EL DESAYUNO DEL LUNES, NIBALI SE SUMA AL DUELO, CICLISMO,-fotos,.
Los ciclistas, claro, se arrugan. «Salir intacto de ahí es una victoria», resopla Contador. Un gregario de Froome, Geraint Thomas, le apoya: ...
Mientras Contador y Froome se tantean, el italiano gana y es líder; Valverde también entra en el grupo de cabeza,.
Desde las tomas aéreas todo Yorkshire parecía vestido con el traje
del Tour. Una cremallera formada por cientos de miles de aficionados se
abría al paso de los corredores en los 200 kilómetros entre colinas que
iban del hipódromo de York a la calle empinada de Jenkin Road. Allí, con
el Tour reducido a treinta dorsales a solo cinco kilómetros de la meta,
Contador y Froome quisieron presumir. Sacaron a brillar sus espolones.
Gallos. Más que atacar, levantaron la mano. Que se les vea ya. El duelo
esperado.
Froome tenía al lado a su equipo, el Sky; Contador andaba solo, huérfano tan pronto. W. H. Auden, el poeta de York, escribió que solo los pájaros que cantan mal necesitan un plumaje llamativo. Contador y Froome enseñaron ayer sus plumas de colores. Pero fue otro, más tapado en la subida a Jenkin Road, el que silbó en el descenso, el que ganó la etapa en una arrancada valiente y certera, de campeón. Nibali, el tercer hombre de este Tour, fue el primero en salir ayer de la increíble cremallera hilada por el público inglés. Ya luce por dos segundos el plumaje amarillo. Líder por primera vez de la única gran vuelta que no tiene. «Contador y Froome cuentan con más experiencia», se rebaja. No quiere presumir. Tampoco olvida: «Entiendo que se hable de Froome y Contador, pero yo también tengo un palmarés importante y parece que la gente lo olvida». Hay otro gallo en el Tour. Brillan los espolones de un duelo de tres.
En York, la ciudad del chocolate, colocaron la salida en el hipódromo. Una mañana en las carreras. Resultó una estampida, una etapa escalofriante y magnífica, llena de miedo y riesgo. Yorkshire es un océano verde, con una sucesión de colinas peladas que parecen olas. O subes o bajas. Y siempre con el viento soplando las velas. El mar en la tierra. Hay además un peligro nuevo: un ejército de manos armadas con un móvil o una 'tablet' que chispean flashes y fotos al paso de los corredores. Eso pasa en los Alpes, pero con los ciclistas retorciéndose lentos. Aquí, la muchedumbre ocupa los ascensos y también los descensos a 90 por hora. Los ciclistas, claro, se arrugan. «Salir intacto de ahí es una victoria», resopla Contador. Un gregario de Froome, Geraint Thomas, le apoya: «Los 'selfies' (fotografías) son el nuevo peligro para el pelotón». Cientos de miles de manos armadas con una cuchilla de cristal. Afortunadamente, esa infinita cremallera con filo no cortó ayer a nadie.
La abrieron un grupo de escapados. Allí estaba el catalán David de la Cruz, alumno de Purito Rodríguez. Con 18 años ni tenía bicicleta ni había oído hablar de Eddy Merckx. Si en la televisión ponían el Tour, cambiaba de canal. Al basket, al atletismo. Una mañana que faltó al instituto pegó la nariz en un escaparate: al otro lado le tentaba una bicicleta. Ese flechazo le trajo hasta York, hasta la fuga que naufragó cuando las olas verdes de Yorkshire se convirtieron en una tormenta de cuestas. Se tragó a la mayoría, incluido al líder Kittel. Cavendish se libró: estaba en casa, con los ligamentos del hombro derecho dañados tras la caída que provocó el sábado. Al menos, sin él hay un peligro menos.
El zumbido del entusiasta público lo ocupaba todo. Gran Bretaña acaba de descubrir el ciclismo. Se han vuelto locos por él. Abarrotaron la cota de Holme Moss, donde se cayó Porte y tuvo que gastarse en una remontada; también llenaron la cota de Midhopestones, donde apretó el equipo Garmin y dejó a Contador con un solo compañero (Roche); por supuesto, la gente copó las paredes verdes del repecho de Ougttibridge, donde Rolland inició su habitual misión imposible.
