domingo, 12 de abril de 2020

REVISTA FARMACIA - 83 mujeres de Castuera confeccionan batas sanitarias para el SES,. / CAFE, COPA Y Viene gente que antes no venía a comprar para nada,. / Documental - La Policía pone 32 sanciones en Villafranca de los Barros por no guardar el encierro ,. / El escarabajo verde - Amortiguar el golpe,. / Días de cine clásico - Cine - La condesa descalza - , Miercoles -15-Abril ,./ Un país para escucharlo - Santiago Lorenzo Escritor,.

TITULO: REVISTA FARMACIA - 83 mujeres de Castuera confeccionan batas sanitarias para el SES,.

 

Dispuestas para cargar en el almacén municipal. / F. V.

83 mujeres de Castuera confeccionan batas sanitarias para el SES

Dispuestas para cargar en el almacén municipal./ fotos,.

Resultat d'imatges de revista farmaciaDesde que comenzara el estado de alarma por la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 la solidaridad se ha disparado. Concretamente en Castuera, han sido 83 mujeres las que se han adherido a la iniciativa impulsada por el Servicio Extremeño de Salud (SES), ofreciéndose para para ayudar a combatir la COVID-19 confeccionando en sus casas batas sanitarias con las que dotar a los profesionales sanitarios extremeños para que puedan seguir desempeñando su labor con todas las garantías en la lucha contra esta pandemia. Este grupo de trabajo se complementa con dos repartidoras y un conductor voluntario, que son los encargados de distribuir el trabajo por los domicilios de las mujeres costureras, así como de llevar las batas confeccionadas hasta el centro logístico del Servicio Extremeño de Salud. El lunes se entregaron 526 batas sanitarias del tipo 1.
El alcalde de Castuera, Francisco Martos, recuerda que «esta explosión de solidaridad agrandará nuestro poso cultural, imprescindible para afrontar los restos socioeconómicos posteriores».


TITULO:  CAFE, COPA Y Viene gente que antes no venía a comprar para nada,.

 

Viene gente que antes no venía a comprar para nada,.

La Pescadería de Vicente, en el mercado de abastos. / E. DOMEQUE
La Pescadería de Vicente, en el mercado de abastos. / foto,.

Las ventas en el mercado de abastos han crecido notablemente y, además, se han organizado para el servicio a domicilio


Vicente Martín tiene desde hace años una pescadería en el mercado de abastos de Don Benito. El suyo uno de los comercios que sobrevive en el interior de este edificio que en este 2020 cumple 90 años de historia y que el coronavirus no ha podido frenar. Sus persianas siguen abiertas y al otro lado de ellas, con la correspondiente distancia de seguridad, hay estos días más clientes de lo habitual. «La gente no se mueve tanto de casa y va a lo más cercano. Hacía años que no veíamos tanta gente y si comparamos con las ventas del año pasado el incremento ha sido del 100%», afirma el propietario de 'La pescadería de Vicente', que añade que la ciudadanía está cumpliendo con la normativa recomendada para realizar las compras.
Pero lo más llamativo para él es que la media de edad que ha bajado notablemente. «Está viniendo gente que antes no venía al mercado para nada, personas mucho más jóvenes», explica.

Para los mayores

Extraña no ver allí a sus clientes habituales, en su mayoría personas mayores, pero eso no impide que puedan contar con sus productos. Para ello han establecido un sistema de reparto a domicilio que realizan ellos mismos. «Hay personas que te piden fruta, carne y pescado, y nos coordinamos llevando todos los productos. Incluso de forma puntual compramos algunos productos del Dia, sobre todo para las personas mayores que lo necesitan», cuenta Vicente Martín. Así, recuerda cómo hace unos días recibió la llamada de una familia de Madrid porque su madre, de avanzada edad, llevaba más de 20 días en casa y ya apenas tenía comida. «Ellos no podían moverse desde Madrid y llevé yo una compra de todo», recuerda.
Es un paso adelante en este mercado tradicional que quiere renovarse, pero sin perder su esencia y cercanía. Una forma de trabajo con la que esperan poder fidelizar estos días a los clientes. «Tenemos que dar una magnífica calidad a buen precio, como hacíamos hasta ahora. De que pase esto, el que quiera seguir viniendo, vendrá», concluye. Y es que, a ese proceso de renovación quieren darle continuidad una vez que la ciudadanía empiece a recuperar cierta normalidad.

TITULO: Documental - La Policía pone 32 sanciones en Villafranca de los Barros por no guardar el encierro ,.

