sábado, 22 de octubre de 2022

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REVISTA FARMACIA -   La sanidad pública no da abasto: faltan profesionales para frenar la crisis de salud mental  , fotos,.

 La sanidad pública no da abasto: faltan profesionales para frenar la crisis de salud mental .

 La sanidad pública no da abasto: faltan profesionales para frenar la crisis  de salud mental | Sociedad | EL PAÍS

Las autonomías despliegan planes de choque o programas específicos para responder al impacto provocado por la covid: la atención primaria está saturada, urgen más especialistas y más camas para la población infantojuvenil,.

 

La pandemia de covid ha dejado un poso de malestar emocional que empapa a toda la sociedad. Ha avivado la incertidumbre y el estrés social y ha aflorado —o agudizado— trastornos mentales latentes que amenazan con convertir la próxima crisis sanitaria en una epidemia de mala salud mental. No hay recetas mágicas para combatirla, apuntan los expertos consultados, pero sí reclaman un plan de choque para reforzar la atención y dar respuesta a la demanda creciente de ayuda. Todos coinciden en que es preciso incrementar los recursos humanos desde la puerta de entrada al sistema sanitario. También reforzar la educación emocional y combatir el estigma que pesa sobre este tipo de dolencias. Pero, sobre todo, insisten en que urge más personal. Según Eurostat, en España hay 11 psiquiatras por 100.000 habitantes, mientras que en Noruega, Francia, Suecia o Alemania hay más del doble y en Suiza, cinco veces más. El Gobierno ha anunciado la creación de la especialidad médica de psiquiatría infantojuvenil y “un incremento gradual” de plazas, aunque no ha concretado cuántas. Tras los peores meses de la pandemia, las comunidades también han reforzado la atención a la salud mental con el foco puesto en el abordaje infantojuvenil y la prevención del suicidio.

La sanidad pública no da abasto para atender los problemas de salud mental. La demanda crece y faltan manos, insisten las voces consultadas. Si bien los trastornos graves, como un brote psicótico, una depresión mayor o una tentativa de suicidio, sí tienen acceso preferente en el circuito asistencial, hay todo un entramado de malestar emocional, sintomatología psiquiátrica leve y trastornos menores que se quedan en una especie de limbo asistencial, aguardando en una lista de espera de semanas o meses hasta que son atendidos. O hasta que desisten y se van a la red privada en busca de una solución a su malestar. La atención primaria, puerta de entrada al sistema sanitario y encargada de derivar, si acaso, los pacientes más graves a los servicios especializados, está saturada, con agendas interminables y pocos minutos de visita por paciente. En la red especializada, los recursos son limitados y tampoco llegan a responder a toda la demanda. En España, solo hay seis psicólogos por 100.000 habitantes dentro del Sistema Nacional de Salud, tres veces menos que la media europea.

Marina Díaz, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, asegura que la pandemia no ha hecho más que agudizar las carencias y la precariedad: “En atención primaria están absolutamente atascados y esto causa un retraso” en las derivaciones. Urgen camas para la población infantojuvenil y que los psiquiatras y los psicólogos puedan hacer tratamientos psicoterapéuticos y eso implica más profesionales para disponer de más tiempo”. Sin recursos suficientes, se retrasa la atención, lo que provoca que los pacientes lleguen con cuadros muy agudizados y pronósticos más complejos.

Todos los expertos insisten en la falta de recursos humanos y Díaz asegura que revertir esta situación es clave para mejorar la atención a la salud mental: “Con igualar la media europea de número de psiquiatras, de camas psiquiátricas y de psicólogos clínicos sería suficiente”, resuelve. En España había en 2018, según Eurostat, menos de 40 camas hospitalarias de psiquiatría por 100.000 habitantes, mientras que en Noruega eran más de 100 y en Bélgica o Alemania estaban por encima de 125. “Es indignante”, protesta Antoni Ramos-Quiroga, jefe de Psiquiatría del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona: “Mueren casi 4.000 personas al año por suicidio y nada cambia. Sin recursos humanos suficientes, no hay nada que hacer. Esa es la base. En España se está reivindicando poder tener 18 psiquiatras por 100.000 porque ni a eso llegamos ahora mismo”.

Las propias administraciones admiten la falta de profesionales. No hay donde encontrarlos. El País Vasco reconoce que está teniendo “problemas” para la contratación de especialistas en psiquiatría infantil y el consejero de Salud catalán, Josep Maria Argimon, advirtió el viernes, durante la presentación de un dispositivo de atención a la alta complejidad en salud mental, que no hay efectivos suficientes “y falta hacer una planificación de recursos humanos”. El Ministerio no concreta cuántas plazas saldrán para esa nueva especialidad recién creada. Pilar Aparicio, directora general de Salud Pública, señala que habrá “un incremento gradual, pero esto requiere un proceso de acreditación de plazas”, una operativa que ya se ha agilizado, asegura.

