TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL PORTADA, Arnold Schwarzenegger Actor cine,.
-foto- Arnold Schwarzenegger
En portada
Arnold Schwarzenegger : "La gente empatiza más con un héroe de 60 años que con uno de 25"
A sus 67 años, el último gobernador de
California sigue siendo una de las grandes estrellas de acción del
planeta. Tras dejar atrás la política y olvidar sus ambiciones
presidenciales, ha decidido volver a lo grande. Resucitar la saga de
'Terminator' es solo el primer paso. Hablamos con un hombre que sabe
conectar con el público como nadie.
Un fornido guardaespaldas hace guardia ante la suite de un
hotel de Los Ángeles. Dentro, un séquito de asistentes escolta a Arnold
Schwarzenegger, que, sentado en una silla, saluda con un apretón de
manos y pregunta qué clase de revista es XLSemanal para adecuar su discurso.
El
exgobernador de California mantiene el físico rotundo que le hizo
famoso en los ochenta y esos severos rasgos adornados hoy por un puñado
de arrugas. Su atuendo es tan excesivo como él: botas de cowboy,
vaqueros, americana, un gigantesco reloj y dos monstruosos anillos, uno
con forma de calavera y otro con el sello del gobernador.
Schwarzenegger
está a punto de cumplir 68 años, pero jubilarse no entra en sus planes.
Su vida ha sido una sucesión de retos: fue un culturista disciplinado
-Míster Olimpia en siete ocasiones- antes de rentabilizar sus estudios
de Empresariales para hacerse millonario. Y fue la estrella de acción
más icónica de Hollywood hasta que decidió hacer carrera política y se
convirtió en gobernador de California.Como tal, fue un republicano
extravagante -defendía el derecho al aborto, el matrimonio gay y la
legalización de la marihuana- y se fue a los ocho años con el Estado en
bancarrota, una cuota de desempleo del 13 por ciento y sus índices de
aprobación por los suelos.
Nada más terminar su mandato, confesó
que en 1997 tuvo un hijo secreto con su empleada doméstica estando
casado con Maria Shriver, una Kennedy. Fue el fin de su matrimonio, pero
solucionó el entuerto con una biografía a modo de confesión y
admitiendo ser un mentiroso compulsivo. Y pasó página. Quería volver a
Hollywood por la puerta grande y lo está consiguiendo. Ahora, retoma la
franquicia que le hizo famoso con Terminator: Génesis [estreno,
10 de julio]. Schwarzenegger, que sigue hablando con un marcado acento
austriaco 40 años después de llegar a Estados Unidos, ha vuelto, pero ya
no es solo una estrella de cine.
XLSemanal. Esta franquicia le debe mucho, pero ¿cuánto le debe usted a Terminator?
Arnold Schwarzenegger.
No pienso en esos términos. Simplemente, tuve mucha suerte de rodar la
original con James Cameron. Entonces, nadie pensaba que se convertiría
en una saga. Y estoy muy contento de retomar el personaje 30 años
después de la primera.
XL. Tiene 67 años y aún es la estrella de acción más famosa del mundo. ¿No hay recambio generacional en el gremio?
A.S.
Dwayne Johnson o Chris Hemsworth lo están haciendo bien, pero al
público le gusta la idea de que alguien pueda renacer. Empatizas más con
un tipo de 60 años que sale de una situación límite que con uno de 25.
No creo que el público demande estrellas de 30 años. Mira Clint
Eastwood, tenía 41 años cuando hizo Harry el Sucio.
XL. Entonces, ¿es una cuestión de músculos o de carisma?
A.S.
Depende de la época. En los años dorados, Lee Marvin, Eastwood o
Charles Bronson eran creíbles por su interpretación, no por un gran
físico. En los ochenta y noventa necesitabas músculos para demostrar que
podías hacer todas aquellas cosas. La moda la instauramos Sly
[Silvester Stallone] y yo con Rambo y Conan. Pero la personalidad... la tienes o no la tienes.
XL.
Además de Terminator, sus próximos proyectos son La leyenda de Conan y
Trillizos, secuela de Los gemelos golpean dos veces. ¿Es usted tan
nostálgico como sus fans?
A.S. En
realidad, quería hacer esas películas antes de ser gobernador. Pensé que
tendría gracia que Eddie Murphy fuese el hermano que faltaba. Pero el
estudio me dijo: «Gemelos... no fue escrita para ser una saga».
