EL ARBOL DE TU VIDA - MARTES - 14- Septiembre ,.
Conducido por Toñi Moreno, el espacio investiga el árbol genealógico de los personajes más queridos de nuestro país. El martes- 14- Septiembre , a las 22:30 por antena 3, etc.
EL SILENCIO POR FAVOR -
DESAYUNO - CENA - DOMINGO - LUNES -Carmen Posadas - Los defectos de mis virtudes ,.
EL SILENCIO POR FAVOR - DESAYUNO - CENA - DOMINGO - LUNES - Carmen Posadas - Los defectos de mis virtudes ,fotos.
Carmen Posadas - Los defectos de mis virtudes ,.
Los defectos de mis virtudes,.
La semana pasada les hablaba de defectos y esta me gustaría hablarles de virtudes. No hace mucho, mi amiga Ana, hablando de su marido, que es muy generoso, atento y resolutivo, me hizo reparar en algo en lo que hasta entonces no había caído. «Sí –me dijo–, Juan es una persona excepcional, pero tiene los defectos de sus virtudes». «¿A qué te refieres?», pregunté, porque siempre me ha parecido que a Ana le había tocado la bonoloto.
«Es verdad –argumentó–, pero hasta la bonoloto tiene sus impuestos y se suelen pagar en la misma moneda que el premio». Al principio no entendí, pero desde entonces vengo reflexionando sobre el asunto y creo que ya sé a qué se refiere.
Mejor prevenir...
«Café con leche, zumo de naranja, un kiwi, una tostada de pan con tomate y jamón, y dos galletas María. Es que luego no sé a qué hora voy a comer...».
Cena,.
Otro rasgo positivo de mi carácter que me ha causado más de un problema es que no soy nada rencorosa
Un marido como Juan es un chollo. Con las virtudes que acabo de señalar, se ocupa de todo, por supuesto de temas económicos, pero también de la intendencia, incluso de la más aburrida: de organizar los viajes, de llamar al fontanero cuando se rompe la caldera, de hablar con los profesores del cole del niño o de poner firme al portero cuando hace falta.
Sin embargo –y aquí viene el impuesto del que hablaba mi amiga–, como es tan resolutivo, atento y generoso, acaba resultando invasivo. Él sabe perfectamente qué le conviene a cada miembro de la familia; qué es saludable comer y qué no, qué se debe hacer, comprar, vestir, adónde viajar, pasear… Para que este artículo no parezca una crítica a mi amigo Juan, al que adoro, pondré ahora como ejemplo algunas de mis virtudes y, por tanto, defectos.
Me considero una persona extrarrespetuosa con el espacio de los otros. Tal vez porque no me gusta que me invadan, jamás me meto en la vida de nadie, ni siquiera en la de las personas que más quiero. Craso error. Muchas veces he tenido que arrepentirme de esta supuesta virtud.
Primero, porque la mayoría de la gente confunde mi actitud con falta de interés, cosa que no es cierta. Y segundo porque con ese escrúpulo mío de «ellos sabrán qué hacen, quién soy yo para dar consejos», me he abstenido de avisar a otros de los berenjenales más que evidentes en los que se estaban metiendo.
Otro rasgo positivo de mi carácter que me ha causado más de un problema es que no soy nada rencorosa. Qué bien, pensarán ustedes, muy cristiana esa virtud. Sí, pero me he dado cuenta de que un pelín de rencor es algo muy útil y evita que uno tropiece dos veces con la misma piedra. Ya sé que ahora está de moda repetir ese mantra de «Yo perdono, pero no olvido», pero esa no es más de que una de las muchas trolas que nos contamos para quedar bien, porque perdonar –perdonar de verdad– es poner el cuentakilómetros de las ofensas a cero, y eso solo se consigue con el olvido.
Lo digo con pleno conocimiento de causa, porque yo perdono una y otra vez. Pero no se crean que por virtud ni por mérito. Lo hago porque tengo memoria de chanquete y algunas –o mejor dicho muchas– veces me gustaría ser menos desmemoriada, así no repetiría ciertos errores garrafales.
Siempre me han interesado este tipo de contradicciones y paradojas de la naturaleza humana que hacen que uno no comprenda ni la mitad de lo que le pasa, ni a uno mismo ni a otros. Intentar descifrarlas no es fácil, pero se me ocurre una posible receta.
En el frontispicio del templo de Apolo en Delfos –el archifamoso oráculo del mismo nombre al que todos acudían en busca de guía y consejo para sus vidas– había esta inscripción: «Conócete a ti mismo». Parece una recomendación tonta: al fin y al cabo, el mirarse el ombligo es uno de los deportes favoritos de todo un batallón de memos. Pero una cosa es mirar y otra ver. Porque ver requiere introspección, autocrítica y, sobre todo, no hacerse trampas en el solitario.
No puedo decir que haya alcanzado la clarividencia que recomienda el oráculo de Delfos, pero por Júpiter (o por Apolo) que estoy en ello. De momento he hecho este descubrimiento sobre mis defectos y virtudes que me ha ayudado a entender, no solo una parte incomprensible de mi carácter, sino también a 'descifrar' a ciertas personas que eran para mí un enigma. Increíble lo mío. Acabo de cumplir 68 añazos y aún estoy en parvulario.
LUNES-13- Septiembre Imprescindibles ,.
Imprescindibles, serie de documentales sobre los personajes más destacados de la cultura española del siglo XX cada semana en La 2, el lunes -13- Septiembre a las 21:00,.
UNA PÉSIMA IDEA ,.
foto / Supe que Abdeslam Mustafa era un profesional cuando después de darnos el nombre de su cómplice se recreó en su versión de los hechos, por descontado exculpatoria al máximo para sí mismo. No le quedaba otra que reconocer su papel activo en los demás robos, ya que guardaba en su domicilio algunos de los efectos sustraídos, pero en relación con el de doña Luisa, que era el que llevaba consigo un homicidio y la pena correspondiente, sostuvo que tanto la idea como la iniciativa habían sido del otro, que había elegido el objetivo y había abordado a la anciana y sostenido el forcejeo que conduciría al fatal desenlace. Abdeslam solo se había dejado llevar, sin tomar en ningún momento parte activa en el robo, y luego había puesto su coche para darse a la fuga: el error, nos dijo con aire compungido, que le cargaba ahora con aquella desgracia. Podíamos comprobar lo que nos decía si buscábamos el bolso, que su socio había tirado a la cuneta durante la huida. O mucho se equivocaba, nos aseguró, o allí encontraríamos huellas dactilares: las del otro, no las suyas.
Como Abdeslam era un delincuente avezado, él mismo sabía que lo tenía muy difícil para librarse de la pena, tanto por el robo del que había sido cooperador necesario como por la muerte producida de resultas de la violencia ejercida sobre la víctima. Pero era la única baza que tenía para enredar en el juicio y procurar que, de los dos, fuera al otro a quien le cayera la condena más larga. No le falló lo del bolso: según pudimos comprobar, las huellas dactilares que en él habían quedado grabadas correspondían a la persona cuyo nombre nos había facilitado. Como no las teníamos en nuestra base de datos, hubo que tomárselas, a lo que no se resistió. Antes al contrario: su actitud, desde que aparecimos en su casa a buscarlo, era la de quien esperaba aquel desenlace. Quizá porque se temía que el cuerpo del delito que no había tenido la presencia de ánimo de ir a recuperar estaba o acabaría en nuestras manos. Quizá porque sabía cómo se las gastaba el tipo al que había unido su suerte, buscándola en el cuello frágil y el brazo tembloroso de esas ancianas a las que sin apiadarse desvalijaban de las joyas que colgaban del uno y del bolso que sujetaban con el otro. Cuando lo abordamos a la puerta de su casa, de la que salía con uno de esos caros auriculares inalámbricos típicos de los futbolistas, y le dijimos que tenía que acompañarnos al cuartel, solo bajó la mirada y se dejó conducir como un cordero.
