domingo, 8 de febrero de 2015

REVISTA XL SEMANAL, EN PORTADA, La sabiduría de los grandes maestros,./ EL BLOC DEL CARTERO, Hombres nuevos (I) / LA CARTA DE LA SEMANA, Esos delfines violadores,.

TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL, EN PORTADA, La sabiduría de los grandes maestros,.

En portada

La sabiduría de los grandes maestros

Hemos reunido a hombres y mujeres de entre 80 y 90 años que siguen al pie del cañón. Todos han triunfado en su vida profesional, pero siguen en la brecha. Como presidentes, actores de teatro, jueces, artistas, cocineros... Estas son sus razones.
«Todo lo que he creado antes de los 70 años no es digno de ser contado. Es a partir de los 73 años cuando he empezado a entender la estructura de la naturaleza, de los animales y las hierbas, de los árboles y los pájaros, de los peces y los insectos; en consecuencia, a los 80 años habré hecho aún más progresos; a los 90 espero haber penetrado en el misterio de las cosas; a los 100 años debería haber llegado a un maravilloso grado de conocimiento; y cuando alcance los 110, todo lo que haga, cada punto, cada línea, encerrará el instinto de la vida». Katsushika Hokusai, artista japonés (1760-1849)
-NÚRIA ESPERT
Actriz. 80 años. Interpreta cada tarde al rey Lear en el Teatro Lliure, en Barcelona.
"¿Conservar el niño que llevamos dentro? ¡Nada de eso! Cada etapa debe ser vivida como es"
XL. ¿Le cuesta decir la edad?
NE. A partir de los 60, no. Me impuso más cumplir 40. Me encontré pasando revista a mi vida y me pareció que había cosas que no había hecho, que iba retrasada.
XL. ¿No se plantea dejar el escenario?
NE. ¡A mí no me sacan del teatro ni los geos!Hay actrices que se quejan de que no hay papeles para mayores, pero usted no para.Depende de la suerte y de la genética. Hace falta mucha salud y memoria para hacer un papel como el del rey Lear; y, luego, tener la suerte de que te lo ofrezcan. Que yo pueda seguir trabajando se lo debo a la naturaleza, no es mérito de nadie.
XL. También habrá que cuidarse...
NE. Hay gente que se cuida y tiene finales malísimos, y quien se lo pasa bomba toda la vida y dura 200 años. Sé poco de genética, pero ahí debe de estar la clave.
XL. ¿Le cuesta más salir al escenario?
NE. No, es un placer. Yo me sigo preparando cada tarde como para una primera cita, como para una boda, en cuerpo y alma. 
XL. ¿Autores y directores penalizan la edad?
NE. No, el teatro es de las pocas profesiones en las que lo mucho que has aprendido y trabajado sigue valorándose en los finales de tu carrera. Es una profesión llena de privilegios.
XL. ¿Qué ha cambiado desde sus primeros trabajos?
NE. Cuando yo empecé, estaba mal visto que las mujeres trabajaran en el teatro. Hemos sido la avanzadilla, mujeres adelantadas a nuestro tiempo. La sociedad, luego, ha seguido nuestros pasos. Ser actriz es hoy un marchamo de inteligencia, de estudio y de seriedad. En esto ha habido una evolución tremenda.
XL. ¿A los 80 se dejan de lado planes de futuro?
NE. ¡Lo único que no pido ya es una hipoteca! Por lo demás, sigo haciendo planes de trabajo, de viajes... Sigo comprando libros que están en la mesita de noche esperando su turno, quiero cambiar la cocina de mi casa, la moqueta de la escalera...
XL. ¿No ha llegado el momento de enseñar lo que sabe?
NE. No, porque si eso se produce es sin la consciencia de quien lo transmite; mientras que recibir es algo consciente. Yo he tenido la suerte de trabajar con actores buenísimos y he aprendido y sigo aprendiendo de ellos.
XL. ¿En qué se diferencian sus primeras actuaciones de las últimas?
NE. ¡Puf! Debe de haber muchas, pero no me acuerdo bien de lo que sentí cuando hice Medea con 19 años, sustituyendo a la primera actriz. Sé que lo hice y que salió bien. Dicen que con los años sale el niño que tenemos dentro...No, no comulgo con nada de eso. No tengo ningún interés en volver a ser como una niña. ¿Conservar el niño de dentro? ¡Nada! La vida es un florecimiento, y cada etapa debe ser vivida como es. La desdicha es querer ser como el año pasado.

