TITULO: Metrópolis - Pelmazos ,.
El lunes - 11 - 18 - Marzo , los lunes a partir de las 00:30, en La2, foto,.
Pelmazos ,.
Metrópolis ofrece un recorrido por la exposición Con los pies en la tierra, segundo capítulo de un proyecto sobre arte y ecología concebido por Blanca de la Torre y Zoran Eric, que se puede ver, hasta el 29 de enero, en el Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas (CAAM).
La primera parte del proyecto, que partió de una investigación sobre la complejidad de las problemáticas ecológicas y su interconexión con la justicia social, se desarrolló, a lo largo del verano de 2021 y bajo el título Overview Effect, en el Museo de Arte Contemporáneo de Belgrado (MoCAB). Trasladando el discurso teórico del proyecto a la práctica, en ambas ocasiones se observaron estrictas pautas de sostenibilidad en la realización de la muestra: todas las piezas fueron producidas en Gran Canaria con materiales reciclados y biodegradables disponibles en la isla, eliminando la necesidad de transportar obras por vía aérea o marítima y minimizando cualquier tipo de huella ecológica.
TITULO:
DIAS DE TOROS - El "tríptico" benéfico que organiza Gonzalo Caballero, ya tiene cartel para su corrida de toros ,.
El "tríptico" benéfico que organiza Gonzalo Caballero, ya tiene cartel para su corrida de toros,.
La imagen y combinación del festejo se desveló en una exitosa gala benéfinca que recaudó más de 140.000 euros para la Fundación de Investigación Biomédica del Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid,.
El matador de toros Gonzalo Caballero ha dado un paso al frente en la organización de un evento benéfico con el objetivo de recaudar fondos para "La Sonrisa de María", una noble causa en apoyo a la Investigación Biomédica del Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid, inspirada en la joven María, que tiene 11 años y padece un sarcoma de Ewing. Este ambicioso proyecto consta de tres partes principales, la pimera de las cuales fue una exitosa Gala Solidaria, celebrada recientemente en el Hotel Wellington de Madrid, que logró reunir una impresionante suma de más de 140.000 euros. Durante esta gala, se presentó el cartel de la próxima corrida de toros benéfica, que se llevará a cabo el 23 de marzo en la plaza de toros de Las Rozas. En esta corrida, Gonzalo Caballero compartirá el ruedo con la destacada rejoneadora Léa Vicens. Los toros serán de ganaderías reconocidas como Fermín Bohórquez, El Pilar, La Palmosilla y El Parralejo.
Durante la gala, también se subastó una obra de arte del renombrado pintor Domingo Zapata, cuyos fondos se destinarán a la causa benéfica. Además, se anunció que tras la corrida de toros, se llevará a cabo un emocionante concierto benéfico, en el que se ha confirmado la participación del icónico grupo musical Hombres G.
Con este evento, Gonzalo Caballero demuestra su compromiso con la comunidad y su deseo de utilizar su influencia para hacer una diferencia positiva en la sociedad. La unión de la tauromaquia y la solidaridad se fusionan en este evento único que promete ser un éxito tanto artístico como humanitario.
Una noche mágica
El Hotel Wellington de Madrid se convirtió en el escenario de un evento solidario y glamoroso: la cena benéfica "La Sonrisa de María", que incluyó una subasta de artículos exclusivos y de alto valor emocional. El propósito principal de este evento fue recaudar fondos para la Fundación de Investigación Biomédica del Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid (FIB-HNJS), una causa noble que contó con el apoyo entusiasta de destacadas personalidades comprometidas con el bienestar infantil.
Entre los asistentes al evento se encontraban la infanta Elena y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quienes fueron madrinas del evento. También estuvieron presentes el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, así como los doctores al frente de la Fundación de Investigación Biomédica del Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid, Luis Madero y Alba Rubio, quienes fueron clave en la organización y desarrollo del evento.
La conducción estuvo a cargo de Carla Pereyra, esposa de Diego Pablo Simeone, y el evento contó con la participación de destacadas personalidades del ámbito deportivo, como Álvaro Morata, Alice Campello, Mario Hermoso, Rodrigo Riquelme y Emilio Butragueño, quienes se sumaron al noble propósito de la noche.
Figuras del mundo empresarial, la sociedad española y reconocidos periodistas también se unieron a la causa, entre ellos Carlos Sobera, quien presentó la subasta, y José Ribagorda, junto con el actor Manu Baqueiro. La gala fue amenizada por el talentoso cantante Juan Peña y el grupo de pop español Darwin, quienes contribuyeron a crear un ambiente festivo y solidario.
La subasta incluyó una amplia variedad de artículos exclusivos, como un capote de Díaz Ayuso firmado por ella misma y que ella misma subastó, un capote del Atlético de Madrid entregado por Simeone y el alcalde Martínez Almeida, un cuadro de Domingo Zapata, un diamante de 2,5 kilates, un casco de Carlos Sainz, una raqueta de Carlos Alcaraz, guantes de Márquez, un traje de luces del matador de toros El Soro, guantes de Jan Oblak, la camiseta del Cholo Simeone, entre otros objetos de gran valor y significado, todos destinados a recaudar fondos para una causa noble y digna.
TITULO: Retratos con alma - Retrato pie descalzo - Looking for Paddy (V): Historia de unas pantuflas por el camino de Teseo ,.
La periodista Isabel Gemio regresa a la televisión para presentar 'Retratos con alma', el nuevo programa producido por RTVE en colaboración,.
Lunes - 11 , 18 - Marzo a las 22:40 horas en La 1 / fotos,.
Retrato pie descalzo - Looking for Paddy (V): Historia de unas pantuflas por el camino de Teseo ,.
Desde Inglaterra y sobre el mapa todo parecía sencillo; comería langostas en Ástaco, navegaría un corto trecho de mar para arribar a Missolonghi y una vez allí, sería relativamente fácil llegar hasta el tesoro. Unas cuantas conversaciones, algunas monedas y tantos ouzas como fuese necesario y Grecia volvería a ser para Paddy aquel lugar de su juventud; una promesa cercana y ruidosa de amigos, mujeres y aventuras.
Pero tras un tortuoso viaje, Fermor descubre desilusionado que en Ástaco, el pueblo más al sur de Roumeli, con la silueta de Ítaca desdibujada en el ocaso, no había langostas desde hacía siglos. No había nada. “Hay ciudades en fase de transición que ya no saben distinguir entre lo bello y lo repugnante”, diría, antes de partir para siempre de aquel lugar desolado. Afortunadamente el mar limpia casi todas las desilusiones y Missolongui se iba ya perfilando en la proa como una pequeña Venecia en mitad de un paisaje de orillas encenagadas, salinas planas y laberintos de mimbres para el pescado.
Al saltar a tierra y buscar en su mochila descubrió que había olvidado la carta del griego que poseía los zapatos de Byron. “No es posible que haya podido olvidar también su nombre”, se recriminó. Pero lo había olvidado por completo. Entonces el sueño de aventura comenzó a derretirse bajo el sol implacable del mediodía dando paso a la pesadilla. La única solución era hacer que el pueblo al completo supiese que él estaba allí y que buscaba a un hombre que guardaba desde hacía años aquella singular pertenencia.
Se puso manos a la obra: preguntó en la oficina de Correos a todos y cada uno de los funcionarios; en el Ayuntamiento habló con el alcalde, que le enseñó el pequeño museo dedicado a Byron con algunas cartas, grabados y fotos, pero sin rastro de zapatos ni nada que se le pareciera. Entró en las principales iglesias interrogando a los curas, en las sucursales bancarias a los directores, en los bares a los silenciosos parroquianos que miraban al inglés con desconfianza; preguntó incluso a desconocidos que, en su desesperación y de forma aleatoria, asaltaba por la calle. Las palabras “Ta papoutsia tou Lórdou Vyrónou” canturreaban por toda la ciudad sin resultado.
Desesperado, y cuando aquella lluviosa tarde en casa de Lady Wentword comenzaba a diluirse en la irrealidad de un sueño, apareció una guapa muchacha:
“¿Es usted el inglés que busca al dueño de los zapatos de Lord Byron? Es mi tío, sígame”.
El tío era un griego grande y robusto, que en realidad había recibido el preciado objeto por puro azar, pues el verdadero heredero de aquellos zapatos había sido un muchacho griego que había estado junto a Byron durante sus últimos meses de vida en Missolonghi, acompañándolo en una de las aficiones del poeta: la pesca de patos en la laguna. Qué curiosa coincidencia; los mismos tristes pasos y la misma afición que la de otro escritor, Hemingway, quien más de cien años después, iría a despedirse de su vida al extremo de este mismo mar, en la laguna de Venecia, tan amada por el bardo inglés, escribiendo con cierta melancolía byroniana su más hermosa novela, “Al otro lado del río y bajo los árboles”.
Tal vez ambos escritores, unidos por la geometría sin tiempo de los que van a morir, intuían en el húmedo amanecer, al cobrar sus piezas, que la Parca rondaba sus barcas esperando paciente el momento propicio de cobrar las suyas.
“Aquel muchacho griego guardó los zapatos como una reliquia sagrada y cuando murió se los cedió a su hija, monja en un convento de Jerusalén que, ya anciana, a su vez, me los entregó a mí en agradecimiento por haberla cuidado en su vejez”, contaba emocionado el robusto y afable desconocido abriendo con parsimonia la bolsa de lona que envolvía aquel tesoro.
El silencio reverencial bajo la vieja lámpara invitaba a la imaginación y Paddy no pudo evitar evocar el retrato de Byron con elegante atuendo griego y unas hermosas tsarouchias, esos pesados zapatos de montaña terminados en pico de suela claveteada, con llamativos adornos de terciopelo. Pero muy lejos de aquella imagen marcial, a la luz de la mortecina bombilla, el endeble trofeo se mostraba por fin en su más cruda realidad; no eran zapatos, sino un par de pantuflas descoloridas de piel marroquí con las puntas curvadas hacia arriba al modo oriental:
“Recordaban a las pantuflas que un dandy de la época de la regencia podía haber comprado en las arcadas de Burlington, o en alguna zapatería o tienda de confección masculina de las galerías de Génova y Venecia”.