Última cuesta
Y, claro, la multitud no se podía perder la última cuesta, la de Jenkin Road, apenas un kilómetro vertical con un par de tramos al 20% de desnivel. Era un pasadizo de paredes hechas con piel humana. Un túnel. En ese enjambre, Sagan mandó a los suyos tirar, atar al resto. Quería un final al sprint en Sheffield, cinco kilómetros más allá. El ritmo golpeaba las venas. Se iban apagando dorsales: los Schleck, Horner, Pinot y Rolland cedían. No parecía cuesta para tanto hasta que se descorchó Contador. «Hay que probar las fuerzas. He acelerado para ir bien colocado», dijo. Le replicó a pedales Froome: «No salí a ganar la etapa, sólo quería evitar problemas». Se tantearon. Este Tour promete.
A Contador le había fallado el equipo. A Froome, no. Allí tenía a Nieve y Porte en el grupo de veinte elegidos (Valverde, Sagan, Van Avermaet, Mollema, Van den Broeck, Van Garderen, Rui Costa, Bardet, Zubeldia, Kwiatkowski y Talansky). El público redobló los tambores en el descenso. Sagan paladeaba la victoria. Salió a por todos, pero se le escurrió en medio del oleaje de ataques el 'Squalo', el tiburón de Messina: Nibali. Harto de ser el tercer hombre. Orgulloso siciliano. Ganador de la Vuelta y el Giro. Un respeto. Y con el maillot de campeón de Italia. Un orgullo. Se pegó a los bordillos en el momento justo, les sacó chispas y se metió en la recta final contra el viento. Froome quiso cogerle. Valverde, que ya sabía perdida la etapa, cazó al africano. A Nibali ya nadie podía pararle. Un doble ristra de manos con cámaras captaron el gesto de su victoria, de su reivindicación. De tercero, nada. El duelo es de tres. «He recuperado la confianza», avisó. A un cuarto de hora apareció Purito. Acababa de perder el Tour y de empezar a ganar la etapa que le espera ya en suelo francés.
Froome tenía al lado a su equipo, el Sky; Contador andaba solo, huérfano tan pronto. W. H. Auden, el poeta de York, escribió que solo los pájaros que cantan mal necesitan un plumaje llamativo. Contador y Froome enseñaron ayer sus plumas de colores. Pero fue otro, más tapado en la subida a Jenkin Road, el que silbó en el descenso, el que ganó la etapa en una arrancada valiente y certera, de campeón. Nibali, el tercer hombre de este Tour, fue el primero en salir ayer de la increíble cremallera hilada por el público inglés. Ya luce por dos segundos el plumaje amarillo. Líder por primera vez de la única gran vuelta que no tiene. «Contador y Froome cuentan con más experiencia», se rebaja. No quiere presumir. Tampoco olvida: «Entiendo que se hable de Froome y Contador, pero yo también tengo un palmarés importante y parece que la gente lo olvida». Hay otro gallo en el Tour. Brillan los espolones de un duelo de tres.
En York, la ciudad del chocolate, colocaron la salida en el hipódromo. Una mañana en las carreras. Resultó una estampida, una etapa escalofriante y magnífica, llena de miedo y riesgo. Yorkshire es un océano verde, con una sucesión de colinas peladas que parecen olas. O subes o bajas. Y siempre con el viento soplando las velas. El mar en la tierra. Hay además un peligro nuevo: un ejército de manos armadas con un móvil o una 'tablet' que chispean flashes y fotos al paso de los corredores. Eso pasa en los Alpes, pero con los ciclistas retorciéndose lentos. Aquí, la muchedumbre ocupa los ascensos y también los descensos a 90 por hora. Los ciclistas, claro, se arrugan. «Salir intacto de ahí es una victoria», resopla Contador. Un gregario de Froome, Geraint Thomas, le apoya: «Los 'selfies' (fotografías) son el nuevo peligro para el pelotón». Cientos de miles de manos armadas con una cuchilla de cristal. Afortunadamente, esa infinita cremallera con filo no cortó ayer a nadie.
La abrieron un grupo de escapados. Allí estaba el catalán David de la Cruz, alumno de Purito Rodríguez. Con 18 años ni tenía bicicleta ni había oído hablar de Eddy Merckx. Si en la televisión ponían el Tour, cambiaba de canal. Al basket, al atletismo. Una mañana que faltó al instituto pegó la nariz en un escaparate: al otro lado le tentaba una bicicleta. Ese flechazo le trajo hasta York, hasta la fuga que naufragó cuando las olas verdes de Yorkshire se convirtieron en una tormenta de cuestas. Se tragó a la mayoría, incluido al líder Kittel. Cavendish se libró: estaba en casa, con los ligamentos del hombro derecho dañados tras la caída que provocó el sábado. Al menos, sin él hay un peligro menos.