El Gobierno de España ha prometido una inyección de 100 millones de euros hasta 2024 para un plan de acción en salud mental —30 de ellos están consignados en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2022—, aunque el sector califica esta partida de insuficiente. Aparicio matiza que este montante servirá “de palanca” para que echen a andar nuevas medidas que, necesariamente, tendrán que ir acompañadas de presupuesto e infraestructuras de las autonomías, que son las que tienen transferidas las competencias en materia sanitaria.

Los expertos reclaman especialistas en salud mental en todo el sistema sanitario, desde la puerta de entrada hasta el eslabón más especializado de la cadena asistencial. Ramos-Quiroga pone de ejemplo Alemania o Suecia, donde combinan programas hiperespecializados y abordajes comunitarios y con salud digital: “Hay programas de alta experiencia en primeros episodios psicóticos, de bipolares, depresión resistente, autismo o TDAH, que atienden casos complejos y asesoran a los recursos comunitarios”. Nel González, presidente de la Confederación de Salud Mental España, avisa también de la urgencia de dotar “adecuadamente” la atención primaria: “Hacen falta personas que den psicoterapia, que es lo que se necesita para que esos trastornos, aparentemente menores, no se agraven”, señala.

Precisamente, la pandemia ha precipitado que el Govern catalán, que ya ha anunciado una inyección de 48 millones para salud mental en el proyecto de Presupuestos autonómicos de 2022, haya puesto en marcha un programa de bienestar emocional para prevenir los síntomas desde el entorno comunitario. El Ejecutivo catalán contratará a 250 profesionales —psicólogos, educadores sociales, enfermeras especializadas— entre este año y el que viene para que cada equipo de atención primaria tenga su referente de bienestar emocional. Aina Plaza, directora general de Planificación en Salud del Govern, señala que este programa servirá para “prevenir”, despatologizar “y desmedicalizar” el malestar emocional.

Algunas comunidades ha desplegado planes de choque y la Generalitat valenciana, por ejemplo, ha consignado casi 116 millones de euros para paliar los efectos de la pandemia en la salud mental: son cerca de 19 millones de euros más que en 2021, casi un 20% más de presupuesto, y está prevista la contratación de 250 nuevos profesionales sanitarios para reforzar las unidades de salud mental y ofrecer apoyo desde la atención primaria. Andalucía, por su parte, ha puesto en marcha 40 equipos denominados de “tratamiento intensivo comunitario” —sobre todo para los trastornos mentales graves y psicosis complejas— y ha incorporado a 26 psicólogos clínicos para los problemas mentales moderados en la atención primaria que ayudarán a aminorar la lista de espera de los pacientes que pasan al especialista.

Prevención del suicidio

Otro de los focos clave para atajar la mala salud mental es la prevención del suicidio. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), 3.941 personas han fallecido por esta causa en 2020, un 7,4% más que en 2019. Un informe de la OCDE de 2020 avisa de que, si bien las tasas de suicidio han disminuido en casi todos los países de la Unión Europea —cayeron un 50% entre 2000 y 2017—, sin tratamiento y apoyo, los problemas de salud mental “pueden tener un efecto devastador” en la vida de las personas y aumentar las muertes por suicidio. El INE señala que los enfoques efectivos para reducir los decesos por esta causa pasan, entre otras medidas, por un buen acceso a los servicios de salud mental, formación a sanitarios y líderes comunitarios en prevención del suicidio, reducir el acceso a medios letales (armas o medicamentos, por ejemplo) y campañas de sensibilización contra el estigma.

En los Países Bajos, por ejemplo, la Agenda Nacional para la Prevención del Suicidio 2018-2021 incluye la capacitación en prevención del suicidio para médicos generales y enfermeras de hospitales, mejorar la atención posterior a una tentativa de suicidio y formación para personas en contacto con grupos de alto riesgo (por ejemplo, la policía, agencias que asisten a personas con deudas o trabajadores que atienden a gente en paro). Suiza, donde la tasa de suicidios bajó un 64% desde el año 2000, tiene un plan de acción específico que se centra en brindar un acceso rápido a apoyo para la salud mental, reducir el estigma en torno al suicidio y crear conciencia sobre sus riesgos.

En España, el Gobierno ha anunciado la puesta en marcha el próximo año de un teléfono de prevención del suicidio, un dispositivo similar al que ya hay para violencia machista (016). Los expertos celebran esta medida que se centra en crear un vínculo con alguien, aunque sea telefónico, que pueda contener una tentativa. De hecho, tiene antecedentes de éxito: La estrategia contra el suicidio de Finlandia, que ha reducido un 50% los índices en los últimos 30 años (14,2 casos por 100.000 en 2018, según la OCDE) y también contaba con líneas telefónicas de crisis para las personas que tienen pensamientos suicidas. El Ayuntamiento de Barcelona, que puso en marcha este servicio el año pasado, había recibido a 7 de noviembre, 4.206 llamadas, la mayoría de Cataluña y una cuarta parte del resto de España. De todas las llamadas, 119 eran suicidios inminentes o en curso. “Se tiene constancia de 39 rescates”, concreta un portavoz del Consistorio.

