pero no duda en advertir del enorme riesgo que afronta el COI ante la posibilidad de que Tokio 2021 tampoco pueda celebrarse porque la pandemia todavía afecte a muchos países o se haya producido un nuevo brote. «Sería un golpe enorme para el Comité Olímpico por las indemnizaciones».
José Antonio Samaranch junior no quiere pensar en ese escenario funesto. Al menos, por ahora. «No somos epidemiólogos. Ese temor existe. No tenemos certezas. Esto que estamos viviendo es un accidente gravísimo para todo nuestras sociedades y el movimiento olímpico, como parte de ellas, está llevando su peso. Pero sólo nos queda mirar hacia delante y trabajar duro. Yo soy optimista respecto al futuro. Creo que en 2021 Tokio vivirá unos Juegos grandísimos, que en 2022 los Juegos de invierno de Beijing serán un gran éxito, los mismos que los de Paris, Milan-Cortina D'Ampezzo y Los Ángeles. Estoy convencido de que vamos a salir más fuertes de esta crisis».
«Cuesta mucho cambiar de planes y resetearte», dice Maialen Chorraut
Tras cumplir a rajatabla durante tres años y medio un estricto calendario de entrenamientos, los meses de primavera iban a ser su último escalón para llegar en perfecto estado de forma a Tokio. La crisis del coronavirus, sin embargo, no es que haya roto sus planes sino que los ha hecho prisioneros dentro de un paréntesis inaudito e implacable. Es lo que sienten los deportistas olímpicos en estos días de confinamiento o de vuelta a su trabajo, como es el caso de Saúl Craviotto, que cuando se declaró el estado de alarma decidió reincorporarse a su puesto en la Policía Nacional y ya patrulla en las calles de Gijón.
El encierro es duro, pero también puede ser productivo. Jesús García Bragado ha optado por valorar su parte buena: la posibilidad de recuperarse de las dolencias que arrastraba desde el Mundial de Doha, donde compitió con 50 años ante rivales que podían ser sus hijos. «Al final, creo que me va a venir bien porque estaba bastante tocado», reconoce el veterano marchador madrileño, que dice estar «encantado» con la cinta de correr que le ha proporcionado la Federación Española de Atletismo para que pueda ejercitarse en su domicilio. «Me está viniendo muy bien en la recuperación. Hago cuarenta minutos por la mañana y una hora por la tarde, a ritmos poco exigentes salvo al final», informa.
Maialen Chorraut también intenta poner al mal tiempo buena cara. Ahora bien, es sincera y reconoce que el aplazamiento fue muy duro para ella después de tanto tiempo trabajando en función de dos días concretos de julio de 2020, el 26 y el 28, cuando tenía la ilusión de revalidar su medalla de oro de Río. «Cuesta mucho cambiar todos los planes, resetearte. Y más si luego te encuentras con que tienes que parar y meterte en casa», comenta la piragüista guipuzcoana.
Chorraut pasa el confinamiento con su familia en su casa de la Seo de Urgell, donde vive desde hace años al lado del único canal de aguas bravas de España. Su entrenamiento ahora se reduce a trabajar en un modesto gimnasio que su marido y entrenador Xabi Etxaniz ha montado en el garaje. «Lo que menos me ha gustado siempre es el entrenamiento en seco y ahora es lo único que puedo hacer», dice, sin ocultar la melancolía que le produce la visión del agua. «El 14 de marzo fue el último día que me metí. Nunca había estado tanto tiempo fuera del agua. Yo era de las que seguía cogiendo la piragua cuando volvía de los campeonatos. Lo que dejaba de hacer en vacaciones era, precisamente, el trabajo físico que es lo único que puedo hacer ahora. Pero bueno, no tiene sentido quejarse y menos nosotros que somos unos privilegiados».

