TITULO: Tarde de café - El condensador de fluzo - "Vísteme despacio" o la moda a lo largo de la historia ,.
Tarde de café - El condensador de fluzo - "Vísteme despacio" o la moda a lo largo de la historia , fotos,.
El condensador de fluzo - "Vísteme despacio" o la moda a lo largo de la historia,.
¿Cuál es el origen del actual vestido de novia? ¿Han estado de "moda" los tatuajes a lo largo de la historia? ¿Conocemos todo sobre la icónica Coco Chanel?,.
Seguimos el hilo de la moda en un nuevo capítulo de El Condensador de Fluzo. La presentadora Raquel Martos nos conduce por los acontecimientos históricos más importantes del mundo de la confección. En la sección "A pie de historia", Goyo Jiménez nos cuenta el origen del actual vestido de novia y Sara Rubayo nos muestra la delgada línea entre arte y moda a través de Yves Saint Laurent o Salvador Dalí. Además, Miguel Ángel Cajigal, El Barroquista, nos revela la alargada sombra de la estética nazi en el estilismo de numerosos productos culturales. Y Laia San José se convierte en "La mujer del tiempo", nueva sección donde viajaremos por el tiempo y el espacio para conocer todo sobre un tema. En este programa, la desconocida historia de los tatuajes. Por último, nos preguntamos qué es en sí la moda con la especialista Bárbara Rosillo, repasamos las tribus urbanas de la contracultura con Miguel Iríbar y buceamos en la increíble vida de Coco Chanel de la mano de la historiadora Carmen Guillén.
TITULO: Documaster - Las batallas más importantes de la Historia de España, provincia a provincia ,.
Las batallas más importantes de la Historia de España, provincia a provincia,.
En unos casos por que cambiaron el rumbo de la historia, en otros por lo épico de lo sucedido, en algunas por el heroísmo de los protagonistas y en otras por el elevado número de bajas... pero todas ellos son recordadas aún hoy,.
La Península Ibérica ha sido, a lo largo de su dilatada Historia, tierra de paso de distintas culturas y civilizaciones. Su territorio ha sido disputado por íberos, astures, visigodos, romanos, cartagineses, musulmanes, franceses... Podríamos hacer un recorrido por nuestra geografía a través de las batallas que han ido salpicando de sangre y valor cada rincón.
No ha sido fácil elegir una por cada provincia, en unos casos por pocas y en la mayoría por muchas, pero esta es nuestra lista.
Álava
La batalla de Vitoria fue librada el 21 de junio de 1813 entre las tropas francesas que escoltaban a José Bonaparte en su huida y un conglomerado de tropas españolas, británicas y portuguesas al mando de Arthur Wellesley, el futuro duque de Wellington.
En la mañana del 21 de junio, las tropas británicas empezaron a abrirse paso hacia los Altos de la Puebla. Fueron los españoles de la 1.ª División, al mando del general Morillo, los primeros en lanzarse colina arriba. La 2.ª división angloportuguesa se unió a la lucha y los franceses fueron desalojados de los Altos de la Puebla.
Tras una serie de duros enfrentamientos, portugueses y británicos al mando de Thomas Picton rompieron el frente central francés y las defensas napoleónicas se derrumbaron. Los franceses iniciaron entonces una huida desesperada hacia la frontera de su país.
Consumada la victoria aliada, el general Álava tomó una unidad de caballería británica y penetró en su ciudad natal evitando que vencedores y vencidos realizaran saqueos en la ciudad.
La victoria aliada sancionó la retirada definitiva de las tropas francesas de España (con la excepción de Cataluña) y forzó a Napoleón a devolver la corona del país a Fernando VII por el tratado de Valençay de 1813. El acuerdo definitivo de paz entre la España del ya rey Fernando VII y el nuevo rey de Francia Luis XVIII se firmó el 20 de julio de 1814.
