Año 2045: El ser humano cambia para siempre
Y se convertirá en inmortal. Eso
aseguran grandes 'popes' de Silicon Valley, como Larry Page, fundador de
Google; Peter Thiel, creador de PayPal; o Larry Ellison, de Oracle.
Parece cosa de ciencia ficción o de millonarios con ganas de jugar a ser
Dios, pero no se equivoque. Están invirtiendo millones en conseguir el
transhumanismo, la fusión perfecta entre hombre y máquina. Bill Gates y
Stephen Hawking ya han advertido sobre sus terribles consecuencias.
Nuestros días están contados... ¿o no? Los transhumanistas discrepan. Morir no entra en sus planes.
Que se muera la gente normal. Ellos serán otra cosa porque en unos años habrán trascendido a la condición humana y sus limitaciones. No estamos hablando de otra secta, aunque su discurso pueda parecer mesiánico. Sus apóstoles son filósofos, informáticos, médicos, neurólogos, biólogos, genetistas, ingenieros en robótica e inteligencia artificial, nanotecnólogos, políticos... Su meca es Silicon Valley. Allí es donde predican sus gurús. ¿Una panda de iluminados? Puede ser, pero los fondos de inversión los toman muy en serio. Y están consiguiendo millones para sus proyectos empresariales relacionados con la superlongevidad.
Hay un dicho en Silicon Valley. Los programadores se centran en los problemas de la gente de su edad. Cuando eran jóvenes, inventaron las redes sociales para ligar. Ahora que los pioneros peinan canas, les ha entrado la angustia existencial. Y el transhumanismo se ha convertido en la ideología de moda. «Pretende que la especie humana mejore, aumentando sus capacidades físicas y cognitivas echando mano de las tecnologías emergentes. La integración con las máquinas será habitual. Un deber moral incluso. Tienen recursos económicos y centros de investigación», afirman Albert Cortina y Miquel-Àngel Serra Beltrán, coautores de ¿Humanos o posthumanos? [Fragmenta, 2015]. Millonarios que aspiran a cambiar el mundo
¿Pero qué es este delirio? Si fuera una cosa de cuatro chalados, nos haría gracia. Como nos la hace que Tim Cannon, un biohacker, se implante él solito y sin anestesia una computadora en el brazo que mide sus constantes vitales y las envía a su móvil Android. Pero que los fundadores y directivos de Google, PayPal, Oracle, Facebook... se lancen en pos de la utopía ya es otro cantar. Sin embargo, ellos también empezaron en garajes. Muchos no acabaron la carrera y han creado sus propias universidades alternativas, donde pescan a sus talentos. Ninguno admite interés en el dinero, pero lo ganan a manos llenas. ¿Y qué hacer con tanto dinero? Un empresario tradicional lo tendría muy claro: más dinero. Amancio Ortega pone más tiendas. Pero ellos se consideran de otra estirpe. Tienen un pasado excéntrico, un sustrato libertario. Aspiran a cambiar el mundo.
Google marca la pauta, con Larry Page al frente. El buscador se ha convertido en «una empresa extraña», como lo califica la revista Time, con una política de inversiones que parece diseñada por novelistas de ciencia ficción. Calico es su proyecto más ambicioso y secreto. Objetivo: resolver la muerte como si fuera un problema de ingeniería. Y para ello ha fichado al profeta del transhumanismo, el informático Ray Kurzweil. Su método: combinar toda la información médica, biológica y genética disponible en una inteligencia artificial dotada de herramientas para el autoaprendizaje que generen nueva información, cada vez más refinada y potente.
Pero hay una auténtica fiebre de start-ups. Para muestra, un botón: Mark Zuckerberg (Facebook), Elon Musk (PayPal) y el actor Ashton Kutcher se han aliado para invertir 50 millones de dólares en Vicarious, una compañía rodeada de misterio que busca replicar el neocórtex, la parte del cerebro que ve y oye, habla y razona. Manejan dos fechas claves
Los transhumanistas basan su optimismo en unos principios que vienen a ser como sus tablas de Moisés. El primer mandamiento es la ley de Moore, que reza que la potencia de los microchips se dobla cada año, pero ellos entienden que esta ley no se restringe a los ordenadores y puede aplicarse a la biotecnología.
El progreso llegará mucho más rápido de lo que creemos y solo hay que ver los ladrillos que teníamos de móviles hace una década para darnos cuenta. ¿Pero cómo de rápido? Hay dos fechas claves. La primera es 2029: los ordenadores adquirirán conciencia de sí mismos. Para entendernos, la inteligencia artificial tendrá alma. La segunda es 2045: el advenimiento de la singularidad. El progreso tecnológico será tan acelerado que escapará a nuestro control. Las máquinas serán más inteligentes que nosotros. Puede que se rebelen, como temen Bill Gates o Stephen Hawking, quienes consideran que una superinteligencia supone una seria amenaza. Pero también puede que sean nuestras aliadas, como sueñan los transhumanistas. A partir de entonces, según Kurzweil, se producirá una fusión entre inteligencia artificial y humana.