-MARISA SÁNCHEZ
A sus 82 años sigue al frente del hotel Echaurren, con dos comedores: el tradicional, el suyo; y el otro, el de sus hijos, con tres estrellas Michelin.
"Yo les digo a mis hijos que no olviden la cocina tradicional; es el alma"
XL. ¿Qué pensó cuando se vio con 80 años?
MS. Que quería seguir cumpliendo años y trabajando. Su profesión se ha sofisticado mucho...Totalmente. Mis hijos hacen otro tipo de cocina, pero yo les digo que no pueden abandonar la tradicional; es el alma.
XL. ¿Qué le motiva a seguir al pie del cañón?
MS. Estoy muy encima de las cosas, pero no como antes. Si no estuviera tan torpe de movimientos no pararía, porque disfruto con lo que hago. De tantas horas de pie en la cocina, mis piernas fallan mucho.
XL. ¿Ha cambiado mucho su cocina en estas últimas décadas?
MS. Sí, claro. Yo empecé con cocinas de leña, y la llegada del gas fue una revolución. En la cocina moderna hay platos muy buenos, pero otros no me gustan tanto. Los cocidos, por ejemplo, parecen cemento. Mi cocina es más amorosa. No utilizo mucho los artilugios modernos. La Thermomix esa no sé ni cómo funciona.
XL. Los comedores de su hotel son como un choque de trenes...
MS. Pero conviven perfectamente, cada uno con su estilo. Yo soy muy de cazuelas, fuego lento... Sabe mejor así. Soy una persona abierta a todo, pero no a lo que cambie el sabor de siempre. Aunque también reconozco que me da envidia cuando veo a mis hijos hacer esas cosas tan estupendas que hacen. Me gusta meterme en su cocina y mirarlos, calladita, sin estorbar.
GABRIEL ESCARRER JULIÁ
Presidente y fundador de Melia Hotels International. 79 años.
"Antes, me comía el mundo sin apenas ser consciente de ello"
XL. ¿Qué le hace seguir trabajando?
GE. La ilusión. Sigo sintiendo pasión por lo que hago.
XL. ¿Vive de otra manera con 80 años?
GE. Bueno, estoy a punto, pero aún no los he cumplido [se ríe]. Hay que mirar la parte positiva. Antes, me comía el mundo sin apenas ser consciente de ello; ahora valoro más las cosas buenas. Antes, no guardaba tiempo para mí; y ahora intento disfrutar de cada momento, de trabajo y de ocio.
XL. ¿Le cuesta más tomar decisiones?
GE. No me cuesta más, pero el sentido común me aconseja dejar cada vez más espacio a los jóvenes. Hoy es mi hijo el principal ejecutivo, aunque me encanta asesorarlo.
XL. ¿La experiencia le hace más conservador?
GE. Es curioso, pero en algunas cosas me estoy volviendo vanguardista, como en el tema de la digitalización, que me tiene fascinado; pero en otros soy muy conservador, como en política económica. He vivido muchas crisis en muchos países del mundo y he aprendido que cuando un país gasta más de lo que ingresa acaba arruinándose. Y con el futuro de las personas que llevan toda una vida trabajando no se debe jugar.
XL. ¿Sigue aprendiendo o es momento de transmitir cuanto ha aprendido?
GE. Sigo aprendiendo cada día, pero solo de aquello que me interesa; no estoy para perder mi precioso tiempo. En cuanto a transmitir lo que sé, siempre he intentado hacerlo con mis hijos, pero ahora me doy cuenta de que cada vez más intentó transmitir mi experiencia a otros colaboradores. Me sale darles consejos, recordarles los sabios refranes mallorquines... En fin, supongo que es por la edad.
XL. ¿Qué le sorprende a estas alturas?
GE. ¿A pesar de haberlo visto casi todo? Me sigue sorprendiendo, en negativo, la deslealtad de algunos supuestos amigos; y, en positivo, la solidaridad y la alegría de gentes muy sencillas, como algunos de nuestros trabajadores del Caribe. Ante dificultades como un huracán que les deja sin casa, se vuelcan en ayudarse y recomponer los hoteles para empezar de nuevo.
XL. ¿Reflexiona sobre la otra vida o no le preocupa?
GE. Claro que me preocupa. Siempre he sido un hombre religioso y ahora me alegro de tener una fe y un líder espiritual al que admiro, como el Papa Francisco.