La prevención del suicidio ha provocado otras acciones en distintas comunidades: Cataluña, por ejemplo, ha anunciado que reforzará su Código Riesgo Suicidio [el circuito catalán de atención a tentativas autolíticas] y Baleares ha desplegado un servicio de coordinación entre Salud Mental, Atención Primaria y la Consellería de Educación para supervisar los casos complejos de salud mental o asociados a conductas suicidas en entornos escolares. Madrid, por su parte, está elaborando un plan de prevención y ha desplegado, además, un plan específico postcrisis covid, dotado de 3,5 millones anueales, en el que ha incorporado ya a más de 62 profesionales y ha atendido a 10.000 personas.

Otra de las grandes demandas del sector es la necesidad de recursos asistenciales, tanto camas de hospitalización como plazas en hospitales de día. Marina Díaz, que trabaja en el Hospital Clínico San Carlos, urge a combatir las listas de espera: “Por trastorno de la conducta alimentaria tenemos ocho personas en lista de espera. Eso significa que hasta dentro de un año no entrarán en el hospital de día. El tratamiento precoz es fundamental porque evitas romper biografías”, manifiesta. Madrid, por ejemplo, ha abierto una nueva unidad de Hospitalización de Psiquiatría Infanto-Juvenil en el Hospital 12 de Octubre y Castilla-La Mancha también ha aumentado plazas de hospitalización de psiquiatría.

Además, los especialistas en la materia defienden la necesidad de reforzar la educación emocional desde edades tempranas. Esto es, que los niños entiendan desde pequeños lo que es la salud mental y cómo gestionar de forma sana sus emociones. La OCDE apuntaba en un informe de 2015 que “invertir en una buena salud mental para los niños en edad escolar puede reducir el riesgo de que abandonen la escuela o tengan una transición difícil al trabajo”. Un estudio reveló, de hecho, que los beneficios a largo plazo incluyen un mejor rendimiento académico, una mayor resiliencia y mejores habilidades cognitivas.

Ya hay estrategias en marcha en Europa, como el programa Zippy’s Friends, que ayuda a los niños pequeños a desarrollar habilidades sociales y de afrontamiento y que ha sido adoptado por 27 países, según un informe de la OCDE. Una evaluación en Noruega constató que el programa había ayudado a mejorar la atmósfera del aula, reducir el acoso y mejorar las calificaciones académicas. En España también hay iniciativas de este tipo: desde 2014, por ejemplo, Canarias tiene 90 minutos semanales de educación emocional en la escuela para alumnos de seis a nueve años y la Agencia de Salud Pública de Barcelona puso en marcha un programa de educación emocional en las escuelas de la ciudad para niños de tres a cinco años.

Combatir el estigma

La lucha contra el estigma es otra de la claves para mejorar el abordaje de la salud mental y una de las líneas maestras del Gobierno español, que ha anunciado campañas de sensibilización para combatir la discriminación y el tabú que gira en torno a los trastornos mentales. Precisamente, un informe de la OCDE de 2018 ya señalaba la pertinencia de romper el silencio alrededor de estas dolencias: “A medida que mejora la conciencia sobre las enfermedades mentales y disminuye el estigma en torno a ellas, es posible que más personas también busquen ayuda cuando padecen una enfermedad mental”.

 

La salud mental llega al Congreso

El debate sobre la salud mental ha llegado, incluso, hasta el Congreso. Hace unos meses, el diputado de Más País, Íñigo Errejón, denunció la falta de profesionales para atender la demanda creciente de ayuda en salud mental y su intervención se hizo viral tras la interrupción del diputado del PP, Carmelo Romero, que le espetó un "Vete al médico" cuando Errejón tenía la palabra. Desde entonces, la salud mental ha sido un tema recurrente en el hemiciclo, sobre todo de la mano de Más País y Ciudadanos, y ha aterrizado también en el debate de los Presupuestos.

De hecho, el PP reclama que los 100 millones que el Gobierno anunció para el plan de acción hasta 2024 se inyecten todos en 2022. Más País, por su parte, pide en sus enmiendas a las Cuentas un plan de prevención del suicidio infantojuvenil en la enseñanza secundaria, una partida finalista para convocar 250 plazas de psicólogo clínico residente y recursos para evitar las contenciones mecánicas. En sus enmiendas, Ciudadanos también exige un plan de prevención del suicidio y la introducción efectiva de la atención psicológica en la cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud.