Pese a que la suerte ya estaba prácticamente echada para los franceses, que estaban en retirada, la batalla de Álava fue especialmente dura en bajas, ya que se produjeron, entre el bando napoleónico, 5.000 muertos o heridos y 3.000 prisioneros, mientras que para los anglo-españoles supuso 5.158 muertos o heridos: 3.675 británicos; 921 portugueses y 562 españoles.
Albacete
La batalla de Almansa tuvo lugar el 25 de abril de 1707 en las proximidades del puerto del mismo nombre en Albacete. La batalla se llevó a cabo entre los partidarios de Felipe V de Borbón y los seguidores del Archiduque Carlos de Austria en el marco de la Guerra de Sucesión al trono de España que se produjo tras la vacante producida por la muerte de Carlos II el Hechizado.
En el invierno de 1706, el archiduque Carlos de Austria tiene su corte establecida en Valencia. Sus mandos militares, el portugués Antonio Luis do Sousa, Marqués Das Minas y el hugonote francés Henry Masué, Conde de Galway deciden, a primeros deabril de 1707, avanzar sobre Madrid con sus 18.000 hombres entre portugueses, holandeses, ingleses, franceses protestantes y alemanes.
Felipe V reúne un último ejército y le entrega el mando a James Fitz-James, Duque de Berwick, que, con sus 25.000 hombres cortará el paso de la ruta Madrid-Valencia en las cercanías de Almansa. En su ejército hay franceses, españoles, italianos, belgas e irlandeses.
La batalla comienza a las 15h. con un breve duelo artillero de ambos ejércitos, al que prosigue el avance de la caballería española, en la zona del Cerro Montizón y Arroyo de Los Molinos, donde se trabarán feroces combates entre españoles y anglo-holandeses.
El contraataque aliado en el centro, romperá las líneas borbónicas, que gracias al envío en su ayuda del regimiento de caballería Órdenes Viejo logran estabilizar la situación en el frente. Berwick ordena entonces a la brigada de infantería franco-irlandesa Duc du Maine que apoyen a la caballería española en su nuevo ataque. La izquierda aliada es derrotada y perseguida. La infantería portuguesa de su ala derecha, abandonada por su caballería, será destrozada. Trece batallones, entre ingleses, portugueses y holandeses, lograrán retirarse ordenadamente del combate y llegarán, casi de noche, a unas colinas situadas tras Casas del Campillo.
La victoria de su ejército deja abierto el camino para que Felipe V recobre en poco más de un mes el control de todo el Reino de Valencia y parte del de Aragón.
La Batalla de Almansa, que dejó más de 5.000 muertos, da un giro inesperado a la guerra, deteniendo la ofensiva Aliada en toda Europa.
Alicante
Orihuela ha sido quizás la localidad alicantina más golpeada por los conflictos armados, en una provincia que no ha visto grandes batallas. El asedio de Orihuela, en 1364, o la batalla en esta localidad durante las luchas cantonalistas en 1873 son algunas, pero quizás la más significativa fue la que tuvo lugar en 1521, también conocida como “batalla de Bonanza” y como la “jornada de Orihuela”.
Se trato de un enfrentamiento entre las tropas agermanadas capitaneadas por Micar Bocanegra, Fray Miguel García y Pere Palomares; y las realistas encabezadas por don Pedro Fajardo y Chacón, marqués de los Vélez, y el gobernador de Orihuela el 30 de agosto de 1521 en las inmediaciones de Orihuela.
Los hechos estuvieron marcados por fuertes disputas internas en los agermanados (moderados contra radicales), hecho que provocó una importante merma en sus fuerzas.
La batalla se desarrolló en el margen izquierdo del río Segura, en las cercanías de la pedanía del Rincón de Bonanza. En ella participaron una fuerza de rescate procedente de Játiva, compuesta por 4.000 soldados de infantería y seis tiros de campaña, a las órdenes de Fray Miguel García, soldado veterano en las guerras de Italia que conocía las tácticas militares de la época; y el castellano Micar Bocanegra, junto a la fuerza de combate liderada por Pere Palomares, capitán de Orihuela, y sus más de mil hombres procedentes de las poblaciones de la Vega Baja del Segura.
La derrota de los agermanados fue decisiva para la Revuelta de las Germanías. En ella perdieron la vida más de 2.000 hombres y fue acompañada de una importante represión, con la ejecución de cuarenta agermanados y la caída en manos realistas del sur del Reino de Valencia, desde Alicante hasta Onteniente.
La Rebelión de las Germanías fue una revuelta en Valencia y Mallorca a inicios del reinado de Carlos I entre 1519 y 1523, paralela en el tiempo a movimiento de las Comunidades en Castilla (los comuneros) tras la cual estaba el levantamientos de las Germanías, hermandades cristianas que planteaban peticiones determinadas y que nunca llegaron a constituir un programa político.
Almería
Las tierras almerienses no han sido escenario de grandes batallas. Sin embargo, las ciudades costeras de la provincia sí que han sido tristemente objeto de numerosos bombardeos y asaltos desde el mar. Quizás el más triste y duro, aunque no pueda definirse estrictamente como una batalla, fue el bombardeo de la ciudad de Almería el 31 de mayo de 1937 por parte de buques de la Marina de Guerra de la Alemania nazi que ayudaba a Franco en la Guerra Civil.
El 29 de mayo de ese año, aviones republicanos SB-2 lanzaron sus bombas sobre el acorazado de bolsillo alemán “Deutschland”, cerca de Ibiza, provocando 31 muertos y 74 heridos. En respuesta, Hitler dio órdenes de bombardear la capital almeriense.
El acorazado de bolsillo Admiral Scheer apareció junto a cuatro destructores alemanes, y, a las 7:29 de la mañana, abrieron fuego contra las instalaciones portuarias y cualquier barco que se encontrase en el puerto. Posteriormente, las baterías de costa delataron su posición al intentar repeler sin éxito el ataque, por lo que pasaron a ser un nuevo blanco. La escuadra alemana realizó 275 disparos durante una hora antes de retirarse.
El ataque se saldó con una treintena de muertos, 55 heridos y 35 edificios destruidos. Los buques alemanes en ningún momento ocultaron su nacionalidad, mostrándose como una fuerza naval que ejecutaba órdenes directas del III Reich.
Toda la ciudad de Almería se vio afectada y entre los edificios dañados se encontraban la catedral, la iglesia de San Sebastián, dos hoteles, un banco, el mercado, la escuela de artes, la estación de ferrocarril, el ayuntamiento y la sede de la Cruz Roja.
Asturias
Batalla de Covadonga. Dicen que el cadáver del rey visigodo don Rodrigo nunca fue hallado, tan solo su caballo, cubierto de joyas y atrapado en el fango del campo de batalla de Guadalete. Allí pereció la flor y nata del ejército visigodo y, a los pocos años y tras algunos enfrentamientos más, la práctica totalidad de la Península estaba en manos de los invasores venidos del norte de África. Derrotados y perseguidos –a decir de la crónica de Alfonso III– los godos «sucumbieron, unos al filo de la espada y otros a los impulsos del hambre».
Sin embargo, tanto las crónicas árabes como cristianas refieren que, al poco de culminarse la conquista islámica de la Península, estalló una revuelta en las montañas del norte. La rebelión debió de producirse en torno al año 718, o poco después. En efecto, las crónicas musulmanas refieren que uno de los valíes (gobernadores musulmanes de al-Ándalus) llamado Anbasa (721-725), duplicó el monto de los impuestos que debían pagar los cristianos, lo que provocó que estos se sublevaran en varias zonas peninsulares. Las crónicas mencionan al líder de esta revuelta en Asturias, Pelayo, de quien una fuente cristiana dice que antes había sido «espatario» (jefe de la guardia palatina) de los reyes godos Witiza y Rodrigo, mientras que otra fuente afirma que tenía «estirpe regia», es decir, estaba emparentado con los reyes visigodos.
