'La Hora Musa', presentado por Maika Makovski ,
a las 22:55 horas, en La 2 martes -30- Junio ,. , foto,.
Los Secretos, cuatro décadas de «suerte, tenacidad y presencia de ánimo»,.
La banda que lidera Álvaro Urquijo saca un triple recopilatorio y la película 'Una vida a tu lado' con la historia de uno de los grupos más longevos
Estar 40 años sobre el escenario «es una cuestión de suerte, de tenacidad y presencia de ánimo, que es como tener estómago para aguantar los malos tragos, pero, sobretodo, que los patrones de tu música coincidan con una serie de gente que la adopte como propia y que forme parte de su vida». Álvaro Urquijo, líder y uno de los fundadores de Los Secretos sabe del éxito, de los golpes de la vida y del apoyo del público. La formación que el año que viene cumple cuatro décadas lo celebra con el triple álbum recopilatorio ‘Una vida a tu lado’ que, además, contiene un DVD con un documental sobre la carrera del grupo en el que intervienen artistas como Joaquín Sabina, David Summers o Nacho García Vega.Y es que Los Secretos forman parte ya de la historia de la música en España. El documental rememora el final de los 70, cuando nacía la movida y el país se inundaba de jóvenes que hacían música en locales abarrotados. En ellos, los hermanos Urquijo consiguieron hacerse con un sitio, encontrar su estilo y salir adelante. «El éxito es algo que te pone al borde del fracaso, de la disolución de una banda, de la pelea o de la lucha de los egos dentro de un propio grupo», explica Álvaro, pero «eso no ha ocurrido con Los Secretos. Nunca hemos tenido un éxito brutal, nunca hicimos giras de tres años y cientos de conciertos. Siempre hemos ido al ritmo que hemos buscado intencionadamente».
De esta manera, «si somos de los pocos que duramos, lo es por no haber tenido éxito nunca, no haber estado de moda, ni habernos apuntado a una moda. Hemos tenido una carrera coherente». Por todo ello, afirma que «me siento muy orgulloso de haber sido una parte de aquel grupo que formó parte de la historia de este país».
La banda siempre ha tenido un toque latino, influenciado por los temas de María Dolores Pradera que de chavales escuchan los tres hermanos Urquijo en casa de sus abuelos. Comenzaron a tocar en una nave industrial donde se iniciaron en la guitarra con los sonidos de Cat Stevens, Crosby, Stills, Nash & Young o Bob Dylan. «Luego nos fuimos animando con el country-rock, con nuestro admirado Tom Petty, pero llegó de sopetón la new wave con las superbandas. Fue una suma de corrientes musicales que nunca se va a dar», explica Álvaro para recordar que fueron parte de una generación a la que movía la música». «Hoy «te pones a buscar en internet lo que mola y hay cientos de cosas, pero antes había una sola: la música».
Los Secretos comenzaron a llenar locales: Rock-Cola, Marquee, Morasol…, superaron la muerte en accidente de su primer batería, Canito, cuando todavía se llamaban Tos -de ahí Los Secre…tos-, de su segundo batería, Pedro Díaz, también en otro siniestro de tráfico, y el fallecimiento de Enrique Urquijo. Este último golpe casi lleva a la desaparición del grupo. Al ver el documental Álvaro confiesa que siente «mucha ternura y nostalgia» al recordar a personas «con las que ya no vas a contar nunca o que ya no están». «Nuestra historia está escrita con mucha tragedia» asegura. «Cuando compones con la gente, cuando pasas mucho tiempo con ellos en las giras, ya no es una relación de trabajo sino de amistad y hermandad», destaca.
Versiones distintas
En estos 40 años el público nunca ha fallado a Los Secretos. «El amor no se puede suplicar. Es de agradecer que te quieran durante tanto tiempo», apunta el líder de una banda que «ha tenido muchas versiones distintas, adaptándonos a las consecuencias de los golpes que nos ha dado la vida, pero el público siempre ha estado ahí». Y fue el público el que les movió a seguir con mensajes del tipo: «nos casamos con vuestra música», «nuestra primera hija se llama María y ahora tenemos un hijo que se llama Enrique», recuerda emocionado.Los temas de Los Secretos se han convertido en «patrimonio del público», porque, según Álvaro, «cuando la gente hace propias las canciones ya no se las quitas. Los derechos de autor se quedan por el camino con tantos intermediarios, pero lo que no te pueden robar es el hueco que el público tienen en su corazón para tú música».
Pese a que tiene sus propias canciones preferidas, «que no son de Los Secretos», Álvaro apunta que está «muy orgulloso» de ‘Por el bulevar de los sueños rotos’ que compuso con Joaquín Sabina o con el tema ‘Cada día’, que dedicó p a su hermano Enrique. Pero el tema que destaca como la más significativo en la carrera de la banda es ‘A tu lado’. «Fue una canción que nunca se promocionó para que fuese un éxito, que no fue número uno, que la dejamos de tocar porque el disco no se vendió muy bien, por lo que pasó al olvido. Sin embargo, la gente la ha rescatado».
Álvaro Urquijo, rodeado en su estudio de sus guitarras, trabaja ya en un nuevo disco y confiesa que la banda «tiene pendiente una deuda con el mercado latinoamericano del que hemos bebido muchísimo y que nunca pudimos ir en condiciones dignas». De esta manera en las próximas semanas viajarán a Perú, Bolivia, Paraguay y Argentina.
TITULO:
Cachitos de hierro y cromo - Soy posesivo, del 'contigo pan y cebolla'» ,. - ,. .
Martes-30- Junio,.
Martes-30- Junio a las 22:00 horas en La 2, foto.
TITULO: Cachitos de hierro y cromo - Soy posesivo, del 'contigo pan y cebolla'» ,. - ,. . Martes-30- Junio,.