En el Congreso también se ha comenzado a tramitar un proyecto de ley de Salud Mental impulsado por Unidas Podemos, pero esta propuesta no cuenta con el aval de los psiquiatras, que se han posicionado en contra. Marina Díaz, vicepresidenta de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, argumenta: "Esa ley no ha contado con ningún profesional ni ninguna sociedad científica. Es un despropósito porque asocia la salud mental a la pobreza, pero hay enfermedades graves que no dependen del nivel económico de un país. No se nombra el cerebro ni la neurociencia y se confunde trastorno mental con salud mental". Con todo, el borrador de la norma está en proceso en la Cámara y, previsiblemente, sufrirá muchas modificaciones en el trámite parlamentario.

Los profesionales consultados celebran las iniciativas en marcha para mejorar el tratamiento a la salud mental. Todo ayuda, agregan. Pero lo primero es lo primero, insiste Marina Díaz: “Los tratamientos de psicoterapia requieren más frecuencia en las visitas”. Luz Vázquez, coordinadora del grupo de salud mental de la Sociedad Española de Medicina de Familia, lamenta también las carencias de recursos en el ámbito comunitario para integrar a las personas con trastornos mentales graves y concreta que, desde atención primaria, “lo que se necesita es tiempo” para ver, hablar y tratar a los enfermos.

 

 

 


¿Cuándo es el cambio de hora 2022? España pasa al horario de invierno,.

En la madrugada del último sábado al domingo de octubre los relojes se atrasarán una hora, a las 03.00 serán las 02.00,.

 Otoño 2021: ¿Cuándo es el cambio de hora? Este fin de semana España pasa al  horario de invierno | Sociedad | EL PAÍS

foto / La madrugada del domingo 30 de octubre se producirá el cambio al horario de invierno en España, el segundo del año. En esta ocasión, atrasamos el reloj una hora y a las 03.00 serán las 02.00. El efecto más inmediato será el aprovechamiento de la luz natural, ya que a partir del cambio amanecerá y anochecerá antes, lo que conlleva una mejora de la eficiencia energética.

¿Por qué cambiamos la hora?

Los europeos ajustamos nuestros relojes para cumplir con la directiva comunitaria 2000/84/CE dos veces al año. Normalmente el último fin de semana de octubre se atrasa el reloj para entrar al horario de invierno, y el último de marzo se adelanta para entrar en el horario de verano.

Esta medida de cambio horario responde a la idea de adaptar nuestros horarios la luz natural y lograr un ahorro energético, aunque son muchos los que dudan de que dicho ahorro se llegue a producir. Sí, tenemos más luz por la mañana, pero a cambio tenemos menos luz al salir de trabajar.

En España contamos con la particularidad de compartir dos horas oficiales, una para la Península y el archipiélago balear y otra para las Islas Canarias, que van una hora por detrás desde 1922. Ambas se adelantan o atrasan una hora según corresponda, aunque únicamente durante los 60 minutos posteriores al cambio la península y las Canarias contarán con la misma hora.

¿Puede ser uno de los últimos cambios horarios?

La Comisión Europea realizó una consulta al respecto en 2018 en la que más de un 80% de ciudadanos se mostraron a favor de dejar atrás el cambio de hora para mantener el mismo horario durante todo el año. El órgano propuso entonces abolir la directiva y que la decisión quedase en la elección de cada país, sin embargo, la falta de consenso entre los países, y también dentro de los mismos, hace que por el momento se continúe con los dos cambios horarios al año.

En España, la comisión de expertos puesta en marcha por el Ejecutivo decidió que se mantendría el huso horario actual y el cambio de hora estacional por lo que por el momento se mantendrá el huso horario actual y el cambio de hora estacional.

 

 

TITULO: El escarabajo verde - ¿Pescaremos mañana?,.

 ¿Pescaremos mañana?,.

fotos / Según Naciones Unidas, los océanos sirven como la mayor fuente de proteínas del mundo. Más de 3.000 millones de personas dependen de la biodiversidad marina y costera para su sustento. No obstante, está gravemente amenazado. Los océanos están sufriendo una acidificación de sus aguas y contaminación por plásticos. 

Nuestros océanos

El exceso de carbono está calentando los océanos, modificando así su productividad primaria y la química. ¿Qué relación tiene este hecho con el desarrollo de la pesca? Pues que los cambios conllevan alteraciones en la distribución y composición de especies. Esto provocará que, para finales del siglo XXI, los stocks de especies que se explotan comercialmente en el País Vasco, como la anchoa, la caballa y el bonito del norte, se alejarán hacia los polos y migrarán hacia aguas más profundas y frías.

 Imagen del programa ¿pescaremos mañana?

Imagen del programa ¿pescaremos mañana? RTVE

Pero esta no es la única amenaza, la sobrepesca ha hecho que, a día de hoy, las flotas pesqueras deben invertir cinco veces más esfuerzo para obtener el mismo volumen de capturas que hace medio siglo. Todo ello, ha hecho que, el futuro del sector en lugares como el País Vasco, sea incierto, especialmente, para aquellos que se dedican a las artes artesanales, con unos barcos con un máximo de 12 metros de eslora que les impide faenar con el mal tiempo. La mayor parte de la flota vasca, con 152 de las 200 embarcaciones totales, se dedican a la pesca de bajura.

