Lo bueno es que somos nuestros propios jefes,.
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Esta agricultora, natural de Aldeanueva de la Vera, tiene en la carencia de agua el principal escollo para sacar adelante su plantación,.
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-foto- Elena Vergara Gómez Agricultora,.
Santa María de las Lomas. Cerca de tres décadas lleva Elena Vergara junto a su marido al frente de su propia explotación agrícola, actividad que iniciaron tras contraer matrimonio. Hoy echa la vista atrás y valora toda una vida dedicada, orgullosa, a la agricultura.
Usted es hija de agricultores de Aldeanueva de la Vera, por lo que conoció las labores agrícolas casi a la vez que echaba a andar...Así es. Lo he conocido desde siempre.
Más tarde decidió iniciar su propia aventura agrícola. ¿Cuando tomó esa decisión?Fue al casarme, junto con mi marido en la finca Mesillas. De aquello hace ya 28 años. Empezamos con cuatro hectáreas, unas tres de tabaco y aproximadamente una de pimiento.
Sin embargo más tarde se mudaron...Sí. Tras 19 años en Mesillas compramos esta finca de siete hectáreas y media en El Cardenillo, cerca de Santa María de las Lomas.
¿Por qué se mudaron?Porque esta finca está muy bien y era más grande. Y la verdad es que estamos muy bien aquí, pues tenemos Talayuela a un paso para las compras y demás. Todo genial si no fuera por los problemas que solemos tener con el agua. Este año, por ejemplo, hemos estado cerca de tres semanas en las que apenas hemos podido regar porque no venía nada de agua por el arroyo de Santa María. Ese es el único problema y pienso que es debido a una mala organización, porque a la hora de pagar el agua no nos ponen ningún problema. De hecho, ya se había pagado la de toda la campaña por adelantado. Sin embargo, aquí seguíamos sin agua. Y a pesar de que contamos con peores infraestructuras, pues nos abastece un arroyo y no un canal, nos cuesta más dinero que en otros sitios que están mejor preparados. Sin embargo luego vas a otras zonas y ves que literalmente la están tirando, mientras nosotros estamos sufriendo pérdidas porque no nos llega.
Agricultora y a la vez ama de casa. ¿Cómo compagina ambas dedicaciones?Pues la verdad es que lo llevo bien. Trabajo en el tabaco y luego también la casa. Con dos hijos tienes que organizarte como puedes. Ahora la mayor ya está fuera de casa y me resulta más fácil, pero recuerdo que antes los llevaba al colegio interno de Jaraíz, desde el lunes hasta el viernes, así me permitía organizarme mejor.
También compaginan el cultivo del tabaco con el del pimiento. ¿Cuál de los dos prefiere?Me da igual. El pimiento parece que da más trabajo, pero también nos deja más margen al final de la campaña, porque del tabaco ya apenas te queda nada.
¿Cómo ha cambiado la agricultura que usted conoció de niña respecto a la de hoy?Muchísimo. Antes se hacía todo a mano, por ejemplo repelar. Y ahora todo es con máquinas, el riego por cobertura, etcétera. Es todo totalmente diferente. En ese sentido ha mejorado porque de esta forma es mucho más cómodo trabajar la tierra, aunque la rentabilidad ha bajado mucho.
Con el paso de los años, ¿está contenta de haber optado por la agricultura?Sí, porque tiene muchas cosas buenas. Por ejemplo, que no tienes que estar debajo de nadie, somos nuestros propios jefes y no dependes de ninguna persona. Así que mientras nos dé para vivir seguiré contenta de ser agricultora.
Tras 28 años, ¿tiene ganas de jubilarse?No, ninguna, porque esto es lo que me gusta y me encuentro bien. A no ser que el sector se pusiese tan mal que fuera inviable y tuviéramos que dejarlo.
¿Cree que llegará a ocurrir?¿La verdad? No lo se.
TÍTULO: TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - El choripán de Alfredo . - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - El choripán de Alfredo . fotos
El choripán de Alfredo
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En El Puestito del Tío no hay cubiertos ni mesas elegantes pero sirven el mejor bocadillo de chorizo de Argentina. A sus puertas hacen cola jueces, taxistas y turistas,.