XL. ¿Qué planes ha dejado de hacer? 
GE. Ya no esquío, no buceo... Estoy dejando los deportes de riesgo [se ríe].
XL. Hay ocasiones en las que piensa: «Ya no tengo edad para...». 
GE. Para conceder entrevistas a los medios de comunicación. 
XL. ¿Qué sabe ahora que a los 60 o 70 desconocía?
GE. Que la solución del mundo es la tercera vía: la colaboración público-privada. Y la responsabilidad social corporativa. Las empresas deben involucrarse en el bienestar de sus comunidades.
XL. ¿Es optimista con lo que ve a su alrededor?
GE. Soy optimista para el mundo y algo menos para España. Me parece inaudito que estemos considerando la posibilidad de que triunfe un sistema comunista o de corte populista en un país europeo tan avanzado como España, por ejemplo.
XL. ¿Qué tal duerme y cómo se encuentra y se cuida?
GE. Duermo poco, pero bien se duerme bien por la conciencia y la tranquilidad, más que por la edad y me encuentro razonablemente bien: hago natación todos los días y como sano, apenas bebo... En fin, me porto bien.
-RUTH BADER GINSBURG
Jueza del Tribunal Supremo de EE.UU. 81 años.
"He aprendido a disfrutar todavía más de las alegrías de la vida"
XL. ¿Cuál es la principal ventaja de llevar muchos años en el Tribunal Supremo de EE.UU.?
RB. Bueno, la antigüedad es un factor que influye en casi todo cuanto hacemos en el Tribunal, aunque tengo que aclarar que hay otros jueces que llevan más tiempo que yo en el Supremo. Por orden de antigüedad, hoy ocupo la quinta plaza; cuando empecé, me correspondía la novena. Los años de antigüedad determinan, entre otras cosas, el orden en que nos sentamos en el estrado o en una reunión.
XL. ¿La antigüedad le hace más influyente?
RB. El hecho de hablar antes te ofrece la oportunidad de influir en lo que vayan a decir los que hablarán después. También es posible que un juez exponga su punto de vista y luego cambie de opinión. Pero resulta poco frecuente.
XL. ¿Qué es lo que más le ha sorprendido después de cumplir los 80 años?
RB. No me ha sorprendido nada. Pero sí que he aprendido dos cosas. Una es que hay que disfrutar todavía más de las alegrías que te ofrece la vida, porque no sabes cuánto tiempo te queda. A mis años, una tiene que tomárselo todo día a día. La gente siempre me hace la misma pregunta: «¿Durante cuánto tiempo va a seguir en el Supremo?». Es una decisión que tengo que tomar cada año. Lo dejaré en el preciso momento en que note que empiezan a fallarme las facultades. Una se queda con la impresión de que el tiempo es precioso y que hay que disfrutar al máximo de lo que haces. Ya lo dice el viejo poema de Robert Herrick: «Coged las rosas mientras podáis». Pasé por momentos muy difíciles tras la muerte de mi marido. Llevábamos 56 años casados, y hacía 60 que nos conocíamos. Han pasado cuatro años desde entonces y creo estar haciendo lo que a él le gustaría que yo hiciera.

-LUIS GOYTISOLO
"A partir de los 50, los hilos que no hayan aparecido ya es difícil que aparezcan"
Escritor. 79 años. Acaba de terminar el ensayo, El sueño de San Luis, que saldrá a la calle esta primavera. Es miembro de la Real Academia de la Lengua.
XL. En marzo cumple 80...¡
LG. No me lo creo! Siempre he imaginado a la gente de esta edad como Tolstoi o así [risas]. Cuando cumplí 60, también me llevé un sobresalto. A partir de entonces, el tiempo pasa más aprisa.
XL. ¿Se cuida?
LG. Sí, camino, hago ejercicio diario, flexiones, pesas, estoy muy ágil. También sigo un régimen adecuado.
XL. ¿Hay momentos en los que se dice: «Yo ya no tengo edad para...»?
LG. No, hago todo lo que hacía antes. Lo que me molesta son los olvidos de nombres propios que tengo en la punta de la lengua. Pero también le pasa a gente con menos edad.