Soy posesivo, del 'contigo pan y cebolla'»
«Tenemos una España muy hortera», dice el escritor cántabro, que subraya una relación entrañable con su amigo y padrastro José Antonio Marina,.
Soy soltero, mayor y solitario, y vivo en un mundo anticuado». Álvaro Pombo lo dice mientras se mueve en una silla giratoria. Está en el centro de ese mundo, los treinta metros cuadrados del salón de su casa, en el madrileño barrio de Argüelles. En un rincón está la cama, desde la que ve la televisión y contempla el fuego de la chimenea que ocupa el extremo opuesto de la estancia. De un lado al otro, el universo en miniatura: aquí unas láminas del mar y los barcos que lo surcan; allí unas figuras de gatos que parecen mirar displicentes cuanto sucede a su alrededor; en las paredes y sobre los muebles, las fotos y los recuerdos que alimentan una vida; en el techo, un ventilador tropical que parece salido del café de Rick el americano en 'Casablanca'; por todas partes, pilas de libros que trepan por sillas y mesas en un equilibrio que se puede quebrar en cualquier momento. «Me he acostumbrado a tenerlo todo en una habitación y este es mi cuarto de jugar», explica como para justificar la acumulación aparentemente caótica de objetos. Ocupando un lugar preferente, una foto enmarcada del pequeño Álvaro con su madre, en algún rincón de Santander. Limpia el polvo con el suéter y la muestra sonriente: «Fui lo que se llamaba un niño de buena familia. Era guapo y orejón».
En su 'cuarto de jugar'.
Hasta los 15 años viví en Santander, sí. Iba al colegio de los
Escolapios y en los veranos pasaba largas temporadas en una finca que mi
abuelo tenía en Ampudia, un pueblo de Palencia con un castillo y
colegiata.
Creo que fue un mal estudiante...
Tuve que repetir lo que entonces era Quinto de Bachillerato porque falsifiqué las notas. Y lo hice porque era un estudiante muy malo, claro.
Vaya disgusto para sus padres, porque además usted era hijo único.
Pero por otro lado hacía cosas diferentes. Por ejemplo, ese mismo curso en el que me echaron del colegio, publiqué en la revista que hacían allí seis artículos con seudónimo... Tras la expulsión, me mandaron a los Jesuitas de Valladolid, donde conocí a José María Cagigal, que luego sería el impulsor del Instituto Nacional de Educación Física.
¿De qué escribía en esos años?
De muchas cosas: imitaba las voces de los padres predicadores, invitaba a los niños a confesarse y comulgar... A los profesores les gustaban mis artículos. Recuerdo uno que hice a los 14 años. Nos habían pedido una redacción sobre el otoño y mis compañeros escribieron sobre la melancolía de la estación. En cambio, la mía reflejaba una visión mucho más luminosa y me destacaron por ello.
Alguna vez ha dicho que de niño tenía mucha labia y sus padres le mandaban a entretener a las visitas. ¿Qué les contaba?
Recitaba poesías (comienza a entonar los primeros versos de la 'Marcha triunfal' de Rubén Darío: «¡Ya viene el cortejo!/ ¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines...»), fantaseaba, gesticulaba mucho... Siempre he tenido un gran éxito con las señoras y con las chicas.
¿Cómo le fue en Valladolid? Estaba lejos de casa y la vida en esa ciudad tenía que ser muy distinta.
Estaba interno, pero me encantaba, como me encantó luego hacer la mili, sobre todo cuando estuve de prácticas en Melilla.
Pero eso sucedió durante las milicias universitarias, cuando estaba estudiando Filosofía en la Complutense de Madrid. Siendo hijo de una familia con los apellidos Pombo, Ybarra y Botín no tendría problemas para integrarse en la jet madrileña.
Nunca he tenido problemas para integrarme en ningún lugar. Residí en el colegio mayor Aquinas. Allí conocí a Luis de Pablo, que nos daba unas charlas sobre música contemporánea que eran muy parecidas a lo que cuenta Thomas Mann en 'Doktor Faustus'. Hasta nos hablaba de Pierre Boulez. En la Facultad estaba José Luis Aranguren. Y fue en el Aquinas donde conocí a José Antonio Marina. Él era un magnífico estudiante, todo lo contrario que yo.
Se hicieron muy amigos y siguen siéndolo.
Sí, y algún tiempo después nos convertimos en familia. Cuando yo tenía 24 años, mi padre murió, y más tarde José Antonio se casó con mi madre, así que es mi padrastro.
Limpiador en un banco
Al otro lado de la ventana, la primavera ha florecido en una hortensia, un olivo, un naranjo y algunas plantas más que colman una amplia terraza abierta a una tranquila calle próxima al parque del Oeste y la Ciudad Universitaria, por donde pasea cada mañana. Antes iba en bicicleta hasta la Casa de Campo, pero ahora la artrosis no se lo permite. Lo dice sin nostalgia, o al menos no lo aparenta. En cambio, sube el tono de voz cuando habla del deterioro de los parques por la actuación de algunos grupos de jóvenes afectados por «una educación que considera que la perfección es fascista». Eso, la educación en general y la formación humanista en particular, es una de sus grandes preocupaciones. «Se puede estar muy preparado y ser un verdadero zoquete desde el punto de vista de la capacidad para mantener una conversación y el intercambio de emociones e ideas». Pombo, que enciende un cigarrillo tras otro, tiene con su barba recortada y su mirada clara el aspecto de un capitán Ahab de tierra adentro que empezó su carrera como grumete.
Nada más terminar la carrera dio algunas clases y luego se marchó a Londres, donde trabajó como limpiador en un banco. ¿No encontró un empleo mejor?