Buenos Aires tiene millares de sitios para comer rico. La variada oferta puede satisfacer a los más diversos paladares y adecuarse a cualquier bolsillo. Pero si lo que se busca es una experiencia culinaria y antropológica, un viaje al interior de la identidad porteña, entonces habrá que aventurarse por los bosques de Palermo y probar el choripán de El Puestito del Tío. El choripán es el acrónimo que alude al sándwich de chorizo, imprescindible en la previa de los asados cuando los comensales van llegando y aún no se sientan a comer. El embutido, hecho con carne de cerdo y vacuno, se sirve con pan y salsa ‘chimichurri’, una mezcla potente y misteriosa de vinagre, aceite y condimentos varios.
Su consumo se extiende a todas las clases sociales y el aroma que despide sobre la parrilla está inscrito en el adn nacional. Si no es en casa los domingos, el choripán se come a la salida del estadio de fútbol o mientras se espera al tren en las estaciones. Pero el puestito no está cerca de nada. Hay que salir a buscarlo. Claro que encontrarlo tiene su recompensa. Además de choripán, ‘el tío’ ofrece sándwiches de churrasco, de cerdo o hamburguesas. Todo está rico, pero "el chori", como él dice cariñosamente, es la estrella de la carta. Sabroso, un poco picante, crocante y servido en compañía de cualquier otra cosa, es el punto álgido de la visita gastronómica a la ciudad.
El Puestito del Tío no llega a la categoría de local, ni de restaurante, ni de bar pero los clientes lo hicieron popular y las guías de turismo ya no pueden ignorarlo. Un habitual que llega temprano a almorzar da fe de que la tradición viene por lo menos de diez años atrás. "El chorizo es extraordinario. Ninguno lo supera", sentencia con el tono definitivo de un experto en el asunto.
Por épocas, el puestito parece un kiosco, pero en realidad es un tablón de madera sobre caballetes con una parrilla. Y sin techo. Tampoco hay baños donde lavarse las manos antes de probar la ‘delicatessen’ y los parrilleros se turnan para ir al lavabo de una escuela que está cerca. El cliente que llega se encuentra con una ‘terraza’ a la intemperie, unas pocas mesas y sillas, un tronco donde sentarse y alguna sombrilla. Que habiliten más o menos sitios depende del tiempo. Tampoco se reparten vasos o cubiertos, un local en precario en el que nada aleja la atención del manjar y de las vistas, un horizonte verde pese a que se encuentra en plena ciudad.
Cuatro eurosEl puestito no tiene dirección de correo, ni teléfono ni aparece en las redes sociales. Pero dista de ser lo que el antropólogo francés Marc Augé define como un ‘no lugar’, esos que no aportan a la identidad de un país como los aeropuertos o las autopistas. Este sitio está en algún punto sobre la avenida Dorrego, entre Figueroa Alcorta y Lugones, y es argentino al cien por cien. Está en el corazón de los bosques de Palermo, a metros del hipódromo y cerca de avenidas muy transitadas. No hay casas, edificios ni comercios a la vista. Y se divisa a lo lejos, junto a los bosques y parques por donde los porteños salen a correr porque humea. Otros puestos de comida compiten con el tío, pero ninguno le hace sombra.
"Esto es el paraíso", clama uno de los clientes mientras espera su bocado. "Yo me siento acá y soy Gardel". El hombre es taxista y cuando le pilla cerca una carrera para a comer. Se sienta en un tronco que hace las veces de banco, mira los árboles, escucha el canto de los pájaros y regresa a lo suyo satisfecho y con el estómago lleno.
El precio del choripán es el otro atractivo, además del sabor. Es accesible casi para cualquiera porque cuesta 4 euros. Y no es raro ver estacionar delante del puesto coches importados de los que se apean hombres con traje y corbata... hambrientos. "Acá vienen abogados, jueces, deportistas, actores, señoras finas", enumera Alfredo, el famoso ‘tío’, que tiene 66 años. "En verano o en invierno, de día o de noche. A cualquier hora".
Cuenta Alfredo que el negocio se llama así porque lo empezó con su sobrina hace 17 años. Ella se encargaba de la parrilla y lo llamaba: "tío, tío", una operación de marketing sencilla pero redonda. Un día la muchacha le dijo que no quería ser parrillera toda la vida y se apuntó a estudiar Derecho. "Ahora es abogada, tiene auto, tiene todo…", cuenta el tío orgulloso, que saca adelante el local junto a dos empleados.
Calcula que entre el lunes y el viernes pasan por allí más de 200 clientes al día y los fines de semana son muchos más. "La gente nunca va a dejar de comer. Puede no gastar en zapatos o en otra cosa, pero comer va a comer siempre", razona. Acuden locales y turistas. "Alemanes, españoles, italianos, brasileños… Les gusta porque cuando terminan, levantan el pulgar". Señal inequívoca.
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