Fue en la Luna del Cazador, que así se llama a la Luna llena de octubre. La anterior, la de septiembre, se llama la Luna de la Cosecha,
porque es en esa noche cuando el hermoso astro ilumina a los
agricultores para que terminen las labores de recolección. La del pasado
domingo, 13 de octubre, se llama 'la del cazador' porque era usada por
las tribus para llenar sus despensas, cazando con la luz natural
nocturna antes de que viniera el frío y el mal tiempo.
Ahora los urbanitas ya no cazamos ciervos ni jabalíes, pero muchos machos y hembras aún salen por las noches a practicar otro tipo de caza... normalmente no tan sangrienta. Un atávico instinto debió aflorar en el compañero Salvador Guinea el pasado domingo, porque fuimos a ver la Luna llena a la Ciudad Monumental de Cáceres, en la tercera y última Plena Moon, actividad que tanto puede hacer para potenciar el turismo en Cáceres; y el fotógrafo, que estaba sin novia, no dejaba de tontear con cuanta mujer encontraba de buena presencia.
La Luna estaba verdaderamente esplendorosa, dejándose ver y entrever entre nubes azules y negras que pasaban rápidas. Después de escuchar a Lete Trujillo cantar canciones a la Luna con Dalmatian's Hits, nos fuimos a tomar algo a la terraza del Restaurante Torre de Sande, donde nos sentamos con el tenor Alonso Torres que celebraba su cumpleaños. Un año más sabio el erudito cantante.
Mientras en la plaza de San Mateo paseaban dos actores que reencarnaban a Pío Baroja y Ortega y Gasset, y una mujer vestida de blanco lanzaba a la noche concéntricos sonidos de cuencos tibetanos, vimos como Guinea empezaba a hablar y a reír, en la mesa de al lado, con una hermosa mujer de encandilada mirada.
También estaba en la terraza el director de cine Jerónimo García Castela, gran conocedor de Extremadura, con el que empezamos a hablar de los grabados que hizo de Extremadura el equipo de artistas contratados por Laborde.
Alexandre de Laborde era un escritor, viajero y político francés que nació en París en 1773 y murió en esa misma ciudad en 1842. Era un gran conocedor de España, de donde era su padre, un financiero nacido en Jaca, que murió guillotinado por la Revolución Francesa.
Alexandre
de Laborde viajó por España los últimos años del siglo XVIII y los
primeros del XIX. En teoría le movía un interés científico, pero hay
quien asegura que era un espía que recogía información para que Napoleón
ocupara con más facilidad España en 1808. La verdad es que parece
bastante raro que se moviera por España con un equipo de ilustradores,
que además de dibujar paisajes, hacían planos de ciudades, costas y
ríos.
Fuera espía o no, lo cierto es que publicó cuatro tomos de una obra titulada 'Viaje pintoresco e histórico de España'. El primer tomo apareció en 1806 y se centraba en Cataluña; el segundo se publicó en 1811 y estaba dedicado a Valencia y Extremadura. En 1812 se editó el tercero, que se centró en Andalucía; y el cuarto tomo, que apareció en 1820, estaba dedicado a Castilla y Aragón.
En el segundo tomo hay 31 hermosos grabados de Extremadura, de los que llama la atención que 10 sean de Mérida. A Jerónimo García y al que junta estas letras nos sorprendió dos grabados que hay de las ruinas del puente de Alconétar, que se encuentra en el municipio de Garrovillas de Alconétar. Este importante puente romano sobre el río Tajo, formaba parte de la calzada romana de la Vía de la Plata. Según los historiadores fue destruido entre el siglo XI y el siglo XIII, al estar aquí la frontera entre cristianos y moros. A mediados del siglo XIII estaba en uso, probablemente al ser reparado por los Caballeros Templarios; pero en 1340 ya no se podía utilizar. Junto a este puente se hizo una fortaleza en la Edad Media, cuya torre es la conocida Torre de Floripes, que asoma en las aguas del embalse de Alcántara. Hubo intentos para reparar el puente, pero todos fracasaron.
Declarado Patrimonio Histórico en 1931, cuando en 1970 se construyó la presa de Alcántara, los restos del puente fueron trasladados, piedra a piedra, a una zona en donde no iba a ser cubierto por el agua. Se llevó a seis kilómetros al Norte, donde ahora se puede ver. Lo curioso es que en uno de los grabados está el puente y en una alta colina se ve una fortaleza, que el compañero Manuel Caridad asegura que es Floripes.
