27 emociones identifican los
científicos en el ser humano. Una vorágine de sentimientos que afloran
en cada uno cuando recorre los escenarios de su vida. Le pasa a Chico
Pérez (Jaén, 1994) cuando recuerda sus correrías de niño por Jaén (Paseo por la Alameda), las noches por las calles de la Sevilla que lo acoge ahora (Callejón del Agua) o sus ratos perdido entre los imponentes Palacio y Teatro Real de Madrid (Taranta de Sabatini).
El pianista y compositor de jazz flamenco dedica a esos lugares donde
se encuentra con las musas y que le despiertan esas emociones su segundo
disco, Continente 27, que presenta en el Festival
Internacional de Jazz de la Fundación Caja de Burgos. Sesión B enmarca
su primer concierto en Burgos. Saldrá al escenario de Cultural Cordón
este sábado (19.30 h., 18 euros, últimas entradas) acompañado por Belén
Vega (voz), Carlos Bueno (bajo), Manuel Moro (chelo) y Guillermo Cortés
(batería).
¿Qué siente cuando se pone frente al piano encima del escenario?
El
escenario es como una droga. Aunque yo estudie y eche muchas horas en
el piano en casa y disfrute cuando compongo y ensayo, al final el fin de
todo está ahí arriba y lo disfruto muchísimo. Es un momento en el que
intento desde el primer minuto conectar conmigo mismo y hacerlo con el
público.
¿Tiene un ritual, manía o algo que repita antes o después de tocar?
No,
soy bastante sencillo. Me gusta llegar con tiempo al teatro, disfruto
con un teatro vacío igual que con uno lleno. Me gusta ese momento a
solas con el piano, sin ritual o manía. Solo tomar una copita de vino
antes de salir con los amigos.
Y si tocar encima de las tablas es como una droga, ¿qué relación mantiene con el piano en la intimidad de su casa?
Son
momentos diferentes. Los pianistas, a diferencia de otros
instrumentistas, en cada lugar contamos con un piano diferente y te
tienes que hacer amigo de ese piano. Y en casa es un momento diferente,
de mucha más intimidad, me gusta tocar por la tarde, por la noche, se
produce una unión de buscar la creación, de seguir creciendo y dar el
espectáculo juntos. Son momentos diferentes, me gustan ambos, pero
disfruto mucho más sobre el escenario.
¿Cómo se hace uno amigo de ese instrumento desconocido con el que se tiene el primer contacto antes de cada concierto?
En
ese ratito que estamos en el teatro, si ya está el piano disponible, no
dejo ni la maleta en el camerino, lo primero que hago es sentarme,
tocar diez o quince minutos, y cuando ya le he dicho 'hola' hago todo lo
demás. Ese momento para mí es importante, es el primer encuentro y el
que va a determinar cómo va a ir el día.
¿Estaba destinado a bailar con la partitura al crecer en una familia numerosa de músicos?
Es
verdad que me he preguntado si soy pianista a día de hoy porque quería o
porque todo me empujaba a ello. Con el tiempo esa duda se disipa cuando
subes al escenario y ves que realmente es tu territorio y donde
disfrutas. Pero es verdad que en casa he tenido esa facilidad, he tenido
la música cerca siempre, y por eso admiro a compañeros que no han
tenido nada que los guíe o estimule, me parece doble esfuerzo y
dificultad. Yo he tenido una suerte inmensa y si a día de hoy soy músico
es gracias a ellos.
Que a uno le pongan la corona de
heredero de Chano Domínguez o David Dorantes es un follón muy grande;
para mí han sido y son referentes, si hoy soy pianista es gracias a
ellos»
¿En qué momento se da cuenta de que quería poner al jazz y al flamenco en su vida?
Uno
de mis hermanos es guitarrista flamenco y de chico me ponía a su lado
con el cajón, cuando ya conseguí tener una técnica suficiente para poder
llevar al piano ese flamenco e ir conociendo otras músicas, lo vi
claro, porque era lo que yo había vivido. Tocaba las partituras del
conservatorio, pero lo que realmente quería y veía que tenía que hacer
era componer y tocar otro estilo de música.
¿Cómo se lleva que a uno le pongan la corona de heredero de Chano Domínguez o David Dorantes?