Bueno, ¡Terminator tampoco! Al poco llegó un nuevo presidente al
estudio y dijo: «Me encanta la idea. Y ya puestos, ¡hagamos otro Conan!». No es que mirara atrás con nostalgia, las cosas sucedieron así.
XL. ¿Volver a Hollywood después de ser gobernador siempre fue parte del plan o tenía otras ambiciones políticas?
A.S. Nunca planeé ser gobernador. Ocurrió de la noche a la mañana. Pero sí quería volver a actuar. Ese era mi plan.
XL. ¿Echa de menos la política?
A.S. A
veces. Puede ser adictiva. Especialmente si eres gobernador, ya que
eres responsable de todo lo que ocurre en un Estado. No es como el
Congreso o el Senado, donde eres uno más. Fue muy gratificante, aprendí
mucho y estoy muy contento de haberlo hecho.
XL. Pero la política es ingrata por definición. ¿Dónde encontraba la gratificación?
A.S. Lo
más bonito es estar al servicio de 38 millones de personas. ¿Cómo les
tienes contentos a todos? ¿Cómo haces que compartan tu visión? Es un
reto enorme lleno de riesgos, pero eso era lo que lo hacía tan atractivo
para mí.
XL. ¿Y qué lo hace tan adictivo?
A.S.
Que es como el pintor que nunca termina su cuadro porque siempre hay un
último retoque que hacer. Empiezas a construir autopistas, escuelas,
puentes, túneles; pero la población sigue creciendo y necesitas
construir más. Lo mismo pasa con el agua, la polución, la educación...
Quieres quedarte más para terminarlo, pero es imposible. Por eso, todo
el mundo se aferra al puesto. Es bueno limitar los mandatos para que
llegue gente con nuevas ideas.
XL. Hace cuatro años que dejó el cargo, pero da la sensación de que su carrera política no ha acabado. ¿Es así?
A.S.
Ser candidato a la presidencia de Estados Unidos ya no es una opción
para mí. Y no quiero aspirar ni al Congreso ni al Senado. El trabajo más
importante de todos no está a mi alcance, así que no tengo ningún
interés en ser un político profesional que va de despacho en despacho y
de puesto en puesto. Ese no soy yo.
XL. ¿Le frustra no poder aspirar a la presidencia por la ley que obliga al candidato a nacer en Estados Unidos?
A.S.
Todo lo que he conseguido en mi vida ha sido gracias a este maravilloso
país, así que no voy a quejarme por el único trabajo que no he podido
hacer.
XL. Hay otros puestos. Usted está muy implicado en la cruzada medioambiental, ¿no le atrae ser secretario de Energía?
A.S. Depende de quién esté al mando. No me gusta especular con estas cosas. Si me lo proponen, podría pensármelo.
XL. ¿Hay similitudes entre Hollywood y la política?
A.S.
En ambos casos dependes del público. Si no conectas con la gente, no
tienes nada. Necesitas comunicar. En el cine, lo haces a través de tu
interpretación; y en política, penetras a través del corazón, no a
través del diálogo.
XL. Explíquese, por favor.
A.S.
Muchos políticos hablan y hablan... y nadie entiende lo que dicen. Tras
los debates presidenciales, por ejemplo, nadie sabe quién dijo qué.
Puedes usar números y estadísticas para parecer muy listo, pero no
conectas. A la gente hay que hablarle de un modo en que te entiendan. Es
entonces cuando piensan: «Me gusta este tío. Confío en él». Lo mismo
con la interpretación. Debes conectar y que salgan del cine pensando:
«Me encanta. Voy a ver más películas de este tío». Ambos son deportes
arriesgados, siempre en el ojo del huracán; por eso necesitas cierta
habilidad para vender tu producto.
XL. Conectar es su mantra. ¿De ahí que sea tan activo en las redes sociales?
A.S.
Sí, claro. Ahora, mis fans viajan conmigo. Antes dependíamos de la
prensa y de si al periodista de turno le interesaba lo que le contabas.
Hoy, no tienes que presionar a nadie para que escriba sobre tu película.
Tú escribes tu historia, pero yo utilizo las redes sociales para contar
lo que quiero que la gente sepa de mi vida diaria. Esa es la idea.
XL.
En 2006 firmó una ley que obliga a California a reducir sus emisiones
de gases de efecto invernadero en un 25 por ciento para 2020. Ahora dice
que hay que hacer del medioambiente algo sexy. ¿No puede tratarse como
el asunto serio que es?
