Yo, para ser feliz, quiero un "Food Truck"·.../ fotos
Comer en la calle con calidad y un
toque chic. Las furgonetas de venta de comida en la calle, un clásico
renovado en el mundo anglosajón, cuajan también en España. La ausencia
de una normativa nacional al respecto no se lo pone fácil. Pero eventos
como Madreat (un mercado solo para 'food trucks') muestran que estas
furgonetas han venido para quedarse.
La calidad es lo primero
En primer lugar, ¡ojito!, aquí no basta con saber cocinar y lanzarse a recorrer las calles con una furgoneta. Los clientes de los food trucks exigen calidad. Incluso quienes buscan el clásico perrito caliente o hamburguesa no se conforman con cualquier cosa. En eventos como Madreat -que congrega a buena parte del sector una vez al mes en Azca, en Madrid-, cada furgoneta ofrece su propia especialidad. The Grill by Ben-Car, por ejemplo (foto), vende ibéricos y carnes a la parrilla. En cuanto a lo legal, además, la cuestión se complica: se requiere carné de manipulador de alimentos, pagar Impuesto de Actividades Económicas (IAE), Seguridad Social, tasas municipales y seguro de responsabilidad civil.
Lo difícil es decidir
Madreat reúne a más de 70 food trucks: carnes, pescado, crepes, kebabs, ahumados, quesos, vinos, cocina japonesa, mexicana, peruana, italiana... Junto a esta oferta insuperable, eventos como este -los hay por toda España y se anuncian en www.sigaelfoodtruck.com- tienen ventajas para los restauradores ambulantes al atraer más público y facilitar trámites municipales.
Restaurante sobre ruedas
Los food trucks operan como cualquier restaurante en cuanto a cumplimiento de las normativas alimentarias e higiénico-sanitarias. En este sentido, la furgoneta es solo el final de una cadena. En Madreat, por ejemplo, se exige a los participantes contar con un centro de producción y almacén. En la cocina del vehículo, por lo tanto, es donde se rematan los platos o se les da el toque final. No hay que olvidar que esto es comida rápida, pero con estilo.
La furgoneta de sus sueños
La veterana Citroën HY, cuya fabricación se suspendió en 1981, es la preferida de los restauradores ambulantes españoles. Se puede encontrar desde 30.000 euros. Para arrancar con el negocio, otra opción es alquilar una -500 euros al día; 850 el fin de semana- y probar en una feria a ver si se tiene lo que hay que tener para ser un auténtico foodtrucker.
Amor entre ruedas y fogones
Detrás de cada food truck siempre hay una historia. Como la de Federico y Patricia, él cocinero y ella maître, responsables de Contigo Baguette y Ciboulette, que se conocieron en una cocina antes de ponerse a vender bocadillos como el Lupe, una baguette vegetariana multicereal con queso en crema y vegetales asados. El negocio, por cierto, no acaba en las ferias como estas: bodas, festivales y hasta fiestas privadas también pueden formar parte del circuito comercial.
TÍTULO: ENTREVISTA - Wednesday Martin: "A la gente le gusta odiar a las mujeres ricas",.
Entrevista / foto
Buscaba un barrio más tranquilo y con mejores colegios. Pero
cuando la investigadora social y escritora Wednesday Martin y su marido
se trasladaron del West Village neoyorquino al Upper East Side, el
barrio más elitista de Manhattan, encontró mucho más que eso.
Su instinto de antropóloga Martin es doctora por la Universidad de Yale, donde también impartió clases se encendió como una bombilla cuando vio por primera vez a las glamurosas madres del barrio recogiendo a sus niños del colegio. Que la aceptaran en su nueva tribu no fue fácil, pero le proporcionó un asiento de primera fila a ese universo de mujeres ricas de vidas opulentas, pero también enganchadas al alcohol y los ansiolíticos para combatir elÿ estrés de tanta presión social. Un mundo segregado por sexos donde en las cenas ellas (treintañeras formadas en las mejores universidades y escuelas de negocios) van por un lado y ellos (altos ejecutivos e inversores de altos vuelos), por otro. El resultado son unas polémicas memorias, Primates of Park Avenue, que llegaron a las librerías norteamericanas en junio y que tendrán su propia adaptación a la gran pantalla. El libro ha caído como una bomba entre la alta sociedad neoyorquina, y algunos medios, como el New York Post, han puesto en duda algunos de los datos que aporta, como el polémico 'bonus de esposa'. Hablamos con Martin sobre su controvertido libro y sobre cómo consiguió sobrevivir (e incluso encajar) en una de las tribus más elitistas del planeta.