XL. Entonces echa mano de Internet...
LG. No, yo el teléfono móvil lo uso solo para llamar y mandar mensajes; también utilizo el WhatsApp. Pero no me gusta depender de él. Además, no me fío de pagar a través de Internet o de que entre otro y capture mis cosas. Tengo mucho cuidado con eso. La gente piensa que las redes unen, y lo que hacen es dispersar y convertir a la población en una masa amorfa y virtual.
XL. ¿Su forma de escribir ha cambiado?
LG. Ha evolucionado, porque al principio no tenía un estilo propio; pero no tanto. Mi primera novela, Las afueras, la terminé a los 23 años y se va a reeditar ahora. He vuelto a leerla y aguanta perfectamente.
XL. ¿Es más fácil escribir con la experiencia?
LG. No, ahora es más difícil. La época de mayor creatividad va de los 20 a los 50. A partir de los 50, los hilos que no hayan aparecido ya es difícil que aparezcan.
XL. ¿Ha perdido la capacidad de sorprenderse?
LG. No, pero percibo cambios en la sociedad del mundo entero que ningún pensador había imaginado. Estamos en un cambio de época. Me preocupa.
XL. ¿Ha pensado alguna vez en jubilarse y cobrar una pensión?
LG. Ya me he jubilado, pero cobro una pensión ridícula. He optado por cobrar la mínima para compaginarla con otros ingresos. Sigo trabajando en lo mío.
T. BOONE PICKENS
Presidente de BP Capital Management. 86 años. Impulsor de fracking
"Me jubilaré el día que me saquen del despacho con los pies por delante"
XL. ¿Cómo influye en su trabajo tener 86 años?
TB. No me considero tan viejo. Trabajo como hace 30 o 40 años. Las mismas horas. Ni estoy semijubilado ni dedico menos tiempo o energía al trabajo. Tengo un preparador personal que viene a casa a las 6:30 de la mañana, y a las 8:00 estoy en el despacho.
XL. ¿Qué ventajas le aporta la edad a su trabajo?
TB. Tengo muchísima experiencia. Muy pocas cosas pueden sorprenderme. He visto de todo -o casi-. Mi médico me dice que la razón por la que sigo estando tan despierto es porque continúo trabajando. Cuando llego al despacho, me reúno con mis socios -de ocho a nueve de la mañana, cuando abren las Bolsas- y hablamos de la actualidad mundial. Luego, cada uno se marcha a lo suyo. Y volvemos a reunirnos al cierre de las Bolsas. Así, cada tarde sabemos cómo nos ha ido la jornada. Sabemos de forma exacta cuánto ganamos o perdemos. 
XL. Usted es muy activo en Twitter...
TB. Los tuits no los escribo yo. Mi secretaria se encarga. Pero sí que digo lo que me parece, y la gente presta atención. Me divirtió lo que dijo el rapero Drake: «Lo difícil es ganar el primer millón de dólares». Mi respuesta fue: «¿Ah, sí? Pues yo creo que lo difícil es ganar los primeros mil millones».
XL. ¿Cuándo se jubilará? 
TB. El día que me saquen del despacho con los pies por delante.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL
Periodista y escritor. 84 años. Acaba de publicar su tercer libro sobre la jubilación, El mundo visto a los 80 años. Es columnista del diario ABC
"Cumplir 80 es un trago. Ves que esto va en serio, la última etapa de tu vida"
XL. Tres libros sobre la tercera edad. Su jubilación es escribir sobre la jubilación de todos...
JMC. Le conté a la editorial que estaba entrando en una etapa maravillosa y le propuse escribir sobre ella. Fue un éxito. Luego vinieron los demás.
XL. ¿Cómo afecta el cambio de década?
JMC. Cumplir 80 años es un trago. Ves que esto va en serio, empieza la última etapa de nuestra existencia.
XL. ¿Y cómo se afronta?
JMC. Hay dos maneras: o la aprovechas a tope o la tiras por la ventana. Antes, la vejez empezaba a los 60, pero se ha retrasado 20 años. En la época de mis abuelos no se jubilaba nadie, porque muchos se morían antes; y los que no quedaban apartados, en espera de morir.
XL. ¿Sigue habiendo quien se hunde en esa espera?
JMC. Ahora es diferente, porque esta última etapa se ha ampliado tanto que la jubilación terminará siendo la etapa más larga de la vida. 
XL. Usted cumple este año 85...
JMC. Llevo 20 años oficialmente jubilado. Mucho más tiempo que la infancia, que la adolescencia y casi lo mismo que la etapa laboral.