A.S. Cuando digo
sexy, significa que tiene ser... accesible. De nuevo: debes conectar
con la gente. Los ecologistas tienen buenas intenciones, pero nunca han
mostrado esa habilidad.
XL. ¿A qué se refiere?
A.S.
La elevación del nivel del mar o el deshielo de los polos no significan
nada para la mayoría. Te dirán: «¿Y qué? Sigo necesitando mi gasolina y
mi coche para ir al trabajo». En cambio, si les explicas que siete
millones de personas mueren al año por la contaminación, llamarás su
atención. Sobre todo si les dices que fallece más gente así que por
homicidios, accidentes de tráfico y conflictos armados. La gente se
indigna cuando perdemos ciudadanos en la guerra o si un conductor
borracho mata a otra persona. Yo les digo: «Indignaos también por esa
gente que muere por culpa de la polución».
XL. ¿Qué otros argumentos utiliza para ganar adeptos?
A.S.
La creación de empleo, por ejemplo. En California, el sector verde ha
creado diez veces más puestos de trabajo que ningún otro. Habla de eso y
olvídate de las estadísticas. A la gente no le importa si este año se
han vertido 40 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la
atmósfera. Porque 40 millones o 40.000 es lo mismo para ellos. Puedes
utilizar los números, pero conéctalos con la realidad. Así es como la
gente se unirá a la cruzada.
XL. Da la impresión de que
ha vivido cuatro vidas en una sola: ha sido culturista, empresario de
éxito, estrella de cine, político... ¿De cuál de todas está más
orgulloso?
A.S. Supongo que ser
gobernador ha sido lo más gratificante, pero es difícil comparar. Cuando
tenía 20 años y competía, el culturismo lo era todo. Sentía que el
mundo era mío. No me importaba ganar dinero; en aquel momento, mi único
objetivo era ser el hombre más musculoso del mundo. Luego llegó un punto
en el que el dinero lo era todo para mí. No podía esperar a convertirme
en millonario. No podía esperar a ganar mi primer millón, los diez
primeros, los cincuenta primeros, ¡los cien primeros! Y, de repente, eso
no significa nada y el show business lo es todo. Y, después, eso no es
suficiente y piensas que quizá deberías dirigir todo el Estado. Lo
cierto es que no importa si quieres ser culturista, campeón de esquí o
millonario, las reglas del éxito siempre son las mismas.
XL. ¿Y cuáles son?
A.S.
La primera y la más importante de todas es tener una visión clara de lo
que quieres. ¿Sabes que al 74 por ciento de los americanos no les gusta
su trabajo? Eso es muy triste. Ni siquiera saben por qué hacen lo que
hacen, simplemente saben que tienen que ganarse la vida, cuidar de su
familia y blablablá. El trabajo es una tarea para ellos.
XL. Supongo que no todo el mundo puede permitirse el lujo de escoger...
A.S. Es
cierto. Pero, mira, cuando yo era culturista, pasaba cinco horas al día
en el gimnasio y la gente me preguntaba: «¿Por qué sonríes? Todo el
mundo está amargado en el gimnasio». Y yo contestaba: «Porque ellos no
saben por qué están haciendo mil abdominales. Yo sí. Con cada abdominal
que hago, más cerca estoy de convertirme en campeón mundial de
culturismo». Y lo mismo pasa con las películas, con la política y con
todo lo demás. Me apasiono porque soy capaz de visualizar cuál es la
meta final. Esa es la regla número uno y la más importante de todas:
«Ten una visión».
XL. ¿Y cuál es esa visión en este momento de su vida?
A.S. Quiero
hacer más películas y, sobre todo, quiero crear una sinergia en la que
pueda utilizar mi poder como celebridad para impulsar la cruzada
medioambiental. Ese es ahora mi plan.
La esposa, la empleada y el hijo secreto
Durante
25 años, Schwarzenegger y Maria Shriver una Kennedy cultivaron una
imagen de pareja ideal que deslumbró a los Estados Unidos. En las
elecciones de 2003, Shriver incluso defendió a ultranza a su marido ante
las acusaciones de 16 mujeres por acoso sexual y humillaciones en
rodajes y gimnasios. En 2011, sin embargo, al término del mandato como
gobernador, ella puso fin al matrimonio. El actor le había confesado que
tenía un hijo de 14 años con Mildred Patricia Baena, empleada del
matrimonio durante dos décadas.
