domingo, 19 de enero de 2014

¿ LA INTELIGENCIA EMOCIONAL TIENE UN LADO OSCURO ?,./ LA ENTREVISTA, Vinnie Byanyima: "Crecí con un lujo: una mesa para estudiar"

TÍTULO: ¿ LA INTELIGENCIA EMOCIONAL TIENE UN LADO OSCURO ?.


Alguno de mis lectores se acuerda de la publicación hace casi veinte años del libro Inteligencia emocional, de Daniel Golman? Fue un éxito ...
  ¿Alguno de mis lectores se acuerda de la publicación hace casi veinte años del libro Inteligencia emocional, de Daniel Goleman? Fue un éxito insospechado y todo el mundo estaba de acuerdo con sus contenidos. Yo mismo conocí al autor en aquellos primeros días y ni se me ocurrió que alguien podría no estar de acuerdo con todo lo que allí él explicaba. Como tantos otros profesores, me pareció tan evidente que desde lo más recóndito del pensamiento emocional se pudieran arrasar los prejuicios racionales que a muy pocos les faltaron ganas para combatirlos.
Hace unos años, nos dimos cuenta de que algunos políticos energúmenos, como Hitler, intentaban romper corazones recurriendo también para convencer a las emociones. Y justo ahora, veinte años después de aquella tan gran e ignorada demostración académica, el mundo científico admite sin negar la necesidad de seguir gestionando la inteligencia emocional los peligros que entraña despreciar todo el daño que puede infligirse con su aplicación desmedida.
Distintos experimentos efectuados en el curso del año recién terminado tienden a demostrar que, cuando se afilan las técnicas emocionales, se está preparando el terreno no solo para hacer el bien a los demás, sino las posibilidades de manipularlos con fines no aprobados o consentidos por la documentación. Cuando uno puede controlar sus propias emociones, puede mentir con mayor facilidad. Se puede disfrazar el dolor con una sonrisa; o la sensación de un placer enorme, al que ya se ha transformado en pena.
Los científicos sociales han iniciado ya la exposición de ese lado oscuro de la inteligencia emocional. Resulta que, efectivamente, la inteligencia emocional que puede rezumar una clase dada por un experto alerta a los alumnos no únicamente sobre la necesidad de saber evadirla, sino de la posibilidad de infligir a los demás sus efectos particularmente perversos. Lo importante es que tanto la emotividad aprendida como su aplicación para bien o para mal son imbatibles.
En la Universidad de Toronto, los expertos recurrieron al maquiavelismo e idearon un método para medir las estrategias de gestión emocional. El resultado fue que los profesores más experimentados para engañar o causar daño eran, justamente, los que más elevadas notas habían sacado en gestión emocional. Los alumnos que habían dado pruebas de mayor maquiavelismo, así como de sus malas intenciones, mostraban índices muy elevados también de conocimientos emocionales: estaban utilizando su conocimiento emocional para buscar recompensas en beneficio propio.
Ahora bien, no todo está perdido en el larguísimo esfuerzo por aumentar la atención emocional con buenos propósitos. Otros experimentos han demostrado, sin lugar a dudas, que no en todos aquellos trabajos en los que se requería atención redoblada la mejor manera de conseguir un buen resultado era, necesariamente, una buena formación emocional. En algunas profesiones, ese conocimiento puede distraer del objetivo esencial, en lugar de mejorar el manejo del propio trabajo.
Para la mayor parte de los contables, mecánicos o científicos de inteligencia emocional, en lugar de representar una ventaja era todo lo contrario. Aunque falta completar los análisis, es evidente que los empleados estaban fijándose más en la inteligencia emocional que en las variedades del trabajo analizado. Si nuestra labor consiste en analizar datos o en reparar los coches, puede constituir un error analizar los rasgos faciales, los tonos vocales o el lenguaje corporal de la gente.

TÍTULO:  LA ENTREVISTA, Vinnie Byanyima: "Crecí con un lujo: una mesa para estudiar",.