«Su compañero le atribuye a usted la iniciativa y el ejercicio directo de la violencia sobre la difunta». Al oír esto, algo se encendió dentro de aquel hombre
Y ahora allí lo teníamos, en la sala de interrogatorios. A su lado había una joven abogada de oficio que a duras penas disimulaba el horror que la sobrecogía. Enfrente de él nos sentamos los tres que habíamos interrogado a Abdeslam: el teniente Ribeiro, Chamorro y yo. Se me reservó, por consenso de mis compañeros, el privilegio de recordarle sus derechos, informarle de la imputación y hacerle, tanto a él como a su letrada, una relación genérica de los medios de prueba que había contra él. Esa era la parte fácil, por formularia. Lo difícil era iniciar la conversación. Tardé en decidir por dónde hacerlo.
—Este es un mal trago para todos —hablé al fin—. Lo hecho no se puede deshacer y, como acabo de decirle, hemos podido reunir una buena batería de pruebas incriminatorias. Sabe que tiene derecho a no declarar, como le recordará su letrada, y que lo que diga puede ser utilizado en su contra, pero también esta es la ocasión para que trate de decir algo en su favor. Su compañero le atribuye a usted la iniciativa y el ejercicio directo de la violencia sobre la difunta.
Al oír esto, algo se encendió dentro de aquel hombre.
—Eso es mentira —saltó, con una energía de la que apenas unos segundos antes parecía totalmente desprovisto—. Fue él el que le quitó la cadena y tiró con esa fuerza exagerada que le hizo perder el equilibrio a la pobre. Cuando no se rompió a la primera, yo traté de tirar de él para que lo dejara, pero él estaba cegado con llevarse el crucifijo. Era un buen pedazo de oro y se lo iban a pagar bien.
Le escuché con toda atención, sin dejar que ningún gesto asomara a mi semblante. Luego crucé una mirada con mis compañeros. Nos entendimos sin palabras. Los dos me invitaron a que procediera.
—Son dos cosas las que dice su amigo Abdeslam —puntualicé—. Que usted fue el ejecutor material del robo y que fue usted quien tuvo la idea de ir precisamente a por doña Luisa. Usted niega ahora haberle quitado la cadena. Pero tanto en el bolso como en la cartera están sus huellas dactilares: las de usted. ¿Quiere decirnos que no se apoderó usted de ese bolso, no lo abrió, no vació la cartera y luego no lo arrojó, usted mismo, a la cuneta donde lo encontramos?
—No, eso no puedo negarlo —admitió, avergonzado.
«Como te ha dicho el subteniente, eso ya no tiene vuelta de hoja. En el tiempo que tienes por delante, te vendrá bien haber afrontado la verdad»
—Tampoco ha negado que la idea de robarle a doña Luisa fuera suya. ¿Quizá porque tampoco en esto Abdeslam nos ha mentido?
Aquel hombre llegó entonces al límite de su resistencia. Sin poder aguantar más, se derrumbó y empezó a llorar como un niño, con los hombros sacudidos por breves convulsiones y con hipidos y todo. No hay experiencia que le prepare a uno para asistir impasible a una tragedia como la que en ese momento se desarrollaba ante nuestros ojos. Fue entonces Chamorro quien tomó la palabra, para reconducir aquello a donde debía llevarnos, que no era la demolición emocional del sospechoso, sino su colaboración para poder trasladarle al juez del caso un relato lo más claro y fundado posible sobre la secuencia de los hechos delictivos. Con su voz más cálida, le hizo notar:
—Tuviste una pésima idea, y todo salió de la peor manera posible, pero como te ha dicho el subteniente eso ya no tiene vuelta de hoja. En el tiempo que tienes por delante, te vendrá bien haber afrontado la verdad, haber colaborado para que se sepa y haber reconocido lo que tengas que reconocer. Quizá tu abogada te lo desaconseje, a efectos legales, y en ese sentido antes que a mí debes hacerle caso a ella. Pero ahora no te está hablando una guardia civil; quien te habla es una mujer que intenta comprender el destrozo que llevas dentro y no tiene, tampoco lo tienen mis compañeros, el menor afán de que ese destrozo se te acabe haciendo insoportable. Por eso, te invito a que no te mientas ni nos mientas. Quizá sea mejor que nos expliques por qué llegaste a proponerle a Abdeslam lo que le propusiste.
El detenido tardó en aceptar aquel capote que le echaban.
—Yo… —sollozó—. No sé… No sé cómo pude… Llevo un tiempo muy malo, apenas hay trabajo, se me acaba el paro una y otra vez, siempre estoy al límite. Él… Abdeslam… Le compraba el chocolate desde siempre, nos hicimos amigos y un día… Bueno, me dijo que había una solución fácil para mis apuros económicos, que lo tenía muy estudiado y solo le hacía falta un socio para asegurar la jugada. Que era pan comido, que nadie tenía que salir con más mal que un poco de oro y unos euros menos. Y yo… no supe decir que no.
—Me refería a lo otro, Anastasio —insistió Chamorro—. Por qué le contaste lo de la cruz que siempre llevaba tu abuela. Por qué la pusiste en su punto de mira. Algo muy gordo tuvo que pasarte.
Cada vez le costaba más hablar, pero trató de explicarlo:
—Le debía mucho dinero, por la droga que me fiaba. Me apretaba para que diéramos un palo bueno. Y esa mañana yo… acababa de discutir con ella, no sé qué me pasó, se me confundió la cabeza…
No pudo decir más. Tampoco lo necesitábamos, y a ninguno de los tres que estábamos allí, ni a la capitán Azpeitia, que observaba discretamente la diligencia, nos gustaba ensañarnos con nadie.
Lo peor de aquel trabajo fue contárselo a Carmen y a Luisa, la hija y la nieta de la víctima, la madre y la hermana del malhechor. Fue Luisa la que, después de decirle por qué habíamos detenido a su hermano y lo íbamos a poner en breve a disposición judicial, dio con el resumen más demoledor que puedo hacer de esta historia:
—Qué pena que quien de ella tuvo más amor no supiera tener más seso. Que lo que fue tu ilusión termine siendo tu castigo.
Y como el título de la canción: Senza un perché. En cuanto tuviera un rato, pensé entonces, le cambiaría el tono a mi teléfono móvil.
TITULO: ELLA & - Espantada de López en la Vuelta de Roglic ,.
Espantada de López en la Vuelta de Roglic ,.
El esloveno ata su tercera edición y el colombiano se retira enrabietado al verse hundido camino de Herville, donde casi gana Bizkarra y vence Champoussin,.
foto / Ahora que el precio de la luz escala como nadie, la última etapa montañosa de la Vuelta fue pura electricidad. Gratis. Espectáculo. Pudieron ganar muchos, incluido Mikel Bizkarra, pero ganó el francés Champoussin, que al coger a Roglic, Mas, Haig y Yates a kilómetro y medio de la cima de Castro de Herville, pensó: «Si se miran entre ellos, etc,.
TITULO:
EL BAR ESQUINA - REVISTA CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA
COMERSELO -PESADILLA EN LA COCINA - JUEVES-16- Septiembre - Doce mariscos y sus vinos,.