Hay otros dos grabados de Coria, llamando la atención en uno la hermosa imagen de fortaleza que tenía. Junto a tres grabados de Guadalupe, hay una estampa curiosa de la muerte de un niño. De la ciudad de Cáceres solo hay una ilustración de la Diosa Ceres. También está el Arco de Cáparra, Yuste, Talavera La Vieja, cuatro grabados de Alcántara. Hay una ilustración de Badajoz, dos del sepulcro de Zalamea y uno de los baños de Alange.
Mientras estábamos hablando, yo miraba de reojo a Guinea con su conquista, y me fije que cuando ella se fue un momento al servicio, apareció Sanjosé y le dijo algo al oído, para luego desaparecer. Al fotógrafo le cambió la cara. Luego vino toda contenta la encandilada joven que le dijo a Guinea si le acompañaba a la Sala Boogaloo, y nos extraño que le dijera que no podía.
Cuando terminaron las actividades de Plena Moon y nos fuimos a casa. Por la avenida de España le pregunté al fotógrafo:
–¿Qué te dijo el difunto?
–Que dejara de hacer el idiota. Me dijo que me iba a pasar como al perro, que llevando un hueso en la boca, se ve reflejado en un río y al ver otro hueso también lo quiere. Abre la boca para cogerlo y se queda sin ningún hueso. Me dijo que en mi vida voy a encontrar a una mujer como la que ya tengo.
El chispacero, el cazador que se iba con las manos vacías, hablaba algo triste; pero sonrió cuando Caridad le dijo con envidia: «¡Qué suerte tienes, joío! La mayoría de los mortales pasamos la vida dando bandazos, estrellándonos en relaciones que son un fracaso y a ti te señalan, siendo joven, cual es el camino correcto. ¡Qué joía suerte tienen algunos!»
Y así nos fuimos en la noche... dejando atrás una sonriente Luna.
La foto que ilustra la cabecera de este texto es de premio; es un
estremecimiento, un tratado de vida, la mejor expresión de los muchos y
grandes valores de la tauromaquia, la dureza y grandeza de esta fiesta
tan cruenta como noble.
El protagonista de la imagen es Miguel Ángel Perera, quien, instantes después de la tremebunda cogida de Mariano de la Viña, con la cara desencajada, el alma quebrada y el olor a tragedia pegado al traje de luces, pide un rastrillo a los areneros y limpia el charco de sangre que el compañero herido había dejado sobre la arena.
“Esto es así y hay que seguir”, parece decir.
Perera es la representación del héroe, ‘de esos héroes del siglo XXI que no nos merecemos’, en palabras del compañero Juan Diego Madueño.
La autora de esa vibración en colores es Muriel Feiner, periodista,
escritora y fotógrafa, nacida en Nueva York, aficionada comprometida y
casada con el matador de toros Pedro Giraldo. Muriel -una mujer pegada a
sus cámaras- recorre las principales ferias y ofrece cada tarde una
magistral lección de periodismo gráfico más allá de muletazos
insustanciales.
Esa instantánea es la música triste de un fin de semana ‘cataclísmico’, adjetivo usado por el doctor Val Carreres, cirujano de la plaza de Zaragoza, para calificar la situación del torero Mariano de la Viña cuando entró en la enfermería.
Porque los días 12 y 13 de octubre de 2019 han quedado ya marcados en la lista negra de la temporada taurina.
En la mañana del Día del Pilar, el recortador Pablo Martín Guindi
cayó herido en la plaza de Zaragoza y sufrió tres graves cornadas.
Por la tarde, en Las Ventas, el bravo Gonzalo Caballero volvió a la enfermería con un ‘tabaco’ gordo, otro, uno más de los muchos a los que parece estar abonado este torero.
Y el domingo, el cataclismo. Mariano de la Viña se despeñó por el gran precipicio, y tuvo la suerte de que en el fondo del abismo encontrara un equipo médico que lo devolvió a la superficie.
Pero hubo más en esa corrida que cerraba la feria del Pilar.
El subalterno José María Soler fue volteado por el segundo toro en un par de banderillas y anda de médicos con daños en el menisco de la pierna derecha y el escafoides de la mano derecha.