El zumbido del entusiasta público lo ocupaba todo. Gran Bretaña acaba de descubrir el ciclismo. Se han vuelto locos por él. Abarrotaron la cota de Holme Moss, donde se cayó Porte y tuvo que gastarse en una remontada; también llenaron la cota de Midhopestones, donde apretó el equipo Garmin y dejó a Contador con un solo compañero (Roche); por supuesto, la gente copó las paredes verdes del repecho de Ougttibridge, donde Rolland inició su habitual misión imposible.
Última cuesta
Y, claro, la multitud no se podía perder la última cuesta, la de Jenkin Road, apenas un kilómetro vertical con un par de tramos al 20% de desnivel. Era un pasadizo de paredes hechas con piel humana. Un túnel. En ese enjambre, Sagan mandó a los suyos tirar, atar al resto. Quería un final al sprint en Sheffield, cinco kilómetros más allá. El ritmo golpeaba las venas. Se iban apagando dorsales: los Schleck, Horner, Pinot y Rolland cedían. No parecía cuesta para tanto hasta que se descorchó Contador. «Hay que probar las fuerzas. He acelerado para ir bien colocado», dijo. Le replicó a pedales Froome: «No salí a ganar la etapa, sólo quería evitar problemas». Se tantearon. Este Tour promete.
A Contador le había fallado el equipo. A Froome, no. Allí tenía a Nieve y Porte en el grupo de veinte elegidos (Valverde, Sagan, Van Avermaet, Mollema, Van den Broeck, Van Garderen, Rui Costa, Bardet, Zubeldia, Kwiatkowski y Talansky). El público redobló los tambores en el descenso. Sagan paladeaba la victoria. Salió a por todos, pero se le escurrió en medio del oleaje de ataques el 'Squalo', el tiburón de Messina: Nibali. Harto de ser el tercer hombre. Orgulloso siciliano. Ganador de la Vuelta y el Giro. Un respeto. Y con el maillot de campeón de Italia. Un orgullo. Se pegó a los bordillos en el momento justo, les sacó chispas y se metió en la recta final contra el viento. Froome quiso cogerle. Valverde, que ya sabía perdida la etapa, cazó al africano. A Nibali ya nadie podía pararle. Un doble ristra de manos con cámaras captaron el gesto de su victoria, de su reivindicación. De tercero, nada. El duelo es de tres. «He recuperado la confianza», avisó. A un cuarto de hora apareció Purito. Acababa de perder el Tour y de empezar a ganar la etapa que le espera ya en suelo francés.
TÍTULO: LA CENA DEL LUNES, ARGENTINA ENCUENTRA MOTIVOS PARA SOÑAR,EL MUNDIAL .
LA CENA DEL LUNES, ARGENTINA ENCUENTRA MOTIVOS PARA SOÑAR,EL MUNDIAL.-fotos,.
- Argentina tiene sobrados motivos para celebrar, aunque inquietan las lesiones de Agüero y Di María porque anula el efecto ofensivo de 'los ...
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Ganó sus cinco partidos, rompió el maleficio y celebra el compromiso colectivo, la progresión de Messi y la liberación de Higuaín,.-foto
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Las lesiones de Agüero y Di María rompen la magia de los 'cuatro fantásticos' y traen de cabeza a Sabella,.
Argentina tiene sobrados motivos para celebrar, aunque inquietan las lesiones de Agüero y Di María porque anula el efecto ofensivo de 'los cuatro fantásticos'. Es la única semifinalista que ha ganado sus cinco partidos, ha vuelto a situarse entre los cuatro mejores del planeta por primera vez en 24 años, va recuperando a un Messi reconocible y su ariete, Gonzalo Higuaín, se reencontró con el gol frente a Bélgica después de una alarmante sequía de casi un año con la albiceleste.
Han tenido que pasar nada menos que 26 partidos de la Copa del Mundo y 8771 días para volver a ver a Argentina compitiendo junto a los mejores. No alcanzaba la penúltima ronda desde que derrotó a Yugoslavia en el estadio Artemio Franchi de Florencia en un duelo resuelto por penaltis y con el portero Sergio Goycoechea convertido en héroe. Agarrada a los goles de Messi en la primera fase, a Di María en la prórroga ante Suiza y a Higuaín frente a los 'diablos rojos', la selección de Alejandro Sabella avanza.
