Wasap
de mi hijo. Anuncia para mañana por la tarde visita institucional.
Vendrán a vernos él y mi nuera. De mi hijo no hace falta que diga nada,
qué voy a decir de él si es mi hijo. De mi nuera, sí: me encanta, así
que disfruto mucho con estas visitas institucionales, aunque me obliguen
a reorganizar mis planes, que, al fin y al cabo, no dejan de ser
tonterías: eliminar un paseo, aplazar una película... Nada que pueda
competir con un hijo y una nuera.
A veces, vienen a vernos sin avisar y el encuentro ya no es institucional, pero sí arriesgado: pueden no pillarnos en casa y, sobre todo, me pillan desprevenido y sin pasteles. Porque a mí, lo que más me gusta de estas visitas es que me dan un pretexto para comprar pasteles. Muchos pasteles, muy variados, que sobren, que haya que congelarlos para que no se estropeen.
Siendo niño, los pasteles entraban en casa un par de veces al año y te tocaba uno con suerte. En una familia de seis hermanos más mi padre, mi madre y una tía abuela, las cosas eran así. Eso me provocó un ansia de trabucos, bambas y petisús que aún no he superado. Así que cada vez que mi hijo anuncia visita institucional, salgo disparado a por una docena de pasteles.
La situación es un poco ridícula porque ni mi hijo ni mi nuera padecen ningún trauma pastelero. Él es hijo único y ella solo tiene una hermana o sea que podían comer pasteles cuando quisieran y cuantos quisieran. Como no se quedaban con ganas, hoy no les hacen una ilusión excesiva. Ya saben, solo se desea intensamente lo que no se pudo poseer o se poseyó poco. Así que la situación es esta: traigo una docena de pasteles, mi mujer, que pasa de traumas tontos y no es golosa, come medio, mi hijo y mi nuera disimulan y mordisquean otro a medias y yo me como los otros diez. No de una vez, sino de dos. Y los como mal, deprisa, sin saborearlos, como si tuviera alrededor a cinco hermanos dispuestos a robarme mis merengues y mis mojicones al menor descuido, cuando lo que tengo es a tres personas sin ansiedad de dulce que pasan de los pasteles porque están allí para disfrutar de sus padres, de sus suegros, de su nuera, no de un San Marcos con yema tostada, bizcocho y crema.
¡Qué buenos están los pasteles de Cáceres! ¡Y los bollos de La Cubana! ¡Y las perrunillas que hacen en La Vera! ¡Y los pastelones de Los Santos! Creo que me moriré y no habré superado los traumas golosos de las cerezas, de los churros, de las patatas fritas y de los pasteles. Mi suegra me dice que menos mal que no viví la época del hambre porque en ese caso, habría muerto de una indigestión. Es verdad no la viví, pero actúo como si la hubiera padecido con intensidad. Recuerdo que cuando gané mi primer sueldo, como estaba destinado en Galicia, me lo gasté en ingredientes para hacer patatas con chocos, alubias con almejas, garbanzos con cigalas, arroz con mejillones y calamares, y marmitakos, y pescaditos fritos... Fue horrible porque en ese primer mes de paga cogí cuatro cólicos y me vi obligado a refrenar mis ímpetus. ¡Menos mal!
Pero la maldición de la familia numerosa y el hambre psicológica pasada en los pisos de estudiantes me han marcado y soy un exagerado comprando o cocinando lo que de pequeño me racionaban. Si compro churros, traigo 30 para tres. Si compro cerezas, como mi madre las repartía contadas entre los seis hermanos, compro cajas de dos kilos y las como directamente de la fuente, nunca del plato. Los pasteles, por docenas y las patatas fritas, en tres tandas para no quedarme con ganas. Mi mujer y mi hijo no olvidan que, siendo él un niño, me ponía nervioso cuando ella repartía las patatas fritas y le echaba más a él. ¿A ustedes les parece normal? Me da vergüenza ir a la consulta del psiquiatra y decirle: «Buenas, vengo a que me cure un trauma... No, doctor, no es sexual, me lo han provocado las patatas fritas». Pensándolo bien, yo creo que mi nuera me encanta porque no come pasteles.
TITULO: CAFE, COPA Y VECINOS,.
Los
que no somos del País Vasco (digamos que de Murcia) conocíamos a
Bittori, viuda del Txato, por 'Patria'. Ahora conocemos a Vitori, de
Portugalete, por sus vecinos. Por la victoria de sus vecinos frente a la
pachorra legal de la policía y los juzgados con los okupas. Vitori, de
94 años, había ido a visitar a su hermana y se le colaron en su casa.