 CROPPER

Soluciones

A nivel europeo, desde Bruselas, ya hace años que se instauraron las cuotas de pesca. Estas cuotas son unas limitaciones del pescado a capturar. Por cada especie a pescar, España recibe una tope. Y puede decidir si se gestiona desde el mismo estado o delegar esa responsabilidad a las comunidades autónomas. En el caso del gobierno vasco, según nos explica el director de pesca y agricultura, Leandro Azcue, hay dos maneras de efectuar este control. Una de ellas es a través de topes individuales, cada barco tienen un máximo de peces que pescar. La otra opción consiste en poner un límite de días a salir a la mar, para evitar que faenen diariamente y asegurar un descanso a la especie. Y suelen ser las mismas cofradías, las que hacen estos repartos. 

 CROPPER

Pero parece que no hay suficiente con proteger los recursos a explotar para proteger el ecosistema marino. El Golfo de Vizcaya y la costa Ibero atlántica son zonas muy importantes para diferentes especies de fauna marina. En esta área habitan unas 25 especies de cetáceos y varias decenas de especies de aves marinas, muchas de ellas catalogadas como en peligro de extinción, vulnerables o amenazadas. Aquí se han declarado diez espacios marinos al amparo de la Red Natura 2000, impulsada a nivel europeo. Pero parece que esto no ha cambiado el estado de estas especies.

TITULO:  Días de cine clásico - Cine -  El Dorado . , Miercoles -2, 9 - Noviembre,.

  Este  Miercoles - 2 , 9 - Noviembre a las 22:00 en La 2 de TVE, foto,.

El Dorado
Reparto
 
 Un pistolero llamado Cole Thornton (John Wayne) acude a El Dorado por encargo de poderoso terrateniente, Bart Jason. El cacique le ofrece un trabajo: expulsar de unas tierras próximas a una familia de granjeros, los McDonald. Thornton acaba rechazando el encargo a instancias de Jean Paul Harrah (Robert Mitchum), el sheriff de El Dorado y viejo amigo de Cole. Tiempo después, Thornton se entera de que otro pistolero ha aceptado el trabajo que él rechazó, así que decide regresar al pueblo para defender a los granjeros y ayudar a su amigo Harrah, que tiene problemas con la bebida. Le acompaña Mississippi (James Caan), un joven habilidoso con el cuchillo.

TITULO:   Un país para escucharlo - Peggy no se casó  ,.

 
Un país para escucharlo,.
 

Este martes- 1, 8 - Noviembre ,  a las 23.00 por  La 2, foto.

Peggy no se casó ,.

'Mad Men. O la frágil belleza de los sueños en Madison Avenue’ es un libro coral sobre la fascinación que ejerce la serie. Vila-Matas analiza la narrativa del drama televisivo,.

 Peggy Sue se casó - Filmin

Me acuerdo de la intensidad con la que seguí muchas de las escenas de los primeros capítulos y de mi felicidad al descubrir que todas tenían entidad propia, un interés por sí solas. Me di cuenta de que si, en lugar de una serie, Mad Men hubiera sido una monumental novela, se habría podido decir de ella que estaba compuesta por unidades de cuentos, por fragmentos que a su vez estaban formados por instantes intensos.

Valor supremo del instante. En cierta ocasión recuerdo haber escrito: “Cada momento es un lugar donde nunca hemos estado”.

Valor supremo, por otra parte, del fragmento, esa especie de interrupción que rompe el texto continuo, porque el fragmento es lo que rompe, quiebra y diferencia, aniquilando las ilusiones de la plenitud, el vínculo, la repetición mimética.

Disfruté mucho de aquellos fragmentos que, por tener una entidad independiente del contexto general, aniquilaban las ilusiones de la plenitud decimonónica. Tanto disfruté que decidí tomarme las escenas de Mad Men como lecciones para reconciliarme con el encanto de dedicarse a las formas breves, de escribir cuentos, en suma. Me reconcilié con el arte de contar por el placer mismo de contar: una actividad de la que, sin desearlo del todo, me había ido apartando en los últimos tiempos, quizá por dedicarle cada día más atención a lo ensayístico.