Según las crónicas, Pelayo logró escapar de su cautiverio cordobés y regresó al norte. Los musulmanes enviaron un contingente para apresarlo, pero sin éxito. Pelayo reunió a todos cuantos le fue posible, fue elegido príncipe y se alzó en armas contra Munuza.
Un ejército andalusí, liderado por Alqama, viajó desde Córdoba para sofocar el levantamiento. El encuentro entre ambos ejércitos se produjo en la sierra de Covadonga, en las proximidades de la cueva-santuario que la tradición reconoce como escenario del enfrentamiento. Y es que, según esta misma, los pelagianos se refugiaron en la gruta, mientras que los musulmanes se limitaron a lanzar proyectiles que «milagrosamente» rebotaban y provocaban bajas entre los suyos. Casi con toda probabilidad se trata de una mitificación de una batalla que, en realidad, se produjera en el valle, próximo a la cueva pero no en la propia cueva.
Fuera por el viento o por intercesión divina, lo cierto es que el contingente musulmán fue derrotado y la rebelión de Pelayo pudo prosperar, lo que permitió la aparición y supervivencia de un Estado independiente y refractario de Córdoba que, con los años y tras innumerables peripecias, acabaría plantando el germen del reino de Asturias. De este modo, un hecho en apariencia irrelevante, como fue la derrota de un pequeño contingente musulmán en la batalla de Covadonga, acabaría teniendo una extraordinaria repercusión en la historia peninsular.
Ávila
Durante siglos las tierras abulenses fueron frontera entre los reinos cristianos del norte y los musulmanes del sur, que lanzaron numerosas razzias sobre esta zona. Al mismo tiempo, eran tierras disputadas entre los reinos de Castilla y León por lo que la Edad Media fue una época de zozobra e inseguridad.
Ávila, como ahora, era una ciudad amurallada y sus aparentemente inexpugnables muros únicamente podían ser vencidas con un largo asedio o aprovechando un gran descuido de los defensores. Esta fue la ocasión que se les presentó a los batallones musulmanes en el siglo XII: durante el reinado de Alfonso VI de Castilla, en el siglo XII, las tropas abulenses salieron de la ciudad en dirección hacia el Puerto de Menga para combatir contra los musulmanes. Sin embargo, se trataba de una trampa para que la ciudad quedara desprovista de guarniciones y así permitir el asedio de las fuerzas musulmanas. Mientras el esposo de Ximena, Fernán López Trillo (alcalde de la ciudad), había partido con las fuerzas bélicas, Blázquez quedó como gobernadora de Ávila.
Creyendo los musulmanes que su plan para sacar las tropas de la ciudad había funcionado, realizaron los primeros movimientos para cercar la ciudad. Al advertir el movimiento de las tropas enemigas, Ximena reunió a todas las mujeres, ancianos y niños y ordenó que tomaran las armas, escudos y ropajes que habían quedado de los hombres, que se cubrieran con cotas de malla, ropas de guerreros, cascos de metal y yelmos (en el caso de las mujeres para ocultar el pelo largo y su cuerpo femenino). La población así disfrazada se colocó en las zonas más altas y visibles de la muralla, encendieron antorchas y teas, gritaron y tocaron las trompetas de guerra para simular un ejército.
Los informadores de los árabes, al ver lo que parecía una ciudad fuertemente defendida, comunicaron a su caudillo Abdalla Alhazen que la ciudad no estaba desocupada. Al considerar que Ávila estaba fuertemente defendida y que no traían ingenios para un largo asedio se retiraron sin intentar el asedio siquiera. Jimena había salvado a la ciudad y evitado el derramamiento de sangre.
Descubierta a la mañana siguiente la retirada, Blázquez y sus hijas con las demás mujeres, fueron a la iglesia de los Mártires y a San Salvador, y dieron gracias a Dios por la victoria que les había dado sin pelear.