Máquinas y hombres estarán tan simbiotizados que acabarán siendo indistinguibles: nanorrobots patrullarán por nuestra sangre para evitar infecciones; cualquier órgano o tejido podrá ser manufacturado; el acortamiento de los telómeros, culpable del envejecimiento celular, será automáticamente corregido; nuestro ADN vendrá con garantía de fábrica; podremos hacer una copia de seguridad de nuestras mentes y subirla a la nube.
Del mismo modo que el triunfo del Homo sapiens supuso la extinción del neandertal, el éxito del Robo sapiens supondrá un salto evolutivo y convertirá al ser humano actual en obsoleto. Habrá un momento en que los récords deportivos absolutos se batirán en los Juegos Paralímpicos, con prótesis controladas por la mente, corazones artificiales y exoesqueletos sintéticos. La droga de moda en silicon Valley
¿Qué pinta tendrá el hombre del futuro? ¿Será un cíborg? ¿Algo más minimalista, digamos el software con nuestra memoria cargada en un dispositivo? ¿Será tan irreconocible para el hombre actual como lo fueron los soldados de Hernán Cortés, a caballo, con armaduras y armas de fuego, para los aztecas, que los veían como dioses? Al fin y al cabo, la idea de mejorar nuestras prestaciones con tecnología no es nueva. Una vacuna o unas gafas ya lo hacen. La industria militar sabe mucho de esto. El fármaco de moda en Silicon Valley es el modafinilo, la droga que les daban a los soldados estadounidenses en Irak para que no se durmieran. ¿No perdemos un tercio de nuestras vidas durmiendo? Algunos quieren empezar por ahí, por aprovechar mejor ese tercio improductivo. Se trata de acumular experiencias. Y a los transhumanistas no les da una sola vida para probarlo todo. Si llevas una existencia miserable, la muerte es un descanso. ¿Pero quién quiere descansar cuando su vida es estupenda?
¿Llegará un momento en que la muerte sea un accidente? Un pino puede quemarse en un incendio, pero algunas variedades alcanzan los 4700 años. Y hay almejas que viven cinco siglos. Si el tiempo ha dejado de ser un problema para un árbol o un molusco, ¿por qué no para una raza humana tuneada? Bill Maris, director de inversiones de Google, declaró a Bloomberg que está convencido de que podremos vivir 500 años. Google, según sus detractores, quiere que vivamos para siempre porque así seremos los consumidores perfectos: insaciables. Y, además, es un despilfarro tener que tirar todos esos datos que ha recopilado sobre nosotros.
En el fondo, el progreso es una cuestión de coste y beneficios. Los avances en robótica, por ejemplo: una hora de un trabajador en una fábrica cuesta 40 euros si es alemán, 10 euros si es chino y 5 euros si es un robot, explica Horst Neumann, director de personal de Volkswagen. Y los transhumanistas pronostican que, en la próxima década, los robots no solo nos sustituirán en las tareas rutinarias, también en los trabajos creativos, pero que nos adaptaremos, como sucedió con la mecanización de la agricultura. También puede llegar un momento en que la muerte sea opcional. Se habla de los humanish, que renegarán de la tecnología y querrán seguir siendo humanos, igual que los amish prescinden del coche o la televisión.
La crítica más demoledora es que es una filosofía de ricos. La inmortalidad tendrá un precio prohibitivo que la inmensa mayoría no podrá pagar. Hay quien augura revueltas, porque una cosa es ver cómo unos pocos se dan la gran vida, pero encima que esas 'vidorras' sean eternas... Los transhumanistas replican que la tecnología terminará siendo asequible. Leer el primer ADN costó 500 millones de dólares, hoy cuesta 800. En cualquier caso, los ciudadanos deberán prepararse para grandes dilemas éticos que afectarán a sus valores y creencias. Y es que una vida que dura para siempre es demasiado valiosa. ¿Quién estará dispuesto a arriesgarla para salvar al prójimo? ¿Quién se hará bombero o policía? ¿Quién luchará contra el ébola?: ¿los robots o los humanos pobres y mortales? Su caladero son los nacidos en los ochenta y los noventa
Da vértigo. En Silicon Valley no solo se está cociendo la economía del futuro, también la moral y la política. La democracia evolucionará hacia la noocracia, el gobierno de las mentes.