Quien no tenga a Carmina Barrios para convencer a los okupas de que se
vayan (como vemos en 'Carmina o revienta') que tenga a los vecinos de
Portugalete. A veces las masas sirven para hacer justicia y no solo para
alterar el orden o hacer bonito en una película de Leni Riefenstahl.
Cuando Margaret Atwood analizaba el movimiento MeToo en sus principios le parecía el síntoma de un sistema judicial roto. Así que las mujeres y otras víctimas, al no obtener respuestas adecuadas de las instituciones o las empresas, usaban otras vías. Hay un pero: «La condena sin un proceso judicial es el primer paso hacia la ausencia de justicia para que el sistema se corrompa, como sucedió en el periodo prerrevolucionario en Francia».
Aquí teníamos al dispositivo policial vigilando a los vecinos, que al final consiguieron que las dos mujeres y cuatro menores okupas se fueran. En España no hay un sistema judicial roto, incluso hay una ley de desahucio exprés desde 2018 que mejoró la tortura que tenían que soportar los propietarios. Se podía alargar dos años. Los procesos eran tan largos y poco efectivos, abriendo la vía penal, que a veces los propietarios preferían pagar a los okupas (o a las mafias). Ahora en un mes se puede recuperar la vivienda con una demanda civil de desahucio. Por suerte, Vitori no ha tenido que hacer ni eso. Tener que ir a los juzgados sin comerlo ni beberlo es uno de los coñazos del Estado de derecho. Los okupas se han ido, sí, pero se han llevado hasta las sábanas bordadas de Vitori.
Hasta que fallece el 14 de julio de 1991, a los 17 años, en extrañas circunstancias y empiezan a producirse en la casa familiar fenómenos extraños, algunos certificados por la Policía. Pero... ¿qué hay de verdad o de fraude en esta historia? Dos de sus protagonistas, Ricardo y Maximiliano, cuentan en exclusiva para Crónica toda la verdad.
Ricardo.- Vamos a contar nuestra verdad, y lo hacemos para limpiar la imagen de mi hermana Estefanía.
Maxi.- No queremos obtener lucro alguno, ni cobrar nada...
Aunque Ricardo y Maximiliano Gutiérrez ahora sobrevuelan los 40, en 1992 el primero tenía 16 años y el segundo casi 10. Formaban parte de una familia de seis hermanos (todos ellos menores), hijos de Máximo Gutiérrez (ya fallecido) y Concepción Lázaro. Hoy, 25 años después de lo acontecido en esa humilde casa de Vallecas, dan una versión diferente de la que se ha propagado y terminó en el cine. Y lo hacen aun a riesgo de dañar su propia reputación, desdiciéndose de sucesos que hasta hoy no podían explicar de forma racional, pues la situación se les ha hecho insoportable: recientemente, se está divulgando en varios medios de comunicación la imagen de su hermana como una chica poseída, que levitaba y gruñía como un animal. Y han dicho basta. En declaraciones previas, guardaron silencio sobre ciertos aspectos familiares por respeto a su idolatrado padre, enfermo de cáncer. Ya fallecido, ahora sí, narran aquel calvario.
M.- Cada uno ha tenido su vivencia personal, y nosotros no podemos desmentirlo, pero lo que hemos vivido junto a ellos podemos explicarlo de manera racional.
R.- Para mí, no hay caso.
-Según mis fuentes, algunos de sus familiares han denunciado a la productora de Verónica...
M.- Parece ser que sí, al menos tenían la intención. Pero pienso que no tiene sentido. La película nada tiene que ver con el caso Vallecas que vivimos. Desinteresadamente, estuve en contacto con sus creadores, me consultaron parte del guión y di mi visto bueno.
-Se dijo que al realizar dicha güija en el instituto, con unos compañeros de clase, se rompió un vaso y que de él brotó una especie de humo negro que la poseyó...
R.- Dicha versión de la historia aparece narrada por su madre tras la muerte de nuestra hermana.
Estefanía fallece, según la autopsia, por asfixia pulmonar. Muerte súbita y sospechosa.
-Parece ser que tenía ataques, para algunos de tipo demoníaco...
R.- Ella se comportaba acorde a ataques epilépticos de ausencia. De hecho, hay antecedentes familiares.
M.- Así es. Mi madre estaba, y sigue estando, tratada por epilepsia convulsiva. Y otros familiares la han heredado después. Es más, yo he asistido a ataques críticos de algunos de ellos, y su comportamiento era el mismo que el de mi hermana. Mi hermana estaba siendo tratada médicamente. Se sospechaba que tenía un cuadro de epilepsia, pero fallece antes del veredicto médico debido a un ataque epiléptico, no a nada inexplicable.
-¿Pudo tener algo que ver la malograda güija?
M.- En absoluto. Fallece un año después de practicar aquella güija. De hecho, el extraño comportamiento de mi hermana se da muchos meses más tarde de la misma.
R.- Nunca levitó, ni habló lenguas desconocidas.
-¿Cómo era Estefanía?
R.- Era un pilar, como una madre. Una confidente. Fue ella quien nos cuidó, prácticamente. Alegre, sonriente, muy querida por todos los hermanos. Nuestra protectora. A veces se quedaba sin cenar sólo para darnos de comer a nosotros.
M.- Lo confirmo. Los cinco hermanos pensamos lo mismo. Es lo único en lo que estamos todos de acuerdo.
R.- De hecho, entraron en escena presuntos parapsicólogos como Tristanbraker [el primer autodenominado experto paranormal que apareció en la casa] que nos metieron aún más miedo en el cuerpo.
M.- Llegamos a perder nuestra propia intimidad con tal de sentirnos protegidos. Incluso nos acompañábamos al baño. Psicológicamente nos machacaron. Hubo otros especialistas mucho más serios, como el psiquiatra Fernando Jiménez del Oso, quien nos recomendó que dejásemos de hablar de ello, que no le diéramos más importancia. Fue a partir de ahí cuando, al hacerle caso, los fenómenos cesaron.
M.- Imagine el escenario. Nuestros padres nos piden que bajemos a la calle para recibir a la policía, lo cual ya predispone a los agentes al llegar, máxime cuando, en el ascensor, empiezan a poner al día a los mismos sobre la cantidad de fenómenos extraños que padecíamos.
Los agentes describen estos fenómenos en el asombroso parte policial [«la chica balbuceaba y entablaba comunicación con un ser demoníaco al que expertos en parapsicología denominan crápula»], obtenido por el criminólogo Manuel Carballal tras varias visitas a la comisaría. Con su publicación, comienza la vorágine mediática del caso. Y hasta hoy.
-Según el parte oficial: «En el recorrido que [los policías] hicieron por las diversas habitaciones de la casa, observaron un crucifijo de madera al que, el fenómeno al que estamos haciendo referencia, le había dado la vuelta, arrancándole un cristo que tenía adherido».
M.- Ni ellos ni nosotros vimos caer ese crucifijo. Era un día de frío y lluvia, y al cerrarse una de las puertas de un portazo el clavo al que estaba adherido el crucifico, creemos, se descolgó.
-Según el parte, y a la par con lo del crucifijo, hay un póster en el que se producen «de forma súbita y extraña tres arañazos».
R.- Pudieron ser anteriores a esa noche, por lo desgastado del póster. Nosotros no vimos cómo aquello se desgarraba.
-Siguiendo con el escrito, los policías «pudieron percatarse y observar cómo en la mesita que sostenía el teléfono y, concretamente, en el mantelito, aparecía una mancha de color marrón consistente que el Z-2 identifica como babas».
M.- Creemos que era parte del potito que horas antes había cenado nuestro hermano pequeño.
-Hablando del salón, tras el hecho de que se apagasen las luces, cuando más se producían los fenómenos, «sentados en compañía de toda la familia, pudieron oír y observar cómo una puerta de un armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y antinatural».
M.- En ese armario había álbumes de fotos en ficheros que solían caerse con bastante frecuencia haciendo que la puerta se abriera, y estos se habían sacado minutos antes de dicho armario para enseñarle unos recortes de revistas a los agentes. Creemos que pudo abrirse debido a que uno de esos álbumes cayó.
R.- Es muy curioso cómo, hace sólo unos días, el inspector jefe (en aquella época) José Pedro Negri, el policía al mando aquella noche, ha declarado en Cuarto Milenio (Cuatro) que la puerta giró y pegó una docena de violentos portazos, cuando en el informe se habla de una simple apertura.
M.- No casa, en ningún momento, lo que dice entre una intervención pública y otra.
Negri declaró en el programa Código Uno (TVE), dirigido por Arturo Pérez Reverte, el 4 de octubre de 1993: «Se abrió la puerta del armario, hice una inspección ocular al mismo y no vi nada extraño... Soy escéptico. Aquello pudo ser debido a 20.000 explicaciones. No fue una cosa tan grave, no me alteré demasiado».
-Se cita, además, en el parte policial que «no habían salido de la sorpresa y comentando la misma [cuando] se produjo un fuerte ruido en la terraza. Y pudieron comprobar que no había nada».
R.- Fui yo.
-¿Cómo dice?
R.- Ya es hora de que salga a la luz. Yo tiré una piedra a la terraza desde un balcón contiguo.
-¿Habla en serio?
R.- Mi madre me pidió, a escondidas, que tirase algo en la terraza para impresionar más a los policías. Cogí una pequeña piedra que había en el salón, me fui al balcón y al tirarla, golpeó en una despensa de hierro que teníamos en la terraza. Sonó ¡plaf! Ese fue el sonido que escucharon los agentes y que, de hecho, apareció reflejado en el informe.
M.- Así fue. Fueron engañados tanto mi padre, que desconocía aquella argucia, como los propios policías.
Negri, en aquella intervención en Código Uno, dijo: «Aquel ruido lo podían haber producido, quizás, en un descuido nuestro». De hecho, junto a lo del armario, fue el único fenómeno físico que los policías presenciaron en el domicilio de Vallecas. El resto se produjo antes de su llegada.
-¿Y esto se repitió en más ocasiones? Lo de generar fenómenos...
M.- No perpetramos más fenómenos, pero sí contamos cosas que no habían sucedido, aleccionados por Tristanbraker. Nos decía lo que debíamos decir.
-Lo de aleccionaros para mentir, ¿lo hizo también su madre?
R.- Sí, algunas veces. Nos pedía que aumentásemos hechos o sucesos.
M.- Ella nos decía: "Pues tenéis que decir esto o lo otro, porque me lo ha dicho fulanito...".
R.- Viví una mentira. Nos hizo sentir cosas que no teníamos que haber sentido en ese momento.
M.- Probablemente, de manera involuntaria.
R.- Sufrimos bullying. Muchos amigos nos marginaron. Mi hermano Maxi fue quien peor lo pasó. Lo mismo le pasó a mis otros hermanos.
M.- Vivíamos una circunstancia que no era normal, y en un barrio como Vallecas.
-Y la situación familiar...
M.- Muy complicada. Dentro del núcleo familiar, vivimos ciertas circunstancias que, psicológicamente, te matan. Vista la extrema protección actual de la imagen del menor ante los medios de comunicación, en aquella época Asuntos Sociales podría haber intervenido. Les acuso de no haberlo hecho. Porque al final había menores de por medio, siendo expuestos por sus padres en programas de televisión. Mi padre, aparte de un pilar y excelente persona, fue muy escéptico. Pero estaba influido por mi madre.
-¿Afectó esa compleja situación a la percepción de los fenómenos que, aparentemente, sucedían?
M.- Claro. La situación que se crea en lo personal te machaca tanto psicológicamente, que te hace encerrarte en ciertos mundos para terminar creyendo en lo que te inculcan.
R.- Se nos inculcó, incluso, a decir cosas que no veíamos.
-¿Sufrieron malos tratos?
R y M.- Sí.
R.- Pero nunca por parte de mi padre. Aunque esto venía de antes. El miedo que teníamos ante lo que supuestamente sucedía en la casa venía también de esa situación. En plan: tienes que decir esto o si no cobras...
-Con lo de "decir esto"... ¿se refieren a confirmar los fenómenos anómalos?
M.- Efectivamente.
R.- Muchas veces.
-¿Pueden dar más detalles al respecto?
M.- No. Por temas legales. De todas maneras, le remito al estudio de un grupo de investigación que indagó en el caso.
Se trata del informe del grupo F.E.D.I.N.E sobre su madre, Concepción Lázaro de la Iglesia: sufre de epilepsia y por ello toma Tegretol, tiene una capacidad imaginativa considerable; podría sufrir una desviación en la percepción de la realidad; presenta un discreto desequilibrio emocional, es neurótica (...); contradicción en sus emociones; necesidad de llamar la atención...
-Maxi, Ricardo, ¿creen que vuestra madre fue, de alguna manera, el foco de todos esos presuntos fenómenos?
M y R.- Sí. Sin duda alguna. Fue la precursora de todo.
De tener en cuenta esta versión más humana (y valiente) que paranormal de los hechos, apoyada por dos de los seis hermanos que vivieron en aquella casa de Vallecas, los fenómenos allí acontecidos no serían, parafraseando al famoso parte policial, «de todo punto inexplicables».
A veces, vienen a vernos sin avisar y el encuentro ya no es institucional, pero sí arriesgado: pueden no pillarnos en casa y, sobre todo, me pillan desprevenido y sin pasteles. Porque a mí, lo que más me gusta de estas visitas es que me dan un pretexto para comprar pasteles. Muchos pasteles, muy variados, que sobren, que haya que congelarlos para que no se estropeen.