PESADILLA EN LA COCINA - JUEVES -16-Septiembre ,.
PESADILLA EN LA COCINA - JUEVES -16-Septiembre ,.
Pesadilla en la Cocina es un programa de
televisión español de telerrealidad culinaria, presentado por el chef
Alberto Chicote, emitido habitualmente los jueves a las 22:30 en La
Sexta. Nuevas broncas, enfrentamientos y arcadas; Alberto Chicote regresará con nueva temporada de Pesadilla en la cocina. Tras una temporada de descanso, Pesadilla en la cocina
vuelve Alberto Chicote con las pilas bien cargadas. El chef de laSexta
intentará reflotar nuevos restaurantes y se enfrentará a nuevos retos, etc.
Pesadilla en la Cocina es un programa de
televisión español de telerrealidad culinaria, presentado por el chef
Alberto Chicote, emitido habitualmente los jueves a las 22:30 en La
Sexta. Nuevas broncas, enfrentamientos y arcadas; Alberto Chicote regresará con nueva temporada de Pesadilla en la cocina. Tras una temporada de descanso, Pesadilla en la cocina
vuelve Alberto Chicote con las pilas bien cargadas. El chef de laSexta
intentará reflotar nuevos restaurantes y se enfrentará a nuevos retos, etc.
EL BAR ESQUINA - REVISTA
CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - LA COCINA DOMINGO -
LUNES - Doce mariscos y sus vinos ,.
EL BAR ESQUINA - REVISTA
CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - LA COCINA DOMINGO -
LUNES - Doce mariscos y sus vinos ,.
EL BAR ESQUINA - REVISTA
CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - LA COCINA DOMINGO -
LUNES - Doce mariscos y sus vinos ,.
EL BAR ESQUINA - REVISTA CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - LA COCINA DOMINGO - LUNES - Doce mariscos y sus vinos ,.
EL BAR ESQUINA - REVISTA
CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - LA COCINA DOMINGO -
LUNES - Doce mariscos y sus vinos ., fotos,.
Doce mariscos y sus vinos,.
Hemos seleccionado doce mariscos de los más habituales y doce vinos de distintas zonas y uvas adecuados para acompañarlos,.
España es el paraíso del marisco.
Por variedad y, sobre todo, por calidad. En nuestras aguas encontramos
crustáceos y bivalvos para satisfacer todos los gustos. Desde las
cotizadas ostras hasta los modestos mejillones, desde bogavantes y
centollos hasta las gambas rojas o blancas. En estos tiempos en que
tanto se valora el producto, los mariscos españoles son, en su conjunto,
los mejores del mundo. Y, salvo contadas excepciones, están al alcance
de todos. La lista de variedades es larguísima y daría para un tratado.
Por eso hemos seleccionado doce de los más habituales y doce vinos de distintas zonas y uvas adecuados para acompañarlos.
1. Almejas
Pocas cosas mejores que una buena almeja cruda,
regada con unas gotas de limón, con su profundo sabor marino y su
peculiar textura. La almeja es, además, muy agradecida en cocina, ya que
lo mismo protagoniza guisos –a la marinera, su preparación más
emblemática–, que acompaña pescados, arroces, fabas, fideos o alcachofas.
Este molusco bivalbo, que vive
enterrado en la arena, se cultiva sobre
todo en las rías gallegas. De los diversos tipos que se encuentran en el
mercado, las de más calidad son la 'fina' y la 'babosa'. La
primera es
más apreciada por su mayor tamaño y porque aguanta más tiempo viva.
Un vino: Mártires de Finca Allende, viura (Rioja).
2. Berberechos
Escribía Julio Camba que el berberecho es
marisco abundantísimo, pero tan sabroso como si fuera muy raro. Y es
que este molusco, a pesar de su calidad y su excepcional sabor a mar,
tal vez por su bajo precio, no ha sido muy reconocido. Los mariscadores
los capturan aprovechando la bajamar en los fondos arenosos de las rías.
De Galicia proceden los mejores. Se comen tradicionalmente al vapor, aunque no hay que despreciarlos crudos, con un chorrito de limón, o en empanada. Y en lata, claro.
Un vino: Quinta Apolonia de Belondrade, verdejo (Rueda).
3. Bogavante
Uno
de los crustáceos más codiciados. En las rías gallegas y en todo el
Cantábrico se capturan magníficos ejemplares que superan el kilo de
peso. Cocidos enteros, o bien a la plancha, abiertos por la mitad, están
buenísimos. Es un marisco caro ya que sólo se aprovecha la tercera
parte de su peso total. Muy ricos también con arroz o en salpicón.
Cuidado porque los bogavantes nacionales no abundan por lo que es
habitual que nos den otros procedentes de Canadá, sin punto de
comparación.
Un vino: Vallegarcía Viogner, viogner (Pago de Vallegarcía).
4. Camarones
El
más pequeño de los crustáceos es a la vez uno de los más exquisitos y
también de los más caros. Se captura en todos nuestros mares, aunque los
mejores son los de Galicia y el Cantábrico, con carne prieta y sabrosa.
Basta con hervirlos ligeramente en agua con sal durante cinco minutos.
En el Mediterráneo sur se conocen como quisquillas y también son
excepcionales, aunque escasean. Su carne grasa y untuosa permite incluso
comerlas crudas.
Un vino: EM, sidra brut asturiana de Martínez Sopeña.
5. Centollo
Para
muchos es el marisco rey por sabor y textura. Vive en fondos rocosos y
arenosos, en ocasiones a gran profundidad. Su cuerpo redondo y su
caparazón espinoso lo hacen inconfundible. Los gallegos y asturianos son
los más apreciados. Como ocurre con otros mariscos, las hembras, especialmente si están llenas de huevas,
son más sabrosas. Se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte
posterior del caparazón: triangular en los machos, redondeada en las
hembras. Se cuecen en agua con sal, introduciéndolos vivos en la
cacerola cuando el agua aún está fría y se dejan hervir entre 20 minutos
y media hora dependiendo del tamaño.
Un vino: Branco de Sta. Cruz, godello y otras uvas (Valdeorras).
6. Cigalas
Con
estos elegantes crustáceos de caparazón duro, color rojo brillante y
carne prieta se reproduce el viejo debate: ¿cocidas o a la plancha? De
ambas maneras están buenas. La plancha para las piezas grandes.
Las terciadas y pequeñas, mejor cocidas, sobre todo si son hembras y
tienen esa delicia que llamamos 'coral'. Se distinguen de los machos
porque estos tienen pinchos en la parte inferior de la cola. Como ocurre
con otros mariscos, buena parte de las que consumimos proceden de otros
mares, sobre todo de Irlanda. Pero en España, desde la costa
mediterránea hasta el Cantábrico, las tenemos de primera.
Un vino: La Calma, chenin blanc (Penedés).
7. Gambas
Aunque todo es opinable, la gamba es el más sabroso de los crustáceos. De ahí que sea, junto con el langostino, el marisco más popular para
los españoles, que dividen su afición entre la roja mediterránea y la
blanca que se captura, sobre todo, en el litoral onubense. Los
partidarios de la blanca la consideran más fina, más aristocrática. Los
de la roja opinan que es más intensa, más pasional, especialmente su
cabeza, de intenso sabor. También se divide la afición a la hora de
prepararlas: cocidas o a la plancha. Cuestión de gustos.
Un vino: Fino Tradición, palomino (Jerez).