El año pasado se creó el Partido Transhumanista, cuyo líder Zoltan Istvan será candidato en las elecciones presidenciales de 2016. No tiene posibilidades, pero ha logrado impacto mediático. Los analistas calculan que su techo más optimista rondaría el 15 por ciento de los votantes. Y que su caladero natural son los millennials, los nacidos en los años ochenta y noventa. Pero los expertos en marketing recuerdan que basta un 13 por ciento de early adopters, de consumidores visionarios, para lanzar un producto, y que consigan arrastrar al resto de la población. Además, según el Centro de Investigaciones Pew, el 61 por ciento de los millennials basan su información política en las noticias que les sirve Facebook.
Se supone que esa generación y las posteriores, formadas ya por nativos digitales, serán las grandes beneficiadas. Está por ver si les hará ilusión. Hay quien considera que pasarán sus vidas en entornos de realidad virtual y aumentada, como si jugaran un videojuego que nunca se acaba. Sus predecesores, los baby boomers, tampoco querrán perderse la fiesta, pero ellos lo tienen más difícil.
Kurzweil, de 67 años, ya no es un mozalbete. El hombre se cuida, hace ejercicio, toma decenas de pastillas... Como él hay miles de creyentes que se mantienen en forma esperando la llegada de la singularidad como quien espera al Mesías. En última instancia, se trata de una cuestión teológica. El historiador Yuval Harari considera que lo que está sucediendo en Silicon Valley es más importante que lo que se ventila en Siria e Irak. «El Estado Islámico es un bache en la autopista de la historia. Ray Kurzweil está creando la nueva religión. La religión que conquistará el mundo», afirma. Formar parte de un pueblo elegido es consustancial a la psicología religiosa. Y ese sentimiento de pertenencia a una élite destinada a salvarse es muy propio del Valle, la nueva tierra prometida.
1ª Idea. Los avances tecnológicos se han acelarado a lo largo de la historia
2ª Idea. Hoy la capacidad informática crece de forma exponencial...En la actualidad el rendimiento de los ordenadores, medido en potencias de diez (10n) aumenta más en una hora que en los primeros ochenta añosde su existencia.
3ª Idea .. lo que nos llevará a la singularidad en el......año 2045. Los ordenadores superarán la capacidad intelectual de todos los cerebros humanos combinados.
Que se muera la gente normal. Ellos serán otra cosa porque en unos años habrán trascendido a la condición humana y sus limitaciones. No estamos hablando de otra secta, aunque su discurso pueda parecer mesiánico. Sus apóstoles son filósofos, informáticos, médicos, neurólogos, biólogos, genetistas, ingenieros en robótica e inteligencia artificial, nanotecnólogos, políticos... Su meca es Silicon Valley. Allí es donde predican sus gurús. ¿Una panda de iluminados? Puede ser, pero los fondos de inversión los toman muy en serio. Y están consiguiendo millones para sus proyectos empresariales relacionados con la superlongevidad.
Hay un dicho en Silicon Valley. Los programadores se centran en los problemas de la gente de su edad. Cuando eran jóvenes, inventaron las redes sociales para ligar. Ahora que los pioneros peinan canas, les ha entrado la angustia existencial. Y el transhumanismo se ha convertido en la ideología de moda. «Pretende que la especie humana mejore, aumentando sus capacidades físicas y cognitivas echando mano de las tecnologías emergentes. La integración con las máquinas será habitual. Un deber moral incluso. Tienen recursos económicos y centros de investigación», afirman Albert Cortina y Miquel-Àngel Serra Beltrán, coautores de ¿Humanos o posthumanos? [Fragmenta, 2015]. Millonarios que aspiran a cambiar el mundo
¿Pero qué es este delirio? Si fuera una cosa de cuatro chalados, nos haría gracia. Como nos la hace que Tim Cannon, un biohacker, se implante él solito y sin anestesia una computadora en el brazo que mide sus constantes vitales y las envía a su móvil Android. Pero que los fundadores y directivos de Google, PayPal, Oracle, Facebook... se lancen en pos de la utopía ya es otro cantar. Sin embargo, ellos también empezaron en garajes. Muchos no acabaron la carrera y han creado sus propias universidades alternativas, donde pescan a sus talentos. Ninguno admite interés en el dinero, pero lo ganan a manos llenas. ¿Y qué hacer con tanto dinero? Un empresario tradicional lo tendría muy claro: más dinero. Amancio Ortega pone más tiendas. Pero ellos se consideran de otra estirpe. Tienen un pasado excéntrico, un sustrato libertario. Aspiran a cambiar el mundo.