Así que empecé a visionar escenas de episodios de Mad Men como quien entra en el aula de una escuela todos los días para recordar qué es narrar. En esas sesiones, lo que más aprendí fue a disfrutar del momento, pero también, de paso, a profundizar en una historia que le había leído a Rafael Sánchez Ferlosio acerca de una mañana de finales de 1959 en la que, paseando con su hija por un parque de Madrid, al cruzar por el trecho que separaba el quiosco de música de una vieja escalinata, oyó de pronto unas voces que venían de entre los árboles, en las que reconoció el falsete característico de los actores de guiñol. Tras preguntarse si debía acercar a su hija a aquella función —una pieza de reír—, finalmente, optó por llevarla hasta allí: la obra estaba ya más que empezada, lo que no fue problema para que su hija entrara al instante, “sin un punto de asombro, en su propio ser, riendo ya con la primera frase de la manera más natural del mundo, como si no considerase necesario preguntarle a su padre absolutamente nada. La niña se reía con cada paso —o frase— como una unidad que se bastase a sí misma sin un contexto de sentido del que tomase significación; una unidad completa dentro de sí, que no se cumplía como un eslabón dentro de una cadena causal con un antes y un después. Pero eso no comportaba para ella ninguna deficiencia o insuficiencia, sino, por el contrario, una autosuficiencia de la significación, del puro decir en sí, emancipado de cualquier impleción en un campo de sentido”.

Si lo narrativo en mi escritura había ido pasando a un indeseado segundo plano, el retorno al placer de escuchar y contar historias —acompañado del minucioso estudio analítico, casi escolar, de los fragmentos y de los instantes de fragmentos de Mad Men— me ayudó a recobrar una antigua felicidad que hoy relaciono con el hecho nada casual de que para Matthew Weiner, el creador de Mad Men, su forma favorita de escritura sea el cuento, el relato corto, y John Cheever su autor preferido (“Sus cuentos funcionan como episodios de televisión, no llegan a repetir ninguna información sobre los personajes. Te atrapa desde el primer momento”).

No es que no conozca el episodio de las risas de Richard Price, showrunner de la serie The Wire, durante su rueda de prensa en Madrid, cuando un periodista describió Mad Men como “el equivalente audiovisual de las novelas de John Cheever”. Y ya sé que Víctor Lenore en Indies, hipsters y gafapastas consideró que la réplica de Price fue rotunda: “Si Cheever es los Beatles, Mad Men es la beatlemanía. Me parece una serie para los amantes de los trajes y los muebles”.

Conozco el episodio de Price, pero pienso que él ahí exhibe una rotundidad de ciego. No se equivoca si piensa que The Wire es televisión pura, y Mad Men, cine con fondo literario. Pero ese fondo tiene muy poco de malo, porque Matthew Weiner, más allá del diseño y el humo, es un maestro de la escena breve, del relato corto; no solo tiene talento para los diálogos y para capturar al espectador en cada escena, sino que detrás de sus guiones, sin que eso signifique un lastre, se adivina la sensibilidad de un lector furiosamente contemporáneo. Está más allá, pues, de los trajes y los muebles y del whisky de las oficinas.

Ahora recuerdo que en una entrevista televisiva le oí decir a Weiner que le fascinaba la estructura de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, donde el narrador sale en busca de Kurtz, pero en el camino se entretiene con innumerables digresiones, y esas digresiones son en realidad —decía Weiner— el relato mismo. Y ahora me acuerdo de que, al oírle esto, pensé que de algún modo era ahí donde yo quería llegar: quizá el XIX fue el siglo de “las grandes novelas”, y el XX, en cambio, la era del fragmento, el reencuentro de lo narrativo con su esencia, con el cuento, con el relato breve.

Después de todo, muchas de las grandes novelas del siglo XX están construidas con la lógica del fragmento, como si su verdadero corazón fuera el relato, algo que, por supuesto, no es fácilmente demostrable, aunque puede llegar a serlo si uno atiende al dictado de aquella Tesis sobre el cuento en la que Ricardo Piglia afirma que un relato siempre cuenta dos historias. El cuento, dice Piglia, es un relato que encierra un relato secreto, se construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto: reproduce la búsqueda siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta. “La visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato”, decía Rimbaud.

La tesis de Piglia me hace pensar que si contuviera alguna historia secreta la densa trayectoria de la novela del siglo XX, esta giraría en torno al hábil camuflaje del texto breve, del fragmento, de la unidad de cuento en el interior del alma central de su gran laberinto. Conrad, Cheever, ya citados aquí, junto a Nabokov, Walser, Kafka, Ballard, Philip K. Dick, Sebald, Beckett y otros, serían entonces algunos de los practicantes más brillantes de una gran simulación, consistente en haber rehabilitado secretamente el cuento bajo la falsa apariencia de estar novelando, es decir, de haberse situado en una línea de continuidad con respecto a las grandes novelas del siglo XIX.

Una gran simulación que se entiende mejor si se le aplica la tesis de las dos historias de Piglia, donde se explica que la variante fundamental que introdujo Borges en la historia del cuento consistió en hacer de la construcción cifrada, de la historia que va por debajo de la supuestamente principal, el tema del relato.

Obsérvese que Borges acostumbraba a narrar historias que contaban las maniobras de alguien que construía con perversidad una trama secreta con los materiales de una historia visible.