Eso es un follón muy grande (ríe).
Al final, es algo que dicen los medios y los demás. Para mí Chano,
Dorantes, Diego Amador, Michel Camino o Iván 'Melon' han sido y son
referentes. Máximo respeto. Si soy a día de hoy el pianista que soy es
gracias a ellos, gracias a lo que he aprendido, a lo que he escuchado y a
lo que lo sigo haciendo. Aquí no hay tronos de nada, aquí hay que
disfrutar con la música, cada uno en su estilo.
El suyo se despliega en este Continente 27 y en el primer disco, Gruserías. ¿Qué reflejan?
Los
dos son discos diferentes. En este segundo hemos añadido un cuarteto de
cuerda. Uno compone como persona y como músico, y ahí sale la formación
clásica, la de flamenco, el jazz aprendido. Siempre intentamos que
quien venga al concierto disfrute de un espectáculo de piano y que,
entienda más de flamenco o menos de jazz, se emocione y diga 'esto no me
lo esperaba y me ha encantado'.
En este segundo trabajo
hace un recorrido por los lugares de su vida. ¿Son paisajes
inspiradores? ¿Dónde se encuentra con las musas?
Cada uno
tiene su librito de composición, los lugares y los momentos en los que
se inspira, por eso me gusta mucho viajar, te abre la mente. Si siempre
ves el mismo paisaje no se te mueve nada nuevo por dentro, y los sitios
que son importantes en algún momento me traen muchos recuerdos y
emociones.
¿Qué magia aportan las voces de Sandra Carrasco (Leleré), Rosario, La Tremendita (Cambio de rumbo), Arcángel (Sueño a Lorca) y Manuel Lombo (Callejón de agua) y la armónica de Antonio Serrano (Anhelo del tiempo)? ¿Estas colaboraciones se piensan antes o después de crear las canciones?
A
veces se hace antes, y se compone el tema pensando en esa persona, pero
en este caso ya estaban y se buscó al artista que encajara en cada uno y
diera su toque y sello personal que terminara de poner la guinda. Aquí
cada colaboración está increíble y estoy muy agradecido.
Para
la publicación de ambos álbumes ha recurrido a sendas campañas de
micromecenazgo. ¿Se trata de decepción de la industria discográfica o
solo romanticismo?
Lo hago por dos razones. Una, porque,
evidentemente, cuando hay 100, 200 o las personas que sean, hay un valor
emocional, aparte del económico, ya hay alguien implicado en el disco,
tantas personas que están esperando que salga, es una manera de hacer
comunidad y equipo. Pero también vivimos en un mundo en el que la
industria está invirtiendo más en la música mainstream, el jazz o flamenco no está en las grandes discográficas, y es una ayuda económica necesaria. Con Gruserías era totalmente necesario, pero con Continente 27 ha sido pensando en crear comunidad y hacer partícipe a la gente del proceso del disco.
Disfruto con un teatro vacío igual que con uno lleno. Me gusta ese momento a solas con el piano»
¿Qué escucha un pianista de jazz flamenco en la furgoneta?
Escucho
absolutamente de todo. Lo que más flamenco y bandas sonoras de cine,
que es algo que me encanta y admiro muchísimo y en lo que estoy haciendo
las primeras incursiones, pero también indie, pop... Cada música tiene
su momento y estoy completamente escuchando música en cada cosa que
hago, es algo vital, y si fuera el mismo estilo siempre acabaría
aburrido.
¿En qué cristalizan esas primeras incursiones en la música para cine?
Llevo
un tiempo preparándome y estudiando, he hecho música para tres cortos,
soy un novato en esto, aunque en algunos de los temas de Gruserías y Continente se refleja ese gusto. Estoy trabajando poquito a poco, por qué no.
¿Qué otros planes aguardan en su agenda?
Un montón, un montón (ríe).
El disco salió hace un año y para esa fecha tú ya llevas un año con él,
por lo que siempre estás pensando en cosas nuevas. La idea es sacar a
partir de abril diferentes temas con colaboraciones, sin la necesidad de
que sea un disco, e ir moviendo las plataformas y redes sociales. Y me
encantaría salir al extranjero, porque sí hemos dado algún concierto,
pero sin hacer una gira totalmente fuera, y creo que sería un gran
paso.
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