Google marca la pauta, con Larry Page al frente. El buscador se ha convertido en «una empresa extraña», como lo califica la revista Time, con una política de inversiones que parece diseñada por novelistas de ciencia ficción. Calico es su proyecto más ambicioso y secreto. Objetivo: resolver la muerte como si fuera un problema de ingeniería. Y para ello ha fichado al profeta del transhumanismo, el informático Ray Kurzweil. Su método: combinar toda la información médica, biológica y genética disponible en una inteligencia artificial dotada de herramientas para el autoaprendizaje que generen nueva información, cada vez más refinada y potente.
Pero hay una auténtica fiebre de start-ups. Para muestra, un botón: Mark Zuckerberg (Facebook), Elon Musk (PayPal) y el actor Ashton Kutcher se han aliado para invertir 50 millones de dólares en Vicarious, una compañía rodeada de misterio que busca replicar el neocórtex, la parte del cerebro que ve y oye, habla y razona. Manejan dos fechas claves
Los transhumanistas basan su optimismo en unos principios que vienen a ser como sus tablas de Moisés. El primer mandamiento es la ley de Moore, que reza que la potencia de los microchips se dobla cada año, pero ellos entienden que esta ley no se restringe a los ordenadores y puede aplicarse a la biotecnología.
El progreso llegará mucho más rápido de lo que creemos y solo hay que ver los ladrillos que teníamos de móviles hace una década para darnos cuenta. ¿Pero cómo de rápido? Hay dos fechas claves. La primera es 2029: los ordenadores adquirirán conciencia de sí mismos. Para entendernos, la inteligencia artificial tendrá alma. La segunda es 2045: el advenimiento de la singularidad. El progreso tecnológico será tan acelerado que escapará a nuestro control. Las máquinas serán más inteligentes que nosotros. Puede que se rebelen, como temen Bill Gates o Stephen Hawking, quienes consideran que una superinteligencia supone una seria amenaza. Pero también puede que sean nuestras aliadas, como sueñan los transhumanistas. A partir de entonces, según Kurzweil, se producirá una fusión entre inteligencia artificial y humana.
Máquinas y hombres estarán tan simbiotizados que acabarán siendo indistinguibles: nanorrobots patrullarán por nuestra sangre para evitar infecciones; cualquier órgano o tejido podrá ser manufacturado; el acortamiento de los telómeros, culpable del envejecimiento celular, será automáticamente corregido; nuestro ADN vendrá con garantía de fábrica; podremos hacer una copia de seguridad de nuestras mentes y subirla a la nube.
Del mismo modo que el triunfo del Homo sapiens supuso la extinción del neandertal, el éxito del Robo sapiens supondrá un salto evolutivo y convertirá al ser humano actual en obsoleto. Habrá un momento en que los récords deportivos absolutos se batirán en los Juegos Paralímpicos, con prótesis controladas por la mente, corazones artificiales y exoesqueletos sintéticos. La droga de moda en silicon Valley
¿Qué pinta tendrá el hombre del futuro? ¿Será un cíborg? ¿Algo más minimalista, digamos el software con nuestra memoria cargada en un dispositivo? ¿Será tan irreconocible para el hombre actual como lo fueron los soldados de Hernán Cortés, a caballo, con armaduras y armas de fuego, para los aztecas, que los veían como dioses? Al fin y al cabo, la idea de mejorar nuestras prestaciones con tecnología no es nueva. Una vacuna o unas gafas ya lo hacen. La industria militar sabe mucho de esto. El fármaco de moda en Silicon Valley es el modafinilo, la droga que les daban a los soldados estadounidenses en Irak para que no se durmieran. ¿No perdemos un tercio de nuestras vidas durmiendo? Algunos quieren empezar por ahí, por aprovechar mejor ese tercio improductivo. Se trata de acumular experiencias. Y a los transhumanistas no les da una sola vida para probarlo todo. Si llevas una existencia miserable, la muerte es un descanso. ¿Pero quién quiere descansar cuando su vida es estupenda?
¿Llegará un momento en que la muerte sea un accidente? Un pino puede quemarse en un incendio, pero algunas variedades alcanzan los 4700 años. Y hay almejas que viven cinco siglos. Si el tiempo ha dejado de ser un problema para un árbol o un molusco, ¿por qué no para una raza humana tuneada? Bill Maris, director de inversiones de Google, declaró a Bloomberg que está convencido de que podremos vivir 500 años. Google, según sus detractores, quiere que vivamos para siempre porque así seremos los consumidores perfectos: insaciables. Y, además, es un despilfarro tener que tirar todos esos datos que ha recopilado sobre nosotros.