8. Langostinos
Julio
Camba, al que no le gustaban mucho, dejó escrito que «los langostinos
son el plato predilecto de las cupletistas principiantas y de los
condenados a muerte». Le faltó añadir «de las bodas». Casi siempre
congelados porque nuestras aguas no producen cantidad suficiente para
abastecer el mercado español, donde son habituales en fiestas y
celebraciones. Los de más calidad son los de Sanlúcar, aunque no les van a la zaga los de Vinaroz
y otros puntos mediterráneos. Estos se venden frescos y a precios
altos, sin comparación con los de los importados, los más frecuentes.
Un vino: Solear en Rama, palomino (Manzanilla de Sanlúcar).
9. Mejillón
Con
sus valvas de color negro azulado y su carne anaranjada, el mejillón
resulta inconfundible. Casi todos los que consumimos proceden de su
cultivo, fundamentalmente de las rías gallegas ya que
Galicia es el mayor productor mundial de estos moluscos baratos y
sabrosos que admiten numerosas preparaciones en la cocina: sencillamente
al vapor, solos o con alguna salsa como la vinagreta; rellenos, también conocidos como 'tigres'; a la marinera; escabechados; en empanada; con arroz… y por supuesto enlatados, que son los más consumidos.
Un vino: Chivite Las Fincas Rosado, garnacha y tempranillo (Navarra).
10. Nécoras
Este crustáceo
de diez patas, dos de las cuales son sus pinzas, no siempre se valora
como merece. Se capturan con nasas, arte de pesca que consiste en un
cesto con cebo del que les resulta imposible salir. Se suelen encontrar
en zonas rocosas. Las mejores son las hembras, especialmente cuando
estas tienen corales, muy sabrosos. Igual que ocurre con los centollos,
se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte posterior del
caparazón, con forma de pico en los machos, redonda en las hembras. La
mejor forma de prepararlas es introducirlas en agua fría con sal y
hervirlas durante cuatro o cinco minutos.
Un vino: Enate Chardonnay Fermentado en Barrica, chardonnay (Somontano).
11. Ostras
Consideradas
por muchos como la aristocracia de los moluscos, se disfrutan sobre
todo comiéndolas vivas. Seguramente porque, como escribe
Fernández-Armesto en su 'Historia de la comida', «la ostra, como toda la
comida cruda, resulta fascinante para nosotros porque es anómala:
constituye el regreso a un mundo precivilizado». Tienen fama las
francesas de Arcachon y las gallegas de Arcade, pero hay muchos orígenes. Además de crudas están muy buenas en escabeche.
Un vino: Claude Cazals, chardonnay (Champagne).
12. Percebe
Pese
a su peculiar aspecto estamos ante uno de los mariscos más sabrosos y
cotizados. La enorme dificultad para recogerlos en las rocas batidas por
el mar en las que viven fuertemente adheridos y su escasez son las
causas de que su elevado precio. Puro sabor a mar.
Basta medio minuto en agua con sal que ya esté hirviendo para
disfrutarlos. Hay quien los prefiere calientes, recién hervidos, y quien
opta por tomarlos templados. Los mejores suelen ser los cortos y
gruesos, procedentes del norte de Galicia y de Asturias.
Un vino: Zárate El Palomar, albariño (Rías Baixas).
EL BAR ESQUINA - REVISTA
CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - LA COCINA DOMINGO -
LUNES - Doce mariscos y sus vinos ., fotos,.
Doce mariscos y sus vinos,.
Hemos seleccionado doce mariscos de los más habituales y doce vinos de distintas zonas y uvas adecuados para acompañarlos,.
España es el paraíso del marisco.
Por variedad y, sobre todo, por calidad. En nuestras aguas encontramos
crustáceos y bivalvos para satisfacer todos los gustos. Desde las
cotizadas ostras hasta los modestos mejillones, desde bogavantes y
centollos hasta las gambas rojas o blancas. En estos tiempos en que
tanto se valora el producto, los mariscos españoles son, en su conjunto,
los mejores del mundo. Y, salvo contadas excepciones, están al alcance
de todos. La lista de variedades es larguísima y daría para un tratado.
Por eso hemos seleccionado doce de los más habituales y doce vinos de distintas zonas y uvas adecuados para acompañarlos.
1. Almejas
Pocas cosas mejores que una buena almeja cruda,
regada con unas gotas de limón, con su profundo sabor marino y su
peculiar textura. La almeja es, además, muy agradecida en cocina, ya que
lo mismo protagoniza guisos –a la marinera, su preparación más
emblemática–, que acompaña pescados, arroces, fabas, fideos o alcachofas.
Este molusco bivalbo, que vive
enterrado en la arena, se cultiva sobre
todo en las rías gallegas. De los diversos tipos que se encuentran en el
mercado, las de más calidad son la 'fina' y la 'babosa'. La
primera es
más apreciada por su mayor tamaño y porque aguanta más tiempo viva.
Un vino: Mártires de Finca Allende, viura (Rioja).
2. Berberechos
Escribía Julio Camba que el berberecho es
marisco abundantísimo, pero tan sabroso como si fuera muy raro. Y es
que este molusco, a pesar de su calidad y su excepcional sabor a mar,
tal vez por su bajo precio, no ha sido muy reconocido. Los mariscadores
los capturan aprovechando la bajamar en los fondos arenosos de las rías.
De Galicia proceden los mejores. Se comen tradicionalmente al vapor, aunque no hay que despreciarlos crudos, con un chorrito de limón, o en empanada. Y en lata, claro.
Un vino: Quinta Apolonia de Belondrade, verdejo (Rueda).
3. Bogavante
Uno
de los crustáceos más codiciados. En las rías gallegas y en todo el
Cantábrico se capturan magníficos ejemplares que superan el kilo de
peso. Cocidos enteros, o bien a la plancha, abiertos por la mitad, están
buenísimos. Es un marisco caro ya que sólo se aprovecha la tercera
parte de su peso total. Muy ricos también con arroz o en salpicón.
Cuidado porque los bogavantes nacionales no abundan por lo que es
habitual que nos den otros procedentes de Canadá, sin punto de
comparación.
Un vino: Vallegarcía Viogner, viogner (Pago de Vallegarcía).
4. Camarones
El
más pequeño de los crustáceos es a la vez uno de los más exquisitos y
también de los más caros. Se captura en todos nuestros mares, aunque los
mejores son los de Galicia y el Cantábrico, con carne prieta y sabrosa.
Basta con hervirlos ligeramente en agua con sal durante cinco minutos.
En el Mediterráneo sur se conocen como quisquillas y también son
excepcionales, aunque escasean. Su carne grasa y untuosa permite incluso
comerlas crudas.
Un vino: EM, sidra brut asturiana de Martínez Sopeña.
5. Centollo
Para
muchos es el marisco rey por sabor y textura. Vive en fondos rocosos y
arenosos, en ocasiones a gran profundidad. Su cuerpo redondo y su
caparazón espinoso lo hacen inconfundible. Los gallegos y asturianos son
los más apreciados. Como ocurre con otros mariscos, las hembras, especialmente si están llenas de huevas,
son más sabrosas. Se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte
posterior del caparazón: triangular en los machos, redondeada en las
hembras. Se cuecen en agua con sal, introduciéndolos vivos en la
cacerola cuando el agua aún está fría y se dejan hervir entre 20 minutos
y media hora dependiendo del tamaño.
Un vino: Branco de Sta. Cruz, godello y otras uvas (Valdeorras).
6. Cigalas
Con
estos elegantes crustáceos de caparazón duro, color rojo brillante y
carne prieta se reproduce el viejo debate: ¿cocidas o a la plancha? De
ambas maneras están buenas. La plancha para las piezas grandes.