Siendo niño, los pasteles entraban en casa un par de veces al año y te tocaba uno con suerte. En una familia de seis hermanos más mi padre, mi madre y una tía abuela, las cosas eran así. Eso me provocó un ansia de trabucos, bambas y petisús que aún no he superado. Así que cada vez que mi hijo anuncia visita institucional, salgo disparado a por una docena de pasteles.
La situación es un poco ridícula porque ni mi hijo ni mi nuera padecen ningún trauma pastelero. Él es hijo único y ella solo tiene una hermana o sea que podían comer pasteles cuando quisieran y cuantos quisieran. Como no se quedaban con ganas, hoy no les hacen una ilusión excesiva. Ya saben, solo se desea intensamente lo que no se pudo poseer o se poseyó poco. Así que la situación es esta: traigo una docena de pasteles, mi mujer, que pasa de traumas tontos y no es golosa, come medio, mi hijo y mi nuera disimulan y mordisquean otro a medias y yo me como los otros diez. No de una vez, sino de dos. Y los como mal, deprisa, sin saborearlos, como si tuviera alrededor a cinco hermanos dispuestos a robarme mis merengues y mis mojicones al menor descuido, cuando lo que tengo es a tres personas sin ansiedad de dulce que pasan de los pasteles porque están allí para disfrutar de sus padres, de sus suegros, de su nuera, no de un San Marcos con yema tostada, bizcocho y crema.
¡Qué buenos están los pasteles de Cáceres! ¡Y los bollos de La Cubana! ¡Y las perrunillas que hacen en La Vera! ¡Y los pastelones de Los Santos! Creo que me moriré y no habré superado los traumas golosos de las cerezas, de los churros, de las patatas fritas y de los pasteles. Mi suegra me dice que menos mal que no viví la época del hambre porque en ese caso, habría muerto de una indigestión. Es verdad no la viví, pero actúo como si la hubiera padecido con intensidad. Recuerdo que cuando gané mi primer sueldo, como estaba destinado en Galicia, me lo gasté en ingredientes para hacer patatas con chocos, alubias con almejas, garbanzos con cigalas, arroz con mejillones y calamares, y marmitakos, y pescaditos fritos... Fue horrible porque en ese primer mes de paga cogí cuatro cólicos y me vi obligado a refrenar mis ímpetus. ¡Menos mal!
Pero la maldición de la familia numerosa y el hambre psicológica pasada en los pisos de estudiantes me han marcado y soy un exagerado comprando o cocinando lo que de pequeño me racionaban. Si compro churros, traigo 30 para tres. Si compro cerezas, como mi madre las repartía contadas entre los seis hermanos, compro cajas de dos kilos y las como directamente de la fuente, nunca del plato. Los pasteles, por docenas y las patatas fritas, en tres tandas para no quedarme con ganas. Mi mujer y mi hijo no olvidan que, siendo él un niño, me ponía nervioso cuando ella repartía las patatas fritas y le echaba más a él. ¿A ustedes les parece normal? Me da vergüenza ir a la consulta del psiquiatra y decirle: «Buenas, vengo a que me cure un trauma... No, doctor, no es sexual, me lo han provocado las patatas fritas». Pensándolo bien, yo creo que mi nuera me encanta porque no come pasteles.
TITULO: CAFE, COPA Y VECINOS,.
Vecinos.-
A veces las masas sirven para hacer justicia y no solo para alterar el orden o hacer bonito,.
Cuando Margaret Atwood analizaba el movimiento MeToo en sus principios le parecía el síntoma de un sistema judicial roto. Así que las mujeres y otras víctimas, al no obtener respuestas adecuadas de las instituciones o las empresas, usaban otras vías. Hay un pero: «La condena sin un proceso judicial es el primer paso hacia la ausencia de justicia para que el sistema se corrompa, como sucedió en el periodo prerrevolucionario en Francia».
Aquí teníamos al dispositivo policial vigilando a los vecinos, que al final consiguieron que las dos mujeres y cuatro menores okupas se fueran. En España no hay un sistema judicial roto, incluso hay una ley de desahucio exprés desde 2018 que mejoró la tortura que tenían que soportar los propietarios. Se podía alargar dos años. Los procesos eran tan largos y poco efectivos, abriendo la vía penal, que a veces los propietarios preferían pagar a los okupas (o a las mafias). Ahora en un mes se puede recuperar la vivienda con una demanda civil de desahucio. Por suerte, Vitori no ha tenido que hacer ni eso. Tener que ir a los juzgados sin comerlo ni beberlo es uno de los coñazos del Estado de derecho. Los okupas se han ido, sí, pero se han llevado hasta las sábanas bordadas de Vitori.