Miguel Ángel Perera, que había limpiado la sangre de De la Viña, dejó también goterones de la suya cuando el sexto toro le robó el capote y lo persiguió con saña hasta que lo empitonó por el muslo derecho.
Y a Ponce le detectaron la fractura de una costilla, consecuencia de la voltereta que sufrió en la misma plaza el jueves 10 de octubre.
Esa tarde del domingo, en la localidad granadina de La Peza caía herido el subalterno Rubén García Pérez con una cornada en la región pectoral. Y más allá del Atlántico, en la plaza México, otro subalterno, Gerardo Angelino, fue atendido de una cornada en la zona perianal.
Un fin de semana realmente ‘cataclísmico’.
¿Y qué?
Pues que la temporada ha querido despedirse con todo su rigor. Los toros matan y en el ruedo se muere de verdad, lo que no justifica en modo alguno el fraude y la manipulación impuesta por los taurinos poderosos.
La fiesta de los toros es para héroes, extraterrestres, seres de otra galaxia, extraños incomprendidos en una sociedad que pierde valores a borbotones y trata de esconder sus miserias en lo socialmente correcto, tan lejano, tantas veces, de la realidad del ser humano.
Una fiesta de locos y para locos; de unos locos llamados toreros, dispuestos a entregar su vida por una ilusión; y para una gente envenenada por la emoción que desprende el espectáculo en el ruedo.
Y, a veces, el héroe cae y se ve rodar por un despeñadero que no
parece tener fin. Y allí, en la tenue oscuridad que separa la luz de las
tinieblas aparece otros seres, extraterrestres también, expertos
profesionales que tratan con milagrosa eficacia de que el caído recupere
otra vez la verticalidad.
Cuando Mariano de la Viña llegó a la enfermería se encontró con el doctor Carlos Val Carreres y su equipo, y nadie sabe cómo consiguieron reanimar ese cuerpo inerte vapuleado y corneado por una negra mole enfurecida.
Pero Val Carreres y los suyos no son dioses ni magos; son médicos honorables, prestigiosos y respetados, como tantos otros, anónimos la mayoría, que cuidan de los locos vestidos de luces que desafían los límites del ser humano.
Por cierto, Mariano de la Viña, torero desde que nació en Albacete hace 51 años (los cumplió el día antes de la cogida), saldrá de esta. Seguro. Saldrá porque los toreros no son terrenales, sino seres atléticos, fuertes como una roca, hechos al sacrificio, al esfuerzo y a la superación. Unos locos que no nos merecemos.
En septiembre del año pasado fue el pregonero de la feria de su ciudad natal, y allí contó cómo conoció el ambiente taurino en su niñez de la mano de su padre, Mariano de Mingo Molina, aficionado, profesional taurino y profesor de la Escuela Taurina de Albacete, y su abuelo, Valeriano de la Viña, novillero, banderillero, ganadero y empresario.
Fue su padre quien le propuso ser banderillero para aprender y conocer el oficio, y a ello se dedica desde 1986. Ha figurado en las cuadrillas de su primo Rafael de la Viña, Daniel Luque, Víctor Mendes y Manuel Caballero, aunque ha alcanzado la vitola de figura al lado de Enrique Ponce, a cuyas órdenes torea desde hace más de dos décadas. En total, casi 2.500 corridas de toros y otros 500 festejos más entre novilladas y festivales.
Honor y gloria para Mariano y para todos los toreros caídos; respeto y admiración para unos médicos que parecen magos. Y veneración siempre para estos locos del siglo XXI que nacen dispuestos a entregar su vida por una ilusión, y se visten de colores y luces para no pasar desapercibidos. ¡Qué menos…!,.
TITULO: LIGA FUTBOL - ATLÉTICO MADRID -2 - ATHLETIC BILBAO - 0 -,.
Resultado Final - ATLÉTICO MADRID -2 - ATHLETIC BILBAO - 0 -, foto,.
Había caído la tarde ya en el Metropolitano y, antes de que el balón comenzara a rodar el estadio ya era un grito unánime: “Kokeee”. Un Kokeee
infinito, ovacionado por todos. Koke capitán, Koke escudo, Koke que
agradece levantando la mano antes de medirse a los otros leones, los de
la hierba, el Athletic. El único pito que en ese momento se escucha es el del silbato del árbitro.