XL. ¿Hay suficientes actividades para llenar una jubilación tan larga?
JMC. Este es el problema, que la gente no se prepara para aprovechar esta etapa. Antes se consideraba que la vida ya estaba acabada. ¡Y no! Es más, puede ser la mejor etapa.
XL. Pero con la jubilación se reducen los ingresos. 
JMC. En la jubilación no se necesita tanto dinero, porque los grandes gastos ya los has hecho: los estudios de los hijos, el coche, la hipoteca... y debes ser más frugal en tus comidas. Pero, ¡cuidado!, hay que tener asegurado un mínimo, porque no tener lo necesario en la vejez es una tragedia.
XL. ¿El jubilado se siente finiquitado laboralmente? 
JMC. Debe asumir que ya no está en primera línea, pero debe seguir trabajando en lo que le gusta, incluso más que antes, porque el cerebro es un músculo que hay que mantener en forma. Recuerdo la anécdota de un profesor de la Universidad de California que, tras jubilarse a los 70 años, decidió aprender japonés. Cuando le preguntaron que por qué ese idioma, respondió: porque es muy difícil. Para estar en plenas facultades, hay que ponerse metas cada vez más difíciles.
XL. Pero con la edad se pierden facultades físicas y mentales...
JMC. Físicas, está claro; mentales, yo diría que al revés: aumentan. Ahora, si voy al cine y no me gusta la película, me voy. De joven, me lo tragaba todo; a mi edad se es más consciente del aprovechamiento del tiempo, porque el tiempo es lo más valioso. Y esto es inteligencia y astucia.
XL. ¿Ha cambiado la perspectiva con la que ve las cosas?
JMC. Exacto, la experiencia te da otra tranquilidad, solo te preocupa lo importante. Tienes más profundidad ante lo que pasa a tu alrededor.¿Qué planes de futuro se hace?A mi edad ya no se hacen planes de futuro, gozo el instante.

JOSÉ PERIS LACASA
Uno de los más grandes compositores españoles. 89 años. Está componiendo un concierto para piano y orquesta. En junio viajará a la Universidad de Yale, en EEUU
"Seguir componiendo a mi edad es un regalo divino. ¡Será que me he portado bien!
XL. ¿Es indiscreto preguntarle la edad?
JP. No, pero prefiero no hablar de eso porque acabarán haciéndome homenajes, y me molestan.Y sigue componiendo...¡Sigo!, es un regalo divino poder hacerlo a mis años, será que me he portado bien [se ríe]. Componer es un don que te llega de un ser supremo; si no lo tienes, ya puedes buscar los maestros que quieras que nunca lo harás bien.
XL. ¿Sintió vértigo al cumplir 80 años?
JP. No me enteré; como tampoco me voy a enterar cuando cumpla los 90.
XL. ¿Qué le hace seguir trabajando?
JP. Cuando compongo estoy en mi mundo, hasta me baja la tensión. ¡Mi cardiólogo me dice que tengo que componer más!
XL. ¿Está en mejores condiciones para componer que cuando tenía 50 años?
JP. De pensamiento, sí. Ahora compongo con más razonamiento. Quizá por eso me cuesta algo más, porque reflexiono más. Puede que mi trabajo sea ahora más profundo.
XL. ¿Ha cambiado su ritmo de vida?
JP. Sí, claro. Ya no tengo tanta afición a salir, pero sigo viajando. Gracias a Dios, de cabeza estoy igual. Pero quizá ahora tenga más pasión que equilibrio físico.
XL. ¿Qué planes tiene?
JP. Estoy componiendo un concierto para piano y orquesta, y lo voy a estrenar, seguro. Una ópera no la empezaría, porque me llevaría tres o cuatro años.
XL. Y en su vida ordinaria, ¿piensa en hacer cambios, inversiones...?
JP. Desde luego no pienso en cambiarme de casa [se ríe]. A mí nunca me ha interesado 'el tener', me ha preocupado 'el saber'. El fracaso mayor de España, más que robar, ha sido esa filosofía del tener y no del saber.
XL. ¿Qué le sigue preocupando?
JP. Que España -con una gran historia de descubridores, escritores y artistas- está abandonada. En las últimas décadas no ha avanzado nada en el terreno musical.