TITULO: Víctimas del misterio - Expediente Vallecas,.
Víctimas del misterio - Expediente Vallecas,.
foto / Estefanía Gutiérrez Lázaro muere de forma sospechosa en 1991 tras haber practicado la ouija en el colegio. Su familia se pregunta si la joven puede haber sufrido una posesión demoniaca.
Dos hermanos de Estefanía, el personaje real en el que se basa la película, relatan las exageraciones, falsedades y maniobras con las que se armó la gran mentira,.
Ni su hermana, víctima de epilepsia, levitaba ni las puertas y ventanas se abrían y cerraban solas
La película Verónica, dirigida por Paco Plaza, ganadora de un Goya y nominada a otros seis, inspiró parte de su trama en una historia real: el llamado poltergeist de Vallecas. Según la versión oficial, a principios de los 90 Estefanía Gutiérrez Lázaro hizo una güija y, desde entonces, empezó a hablar lenguas desconocidas e incluso a levitar. Hasta que fallece el 14 de julio de 1991, a los 17 años, en extrañas circunstancias y empiezan a producirse en la casa familiar fenómenos extraños, algunos certificados por la Policía. Pero... ¿qué hay de verdad o de fraude en esta historia? Dos de sus protagonistas, Ricardo y Maximiliano, cuentan en exclusiva para Crónica toda la verdad.
Ricardo.- Vamos a contar nuestra verdad, y lo hacemos para limpiar la imagen de mi hermana Estefanía.
Maxi.- No queremos obtener lucro alguno, ni cobrar nada...
Aunque Ricardo y Maximiliano Gutiérrez ahora sobrevuelan los 40, en 1992 el primero tenía 16 años y el segundo casi 10. Formaban parte de una familia de seis hermanos (todos ellos menores), hijos de Máximo Gutiérrez (ya fallecido) y Concepción Lázaro. Hoy, 25 años después de lo acontecido en esa humilde casa de Vallecas, dan una versión diferente de la que se ha propagado y terminó en el cine. Y lo hacen aun a riesgo de dañar su propia reputación, desdiciéndose de sucesos que hasta hoy no podían explicar de forma racional, pues la situación se les ha hecho insoportable: recientemente, se está divulgando en varios medios de comunicación la imagen de su hermana como una chica poseída, que levitaba y gruñía como un animal. Y han dicho basta. En declaraciones previas, guardaron silencio sobre ciertos aspectos familiares por respeto a su idolatrado padre, enfermo de cáncer. Ya fallecido, ahora sí, narran aquel calvario.
M.- Cada uno ha tenido su vivencia personal, y nosotros no podemos desmentirlo, pero lo que hemos vivido junto a ellos podemos explicarlo de manera racional.
R.- Para mí, no hay caso.
-Según mis fuentes, algunos de sus familiares han denunciado a la productora de Verónica...
M.- Parece ser que sí, al menos tenían la intención. Pero pienso que no tiene sentido. La película nada tiene que ver con el caso Vallecas que vivimos. Desinteresadamente, estuve en contacto con sus creadores, me consultaron parte del guión y di mi visto bueno.
La auténtica 'Verónica'
R.- Hay que aclarar que mi hermana no era asidua a realizar güijas. Era completamente normal.-Se dijo que al realizar dicha güija en el instituto, con unos compañeros de clase, se rompió un vaso y que de él brotó una especie de humo negro que la poseyó...
R.- Dicha versión de la historia aparece narrada por su madre tras la muerte de nuestra hermana.
Estefanía fallece, según la autopsia, por asfixia pulmonar. Muerte súbita y sospechosa.
-Parece ser que tenía ataques, para algunos de tipo demoníaco...
R.- Ella se comportaba acorde a ataques epilépticos de ausencia. De hecho, hay antecedentes familiares.
M.- Así es. Mi madre estaba, y sigue estando, tratada por epilepsia convulsiva. Y otros familiares la han heredado después. Es más, yo he asistido a ataques críticos de algunos de ellos, y su comportamiento era el mismo que el de mi hermana. Mi hermana estaba siendo tratada médicamente. Se sospechaba que tenía un cuadro de epilepsia, pero fallece antes del veredicto médico debido a un ataque epiléptico, no a nada inexplicable.
-¿Pudo tener algo que ver la malograda güija?
M.- En absoluto. Fallece un año después de practicar aquella güija. De hecho, el extraño comportamiento de mi hermana se da muchos meses más tarde de la misma.
R.- Nunca levitó, ni habló lenguas desconocidas.
-¿Cómo era Estefanía?