Badajoz
El conocido como tercer asedio de Badajoz tuvo lugar entre el 16 de marzo y el 6 de abril de 1812 en el transcurso de la guerra para expulsar a las tropas napoleónicas de España. En este caso, los contendientes fueron un ejército anglo-portugués por un lado y otro francés acantonada en la ciudad extremeña, situada junto a la frontera hispanolusa.
Las tropas “aliadas” estaban dirigidas por Arthur Wellesley, por aquel momento conde de Wellington. El sitio se convirtió en uno de los más sangrientos de las Guerras Napoleónicas y fue una victoria costosa para los británicos, con unos 4.800 soldados aliados muertos o heridos en unas pocas horas de intensos combates. Enfurecidos por la gran cantidad de bajas, las tropas vencedoras arrasaron la ciudad, mataron incluso a varios de sus propios oficiales que intentaron detener el saqueo, y asesinaron o hirieron a cientos de civiles pacenses tras tres días de caos.
Barcelona
La batalla del Bruch es el nombre de dos enfrentamientos que tuvieron lugar entre tropas españolas y francesas en las inmediaciones de la localidad barcelonesa del Bruch durante la guerra de la Independencia Española.
Tras la rebelión de los madrileños el 2 de mayo de 1808 numerosos pueblos se alzaron también contra los franceses, uno de los cuales fue el barcelonés de Manresa. Así, en Barcelona, el general Duheseme dio ordenes al general Schwartz a acudir a esta localidad y someterla. Éste salió de la capital catalana el 4 de junio con unos 4.000 hombres, pero al poco hubo de parar en Martorell a causa de las torrenciales lluvias caídas, lo que dio tiempo al somatén, un cuerpo a medio camino entre la milicia urbana y una especie de protección civil, para armarse.
El 6 de junio los soldados franceses llegaron a la zona del Bruch (hoy el pueblo se llama Bruc) y cayeron en una emboscada por parte de los españoles que les obligaron a retirarse, primero a Martorell y después a Barcelona, de donde habían salido.
El desconcierto aumentó cuando oyeron el tambor que hacía sonar un somatén de Santpedor, cuyos redobles, multiplicados por el eco de las montañas de Montserrat, hicieron creer a los franceses que un gran número de tropas españolas acudían al combate. De ahí nació el mito del tambor del Bruch.
En su huida fueron recibiendo el ataque constante de los guerrilleros y de la propia población civil, como en Esparraguera. Este primer combate del Bruch costó a los franceses unas 400 bajas, la pérdida de un águila, un cañón y 34 caballos.
Sin embargo, los franceses, lejos de rendirse, mandaron un nuevo ejército con 7.000 hombres que marchó hacia Manresa de nuevo el 12 de junio. De nuevo en el Bruch, los somatenes con ayuda de soldados del Ejército español llegados de Lérida, entablaron combate con las tropas napoleónicas el 14 de junio y volvieron a verse obligados a retroceder castigadas por el fuego artillero.
Era la primera derrota que sufría el Ejército francés en España.
Burgos
La batalla de la Morcuera fue una batalla librada en el desfiladero de la Hoz de la Morcuera, muy cerca de Miranda de Ebro, el 9 de agosto de 865, entre las tropas cristianas de Ordoño I y los musulmanes de Mohamed I de Córdoba saldándose con la derrota cristiana retrasando así el avance de la Reconquista.
En el año 865, Mohamed I atacó el Reino de Asturias durante el reinado de Ordoño I por el desfiladero de la Hoz de la Morcuera, defendido por el conde castellano Rodrigo. El ejército cordobés sorprendió al leonés en el valle de Miranda de Ebro llegando hasta Salinas de Añana. Tras saquear la zona Rodrigo de Castilla intentó cortar la retirada musulmana en Pancorbo, pero los cordobeses se percataron de la estrategia y escaparon por la cuenca del río Oja.
Según el historiador Claudio Sánchez Albornoz en su obra “Orígenes de la nación española”, el 8 de agosto comenzó la batalla. Los musulmanes atacaron de frente a los cristianos, que aguantaron la acometida en las trincheras y se entabló una lucha encarnizada. Los cristianos, poco a poco, se vieron obligados a retroceder y se acogieron a la segunda línea de defensa: el cerro del extremo final de la hoz.