Precisamente, Borges fue pionero en comentar un problema que iba a presentarse a muchos autores del siglo XX a la hora de narrar, que iba a presentárseles cuando se dieran cuenta de que si uno trataba de emular a un gigante literario del siglo anterior, al monumental Tolstói, por ejemplo, quedaría siempre por debajo del monstruo y, por tanto, llevaría a cabo un esfuerzo tan titánico como inútil. Como se sabe, seguramente a causa de este problema, Borges no escribió nunca una novela. Hizo muy bien, qué duda cabe. Después de todo, no estaba obligado a escribirla, y, menos aún, a dar la vida por esta idea. Debió de pensar: espero no ser tan estúpido como para pasarme la vida intentando mejorar a Tolstói, Flaubert o Stendhal; no voy a ser tan idiota de intentar algo así cuando, además, a lo sumo lo único que podría lograr, en el improbable caso de luchar contra ellos en campo abierto y superarles, sería dar un mínimo paso más allá. Y aun suponiendo que lo diera, ¿debería dedicarle a ese minúsculo “paso más allá” un esfuerzo inhumano y el tremendo sacrificio de toda una vida?

Borges no escribió una sola novela y, además, se burló del dilema de si tenía que escribirla o no: “Continuamente me preguntan que cuándo voy a escribir una novela, pero me consuelo pensando que en otro tiempo preguntaban a los escritores: ‘Y usted, ¿cuándo va a escribir una epopeya?’ o ‘¿cuándo va a escribir un drama de cinco actos?’, y actualmente esa pregunta no se usa. Creo además que el cuento es un género más antiguo que la novela y quizá pueda vivir más allá de la novela”.

En las escenas de Mad Men que tan a fondo espié sentado en la casera aula de mi escuela secreta fui lentamente entrando en contacto con el modo de trabajar de Weiner y vi que también él operaba al modo borgiano, es decir, que la historia que en Mad Men iba por debajo de la supuestamente principal —la historia aparentemente secundaria o segundona de la luchadora Peggy Olson (Elisabeth Moss) y sus compañeras de oficina— era en realidad la trama secreta, el centro de la narración, el eje verdadero de todo. Y también me di cuenta de que, pasara lo que pasara, siempre al fondo de las escenas estaba Peggy. Llegué a acostumbrarme a verla con tanta frecuencia en todos los fragmentos que en cierta ocasión, en una secuencia de una fiesta hippy, me pareció verla cantando al fondo de la sala.

Peggy canta siempre al fondo, pensé. Y me dije también que ella no solo era la trama secreta, sino también el género secreto oculto en el eje mismo de la narración. ¿Peggy es un cuento entonces? Creo que sí, que ella es la trama secreta, pero también —porque esa trama está repleta de unidades de cuentos— el mismísimo género camuflado dentro de la estructura general de novela, el verdadero género utilizado para la narración global puesta en marcha por Weiner.

Si así fuera, Madame Bovary representaría la novela, al género por excelencia del siglo XIX, mientras que nuestra Peggy, la “secretaria ascensora”, estaría inserta en el interior de un tipo de narración que no sería ya del siglo de Flaubert y en la que ella, como anti-Bovary, encarnaría un intenso cuento, un fragmento camuflado en un laberinto narrativo que solo en apariencia recordaría a los del pasado.

Exacto. Peggy, vista —esta tarde mientras termino estas líneas— como un fragmento que rompe, quiebra y acaba cantando al fondo de alguna sala, aniquilando cualquier posible última ilusión anticuada de plenitud decimonónica.

TITULO: Documental - Salud mental: La vida no debería doler tanto a tantos,.

 Salud mental: La vida no debería doler tanto a tantos,.

 Salud mental: La vida no debería doler tanto a tantos | Sociedad | EL PAÍS

foto / España tenía un grave problema de salud mental y la pandemia lo ha agudizado,.

Vivimos una época de malestar difuso y generalizado, de incertidumbre y ausencia de horizonte. Nunca como hasta ahora hemos tenido a nuestra disposición tantas series y películas y sin embargo es imposible encontrar en ninguna de las contemporáneas alguna en la que el futuro sea representado como mejor que el presente: más justo, más armónico, más tranquilo, más verde, más feliz. En todas el futuro es una radicalización de los rasgos más brutales del presente: autoritarismo, destrucción del planeta, desigualdad, desasosiego. Esto no siempre ha sido así, pero las películas que veíamos de ciencia ficción cuando éramos pequeños hoy nos parecen ingenuas, como si la esperanza se hubiese convertido en un sentimiento naive. Que hoy seamos incapaces de imaginar futuros mejores, de creérnoslos, es sin duda uno de los rasgos que mejor definen nuestro tiempo. Es imposible pensar que algo así no tenga consecuencias profundas sobre cómo estamos.