XL. ¿Cómo se plantea el final de su vida?
JP. No me preocupa trascender o no. Sé que la vida se puede terminar en cualquier momento; pero no lo pienso, aunque rezo por las mañanas. Hoy no estoy en ese asunto, aunque quizá por haber compuesto tanta música religiosa debería ir al cielo directo [se ríe]. Recuerdo una conversación con Severo Ochoa, con quien comí durante 20 años, en la que me decía: «Usted tiene que ir derecho al cielo..., pero es una lástima que no exista».
XL. ¿Se jubilará a los 90?
JP. No, la jubilación no va conmigo. Si jamás he previsto la fecha de unas vacaciones, tampoco voy a programar el terminar de trabajar.
XL. ¿Le preocupa disponer de dinero suficiente por lo que pueda pasar?Nada, estoy en números rojos desde hace años. 
JP. Mis problemas son de liquidez, porque gano menos que cuando estaba en activo. Conservo lo que me dejaron mis padres: mis olivos, una casa y varias fincas. Soy de los que piensan que lo que te han dejado tus padres debes transmitírselo a tus hijos.
XL.  ¿La edad le ha hecho más libre? 
JP.  No, yo he vivido mi profesión sin barreras. A mí, nadie me ha jubilado. Lo que haga la Seguridad Social conmigo ni me preocupa ni me importa.
RAFAEL CANOGAR
Pintor. 79 años. Prepara obra de Arco. En otoño tendrá exposición individual en Budapest y una colectiva en Londres
"Aún busco superarme, hacer esa obra que está unos metros más allá"
XL. En un par de meses cumple 80 años...
RC. En mayo, sí; me parece algo irreal.
XL. Así que no se lo cree...
RC. No mucho. Cuando me hablan de hacer una fundación, en broma digo que cuando sea mayor pensaré en ello; de momento tengo mucho trabajo.
XL. La mayoría de los trabajadores se retiran a los 65 años... 
RC. Pero los pintores estamos siempre en activo. Matisse murió trabajando en la cama porque no podía levantarse. Yo no concibo el retiro. Es más, pagaría por seguir pintando.
XL. ¿Qué ve cuando mira al pasado?
RC. Me da la sensación de que he vivido más de una vida y cambios tremendos en mi país: nací en mitad de una guerra, viví la dictadura, la transición, la democracia... 
XL. ¿Qué le preocupa?
RC. Políticamente estoy decepcionado. Hicimos la lucha por la democracia con mucha ilusión y, sin embargo, después de cuatro décadas, la democracia todavía está muy coja y muy imperfecta.
XL. ¿Se ha vuelto más conservador?
RC. Todo lo contrario, tengo la rebeldía asumida como algo anímico que necesito físicamente. No me gusta repetirme, no he perdido la aventura, la necesidad de arriesgar... No concibo crear sin riesgo.
XL.  ¿Mentalmente se encuentra capaz de trabajar como antes?
RC. Yo creo que ahora trabajo mejor. Puede que haya ciertas cosas que se pierden, pero a cambio ganas en sabiduría, memoria, experiencia...
XL. ¿Le cuesta ponerse al día con las nuevas tecnologías?
RC. Me preocupa que a las personas de mi edad se les esté apartando por no tener el conocimiento para manejar la tecnología. ¡Ahora, ni la declaración de la renta se puede hacer a mano! Es tremendo. Yo me he tenido que reciclar, y utilizo los medios que la tecnología me permite, porque son muy útiles. Sin embargo, me veo muy alejado de la creación digital de los artistas de hoy. Pertenezco a otra generación.
XL. ¿Qué le queda por hacer?
RC. Superarme, realizar esa obra que está a tu alcance, pero unos metros más allá, casi a la mano.
XL. ¿Tiene asumido que la vida no es eterna?
RC. Sí, y no me preocupa. Creo que hay otra vida, y que esta dure lo que Dios diga.

TÍTULO: EL  BLOC DEL CARTERO, Hombres nuevos (I),.


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JUNIO 2014 CHICA.jpgSi analizásemos los procesos históricos modernos desde la Revolución Francesa hasta nuestros días, descubriríamos una idea motriz común, presentada bajo diversos ropajes. Tal idea (por supuesto demencial, pero expuesta siempre con ardor desmelenado y fatua convicción) postula que se puede romper drástica y radicalmente con el pasado, fundando una nueva época que cristaliza en hombres nuevos, proyectados hacia un futuro esplendente a lomos del progreso. Esta idea, tan optimista como mentecata, de refundación de la Historia y regeneración humana está en la médula del espíritu revolucionario y se resume en la frase del genocida Jean-Baptiste Carrier, que después de encerrar a miles de antirrevolucionarios en barcos que hizo hundir exclamó exultante: «Convertiremos Francia en un cementerio si no podemos regenerarla a nuestro modo». Todos los movimientos políticos de los dos últimos siglos han hecho propio este desiderátum psicopático, cuyos orígenes debemos buscar en Descartes.