A la mañana siguiente los musulmanes reanudaron el combate y los cristianos pronto cedieron ante el empuje de las tropas de Abd al-Malik. En su desorganizada huida fueron perseguidos por los musulmanes, que hicieron una carnicería y apresaron gran número de combatientes. De los que huyeron, muchos murieron ahogados en el Ebro al tratar de cruzarlo.
Las bajas del conde Rodrigo, que actuaba como segundo del rey Ordoño I, fueron considerables. Las crónicas árabes hablan de unos 20.000 infieles muertos (”Después de la batalla se reunieron veinte mil cuatrocientos setenta y dos cabezas”, cuenta el historiador musulmán Ibn Idari en su libro al-Bayan al-Mughrib). En cualquier caso, la derrota sufrida fue lo suficientemente grave como para retrasar algunos decenios la repoblación cristiana de la Meseta Central, tarea que tendrá que proseguir su hijo Alfonso III.
Cáceres
Se conoce como Batalla de Sierra Guadalupe al conjunto de operaciones bélicas sucedidas en la zona de Guadalupe, Trujillo y Navalmoral de la Mata que tuvieron lugar durante la segunda mitad de agosto de 1936, como paso previo a la llegada al valle del Tajo por parte del Ejército de África.
Los republicanos, para resistir este avance desde el sur, disponían del general Manuel Riquelme y sus cerca de 9.000 hombres que fueron establecidos a toda prisa por las montañas del Sistema Central y el valle del Tajo. Popularmente eran conocidos como el Ejército de Extremadura, aunque esta fuerza distaba mucho de ser un ejército digno de tal nombre. De hecho, en muchos casos se negaron a cavar trincheras, a cumplir órdenes o, incluso, a colaborar en los ataques. Desde Valencia también llegó la famosa Columna «Fantasma», al mando del capitán de la Guardia civil Manuel Uribarri.
Enfrente se encontraban las aguerridas tropas del Ejército de África, que constituían la fuerza de elite de los franquistas. Desde su salida de Sevilla a principios de agosto, habían creado el terror en la Extremadura republicana. Masacres como la de Almendralejo o la de Badajoz provocaban un gran miedo entre los milicianos, que muchas veces ante el peligro de quedar cercados huían desorganizadamente.
La batalla fue una nueva derrota para los republicanos en su intento por frenar el avance de las tropas sublevadas antes de llegar al Tajo, lo que ya se consideraba una amenaza grave para Madrid. Los sublevados, por su parte, aseguraban sus conquistas en Extremadura a la vez que preparaban el camino para el avance a lo largo del Tajo con el objetivo puesto en Madrid.
Coincidiendo con esta derrota, comenzaron los bombardeos aéreos sobre la capital, los cuales aumentaban la sensación de inseguridad e indefensión entre los civiles madrileños y miembros del gobierno.
Cádiz
La provincia de Cádiz es, seguramente, una de las que más batallas históricas ha vivido. Por su situación geográfica, tan cercana a las costas africanas y bañada por el Estrecho de Gibraltar, ha sido pieza codiciada por todas las civilizaciones que por aquí han pasado. Trafalgar, Trocadero, el asedio de Cádiz... son solo algunas de las más conocidas, pero en este caso, por lo que de importante tuvo para el futuro de España hemos destacado la batalla de Guadalete, pues supuso la entrada de los musulmanes a la Península y casi ocho siglos de presencia de estos en estas tierras.
Así, el año 711 está grabado a fuego en la memoria colectiva de los españoles. Fue entonces cuando un ejército norteafricano comandado por Tarik desembarcó en Gibraltar. El rey visigodo Rodrigo acudió a hacerle frente, pero fue traicionado por una parte de sus propias tropas y pereció en la batalla. Su cadáver no fue encontrado, tan solo su caballo, ricamente enjoyado, semihundido en el lodo del campo de batalla de Guadalete (o de la Janda).
