fotos / Este fin de semana habrá talleres, actividades deportivas y actuaciones en directo gratuitas
La Comunidad de Madrid celebra el Día Universal de la Infancia con talleres y actividades gratuitas que tendrán lugar este fin de semana en la Casa de Campo. Con motivo del XXVIII Aniversario de la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas -que se conmemora este martes-, se ha programado un gran encuentro con las familias, los niños, las Instituciones Públicas, Fundaciones y Asociaciones relacionadas con la infancia. El evento tendrá lugar este sábado de 11.00 a 20.00 y el domingo de 11.00 a 15.00 en el Palacio de Cristal situado en el recinto ferial de la Casa de Campo.
La programación incluye distintos espacios para los menores con actividades deportivas, culturales, formativas y un escenario en el que podrán disfrutar de actuaciones en directo.
También habrá una zona solidaria en la que el público podrá donar alimentos no perecederos, ropa y juguetes. Además, se realizarán sorteos de camisetas y material deportivo firmado por jugadores de fútbol y baloncesto de los equipos de madrileños.
TITULO: A mi manera - Entrevista a - Michelle Obama, un viaje trepidante,.
A mi manera ,.
A mi manera fue un programa español de televisión, emitido por TVE en la temporada 1989-1990 y presentado por Jesús Hermida, emitido de lunes a viernes en horario de tarde de 15'30 a 18 horas, en sustitución del clásico La tarde, etc.
Entrevista a - Michelle Obama, un viaje trepidante,.
fotos - Michelle Obama, un viaje trepidante,.
De un humilde barrio de Chicago a la Casa Blanca. Michelle Obama hace repaso a su trepidante biografía en unas esperadas memorias en las que conviven la combativa estudiante de Derecho, la madre primeriza estresada y la primera dama,.
MICHELLE OBAMA HA EMPEZADO a procesar lo sucedido desde que su marido, Barack Obama, planteó la posibilidad de aspirar a la presidencia hasta la fría mañana de invierno ( 20 de enero de 2017) en que se subió a una limusina con Melania Trump y la acompañó a la investidura del nuevo presidente de Estados Unidos. “He comparado esos años con la experiencia de ser disparados por un cañón. Con todo lo que pasaba volando a nuestro lado a mil kilómetros por hora, mientras nos limitábamos a agarrarnos como si nos fuera la vida en ello”, cuenta días antes de ponerse a la venta sus esperadas memorias. A los 54 años, siente que su vida sigue progresando. No piensa detenerse. En su nueva casa, en un barrio tranquilo y lujoso de Washington, el tiempo empieza a parecer diferente. Descalza y en pantalón corto, uno de sus atuendos favoritos para moverse cómoda, disfruta de las cosas sencillas. Todavía no puede salir a la calle sin servicio de seguridad, pero gestos cotidianos como prepararse un sándwich de queso y degustarlo sola en el jardín le recuerdan que su nueva vida ya es un hecho. “Por fortuna, en estos dos últimos años he podido respirar más tranquila”, añade. Fue precisamente en su nuevo hogar donde sintió que tenía muchas cosas que contar y decidió ponerse a escribir. En Mi historia (Plaza & Janes), una biografía de más de 500 páginas, ajusta cuentas con el pasado, desde que era una estudiante negra en una elegante universidad cuyo alumnado era mayoritariamente blanco hasta su vida como madre primeriza estresada y sus ocho años como primera dama de Estados Unidos.
Enfrascada en la promoción del libro, de la que se ha excluido su presencia en España, la autora contestó a varias preguntas vía correo electrónico, eludiendo cualquier asunto mínimamente político o temas que quedan fuera del contenido del libro. De antemano se especificó que no hablaría de Donald Trump, aunque en las memorías lo describe como el típico “abusón” o “la materialización más fea del poder”. Acostumbrada desde niña a enfrentarse a esa máxima ancestral de la comunidad negra que sostiene que debes ser el doble de bueno para llegar la mitad de lejos, Michelle mantiene la esperanza frente a la adversidad política. Personalmente confía en la fuerza de las instituciones y anima a votar masivamente como elemento imprescindible para apoyar el cambio.