'Glamour' con acento Una estrella
de cine y una Kennedy. Pese a estas credenciales, la pareja transmitió
siempre una imagen de familia feliz y exitosa, padres orgullosos de
cuatro hijos: dos chicas y dos chicos.
La fuerza de un vínculo
Patrick, el mayor de los varones, tenía 17 años cuando se desveló el
secreto. Ese día escribió en Twitter: «Amo a mi familia hasta que la
muerte nos separe».
Un latino 'bien parecido' Joseph Baena tiene
18 años. Su padre no supo que era su hijo hasta que, un buen día, empezó
a sospechar. «El chico creció y, al ver el parecido, até cabos».
Una
más de la familia Con Mildred Patty Baena, empleada de los
Schwarzenegger y madre de Joseph, en la fiesta de quince años de la
nieta de Mildred, en enero de 2011, días después de que dejara de ser
gobernador.
'Governator' Terminator, en 1984, lo consagró como
gran estrella de acción. Tanto que, al gobernar California, todos le
llamaban 'Governator'. Incluso se creó un personaje de cómic con este
apodo.
Maduritos pero peleones
'Sly' Stallone,68 años
Su
primer gran papel, Rocky, le abrió las puertas del cine de acción y, al
parecer, le garantizará la vejez. Sly estrenará este año la séptima
cinta del boxeador. Y el año que viene la quinta de Rambo, su otro filón
inagotable.
Chuck Norris,75 años
Lleva
repartiendo leña desde 1968 y, por lo visto, tiene fuelle para rato. En
The finisher, su nueva cinta, ejerce de pistolero jubilado que retoma
sus antiguos quehaceres. Original no será, pero ahí sigue,
incombustible.
Steven Seagal,63 años
Este
antiguo profesor de aikido, cinturón negro séptimo dan, lleva tres
décadas perpetrando cintas de acción con el gesto inalterado. Y así
seguirá hasta que el cuerpo aguante. Absolution es su nueva ensalada de
tiros y patadas varias.
J. C. Van Damme,54 años
Con
12 años se inició en el kárate y el kickboxing y con 24 consiguió su
primer papel: de karateka gay. Kickboxer: Vengeance es el nuevo proyecto
de este belga de inmutable expresión, experto en leves variaciones
sobre un mismo tema.
Bruce Willis,60 años
Su
carrera no se ha limitado a la acción, pero es este género el que le ha
otorgado estatus de estrella. Ahora, harto de encadenar papeles
irrelevantes, ha aceptado resucitar a John McClane en otra entrega de
Jungla de cristal. Y van seis.
TÍTULO: SILENCIO POR FAVOR -North West, la pequeña diva,.
North West, la pequeña diva
La hija de Kim Kardashian se impone a las otras hijas de famosos como 'it girl'.
Es la niña más fotografiada del mundo. Y no es que no tenga
competencia. Blue Ivy -la hija de Beyoncé y Jay Z- y Harper -la hija de
los Beckham- le pisan los talones. Atrás quedó el tiempo en que la mini
it girl era Suri, la hija de Tom Cruise y Katie Holmes. Ahora reina
North West, que cumplió dos años la semana pasada. El mérito
indiscutible es de su madre, la estrella de los reality Kim Kardashian,
cuyo principal trabajo es colocarse delante de los objetivos de los
paparazis. A su padre, el rapero Kanye West, tampoco le incomodan los
focos. Podría parecer que la tratan como un accesorio más, pero lo
cierto es que la familia Kardashian se ha exhibido siempre desde que
hace ocho años comenzaron su reality. Los looks de la pequeña son tan
excéntricos como los de sus padres: North West va a clases de ballet con
chaquetitas Balmain a medida o a la playa con alpargatas de Chanel
hechas para ella. La orgullosa madre tuiteó: «Nori es una girlie girl
total. Lo primero que dice cuando se despierta por la mañana es:
'zapatos'». En breve, North tendrá que compartir todos estos lujos: Kim
Kardashian está de nuevo embarazada. ¿Con qué punto cardinal llamarán a
su segundo hijo? R. P.
TÍTULO:EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - FOFISANOS,.
foto - reloj,.