 TITULO: Diarios de la cuarentena,.
Esta noche Martes -21- Abril a las 22:05 horas en La 1,.
Diarios de la cuarentena - Capítulo 3 - RTVE.es 
foto / Qué pena, ya no da el sol.
Pues tenemos que tomar el sol todos los días, Juan,
que se nos está poniendo un color cetrino.
-No me podía imaginar que me gustara tanto tomar el sol.
¿Te acuerdas de cuando íbamos a la playa?
Me metía debajo de la sombrilla y no había quien me sacara.
-Es que hay cosas que antes nos molestaban
y ahora las echamos de menos.
-¿Sabes lo que echo más de menos?
-¿Bajar a la cafetería? -No.
-¿Comprar el periódico? -No.
-¿Dar propinas?
-¿Cómo voy a echar de menos dar propina?
-No sé. Entonces, dime, ¿qué es lo que estás echando de menos?
Que me aburres ya. -El ruido.
-¿Qué ruido? -Echo de menos el ruido.
El tráfico, los cláxones.
El autobús del colegio, el bricolaje del vecino.
Eso es lo que echo de menos.
-Sí, la verdad es que hay un silencio...
Incluso aquí, en casa.
No se oye ni el vuelo de una mosca.
-Solo se oyen los aplausos, los pajaritos.
-Sí. -Y al Dúo Dinámico.
-Lo dices como si no te gustara
y te pasas el día esperando a que lleguen las ocho
para salir a aplaudir. -Sí, es que me gusta.
-Y el Dúo Dinámico... -Eso, lo que más.
(Música)
(TOSE)
¿Hola?
Richi, flipa con lo que acabo de descubrir.
Hace un rato me he puesto a ordenar las llaves
y resulta... -¿Qué llaves?
¿Qué tipo de llaves? -¿Cómo que qué llaves?
-Las llaves, llaves. -Llaves, llaves...
Hay muchos tipos de llaves.
Puede ser una llave inglesa, puede ser una llave Allen,
es por tenerlo claro.
-¿Cuántas llaves inglesas puede haber en casa, una, ninguna?
Y llaves Allen no sé lo que son. -¿No sabes lo que son?
Es una herramienta que se utiliza para los tornillos prisioneros
y para los tornillos con cabeza cilíndrica.
-Pero ¿qué me estás contando? -Es que las colecciono.
Tengo todas las... -¡Las llaves para abrir la casa!
-De esas también colecciono. ¿Te han sobrado?
-Bueno, efectivamente, sí.
Me ha sobrado una, ¿vale? -Pues guárdamela.
-Resulta que me he acordado de que esa llave
me la dejó el vecino de arriba para que le regara las plantas.
-Para que le regaras las plantas
mejor te hubiera dejado una regadera o un cubo.
-¡Te voy a meter a ti un cubo por la cabeza!
Escúchame. -No me he podido resistir.
Me lo has puesto a huevo. -Por favor.
El tío se fue a Tailandia un par de meses.
Le explotó todo el tema allí y no podía volver aquí.
-¿No ha podido volver? -No, está en confinamiento total.
-Hostia, qué putada. -¿Cómo que qué putada?
Que tiene un ático que lo flipas, un casoplón espectacular. 

 TITULO:  Peter Falk, el teniente Colombo y el perro - Mutar después del virus.
 
 Peter Falk, el teniente Colombo y el perro - Mutar después del virus  .    , fotos,.
 
 
 
 

Mutar después del virus,.

Una mujer mira pensativa desde el balcón de su casa durante la cuarentena. /Igor Martín
Una mujer mira pensativa desde el balcón de su casa durante la cuarentena.

Filósofos y pensadores incitan a convertir el confinamiento en un ejercicio de «introspección» que evite el regreso a la rueda «destructiva del capitalismo salvaje». «Solo una revolución moral puede librarnos de enterrar esta crisis en la amnesia»,.