Las terciadas y pequeñas, mejor cocidas, sobre todo si son hembras y
tienen esa delicia que llamamos 'coral'. Se distinguen de los machos
porque estos tienen pinchos en la parte inferior de la cola. Como ocurre
con otros mariscos, buena parte de las que consumimos proceden de otros
mares, sobre todo de Irlanda. Pero en España, desde la costa
mediterránea hasta el Cantábrico, las tenemos de primera.
Un vino: La Calma, chenin blanc (Penedés).
7. Gambas
Aunque todo es opinable, la gamba es el más sabroso de los crustáceos. De ahí que sea, junto con el langostino, el marisco más popular para
los españoles, que dividen su afición entre la roja mediterránea y la
blanca que se captura, sobre todo, en el litoral onubense. Los
partidarios de la blanca la consideran más fina, más aristocrática. Los
de la roja opinan que es más intensa, más pasional, especialmente su
cabeza, de intenso sabor. También se divide la afición a la hora de
prepararlas: cocidas o a la plancha. Cuestión de gustos.
Un vino: Fino Tradición, palomino (Jerez).
8. Langostinos
Julio
Camba, al que no le gustaban mucho, dejó escrito que «los langostinos
son el plato predilecto de las cupletistas principiantas y de los
condenados a muerte». Le faltó añadir «de las bodas». Casi siempre
congelados porque nuestras aguas no producen cantidad suficiente para
abastecer el mercado español, donde son habituales en fiestas y
celebraciones. Los de más calidad son los de Sanlúcar, aunque no les van a la zaga los de Vinaroz
y otros puntos mediterráneos. Estos se venden frescos y a precios
altos, sin comparación con los de los importados, los más frecuentes.
Un vino: Solear en Rama, palomino (Manzanilla de Sanlúcar).
9. Mejillón
Con
sus valvas de color negro azulado y su carne anaranjada, el mejillón
resulta inconfundible. Casi todos los que consumimos proceden de su
cultivo, fundamentalmente de las rías gallegas ya que
Galicia es el mayor productor mundial de estos moluscos baratos y
sabrosos que admiten numerosas preparaciones en la cocina: sencillamente
al vapor, solos o con alguna salsa como la vinagreta; rellenos, también conocidos como 'tigres'; a la marinera; escabechados; en empanada; con arroz… y por supuesto enlatados, que son los más consumidos.
Un vino: Chivite Las Fincas Rosado, garnacha y tempranillo (Navarra).
10. Nécoras
Este crustáceo
de diez patas, dos de las cuales son sus pinzas, no siempre se valora
como merece. Se capturan con nasas, arte de pesca que consiste en un
cesto con cebo del que les resulta imposible salir. Se suelen encontrar
en zonas rocosas. Las mejores son las hembras, especialmente cuando
estas tienen corales, muy sabrosos. Igual que ocurre con los centollos,
se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte posterior del
caparazón, con forma de pico en los machos, redonda en las hembras. La
mejor forma de prepararlas es introducirlas en agua fría con sal y
hervirlas durante cuatro o cinco minutos.
Un vino: Enate Chardonnay Fermentado en Barrica, chardonnay (Somontano).
11. Ostras
Consideradas
por muchos como la aristocracia de los moluscos, se disfrutan sobre
todo comiéndolas vivas. Seguramente porque, como escribe
Fernández-Armesto en su 'Historia de la comida', «la ostra, como toda la
comida cruda, resulta fascinante para nosotros porque es anómala:
constituye el regreso a un mundo precivilizado». Tienen fama las
francesas de Arcachon y las gallegas de Arcade, pero hay muchos orígenes. Además de crudas están muy buenas en escabeche.
Un vino: Claude Cazals, chardonnay (Champagne).
12. Percebe
Pese
a su peculiar aspecto estamos ante uno de los mariscos más sabrosos y
cotizados. La enorme dificultad para recogerlos en las rocas batidas por
el mar en las que viven fuertemente adheridos y su escasez son las
causas de que su elevado precio. Puro sabor a mar.
Basta medio minuto en agua con sal que ya esté hirviendo para
disfrutarlos. Hay quien los prefiere calientes, recién hervidos, y quien
opta por tomarlos templados. Los mejores suelen ser los cortos y
gruesos, procedentes del norte de Galicia y de Asturias.
Un vino: Zárate El Palomar, albariño (Rías Baixas).
EL BAR ESQUINA - REVISTA
CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - LA COCINA DOMINGO -
LUNES - Doce mariscos y sus vinos ., fotos,.
Doce mariscos y sus vinos,.
Hemos seleccionado doce mariscos de los más habituales y doce vinos de distintas zonas y uvas adecuados para acompañarlos,.
España es el paraíso del marisco.
Por variedad y, sobre todo, por calidad. En nuestras aguas encontramos
crustáceos y bivalvos para satisfacer todos los gustos. Desde las
cotizadas ostras hasta los modestos mejillones, desde bogavantes y
centollos hasta las gambas rojas o blancas. En estos tiempos en que
tanto se valora el producto, los mariscos españoles son, en su conjunto,
los mejores del mundo. Y, salvo contadas excepciones, están al alcance
de todos. La lista de variedades es larguísima y daría para un tratado.
Por eso hemos seleccionado doce de los más habituales y doce vinos de distintas zonas y uvas adecuados para acompañarlos.
1. Almejas
Pocas cosas mejores que una buena almeja cruda,
regada con unas gotas de limón, con su profundo sabor marino y su
peculiar textura. La almeja es, además, muy agradecida en cocina, ya que
lo mismo protagoniza guisos –a la marinera, su preparación más
emblemática–, que acompaña pescados, arroces, fabas, fideos o alcachofas.
Este molusco bivalbo, que vive
enterrado en la arena, se cultiva sobre
todo en las rías gallegas. De los diversos tipos que se encuentran en el
mercado, las de más calidad son la 'fina' y la 'babosa'. La
primera es
más apreciada por su mayor tamaño y porque aguanta más tiempo viva.
Un vino: Mártires de Finca Allende, viura (Rioja).
2. Berberechos
Escribía Julio Camba que el berberecho es
marisco abundantísimo, pero tan sabroso como si fuera muy raro. Y es
que este molusco, a pesar de su calidad y su excepcional sabor a mar,
tal vez por su bajo precio, no ha sido muy reconocido. Los mariscadores
los capturan aprovechando la bajamar en los fondos arenosos de las rías.
De Galicia proceden los mejores. Se comen tradicionalmente al vapor, aunque no hay que despreciarlos crudos, con un chorrito de limón, o en empanada. Y en lata, claro.
Un vino: Quinta Apolonia de Belondrade, verdejo (Rueda).
3. Bogavante
Uno
de los crustáceos más codiciados. En las rías gallegas y en todo el
Cantábrico se capturan magníficos ejemplares que superan el kilo de
peso. Cocidos enteros, o bien a la plancha, abiertos por la mitad, están
buenísimos. Es un marisco caro ya que sólo se aprovecha la tercera
parte de su peso total. Muy ricos también con arroz o en salpicón.
Cuidado porque los bogavantes nacionales no abundan por lo que es
habitual que nos den otros procedentes de Canadá, sin punto de
comparación.
Un vino: Vallegarcía Viogner, viogner (Pago de Vallegarcía).
4. Camarones
El
más pequeño de los crustáceos es a la vez uno de los más exquisitos y
también de los más caros. Se captura en todos nuestros mares, aunque los
mejores son los de Galicia y el Cantábrico, con carne prieta y sabrosa.