Michelle Robinson (Chicago, 1964) creció en el South Side, un barrio humilde de mayoría negra. Se define como ambiciosa, testaruda, alguien que puede llegar a levantar la voz cuando se enfada o incluso, como reconoce que hacía de niña con su hermano, usar los puños si hace falta. Claro que el tiempo y la experiencia han aplacado su carácter, aunque ante los problemas sigue buscando respuestas concretas. Creció y se educó en lo que denomina el “sonido del esfuerzo” que le inculcó su tía Robbie, su exigente profesora de piano con la que compartían la vivienda, cada familia en una planta. “Robbie fue un ejemplo importante para mí. En mis memorias cuento que a veces discutíamos. Cuando empecé con las clases de piano, yo tenía cuatro o cinco años, pero, aunque era pequeña, no me acababa de gustar su método de enseñanza. Tenía mis propias ideas sobre cómo aprender las escalas y los acordes, saltaba de una parte del libro a otra y aprendía canciones de oído. Pero Robbie estaba empeñada en que yo debía seguir su camino, así que, cada pocos días, la tozuda preescolar y su igualmente obstinada maestra dirimían sus diferencias ante el piano de la segunda”. Con el paso del tiempo, descubrió que aquella experiencia fue el periodo en el que empezó a desarrollar su propia voz, una fase que formaba parte de un proceso que considera absolutamente decisivo para la persona que ha llegado a ser: “En las décadas que siguieron tuve que aprender a utilizar mi voz en multitud de escenarios, desde el barrio con sus matones hasta las aulas universitarias, pasando por las salas de reuniones de los bufetes de abogados y las plazas y estadios del mundo. Y me he dado cuenta de lo afortunada que he sido de tener unos padres y unos profesores, personas como Robbie, que no me hicieron callar. Por el contrario, me permitieron desarrollar y utilizar mi voz. Espero que los padres fomenten esos valores en sus propios hijos. Y espero que nadie, especialmente las jóvenes, tenga jamás miedo de hacer oír su voz”.
“Tuve que aprender a usar mi voz en multitud de
escenarios, desde el barrio con sus matones hasta las aulas
universitarias y las plazas del mundo”
Su biografía, narrada de manera cronológica, no escatima detalles íntimos. Cuando su sueño parecía haberse realizado, tras graduarse en Harvard y fichar por un flamante bufete de abogados en la planta 47 de un edificio de Chicago, donde ejerció un tiempo como jefa de su futuro esposo y percibía un buen salario, decidió dejar el empleo movida por su vocación de servicio público. Para entonces ya se había enamorado del brillante abogado con quien compartía despacho. Marian, su madre y consejera, solía advertirle ante sus dudas: “Primero gana dinero y después preocúpate por tu felicidad”. Y siguió el consejo al pie de la letra. Empezó a trabajar como directora de una organización sin ánimo de lucro que ayuda a gente joven a labrarse una carrera profesional y como subdirectora de un hospital mejorando el acceso a la sanidad de las clases más desfavorecidas. Tras contraer matrimonio, vestida de blanco bajo los acordes de Tú y yo (que podemos conquistar el mundo), de Stevie Wonder, empezó a consolidar “un nosotros” tan sólido como eterno.