Resultat d'imatges de el teniente colombo
Resultat d'imatges de teniente colombo y el perroEn Nueva Delhi, las mascarillas son tendencia desde hace años. A la capital india le llaman la «cámara de gas». Si la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda mantener los niveles de contaminación por debajo de 40 (microgramos por centímetro cúbico) para preservar la salud de las personas, en invierno, los valores de dióxido de nitrógeno, hollines y humos alcanzan allí una media de 400. Pero pueden superan fácilmente los 900. El 50% de los niños tiene los pulmones afectados y 1,2 millones de ciudadanos fallecen envenenados cada año. Como en la epopeya de Moisés en el Mar Rojo, el confinamiento ha abierto estos días los cielos emponzoñados que procuran una muerte lenta a sus habitantes para dejar paso a una atmósfera limpia y a un techo de un azul intenso. «Ahora, de repente, gracias al coronavirus podemos respirar. En sánscrito diríamos que este virus es un 'vishvagurú', un maestro universal. Las dificultades, las desgracias vienen para enseñarnos una lección y la experiencia más fuerte de globalización es ésta. Nunca un fenómeno afectó a tantos países. Es un claro aviso de que tenemos que cambiar radicalmente nuestro modo de vida. No podemos seguir en una economía que sigue la lógica de la célula cancerígena de crecer y crecer de manera ilimitada y sin sentido».
La lectura corresponde al filósofo y filólogo sánscrito Óscar Pujol (Tarragona, 1959). En otoño retomó las riendas del Instituto Cervantes de Nueva Delhi, que él mismo fundó, tras capitanear la misma entidad en Río de Janeiro y Fez. Y allí comprueba a diario el milagro celeste que obra el Covid-19. «Es una paradoja que teniendo tantos recursos tecnológicos para producir comida y bienes esenciales, lo que nos permite vivir de forma confortable trabajando menos, estemos todos haciendo jornadas laborales larguísimas, siempre angustiados e irritados. Hoy», recuerda, «las adicciones y la depresión son enfermedades globales». Pujol toma altura para proporcionar respuestas a esta dinámica depredadora. «Siempre me ha llamado la atención que todas las culturas del mundo, la budista, la musulmana, la hindú, la cristiana, han advertido al hombre sobre los excesos del deseo desbocado. Sin embargo, en nuestra evolución hemos llegado al punto de que todo es 'coge lo que puedas'; el objetivo máximo es la producción y el consumo desbocados. El virus», enfatiza, «es una oportunidad para crear una conciencia global y reducir nuestras necesidades materiales».
En esa imperiosa revisión a la baja que urge hay tres áreas, a su juicio, inaplazables. «Nuestra alimentación es completamente irracional. No solo me refiero al consumo de carne y de pescado. Tenemos el síndrome del 'gourmet'. Debemos comer de manera más sana y más simple, rebajando la huella ecológica. Otra cosa a corregir son los viajes indiscriminados y ese movimiento incesante de aviones. El turismo se ha convertido en una maldición. La tercera afecta a la industria automovilística. El coche privado es una aberración que debe ser reemplazado por un sistema de transporte racional con vehículos eléctricos».
Aunque la pandemia ejerciera de motor de propulsión de todo esos cambios, faltaría el 'click' crucial. «Quizá el problema más grande de nuestra sociedad es esa imposibilidad para lo espiritual, para la metafísica, para entender que el mundo va mas allá de lo tangible, lo cuantificable, la eficiencia y la productividad. Vivimos obsesionados con nuestra pequeña historia personal y con la necesidad compulsiva de vivir hacia fuera y de hacer cosas». Desvinculados del mundo interior, a Pujol le resulta «casi metafórico» que la solución a la pandemia sea el confinamiento, «que es quedarnos en nuestro álter ego, que es nuestra casa, nuestra segunda piel». «Tendríamos que convertir esta reclusión en un retorno al centro de nosotros mismos, ahogar esa cháchara continua que mantenemos con los demás y con nosotros mismos para encontrar ese silencio interior, que es luminoso y extraordinariamente pacífico, y que produce una felicidad y una calma que no se dan cuando consumes mucho».
«El mayor problema de la sociedad es esa imposibilidad para entender que el mundova mucho más allá de lo tangible y cuantificable»
«El mayor problema de la sociedad es esa imposibilidad para entender que el mundova mucho más allá de lo tangible y cuantificable» Óscar Pujol - Instituto Cervantes Nueva Delhi
«Vivimos idiotizados por los 'likes' y las series. Esto es un buen frenazo para el planeta y para nuestro 'modus vivendi'. Te quita las chorradas de la cabeza»
«Vivimos idiotizados por los 'likes' y las series. Esto es un buen frenazo para el planeta y para nuestro 'modus vivendi'. Te quita las chorradas de la cabeza» Juan Arnau - Astrofísico, filósofo
«El mayor desafío está en que no nos olvidemos de lo que hemos visto y sentido, de lo que nos hemos dado cuenta durante este confinamiento»
«El mayor desafío está en que no nos olvidemos de lo que hemos visto y sentido, de lo que nos hemos dado cuenta durante este confinamiento» Dokushô Villalba - Monje budista zen
El astrofísico, filósofo y ensayista Juan Arnau (Valencia, 1968) atraviesa el océano del encierro con las cartas de navegación que le guiaron hace ya algún tiempo en una travesía de dos años por el mar. Ha descubierto que la existencia recluida se parece mucho a la vida en un barco. «Cuando estás navegando aprendes a distinguir lo superfluo de lo importante porque estás desnudo frente a la existencia. Y ahora también lo estamos. Vivimos en una sociedad absolutamente idiotizada por mecanismos de comunicación social, 'likes', compra continua de productos y series de entretenimiento, y esto de repente nos quita las chorradas de la cabeza. Es un buen frenazo para el planeta y para nuestro 'modus vivendi'. Quizá hay mil tonterías con las que soñamos de las que ahora vamos a decir 'para qué', 'es un capricho más, una atadura más'».
En sus reflexiones sobre la pandemia emergen las convicciones descarnadas y proféticas de otro filósofo. «Bacon decía que había que torturar a la naturaleza hasta sacarle sus secretos. ¡Naturaleza somos nosotros! Esa idea de vamos a explotarla para nuestro propio beneficio como si no perteneciéramos a ella es la consecuencia de nuestra arrogancia y narcisismo». Arnau reniega de debates estériles en torno a si el Covid-19 es un fenómeno natural o una creación diabólica del hombre, o si se trata de un ser vivo. El encuadre, en su opinión, debe ser otro. «Los virus son la entidad que está entre la vida y la muerte. Han jugado un papel esencial en nuestra evolución. El 8% de nuestro ADN tiene origen vírico. Son un factor fundamental del mecanismo de transformación del mundo, que es la naturaleza. Que un ser tan insignificante sea capaz de parar todos nuestros procesos de producción debería hacernos pensar. Nos ayudaría a quitarnos las excrecencias que nos impone el mercado y la vanidad, y a vivir más en contacto con la Tierra».