En el fondo, el progreso es una cuestión de coste y beneficios. Los avances en robótica, por ejemplo: una hora de un trabajador en una fábrica cuesta 40 euros si es alemán, 10 euros si es chino y 5 euros si es un robot, explica Horst Neumann, director de personal de Volkswagen. Y los transhumanistas pronostican que, en la próxima década, los robots no solo nos sustituirán en las tareas rutinarias, también en los trabajos creativos, pero que nos adaptaremos, como sucedió con la mecanización de la agricultura. También puede llegar un momento en que la muerte sea opcional. Se habla de los humanish, que renegarán de la tecnología y querrán seguir siendo humanos, igual que los amish prescinden del coche o la televisión.
La crítica más demoledora es que es una filosofía de ricos. La inmortalidad tendrá un precio prohibitivo que la inmensa mayoría no podrá pagar. Hay quien augura revueltas, porque una cosa es ver cómo unos pocos se dan la gran vida, pero encima que esas 'vidorras' sean eternas... Los transhumanistas replican que la tecnología terminará siendo asequible. Leer el primer ADN costó 500 millones de dólares, hoy cuesta 800. En cualquier caso, los ciudadanos deberán prepararse para grandes dilemas éticos que afectarán a sus valores y creencias. Y es que una vida que dura para siempre es demasiado valiosa. ¿Quién estará dispuesto a arriesgarla para salvar al prójimo? ¿Quién se hará bombero o policía? ¿Quién luchará contra el ébola?: ¿los robots o los humanos pobres y mortales? Su caladero son los nacidos en los ochenta y los noventa
Da vértigo. En Silicon Valley no solo se está cociendo la economía del futuro, también la moral y la política. La democracia evolucionará hacia la noocracia, el gobierno de las mentes.
El año pasado se creó el Partido Transhumanista, cuyo líder Zoltan Istvan será candidato en las elecciones presidenciales de 2016. No tiene posibilidades, pero ha logrado impacto mediático. Los analistas calculan que su techo más optimista rondaría el 15 por ciento de los votantes. Y que su caladero natural son los millennials, los nacidos en los años ochenta y noventa. Pero los expertos en marketing recuerdan que basta un 13 por ciento de early adopters, de consumidores visionarios, para lanzar un producto, y que consigan arrastrar al resto de la población. Además, según el Centro de Investigaciones Pew, el 61 por ciento de los millennials basan su información política en las noticias que les sirve Facebook.
Se supone que esa generación y las posteriores, formadas ya por nativos digitales, serán las grandes beneficiadas. Está por ver si les hará ilusión. Hay quien considera que pasarán sus vidas en entornos de realidad virtual y aumentada, como si jugaran un videojuego que nunca se acaba. Sus predecesores, los baby boomers, tampoco querrán perderse la fiesta, pero ellos lo tienen más difícil.
Kurzweil, de 67 años, ya no es un mozalbete. El hombre se cuida, hace ejercicio, toma decenas de pastillas... Como él hay miles de creyentes que se mantienen en forma esperando la llegada de la singularidad como quien espera al Mesías. En última instancia, se trata de una cuestión teológica. El historiador Yuval Harari considera que lo que está sucediendo en Silicon Valley es más importante que lo que se ventila en Siria e Irak. «El Estado Islámico es un bache en la autopista de la historia. Ray Kurzweil está creando la nueva religión. La religión que conquistará el mundo», afirma. Formar parte de un pueblo elegido es consustancial a la psicología religiosa. Y ese sentimiento de pertenencia a una élite destinada a salvarse es muy propio del Valle, la nueva tierra prometida.
1ª Idea. Los avances tecnológicos se han acelarado a lo largo de la historia
2ª Idea. Hoy la capacidad informática crece de forma exponencial...En la actualidad el rendimiento de los ordenadores, medido en potencias de diez (10n) aumenta más en una hora que en los primeros ochenta añosde su existencia.
3ª Idea .. lo que nos llevará a la singularidad en el......año 2045. Los ordenadores superarán la capacidad intelectual de todos los cerebros humanos combinados.
TÍTULO: A FONDO - ENTREVISTA - Remedios & Farruquito: Palos flamencos,.
Remedios & Farruquito: Palos flamencos
No dejan a nadie indiferente. Ni encima
del escenario... ni fuera de él. Dos de las grandes figuras del cante y
el baile nos reciben en Sevilla antes de sus presentaciones en el
festival Flamenco on Fire, que por segundo año consecutivo toma
Pamplona. Remedios Amaya y Farruquito, en estado puro.
