TITULO: Órbita Laika - Refugiarse en lo trivial,.
Lunes -23- Agosto las 22:00 en La 2 / foto,.
Refugiarse en lo trivial,.
Verano de... 1995,.
En agosto de ese año una revista publicó en portada a María del Monte pateando el culo de Isabel Pantoja,.
Me gusta la gente feliz. En 1995, Isabel Pantoja y María del Monte eran felices. La revista 'Lecturas' las sacó en portada por la playa, caminando, bañándose. 'Diez Minutos' publicó las fotos legendarias de María pateando el culo de Pantoja. «Juegos y mimos en la playa». Agosto de 1995. Ese verano tiene en su haber (en su debe) uno de los peores episodios del siglo XX, la matanza de Srebrenica. El 11 de julio tropas serbias asesinaron a más de 8.000 bosnios, contando viejos y niños. La mayor matanza en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. 1995 es hace cuatro días. Cuatro días de todo ese horror. Antes de inaugurar el verano, el 20 de junio, murió Cioran, el ensayista rumano. El enemigo de Dios, el hombre y la vida. Consideraba que vivir era una maldición. Fantaseaba con el suicidio, pero no dejaba de escribir, de extender su vida de intelectual hasta el final. Era un gruñón, pero también un estilista que apabullaba con el pensamiento y cuidaba el estilo (proponía el juramento, el telegrama y el epitafio). No puedo estar más de acuerdo con él cuando proponía refugiarse en lo trivial: «Sueño con un mundo en el que se muriera con una coma». Lana Turner murió el 29 de junio, todavía horrorizada por cómo se atrevían a salir a la calle las estrellas de Hollywood por entonces. Juan Manuel Fangio murió el 17 de julio y Hugo Pratt, el 20 de agosto.
Isabel Pantoja y María del Monte parecían ajenas al horror de la guerra y al cenizo de Cioran. Como todo el mundo en esa playa o en otras, vaya. Las fotos de 'Diez Minutos', las de la patada, se vendieron, según contaron los fotógrafos que las tomaron, por seis millones de pesetas. Un dineral. Unas fotos que desprenden la misma felicidad que un chuminero de Lydia Lozano o que el general Sukarno tirando de las barbas de sus soldados, como cuenta Malraux en sus 'Antimemorias'. Charo Vega, amiga de Pantoja en otros tiempos, contó que esa amistad con María del Monte era «mucho más natural y de andar por casa que la que Isabel tuvo con la señora de la radio». Tres años antes, la señora de la radio se cogió uno de los mayores cabreos de su vida (y son difíciles de cualificar) cuando en el especial de Nochevieja de Martes y Trece ('El 92 cava con todo') Josema y Millán hicieron de Pantoja y Encarna en un viaje a Palma («Qué bonito burgaló»).
El 11 de julio se había producido la matanza de Srebrenica, la mayor en Europa desde la Segunda Guerra Mundial,.
Mucho después, Encarna Sánchez seguía en la Cope con su mesa-camilla (prototertulia del chisme). Con Mari Carmen Yepes, Carmen Jara, Paca Rico y Marujita Díaz. Un día estaban comiendo en el restaurante Portobello y en la pared había una foto de Pantoja con María del Monte. Marujita descolgó la foto y la metió en el bolso de Encarna. Aunque no era la foto de la patada que tanto le dolió a ella (como si se la hubiera dado Errejón y no María del Monte).
TITULO : Zona indie - Cine - El arte de robar ,.
Este lunes-23- Agosto a las 23:30, en la ‘Zona indie’ de La 2 se emite la película, foto.
- Reparto
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Kurt Russell, Jay Baruchel, Katheryn Winnick, Chris Diamantopoulos, Kenneth Welsh, Jason Jones, Terence Stamp, Matt Dillon, Devon Bostick, Elle Downs, Durward Allan, Dax Ravina, Jasmin Geljo,
- Crunch Calhoun (Kurt Russell), un temerario acróbata motociclista de tercera y ladrón de arte ya retirado, acepta volver al mundo criminal y llevar a cabo un último y lucrativo golpe con su hermano Nicky (Matt Dillon). Crunch reúne a su viejo equipo e idea un plan para robar un libro histórico muy valioso, pero el éxito del robo los conduce a otro plan, mucho más arriesgado, ideado por Nicky. Lo que los hermanos no saben es que cada uno tiene sus propias motivaciones, y que para Crunch no se tratará sólo del libro, sino al mismo tiempo tener la posibilidad de reescribir algunos capítulos de su propio pasado.
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TITULO: + Cotas - Animal - «Me hace compañía cuando peor lo paso, antes de torear» ,.
El Sabado -21- Agosto a las 9:30 por La 1, foto,.
«Me hace compañía cuando peor lo paso, antes de torear»,.
Amor por los animales. El diestro Ginés Marín enfila una buena temporada y siempre lleva con él a Berta, una teckel que viaja por toda España con su cuadrilla y le espera en el hotel mientras está en el ruedo,.
A sus 24 años, el torero Ginés Marín recoge los frutos de muchos años de tesón y esfuerzo. Formado en la Escuela Taurina de Badajoz, este verano no para de dar buenos titulares por sus actuaciones en las plazas. En su gira por España, aunque muy pocos lo vean, suele acompañarle Berta, una perra que duerme en su habitación , etc,.