Sin armonía y vigilados

Hace 33 años, Rafael Argullol (Barcelona, 1949) recogía el Premio Nadal por 'La razón del mal' (Editorial Acantilado), una turbadora novela inspirada en la «progresiva pérdida del alma» que observaba en la sociedad de entonces y que se ha revelado visionaria. La obra recrea el confinamiento al que los habitantes de una ciudad se ven obligados a causa del avance de una especie de «virus espiritual». «Plantea una situación de pérdida de la libertad, a causa de esa pandemia, que es precisamente lo que nos está ocurriendo y lo que más me preocupa. Me inquieta mucho que el mundo pueda vender el alma en nombre de la supuesta seguridad, porque supondría acatar una pérdida de libertad irreversible». El autor, filósofo, economista y catedrático de Estética y Teoría de las Artes, bucea en las raíces del concepto. «La libertad colectiva es la capacidad de mediación y así se fundó la democracia en Atenas. No fue una cuestión de poner votos en las urnas, sino de construir una ciudad, una sociedad que estuviera basada en los mecanismos de mediación entre los ricos y los pobres, los jóvenes y los ricos, los enfermos y los sanos. La democracia es una armonización de la sociedad. En el momento en el que creas algo inarmónico, aunque vayas a votar cada cuatro años, estás vendiendo el alma, estás perdido. Es un poco como nuestras vidas personales, podemos estar ausentes, completamente indiferentes a todos hasta que nos cae el drama personal. Entonces se desencadena todo. Acostumbramos a decir que no estamos preparados para ello. Pues algo parecido ocurre colectivamente».
«Me inquieta mucho que vendamos el alma por la supuesta seguridad, porque eso supondrá acatar una pérdida de libertad irreversible»
«Me inquieta mucho que vendamos el alma por la supuesta seguridad, porque eso supondrá acatar una pérdida de libertad irreversible» Rafael Argullol - Filósofo, economista y escritor
«No vamos a cambiar nada mientras no haya una educación senti-mental que nos permita observar la naturaleza de nuestros pensamientos»
«No vamos a cambiar nada mientras no haya una educación senti-mental que nos permita observar la naturaleza de nuestros pensamientos» Chantal Maillard - Poeta y filósofa
El escritor regresa al comienzo de su discurso, su temor a que la vigilancia del Estado sobre la población se prolongue más allá del confinamiento, para dibujar dos escenarios de salida a esta crisis. «Aceptar esa vigilancia exigiría enterrar esta pandemia en la amnesia, olvidarla, como si no hubiera pasado». Pero hay otra actitud, que podría tener «efectos catárquicos», recalca Argullol. «Si nos miramos al espejo, pensamos en que hemos aceptado que eso que llamamos realidad e hipercapitalismo es lo mismo, una mezcla de codicia e indiferencia, meditamos sobre qué queremos que sea nuestra vida y si queremos preservar la libertad, este parón podría desembocar en una revolución moral y espiritual».