La derrota fue tan completa que supuso el final del Estado visigodo en la península ibérica. Una de las causas del éxito de la invasión musulmana en la península fue la inestabilidad de la monarquía visigoda, provocada por luchas internas por la sucesión al trono y que su rey, Rodrigo, se encontraba luchando en el norte contra los vascones y tardó dos semanas en recibir la noticia del ataque, llegando tarde al sur, al Guadalete para luchar contra el bereber Tariq, partiendo ya desde una desventaja, unida además a la posterior traición de los partidarios de Witiza, que abandonaron el ejército visigodo pasándose al bando musulmán.
Algunos estudiosos contemporáneos negaron la ubicación tradicional de la batalla y sostuvieron que tuvo lugar entre Medina Sidonia y la laguna de La Janda, lo que hizo que en tiempos más recientes se haya conocido también como batalla de la laguna de La Janda o del río Barbate. Sin embargo, Sánchez Albornoz, que reconstruyó los hechos a partir de los archivos cristianos y las crónicas árabes, aportó nuevos datos y testimonios que respaldaban que Wadi Lakka era efectivamente el río Guadalete, y que sería cerca de la despoblada ciudad hispanorromana de Lacca (acaso el Castrum Caesaris Salutariensis), junto a la fuente termal del Cortijo de Casablanca, a 7 km al sur de Arcos de la Frontera, en la Junta de los Ríos Guadalete y Majaceite, precisamente donde los antiguos habían situado el encuentro bélico.
Cantabria
La Batalla de Ramales fue una batalla de la Primera Guerra Carlista que tuvo lugar entre el 17 de abril y el 12 de mayo de 1839 en la localidad de Ramales de la Victoria, en Cantabria. El choque enfrentó a las fuerzas liberales mandadas por Baldomero Espartero, con las carlistas, a cuyo frente se encontraba el general Rafael Maroto.
Las fuerzas liberales, que inicialmente duplicaban a las de los carlistas, llegaron a cuadruplicarlas al mantener Maroto en reserva, sin llegar a emplearlos, a 8 de sus 17 batallones; esto y el hecho de haber ordenado capitular a los defensores del fuerte de Guardamino, que defendía el comandante carlista Carreras, antes de haber sido atacados y cuando se encontraban física y moralmente dispuestos a defenderse hasta el último extremo, hizo que el general carlista fuera acusado de complicidad con Espartero, pese a que se les hubieran explotado varios cañones mal fabricados en Guriezo.
También se cree que siendo los mandos cántabros apostólicos, no mantenían una buena relación con el general Rafael Maroto, ni con Cástor de Andéchaga, lo que contribuyó a que los mandos carlistas pusieran en primera línea a los batallones cántabros en la batalla de Guardamino. Su conducta posterior hace que hoy se pueda asegurar que Maroto pudo haber sido más beligerante con Espartero.
Los carlistas se asentaban en Ramales y Guardamino y colocaron un cañón, “El abuelo”, dominando la carretera, lo que impedía el paso de la tropa. Hay varias versiones de cómo se logró pero lo más probable es que se utilizaron cohetes de guerra o incendiarios, los cuales llevaban en la cabeza un cartucho o proyectil que obligó a los 27 carlistas a salir de la cueva.
Ramales fue batido por la artillería de los isabelinos, superando las fortificaciones carlistas. Al retirarse, el batallón carlista acantonado en Ramales incendió el pueblo, quedando solo en pie la iglesia de San Pedro, la taberna y tres edificios.
El fuerte, tras una fuerte batalla donde corrió la sangre de las dos partes, capituló bajo la orden de Maroto sin necesidad de que fuera tomado por las fuerzas de Espartero.
La batalla se saldó con cerca de 2.000 bajas, casi un millar entre los carlistas y 835 entre los isabelinos.
TITULO: Al Médico - Hacer ejercicio con cabeza: «La mejora estética debería ser un objetivo secundario»,.