TITULO: Generaciones -Dame una buena muerte ,.
Dame una buena muerte ,.
La Justicia, impacable, cumplía con su deber y Julián Martín expiraba en paz con Dios,.
foto / Con paso tardío, cabeza gacha y piernas temblorosas, el reo subió al cadalso, que se erguía, siniestro, en el patio de la prisión de Segovia. Dos agentes lo llevaban cogido por los brazos, casi a rastras. Con evidente resignación, tomó asiento y dejó caer la nuca sobre el madero. Las autoridades observaban la escena de cerca.
El fiscal comparó el caso con el del Chato de El Escorial, que había horrorizado a España entera apenas unos años atrás, y el periodista Miguel de Zárraga dejó escrito que ni Octave Mirbeau hubiera podido idear algo semejante para 'El jardín de los suplicios'.
El día de San José de 1901, el desalmado Julián remataba a su cuñadito y culminaba una macabra obra de seis meses, el tiempo que empleó en infligir al pequeño Rufino terroríficos martirios. Los médicos que estudiaron el cadáver comprobaron que tenía el abdomen cruzado de pinchazos, las manos y los pies ulcerados y los brazos llenos de quemaduras. La crueldad y el ensañamiento sobrecogieron a los forenses, que atribuyeron el fallecimiento del chiquillo a una «peritonitis traumática aguda».
Julián Martín y Martín, un labrador de veinticinco años vecino de Santiuste de Pedraza, recibió de su suegro un delicado encargo: cuidar de Rufino durante su ausencia. Era el mes de octubre de 1900, y el padre del niño debía conducir sus rebaños hacia Extremadura, tarea que le exigía pasar lejos del hogar una temporada larga. Como compensación, el buen hombre entregó a Julián varias fanegas de trigo y centeno, un cerdo bien cebado y algo de dinero para la manutención del pequeño, que solo tenía seis años. El pastor partió tranquilo, con la confianza de que el chaval quedaba en buenas manos, al cuidado de su hija y su yerno.
Nada más lejos de la realidad. A los pocos días, y siempre a espaldas de su esposa, el labrador empezó a maltratar a Rufino. Lo hacía fuera de la casa familiar, en el campo y en otros pueblos, bajo amenazas, coacciones e insultos. Inmisericorde, carente de toda compasión, obligaba al niño a implorar el céntimo de puerta en puerta para ganarse el sustento, aunque apenas lo alimentaba y de continuo lo sometía a dolorosos castigos. Un mal día, cuando regresaban de arar, al chiquillo se le cayó la rienda y el hombre la emprendió a varazos y puntapiés con el indefenso ser.
-¡No me pegues más, por favor! No me pegues más…
Cuesta mucho creer que la mujer del labrador no advirtiera lo que estaba pasando, ni que tampoco exigiera a su marido poner coto al maltrato, pero transcurrían los días, las semanas, los meses, y el rapaz continuaba bajo la bota del cuñado. En marzo, el pequeño Rufino llegó al final de su calvario. Las torturas rebasaron el límite de lo humanamente soportable: el criminal aplicó unas tenazas incandescentes sobre los brazos, las piernas e incluso los órganos genitales del niño, que acabó muriendo a consecuencia de los pinchazos que Julián Martín le asestó en el bajo vientre valiéndose de unos objetos punzantes.
«Aunque tarde, los jueces de la Tierra tuvieron noticias del crimen, y el cadáver de la infeliz criatura fue estudiado por los médicos: era un guiñapo de carne podrida, plagada de erosiones, quemaduras y morados cardenales». El artículo que Miguel de Zárraga publicó en la prensa local el primer día del juicio levantó ampollas. 'La bestia humana', lo tituló. La defensa, empeñada en demostrar que el procesado nunca había querido matar al niño, acusó al periodista de predisponer al jurado y añadir así una piedra más en el tortuoso camino que todavía aguardaba a Julián. Había transcurrido casi un año de la muerte del desdichado Rufino, pero la vista oral devolvió al caso un vigor inusitado. Por la sala desfilaron numerosos testigos. Casi todos señalaron a Martín como único responsable de tan horrendo crimen. También lo hizo su propia mujer, que compareció ante el tribunal rigurosamente enlutada y con un bebé en los brazos. Lucía acusó a su marido sin reservas:
-Julián es el causante de la muerte de mi hermano. Se lo llevaba al campo para maltratarlo -declaró.
El médico Benito Ballesteros, que llegó a reconocer a Rufino en alguna ocasión avisado por la esposa de Julián, admitió que el chiquillo le había confesado, preso del pánico, que su cuñado le propinaba grandes palizas. El informe forense y las acusaciones de los testigos confirmaron lo que Zárraga contara en su artículo con descarnado realismo.
El verdugo ciñó la argolla de hierro al cuello y el reo notó que un escalofrío le recorría la médula. Después, cuando fue a taparle el rostro con la capucha, Julián miró al ejecutor con ojos suplicantes y le dijo, muy desazonado:
-Dame una buena muerte.
Las campanas de San Martín tocaron a agonizar. Un movimiento indefinible pareció agitar a la inmensa multitud que los agentes de policía trataban de contener en los alrededores de la cárcel. La Justicia, implacable, cumplía con su deber y Julián Martín expiraba en paz con Dios.
O eso es lo que se decía en Segovia aquella gélida mañana del invierno de 1903.
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