Atiende a las preguntas con un ojo puesto en el iPad que canta cada nuevo 
correo y el otro en el reloj: son las ocho de la mañana y pronto ...
 
Entrevista

-foto-Vinnie Byanyima: "Crecí con un lujo: una mesa para estudiar"

Nació en una pequeña aldea ugandesa, sin electricidad ni agua corriente. Y creció en un país sometido a una brutal dictadura. Pronto hizo suya una batalla por la democracia, contra la injusticia a la que ha dedicado su vida. Primero, en la lucha clandestina; después, desde el Parlamento de su país o las Naciones Unidas. Ahora, al frente de Oxfam Internacional. ¿En el futuro como presidenta de Uganda? «No lo descarto. No cierro ninguna puerta».
Atiende a las preguntas con un ojo puesto en el iPad que 'canta' cada nuevo correo y el otro en el reloj: son las ocho de la mañana y pronto empieza la maratón de reuniones. Pero apenas se sienta a la mesa, en la sede madrileña de Oxfam Intermón, empieza a hablar. Y ya no hay quien la pare.
Winnie Byanyima. Vengo de Uganda. Me llamo Winnie Byanyima. Crecí en un pequeño pueblo del sudoeste de Uganda. Con 12 años, el país que se había independizado diez años antes cayó en una dictadura durísima. Durante toda mi adolescencia, Uganda estuvo bajo el régimen brutal de Idi Amin. La economía colapsó, la intelligentsia asesinaba y desaparecía a la oposición... Fue un periodo horrible que me llevó, siendo estudiante, al activismo.
XLSemanal. También la llevó al exilio...
W.B. Me convertí en refugiada política en Inglaterra. Allí, me uní a otros ugandeses que estaban luchando contra la dictadura. Además, en la Universidad de Mánchester, donde estudiaba Ingeniería, conocí a otros estudiantes de países como Zimbabue o Namibia que luchaban contra el apartheid, contra el colonialismo... Me involucré mucho en la lucha por los derechos humanos.
XL. Al mismo tiempo que estudiaba para convertirse en la primera ingeniera aeronáutica de Uganda.
W.B. Mi idea era continuar, hacer un doctorado en los Estados Unidos. Pero en 1981 estalló otra guerra en mi país. Decidí volver a casa y formar parte de esa batalla por la democracia, al tiempo que trabajaba como ingeniera.
XL. ¿Llegó a empuñar las armas?
W.B. [Ríe]. ¡Qué pregunta! No estaba en el frente combatiendo, desde luego. Pero todo el mundo recibió entrenamiento en el uso de las armas. Yo tenía un rol más político: me ocupaba de movilizar a la gente. ¡No todos en el movimiento de liberación luchamos en el frente!
XL. Y después, ya en la democracia, fue parlamentaria.
W.B. Cuando acabó la guerra, fui diplomática con el nuevo gobierno. Pero también participé en las elecciones y fui elegida tres veces como representante de mi pueblo natal. En aquella época no había muchas mujeres elegidas directamente en el Parlamento, pero yo era bastante conocida a raíz de mi lucha por la democracia.
XL. Aunque el nuevo régimen también la decepcionó...
W.B. Porque los líderes abandonaron el camino de la democracia. Y fue en ese momento cuando decidí involucrarme más en el desarrollo y menos en la política. No quiero, en cualquier caso, mostrarme muy crítica con el Gobierno, porque ahora trabajo en Oxfam: intentamos ser neutrales.
XL. ¿En qué se diferencia el trabajo en un Parlamento de su labor en el seno de una organización como Oxfam?
W.B. En la política, yo era un personaje muy visible con una intensa lucha por los derechos humanos, contra la pobreza y a favor de la transparencia en el Parlamento y entre los políticos. ¡Puedes hacer cambios profundos! Ayudas a modificar las leyes, influyes en los presupuestos del Estado...
XL. ¿Y desde una organización no gubernamental?