XLSemanal. ¿Qué fue lo primero que le impactó cuando llegó al Upper East Side?
Wednesday Martin. La belleza y elegancia de las mujeres. Parecía que estaban listas para ir a un desfile de alta costura cuando dejaban a sus hijos en el colegio a las ocho de la mañana.
XL. ¿Y cuándo se dio cuenta de que su nueva vida en el barrio tenía potencial para convertirse en un libro?
W.M. La primera vez que vi a aquellas mamás tan glamurosas entendí que esa era una versión de la maternidad que tenía que estudiar. Al principio, me costó bastante encajar y pensé que el libro debería contar la experiencia de alguien que trata de meter la patita en una sociedad tan cerrada, elitista y fascinante como esa.
XL. Desde un punto de vista antropológico, ¿cómo describiría a las mujeres que se encontró allí?
W.M. Viven en un estado de extrema liberación ecológica, que es lo que en antropología se entiende cuando no existen restricciones como el hambre, la desgracia o la enfermedad. También forman parte de una cultura de exhibición del cuerpo que puede ser tan exigente o más que Hollywood. Además, experimentan inesperados niveles de estrés y ansiedad por dos razones. Por un lado, está su dependencia económica; por otro, se sienten responsables de enriquecer las vidas de sus hijos en cada aspecto y cada segundo del día.
XL. ¿Cómo funciona exactamente la jerarquía social de esta tribu?
W.M. Las sociedades más elitistas son muy jerárquicas y están muy estratificadas. Pero en Estados Unidos, y sobre todo en Nueva York, al contrario de lo que ocurre en Europa, hay mucha movilidad social. No les importan los títulos nobiliarios, solo veneran el dinero. Y no hacen distinciones entre viejos y nuevos ricos. Además, en Nueva York a menudo el dinero 'viejo' se convierte en riqueza intergeneracional en la que los grandes empresarios e inversores se aprovechan del dinero y la reputación de sus padres y de sus abuelos o, a veces, de los padres y abuelos de sus mujeres.
XL. ¿Cuál diría que es el objetivo vital de estas mujeres?
W.M. La tribu que estudié tiene un guion de género muy rígido y tradicional: los hombres viven en el mundo del trabajo; las mujeres, en la esfera doméstica. Aun así, muchas de ellas tienen currículos brillantes, pero deciden quedarse en casa porque sus hijos aún no van al colegio. La socióloga feminista Sharon Hayes lo llama 'maternidad intensiva'. Esta forma de entender la maternidad, sumada a la crisis del sistema de guarderías que vive Estados Unidos, hace que el objetivo en esta etapa vital sea ser las mejores madres, esposas y, a veces, filántropas que puedan llegar a ser.
XL. ¿Y qué pasa cuando sus hijos van por fin al colegio?
W.M. Algunas piensan en volver al trabajo o entrar en el mercado laboral por primera vez. Otras intensifican su trabajo como voluntarias e invierten todo su tiempo y su energía en ayudar en el colegio de sus hijos: organizan las galas escolares, publican el newsletter del centro, recaudan dinero... Aunque esto puede mejorar las posibilidades de sus hijos de entrar en un colegio prestigioso más adelante, no tiene compensación económica alguna. El voluntariado es algo estupendo, pero tiene un lado oscuro...
XL. ¿A qué se refiere?
W.M. Para empezar, puede retrasar su regreso al mercado laboral. Pero también es una forma de devaluar a estas mujeres como trabajadoras. Es algo que hay que valorar antes de lanzarse a organizar ventas de galletas y fiestas escolares.
XL. ¿Cómo se explica que mujeres tan bien preparadas renuncien al mundo laboral, la independencia económica y la posibilidad de forjarse una carrera?