En su celebérrimo Discurso del método, Descartes propone una visión mecanicista de la naturaleza que, aplicada a la sociedad, inspiraría esta funesta idea de 'resetear' el mundo, empezando naturalmente por el hombre. Una vez que el mundo es concebido como una suerte de teorema matemático, resulta inevitable que tarde o temprano surja el deseo de fabricar un mundo más perfecto, habitado por hombres que se hayan despojado de las cargas y gravámenes antiguos (¡el odioso pecado original!), para convertirse en una raza de dioses que imponen su sacrosanta voluntad sobre la realidad, remodelándola, negándola, refutándola y, en caso de que tales técnicas se revelen estériles (como suele ocurrir, porque la realidad es muy tozuda), haciendo como si no existiese. Este voluntarismo vesánico (y a la vez irrisorio) daría lugar a una serie de deformaciones racionalistas que ahora no tenemos tiempo de analizar: revisionismos históricos, idealismos filosóficos y constructivismos antropológicos de toda índole, con frecuencia aberrantes y casi siempre desquiciados.
Naturalmente, al mecanicismo cartesiano se sumarían luego otras corrientes de pensamiento que contribuyeron a esta tarea de regeneración humana. El naturalismo de Rousseau propiciaría el advenimiento del primer 'hombre nuevo' con nombre propio, el 'ciudadano', que puede guiarse por su voluntad benéfica e infalible, autónoma y soberana. Las hipótesis de Darwin, por su parte, servirían para soñar con una raza de hombres mejor dotados, tanto en el carácter como en la constitución biológica, capaces de desarrollar un sentido ético (y étnico) superior. Al modernismo religioso, por su parte, no le bastó con que la Redención hubiese beneficiado espiritualmente al hombre caído, sino que imaginó al ser humano en un perenne estado de perfectibilidad que lo llevaría (según la alucinada escatología de Teilhard de Chardin) a fundirse con Dios, en un afrodisiaco punto G (perdón, quería decir punto Omega).
Este mito de la perfectibilidad humana es el motor (con carburante adulterado) de todas las utopías, que resucitaron el sueño de una Edad de Oro, despojada de la grandeza con que se revestía en las viejas mitologías paganas y acondicionada a la vulgaridad con olor a berza cocida y estufa mal purgada de las ideologías, que han ido evolucionando desde las orgullosas proclamas del racionalismo más infatuado al vómito balbuciente y sentimental de la razón hecha trizas (según aquel infalible principio mecánico y biológico que nos enseña que todo lo que sube baja). Sobre los quiméricos 'hombres nuevos' soñados por el comunismo, el fascismo o el nazismo nada diremos, pues ya han sido sobradamente diseccionados y hasta vulgarizados por el cine de Hollywood y los tertulianos más analfabetos. Mucho más interesante se nos antoja la figura del 'hombre nuevo' democrático, que en parte es el hombre-masa de Ortega (un hombre orgulloso de su vulgaridad, engolosinado en su bienestar, que sólo se guía por sus apetitos, mientras cree aseguradas la estabilidad política y la seguridad económica), en parte el hombre unidimensional de Marcuse (dedicado únicamente a producir y consumir e idiotizado por los mass media) y en parte el hombre programado de Skinner (un producto de la ingeniería social cuya conducta y pensamiento están inducidos, incluso determinados por el medioambiente, lo cual lo hace felicísimo).
Sobre este 'hombre nuevo' democrático, que creyéndose más libre que nunca ha llegado al extremo infrahumano de carecer de libre albedrío, hablaremos en nuestro próximo artículo. 

 TÍTULO: LA CARTA DE LA SEMANA, Esos delfines violadores,.