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La Policía pone 32 sanciones en Villafranca de los Barros por no guardar el encierro

foto /  La Policía Local de Villafranca ha puesto 32 denuncias por incumplimiento del estado de alarma. Además, el pasado 5 de abril, Policía Local y Guardia Civil detuvieron a un ciudadano, también, por saltarse las medidas de confinamiento.

TITULO:  El escarabajo verde - Amortiguar el golpe,.

 

Amortiguar el golpe,.

Palabras como recesión o rescate empezaban a formar parte del pasado y el coronavirus nos las ha devuelto con toda su crudeza,.

Militares comprueban en Cáceres que se cumple el confinamiento. / LORENZO CORDERO
foto / Militares comprueban en Cáceres que se cumple el confinamiento.

Es difícil pensar un escenario al margen de guerras, hambrunas o desastres naturales que pueda alterar la vida de la gente como lo está haciendo el coronavirus. Dando por supuesto que la pérdida de vidas es lo principal y hacia donde hay que dirigir los mayores esfuerzos, no se puede dejar de mirar un poco más allá y empezar a prepararse para la que el Fondo Monetario Internacional anuncia como la mayor recesión de la economía mundial desde 1929, aunque hay expertos que dicen que la de 2008 fue peor, solo que con mejores mecanismos de salvamento social.
Tener listas las medidas para volver a activar la economía, también a nivel local, será clave para amortiguar el golpe causado por el coronavirus. El Ayuntamiento de Cáceres lleva varias semanas anunciando que trabaja en un plan municipal de recuperación dirigido sobre todo a las pymes y las microempresas, que son la inmensa mayoría de las que operan en la ciudad. A la espera de saber si el Gobierno permitirá financiar este plan con los seis millones de superávit de 2019, sí sabemos ya, porque así lo ha avanzado Luis Salaya, que al menos una parte del dinero se detraerá del exiguo capítulo de inversiones, que para este año apenas alcanzaba 3,5 millones de euros. Son recursos muy limitados a los que tendrán que sumarse las políticas de estímulo que previsiblemente llegarán también desde Mérida, Madrid y Bruselas para que tengan algún efecto práctico.
Un aspecto que se debería tener en cuenta es que no en todos los lugares el daño será el mismo. En Cáceres el turismo es vital y el virus ha golpeado en plena primavera, la época de mayor actividad en uno de los sectores que más van a sufrir las consecuencias del confinamiento, junto con el del comercio y la hostelería, a los que está vinculado de manera estrecha. Cuando la gente pueda volver a moverse con libertad hará falta echarle imaginación para que la supervivencia no dependa solo de las ayudas directas que puedan inyectar las administraciones a las empresas y de los fondos para rescatar a quienes pierdan su empleo.
Rescate, supervivencia, recesión... Son palabras que empezaban a formar parte del pasado y el Covid-19 nos ha devuelto con toda su crudeza. Llevará tiempo volverlas a desactivar.

 

TITULO:  Días de cine clásico - Cine -   La condesa descalza     , Miercoles -15- Abril  ,.


  Este miércoles  -15- Abril  ,.  a las 22:00 en La 2 de TVE, foto,.

La condesa descalza  

Reparto
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Tres cineastas estadounidenses descubren a una extraordinaria bailarina llamada María Vargas. Sin perder ni un minuto, se trasladan a Hollywood y lanzan a la desconocida al estrellato. Kirk, el productor de sus películas, corteja en vano a María. Ella, para humillarle, accede a acompañar al multimillonario Bravano en un crucero por la Riviera.

 

TITULO:   Un país para escucharlo  - Santiago Lorenzo Escritor,.


Un país para escucharlo' - Santiago Lorenzo Escritor,.

Este martes 14 de Abril , a las 23.00 por  La 2, foto.


  Santiago Lorenzo Escritor,.

 En mi aldea podria salir a la calle y no lo hago por respeto,.