W.M. Para empezar, estas mujeres viven en una sociedad elitista y tradicional donde las expectativas para hombres y mujeres también lo son. Y luego está lo que yo llamo 'falsa elección'. En este país no existe un sistema de guarderías de calidad. Nadie te dice: «Puedes venir al trabajo y tener a tu hijo cerca con un gran cuidador. Y no te preocupes: tu carrera no sufrirá, podrás seguir ascendiendo incluso si no quieres viajar o trabajar muchas horas». A menudo la única elección que les queda es quedarse en casa a cuidar de los niños. Si las mujeres más ricas no tienen opciones reales, ¿qué quiere decir eso para el resto de las mujeres?
XL. Supongo que sus maridos se desentienden completamente de los hijos, ¿no?
W.M. No necesariamente. Durante los seis años que viví allí, me di cuenta de que los padres cada vez están más implicados en las vidas de sus hijos: los llevan al colegio o a sus actividades extraescolares y pasan más tiempo con ellos. Creo que es el único aspecto en el que esta tribu es culturalmente progresista. En todos los demás, tanto en las dinámicas domésticas como en las de pareja, son claramente regresivos.
XL. Describe un mundo en el que las mujeres consumen demasiado alcohol y ansiolíticos y viven con la presión constante de estar siempre perfectas...
W.M. Efectivamente, se automedican para combatir el estrés y la ansiedad con alcohol, ansiolíticos y marihuana. Lo hacen, por otra parte, como muchas madres a lo largo y ancho del país, aunque quizá en ellas el hábito es más pronunciado.
XL. ¿Y son felices?
W.M. Sí, algunas de ellas son felices... Pero todas ellas sienten mucha ansiedad por ser las madres y esposas perfectas, por representar a sus hijos y al capital social de la pareja de la manera adecuada, por mejorar la carrera de sus maridos a través de sus afiliaciones sociales... Es lo que yo llamo 'perfeccionismo tenso'. Cosas como quedar con otra madre para que los niños jueguen o asistir a una comida benéfica no son eventos divertidos, siempre hay un propósito detrás. El objetivo es escalar en la jerarquía social o, al menos, no descender.
XL. También explica cómo pueden llegar a ser muy crueles entre ellas...
W.M. En el Upper East Side el número de mujeres duplica al de los hombres. Esto, sumado a la dependencia económica y a esa cultura de la exhibición del cuerpo de la que hablábamos, lleva a lo que en antropología se conoce como 'competición intersexual', en la que miembros del mismo sexo compiten por el acceso a la reproducción. Sucedía de manera sibilina, a través de comportamientos destinados a excluir, como el cotilleo o el ataque a la reputación de una persona.
XL. ¿Usted lo sufrió en sus propias carnes?
W.M. Sí. Al principio las otras madres eran muy poco receptivas ante mis intentos de entablar una amistad. Me daban la espalda, no respondían a los e-mails o mensajes que les enviaba para organizar actividades con los niños y, a veces, ni siquiera me contestaban cuando les decía 'hola', 'adiós' o 'buenos días'. Es una sociedad muy cerrada y, si quieres formar parte de ella, primero te tratarán como a una intrusa. Y luego tendrás que demostrar que puedes ser una más.
XL. A pesar de todo, admite que terminó convirtiéndose en una de ellas. ¿Se sorprendió a sí misma?
W.M. Los antropólogos asimilan las culturas en las que viven y sufren shocks culturales constantemente. Y yo no fui ninguna excepción.
XL. Algunos críticos han desacreditado su obra. ¿Por qué cree que ha generado reacciones tan adversas?
W.M. La maternidad y la riqueza son temas muy delicados. Parece que, si escribes sobre mujeres ricas, tienes que ser superficial y mereces ser despreciada.
XL. Usted atribuye estos ataques a un «nuevo tipo de misoginia». ¿A qué se refiere?
W.M. A la gente le encanta juzgar a las mujeres y, sobre todo, les gusta odiar a las mujeres ricas. Toda esa ira contra ellas no va dirigida hacia sus maridos, los grandes inversores, sino hacia ellas. Las mujeres ricas son un blanco fácil. ¿Por qué es aceptable ese tipo de misoginia? ¿Por qué odiar a las mujeres ricas y despreciarlas se considera una postura progresista? Creo que haber escrito sobre mujeres ricas sin la intención de parodiarlas o satirizarlas me ha convertido a mí también en un blanco fácil.
XL. Como investigadora, ¿qué tipo de debate quería suscitar con este libro?
W.M. Exactamente la clase de debate que ha provocado: una discusión sobre las dinámicas de poder en los matrimonios, la dependencia económica, los roles de género, la maternidad y el feminismo. También quería demostrar que la antropología puede ser una forma divertida y accesible de observar este tipo de cosas.