El partido comienza y, antes de que rompa a sudar, es otro rojiblanco
el que alza el brazo, Jan Oblak, y menos mal. Iñigo Martínez lleva en la
frente el goool en el primer córner que el Athletic lanza en el
partido. Lo raspó el portero con las yemas de los dedos de su gachetobrazo para enviarlo fuera, el milagro de cada partido en el minuto dos. Los leones de la hierba habían salido con las uñas afiladas.
Vertical, con Williams como referencia arriba. Amenazaba con centros de Capa, con balones de Raúl García a Williams
en los que Hermoso despejaba de cabeza jugándose el pellejo. El
Atlético parecía que iba a filmar su película de todos los sábados, Atrapado en el Metropolitano, día de la marmota infinito. La parada de Oblak ya había asomado. Ahora vendría el rato de masticar arena. Su único juego eran balones largos buscando a Morata, pero siempre le encontraban en fuera de juego. Su compañero en la noche no era Costa sino Correa. Buscaba así goles el Cholo. Y le salió perfecto.
Correa, tantas veces también cuestionado, tiene algo que decide partidos:
clase, intención, destellos en medio del barrio. El gol fue de Saúl
pero en cuanto el balón se estampó en la red, todos los compañeros
corrieron a felicitar al argentino. Había nacido en él. Cuerpeó a Unai Núñez en esa jugada tan suya, revolverse como quien baila vals, controló y dentro del área,
tras otro quiebro y sentar a cuatro defensas, sintió como Saúl venía
por detrás, con la pierna cargada: 210 días después se reencontraba con
el gol, días de dudas y runrunes también. Simeone tenía el partido en su
mano. Un disparo a puerta, un gol. La efectividad es el género que mejor le sale.
El Atleti había dejado atrás la arena y era salir en tres toques, transiciones rápidas. El Athletic amenazaba a balón parado y con ese viejo conocido que el Metropolitano mira
y le cuesta no aplaudir, tan suyo es aunque ahora 180’ al año sea un
rival, Rulo. Antes de que llegara el descanso, Oblak sumaba otra parada a
sus guantes y Koke le quitaba a Williams un gol de la bota con la
puntera. En el Metropolitano sólo se oían aplausos.
Ahora los urbanitas ya no cazamos ciervos ni jabalíes, pero muchos machos y hembras aún salen por las noches a practicar otro tipo de caza... normalmente no tan sangrienta. Un atávico instinto debió aflorar en el compañero Salvador Guinea el pasado domingo, porque fuimos a ver la Luna llena a la Ciudad Monumental de Cáceres, en la tercera y última Plena Moon, actividad que tanto puede hacer para potenciar el turismo en Cáceres; y el fotógrafo, que estaba sin novia, no dejaba de tontear con cuanta mujer encontraba de buena presencia.
La Luna estaba verdaderamente esplendorosa, dejándose ver y entrever entre nubes azules y negras que pasaban rápidas. Después de escuchar a Lete Trujillo cantar canciones a la Luna con Dalmatian's Hits, nos fuimos a tomar algo a la terraza del Restaurante Torre de Sande, donde nos sentamos con el tenor Alonso Torres que celebraba su cumpleaños. Un año más sabio el erudito cantante.
Mientras en la plaza de San Mateo paseaban dos actores que reencarnaban a Pío Baroja y Ortega y Gasset, y una mujer vestida de blanco lanzaba a la noche concéntricos sonidos de cuencos tibetanos, vimos como Guinea empezaba a hablar y a reír, en la mesa de al lado, con una hermosa mujer de encandilada mirada.
También estaba en la terraza el director de cine Jerónimo García Castela, gran conocedor de Extremadura, con el que empezamos a hablar de los grabados que hizo de Extremadura el equipo de artistas contratados por Laborde.
Alexandre de Laborde era un escritor, viajero y político francés que nació en París en 1773 y murió en esa misma ciudad en 1842. Era un gran conocedor de España, de donde era su padre, un financiero nacido en Jaca, que murió guillotinado por la Revolución Francesa.
Fuera espía o no, lo cierto es que publicó cuatro tomos de una obra titulada 'Viaje pintoresco e histórico de España'. El primer tomo apareció en 1806 y se centraba en Cataluña; el segundo se publicó en 1811 y estaba dedicado a Valencia y Extremadura. En 1812 se editó el tercero, que se centró en Andalucía; y el cuarto tomo, que apareció en 1820, estaba dedicado a Castilla y Aragón.