“Quiero asegurarme de que la gente sepa que el matrimonio puede ser extremadamente difícil y extremadamente gratificante”
Durante dos mandatos presidenciales fue aupada como la mujer más poderosa del mundo o apeada a la categoría de mujer negra malhumorada. Ha posado sonriente con personas que insultan a su marido pero que aun así deseaban un recuerdo para la chimenea. Durante ocho años vivió en la Casa Blanca y su vida fue sometida a una exposición permanente. Dormía en una cama con sábanas italianas; disponía de maquilladora, peluquera y asesora personal sobre cómo vestirse. Viajaba en una caravana de vehículos que ni siquiera paraba en los semáforos, se olvidó de lo que significaba hacer la compra, las comidas las preparaba un equipo de chefs de fama internacional, pero en todo ese delirio trató de no perder la perspectiva. A modo de terapia, optó por mantener a su eterno grupo de amigas, madres de Chicago a las que se refiere como un puerto seguro de sabiduría femenina. “Cuando nos mudamos a la Casa Blanca, sabía que seguiría necesitando apoyarme en ellas. Fueron mi ancla. Solía invitarlas, en especial si necesitaba un soplo de aire fresco, y por eso acudían a actos públicos como las carreras de huevos de Pascua o las fiestas de Navidad. Venían cuando yo necesitaba hablar. A veces me sentaba y conversaba con un amigo durante horas, desde la comida hasta la cena. No pasábamos el tiempo hablando de política ni de lo que pasaba en el mundo, sino que solíamos charlar sobre nuestras familias, nuestros altibajos y esperanzas para el futuro, que eran los temas que siempre nos habían conectado. A veces me comentaban lo extraño que les resultaba estar en aquella casa tan bonita y con tanta historia y conversar como si estuviésemos en nuestra cocina de Chicago un sábado por la tarde”.
A lo largo de su biografía deja muy clara la separación familiar de poderes que se instaló durante los ocho años que vivió en la Casa Blanca, tanto que casi parece que se enteró de la muerte de Bin Laden al mismo tiempo que el resto del mundo. Obama encerrado en su despacho, reunido, repasando informes…, y ella ocupada con su huerto en los jardines de la Casa Blanca, uno de sus proyectos estrella, y, como siempre, vigilando la educación de sus hijas, Malia y Sasha, tratando de evitar que el hecho de que su padre fuera el presidente de EE UU no interfiriera demasiado en su relación con los jóvenes de su edad.
“Cuando tu vida es un escaparate —tu manera de
hablar o tu forma de criar a tus hijos—, tienes que tener algo en donde
refugiarte. Usé Mi pasado”
Anécdotas y personajes se suceden a lo largo de las páginas, como el momento en que conoció a su admirado Nelson Mandela, o un apunte sobre su viaje a Europa y su encuentro con la reina Isabel II, a la que abrazó cariñosamente, rompiendo años de protocolo, mientras charlaban sobre las ganas que tenían ambas de quitarse los zapatos. Es difícil acotar toda una vida en un volumen. Cada cual echará de menos detalles nuevos. En sus memorias no aborda muchas de las decisiones políticas de su marido, pero tampoco dice nada al respecto, por ejemplo, del viaje a Johannesburgo para el entierro del presidente del país en el que coincidieron con presidentes de otros Gobiernos. Viendo la serie de fotografías de ese día, parece que no le gustó mucho el selfie que su marido se hizo con el primer ministro británico David Cameron y la primera ministra danesa Helle Thorning-Schmidt.
“Me estoy tomando un tiempo para pensarlo. Sabía que, cuando abandonásemos la Casa Blanca, iba a necesitar relajarme y procesar lo que acabábamos de vivir. En cuanto a lo que vendrá a continuación, todavía no he hecho muchos planes concretos. Por supuesto, Barack y yo estamos ligados al servicio público. Forma parte de nuestro ADN. En consecuencia, dedicaremos mucho tiempo a trabajar para mejorar la vida de las personas dentro y fuera de Estados Unidos. A través de nuestra labor con la Fundación Obama procuramos motivar a una nueva generación de líderes de todo el mundo, y en octubre presenté una iniciativa llamada Global Girls Alliance [Alianza Mundial de Chicas] dirigida a empoderar a las adolescentes a través de la educación. En este momento hay en el mundo 98 millones de chicas adolescentes sin escolarizar. Son jóvenes brillantes y trabajadoras con un potencial infinito. Solo necesitan la oportunidad de recibir educación, de manera que la promesa que encierran pueda hacerse realidad. Es un tema que me apasiona y me ilusiona dedicarme a él”. De momento, se siente feliz con su biografía.
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