Estuve aquí tres años como profesor, en tres colegios distintos, mientras preparaba la oposición para una cátedra de instituto. Pero al final me fui a Londres y allí desempeñé trabajos diferentes. Comencé como 'cleaner' en una oficina del Banco Urquijo.
¿Por qué no recurrió a sus vínculos familiares para lograr otro empleo?
Trabajé en lo que pude y ni se me ocurrió pedir recomendaciones a mis primos. En mi casa éramos así, muy independientes.
¿Cómo le fue con esos trabajos?
Le aseguro que limpiar suelos fue una experiencia muy positiva. También estuve luego de telefonista. Y durante un tiempo trabajaba para una agencia que me buscaba casas para limpiar. Vivía en una zona donde residían muchos judíos de clase media acomodada y de vez en cuando me contrataban para que sacara brillo a la cubertería. Mi idea era que uno trabaja en lo que podía, sin pedir favores. Era una idea más vivida que formulada.
Y volvió a estudiar Filosofía.
En 1970 entré en un 'college' de Londres e hice otra vez los cuatro años de la carrera. Allí se enseñaba una Filosofía muy en la tradición empírica anglosajona. Fue la etapa de mi vida en la que más estudié.
Al regresar a Madrid entró de nuevo a trabajar en un banco. ¿No es extraño para alguien con su formación y su vocación?
No crea. Yo nunca había pensado dedicarme a trabajar en algo que hubiera estudiado. Vamos, que no aspiraba a un empleo a la altura de mis títulos. Lo mío era la literatura, y la primera opción fue volver a intentar sacar una cátedra de instituto. Me preparé para ello, me presenté a las pruebas, pero fallé. Y creo que casi me vino bien. Así que entré en el banco, en este caso gracias a un enchufe de Alberto Oliart que me gestionó Juan Benet, y me dieron el título de oficial de primera porque tuvieron en consideración, como antigüedad, los años que había trabajado en Londres.
Y empieza una carrera literaria relativamente tardía. Publicó su primer libro casi con 40 años.
En 1977. Hubo uno antes, en 1973, titulado 'Protocolos', cuya edición me había pagado yo mismo.
Para empezar tan tarde pronto se convirtió en el poeta mejor pagado de la Historia de la Literatura española: 25.000 pesetas por once versos en 1979. ¿Cómo fue aquello?
(Se ríe). Fue un premio. Lo organizó una revista en la que también estaban Molina Foix, Martínez Sarrión, Javier Marías y otros.
Obra dictada
Cuenta Álvaro Pombo que le gusta el cine, pero apenas acude a las salas y espera a que programen las películas en la televisión. También la música, pero la escucha en su casa. Con ambas aficiones ocupa parte de su tiempo, el que le queda tras la charla con los amigos -siempre en el salón donde tiene lugar la entrevista; «nunca voy a un café», asegura- y las tres horas diarias que dedica a escribir. En realidad, a dictar, pues así elabora su obra.
¿Siempre ha sido de esa forma, siempre ha dictado sus libros?
No siempre, pero sí hace mucho tiempo. Empecé cuando el historiador Ricardo de la Cierva, siendo ministro, convocó un premio literario que estaba dotado con 500.000 pesetas. Yo entonces estaba en el departamento de traducciones en el Banco Hispano Americano por las mañanas. Le confieso que el trabajo en un banco aburre a un buey de madera.
¿Por eso se puso a escribir?
Lo hacía por las tardes. El premio era una novela, y entonces yo estaba con la que luego fue 'El héroe de las mansardas de Mansard'. Pero al salir de trabajar comíamos boquerones y bebíamos vino como si estuviéramos en una boda... Cuando llegaba a casa tenía sueño, así que busqué a alguien que me tomara al dictado. Primero a partir de unos papeles que tenía, y luego directamente. Supongo que por eso mi literatura es en buena parte oral.
Y le gustó tanto que siguió así.
Sí, y esa es la razón del aumento de mi producción literaria. Pero es que además soy tecnológicamente torpe y no tengo curiosidad por las nuevas formas de comunicación. De todos modos, el dictado no es más que una puesta sobre el papel de mi costumbre de hablar.
Antes se ha referido a las tertulias que organiza en su casa. ¿Para usted la charla es fundamental?
Absolutamente. Vivo en un mundo oral. Henry James dictaba sus libros. En España, en cambio, hay muy pocos prosistas que lean bien. Yo suelo leer en voz alta, mis textos y los de otros.
Ha ganado casi todos los premios mayores de la literatura en castellano. En realidad le falta el Cervantes...
Es verdad que he ganado muchos, pero el más importante fue el Herralde. Jorge Herralde fue esencial para mí y creo que para más de la mitad de la sociedad editorial española. 'El héroe de las mansardas de Mansard' fue el primer volumen de la colección Narrativas Hispánicas de Anagrama, que seguramente habrá sido la más relevante del último medio siglo.
En cambio, la literatura de hoy mismo parece bajo sospecha, y no solo porque Eduardo Mendoza haya dicho que la gran mayoría de los libros son una birria.
La deploración del presente estado de las cosas me produce un cierto cansancio, aunque a veces yo también caigo en ella. Se puede estar en desacuerdo con lo que se publica, por supuesto, pero a veces el ambiente es excesivamente criticón y entonces nada te parece bien.
Quizá la crítica deba centrarse más bien en el ambiente social. El nivel educativo y cultural del país no parece en su mejor momento, ¿no cree?
Sin duda. Creo que se ha producido una vulgarización general. Tengo una relación afectuosa con la gente, pero es verdad que tenemos una España muy hortera. No hay más que ver qué cosas dan en televisión: 'Gran Hermano' y programas así de horribles. En nuestro entorno hay una falta de impulso trascendente y a cambio tenemos un enorme patio de vecindad.