R.- Era un pilar, como una madre. Una confidente. Fue ella quien nos cuidó, prácticamente. Alegre, sonriente, muy querida por todos los hermanos. Nuestra protectora. A veces se quedaba sin cenar sólo para darnos de comer a nosotros.
M.- Lo confirmo. Los cinco hermanos pensamos lo mismo. Es lo único en lo que estamos todos de acuerdo.
"Nos machacaron"
M.- Los fenómenos que, aparentemente, suceden en la casa no nos fueron ajenos. Nuestra madre estaba empeñada en que algo malo sucedía alrededor de Estefanía, que haría notar su presencia desde el más allá... Nos sumergió en un estado de sugestión importante. Todo fue psicológico.R.- De hecho, entraron en escena presuntos parapsicólogos como Tristanbraker [el primer autodenominado experto paranormal que apareció en la casa] que nos metieron aún más miedo en el cuerpo.
M.- Llegamos a perder nuestra propia intimidad con tal de sentirnos protegidos. Incluso nos acompañábamos al baño. Psicológicamente nos machacaron. Hubo otros especialistas mucho más serios, como el psiquiatra Fernando Jiménez del Oso, quien nos recomendó que dejásemos de hablar de ello, que no le diéramos más importancia. Fue a partir de ahí cuando, al hacerle caso, los fenómenos cesaron.
El expediente
La noche del 19 de noviembre de 1992, la familia, o así se contó, estaba aterrorizada por los sucesos aparentemente extraños que se estaban produciendo de forma violenta, lo que hizo que llamasen a la Policía Nacional. Al preguntar a Ricardo y Maxi sobre este famoso episodio, nos cuentan una realidad muy diferente a la oficial...M.- Imagine el escenario. Nuestros padres nos piden que bajemos a la calle para recibir a la policía, lo cual ya predispone a los agentes al llegar, máxime cuando, en el ascensor, empiezan a poner al día a los mismos sobre la cantidad de fenómenos extraños que padecíamos.
Los agentes describen estos fenómenos en el asombroso parte policial [«la chica balbuceaba y entablaba comunicación con un ser demoníaco al que expertos en parapsicología denominan crápula»], obtenido por el criminólogo Manuel Carballal tras varias visitas a la comisaría. Con su publicación, comienza la vorágine mediática del caso. Y hasta hoy.
-Según el parte oficial: «En el recorrido que [los policías] hicieron por las diversas habitaciones de la casa, observaron un crucifijo de madera al que, el fenómeno al que estamos haciendo referencia, le había dado la vuelta, arrancándole un cristo que tenía adherido».
M.- Ni ellos ni nosotros vimos caer ese crucifijo. Era un día de frío y lluvia, y al cerrarse una de las puertas de un portazo el clavo al que estaba adherido el crucifico, creemos, se descolgó.
-Según el parte, y a la par con lo del crucifijo, hay un póster en el que se producen «de forma súbita y extraña tres arañazos».
R.- Pudieron ser anteriores a esa noche, por lo desgastado del póster. Nosotros no vimos cómo aquello se desgarraba.
-Siguiendo con el escrito, los policías «pudieron percatarse y observar cómo en la mesita que sostenía el teléfono y, concretamente, en el mantelito, aparecía una mancha de color marrón consistente que el Z-2 identifica como babas».
M.- Creemos que era parte del potito que horas antes había cenado nuestro hermano pequeño.
-Hablando del salón, tras el hecho de que se apagasen las luces, cuando más se producían los fenómenos, «sentados en compañía de toda la familia, pudieron oír y observar cómo una puerta de un armario perfectamente cerrada, cosa que comprobaron después, se abrió de forma súbita y antinatural».
M.- En ese armario había álbumes de fotos en ficheros que solían caerse con bastante frecuencia haciendo que la puerta se abriera, y estos se habían sacado minutos antes de dicho armario para enseñarle unos recortes de revistas a los agentes. Creemos que pudo abrirse debido a que uno de esos álbumes cayó.
R.- Es muy curioso cómo, hace sólo unos días, el inspector jefe (en aquella época) José Pedro Negri, el policía al mando aquella noche, ha declarado en Cuarto Milenio (Cuatro) que la puerta giró y pegó una docena de violentos portazos, cuando en el informe se habla de una simple apertura.
M.- No casa, en ningún momento, lo que dice entre una intervención pública y otra.
Negri declaró en el programa Código Uno (TVE), dirigido por Arturo Pérez Reverte, el 4 de octubre de 1993: «Se abrió la puerta del armario, hice una inspección ocular al mismo y no vi nada extraño... Soy escéptico. Aquello pudo ser debido a 20.000 explicaciones. No fue una cosa tan grave, no me alteré demasiado».