FARRUQUITO
Gitano con mando en plaza, es el patriarca de los suyos. Controla, marca las distancias y pone condiciones: «Si me vas a preguntar sobre el accidente, me levanto y me voy. Hablamos solo de mi trabajo». Juan Manuel Fernández Montoya (Sevilla, 1982) no es el personaje dulce que aparenta cuando se pone en marcha una cámara; es un bailaor de genio y carácter.
XLSemanal. ¿Lo puedo llamar Juan?
Farruquito. Claro, me lo llama muchísima gente.
XL. ¿'Ponerse farruco' es ponerse violento o chuleta?
F. 'Ponerse farruco' es 'avalentonarse', demostrar mucho carácter; pero no chuleta. Si 'te pones farruco', es que te propones algo y lo consigues. Mira la definición en el diccionario.
XL. ¡Ya, ya!
F. Mi abuelo era muy farruco, le echó muchísimo valor a la vida. En plena posguerra aprendió a bailar por necesidad. Y luego fue a buscarse la vida por las tabernas, con su hermano más pequeño. Lo de 'farruco' le viene como anillo al dedo.
XL. Su abuelo, que era el patriarca de la familia, decidió: «Este es el que me va a seguir y le tenéis que hacer caso».
F. No es exactamente así. Cuando mi abuelo se fue, yo tenía quince años. A él le gustaba que yo siguiera sus pasos y, cuando se puso malo y se iba a ir, lo único que dice es que quiere que yo siga con su tradición.
XL. No parece que su abuelo se refiriera solo al baile cuando pidió que los demás lo obedecieran a usted como antes a él.
F. Los medios de comunicación siempre engordan las cosas. Es verdad que yo me quedé con la compañía de baile; pero aquí no hay autoridad, no hay patriarca, todos consultamos a todos. No somos una mafia, somos una familia que se quiere muchísimo y que tiene presentes las tradiciones.
XL. Al final, siempre hablamos de lo mismo: que si la raza gitana, que si los payos, que si la pureza...
F. Es que hay racismo en todas partes. Dentro del mundo flamenco también.
XL. Pero si en el flamenco los gitanos son los amos.
F. Existen celos porque el flamenco lo traen los gitanos que se afincan en la baja Andalucía. Hay una rivalidad muy fea, muy tonta entre gitanos y payos en el cante y en el baile. No se dan cuenta de que ser flamenco es otra cosa: no es ser payo ni ser gitano. Yo bailo porque mi alma lo necesita. Para mí, la pureza es todo lo que se haga con el corazón.
XL. Su padre murió en un escenario, cantando, mientras usted bailaba.
F. Fue un shock. Me quedé parado, estuve un año sin bailar, no asimilaba lo que me había pasado. Pero luego me di cuenta de que la vida es muy corta y volví a disfrutar de las cosas. Empecé a bailar más lento, con otro ritmo. Tras la muerte de mi padre, mi velocidad cambió sustancialmente.
XL. ¿Hasta dónde llegó en el colegio?
F. Hice segundo de bachillerato, pero no me dio tiempo a estudiar más porque ya tenía mucho trabajo; era muy buen estudiante. Después quise estudiar Derecho, pero he terminando aborreciéndolo.
XL. ¿Desde que tuvo problemas con la ley?
F. Sí, aborrecí el entramado de las leyes. Pero siempre me ha gustado estudiar y leer.
XL. ¿Qué lee ahora, Juan?
F. Últimamente estoy leyendo la biografía de Mahatma Gandhi y estoy alucinando de cómo era esa persona.
XL. ¿Por qué eligió ese libro?
F. No lo elegí, me cayó en las manos; yo nunca he elegido un libro, siempre me los he encontrado o me los han regalado.
XL. ¿Es un hombre disciplinado?
F. ¡Por favor! Si yo no tuviera mucha disciplina, no podría bailar ni podría crear un espectáculo: letra, música, coreografía, escenografía, sonido... Sin disciplina no llegas a ningún lado.
XL. ¿Cómo se organizó cuando estuvo 18 meses en la cárcel?
F. Allí entrenaba y bailaba todos los días. Cogí una tabla y me busqué un sitio para hacerlo.
XL. ¿Y otros presos le echaban palmas?
F. Nadie. Allí bailaba solo para estar concentrado. Durante aquellos meses compuse letras, música, escenografía, vestuario... todo un espectáculo puro que presenté en Mallorca, en el Palma Arena, al salir.
XL. Con todo aquello que pasó, ¿ha necesitado un psicólogo o algún otro profesional que lo ayude?
F. Yo he tenido la suerte muy grande de tener a mi lado una familia y unos amigos maravillosos.
XL. ¿Los de su raza no van al psicólogo?
F. ¿Por qué no? Aunque un buen amigo que sabe escucharte y sabe decirte, al fin y al cabo es un psicólogo, aunque no sea profesional. Pero estoy pensando... alguna vez fui a uno y, la verdad, me ayudó; pero, al final, me di cuenta de que lo mío tenía más que ver con seguir para delante y con rodearme de cariño.