Basta con hervirlos ligeramente en agua con sal durante cinco minutos.
En el Mediterráneo sur se conocen como quisquillas y también son
excepcionales, aunque escasean. Su carne grasa y untuosa permite incluso
comerlas crudas.
Un vino: EM, sidra brut asturiana de Martínez Sopeña.
5. Centollo
Para
muchos es el marisco rey por sabor y textura. Vive en fondos rocosos y
arenosos, en ocasiones a gran profundidad. Su cuerpo redondo y su
caparazón espinoso lo hacen inconfundible. Los gallegos y asturianos son
los más apreciados. Como ocurre con otros mariscos, las hembras, especialmente si están llenas de huevas,
son más sabrosas. Se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte
posterior del caparazón: triangular en los machos, redondeada en las
hembras. Se cuecen en agua con sal, introduciéndolos vivos en la
cacerola cuando el agua aún está fría y se dejan hervir entre 20 minutos
y media hora dependiendo del tamaño.
Un vino: Branco de Sta. Cruz, godello y otras uvas (Valdeorras).
6. Cigalas
Con
estos elegantes crustáceos de caparazón duro, color rojo brillante y
carne prieta se reproduce el viejo debate: ¿cocidas o a la plancha? De
ambas maneras están buenas. La plancha para las piezas grandes.
Las terciadas y pequeñas, mejor cocidas, sobre todo si son hembras y
tienen esa delicia que llamamos 'coral'. Se distinguen de los machos
porque estos tienen pinchos en la parte inferior de la cola. Como ocurre
con otros mariscos, buena parte de las que consumimos proceden de otros
mares, sobre todo de Irlanda. Pero en España, desde la costa
mediterránea hasta el Cantábrico, las tenemos de primera.
Un vino: La Calma, chenin blanc (Penedés).
7. Gambas
Aunque todo es opinable, la gamba es el más sabroso de los crustáceos. De ahí que sea, junto con el langostino, el marisco más popular para
los españoles, que dividen su afición entre la roja mediterránea y la
blanca que se captura, sobre todo, en el litoral onubense. Los
partidarios de la blanca la consideran más fina, más aristocrática. Los
de la roja opinan que es más intensa, más pasional, especialmente su
cabeza, de intenso sabor. También se divide la afición a la hora de
prepararlas: cocidas o a la plancha. Cuestión de gustos.
Un vino: Fino Tradición, palomino (Jerez).
8. Langostinos
Julio
Camba, al que no le gustaban mucho, dejó escrito que «los langostinos
son el plato predilecto de las cupletistas principiantas y de los
condenados a muerte». Le faltó añadir «de las bodas». Casi siempre
congelados porque nuestras aguas no producen cantidad suficiente para
abastecer el mercado español, donde son habituales en fiestas y
celebraciones. Los de más calidad son los de Sanlúcar, aunque no les van a la zaga los de Vinaroz
y otros puntos mediterráneos. Estos se venden frescos y a precios
altos, sin comparación con los de los importados, los más frecuentes.
Un vino: Solear en Rama, palomino (Manzanilla de Sanlúcar).
9. Mejillón
Con
sus valvas de color negro azulado y su carne anaranjada, el mejillón
resulta inconfundible. Casi todos los que consumimos proceden de su
cultivo, fundamentalmente de las rías gallegas ya que
Galicia es el mayor productor mundial de estos moluscos baratos y
sabrosos que admiten numerosas preparaciones en la cocina: sencillamente
al vapor, solos o con alguna salsa como la vinagreta; rellenos, también conocidos como 'tigres'; a la marinera; escabechados; en empanada; con arroz… y por supuesto enlatados, que son los más consumidos.
Un vino: Chivite Las Fincas Rosado, garnacha y tempranillo (Navarra).
10. Nécoras
Este crustáceo
de diez patas, dos de las cuales son sus pinzas, no siempre se valora
como merece. Se capturan con nasas, arte de pesca que consiste en un
cesto con cebo del que les resulta imposible salir. Se suelen encontrar
en zonas rocosas. Las mejores son las hembras, especialmente cuando
estas tienen corales, muy sabrosos. Igual que ocurre con los centollos,
se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte posterior del
caparazón, con forma de pico en los machos, redonda en las hembras. La
mejor forma de prepararlas es introducirlas en agua fría con sal y
hervirlas durante cuatro o cinco minutos.
Un vino: Enate Chardonnay Fermentado en Barrica, chardonnay (Somontano).
11. Ostras
Consideradas
por muchos como la aristocracia de los moluscos, se disfrutan sobre
todo comiéndolas vivas. Seguramente porque, como escribe
Fernández-Armesto en su 'Historia de la comida', «la ostra, como toda la
comida cruda, resulta fascinante para nosotros porque es anómala:
constituye el regreso a un mundo precivilizado». Tienen fama las
francesas de Arcachon y las gallegas de Arcade, pero hay muchos orígenes. Además de crudas están muy buenas en escabeche.
Un vino: Claude Cazals, chardonnay (Champagne).
12. Percebe
Pese
a su peculiar aspecto estamos ante uno de los mariscos más sabrosos y
cotizados. La enorme dificultad para recogerlos en las rocas batidas por
el mar en las que viven fuertemente adheridos y su escasez son las
causas de que su elevado precio. Puro sabor a mar.
Basta medio minuto en agua con sal que ya esté hirviendo para
disfrutarlos. Hay quien los prefiere calientes, recién hervidos, y quien
opta por tomarlos templados. Los mejores suelen ser los cortos y
gruesos, procedentes del norte de Galicia y de Asturias.
Un vino: Zárate El Palomar, albariño (Rías Baixas).
EL BAR ESQUINA - REVISTA CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - LA COCINA DOMINGO - LUNES - Doce mariscos y sus vinos ., fotos,.
Doce mariscos y sus vinos,.
Hemos seleccionado doce mariscos de los más habituales y doce vinos de distintas zonas y uvas adecuados para acompañarlos,.
España es el paraíso del marisco.
Por variedad y, sobre todo, por calidad. En nuestras aguas encontramos
crustáceos y bivalvos para satisfacer todos los gustos. Desde las
cotizadas ostras hasta los modestos mejillones, desde bogavantes y
centollos hasta las gambas rojas o blancas. En estos tiempos en que
tanto se valora el producto, los mariscos españoles son, en su conjunto,
los mejores del mundo. Y, salvo contadas excepciones, están al alcance
de todos. La lista de variedades es larguísima y daría para un tratado.
Por eso hemos seleccionado doce de los más habituales y doce vinos de distintas zonas y uvas adecuados para acompañarlos.
1. Almejas
Pocas cosas mejores que una buena almeja cruda,
regada con unas gotas de limón, con su profundo sabor marino y su
peculiar textura. La almeja es, además, muy agradecida en cocina, ya que
lo mismo protagoniza guisos –a la marinera, su preparación más
emblemática–, que acompaña pescados, arroces, fabas, fideos o alcachofas.
Este molusco bivalbo, que vive
enterrado en la arena, se cultiva sobre
todo en las rías gallegas. De los diversos tipos que se encuentran en el
mercado, las de más calidad son la 'fina' y la 'babosa'. La
primera es
más apreciada por su mayor tamaño y porque aguanta más tiempo viva.
Un vino: Mártires de Finca Allende, viura (Rioja).
2. Berberechos
Escribía Julio Camba que el berberecho es
marisco abundantísimo, pero tan sabroso como si fuera muy raro. Y es
que este molusco, a pesar de su calidad y su excepcional sabor a mar,
tal vez por su bajo precio, no ha sido muy reconocido. Los mariscadores
los capturan aprovechando la bajamar en los fondos arenosos de las rías.