W.B. En países como Uganda, donde la democracia no está bien establecida, se pierde mucho tiempo porque la toma de decisiones cae en periodos de parálisis. En el desarrollo no es así. Tienes una meta muy clara, una serie de objetivos bien definidos y destinas todo tu presupuesto y toda tu energía a conseguirlo. Buscas el mayor impacto posible... ¡Y lo consigues! Aunque al mismo tiempo careces de poder político: tratas de influir, ¡pero no redactas las leyes!
XL. ¿Lo echa de menos?
W.B. Ya tengo una edad, y en este camino he aprendido muchas cosas. No me arrepiento de haber formado parte del movimiento de liberación. Abandoné mi carrera laboral, cambié mi vida... Pero no me arrepiento. Hemos conseguido transformar Uganda, cambiar África. Pero también he aprendido que ni la democracia ni el desarrollo son un camino lineal. Das dos pasos adelante y uno hacia atrás. A veces, el cambio revolucionario es bueno. Pero también está la otra cara de la moneda: si no existe una base apropiada, es fácil que se deshaga lo andado. El cambio progresivo puede ser más seguro, más sostenible.
XL. Su nombre suena como futura presidente de Uganda...
W.B. [Ríe]. ¡Dejé la política hace casi diez años! Pero es cierto que la gente en mi país todavía quiere que me presente. Ahora mismo estoy contenta donde estoy. Pero no lo descarto... No cierro ninguna puerta.
XL. Si saliera elegida, sería todo un símbolo: una mujer en la Presidencia.
W.B. Sin duda. Aunque para mí fue relativamente más fácil que para muchas mujeres de mi generación. Mis padres eran profesores. Esto no quiere decir que fueran ricos, pero sí valoraban la educación. Crecí sin electricidad en casa, usábamos una lámpara de queroseno. No teníamos agua corriente y cocinábamos con leña que nosotros recogíamos... Pero en el pueblo éramos los ricos. Por ejemplo, mi madre trabajó duro para invertir en un tanque que recogía el agua de la lluvia. ¿Qué significaba eso? Que no tenía que ir al río a por ella y tenía más tiempo para hacer mis deberes.
XL. Un privilegio...
W.B. Más adelante pudo comprar una mesa para el comedor. Y allí, iluminados por una lámpara de queroseno, estudiábamos. Y mis padres podían ayudarnos. ¡Era una gran diferencia! Mis compañeros de clase tenían mucho trabajo que hacer al salir del colegio. ¡Y ni siquiera tenían una mesa donde sentarse a estudiar!
XL. En Occidente damos por descontado tener una mesa donde estudiar...
W.B. Sí. Pero cuando vine a Europa como refugiada, me llevé una gran sorpresa. Para nosotros, desde lejos, Gran Bretaña era el país más desarrollado del mundo. Pero cuando llegué a la universidad, vi que había solo dos chicas en una clase de 35 alumnos... ¡Y la otra era turca! La desigualdad estaba también aquí. ¡Está en todos lados! Fue un shock.
XL. ¿Y es usted creyente?
W.B. Yo diría que soy espiritual. Este mundo es tan maravilloso que no puede venir de la nada: tiene que haber un creador. Mis creencias unen la influencia de la Iglesia católica y de la tradición africana. Nosotros creemos en nuestros ancestros vivos en forma de espíritus que te guían en tu vida... Creo que hay una fuerte conexión entre el catolicismo y la filosofía africana de Ubuntu, que viene a decir «yo soy porque tú eres». Esto tiene que ver con el motivo por el que yo estoy en Oxfam y con lo que me ha llevado a dedicar mi vida a la lucha contra la injusticia. Se puede, en cualquier caso, llegar hasta aquí a través de la tradición africana, del catolicismo, el hinduismo, el islam...
XL. También Mandela hablaba del concepto de Ubuntu. ¿Conoció usted a Madiba?
W.B. Coincidí con él en el proceso de paz de Arusha (Tanzania), donde Mandela estuvo ayudando a las mujeres de Burundi. Lo admiro no solo por su visión, su valor y su sacrificio en la lucha por la liberación de Sudáfrica, sino también por fomentar el perdón y la reconciliación tras el apartheid. Madiba hablaba en nombre de todas las personas oprimidas del mundo. Era la voz más poderosa y coherente en pro de la justicia social del siglo XX.