«Hemos cumplido el objetivo mínimo pero queremos más. Jugamos bien frente a los belgas, de forma equilibrada y con las líneas juntas», resumía el técnico bonaerense, de 59 años, tras el partido. «Messi no marcó pero su forma de aguantar el balón es como encontrar agua en el desierto. Leo nos da aire. En cuanto a Higuaín ya dije que lo suyo era una cuestión de rodaje porque había estado tiempo de baja por una lesión», añadía. Al preparador argentino las victorias le han cambiado la cara y hasta el discurso. «Ha mejorado mucho su verbo. Ahora se parece incluso a Valdano», bromeaba algún periodista argentino en la sala de prensa.
Higuaín estaba pletórico tras soltar lastre, pero trataba de frenar la euforia. «Por suerte llegó el gol en este partido. El delantero vive de esto y qué más lindo que hacerlo para pasar a semifinales», afirmó el 'Pipita', declarado mejor jugador del encuentro de cuartos disputado en el estadio Mané Garrincha de Brasilia.
«Sólo dos pasos»El ariete del Nápoles niega que sufriera ansiedad. EEstaba tranquilo, trabajando para marcar y por suerte conseguí el tanto en un momento importante y nos dio la victoria. Estoy feliz», insistió Higuaín, que suma cinco goles en Mundiales con la albiceleste, tras sus cuatro tantos en Sudáfrica.
«Estoy muy orgulloso y dichoso por el pase a semifinales. Hace mucho tiempo no se lograba. Este grupo hizo un esfuerzo enorme por conseguirlo. Todavía faltan dos pasos para poder lograr este sueño por el cual vinimos», concluyó en referencia a los próximos desafíos de la albiceleste.
Messi, el primero que se puso ante los belgas el mono de trabajo que exigió su jefe, no cabía en sí de gozo. «Disfruten, sigan soñando. Cada vez falta menos. Estamos en semifinales y somos nosotros los que lo hemos conseguido», proclamaba a los cuatro vientos. Destacó el buen trabajo colectivo que condujo al éxito frente a los belgas. «Todos asumimos el compromiso de correr, de cerrarles los espacios».
«Más garra que fútbol»Tras romper el maleficio después de cinco Mundiales de despedidas tempranas, Argentina acaricia el título con más garra que fútbol, destacó este domingo la prensa local.
«Adiós al maleficio. Después de 24 años, la selección está entre las cuatro mejores», tituló el diario La Nación. El equipo «sacó rápida ventaja con el gol de Higuaín y lució comprometido», sostuvo.
La Nación evaluó que Messi «destacó por su sacrificio para recuperar la pelota», pero «la gran figura esta vez fue Higuaín que venía jugando un Mundial decepcionante y contra los belgas no sólo marcó el gol de la victoria, sino que fue fundamental para inquietar a la defensa rival».
«Más cerca del sueño», tituló en su portada el diario Clarín, que consideró el triunfo fue mérito «de mucha garra y algo de fútbol», pero que le da a Argentina «derecho a soñar» con la Copa. «El equipo entró en el corazón de la gente» subrayó el diario al destacar que «se acabó la generación que no vio jamás a Argentina entre los cuatro mejores del mundo».
«Alegria nao tem semifim», tituló con picardía el diario deportivo Olé, que destacó el planteamiento de Sabella y consideró que «esta vez el mérito principal es de él». «Argentina afrontaba ser mejor que sí misma y ser mejor que Bélgica y los dos desafíos los consumó mejorando en el uno a uno y en lo colectivo, si no perfecto, al menos bastante parecido al que esperábamos».
Argentina «fue un equipo despierto, compacto, solidario, agresivo en el buen sentido y capaz de buscar su suerte con decisión», señaló Olé. «La casa de la selección tiene varias cosas para ser arregladas pero se ganó el derecho de hacer una pausa en las obras y celebrar lo cosechado», enfatizó.
«Eu tem Pipa», tituló el popular diario Crónica en portugués al referirse al goleador Higuaín . «Logró su primer gol en el Mundial y fue la figura. Se vienen los holandeses, tiemblan los brasileños», expuso Crónica al vaticinar una final con el archirrival sudamericano.
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