Muerte, razón y deseo

Desde Málaga, la filósofa y poeta hispano-belga Chantal Maillard (Bruselas, 1951) huye de muletas retóricas para meter el dedo directamente en la llaga del tabú. «Tenemos miedo a morir. Hay una especie de discapacidad para entender que la vida viene con la muerte incluida y que todo este universo está interconectado. Somos una cultura adolescente. Nos acostumbramos a la vida. Hemos enaltecido un instrumento que es la razón y la hemos convertido en una razón mercenaria, al servicio de nuestros deseos. Entre ellos, el de perdurar más allá de lo que la naturaleza nos indica. De ahí esa rémora bíblica de utilizar el resto de especies para nosotros, de creernos superiores. Corremos hacia nuestra destrucción. A mi me parece obvio. No es un mal, desde la perspectiva del planeta. Creemos que la vida nos pertenece, pero no es así. Nosotros pertenecemos a este universo. Si no tenemos depredadores, la naturaleza se ocupa de buscarnos uno».
Maillar, a quien su 'Matar a Platón' le convirtió en Premio Nacional de Poesía en 2004, mira con desesperanza el tiempo de regreso al mundo tras el encierro. «No vamos a cambiar nada mientras no haya una educación senti-mental, que permita observar los vaivenes de nuestros estados de ánimo y la naturaleza de nuestros pensamientos, pero no desde el modelo científico, sino de la observación. Sin una labor de introspección, la humanidad repetirá los mismos errores».

«Ya somos»

Dokushô Villalba (Utrera, 1956) no ha dejado de ejercitarse en esa actividad desde que con veintidós años se 'ordenó' en Japón y se convirtió en el primer español en obtener el reconocimiento de maestro budista zen. «Cuando uno desarrolla receptividad y sensibilidad respecto a uno mismo, es toda una transformación. Vamos persiguiendo los 'debería ser', 'debería hacer', expectativas artificiales y sueños quiméricos, y perdemos la conexión con nosotros mismos. Es algo tan sencillo como volver a casa. Allí ya no necesitamos ser porque ya somos».
Desde el monasterio que dirige en la comunidad valenciana, donde convive con una decena de discípulos y estudiantes, Villalba aboga por aprovechar este «retiro universal» para «volver a la intimidad de nuestro ser y luego salir al mundo con más claridad mental y emocional». El mayor desafío, avisa, es que no nos olvidemos de lo que hemos visto, sentido y de lo que nos hemos dado cuenta durante este confinamiento».

  TITULO:  HOY LE TOCA -  SILVIA CARLOS CHILLERÓN,.

  SILVIA CARLOS CHILLERÓN,.



Hoy me toca a mí

A los alumnos les toca aprovechar al máximo sus capacidades para aprender, para ser los científicos o los gobernantes del futuro que podrían tener que enfrentarse a una situación similar

Hoy me toca a mí
Como a tantas otras personas, hoy me toca a mí.
A los profesores hoy nos toca organizar nuestra docencia, buscar las mejores opciones para que nuestros alumnos puedan seguir aprendiendo, precisamente en mi caso, las bases de la Epidemiología y la prevención de las enfermedades infecciosas. A los alumnos les toca aprovechar al máximo sus capacidades para aprender, para ser los científicos o los gobernantes del futuro que podrían tener que enfrentarse a una situación similar. A los investigadores nos toca reorganizar las tomas de muestras de los pacientes, su procesamiento o el análisis de resultados, para que a pesar de la cuarentena, siga avanzando la investigación. El personal sanitario y autoridades sanitarias tienen que planificar y replanificar cada consulta, cada urgencia. También como padres, familiares, etc.
Todo tiene un porqué. Tenemos que seguir contribuyendo a cortar la cadena de transmisión del virus porque, como indicaba el Director General de la Organización Mundial de la Salud, «los países que decidan abandonar las medidas fundamentales de salud pública, pueden acabar teniendo un problema mayor y mayor carga en el sistema sanitario que requeriría medidas de control más severas». Por eso tenemos que contribuir y para ello nos ayuda entender el porqué. Para la mayoría de los que ahora nos toca contribuir, el riesgo de enfermedad grave es bajo. Probablemente por el momento la mayoría no tenemos síntomas, como es el caso de los estudiantes que se han quedado sin clases. Pero en algún momento podemos ser transmisores. Tenemos que recordar que la transmisión del SARS-CoV-2 tal y como indica el Ministerio de Sanidad, tiene lugar principalmente por contacto directo con gotas respiratorias (capaces de transmitirse a distancias de hasta 2 metros) y las manos o superficies contaminadas con estas secreciones. Por otro lado, aunque como indican los Centers for Disease Control and Prevention de EE.UU., se cree que la población es más contagiosa cuando presentan más síntomas, también afirman que puede ocurrir alguna transmisión antes de que aparezcan los síntomas, aunque no parezca la vía principal de contagio. Aún conocemos poco de este virus, pero está claro que si cortamos ese contacto directo podemos evitar ser fuente de infección para otras personas a las cuales la infección sí les puede suponer un alto riesgo. Precisamente esta semana la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard citaba 7 pasos para ralentizar la expansión, incluyendo este «distanciamiento social». Confiemos que gracias a todas las medidas que nos tocan (o trastocan) estando sanos, no nos toque vivirlas como enfermos.

 

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