XL. ¿Cuál es la moraleja que podemos extraer de la experiencia de estas mujeres?
W.M. Que la maternidad intensiva crea mucho estrés y ansiedad. Que el dinero no puede comprar la felicidad. Y que cuando más nos alejamos de nuestra prehistoria evolutiva como criadores cooperativos y más presión ejercemos sobre las madres, más estresante y difícil resulta tener hijos.
XL. Por cierto, ¿cómo han encajado sus amigas del Upper East Side la publicación de su libro?
W.M. Lo escribí con su ayuda y les prometí que protegería su privacidad. Para que nadie pudiera reconocerse a sí misma o a una amiga, modifiqué muchos detalles, incluida la cronología. Me aseguré de protegerlas y, por eso, me han apoyado mucho.
XL. ¿Echa de menos el Upper East Side?
W.M. Me mudé al otro lado de Central Park, ¡no al otro lado del mundo! Además, voy mucho porque es un mundo bello, sosegado y elegante que me resulta muy atractivo.
El Bonus de Esposa
Martin describe en su libro el llamado 'bonus de esposa', que ha generado mucha controversia. «Creo que el término en sí mismo es lo que más polémica ha creado. Muchas mujeres ricas y que no trabajan, pero tienen maridos poderosos, negocian con ellos su dependencia económica. Y lo hacen mediante un acuerdo por el que reciben parte del bonus anual de sus maridos a través de una asignación. Algunas usan ese dinero para ropa o gastos personales, pero muchas lo invierten o lo ahorran».
El Talismán
Martin explica cómo el Birkin, el famoso bolso de Hermès, es un símbolo en el Upper East Side. «El Birkin es un talismán para estas mujeres. Y un talismán es, por definición, algo que se cree tiene un poder en sí mismo y confiere poder a quienes lo poseen. Dado que es un bolso supuestamente escaso, difícil de conseguir y muy caro es objeto de fetichismo. Tener uno le explica a la gente que te rodea que eres uno de ellos: rico, poderoso y bien conectado. El deseo por el Birkin es un rasgo muy tribal».
En primer lugar, ¡ojito!, aquí no basta con saber cocinar y lanzarse a recorrer las calles con una furgoneta. Los clientes de los food trucks exigen calidad. Incluso quienes buscan el clásico perrito caliente o hamburguesa no se conforman con cualquier cosa. En eventos como Madreat -que congrega a buena parte del sector una vez al mes en Azca, en Madrid-, cada furgoneta ofrece su propia especialidad. The Grill by Ben-Car, por ejemplo (foto), vende ibéricos y carnes a la parrilla. En cuanto a lo legal, además, la cuestión se complica: se requiere carné de manipulador de alimentos, pagar Impuesto de Actividades Económicas (IAE), Seguridad Social, tasas municipales y seguro de responsabilidad civil.
Lo difícil es decidir
Madreat reúne a más de 70 food trucks: carnes, pescado, crepes, kebabs, ahumados, quesos, vinos, cocina japonesa, mexicana, peruana, italiana... Junto a esta oferta insuperable, eventos como este -los hay por toda España y se anuncian en www.sigaelfoodtruck.com- tienen ventajas para los restauradores ambulantes al atraer más público y facilitar trámites municipales.
Restaurante sobre ruedas
Los food trucks operan como cualquier restaurante en cuanto a cumplimiento de las normativas alimentarias e higiénico-sanitarias. En este sentido, la furgoneta es solo el final de una cadena. En Madreat, por ejemplo, se exige a los participantes contar con un centro de producción y almacén. En la cocina del vehículo, por lo tanto, es donde se rematan los platos o se les da el toque final. No hay que olvidar que esto es comida rápida, pero con estilo.
La furgoneta de sus sueños
La veterana Citroën HY, cuya fabricación se suspendió en 1981, es la preferida de los restauradores ambulantes españoles. Se puede encontrar desde 30.000 euros. Para arrancar con el negocio, otra opción es alquilar una -500 euros al día; 850 el fin de semana- y probar en una feria a ver si se tiene lo que hay que tener para ser un auténtico foodtrucker.