En el segundo tomo hay 31 hermosos grabados de Extremadura, de los que llama la atención que 10 sean de Mérida. A Jerónimo García y al que junta estas letras nos sorprendió dos grabados que hay de las ruinas del puente de Alconétar, que se encuentra en el municipio de Garrovillas de Alconétar. Este importante puente romano sobre el río Tajo, formaba parte de la calzada romana de la Vía de la Plata. Según los historiadores fue destruido entre el siglo XI y el siglo XIII, al estar aquí la frontera entre cristianos y moros. A mediados del siglo XIII estaba en uso, probablemente al ser reparado por los Caballeros Templarios; pero en 1340 ya no se podía utilizar. Junto a este puente se hizo una fortaleza en la Edad Media, cuya torre es la conocida Torre de Floripes, que asoma en las aguas del embalse de Alcántara. Hubo intentos para reparar el puente, pero todos fracasaron.
Declarado Patrimonio Histórico en 1931, cuando en 1970 se construyó la presa de Alcántara, los restos del puente fueron trasladados, piedra a piedra, a una zona en donde no iba a ser cubierto por el agua. Se llevó a seis kilómetros al Norte, donde ahora se puede ver. Lo curioso es que en uno de los grabados está el puente y en una alta colina se ve una fortaleza, que el compañero Manuel Caridad asegura que es Floripes.
Hay otros dos grabados de Coria, llamando la atención en uno la hermosa imagen de fortaleza que tenía. Junto a tres grabados de Guadalupe, hay una estampa curiosa de la muerte de un niño. De la ciudad de Cáceres solo hay una ilustración de la Diosa Ceres. También está el Arco de Cáparra, Yuste, Talavera La Vieja, cuatro grabados de Alcántara. Hay una ilustración de Badajoz, dos del sepulcro de Zalamea y uno de los baños de Alange.
Mientras estábamos hablando, yo miraba de reojo a Guinea con su conquista, y me fije que cuando ella se fue un momento al servicio, apareció Sanjosé y le dijo algo al oído, para luego desaparecer. Al fotógrafo le cambió la cara. Luego vino toda contenta la encandilada joven que le dijo a Guinea si le acompañaba a la Sala Boogaloo, y nos extraño que le dijera que no podía.
Cuando terminaron las actividades de Plena Moon y nos fuimos a casa. Por la avenida de España le pregunté al fotógrafo:
–¿Qué te dijo el difunto?
–Que dejara de hacer el idiota. Me dijo que me iba a pasar como al perro, que llevando un hueso en la boca, se ve reflejado en un río y al ver otro hueso también lo quiere. Abre la boca para cogerlo y se queda sin ningún hueso. Me dijo que en mi vida voy a encontrar a una mujer como la que ya tengo.
El chispacero, el cazador que se iba con las manos vacías, hablaba algo triste; pero sonrió cuando Caridad le dijo con envidia: «¡Qué suerte tienes, joío! La mayoría de los mortales pasamos la vida dando bandazos, estrellándonos en relaciones que son un fracaso y a ti te señalan, siendo joven, cual es el camino correcto. ¡Qué joía suerte tienen algunos!»
Y así nos fuimos en la noche... dejando atrás una sonriente Luna.
TITULO: DIAS DE TOROS -Situación cataclísmica, médicos que parecen magos y toreros heroicos,.
Situación cataclísmica, médicos que parecen magos y toreros heroicos,.
Los días 12 y 13 de octubre han quedado marcados en la lista negra de la temporada 2019,.
El protagonista de la imagen es Miguel Ángel Perera, quien, instantes después de la tremebunda cogida de Mariano de la Viña, con la cara desencajada, el alma quebrada y el olor a tragedia pegado al traje de luces, pide un rastrillo a los areneros y limpia el charco de sangre que el compañero herido había dejado sobre la arena.
“Esto es así y hay que seguir”, parece decir.
Perera es la representación del héroe, ‘de esos héroes del siglo XXI que no nos merecemos’, en palabras del compañero Juan Diego Madueño.