Polémicas
En ese patio él mismo ha sido tema de conversación en no pocas ocasiones. Con motivo del reconocimiento público de su homosexualidad, y de algunas manifestaciones llamativas sobre ciertos cambios legislativos y sociales, y a causa también de su irrupción en política. Incluso llegó a ser en dos ocasiones candidato al Senado en las listas de UPyD, partido al que ayudó «sobre todo en momentos electorales». Cuenta episodios de aquellos años sin que parezca arrepentido, pese a que la organización política en la que se integró se ha reducido a una mínima expresión.
¿Pensó alguna vez en serio que podía ser elegido y entrar en el Senado?
He bromeado con esa posibilidad. En la Real Academia, Arturo (Pérez-Reverte) y Mingote me llamaban 'el senador' porque les divertía mucho esa faceta mía. Pero le confieso que a mí la política activa me aburre. Hacer política en democracia es muy cansado porque todos tienen derecho a desbaratarlo todo, pero es que esa es la política que hay que hacer. De todos modos, ya tenía experiencia de colaborar con organizaciones porque durante siete años estuve trabajando dos veces por semana en Proyecto Hombre.
Y ahora, ¿qué le pide a la vida?
Salud. Y que me dure un poco. La vida y la salud, quiero decir. Que no se acaben ambas en uno o dos años. Porque pretendo hacer algunas cosas todavía y porque no quiero que terminen tan pronto algunas relaciones. En realidad, pediría a la vida que no se acabara nunca, pero eso sería una gansada, claro.
¿Se arrepiente de algo? ¿Qué cosas no haría si volviera a vivir?
No me arrepiento de nada. Me he equivocado muchas veces, también en lo amoroso. Soy impaciente, posesivo, muy de absolutos. Del modelo 'contigo pan y cebolla'. Pero a estas alturas ya soy consciente de que la vida no puede ser todo el tiempo una pasión wagneriana.
¿A qué tiene miedo?
Siempre decía que no temía la muerte, pero después de un episodio grave de salud que viví el año pasado creo que ahora sí tengo miedo a la invalidez. Llevo tres años con reúma, y eso me ha hecho temer el dolor. Quizá el resumen de todo esto que le estoy contando es que temo dejar de ser. O que dejen de ser quienes he amado y amo. Y temo al abandono.
Si supiera que iba a morir en 24 horas, ¿hay muchas personas a las que correría a pedir perdón?
Pedir perdón es esencial. Hay que hacerlo con quien te relacionas. Si debía hacerlo, yo lo he pedido sin problema. A mí aquello de 'Love story' de «amar es no tener que decir nunca lo siento» siempre me ha parecido una chorrada.
¿Qué epitafio escribiría para sí mismo?
No lo sé. El final tiene siempre un punto cómico. Ya he escrito humorísticamente sobre las pompas fúnebres. No lo tengo pensado. Y, de todos modos, si los demás quieren un epitafio, te lo van a poner.
Nació en Santander en 1939, en el seno de una familia poblada de apellidos ilustres. Se licenció en Filosofía en la Complutense de Madrid y luego se tituló también en Filosofía por el Birbeck College de Londres.
Actividad. Trabajó como profesor, luego se fue a Londres, donde limpió casas y oficinas bancarias mientras estudiaba.
Su obra: De nuevo en España, estuvo empleado en el Banco Hispano Americano, al tiempo que comenzaba a desarrollar su carrera literaria. Su primer libro (con la excepción de un poemario cuya edición pagó él mismo) se publicó cuando tenía casi 40 años. El lanzamiento real de su carrera literaria se produjo con 'El héroe de las mansardas de Mansard', novela con la que ganó el premio Herralde en 1983. Desde entonces, ha obtenido los de la Crítica, Fastenrath, José Manuel Lara, Ciudad de Barcelona, Salambó, Planeta, Nadal, Comunidad de Madrid y otros. Su última novela es 'Un gran mundo' (Ed. Destino). Fue elegido académico de la Lengua en 2002.
Política: Fue cofundador de UPyD y se presentó como candidato al Senado por esa fuerza política en 2008 y 2011.
Creo que fue un mal estudiante...
Tuve que repetir lo que entonces era Quinto de Bachillerato porque falsifiqué las notas. Y lo hice porque era un estudiante muy malo, claro.
Vaya disgusto para sus padres, porque además usted era hijo único.
Pero por otro lado hacía cosas diferentes. Por ejemplo, ese mismo curso en el que me echaron del colegio, publiqué en la revista que hacían allí seis artículos con seudónimo... Tras la expulsión, me mandaron a los Jesuitas de Valladolid, donde conocí a José María Cagigal, que luego sería el impulsor del Instituto Nacional de Educación Física.
¿De qué escribía en esos años?
De muchas cosas: imitaba las voces de los padres predicadores, invitaba a los niños a confesarse y comulgar... A los profesores les gustaban mis artículos. Recuerdo uno que hice a los 14 años. Nos habían pedido una redacción sobre el otoño y mis compañeros escribieron sobre la melancolía de la estación. En cambio, la mía reflejaba una visión mucho más luminosa y me destacaron por ello.
Alguna vez ha dicho que de niño tenía mucha labia y sus padres le mandaban a entretener a las visitas. ¿Qué les contaba?
Recitaba poesías (comienza a entonar los primeros versos de la 'Marcha triunfal' de Rubén Darío: «¡Ya viene el cortejo!/ ¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines...»), fantaseaba, gesticulaba mucho... Siempre he tenido un gran éxito con las señoras y con las chicas.
¿Cómo le fue en Valladolid? Estaba lejos de casa y la vida en esa ciudad tenía que ser muy distinta.
