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DESAYUNO CENA FIN DOMINGO - REVISTA BLANCO Y NEGRO -El salto olímpico de China ,.
DESAYUNO CENA FIN DOMINGO - REVISTA BLANCO Y NEGRO - El salto olímpico de China . , fotos,.
El salto olímpico de China,.
Los Juegos de verano de 2008 en Pekín confirmaron al país asiático como una superpotencia y los de invierno de 2022 reflejarán, si nada lo remedia, la Guerra Fría que ha provocado el brutal auge del gigante amarillo,.
Pocos años han logrado provocar más optimismo y sentimiento patriótico en China que 2001. Después de dos décadas de apertura, marcó un punto de inflexión en la visión que el mundo tenía del hasta entonces dragón dormido: en julio, el Comité Olímpico Internacional decidió encargar a Pekín la organización de los Juegos Olímpicos de 2008, y la capital lo celebró por todo lo alto con un gran espectáculo pirotécnico; en diciembre se produjo otro hito que iba a tener consecuencias más profundas en la transformación del orden mundial cuando, después de larguísimas negociaciones, la Organización Mundial del Comercio aceptó a China como miembro de pleno derecho.
«Nuestros esfuerzos han tenido recompensa. El mundo ha comenzado a entender a China mejor», sentenció en Moscú el secretario general del proyecto de Pekín 2008, Wang Wei, cuando se enteró de que había vencido a Toronto, París y Estambul. José Antonio Samaranch, que leyó el resultado de la votación final, sigue siendo hoy uno de los españoles más reconocidos en el gigante asiático, que prometió la mejor Olimpiada de la historia y no defraudó: fue su puesta de largo como superpotencia y coincidió con su ascenso al podio económico mundial tras desbancar a Alemania del tercer puesto en el ranking de PIB.
«Hoy la Cámara de Representantes ha dado un paso histórico para asegurar la prosperidad en Estados Unidos, la reforma de China, y la paz mundial. Abrirá las puertas del comercio de América y llevará nueva esperanza de cambio a China», declaró el presidente Bill Clinton después de la votación que permitió normalizar las relaciones comerciales entre las dos potencias y facilitó el acceso de Pekín a la OMC. Muchos comenzaron a referirse a las relaciones entre China y Occidente utilizando la fórmula empresarial 'win-win', que representa un beneficio mutuo. El objetivo era propiciar que China comenzase a jugar con las reglas del capitalismo y del libre mercado.
Erradicar la pobreza
Sin duda, la globalización dio un salto: el capital extranjero inundó el país más poblado del mundo, que llenó la costa este de fábricas, creó millones de empleos y comenzó a erradicar la pobreza como no ha hecho ningún otro. Poco a poco, la exportación de productos chinos fue creando clases medias y altas que convirtieron al país no solo en una base manufacturera de 'todo a cien', sino también en un mercado más que apetecible. En 2010, coincidiendo con la Exposición Universal de Shanghái, China superó en PIB a Japón. Ahora es el único país capaz de plantar cara a la hegemonía estadounidense.
Ya lo advirtió Napoleón: «Dejad que China duerma, porque cuando despierte sacudirá el mundo», se supone que dijo. Independientemente de que los historiadores no se pongan de acuerdo sobre si las palabras las pronunció el militar francés, la frase no pudo ser más premonitoria. Entre 1977 -tras la muerte de Mao Zedong- y 1997, su PIB se cuadruplicó, y en el siglo XXI se ha convertido en la principal locomotora económica global. Además, ha dado un salto cualitativo para convertirse en la potencia tecnológica que lidera tecnologías como el 5G o la inteligencia artificial, capaz incluso de retar a Estados Unidos en la exploración de Marte, una odisea que comenzó este pasado mes de julio el Tianwen-1.
Pekín 2008, con la construcción de edificios espectaculares y la milimétrica precisión en su gestión, reflejó bien la ambición de China. No en vano, ninguna otra Olimpiada ha superado la espectacularidad de la ceremonia de inauguración diseñada por el cineasta Zhang Yimou. Pero, ahora, con Xi Jinping al timón del país, esa ambición se está volviendo en su contra. Y, aunque en 2022 la capital china se convertirá en la única ciudad que celebra tanto los Juegos de verano como los de invierno, puede que no sea una cita especialmente feliz.
Es más, ya hay quienes piden su boicot. La situación cada vez se parece más a la que se vivió en las dos primeras citas olímpicas de la década de 1980, cuando 66 países dieron la espalda a la Olimpiada de Moscú por la invasión rusa de Afganistán y 17 países de la esfera soviética hicieron lo propio cuatro años después con la de Los Ángeles. Ahora, la amenaza comunista que temen los políticos americanos más neoliberales no viene de la URSS, sino de China.