Amor entre ruedas y fogones
Detrás de cada food truck siempre hay una historia. Como la de Federico y Patricia, él cocinero y ella maître, responsables de Contigo Baguette y Ciboulette, que se conocieron en una cocina antes de ponerse a vender bocadillos como el Lupe, una baguette vegetariana multicereal con queso en crema y vegetales asados. El negocio, por cierto, no acaba en las ferias como estas: bodas, festivales y hasta fiestas privadas también pueden formar parte del circuito comercial.
TÍTULO: ENTREVISTA - Wednesday Martin: "A la gente le gusta odiar a las mujeres ricas",.
Wednesday Martin: "A la gente le gusta odiar a las mujeres ricas"
Cuando esta antropóloga se trasladó al
Upper East Side de Manhattan, esperaba encontrar excelentes tiendas y
buenos colegios, pero no creía que tendría que enfrentarse a un hábitat
donde la 'supervivencia' es más dura que en una manada de chimpancés en
la selva. El resultado de la experiencia es el libro 'Primates de Park
Avenue'. No faltan las traiciones, los cotilleos ni las drogas... pero
ella misma acabó uniéndose a la tribu. Nos lo cuenta.
Su instinto de antropóloga Martin es doctora por la Universidad de Yale, donde también impartió clases se encendió como una bombilla cuando vio por primera vez a las glamurosas madres del barrio recogiendo a sus niños del colegio. Que la aceptaran en su nueva tribu no fue fácil, pero le proporcionó un asiento de primera fila a ese universo de mujeres ricas de vidas opulentas, pero también enganchadas al alcohol y los ansiolíticos para combatir elÿ estrés de tanta presión social. Un mundo segregado por sexos donde en las cenas ellas (treintañeras formadas en las mejores universidades y escuelas de negocios) van por un lado y ellos (altos ejecutivos e inversores de altos vuelos), por otro. El resultado son unas polémicas memorias, Primates of Park Avenue, que llegaron a las librerías norteamericanas en junio y que tendrán su propia adaptación a la gran pantalla. El libro ha caído como una bomba entre la alta sociedad neoyorquina, y algunos medios, como el New York Post, han puesto en duda algunos de los datos que aporta, como el polémico 'bonus de esposa'. Hablamos con Martin sobre su controvertido libro y sobre cómo consiguió sobrevivir (e incluso encajar) en una de las tribus más elitistas del planeta.
XLSemanal. ¿Qué fue lo primero que le impactó cuando llegó al Upper East Side?
Wednesday Martin. La belleza y elegancia de las mujeres. Parecía que estaban listas para ir a un desfile de alta costura cuando dejaban a sus hijos en el colegio a las ocho de la mañana.
XL. ¿Y cuándo se dio cuenta de que su nueva vida en el barrio tenía potencial para convertirse en un libro?
W.M. La primera vez que vi a aquellas mamás tan glamurosas entendí que esa era una versión de la maternidad que tenía que estudiar. Al principio, me costó bastante encajar y pensé que el libro debería contar la experiencia de alguien que trata de meter la patita en una sociedad tan cerrada, elitista y fascinante como esa.
XL. Desde un punto de vista antropológico, ¿cómo describiría a las mujeres que se encontró allí?
W.M. Viven en un estado de extrema liberación ecológica, que es lo que en antropología se entiende cuando no existen restricciones como el hambre, la desgracia o la enfermedad. También forman parte de una cultura de exhibición del cuerpo que puede ser tan exigente o más que Hollywood. Además, experimentan inesperados niveles de estrés y ansiedad por dos razones. Por un lado, está su dependencia económica; por otro, se sienten responsables de enriquecer las vidas de sus hijos en cada aspecto y cada segundo del día.
XL. ¿Cómo funciona exactamente la jerarquía social de esta tribu?
W.M. Las sociedades más elitistas son muy jerárquicas y están muy estratificadas. Pero en Estados Unidos, y sobre todo en Nueva York, al contrario de lo que ocurre en Europa, hay mucha movilidad social. No les importan los títulos nobiliarios, solo veneran el dinero. Y no hacen distinciones entre viejos y nuevos ricos. Además, en Nueva York a menudo el dinero 'viejo' se convierte en riqueza intergeneracional en la que los grandes empresarios e inversores se aprovechan del dinero y la reputación de sus padres y de sus abuelos o, a veces, de los padres y abuelos de sus mujeres.