Ahora me entero de que a los gordos el sistema (vade retro Satana)
nos quiere convertir en tendencia, bajo el remoquete memo de
'fofisanos'. Al parecer, el 'fofisano' es un grado intermedio entre el
gordo desparramado y el petardo de gimnasio; o sea, el gordo acomplejado
con su tímida barriguita, sus michelines discretos, su culete
medianamente fondoncillo, etcétera. Por supuesto, los reportajes sobre
'fofisanos' siempre se ilustran con fotografías en las que Leo DiCaprio
muestra tan campante su barriga cervecera, para que los gordos
acomplejados piensen quiméricamente ¡cuitados! que ellos también van a
ligarse a la colección de rubias que el actor atesora en su currículum
enciclopédico. En estos reportajes también se asegura que hay muchas
mujeres que prefieren este tipo de hombre, pero siempre por razones
narcisistas: porque no las hace sentir culpables o inseguras si ellas, a
su vez, tienen la tripa fofa o las cartucheras cargadas; porque,
teniendo a un 'fofisano' por novio o marido, ellas pueden presumir de
ser las guapas de la pareja; porque acurrucarse contra la barriga de un
petardo de gimnasio provoca tortícolis, etcétera. «¡Cursiladas y
mamarrachadas!», que diría Manolo Morán en Bienvenido, míster Marshall.
Como
puede apreciarse, esta moda de los 'fofisanos' es una campaña-montaje
para que los gordos acomplejados no se derrumben anímicamente, después
de probar tropecientas mil dietas estériles; y para que las gordas
reprimidas se consuelen pensando que el gordo acomplejado que les arrima
cebolleta en la clase de pilates es el hombre fashion por excelencia.
En otras épocas, el gordo era un millonario que se ponía cebón a fuerza
de banquetear; por eso a los banqueros los dibujaban en las caricaturas
clásicas con un barrigón como un mapamundi. En nuestra época, por el
contrario, los banqueros son más flacos que una anchoa, porque se miden
con cronómetro las calorías; y los gordos han pasado a ser los pobres de
solemnidad, que sólo pueden alimentarse con comida basura llena de
grasas saturadas y ni siquiera pueden permitirse el modesto lujo de
pagarse un gimnasio; o bien los tíos como yo, que pasamos de llevar una
'vida saludable' y nos cagamos en los gimnasios, las dietas y la madre
que los parió y las parió a todos y todas. Al sistema no se le escapa
que el gordo es potencialmente peligroso, porque en su aceptación
(forzosa o voluntaria) de la gordura subyace un rechazo de la propaganda
sistémica que puede convertirlo en un elemento subversivo; pues un tipo
que ha logrado resistir la imposición de unos cánones estéticos
dictatoriales puede ser también impermeable a los mantras del sistema.
De ahí que el sistema se saque de la manga inventos grotescos como este
de los 'fofisanos', para que el gordo acomplejado, a la vez que se
reprime para no desparramarse, piense ilusoriamente que su gordura
contenida también mola a las rubias de Leo DiCaprio.
Pero un gordo
como Dios manda no admite que lo llamen 'fofisano' ni mariconadas
semejantes. Un gordo como Dios manda no necesita campañas orquestadas
para apuntalar su autoestima. Un gordo como Dios manda persevera en su
gordura y no se avergüenza de su barriga oronda, porque sabe que la
barriga es al gordo lo mismo que la melena a Sansón, que despojado de
ella se amustia de melancolía y se convierte en un mingafría. Un gordo
como Dios manda no pisa el gimnasio ni por recomendación de Jane Fonda y
se ríe de las dietas como de los chistes malos, con condescendencia y
hastío. Un gordo como Dios manda, en todo caso, se vigila el colesterol y
los triglicéridos; y, mientras el colesterol y los triglicéridos no se
salgan de madre, vive su gordura con alegría y naturalidad, como un don
venido del cielo que, en la otra vida, le permitirá tener un cuerpo más
glorioso que nadie; y que en esta vida lo exonera de hacer el ridículo
en verano, enseñando chicha por la calle, que es lo que hacen los
palurdos.
Ser un gordo como Dios manda, sin complejos ni
fofisanías mentecatas, tiene por lo demás muchas ventajas materiales y
espirituales, que ya hemos glosado en algún artículo anterior. Está
comprobado que los gordos somos menos intransigentes con las debilidades
ajenas, que amamos con más abnegación y entusiasmo, que somos menos
propensos a la cólera y que nos tomamos a chirigota esas tragedias
cotidianas que desazonan a los flacos. Por todo ello, los gordos como
Dios manda nos ligamos a las rubias con la misma facilidad que DiCaprio;
con la única diferencia de que pillamos las rubias listas, dejando las
tontas para Leo. Pero los 'fofisanos' ni listas ni tontas ni
mediopensionistas; porque los acomplejados nunca se comieron un colín.