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600-plaza.jpgHace un par de semanas escribí en esta página, parafraseando un antiguo dicho, que una ardilla podría recorrer España saltando de gilipollas en gilipollas sin tocar el suelo. Y hay quien se ha mosqueado, claro. Ya está el Reverte insultando. Pero lo blanco y en tetrabrik suele ser leche. Asumámoslo. En España, por alguna razón que tiene que ver con nuestra triste historia, con nuestra tradicional, voluntaria y gozosa incultura trufada de complejos y con ese toque de demagogia oportunista que algunos, a falta de otra ocupación decente, han convertido en medio de vida, los extremos de gilipollez nacional pueden ser formidables. Y si a los cantamañanas natos, vocacionales o simples aficionados, añades los simples tontos de infantería -otrosí llamados tontos de baba o tontos del culo-, el número de unos y otros, coincidiendo a menudo en maneras y objetivos, se hace infinito, en plan muchedumbre tan apretada que en cuanto nazcamos unos pocos más acabaremos cayéndonos al agua. Como suele decir Carlos Herrera, que conoce a la peña hasta por las tapas, aquí hay más tontos que botellines de cerveza.
Como el espacio de que dispongo no es mucho, voy a poner sólo dos ejemplos recientes. Pero estoy seguro de que cada uno de ustedes podría aportar su buena docena y media. O más. Uno lo escuché en la radio y otro en la tele. El de la radio fue en boca de una presunta señora que, indignada, reprochaba a un novelista que éste hubiera mencionado la famosa frase de Alejandro Dumas referida a sus propias novelas: «Es lícito violar la Historia, pero a condición de hacerle hermosas criaturas». Como habrán ustedes adivinado, la señora ponía de vuelta y media no sólo al autor de El conde de Montecristo y Los tres mosqueteros, al que calificó de machista sin escrúpulos, sino también al infeliz juntaletras que se había atrevido a citar la frase. El uso del verbo violar ya era una agresión a la mujer, sostenía la señora. Hasta decir «violar la correspondencia» o «violar la intimidad» lo era, sostuvo, del mismo modo que decir «el terrorismo es el cáncer de la sociedad moderna», como se había dicho un rato antes en el mismo programa, era insultar a todos los enfermos de cáncer. Pero es que, además, según la antedicha dama, el resto de la cita dumasiana justificaba la violación y la presentaba como algo positivo y hasta lícito, lo que ya era el colmo. De ahí pasó a mencionar las violaciones y el genocidio en Bosnia y Ruanda, asegurando que de unas cosas vienen otras, y acabó afirmando con rotundidad: «Nunca leeré una novela de ese Dumas». Pero lo más simpático fue que el novelista que estaba siendo entrevistado, en vez de tomárselo a cachondeo, hablar de contextos socioculturales distintos entre Dumas y lo de ahora, o recomendar a la señora que leyese a Belén Esteban, que habría sido una forma elegante de mandarla a hacer puñetas, se disculpó casi balbuciente, dándole la razón y prometiendo enmendarse en el futuro. El muy tiñalpa.
La otra fue más bonita, si cabe. Más zoológicamente universal. Porque hablando de la imagen simpática que suele tenerse de los delfines, un pavo -esta vez era varón, mi primo- dijo muy serio en la tele que de simpáticos nada; pues ahí donde los ven, con su sonrisa indeleble, los machos son crueles porque «acosan a las hembras y las obligan a mantener relaciones sexuales». A tal afirmación siguió entre los contertulios un silencio, ignoro si horrorizado o desconcertado, que duró unos segundos, antes de pasar a hablar de otra cosa, mariposa. Y ahí, lo confieso malevo, sí eché en falta a alguien que, como la señora indignada con Dumas, se solidarizara con las pobres delfinas, forzadas por los malvados delfinos a tener relaciones sexuales contra su voluntad. Forzadas impunemente por esos fasciomachistas con aletas en la profundidad de los mares. Y ya puestos a ser consecuentes, que denunciara también, exigiendo soluciones urgentes, la triste situación sumisa de leonas, focas, cebras, lobas, conejas, gallinas, palomas mensajeras o sin mensaje, escarabajas peloteras, osas panda, patas azulonas, rinocerontas, tigresas de Ranchipur, urracas, murciélagas, grullas, cernícalas lagartijeras, perras salchicha, canguras australianas e hipopótamas del río Congo, entre infinidad de otras hembras oprimidas y por oprimir. Que, todas ellas, todavía en este siglo XXI, siguen siendo forzadas al sexo con intolerable desconsideración por los machos de su especie, que van al asunto con salvaje brutalidad animal en vez de acercarse a ellas con el debido respeto y la pregunta previa de si están de humor, prenda mía, o les duele la cabeza.

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