De Galicia proceden los mejores. Se comen tradicionalmente al vapor, aunque no hay que despreciarlos crudos, con un chorrito de limón, o en empanada. Y en lata, claro.
Un vino: Quinta Apolonia de Belondrade, verdejo (Rueda).
3. Bogavante
Uno
de los crustáceos más codiciados. En las rías gallegas y en todo el
Cantábrico se capturan magníficos ejemplares que superan el kilo de
peso. Cocidos enteros, o bien a la plancha, abiertos por la mitad, están
buenísimos. Es un marisco caro ya que sólo se aprovecha la tercera
parte de su peso total. Muy ricos también con arroz o en salpicón.
Cuidado porque los bogavantes nacionales no abundan por lo que es
habitual que nos den otros procedentes de Canadá, sin punto de
comparación.
Un vino: Vallegarcía Viogner, viogner (Pago de Vallegarcía).
4. Camarones
El
más pequeño de los crustáceos es a la vez uno de los más exquisitos y
también de los más caros. Se captura en todos nuestros mares, aunque los
mejores son los de Galicia y el Cantábrico, con carne prieta y sabrosa.
Basta con hervirlos ligeramente en agua con sal durante cinco minutos.
En el Mediterráneo sur se conocen como quisquillas y también son
excepcionales, aunque escasean. Su carne grasa y untuosa permite incluso
comerlas crudas.
Un vino: EM, sidra brut asturiana de Martínez Sopeña.
5. Centollo
Para
muchos es el marisco rey por sabor y textura. Vive en fondos rocosos y
arenosos, en ocasiones a gran profundidad. Su cuerpo redondo y su
caparazón espinoso lo hacen inconfundible. Los gallegos y asturianos son
los más apreciados. Como ocurre con otros mariscos, las hembras, especialmente si están llenas de huevas,
son más sabrosas. Se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte
posterior del caparazón: triangular en los machos, redondeada en las
hembras. Se cuecen en agua con sal, introduciéndolos vivos en la
cacerola cuando el agua aún está fría y se dejan hervir entre 20 minutos
y media hora dependiendo del tamaño.
Un vino: Branco de Sta. Cruz, godello y otras uvas (Valdeorras).
6. Cigalas
Con
estos elegantes crustáceos de caparazón duro, color rojo brillante y
carne prieta se reproduce el viejo debate: ¿cocidas o a la plancha? De
ambas maneras están buenas. La plancha para las piezas grandes.
Las terciadas y pequeñas, mejor cocidas, sobre todo si son hembras y
tienen esa delicia que llamamos 'coral'. Se distinguen de los machos
porque estos tienen pinchos en la parte inferior de la cola. Como ocurre
con otros mariscos, buena parte de las que consumimos proceden de otros
mares, sobre todo de Irlanda. Pero en España, desde la costa
mediterránea hasta el Cantábrico, las tenemos de primera.
Un vino: La Calma, chenin blanc (Penedés).
7. Gambas
Aunque todo es opinable, la gamba es el más sabroso de los crustáceos. De ahí que sea, junto con el langostino, el marisco más popular para
los españoles, que dividen su afición entre la roja mediterránea y la
blanca que se captura, sobre todo, en el litoral onubense. Los
partidarios de la blanca la consideran más fina, más aristocrática. Los
de la roja opinan que es más intensa, más pasional, especialmente su
cabeza, de intenso sabor. También se divide la afición a la hora de
prepararlas: cocidas o a la plancha. Cuestión de gustos.
Un vino: Fino Tradición, palomino (Jerez).
8. Langostinos
Julio
Camba, al que no le gustaban mucho, dejó escrito que «los langostinos
son el plato predilecto de las cupletistas principiantas y de los
condenados a muerte». Le faltó añadir «de las bodas». Casi siempre
congelados porque nuestras aguas no producen cantidad suficiente para
abastecer el mercado español, donde son habituales en fiestas y
celebraciones. Los de más calidad son los de Sanlúcar, aunque no les van a la zaga los de Vinaroz
y otros puntos mediterráneos. Estos se venden frescos y a precios
altos, sin comparación con los de los importados, los más frecuentes.
Un vino: Solear en Rama, palomino (Manzanilla de Sanlúcar).
9. Mejillón
Con
sus valvas de color negro azulado y su carne anaranjada, el mejillón
resulta inconfundible. Casi todos los que consumimos proceden de su
cultivo, fundamentalmente de las rías gallegas ya que
Galicia es el mayor productor mundial de estos moluscos baratos y
sabrosos que admiten numerosas preparaciones en la cocina: sencillamente
al vapor, solos o con alguna salsa como la vinagreta; rellenos, también conocidos como 'tigres'; a la marinera; escabechados; en empanada; con arroz… y por supuesto enlatados, que son los más consumidos.
Un vino: Chivite Las Fincas Rosado, garnacha y tempranillo (Navarra).
10. Nécoras
Este crustáceo
de diez patas, dos de las cuales son sus pinzas, no siempre se valora
como merece. Se capturan con nasas, arte de pesca que consiste en un
cesto con cebo del que les resulta imposible salir. Se suelen encontrar
en zonas rocosas. Las mejores son las hembras, especialmente cuando
estas tienen corales, muy sabrosos. Igual que ocurre con los centollos,
se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte posterior del
caparazón, con forma de pico en los machos, redonda en las hembras. La
mejor forma de prepararlas es introducirlas en agua fría con sal y
hervirlas durante cuatro o cinco minutos.
Un vino: Enate Chardonnay Fermentado en Barrica, chardonnay (Somontano).
11. Ostras
Consideradas
por muchos como la aristocracia de los moluscos, se disfrutan sobre
todo comiéndolas vivas. Seguramente porque, como escribe
Fernández-Armesto en su 'Historia de la comida', «la ostra, como toda la
comida cruda, resulta fascinante para nosotros porque es anómala:
constituye el regreso a un mundo precivilizado». Tienen fama las
francesas de Arcachon y las gallegas de Arcade, pero hay muchos orígenes. Además de crudas están muy buenas en escabeche.
Un vino: Claude Cazals, chardonnay (Champagne).
12. Percebe
Pese
a su peculiar aspecto estamos ante uno de los mariscos más sabrosos y
cotizados. La enorme dificultad para recogerlos en las rocas batidas por
el mar en las que viven fuertemente adheridos y su escasez son las
causas de que su elevado precio. Puro sabor a mar.
Basta medio minuto en agua con sal que ya esté hirviendo para
disfrutarlos. Hay quien los prefiere calientes, recién hervidos, y quien
opta por tomarlos templados. Los mejores suelen ser los cortos y
gruesos, procedentes del norte de Galicia y de Asturias.
Un vino: Zárate El Palomar, albariño (Rías Baixas).
España es el paraíso del marisco. Por variedad y, sobre todo, por calidad. En nuestras aguas encontramos crustáceos y bivalvos para satisfacer todos los gustos. Desde las cotizadas ostras hasta los modestos mejillones, desde bogavantes y centollos hasta las gambas rojas o blancas. En estos tiempos en que tanto se valora el producto, los mariscos españoles son, en su conjunto, los mejores del mundo. Y, salvo contadas excepciones, están al alcance de todos. La lista de variedades es larguísima y daría para un tratado. Por eso hemos seleccionado doce de los más habituales y doce vinos de distintas zonas y uvas adecuados para acompañarlos.