Hace un año, su novela 'Los asquerosos' se convirtió en el fenómeno del año; ya lleva 10 ediciones y, gracias a ella, el castellano tiene una palabra nueva: 'mochufa'
Pasear con Santiago Lorenzo por el diminuto pueblo segoviano de apenas dos decenas de habitantes que le acoge desde hace ya ocho años (digamos Zarzahuriel para dejar en el secreto el nombre auténtico) puede que suene bucólico, o pastoril, pero en realidad es un poco mochufada. Y un periodista que se va al lugar de crimen (o donde está la noticia, que le decía Woodward a Bernstein) y presume de ello en la primera línea es, sin duda, un mochufa. O un gilipollas, que también puede ser.
Pero no queda más remedio porque, en realidad, la vida, según el ideario de este escritor antes cineasta y siempre maquetista, es un poco eso: una sucesión ininterrumpida de mochufismos o mochuferadas o mochufeces. Y la mayor parte de los que estamos aquí (o ahí), lo estamos para dar un poco de pena. Y hasta algo, no mucho quizá, de asco. Cualquiera que haya leído alguno de la infinidad de libros impresos (todos iguales) de las 10 ediciones de Los asquerosos (Blackie books) se puede hacer una idea de por dónde va la cosa.
Para los que aún no, basta con decir que se trata de una novela que cuenta la historia de un tipo al que le va todo mal, pero acaba bien; un tipo que se va solo a un pueblo de la España vacía (o -ada) para darse cuenta de que, en realidad, los vacíos son los otros. Que somos nosotros. Todos. Los mochufas. El personaje y el autor, de hecho, se imitan. Pero no queda claro quién copia de quién. Bueno, mejor se lo leen. Está muy bien. Palabra.
«No sé qué decir. No hay plan cuando uno se pone a hacer algo. Nunca sabes si va a gustar o no. Lo único que sí hay, quizá, es un plan narratológico para que lo que escribes no sea un coñazo», dice, pregunta la hora y sigue andando. «Lo de la hora», aclara, «es porque no quiero fumar más de un cigarrillo a la hora». Y ahí lo deja. Santiago Lorenzo es básicamente un tipo preciso. Se acuerda de las fechas exactas en las que hace o dejó de hacer las cosas. El 7 de julio de 1981 se mudó de su Portugalete natal a Valladolid y el 18 de octubre de cuatro años después cambió la ciudad castellana vieja por Madrid. El 28 de febrero de 2005 dejó de beber y el 1 de agosto de 2012 se mudó a la pedanía por la que paseamos. A ratos. Porque a ratos arranca a llover.
Le pregunto por cómo es eso de vivir en un lugar tan perdido de la mano de Dios. Me mira. Le pregunto también por el modo en el que se organiza el día. Me da una palmada en el hombro. Le vuelvo a preguntar por la parra ligeramente pocha que ocupa el patio de la casa. Me habla de la mesa que él mismo se ha hecho y que está justo debajo de la parra. La mesa es un desastre, pero por educación le digo que bien. Luego me arrepiento y le confieso la verdad. «Sí, los clavos se ven demasiado», me da la razón. «Pero me gusta», concluye.
Le pregunto por el diente que parece que se le ha caído. Me lo enseña. Le pregunto por su gira por no se sabe cuántos sitios de la geografía patria a vueltas con el libro de marras. Me dice que bien, aunque cansa viajar, me reconoce. «Me gustó Zamora», añade. Le pregunto por sus días pasados de urbanita convencido. Ensaya una respuesta elaborada, se para y me aconseja olvidar lo que acaba de decir. «Coño, sí que preguntas cosas, sí», acaba por reconocer. Y añade: «De últimas, la verdad, se ven unas cosas que dan mucho reparo. Yo tengo claro que en esta vida hay dos cosas que nunca se pueden ni se deben hacer: ni comer todos los días espaguetis con tomate ni acostarte en la cama sin hacer. Si haces alguna de esas dos cosas es que estás perdido. Uno no se puede abandonar de esa manera». Y ahí, justo es reconocerlo, tiene razón. Por lo demás, no es que sea lacónico es que le molesta el diente. «Procuraré no sonreír en la foto. No sea que os arruine el viaje», dice ante el fotógrafo, Sergio, que, para qué vamos a ocultarlo, es el que más cosas tiene que decir de los tres. «Sinceramente, Luis, creo que el reportaje lo tiene Sergio, no yo». Y seguimos paseando.
En una ocasión anterior Santiago me contó el argumento de un relato que le traía ocupado. Se trataba de la historia de un hombre dedicado a eso de los vídeos promocionales. Un día recibe el encargo de elaborar un bonito reportaje de un pueblo. Su cliente es básicamente un hombre orgulloso de sus raíces. Y allí que va cámara en ristre nuestro héroe dispuesto a cumplir con su trabajo.