Este bloqueo del futuro contrasta con una feroz y dominante ideología individualista que promete a cada individuo que puede conseguir lo que se proponga y después le culpa por no conseguirlo. Un discurso de la insatisfacción permanente, de la carrera contra uno mismo y contra los demás. Un discurso que ensalza como libertad la ruptura de todos los lazos comunitarios, la soledad extrema, la fragmentación de las relaciones sociales, la desconfianza generalizada y la quiebra de cualquier sentido de pertenencia y trascendencia. Y cuanto más aislados, más indefensos vamos estando, más precarias, inseguras y angustiosas se van haciendo las vidas cotidianas, hasta el punto de que la vida hoy duele para millones de conciudadanos.

España ya tenía un grave problema de salud mental antes del covid, pero la pandemia lo ha multiplicado y agudizado. En el extremo, casi once personas se quitan la vida cada día en España porque no pueden más. Se estima que pueden ser hasta diez veces más quienes lo intentan. Estamos ante un verdadero drama social que revela que algo va profundamente mal en un modelo que produce tanto sufrimiento.

La política oficial ha vuelto a escindirse de la vida cotidiana, ha regresado a sus ejes y gesticulaciones tradicionales, para calma de unos y otros, al precio de abandonar como menores los dolores y deseos de la gente corriente. La discusión entre políticos y periodistas es cada vez más endogámica y se deja cada vez más vida fuera. Solo así se explica que hayamos tardado tanto en abrir una conversación sobre la salud mental, en un país donde hemos normalizado la necesidad generalizada de psicofármacos como engrasante para que no nos rompamos y la rueda gire cada día.

Desde que nosotros abrimos brecha con aquella intervención en el Congreso que se hizo célebre por aquel “vete al médico” con el que un diputado del PP quiso ridiculizarme, el debate de la salud mental se ha puesto de moda. Se han sumado actores políticos, medios de comunicación, famosos explicando sus experiencias y cientos de miles de ciudadanos proclamando que a ellos también les pasa. Con eso hemos roto un primer tabú: el de la estigmatización que condenaba a sufrir en silencio como problemas individuales, lo que es en realidad un problema ya estructural de dimensiones masivas. Ese paso es sin duda muy importante, para que a nadie más intenten avergonzarle, para que nadie más sienta que es su culpa.

No obstante, nos queda aún lo más importante. Ese dolor masivo y cotidiano es como una ola que vemos crecer en el horizonte, frente a la cual tenemos que tomar medidas inmediatas y otras de más largo recorrido. Las inmediatas son de sobra conocidas: hace falta incluir la salud mental en la cartera de servicios de la sanidad pública, para que acudir a terapia cuando no puedas más o necesitas una ayuda no sea un lujo solo para la minoría que puede pagar 80 euros cada semana. Para ello hay que multiplicar las plazas PIR para psicólogos en la pública. Multiplicar al menos por tres para llegar a la media europea de 18 por cada 100.000 habitantes. Y hay que reforzar la presencia en colegios e institutos de orientadores, educadores y psicólogos.

Hemos de poner el énfasis en particular en los sectores sociales más empobrecidos o más precarizados, para quienes la vida es más insegura y fuente de angustia, porque son al mismo tiempo los que más posibilidades tienen de sufrir dolencias de salud mental y los que menos recursos, tiempo y posibilidades tienen de recibir ayuda especializada. Está bien que personas conocidas se hayan sumado a visibilizar los problemas de salud mental pero es fundamental recordar que el sufrimiento se concentra en la base de la pirámide. La salud mental también va por barrios.

Con todo, todas estas medidas son como una primera barrera defensiva que por sí sola no puede hacer frente a una crisis profunda y estructural. Una verdadera crisis de época. Que tanta gente se quiebre, que tanta gente no pueda el domingo comenzar la semana, que tanta gente se rompa, que a tanta gente le atenace la ansiedad o le sepulte la depresión, que tanta gente tenga trastornos alimenticios o piense en quitarse la vida para ponerle fin a su sufrimiento no es normal. No es un conjunto de casualidades. Es una de las manifestaciones más crudas de un modelo que además de socialmente injusto y ecológicamente insostenible ahora ya reconocemos que es humanamente insoportable, aunque todos tengamos que hacer como que no pasa nada.

Quizás haya que recuperar una política ingenua que se atreva a decir que la vida no debería doler tanto y a tantos, que no tenemos un objetivo más importante que hacer más fácil que la vida sea feliz. Habrá quien objete que este es en todo caso un objetivo individual pero parece evidente que si tanta gente sufre de lo mismo eso significa que hay causas compartidas y modificables. Los ritmos de trabajo y la disponibilidad de tiempo libre para el descanso, los cuidados y el disfrute, el diseño de nuestras ciudades para la renaturalización y el fomento de relaciones sociales más densas y más lentas, o la lucha contra la precarización de la existencia deberían ser algunos objetos prioritarios de atención para una transformación general del modelo que le haga frente a la pandemia de la salud mental. Para una política que se atreva a ser ingenua y a imaginar que la vida, en el futuro, puede ser mejor.

 

 

 

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