Estaba interno, pero me encantaba, como me encantó luego hacer la mili, sobre todo cuando estuve de prácticas en Melilla.
Pero eso sucedió durante las milicias universitarias, cuando estaba estudiando Filosofía en la Complutense de Madrid. Siendo hijo de una familia con los apellidos Pombo, Ybarra y Botín no tendría problemas para integrarse en la jet madrileña.
Nunca he tenido problemas para integrarme en ningún lugar. Residí en el colegio mayor Aquinas. Allí conocí a Luis de Pablo, que nos daba unas charlas sobre música contemporánea que eran muy parecidas a lo que cuenta Thomas Mann en 'Doktor Faustus'. Hasta nos hablaba de Pierre Boulez. En la Facultad estaba José Luis Aranguren. Y fue en el Aquinas donde conocí a José Antonio Marina. Él era un magnífico estudiante, todo lo contrario que yo.
Se hicieron muy amigos y siguen siéndolo.
Sí, y algún tiempo después nos convertimos en familia. Cuando yo tenía 24 años, mi padre murió, y más tarde José Antonio se casó con mi madre, así que es mi padrastro.
Limpiador en un banco
Al otro lado de la ventana, la primavera ha florecido en una hortensia, un olivo, un naranjo y algunas plantas más que colman una amplia terraza abierta a una tranquila calle próxima al parque del Oeste y la Ciudad Universitaria, por donde pasea cada mañana. Antes iba en bicicleta hasta la Casa de Campo, pero ahora la artrosis no se lo permite. Lo dice sin nostalgia, o al menos no lo aparenta. En cambio, sube el tono de voz cuando habla del deterioro de los parques por la actuación de algunos grupos de jóvenes afectados por «una educación que considera que la perfección es fascista». Eso, la educación en general y la formación humanista en particular, es una de sus grandes preocupaciones. «Se puede estar muy preparado y ser un verdadero zoquete desde el punto de vista de la capacidad para mantener una conversación y el intercambio de emociones e ideas». Pombo, que enciende un cigarrillo tras otro, tiene con su barba recortada y su mirada clara el aspecto de un capitán Ahab de tierra adentro que empezó su carrera como grumete.
Nada más terminar la carrera dio algunas clases y luego se marchó a Londres, donde trabajó como limpiador en un banco. ¿No encontró un empleo mejor?
Estuve aquí tres años como profesor, en tres colegios distintos, mientras preparaba la oposición para una cátedra de instituto. Pero al final me fui a Londres y allí desempeñé trabajos diferentes. Comencé como 'cleaner' en una oficina del Banco Urquijo.
¿Por qué no recurrió a sus vínculos familiares para lograr otro empleo?
Trabajé en lo que pude y ni se me ocurrió pedir recomendaciones a mis primos. En mi casa éramos así, muy independientes.
¿Cómo le fue con esos trabajos?
Le aseguro que limpiar suelos fue una experiencia muy positiva. También estuve luego de telefonista. Y durante un tiempo trabajaba para una agencia que me buscaba casas para limpiar. Vivía en una zona donde residían muchos judíos de clase media acomodada y de vez en cuando me contrataban para que sacara brillo a la cubertería. Mi idea era que uno trabaja en lo que podía, sin pedir favores. Era una idea más vivida que formulada.
Y volvió a estudiar Filosofía.
En 1970 entré en un 'college' de Londres e hice otra vez los cuatro años de la carrera. Allí se enseñaba una Filosofía muy en la tradición empírica anglosajona. Fue la etapa de mi vida en la que más estudié.
Al regresar a Madrid entró de nuevo a trabajar en un banco. ¿No es extraño para alguien con su formación y su vocación?
No crea. Yo nunca había pensado dedicarme a trabajar en algo que hubiera estudiado. Vamos, que no aspiraba a un empleo a la altura de mis títulos. Lo mío era la literatura, y la primera opción fue volver a intentar sacar una cátedra de instituto. Me preparé para ello, me presenté a las pruebas, pero fallé. Y creo que casi me vino bien. Así que entré en el banco, en este caso gracias a un enchufe de Alberto Oliart que me gestionó Juan Benet, y me dieron el título de oficial de primera porque tuvieron en consideración, como antigüedad, los años que había trabajado en Londres.
Y empieza una carrera literaria relativamente tardía. Publicó su primer libro casi con 40 años.
En 1977. Hubo uno antes, en 1973, titulado 'Protocolos', cuya edición me había pagado yo mismo.
Para empezar tan tarde pronto se convirtió en el poeta mejor pagado de la Historia de la Literatura española: 25.000 pesetas por once versos en 1979. ¿Cómo fue aquello?
(Se ríe). Fue un premio. Lo organizó una revista en la que también estaban Molina Foix, Martínez Sarrión, Javier Marías y otros.
Obra dictada
Cuenta Álvaro Pombo que le gusta el cine, pero apenas acude a las salas y espera a que programen las películas en la televisión. También la música, pero la escucha en su casa. Con ambas aficiones ocupa parte de su tiempo, el que le queda tras la charla con los amigos -siempre en el salón donde tiene lugar la entrevista; «nunca voy a un café», asegura- y las tres horas diarias que dedica a escribir. En realidad, a dictar, pues así elabora su obra.
¿Siempre ha sido de esa forma, siempre ha dictado sus libros?
No siempre, pero sí hace mucho tiempo. Empecé cuando el historiador Ricardo de la Cierva, siendo ministro, convocó un premio literario que estaba dotado con 500.000 pesetas. Yo entonces estaba en el departamento de traducciones en el Banco Hispano Americano por las mañanas. Le confieso que el trabajo en un banco aburre a un buey de madera.
¿Por eso se puso a escribir?