XL. Tenía las ideas claras...
W.B. No todo el mundo es igual. Recuerdo que en mi época en las Naciones Unidas me encontré con mucha gente de carrera, con doctorados en las mejores universidades de Europa y los Estados Unidos, que conocía los problemas de otros países... pero sobre el papel. ¡Pensaban que con un erudito ensayo podían solventar la pobreza en el mundo!
XL. ¿Y qué soluciones se pueden dar?
W.B. Depende del organismo y del lugar donde te encuentres. En Oxfam, por ejemplo, trabajamos con muchas organizaciones en distintos países: buscamos una mayor transparencia en los presupuestos gubernamentales, unos impuestos más justos con los que menos tienen...
XL. Usted llega a Oxfam Internacional en un contexto de crisis y recortes presupuestarios...
W.B. Sí. Hay mucha recesión en Europa y muchas políticas de austeridad que están deteriorando la situación de los más pobres. La crisis llega por la irresponsabilidad de los grandes bancos y de los más ricos, pero son los trabajadores los que están pagando el precio más alto.
XL. ¿Cómo afecta a la cooperación?
W.B. Los presupuestos gubernamentales se han reducido notablemente. Hubo muchos gobiernos que no dieron un céntimo en la reciente catástrofe de Filipinas. Pero es increíble la cantidad de donaciones que hicieron los ciudadanos, incluso aquí en España, un país muy castigado por la crisis. La gente tiene un gran corazón. Aunque es cierto que nos está afectando y estamos buscando nuevas fuentes de ingresos. Por ejemplo, tenemos ahora en marcha una campaña para promover una tasa a las transacciones financieras. Hay muchas maneras de obtener fondos y no todas pasan por pedir a gente ya muy empobrecida que nos apoye. Estamos buscando métodos innovadores.
XL. También buscan involucrar a las grandes compañías en la lucha contra la pobreza.
W.B. Sí. Muchas veces nos centramos en influir en los gobiernos; otras, en la cooperación... Y otras, en el sector privado, en las grandes compañías. Se han convertido en entidades tan poderosas que su impacto en la pobreza puede ser enorme.
XL. Para bien y para mal...
W.B. Claro. Piensa, por ejemplo, en las empresas alimentarias. En Oxfam hemos puesto en marcha la campaña Tras la Marca, en la que hemos elegido diez grandes compañías especializadas en comida y bebida y hemos creado una lista de siete indicadores: derechos laborales, medioambiente, derechos de las mujeres, transparencia... Así hemos creado una puntuación y se la hemos mostrado. ¡Ahora hay una carrera, están compitiendo entre ellos por obtener una mejor puntuación que la competencia! Es una manera muy crítica, pero al mismo tiempo un modo muy colaborativo de trabajar con un actor muy importante y poderoso.
XL. ¿Está funcionando?
W.B. El objetivo es que sean conscientes de su responsabilidad y hagan por cambiar las cosas. Hemos obtenido un gran éxito con el azúcar, un producto que requiere grandes extensiones de tierra cultivada. Y Coca-Cola es el mayor comprador de azúcar del mundo. A ellos, como a otros, les hemos pedido que evalúen el origen del azúcar que utilizan. Que se aseguren de que allí donde se cultive la caña no se estén produciendo desplazamientos forzosos de gente para ampliar el terreno disponible. Les mostramos la evidencia de violaciones del derecho a la tierra llevadas a cabo por algunas de las empresas que les abastecen, que producen el azúcar que consumimos a diario. Coca-Cola se mostró de acuerdo con las condiciones que estábamos estableciendo.
XL. ¿Cuáles son esas condiciones?
W.B. Tolerancia cero frente al acaparamiento de tierras o la deforestación, respeto a las comunidades indígenas y a las mujeres que trabajan la tierra... En definitiva, un análisis riguroso de la cadena de suministro. Lo hemos conseguido con Coca-Cola y estamos detrás de lograrlo con Associated British Foods [que comercializa el té Twinings, entre otros productos] y Pepsi Cola.