XL. Sorprendió muchísimo que, después de aquel trágico accidente y antes de entrar en la cárcel, celebrara una boda espectacular para la que incluso llegó a pedir un crédito.
F. Yo no, lo pidió mi madre. En ese momento la pilló, como ella dice, 'tiesa'. Y, como no podía hacernos los regalos que quería, pidió un crédito para que celebráramos la boda.
XL. ¿No le pareció una provocación en aquel contexto?
F. ¿Sabes por qué fue así? Porque nosotros tenemos la tradición de que nos casamos para toda la vida y nosotros tenemos por tradición que todas las familias aporten algo el día de la boda. Y yo tengo mucha familia. Hubiera sido imposible que nosotros pagáramos solos todo aquello: unos pusieron los caballos; otros, el traje...
XL. Pero la novia estaba muy seria.
F. ¡Pobrecita mía!, estaba agobiadísima. Había muchísima gente y muchos se colaron, pero nos lo tomamos con unas risas y dijimos: «¡Qué le vamos a hacer! Que coma y que beba todo el mundo, y cuando se acabe la comida y la bebida, pues nos vamos para casa».
XL. ¿Su mujer trabaja?
F. Más que yo, pero en mi casa. Tengo un niño de casi tres años, que va a ir al colegio, y dos gemelas que no nos dejan dormir. Ella siempre ha sido ama de casa.
XL. ¿Es de los que llevan a gala que la mujer no debe trabajar, que para eso ya está el marido?
F. Ella me conoció a mí bailando, cuando yo tenía 13 años y ella, 12. Y ella decidió estar siempre en casa y nos va bien así. Un día le pregunté si le gustaría hacer algo y me dijo: «Es que no hay nada que me guste más que estar aquí, esperando a que tú llegues, con mis niños».
XL. A raíz del problema que tuvo, que no podemos nombrar, hay países en los que no puede trabajar.
F. A Nueva York no me dejaban ir, pero ya se está arreglando y voy en marzo. Y en Japón todavía no puedo entrar por lo de la ley y por las historias esas, y me duele mucho. Yo tenía un contrato con mi hermano Farru, con Juan de Juan... y yo me quedé en casa llorando. Pero he aprendido a ver el éxito en lo personal, no en lo que la gente ve desde fuera.
REMEDIOS AMAYA
Te clava la mirada mientras habla, como si te escrutara el alma. Es gitana guapa y despachada, y acude a nuestra cita rodeada de amigas y de la mano de una de sus nietas. Es pura espontaneidad.
XLSemanal. ¿Es la primera vez que canta en Navarra?
Remedios Amaya. Sí, nunca había cantado en Pamplona, pero estoy muy contenta. Allí gusta mucho el flamenco.
XL. Tendrá que demostrarles por qué la llaman la Camarona.
R.A. Para mí es un orgullo, aunque me da mucha vergüenza. Es muy fuerte que digan que soy Camarón en mujer.
XL. Se la ve contenta.
R.A. Sí; y te voy a revelar algo que no he dicho a nadie...
XL. Que, por fin, va a grabar el tan cacareado disco producido por Alejandro Sanz.
R.A. No; con Alejandro lo haré más adelante, si Dios quiere.
XL. ¿Se ha rajado Alejandro?
R.A. No, cuando me dijo que me lo produciría fue de corazón. Yo a él lo amo porque es una bellísima persona y como artista, chapó, ¿vale? Yo muero con él: «Tú no te preocupes, Alejandro, que si Dios quiere, cuando tú puedas, pues lo hacemos».
XL. Entonces, ¿cuál es la exclusiva?
R.A. Es la primera vez que lo digo: me ha cogido la casa de discos Warner y estoy muy contenta, amiga. Voy a hacer un disco de versiones por primera vez. Yo nunca he cantado por boleros ni canciones de esas lentas, tan bonitas.
XL. ¿Cuándo saldrá?
R.A. Si Dios quiere, en Navidad. Estoy superfeliz, amiga.
XL. No para de nombrar a Dios, ¿es usted muy religiosa?
R.A. Yo amo a Dios por encima de todo; lo amo, lo amo.
XL. ¿Reza al Cristo de los gitanos?
R.A. Yo creo que el tuyo y el mío es el mismo Cristo. Yo no soy muy de procesiones ni de la Iglesia católica.
XL. Pero se la ve siempre en el Rocío.
R.A. Voy al Rocío a divertirme, cariño. Yo no creo en las imágenes. Creo en la tradición de tu familia. Hay costumbres en mi raza que son muy bonitas.