Lo hacía por las tardes. El premio era una novela, y entonces yo estaba con la que luego fue 'El héroe de las mansardas de Mansard'. Pero al salir de trabajar comíamos boquerones y bebíamos vino como si estuviéramos en una boda... Cuando llegaba a casa tenía sueño, así que busqué a alguien que me tomara al dictado. Primero a partir de unos papeles que tenía, y luego directamente. Supongo que por eso mi literatura es en buena parte oral.
Y le gustó tanto que siguió así.
Sí, y esa es la razón del aumento de mi producción literaria. Pero es que además soy tecnológicamente torpe y no tengo curiosidad por las nuevas formas de comunicación. De todos modos, el dictado no es más que una puesta sobre el papel de mi costumbre de hablar.
Antes se ha referido a las tertulias que organiza en su casa. ¿Para usted la charla es fundamental?
Absolutamente. Vivo en un mundo oral. Henry James dictaba sus libros. En España, en cambio, hay muy pocos prosistas que lean bien. Yo suelo leer en voz alta, mis textos y los de otros.
Ha ganado casi todos los premios mayores de la literatura en castellano. En realidad le falta el Cervantes...
Es verdad que he ganado muchos, pero el más importante fue el Herralde. Jorge Herralde fue esencial para mí y creo que para más de la mitad de la sociedad editorial española. 'El héroe de las mansardas de Mansard' fue el primer volumen de la colección Narrativas Hispánicas de Anagrama, que seguramente habrá sido la más relevante del último medio siglo.
En cambio, la literatura de hoy mismo parece bajo sospecha, y no solo porque Eduardo Mendoza haya dicho que la gran mayoría de los libros son una birria.
La deploración del presente estado de las cosas me produce un cierto cansancio, aunque a veces yo también caigo en ella. Se puede estar en desacuerdo con lo que se publica, por supuesto, pero a veces el ambiente es excesivamente criticón y entonces nada te parece bien.
Quizá la crítica deba centrarse más bien en el ambiente social. El nivel educativo y cultural del país no parece en su mejor momento, ¿no cree?
Sin duda. Creo que se ha producido una vulgarización general. Tengo una relación afectuosa con la gente, pero es verdad que tenemos una España muy hortera. No hay más que ver qué cosas dan en televisión: 'Gran Hermano' y programas así de horribles. En nuestro entorno hay una falta de impulso trascendente y a cambio tenemos un enorme patio de vecindad.
Polémicas
En ese patio él mismo ha sido tema de conversación en no pocas ocasiones. Con motivo del reconocimiento público de su homosexualidad, y de algunas manifestaciones llamativas sobre ciertos cambios legislativos y sociales, y a causa también de su irrupción en política. Incluso llegó a ser en dos ocasiones candidato al Senado en las listas de UPyD, partido al que ayudó «sobre todo en momentos electorales». Cuenta episodios de aquellos años sin que parezca arrepentido, pese a que la organización política en la que se integró se ha reducido a una mínima expresión.
¿Pensó alguna vez en serio que podía ser elegido y entrar en el Senado?
He bromeado con esa posibilidad. En la Real Academia, Arturo (Pérez-Reverte) y Mingote me llamaban 'el senador' porque les divertía mucho esa faceta mía. Pero le confieso que a mí la política activa me aburre. Hacer política en democracia es muy cansado porque todos tienen derecho a desbaratarlo todo, pero es que esa es la política que hay que hacer. De todos modos, ya tenía experiencia de colaborar con organizaciones porque durante siete años estuve trabajando dos veces por semana en Proyecto Hombre.
Y ahora, ¿qué le pide a la vida?
Salud. Y que me dure un poco. La vida y la salud, quiero decir. Que no se acaben ambas en uno o dos años. Porque pretendo hacer algunas cosas todavía y porque no quiero que terminen tan pronto algunas relaciones. En realidad, pediría a la vida que no se acabara nunca, pero eso sería una gansada, claro.
¿Se arrepiente de algo? ¿Qué cosas no haría si volviera a vivir?
No me arrepiento de nada. Me he equivocado muchas veces, también en lo amoroso. Soy impaciente, posesivo, muy de absolutos. Del modelo 'contigo pan y cebolla'. Pero a estas alturas ya soy consciente de que la vida no puede ser todo el tiempo una pasión wagneriana.
¿A qué tiene miedo?
Siempre decía que no temía la muerte, pero después de un episodio grave de salud que viví el año pasado creo que ahora sí tengo miedo a la invalidez. Llevo tres años con reúma, y eso me ha hecho temer el dolor. Quizá el resumen de todo esto que le estoy contando es que temo dejar de ser. O que dejen de ser quienes he amado y amo. Y temo al abandono.
Si supiera que iba a morir en 24 horas, ¿hay muchas personas a las que correría a pedir perdón?
Pedir perdón es esencial. Hay que hacerlo con quien te relacionas. Si debía hacerlo, yo lo he pedido sin problema. A mí aquello de 'Love story' de «amar es no tener que decir nunca lo siento» siempre me ha parecido una chorrada.
¿Qué epitafio escribiría para sí mismo?
No lo sé. El final tiene siempre un punto cómico. Ya he escrito humorísticamente sobre las pompas fúnebres. No lo tengo pensado. Y, de todos modos, si los demás quieren un epitafio, te lo van a poner.
Nació en Santander en 1939, en el seno de una familia poblada de apellidos ilustres. Se licenció en Filosofía en la Complutense de Madrid y luego se tituló también en Filosofía por el Birbeck College de Londres.
Actividad. Trabajó como profesor, luego se fue a Londres, donde limpió casas y oficinas bancarias mientras estudiaba.
Su obra: De nuevo en España, estuvo empleado en el Banco Hispano Americano, al tiempo que comenzaba a desarrollar su carrera literaria. Su primer libro (con la excepción de un poemario cuya edición pagó él mismo) se publicó cuando tenía casi 40 años. El lanzamiento real de su carrera literaria se produjo con 'El héroe de las mansardas de Mansard', novela con la que ganó el premio Herralde en 1983. Desde entonces, ha obtenido los de la Crítica, Fastenrath, José Manuel Lara, Ciudad de Barcelona, Salambó, Planeta, Nadal, Comunidad de Madrid y otros. Su última novela es 'Un gran mundo' (Ed. Destino). Fue elegido académico de la Lengua en 2002.
Política: Fue cofundador de UPyD y se presentó como candidato al Senado por esa fuerza política en 2008 y 2011.
TITULO: Saber y Ganar,.
foto / "Saber y Ganar",
un programa presentado
por Jordi Hurtado.
(Aplauso)
Bienvenidos, amigos espectadores,
"Saber y Ganar" con todos ustedes.
Bienvenidos, nueva edición.
Queremos iniciar esta edición
deseándoles lo mejor,
que lo pasen muy bien
en este programa
de reencuentro con todos ustedes,
programa veraniego
con dos concursantes.
Y hoy no estará porque no superó
en el programa anterior el Reto,
pero lo ha hecho muy bien
Manuel Morales
de Parets del Vallés.
Casi 7000 euros, casi Magnífico.
Y le dimos la invitación,
tiene la invitación
para volver el fin de semana.
Manuel, ojalá que pronto
vuelva a estar aquí.
Y hoy tenemos a Jaume y a Joan,
Joan y Jaume, ¡bienvenidos!
Sí, Jaume del Pozo, de Sabadell.
¿Qué tal, Jaume?
Muy bien, Jordi, un día más aquí.
Una jornada más, a seguir adelante.
Químico, técnico de análisis,
industria farmacéutica.
Eso es.
Tenemos un programa hoy
extraordinario.
Variado.
A ganar muchos puntos.
Gracias.
Que vaya todo muy bien.
Usted sabe lo que es ser Magnífico,
lo fue en 2018.
Cierto.
¿Y conoce a Joan, a su compañero?
No había tenido el gusto
de verlo en directo,
solo por la tele.
Solo por la tele.
Se han conocido, pero a distancia,
eso sí.
Sí.
Con la distancia correcta.
Joan vuelve a estar con nosotros,
Magnífico también en 2013.
En 2013, hace un poco más.
Estamos grabando estos programas
en los momentos
en los que todavía
los concursantes
de otras provincias,
en el momento
en que los estamos grabando,
no pueden venir
a los estudios de Sant Cugat
y hemos podido tener la presencia
de Joan Escudé.
¿Qué tal, Joan? ¿Cómo lo lleva?
Pues muy bien, encantado
de que hayáis pensado en mí
para este reencuentro.
Y usted sabe muy bien
lo que es no poder moverse,
cambiar de provincia.
Está deseando ya
poder hacerlo, ¿verdad?
Porque cuéntenos,
Laura, su compañera, está en...
Ahora mi chica está en Sevilla,
está trabajando allí
y desde marzo que no nos vemos.
Que no se han visto desde marzo,
¡por favor!
¡Por favor,
ya que se puedan reunir!
Joan, mucha suerte.
Muchas gracias.
Profesor en la Escuela Superior
de Conservación y Restauración
de Bienes Culturales.
Ahí estamos.
Mucha suerte. Marcadores a cero.
Juanjo Cardenal,
fíjate lo que ha ocurrido
con esta historia
del confinamiento.
Sí, no es un caso raro.
No se crea usted que el patio
de su casa es particular,
ni mucho menos.
Sí.
Muchísimos casos
parecidos al de Joan,
evidentemente, esas personas
que nos están viendo.
Vamos a jugar ya a Anagrama,
la primera prueba que tenemos
para los concursantes.
Va a empezar Jaume.
Bien.
Va a estrenar usted Anagrama.
Y le presentamos dos temas.
Veamos.
Hoy tenemos, mire,
embarcaciones
y también tenemos ríos.
En el anterior programa
teníamos los puentes.
Programa anterior.
Pues hoy tenemos ríos,
pero eso sí, de España.
Porque como este verano
vamos a hacer
mucho turismo en España,
ríos de España.
Vamos a conocerlos mejor.
Cogemos los ríos.
¿Coge los ríos?
¿Le deja las embarcaciones
al profesor?
Sí.
Es un tema que se me escapa un poco.
Pues ríos de España.
Atención, oído cocina, compañero.
Ríos de España,
un poquito de geografía
porque nos apetece.
Anagrama, siete anagramas.
Adelante, suerte y tiempo.
Segura.
Correcto.
Di... Paso.
Duero.
Correcto.
Le... Le...
Ge... ¡Genil!
Correcto.
Jarama.
Correcto.
Paso.
Tormes.
Correcto.
Leído.
Di... ¿"Dielo"?
No es correcto.
"Dielo".
"Doile".
Tampoco.
Paso.
Carena.
¿"Necare"?
¿"Narca"?
Enarca.
No es correcto.
¡Tiempo!
¡Oh!
Narcea.
¡Ay, sí!
Narcea.
Era el río Narcea.
Y arriba Leído, el Odiel.
¡Madre!
¡El Odiel!
Han quedado Narcea y Odiel.
Cinco ríos
que sí que ha descubierto,
cinco anagramas
que son 100 puntitos.
Fue muy rápido
cuando dijo Juanjo Ingle.
¡Genil! ¿Verdad?
O Ruedo, Duero.
Majara, Jarama.
Esa es la mejor.
Sí, ha sido divertido.
100 puntos tiene Jaume.
¿Qué tal, Joan, las embarcaciones?
Pues yo más allá de algún ferri
que he cogido, poco más.