XL. ¿Cuál diría que es el objetivo vital de estas mujeres?
W.M. La tribu que estudié tiene un guion de género muy rígido y tradicional: los hombres viven en el mundo del trabajo; las mujeres, en la esfera doméstica. Aun así, muchas de ellas tienen currículos brillantes, pero deciden quedarse en casa porque sus hijos aún no van al colegio. La socióloga feminista Sharon Hayes lo llama 'maternidad intensiva'. Esta forma de entender la maternidad, sumada a la crisis del sistema de guarderías que vive Estados Unidos, hace que el objetivo en esta etapa vital sea ser las mejores madres, esposas y, a veces, filántropas que puedan llegar a ser.
XL. ¿Y qué pasa cuando sus hijos van por fin al colegio?
W.M. Algunas piensan en volver al trabajo o entrar en el mercado laboral por primera vez. Otras intensifican su trabajo como voluntarias e invierten todo su tiempo y su energía en ayudar en el colegio de sus hijos: organizan las galas escolares, publican el newsletter del centro, recaudan dinero... Aunque esto puede mejorar las posibilidades de sus hijos de entrar en un colegio prestigioso más adelante, no tiene compensación económica alguna. El voluntariado es algo estupendo, pero tiene un lado oscuro...
XL. ¿A qué se refiere?
W.M. Para empezar, puede retrasar su regreso al mercado laboral. Pero también es una forma de devaluar a estas mujeres como trabajadoras. Es algo que hay que valorar antes de lanzarse a organizar ventas de galletas y fiestas escolares.
XL. ¿Cómo se explica que mujeres tan bien preparadas renuncien al mundo laboral, la independencia económica y la posibilidad de forjarse una carrera?
W.M. Para empezar, estas mujeres viven en una sociedad elitista y tradicional donde las expectativas para hombres y mujeres también lo son. Y luego está lo que yo llamo 'falsa elección'. En este país no existe un sistema de guarderías de calidad. Nadie te dice: «Puedes venir al trabajo y tener a tu hijo cerca con un gran cuidador. Y no te preocupes: tu carrera no sufrirá, podrás seguir ascendiendo incluso si no quieres viajar o trabajar muchas horas». A menudo la única elección que les queda es quedarse en casa a cuidar de los niños. Si las mujeres más ricas no tienen opciones reales, ¿qué quiere decir eso para el resto de las mujeres?
XL. Supongo que sus maridos se desentienden completamente de los hijos, ¿no?
W.M. No necesariamente. Durante los seis años que viví allí, me di cuenta de que los padres cada vez están más implicados en las vidas de sus hijos: los llevan al colegio o a sus actividades extraescolares y pasan más tiempo con ellos. Creo que es el único aspecto en el que esta tribu es culturalmente progresista. En todos los demás, tanto en las dinámicas domésticas como en las de pareja, son claramente regresivos.
XL. Describe un mundo en el que las mujeres consumen demasiado alcohol y ansiolíticos y viven con la presión constante de estar siempre perfectas...
W.M. Efectivamente, se automedican para combatir el estrés y la ansiedad con alcohol, ansiolíticos y marihuana. Lo hacen, por otra parte, como muchas madres a lo largo y ancho del país, aunque quizá en ellas el hábito es más pronunciado.
XL. ¿Y son felices?
W.M. Sí, algunas de ellas son felices... Pero todas ellas sienten mucha ansiedad por ser las madres y esposas perfectas, por representar a sus hijos y al capital social de la pareja de la manera adecuada, por mejorar la carrera de sus maridos a través de sus afiliaciones sociales... Es lo que yo llamo 'perfeccionismo tenso'. Cosas como quedar con otra madre para que los niños jueguen o asistir a una comida benéfica no son eventos divertidos, siempre hay un propósito detrás. El objetivo es escalar en la jerarquía social o, al menos, no descender.
XL. También explica cómo pueden llegar a ser muy crueles entre ellas...
W.M. En el Upper East Side el número de mujeres duplica al de los hombres. Esto, sumado a la dependencia económica y a esa cultura de la exhibición del cuerpo de la que hablábamos, lleva a lo que en antropología se conoce como 'competición intersexual', en la que miembros del mismo sexo compiten por el acceso a la reproducción. Sucedía de manera sibilina, a través de comportamientos destinados a excluir, como el cotilleo o el ataque a la reputación de una persona.