Hacer ejercicio con cabeza: «La mejora estética debería ser un objetivo secundario»,.
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El uso de la tecnología para mejorar el rendimiento, el interés por la salud mental y el aumento de la necesidad de contar con ayuda profesional para mejorar la adherencia al deporte son algunas de las tendencias que ganarán peso a lo largo del año,.
Pasamos muchas horas con la cabeza inclinada debido a que estamos pendientes del móvil, la tablet o trabajamos frente a un ordenador, habitualmente portátil. Todo ello puede provocar dolor de cervicales. No es una percepción subjetiva, los especialistas lo advierten. Alertan que mantener una posición de cabeza inclinada hacia delante para mirar las pantallas puede provocar que el cuello soporte un peso mayor del habitual. El cuello, que soporta 18 kilos cuando la cabeza está inclinada 30º, puede llegar a los 27 kilos cuando está a 60º.
Por lo tanto, es importante mantener unos hábitos saludables, además de realizar una serie de estiramientos y ejercicios de cervicales, para así prevenir lesiones y fortalecer las vértebras cervicales. ¿Quieres saber más? Lee este artículo, y consulta a un profesional sanitario adecuado que podrá ayudarte en tu situación concreta.
Estiramientos y ejercicios de cervicales
El cuello es una parte muy importante de nuestro cuerpo. Por lo tanto, también debemos cuidarla y ejercitarla, sobre todo, si queremos evitar una tensión en el cuello. Para eso debemos cuidar las cervicales y lo podemos hacer trabajando algunos estiramientos y ejercicios de cervicales. Comencemos con algunos estiramientos, atento a estas recomendaciones:
- Estiramiento del angular de la escápula. Con cuidado, inclinamos la cabeza a la derecha acompañándola de la mano hacia donde se mueve la cabeza. Repetimos la misma dinámica pero en sentido contrario.
- Estiramiento del músculo trapecio. Suavemente, volvemos a llevar la cabeza hacia la derecha, pero en este caso, cuando esté inclinada debemos rotarla en sentido contrario hasta mirar hacia arriba. Hacemos lo mismo con la izquierda.
Estiramiento cervical en rotación. Nos estiramos en la cama boca abajo y simplemente debemos tener la cabeza girada a la derecha. Pasados unos instantes, cambiamos de lado.
Y, para tener los músculos del cuello tonificados, cuidar las cervicales y evitar lesiones cervicales, ten en cuenta algunos ejercicios claves:
- Hacer círculos con la cabeza. Relaja los brazos y mantén la espalda recta, ahora, con mucho cuidado y de manera relajada, empieza a hacer círculos con la cabeza hacía un sentido. Después de tres repeticiones, cambia el sentido. Repite el ejercicio cinco veces.
- Inclinaciones laterales. Con la finalidad de mejorar la elasticidad muscular del cuello, inclina lentamente y sin forzar la cabeza hacía un hombro lo máximo que puedas, este debe quedarse inmóvil. Puedes ayudarte de la mano contraria sujetando la cabeza. Una vez hayas hecho un sentido, hazlo con el otro. Lo puedes hacer 5 veces por lado.
- Elevación y descenso de los hombros. Este ejercicio te vendrá muy bien para fortalecer los trapecios, el cuello y la espalda. Para realizarlo, ponte de pie, con los hombros relajados y súbelos hacia arriba, manteniendo la postura durante un tiempo. Luego puedes hacer el movimiento inverso, es decir, descendiendo hacia abajo y aguantando también unos segundos.
- Movimientos horizontales. Finalmente, para fortalecer las cervicales puedes hacer este ejercicio. Tienes que mover la cabeza horizontalmente de derecha a izquierda, como si estuvieras diciendo no, asegúrate que no se mueve la espalda.
Malas posturas, estrés… Ya tienes la solución para prevenir tu futuro dolor de cervicales. Pero, antes de comenzar cualquier programa de ejercicios, siempre consúltalo con tu médico o especialista.
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