1. Almejas
Pocas cosas mejores que una buena almeja cruda, regada con unas gotas de limón, con su profundo sabor marino y su peculiar textura. La almeja es, además, muy agradecida en cocina, ya que lo mismo protagoniza guisos –a la marinera, su preparación más emblemática–, que acompaña pescados, arroces, fabas, fideos o alcachofas. Este molusco bivalbo, que vive
enterrado en la arena, se cultiva sobre todo en las rías gallegas. De los diversos tipos que se encuentran en el mercado, las de más calidad son la 'fina' y la 'babosa'. La
primera es más apreciada por su mayor tamaño y porque aguanta más tiempo viva.
Un vino: Mártires de Finca Allende, viura (Rioja).
2. Berberechos
Escribía Julio Camba que el berberecho es marisco abundantísimo, pero tan sabroso como si fuera muy raro. Y es que este molusco, a pesar de su calidad y su excepcional sabor a mar, tal vez por su bajo precio, no ha sido muy reconocido. Los mariscadores los capturan aprovechando la bajamar en los fondos arenosos de las rías. De Galicia proceden los mejores. Se comen tradicionalmente al vapor, aunque no hay que despreciarlos crudos, con un chorrito de limón, o en empanada. Y en lata, claro.
Un vino: Quinta Apolonia de Belondrade, verdejo (Rueda).
3. Bogavante
Uno de los crustáceos más codiciados. En las rías gallegas y en todo el Cantábrico se capturan magníficos ejemplares que superan el kilo de peso. Cocidos enteros, o bien a la plancha, abiertos por la mitad, están buenísimos. Es un marisco caro ya que sólo se aprovecha la tercera parte de su peso total. Muy ricos también con arroz o en salpicón. Cuidado porque los bogavantes nacionales no abundan por lo que es habitual que nos den otros procedentes de Canadá, sin punto de comparación.
Un vino: Vallegarcía Viogner, viogner (Pago de Vallegarcía).
4. Camarones
El más pequeño de los crustáceos es a la vez uno de los más exquisitos y también de los más caros. Se captura en todos nuestros mares, aunque los mejores son los de Galicia y el Cantábrico, con carne prieta y sabrosa. Basta con hervirlos ligeramente en agua con sal durante cinco minutos. En el Mediterráneo sur se conocen como quisquillas y también son excepcionales, aunque escasean. Su carne grasa y untuosa permite incluso comerlas crudas.
Un vino: EM, sidra brut asturiana de Martínez Sopeña.
5. Centollo
Para muchos es el marisco rey por sabor y textura. Vive en fondos rocosos y arenosos, en ocasiones a gran profundidad. Su cuerpo redondo y su caparazón espinoso lo hacen inconfundible. Los gallegos y asturianos son los más apreciados. Como ocurre con otros mariscos, las hembras, especialmente si están llenas de huevas, son más sabrosas. Se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte posterior del caparazón: triangular en los machos, redondeada en las hembras. Se cuecen en agua con sal, introduciéndolos vivos en la cacerola cuando el agua aún está fría y se dejan hervir entre 20 minutos y media hora dependiendo del tamaño.
Un vino: Branco de Sta. Cruz, godello y otras uvas (Valdeorras).
6. Cigalas
Con estos elegantes crustáceos de caparazón duro, color rojo brillante y carne prieta se reproduce el viejo debate: ¿cocidas o a la plancha? De ambas maneras están buenas. La plancha para las piezas grandes. Las terciadas y pequeñas, mejor cocidas, sobre todo si son hembras y tienen esa delicia que llamamos 'coral'. Se distinguen de los machos porque estos tienen pinchos en la parte inferior de la cola. Como ocurre con otros mariscos, buena parte de las que consumimos proceden de otros mares, sobre todo de Irlanda. Pero en España, desde la costa mediterránea hasta el Cantábrico, las tenemos de primera.
Un vino: La Calma, chenin blanc (Penedés).
7. Gambas
Aunque todo es opinable, la gamba es el más sabroso de los crustáceos. De ahí que sea, junto con el langostino, el marisco más popular para los españoles, que dividen su afición entre la roja mediterránea y la blanca que se captura, sobre todo, en el litoral onubense. Los partidarios de la blanca la consideran más fina, más aristocrática. Los de la roja opinan que es más intensa, más pasional, especialmente su cabeza, de intenso sabor. También se divide la afición a la hora de prepararlas: cocidas o a la plancha. Cuestión de gustos.
Un vino: Fino Tradición, palomino (Jerez).
8. Langostinos
Julio Camba, al que no le gustaban mucho, dejó escrito que «los langostinos son el plato predilecto de las cupletistas principiantas y de los condenados a muerte». Le faltó añadir «de las bodas». Casi siempre congelados porque nuestras aguas no producen cantidad suficiente para abastecer el mercado español, donde son habituales en fiestas y celebraciones. Los de más calidad son los de Sanlúcar, aunque no les van a la zaga los de Vinaroz y otros puntos mediterráneos. Estos se venden frescos y a precios altos, sin comparación con los de los importados, los más frecuentes.
Un vino: Solear en Rama, palomino (Manzanilla de Sanlúcar).
9. Mejillón
Con sus valvas de color negro azulado y su carne anaranjada, el mejillón resulta inconfundible. Casi todos los que consumimos proceden de su cultivo, fundamentalmente de las rías gallegas ya que Galicia es el mayor productor mundial de estos moluscos baratos y sabrosos que admiten numerosas preparaciones en la cocina: sencillamente al vapor, solos o con alguna salsa como la vinagreta; rellenos, también conocidos como 'tigres'; a la marinera; escabechados; en empanada; con arroz… y por supuesto enlatados, que son los más consumidos.
Un vino: Chivite Las Fincas Rosado, garnacha y tempranillo (Navarra).
10. Nécoras
Este crustáceo de diez patas, dos de las cuales son sus pinzas, no siempre se valora como merece. Se capturan con nasas, arte de pesca que consiste en un cesto con cebo del que les resulta imposible salir. Se suelen encontrar en zonas rocosas. Las mejores son las hembras, especialmente cuando estas tienen corales, muy sabrosos. Igual que ocurre con los centollos, se distinguen por la lengüeta que tienen en la parte posterior del caparazón, con forma de pico en los machos, redonda en las hembras. La mejor forma de prepararlas es introducirlas en agua fría con sal y hervirlas durante cuatro o cinco minutos.
Un vino: Enate Chardonnay Fermentado en Barrica, chardonnay (Somontano).
11. Ostras
Consideradas por muchos como la aristocracia de los moluscos, se disfrutan sobre todo comiéndolas vivas. Seguramente porque, como escribe Fernández-Armesto en su 'Historia de la comida', «la ostra, como toda la comida cruda, resulta fascinante para nosotros porque es anómala: constituye el regreso a un mundo precivilizado». Tienen fama las francesas de Arcachon y las gallegas de Arcade, pero hay muchos orígenes. Además de crudas están muy buenas en escabeche.
Un vino: Claude Cazals, chardonnay (Champagne).
12. Percebe
Pese a su peculiar aspecto estamos ante uno de los mariscos más sabrosos y cotizados. La enorme dificultad para recogerlos en las rocas batidas por el mar en las que viven fuertemente adheridos y su escasez son las causas de que su elevado precio. Puro sabor a mar. Basta medio minuto en agua con sal que ya esté hirviendo para disfrutarlos. Hay quien los prefiere calientes, recién hervidos, y quien opta por tomarlos templados. Los mejores suelen ser los cortos y gruesos, procedentes del norte de Galicia y de Asturias.
Un vino: Zárate El Palomar, albariño (Rías Baixas).
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