Al fin y al cabo, el auge del Gran Dragón no ha sido únicamente económico. También han crecido su influencia política en el mundo -nada lo refleja mejor que el proyecto para vertebrar el planeta a lo largo de la nueva Ruta de la Seda- y su beligerancia militar -que provoca choques con Estados Unidos, pero también con India, Japón, y los países del sudeste asiático-. Aunque Pekín reitera que no tiene ambición hegemónica y que no se inmiscuye en los asuntos internos de otros países, lo cierto es que ya cuenta con una base militar en África, invierte grandes sumas en la modernización de sus Fuerzas Armadas, y no se arredra ante las advertencias de las potencias tradicionales.
Al contrario, ha adoptado una actitud mucho más agresiva que se conoce ya como la diplomacia 'Wolf Warrior' (lobo guerrero), en referencia a las homónimas películas de acción de corte nacionalista. Sus representantes rebaten con fuerza las críticas sobre el tratamiento que dispensa a los musulmanes uigures en Xinjiang -que han sido recluidos en campos de reeducación-, y amenaza con represalias a quienes denuncian la promulgación de la Ley de Seguridad Nacional para Hong Kong, un territorio en el que se teme la irrupción prematura del autoritarismo comunista.
Levantar la cabeza
«China ya no es ese país que no levanta la cabeza cuando abusan de él», señaló la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, Hua Chunying, en una rueda de prensa. Compañeros suyos han llegado incluso a insinuar que la pandemia del coronavirus fue provocada por soldados estadounidenses que participaron en los juegos de Wuhan. A la tradicional arma arrojadiza de los Derechos Humanos, se han sumado los aranceles de la guerra económica y la disputa con Huawei en el frente de batalla tecnológico.
Pero no todo en este conflicto es de guante blanco. En el Mar del Sur de China el enfrentamiento coquetea con lo físico, ya que buques de guerra y aviones de reconocimiento de las dos superpotencias a menudo se ven las caras en estas aguas cuya soberanía Pekín reclama para sí a pesar de que quedan a cientos de kilómetros de su costa más cercana. Y, en las últimas semanas, la tensión diplomática ha alcanzado su máximo con el cierre obligado del Consulado de China en Houston y la clausura, en represalia, de la legación diplomática estadounidense en Chengdu.
«Occidente siempre ha buscado una China sumisa que sirva a sus intereses. Que juegue con sus reglas y se transforme como quieren las potencias que mantienen su mentalidad colonialista. Los británicos lo lograron por la fuerza tras las Guerras del Opio, y ahora se buscan otras formas más sibilinas», comenta en Shanghái a este periódico un profesor de Finanzas de la Universidad de Fudan que prefiere mantenerse en el anonimato. «Sin embargo, China ha demostrado que la democracia liberal no es el único modelo de éxito, y puede convertirse en inspiración para otros países que buscan un desarrollo diferente al que se les quiere imponer con el fin de que las potencias tradicionales continúen beneficiándose», añade.
El secretario de Estado americano, Mike Pompeo, elevó las disputas al territorio ideológico en un incendiario discurso la semana pasada. «Cambiar la actitud del Partido Comunista no puede ser solo la misión del pueblo chino, porque las naciones del mundo libre deben defender su libertad. Y tengo fe en que podemos hacerlo porque ya lo hemos conseguido en otras ocasiones. El Partido Comunista está cometiendo los mismos errores en los que incurrió la Unión Soviética!», afirmó, añadiendo que China representa un peligro mayor porque es un pilar de la globalización, pero se mostró optimista porque «el mundo está despertando» y «juntos tenemos el poder suficiente para responder a este reto».
Pompeo aseguró que «es el momento de actuar», y no tuvo inconveniente en dibujar un futuro apocalíptico: «Si hincamos ahora la rodilla, los hijos de nuestros hijos estarán a merced del Partido Comunista de China. El secretario general Xi no está destinado a gobernar para siempre, salvo que lo permitamos», afirmó. Para evitar que eso suceda, el político pidió al resto de países que siga los pasos de Estados Unidos: «Insistir en la reciprocidad, la transparencia y la exigencia de responsabilidad».