-Se cita, además, en el parte policial que «no habían salido de la sorpresa y comentando la misma [cuando] se produjo un fuerte ruido en la terraza. Y pudieron comprobar que no había nada».
R.- Fui yo.
-¿Cómo dice?
R.- Ya es hora de que salga a la luz. Yo tiré una piedra a la terraza desde un balcón contiguo.
-¿Habla en serio?
R.- Mi madre me pidió, a escondidas, que tirase algo en la terraza para impresionar más a los policías. Cogí una pequeña piedra que había en el salón, me fui al balcón y al tirarla, golpeó en una despensa de hierro que teníamos en la terraza. Sonó ¡plaf! Ese fue el sonido que escucharon los agentes y que, de hecho, apareció reflejado en el informe.
M.- Así fue. Fueron engañados tanto mi padre, que desconocía aquella argucia, como los propios policías.
Negri, en aquella intervención en Código Uno, dijo: «Aquel ruido lo podían haber producido, quizás, en un descuido nuestro». De hecho, junto a lo del armario, fue el único fenómeno físico que los policías presenciaron en el domicilio de Vallecas. El resto se produjo antes de su llegada.
-¿Y esto se repitió en más ocasiones? Lo de generar fenómenos...
M.- No perpetramos más fenómenos, pero sí contamos cosas que no habían sucedido, aleccionados por Tristanbraker. Nos decía lo que debíamos decir.
-Lo de aleccionaros para mentir, ¿lo hizo también su madre?
R.- Sí, algunas veces. Nos pedía que aumentásemos hechos o sucesos.
M.- Ella nos decía: "Pues tenéis que decir esto o lo otro, porque me lo ha dicho fulanito...".
R.- Viví una mentira. Nos hizo sentir cosas que no teníamos que haber sentido en ese momento.
M.- Probablemente, de manera involuntaria.
Daños colaterales
-¿Hubo repercusiones personales?R.- Sufrimos bullying. Muchos amigos nos marginaron. Mi hermano Maxi fue quien peor lo pasó. Lo mismo le pasó a mis otros hermanos.
M.- Vivíamos una circunstancia que no era normal, y en un barrio como Vallecas.
-Y la situación familiar...
M.- Muy complicada. Dentro del núcleo familiar, vivimos ciertas circunstancias que, psicológicamente, te matan. Vista la extrema protección actual de la imagen del menor ante los medios de comunicación, en aquella época Asuntos Sociales podría haber intervenido. Les acuso de no haberlo hecho. Porque al final había menores de por medio, siendo expuestos por sus padres en programas de televisión. Mi padre, aparte de un pilar y excelente persona, fue muy escéptico. Pero estaba influido por mi madre.
-¿Afectó esa compleja situación a la percepción de los fenómenos que, aparentemente, sucedían?
M.- Claro. La situación que se crea en lo personal te machaca tanto psicológicamente, que te hace encerrarte en ciertos mundos para terminar creyendo en lo que te inculcan.
R.- Se nos inculcó, incluso, a decir cosas que no veíamos.
-¿Sufrieron malos tratos?
R y M.- Sí.
R.- Pero nunca por parte de mi padre. Aunque esto venía de antes. El miedo que teníamos ante lo que supuestamente sucedía en la casa venía también de esa situación. En plan: tienes que decir esto o si no cobras...
-Con lo de "decir esto"... ¿se refieren a confirmar los fenómenos anómalos?
M.- Efectivamente.
R.- Muchas veces.
-¿Pueden dar más detalles al respecto?
M.- No. Por temas legales. De todas maneras, le remito al estudio de un grupo de investigación que indagó en el caso.
Se trata del informe del grupo F.E.D.I.N.E sobre su madre, Concepción Lázaro de la Iglesia: sufre de epilepsia y por ello toma Tegretol, tiene una capacidad imaginativa considerable; podría sufrir una desviación en la percepción de la realidad; presenta un discreto desequilibrio emocional, es neurótica (...); contradicción en sus emociones; necesidad de llamar la atención...
-Maxi, Ricardo, ¿creen que vuestra madre fue, de alguna manera, el foco de todos esos presuntos fenómenos?
M y R.- Sí. Sin duda alguna. Fue la precursora de todo.
De tener en cuenta esta versión más humana (y valiente) que paranormal de los hechos, apoyada por dos de los seis hermanos que vivieron en aquella casa de Vallecas, los fenómenos allí acontecidos no serían, parafraseando al famoso parte policial, «de todo punto inexplicables».
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