XL. Quizá los mueva más una estrategia de marketing, el miedo a que se difundan ciertos datos negativos, que una toma de conciencia real.
W.B. ¡A nosotros nos da igual el motivo por el que lo hagan! Lo importante es que respeten los derechos de la gente, que respeten el medioambiente. Si lo hacen para ganar más dinero o por un sentido de justicia, es algo secundario. ¡Ojalá lo hicieran por una conciencia de justicia! Pero en el fondo no es lo más importante.
XL. ¿Qué hacen si no responden?
W.B. Hacemos públicos todos los datos. Los de los que cumplen y los de los que no. A unos los felicitamos públicamente; a los otros los ponemos en evidencia. ¡Somos duros! No todo es dulzura. Es lo que me gusta de Oxfam: es una organización que lucha, que es al fin y al cabo lo que yo he hecho toda mi vida.
PRIVADÍSIMO
-Su nombre es Winifred, pero ella prefiere el diminutivo Winnie. Así aparece en su tarjeta de visita.
-Tiene cinco hermanos. Sus padres, Boniface y Gertrude, eran profesores. El padre, además, cuenta con una larga trayectoria política.
-Ya de pequeña tenía fama de protestona en su aldea natal. Muchos de los mayores del pueblo la miraban con malos ojos, pues se atrevía a cuestionar su autoridad.
-Creció con el actual presidente de Uganda, Yoweri Museveni. Tuvieron una relación sentimental cuando este lideraba la guerrilla contra la dictadura. Museveni llegó a pedir la mano de Winnie, pero su padre se negó.
-Comparte con su marido, Kizza Besigye, militancia en el Foro para el Cambio Democrático. Besigye, con quien tiene un hijo, se ha presentado tres veces a la carrera presidencial. Sin éxito.
ÁFRICA ES NOMBRE DE MUJER
Aminata touré. La otra Dama de Hierro
-Es, desde el pasado mes de septiembre, primera ministra de Senegal. Se ha ganado a pulso el apodo de Dama de Hierro, forjado por su activismo feminista y por los derechos humanos... y como futbolista en el equipo femenino Dakar Gazelles. Su lucha contra la corrupción la ha llevado a encarcelar, entre otros, al hijo del anterior presidente, Abdoulaye Wade.
Wangari Maathai. Un Nobel para la 'mujer árbol'
-Así era conocida en Kenia por su labor al frente del Movimiento Cinturón Verde, que fundó en 1977: se plantaron cerca de 50 millones de árboles antes de la muerte de Maathai en 2011. Nacida en una aldea sin electricidad, fue la primera mujer africana en recibir el premio Nobel de la Paz.
Ellen johnson-sirleaf. La primera presidenta
-La actual presidenta de Liberia conoce la cárcel, el exilio... y la pobreza: sus padres eran de origen humilde y multiénico; él, de etnia gola; ella, de etnia kru y de padre alemán. En 2006 se convirtió en la primera mujer presidenta electa de África y cinco años más tarde recibió el Nobel de la Paz, junto con su compatriota Leymah Gbowee y la yemení Tawakul Karman.
Alengot Oromait. La parlamentaria más joven
-Con tan solo 19 años y recién iniciada la universidad, resultó elegida en 2012 para un escaño en el Parlamento de Uganda: es la parlamentaria más joven de África. ¿Un intento de atraer el voto joven en un continente con la mitad de la población por debajo de los 15 años? «No es cuestión de edad, sino de cerebro», zanja ella.
Joice Mujuru. De la guerrilla a la vicepresidencia
-Su nombre real es Runaida. Lo cambió para poder estudiar: una pequeña llamada Joice abandonó la escuela y ella ocupó su lugar. No duró mucho: pronto se unió a la lucha armada por la independencia de Zimbabue. Hoy es vicepresidenta del país, no sin polémica: está acusada de ocupar la granja donde vive y de tratar de vender ilegalmente más de tres toneladas de oro.

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