Sin separación de poderes
Esos últimos puntos son también los que llevan décadas exigiendo las empresas extranjeras establecidas en el gigante asiático. «El problema está en la falta de separación de poderes, porque todo está supeditado a los intereses del Partido Comunista. No se diferencia entre Estado, gobierno, y Partido. Además, la ambigüedad y la arbitrariedad son las principales características del régimen. Todas las leyes dejan puertas abiertas a la interpretación interesada, y el sistema económico está diseñado para que siempre sea China la que salga ganando. De ahí que las empresas exijamos reciprocidad, porque no es justo que a nosotros se nos pongan barreras para proteger a empresas chinas que luego disfrutan de todas las ventajas para acceder a nuestros mercados», critica un empresario español afincado en Shanghái que tampoco quiere revelar su identidad por miedo a represalias.
«China apuesta por el multilateralismo, pero Estados Unidos está forzando al mundo a tomar partido en un mundo bipolar que le conviene, consciente de que a los países democráticos les resulta difícil justificar una alianza con China en esta situación. Lo ha hecho con Reino Unido y el 5G, y trata de conseguirlo con el resto del mundo anglosajón y la Unión Europea», opina el académico de Fudan. «Pero quizá en esta ocasión el mundo en vías de desarrollo, al que China ha tratado con más deferencia, tenga más voz y acabe por escorar la balanza hacia el lado contrario», sentencia. Sin duda, los paralelismos con la Guerra Fría resultan más que evidentes.
TITULO: Las rutas Capone - Un millón de reclamaciones contra las aerolíneas,.
Un millón de reclamaciones contra las aerolíneas,.
Pasajeros
de vuelos cancelados por la pandemia saturan juzgados y organismos
administrativos para tratar de recuperar el importe de sus billetes, fotos,.
El día de Reyes llegó en casa de la familia de Imanol Reino con unos billetes de avión debajo del árbol. A finales de julio volaría junto a su esposa y sus dos hijos desde Bilbao, cerca de donde residen, a Austria, para iniciar allí un periplo familiar de una semana de duración por Centroeuropa. Tras el confinamiento, el 30 de junio sus planes vacacionales se empezaron a desmoronar. Vueling, la compañía a la que habían adquirido los pasajes, anunciaba en su página web que suspendía todos sus trayectos internacionales, a excepción de París y Londres. Nunca lograron que la aerolínea les dijera qué iba a pasar con sus planes vacacionales ni con el importe de sus billetes, hasta la misma víspera del despegue, previsto para el 31 de julio.
Con un día de antelación, la empresa informaba en internet de que su vuelo estaba cancelado e invitaba a los damnificados a solicitar el reembolso. Las palabras estaban huecas. «Cuando conseguí hablar con ellos nos dijeron que esos vuelos no eran en realidad suyos, que los operaba la compañía austriaca Level Europa, y nos remitieron a su web, donde ésta explica, en inglés y en alemán, que ha quebrado y que se encuentra en concurso de acreedores. Insistí en que nosotros les compramos los billetes a ellos y acabaron colgándome el teléfono».
Ante el laberinto burocrático con destino a ninguna parte que se abría ante sí, Imanol dio por perdidos los 500 euros que habían pagado en Navidad por los boletos. Un amigo abogado le animó a recurrir a una asociación de consumidores, a la que se ha adscrito. Allí le han dado esperanzas, pero le han advertido, eso sí, de que haga acopio de paciencia. «Es la primera vez que interpongo una reclamación y estoy contento de haberlo hecho. No es modo de tratarnos. Soy cliente habitual de esa compañía. Tengo tarjeta de fidelidad. Dadas las difíciles circunstancias que atraviesa el sector, habría aceptado un bono, pero ni nos lo ofrecieron».
El de Imanol es ahora mismo, en España, un caso entre al menos un millón. Desde que se declaró el estado de alarma, las demandas contra las aerolíneas por prácticas abusivas o fraudulentas se suceden. Las telecomunicaciones, el sector que tradicionalmente más solivianta a los clientes y más requerimientos genera, vive días de vino y rosas. La debacle que la Covid-19 está ocasionando en el sector de los viajes ha arrebatado a las operadoras el liderazgo en los procedimientos que tramitan las asociaciones de consumidores, que lidian ahora con un incesante y abrumador aluvión de casos. La amplia mayoría, dirigidas contra compañías aéreas, que han cancelado sus vuelos sin reembolsarles el importe de los pasajes. Solo la OCU y Facua, los dos colectivos no gubernamentales dedicados a la defensa del consumidor más potentes del país, tienen en sus manos cerca de 14.000 requerimientos, lo que equivale al 40% de todos los que se han puesto en marcha en sus oficinas desde el inicio de la pandemia.
La Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), el organismo adscrito al ministerio de Transportes que vela por el cumplimiento de las normas de aviación civil y por la protección del pasajero, no da a basto para tramitar todas las demandas que le han llegado. A primeros de mayo, el titular de la cartera de Consumo, Alberto Garzón, cuantificaba en 700.000 las reclamaciones acumuladas ya entonces. A esa colosal avalancha hay que sumar las 43.634 demandas que han recibido entre abril y el 31 de agosto, según ha confirmado el propio ente a este periódico, un volumen de trabajo que supera en un 125% al que registró en todo el año anterior.
El organismo estatal, que emite resoluciones no vinculantes, no es el único en padecer el colapso. Los juzgados de lo mercantil, a menudo la vía más eficaz para la resolución de estos conflictos, también están desbordados. «La aparición en los últimos años de aplicaciones que permiten interponer demandas desde el móvil las han multiplicado. Si a esto sumamos los estragos que está provocando la Covid, la saturación es inmensa. Se estima que solo en Barcelona hay 20.000 requerimientos contras aerolíneas parados», asegura desde la Ciudad Condal el abogado Felipe Izquierdo, presidente de la Asociación de Damnificados por las Aerolíneas (ADA). Fuentes judiciales calculan que en todo el país podrían superar las 100.000.
«El caso que más se repite es la falta de devolución del coste de vuelos ya contratados por cancelaciones que no son de causa mayor, un derecho que asiste a los pasajeros desde 2004 mediante una normativa europea. Los clientes no están obligados a aceptar un bono pero, a menudo, las aerolíneas no les informan de ello. Y cuando se le reclama de manera formal, muchas ni contestan. Esto es una clara indefensión que se arreglaría sancionando a las aerolíneas por este incumplimiento generalizado y sistemático. Pero no se hace», se lamenta el portavoz de la OCU, Enrique García.
Baleares contra 27 compañías
El efecto embudo que generan los requerimientos contra el sector aéreo obedece, según Facua-Consumidores en Acción, a un problema de «inacción» y a otro competencial. «El Ministerio de Consumo, que ha dado muestras de querer hacer algo al respecto, no tiene capacidad para multar, algo que es esencial que cambie. Los únicos que tienen esa competencia son el ministerio de que preside José Luis Ábalos y los organismos autonómicos. Pero solo uno en toda España ha dado difusión pública a la apertura de expedientes sancionadores».
El secretario general de la organización, Enrique García, se refiere a la Dirección General de Consumo de las Islas Baleares, que ha interpuesto 27 expedientes sancionadores a compañías aéreas por no informar de forma correcta en sus webs de la posibilidad de optar al reembolso del importe íntegro de los pasajes de vuelos cancelados. «El transporte aéreo para nosotros es como coger un tren para el resto de la ciudadanía española. La presión social ha sido muy fuerte en este sentido y nosotros estábamos obligados a actuar», señala Félix Alonso, máximo responsable político, por Unidas Podemos, del departamento, dependiente de la Conselleria de Salut del Gobierno balear. «Los casos están ahora a la espera de las alegaciones. Son infracciones que consideramos graves y si las aerolíneas no rectifican, por cada reclamación interpuesta por los consumidores se enfrentan a multas de hasta 24.000 euros».
De forma paralela a la iniciativa insular, el Ministerio de Consumo anunciaba en junio su intención de denunciar en los tribunales a 17 aerolíneas, diez menos que Baleares, por el mismo motivo. Sin embargo, el procedimiento, en realidad una acción de cesación, sigue aún sobre la mesa de la Abogacía del Estado, si bien «seguimos monitorizando la acción de estas aerolíneas para que no se produzcan prácticas comerciales desleales», dicen en su descargo. Por su parte, el Ministerio de Transporte, el único organismo estatal habilitado para aplicar sanciones a través de AESA, no mueve ficha. «Estamos centrados en el análisis de las reclamaciones recibidas» y en «inspeccionar a aquellas compañías sobre las que se dispone de indicios de infracción relevantes», afirman.
Las asociaciones de consumidores no tragan. «El Gobierno está protegiendo los intereses de las aerolíneas, que están defraudado a los pasajeros. Así, tenemos al sector aéreo crecido y tranquilo ante un batallón de pasajeros cabreados, porque el mayor riesgo que encaran es que tengan que devolver lo que deben. Otra cosa bien distinta sería que se enfrentaran a una multa que multiplica por diez esa deuda», enfatiza Sánchez, de Facua. «Pedimos a los Administración mano dura contra las aerolíneas, una reforma legal para que las decisiones de AESA sean vinculantes y la exigencia a las compañías de que cumplan los derechos de los pasajeros si quieren optar a ayudas para salvar la crisis», reivindica el portavoz de la OCU.
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