XL. No todas, ¡eh!
R.A. ¿Lo dices por lo del pañuelo? Pues es una costumbre muy bonita y no se debe perder.
XL. Ellos, bien vividos, le piden a la mujer que sea virgen... ¿Por qué ellas no les exigen lo mismo a sus hombres?
R.A. Bueno, el hombre es el hombre. A mí no me gusta que una gitana se case jovencita, pero sí que guarde su virginidad. La mujer gitana, si quiere sacar la alegría para sus padres y para su familia, la honra tiene que guardársela. Y el hombre se supone que también.
XL. ¿Conoce a muchos hombres que se guarden la honra?
R.A. Sí, claro que los habrá, si es jovencito... ¿por qué no?
XL. ¿Está cansada de que le recuerden su paso por Eurovisión? [No obtuvo ningún voto].
R.A. Pues te voy a contar una cosa que no he contado nunca, ¿vale? Para mí es como si hubiese ganado, porque me sirvió mucho para mi carrera. Si hubiese quedado la quinta o la octava, no me hubiesen recordado tanto La barca como me la recuerdan.
XL. ¿Qué pasa por su cabeza cuando, años después, nos representa Chikilicuatre y le conceden 55 puntos?
R.A. ¡Hombre, compañerita! A mí aquello me mató [ríe]. Yo fui representando a España y a mi raza. Pero, amiga, eso me perjudicó.
XL. ¿El ser gitana?
R.A. Claro, había actitudes muy racistas. Esto tampoco lo he contado nunca: allí, en Múnich, me dio mucha pena cómo me trataron por ser gitana, se me partía el alma. Recuerdo la mirada del regidor, era de desprecio. No me gustó cómo me miraba aquel hombre, amiga.
XL. Pero por una mirada no se pierde un concurso.
R.A. Nunca he dicho toda la verdad de lo que pasó, pero te la voy a decir ahora, compañerita. Yo no ensayé como los otros artistas, yo ensayé solo una vez y no me dejaron terminar la canción. Es la primera vez que lo digo: allí había mucho politiqueo, mucho racismo y yo era muy jovencita y me manipularon los de Múnich.
XL. ¿Cree que la miraban mal también por ser gitana?
R.A. Entonces y ahora; el racismo sigue; aunque entonces era peor, a mí no me dejaron ir al colegio por ser gitana.
XL. ¿Cómo fue eso?
R.A. Pues, mira, me acuerdo de que iba muy contenta con mi maletita, con mi cuaderno, con mi lápiz... era el primer día de clase: «¡Ay! ¡Que voy al colegio, que voy a aprender a leer y a escribir!». Pero, al llegar, sale la directora del colegio una mujer seria, muy seria y dice: «Aquí no se admiten niñas gitanas». Y me fui de vuelta para mi casa. Entonces mi abuela, que en gloria esté, me dijo: «Tú no te preocupes, hija, que tú vas a saber leer como todas las demás».
XL. ¿Y quién le enseñó?
R.A. Al principio, nadie; porque mi abuela tampoco sabía. Años después, cuando empecé a bailar, mis amigas bailaoras me enseñaron. No sé mucho, cariño; pero un poquito, sí.
XL. Es paradójico que no la admitieran en el colegio por gitana y, sin embargo, la llevaran a representar a España en el festival más importante que había de la canción.
R.A. Paradójico, además de verdad. De pequeña, incluso, como las cosas en mi familia estaban regulares, tuve que salir a pedir. No me da vergüenza decirlo, empecé a salir a la calle a pedir para llevar de comer a mi casa. Y muy orgullosa.
XL. Luego se casó con un payo.
R.A. Con un payo maravilloso, que se dedicaba a la construcción, pero murió hace ocho años y me quedé con dos hijos: con mi José Luis y mi hija, Samara, ¿vale?
XL. ¿Por qué dejó de cantar durante once años?
R.A. Te voy a contar la verdad, y esto no lo he contado nunca: me sentí engañada por algunos representantes.
XL. A lo mejor por no saber leer.
R.A. Puede ser, puede ser, amiga. Me engañaron y se me quitaron las ganas de vivir y de trabajar. Por eso, me aparté un poco.
XL. ¡Once años!
R.A. Como mis hijos eran chiquititos y vivía bien, no me hacía falta nada, ¿vale? Me dije: «Estoy cansada, no soporto a las personas que me engañan, prefiero dejarlo por ahora y ya llegará mi momento».
XL. ¿Y ese momento ha llegado?
R.A. He sufrido mucho, compañerita. ¡Ya no más!,.
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