Siete toreros y un recortador resultaron heridos en el fin de semana
Esa instantánea es la música triste de un fin de semana ‘cataclísmico’, adjetivo usado por el doctor Val Carreres, cirujano de la plaza de Zaragoza, para calificar la situación del torero Mariano de la Viña cuando entró en la enfermería.
Porque los días 12 y 13 de octubre de 2019 han quedado ya marcados en la lista negra de la temporada taurina.
Por la tarde, en Las Ventas, el bravo Gonzalo Caballero volvió a la enfermería con un ‘tabaco’ gordo, otro, uno más de los muchos a los que parece estar abonado este torero.
Y el domingo, el cataclismo. Mariano de la Viña se despeñó por el gran precipicio, y tuvo la suerte de que en el fondo del abismo encontrara un equipo médico que lo devolvió a la superficie.
Los toreros son unos locos dispuestos a entregar su vida por una ilusión
El subalterno José María Soler fue volteado por el segundo toro en un par de banderillas y anda de médicos con daños en el menisco de la pierna derecha y el escafoides de la mano derecha.
Miguel Ángel Perera, que había limpiado la sangre de De la Viña, dejó también goterones de la suya cuando el sexto toro le robó el capote y lo persiguió con saña hasta que lo empitonó por el muslo derecho.
Y a Ponce le detectaron la fractura de una costilla, consecuencia de la voltereta que sufrió en la misma plaza el jueves 10 de octubre.
Esa tarde del domingo, en la localidad granadina de La Peza caía herido el subalterno Rubén García Pérez con una cornada en la región pectoral. Y más allá del Atlántico, en la plaza México, otro subalterno, Gerardo Angelino, fue atendido de una cornada en la zona perianal.
Un fin de semana realmente ‘cataclísmico’.
¿Y qué?
Pues que la temporada ha querido despedirse con todo su rigor. Los toros matan y en el ruedo se muere de verdad, lo que no justifica en modo alguno el fraude y la manipulación impuesta por los taurinos poderosos.
La fiesta de los toros es para héroes, extraterrestres, seres de otra galaxia, extraños incomprendidos en una sociedad que pierde valores a borbotones y trata de esconder sus miserias en lo socialmente correcto, tan lejano, tantas veces, de la realidad del ser humano.
Una fiesta de locos y para locos; de unos locos llamados toreros, dispuestos a entregar su vida por una ilusión; y para una gente envenenada por la emoción que desprende el espectáculo en el ruedo.
Cuando Mariano de la Viña llegó a la enfermería se encontró con el doctor Carlos Val Carreres y su equipo, y nadie sabe cómo consiguieron reanimar ese cuerpo inerte vapuleado y corneado por una negra mole enfurecida.
Pero Val Carreres y los suyos no son dioses ni magos; son médicos honorables, prestigiosos y respetados, como tantos otros, anónimos la mayoría, que cuidan de los locos vestidos de luces que desafían los límites del ser humano.
Por cierto, Mariano de la Viña, torero desde que nació en Albacete hace 51 años (los cumplió el día antes de la cogida), saldrá de esta. Seguro. Saldrá porque los toreros no son terrenales, sino seres atléticos, fuertes como una roca, hechos al sacrificio, al esfuerzo y a la superación. Unos locos que no nos merecemos.
En septiembre del año pasado fue el pregonero de la feria de su ciudad natal, y allí contó cómo conoció el ambiente taurino en su niñez de la mano de su padre, Mariano de Mingo Molina, aficionado, profesional taurino y profesor de la Escuela Taurina de Albacete, y su abuelo, Valeriano de la Viña, novillero, banderillero, ganadero y empresario.
Fue su padre quien le propuso ser banderillero para aprender y conocer el oficio, y a ello se dedica desde 1986. Ha figurado en las cuadrillas de su primo Rafael de la Viña, Daniel Luque, Víctor Mendes y Manuel Caballero, aunque ha alcanzado la vitola de figura al lado de Enrique Ponce, a cuyas órdenes torea desde hace más de dos décadas. En total, casi 2.500 corridas de toros y otros 500 festejos más entre novilladas y festivales.
Honor y gloria para Mariano y para todos los toreros caídos; respeto y admiración para unos médicos que parecen magos. Y veneración siempre para estos locos del siglo XXI que nacen dispuestos a entregar su vida por una ilusión, y se visten de colores y luces para no pasar desapercibidos. ¡Qué menos…!,.
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