Un tanto decepcionado, Paddy tomó aquellos trozos de cuero entre las manos sin saber muy bien qué hacer, dándoles la vuelta. Fue entonces, rozando con los dedos aquella delgada superficie sucia, cuando de repente saltó toda la emoción que había arrastrado el viajero hasta allí desde Sussex e incluso mucho antes, desde aquellos días de su juventud en los que leía a escondidas, en las horas perdidas de clase, «La peregrinación de Childe Harold», cuyos largos fragmentos memorizados fueron a veces su única compañía en la noche negra de los bosques, los castillos silenciosos y el agua helada de los ríos que cruzaban Europa.
Así lo contó:
“Las partes gastadas de las suelas eran diferentes en cada pie. Las de la izquierda eran normales, las de la derecha mostraban un dibujo distinto, particularmente en la zona del arco del pie[…] Esas humildes reliquias eran punzantes y conmovedoras en grado extremo, como si Lord Byron hubiese entrado renqueando en la penumbra de la habitación”.
La cojera del poeta, como un retazo de vida radiografiada en el cuero, devolvió la luz a aquellos negros días griegos. Paddy entregó las pantuflas al desconocido, quien confesó con los ojos humedecidos su desesperanza ante la idea de tener que renunciar a aquella reliquia, cuyo destino era ser el regalo de bodas de su sobrina, para que así pudiese pasar a través de las generaciones de griegos que durante siglos recordarán, vivirán y amarán pisando la tierra donde descansa el bardo.
Sir Paddy Leigh Fermor miró el rostro bellísimo, casi aniñado, de la joven sobrina. Qué mejor sitio y qué mejor destino.
Se despidió del emocionado griego con un fuerte abrazo y siguió su camino hacia Mani, renunciando feliz a la devolución de las pantuflas. De esta aventura, Paddy escribiría un largo artículo para el New Yorker titulado Byron´s Shoes. La emoción de esta extraño encuentro se repetiría en Roumeli, su famoso libro de viajes por el norte de Grecia.
Corinto quedó atrás. Hace calor y el camino a Lemonodasos es largo. El paisaje, extenso y dorado, se vuelca en un falso infinito que recorta con suavidad el Golfo Sarónico. Bajo las ventanillas para sentir el aire cálido. El mismo, pienso, que acarició el rostro atezado de Teseo, que hubo de caminar sobre esta tierra que recorro a 80 kms/hora para cumplir la imposición de unos sagrados trabajos. Menos conocidos que los de su primo Hércules, los Seis Trabajos del héroe ateniense son contados, entre otros, por Pausanias y Plutarco, y tenían como finalidad limpiar de indeseables criaturas el camino que iba desde el Peloponeso al Ática. Sólo la última empresa la hubo de realizar fuera de esta tierra, en la cercana Creta, donde al igual que Paddy durante la Segunda Guerra Mundial, Teseo tendría que aniquilar a la bestia.
Con el tiempo hemos sabido que la crueldad de un general de las SS puede ser compatible con la exquisita educación en lenguas clásicas, y que asimismo, el minotauro encerrado en el laberinto, cansado de vivir su monstruosa soledad, cuando divisó la espada letal del héroe, apenas se defendió.
Esa aventura cretense acarrearía gloria y desgracia a Teseo; sería rey de Atenas, sí, pero a un alto precio: el suicidio de su padre amado, el suicidio de su esposa Fedra y sobre todo, el abandono y asesinato de la princesa Ariadna, la verdadera heroína de la historia de Creta, pues es ella quien lo guía por el laberinto con la audacia de un ovillo, traiciona a su padre, desprecia a su madre, asesina a su hermanastro y renuncia a su hermana y su patria por amor al héroe.
Algunos dicen de Teseo que era un rey pacificador; otros, como mi admirado Roberto Calasso no lo tienen tan claro:
“Teseo no es cruel porque abandone a Ariadna. Su crueldad se confundiría entonces con la de muchos. Teseo es cruel porque abandona a Ariadna en la isla de Naxos. No en la casa donde ha nacido, y menos aún en la casa donde se esperaba ser acogido, y ni siquiera en un lugar intermedio. Es una playa, batida por olas ensordecedoras, un lugar abstracto al que solo acuden las algas. Es la isla que nadie habita, el lugar de la obsesión circular, del que no hay salida. Todo ostenta la muerte. Es un lugar del alma».
Miro el horizonte y sonrío con tristeza. Teseo no la abandonó, sencillamente, la olvidó como el que olvida una concha de nácar en la orilla. Creo conocer la sensación de la fría arena de Naxos bajo los pies. Acelero como queriendo alejarme de este lugar y esos pensamientos poniendo rumbo a Lemonodasos, el Jardín de los limoneros, ese lugar recóndito como una isla donde Paddy y Balasha se amaron con dulce pasión aquel largo y cálido verano.
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