¡No sé si aparece por aquí!
Vamos a dar un paseo por el mar
y a ver si descubre
los siete tipos de embarcaciones
que se esconden en estos anagramas.
Un minutito, 20 puntos por acierto.
Joan, es la primera vez que juega
aquí en el plató, 200 al pleno.
Suerte. ¿Nos acompañan?
Jueguen en casa. Tiempo.
Galera.
Correcto.
¿Avión?
No es correcto.
Paso.
Paso.
Góndola.
Correcto.
Paso.
Goleta.
Correcto.
Velero.
Correcto.
Ovina.
Paso.
Ternaria.
Paso.
Urbanismo.
Prototipo de embarcaciones.
Embarcaciones.
No lo veo.
Estamos en el mar. ¿No la ve?
No la ve porque urbanismo
es que estaba en el fondo del mar.
Ah, submarino.
Submarino, efectivamente.
Ovina, estamos ahí arriba, navío.
¿Y qué me queda?
Ternaria, una trainera.
Claro, una trainera.
Pues han sido cuatro embarcaciones,
Joan, que son 80 puntos.
Esta es la primera prueba,
Anagrama.
Y seguimos con la batería,
llega la batería de Sabios,
aquí tenemos la Pregunta Exprés
para los espectadores.
Va a abrir la batería Joan
y si no falla, ya sabe,
a seguir respondiendo.
Vamos con la batería.
Adelante, Juanjo, y tiempo.
Si Nueva York es la Gran Manzana,
Los Ángeles es...
Naranja.
Correcto.
¿En qué género está especializado
el Festival de Cine de Sitges?
Fantástico.
Correcto.
¿Cuántas sílabas tiene
un verso endecasílabo?
11.
Correcto.
Berta Isla, la protagonista
de la última novela
de Javier Marías,
vive a caballo entre España...
Argentina.
No es correcto. Cambio.
¿Quién es el protagonista
del wéstern "El fuera de la ley"?
Paul Newman.
No es correcto. Cambio.
¿En qué provincia extremeña
se encuentra
la Mancomunidad de La Vera?
Cáceres.
Correcto.
¿Qué lleva siempre consigo Linus,
uno de los amigos
de Charlie Brown?
Una mantita.
Correcto.
¿Cómo se titula
la primera encíclica
escrita por el papa Francisco?
"Laudato si".
No es correcto. Cambio.
¿De qué población catalana
era originario
el trío musical La Trinca?
De Canet.
Correcto.
¿Cuántas semanas en globo
pasó el doctor Samuel Ferguson
en la novela de Julio Verne?
Cinco.
Correcto.
¿Cuál era el nombre de pila
de la que fue presidenta
de Filipinas, Cory Aquino?
Corazón.
Correcto.
¿En qué país nació Eddy Merckx,
considerado el mejor ciclista
de la historia?
En Bélgica.
Correcto.
¿Cómo consiguió Geppetto la madera
para construir a Pinocho?
Se la encontró.
No es correcto. Cambio.
¿A qué país pertenece
el archipiélago de Svalbard?
Noruega.
Correcto.
¿La biografía de qué personaje
se recrea en la película
"El aviador"?
Howard Hughes.
Correcto.
¿Qué modelo económico
se basa en el aprovechamiento
de recursos como el reciclaje?
Circular.
Correcto.
¿Con qué país asiático
relaciona a los Jemeres Rojos?
¡Tiempo!
Con... No llegó, no apareció.
No apareció. Por lo tanto,
pasó el tiempo
dedicado estos dos minutos
a la batería de Sabios.
Hay que conseguir, hay que saber
qué ocurrió con Geppetto.
La madera, ¿cómo consiguió
Geppetto esa madera
para construir a Pinocho?
¡Esa es una gran incógnita, Jaume!
Pues se la regalaron.
Vaya.
"Entonces el maestro Cereza
vio la oportunidad
de deshacerse de ese tronco
de madera tan extraño,
se lo regaló a Geppetto
y este, loco de contento,
volvió a casa con el trozo
de madera bajo el brazo
pensando en el nombre
que le pondría al títere.
Lo llamaré Pinocho".
Pinocho.
Y otra de las preguntas
que se han fallado, por ejemplo,
Joan, cómo se titula
la primera encíclica
escrita por el papa Francisco.
Es "Lumen fidei".
Muchas gracias, eminencia.
Marcadores: 180 Jaume, Joan 240.
Y tras esa batería,
llegan las Preguntas Calientes.
Sí, tenemos diez preguntas
en total.
Estamos en verano y en verano
hay platos que apetecen,
apetecen más, claro, en verano,
¿verdad?, refrescantes.
Refrescantes.
¿Le gusta el melón con jamón?
Jaume, ¿le apetece ahora?
No mucho.
Soy más de gazpacho.
Bueno, bueno.
Pues atención a esta pregunta
del Sabio.
Juanjo, prepara otra de gazpacho
para otro día.
Venga.
Adelante.
Eso está hecho.
Vamos a ver, la primera pregunta.
Una de las comidas más típicas
del verano es el melón con jamón.
Fresco, ligero
y rápido de preparar,
es un primer plato ideal
para los días caniculares.
¿Saben ustedes cuántas calorías
tienen 100 gramos de melón?
100 gramos de melón.
¿Cuántas calorías?
Jaume, ¿cuántas?
Unas 40.
Sí, señor. Vamos a ver,
tengo aquí una nota de dirección
que me pone:
"Aceptaremos valores
entre 30 y 40 calorías".
Porque exactamente son 34.
Vaya.
Los mismos gramos de jamón serrano
tienen 220 calorías.
¡Toma, qué diferencia!
Mejor melón con melón.
Bueno, hay mucha agua, ¿verdad?
Sí, claro.
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