XL. ¿Usted lo sufrió en sus propias carnes?
W.M. Sí. Al principio las otras madres eran muy poco receptivas ante mis intentos de entablar una amistad. Me daban la espalda, no respondían a los e-mails o mensajes que les enviaba para organizar actividades con los niños y, a veces, ni siquiera me contestaban cuando les decía 'hola', 'adiós' o 'buenos días'. Es una sociedad muy cerrada y, si quieres formar parte de ella, primero te tratarán como a una intrusa. Y luego tendrás que demostrar que puedes ser una más.
XL. A pesar de todo, admite que terminó convirtiéndose en una de ellas. ¿Se sorprendió a sí misma?
W.M. Los antropólogos asimilan las culturas en las que viven y sufren shocks culturales constantemente. Y yo no fui ninguna excepción.
XL. Algunos críticos han desacreditado su obra. ¿Por qué cree que ha generado reacciones tan adversas?
W.M. La maternidad y la riqueza son temas muy delicados. Parece que, si escribes sobre mujeres ricas, tienes que ser superficial y mereces ser despreciada.
XL. Usted atribuye estos ataques a un «nuevo tipo de misoginia». ¿A qué se refiere?
W.M. A la gente le encanta juzgar a las mujeres y, sobre todo, les gusta odiar a las mujeres ricas. Toda esa ira contra ellas no va dirigida hacia sus maridos, los grandes inversores, sino hacia ellas. Las mujeres ricas son un blanco fácil. ¿Por qué es aceptable ese tipo de misoginia? ¿Por qué odiar a las mujeres ricas y despreciarlas se considera una postura progresista? Creo que haber escrito sobre mujeres ricas sin la intención de parodiarlas o satirizarlas me ha convertido a mí también en un blanco fácil.
XL. Como investigadora, ¿qué tipo de debate quería suscitar con este libro?
W.M. Exactamente la clase de debate que ha provocado: una discusión sobre las dinámicas de poder en los matrimonios, la dependencia económica, los roles de género, la maternidad y el feminismo. También quería demostrar que la antropología puede ser una forma divertida y accesible de observar este tipo de cosas.
XL. ¿Cuál es la moraleja que podemos extraer de la experiencia de estas mujeres?
W.M. Que la maternidad intensiva crea mucho estrés y ansiedad. Que el dinero no puede comprar la felicidad. Y que cuando más nos alejamos de nuestra prehistoria evolutiva como criadores cooperativos y más presión ejercemos sobre las madres, más estresante y difícil resulta tener hijos.
XL. Por cierto, ¿cómo han encajado sus amigas del Upper East Side la publicación de su libro?
W.M. Lo escribí con su ayuda y les prometí que protegería su privacidad. Para que nadie pudiera reconocerse a sí misma o a una amiga, modifiqué muchos detalles, incluida la cronología. Me aseguré de protegerlas y, por eso, me han apoyado mucho.
XL. ¿Echa de menos el Upper East Side?
W.M. Me mudé al otro lado de Central Park, ¡no al otro lado del mundo! Además, voy mucho porque es un mundo bello, sosegado y elegante que me resulta muy atractivo.
El Bonus de Esposa
Martin describe en su libro el llamado 'bonus de esposa', que ha generado mucha controversia. «Creo que el término en sí mismo es lo que más polémica ha creado. Muchas mujeres ricas y que no trabajan, pero tienen maridos poderosos, negocian con ellos su dependencia económica. Y lo hacen mediante un acuerdo por el que reciben parte del bonus anual de sus maridos a través de una asignación. Algunas usan ese dinero para ropa o gastos personales, pero muchas lo invierten o lo ahorran».
El Talismán
Martin explica cómo el Birkin, el famoso bolso de Hermès, es un símbolo en el Upper East Side. «El Birkin es un talismán para estas mujeres. Y un talismán es, por definición, algo que se cree tiene un poder en sí mismo y confiere poder a quienes lo poseen. Dado que es un bolso supuestamente escaso, difícil de conseguir y muy caro es objeto de fetichismo. Tener uno le explica a la gente que te rodea que eres uno de ellos: rico, poderoso y bien conectado. El deseo por el Birkin es un rasgo muy tribal».
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