Lleva pensadas hasta las cortinillas, los zooms y ese bonito efecto fade out que tanto entusiasma a la parroquia el día de su boda. Hasta que llega a la localidad de marras. El problema es que el pueblo es feo. Mucho. Allí ni el campanario ni la iglesia ni el retablo barroco con Santiago Matamoros tienen sentido. Es feo, como diría el poeta, de cojones. Y ahora ¿qué hacer? ¿Fingir y cumplir el encargo como buen profesional o hacerle saber al ciudadano enraizado que eso no tiene remedio? Y es ahí, me explicaba Lorenzo con detalle, donde aparece la peor tentación de todas: hacer las cosas por pena.
¿Qué derecho tenemos a sentir pena por alguien? Es muy soberbio creerte mejor que los demás
Santiago Lorenzo
Le recuerdo su cuento y asiente. «Sí, la pregunta es: ¿qué derecho tenemos a sentir pena por alguien? Sí, parece muy humano, muy caritativo, pero en realidad es muy soberbio eso de creerte mejor que los demás», recuerda. Y quién sabe si la obra entera de este escritor, artesano, cineasta y hoy eremita no sea más que una larga prolongación de esta reflexión de paseante con más ganas de fumar que de hablar.
Hijo adoptivo (o incluso natural) de gente como Rafael Azcona, Jardiel Poncela, Eduardo Mendoza o Edgar Neville, sus obras, sean en el formato que sean, están habitadas por seres singulares que arrastran sus vergüenzas por un tiempo desvergonzado. No lo saben, pero dan pena. Al lector o al espectador, le cuesta descubrirlo. No es inmediato. Al principio cuesta evitar no reírse. De hecho, es imposible. Hasta que se cae en la cuenta de que el desdén ante el infortunado no es más que una forma de pena. Dan pena ellos y damos pena nosotros con nuestra misericordiosa superioridad.
Tanto Los millones, Los huerfanitos, Las ganas, 9 chismes y Los asquerosos (todas ellas novelas junto a una colección de relatos) como Manualidades, Mamá es boba y Un buen día lo tiene cualquiera (todas películas) son eso: retratos existenciales y algo lacónicos del pesar, de la pena de penar.
«No sé. Tengo que reconocer que a mí todas las ideas de lo que hago o escribo me las da Susana [que es su mujer, pero que vive en San Sebastián de los Reyes]. Me he venido aquí porque no me gustaba lo que veía, pero no quiero ir más allá. La verdad es que me conformo con no ser [Eduardo] Inda que en esta vida es lo peor que se puede ser. ¿Que si es un gesto político esto de huir de la ciudad?, me preguntas. Joder, no paras de preguntar. Pues lo curioso es que siempre se dice que la raíz etimológica de política es la polis, ciudad, y yo, como mi personaje, vivo en un pueblo en el que no hay nadie. Es una contramegapolis. Mi austeridad es porque quiero. Volitiva», comenta a modo de resumen. Y ahora, ya sí, se enciende el cigarrillo que saca por la parte de atrás (si es que las cajetillas tienen lado trasero) con un cuidado tal vez obsesivo.
Todas las ideas de lo que hago o escribo me las da Susana [que es su mujer]
Santiago Lorenzo
Cuenta que tuvieron que pasar dos años hasta que Alicia, la panadera del pueblo, le llamara por su nombre. Y que una vez, no queda claro cuándo, la sobrina del carnicero se le acercó y le dijo: «Santiago, que hoy no hay carne». También dice que jamás ha pisado el único bar del pueblo. Ni piensa. «Eso es para la dominguerada». Y quizá para derrumbar cualquier idea preconcebida del periodista mochufa que le acosa no tiene reparo en admitir que jamás ha convivido con gente «más elegante y menos cotilla» de la que pisa la pedanía que nos ocupa. «Eso sí, una familiar de Florentino, el del Real Madrid, (sobrina creo) se está haciendo un adefesio de casa que ya le vale. Joder con el constructor», puntualiza.
¿Y los mochufas de verdad, la dominguerada que puebla tu novela, dónde está? «Esos», argumenta con algo de desgana, «vienen los fines de semana. El patrón es fijo. Se alquilan una casa para todo el año. Vienen unos cuantos fines de semana a ver los partidos de fútbol y a beber sin parar, y al cabo de unos meses ya no se les ve más. Es fácil seguirles: basta observar el contenedor de vidrio cada lunes. Queda a rebosar».
Seguimos andando. Sergio nos cuenta ahora la dieta con la que ha adelgazado. Es por la bici, dice. Aunque quizá eso lo contó en el viaje en coche. Da igual. Luego Santiago nos enseña la maqueta que ocupa la totalidad de la habitación donde tiene el ordenador. Allí, una estación de tren de tiempos de la Segunda Guerra Mundial acoge una batalla fortuita y algo sangrienta. «Si veis algún libro que os guste, lleváoslo. Sólo respetad ese montón. Ésos son los que estoy leyendo ahora», dice. Entre varios clásicos asoma El libro de Gila: Antología tragicómica de obra y vida. Y ya nos vamos.
 
 

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