Juegos de niños,.
Sabado -13- Junio a las 22:00 por La 1, foto,.
Juego - Los niños no votan,.
Los niños no votan,.
Quizás si tuvieran capacidad de protesta más allá del pataleo delante de sus padres, si pudieran enarbolar una pancarta y fabricarse un lema, los niños habrían contado más en la desescalada
Hoy ya salen a la calle. Pero a mí me resulta sorprendente que los veladores lleven tres semanas puestos y las instalaciones municipales deportivas estén abiertas mientras nadie habla de recuperar las áreas de juegos infantiles.
Es como si los pequeños no existieran. O, al menos, como si no importaran en la desescalada. Se les ha relegado hasta el punto de que tienen columpios y balancines al alcance de la mano, pero precintados por la Policía Local y con un claro mensaje de prohibido pasar.
Hasta los perros salieron de casa a diario mientras los menores afrontaron un encierro de dos meses
Hubo un tiempo en que los perros salían
todos los días, pero no los niños. Que ya sabemos todos que la capacidad
de presión que tienen los amantes de los animales de cuatro patas es
infinitamente mayor que la de los menores.El profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Antonio Figueras decía esta semana en 'El País' que no se les ha tratado como sujetos de derecho durante el estado de alarma. Incluso, advierte que hay estudios que ponen en duda que sean 'supercontagiadores' de la COVID-19, que si la contraen apenas tienen síntomas y que la alarma de que podrían desarrollar la enfermedad de Kawasaki se basó en unos pocos casos. Cuestiones médicas y científicas aparte, que no soy yo experta en esas lides, lo cierto es que muchos críos llevan tres meses sin ver a sus amigos. Sin jugar con sus iguales.
Los hay que se encuentran en San Francisco y los que echan la mañana en Castelar. Pero sin áreas infantiles, sin parques de bolas y con una indefinición total sobre la vuelta a las aulas dentro de unos meses. Que también lo han dicho los expertos, en etapas tempranas la formación on line es una pamema. Igual que muchos profesores se acuerdan de los críos que tienen problemas en casa y saben que sin colegio han perdido su única válvula de escape. Pero de esto apenas se habla.
Quizás todo esto cambiara si los niños tuvieran capacidad de protesta más allá del pataleo delante de sus padres. Si pudieran enarbolar una pancarta y crearse un lema. «No sin mis columpios», por ejemplo. Entonces sería muy probable que algún responsable hubiera puesto en marcha un sistema de desinfección en los toboganes. Y mucho más si pudieran votar. Ay, si los niños pudieran votar tendrían ya un parque de atracciones abierto en cada ciudad.
TITULO: LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - Las colas del doctor Simón.
LA PANTERA ROSA - Y LUKE LUKE - Las colas del doctor Simón ., fotos.
Las colas del doctor Simón,.
Esperar para todo. Mientras llega nuestro turno, se suceden las anécdotas y los personajes,.
El problema llega cuando aparecen ellos, los señores mayores, que son novatos e impacientes y no respetan las reglas no escritas, pero muy antiguas, de las colas. Algunos intentan colarse haciéndose los despistados y otros recurren a excusas de libro como que van a ver si está dentro su mujer y no salen cuando los demás sabemos que dentro hay otro hombre, no su mujer, también los hay que aducen los dolores como eximente para hacer cola y finalmente están los listos que piden la vez, avisan para que se la guarden y se van, dicen ellos que a la farmacia a comprar una medicina muy urgente que no puede esperar.
Los demás varones de la cola, como pensamos que protestar y cantarle las 40 a un 'colón' supone rebajarnos y ponernos en evidencia, pues callamos y consentimos, pero las señoras de la cola no transigen y avisan al caradura de que dentro de la frutería hay un hombre, no su esposa, que para dolores los suyos y no por eso se cuelan y cuando el engañador vuelve de la farmacia, ellas descubren su juego y lo envían al final de la fila: «No sea mentiroso, no ha ido la farmacia. Todos le hemos visto entrar en el bar y a quien va al bar, no se le guarda la vez», le dicen con la seguridad de quien conoce al dedillo toda la jurisprudencia sobre las colas.
Cuando llega una mamá con un niño de cuatro o cinco años, la cola se anima mucho. El otro día, en un bazar oriental, mi sobrino le preguntó al dependiente: «¿Eres chino, verdad?» El tendero asintió y mi sobrino entretuvo mucho a la cola con su comentario final: «Ya lo decía yo». Ese mismo sobrino, en una cola del 'Carredona' o del 'Mercafour', da lo mismo, empezó a decirle a su madre que un señor que iba unos puestos más adelante estaba demasiado gordo. Mi cuñada, desesperada, le pedía que, por favor, se callara, pero el niño no solo no se calló, sino que anunció su propósito: «Voy a decírselo». Y lo cumplió. Se soltó de la mano de su madre, se acercó al caballero obeso y le dio un consejo: «Oiga, está usted muy gordo, tiene que comer menos o se pondrá malo».
Lo peor de estas colas es cuando el niño inocente se fija en ti. Es algo a lo que estoy acostumbrado, pero no deja de ser una situación embarazosa. El niño se percata de algo raro y avisa a su madre: «Mamá, a ese señor le falta un brazo». La madre se pone seria: «Miguelito, cállate». Pero Miguelito no entiende nada y grita: «Pero mámá, es que le falta un brazo». La madre pasa a fase 2: «Miguelito o te callas o te doy un bofetón». Miguelito no se calla y recibe el bofetón. Yo no sé dónde meterme y el resto de la cola tampoco. Mi experiencia me dicta que, en estos casos, lo mejor es ser muy gore y decirle al niño: «Es que me lo comió un lobo». Entonces, Miguelito alucina y hay un 70% de posibilidades de que se calle. Si es del 30% que no se calla, gritará: «Mamá, a ese señor le ha comido el brazo un lobo. Yo no quiero que a mí también me lo coma». Después llorará asustado, yo no sabré dónde meterme y todos culparemos al doctor Fernando Simón por haber inventado las colas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario