TITULO: Atención obras - Cine - David Rockwell ,. Viernes - 6 - Junio ,.
Viernes - 6 - Junio a las 20:00 horas en La 2, foto,.
David Rockwell,.
David Rockwell, arquitecto: «Creamos lugares que son mejores en persona que en Instagram»,.
El reconocido diseñador americano, responsable de la imagen de los hoteles y restaurantes Nobu, entre muchos otros sitios famosos, celebra 20 años de su sede en Madrid,.
Abrió su estudio de arquitectura en 1984 en Nueva York con un equipo de solo seis personas. Cuarenta años después y con 350 empleados, celebra dos décadas de su sede y nueva oficina en Madrid -dos luminosas plantas junto al parque de El Retiro- respaldado ,.
David Rockwell ha visitado Madrid muchas veces, pero esta vez la capital le ha recibido con un aire distinto. Su visita ha coincidido con el arranque de San Isidro y, para un apasionado de la cultura taurina como él —herencia de sus años en Latinoamérica—, ha sido casi una revelación. “Hay algo en la tradición de los toros que me recuerda al México profundo”, confiesa. Pero lo que más le ha sorprendido es el paralelismo que ha percibido entre la liturgia del ruedo y la de la mesa. “Aquí se come con la misma entrega con la que se vive una faena. Es una ciudad donde la gente se comporta con mucha pasión”.
Esa pasión es justamente lo que Rockwell ha sabido traducir a cada proyecto durante sus veinte años de trayectoria en España. Fundado en 1984 por él mismo en Nueva York, Rockwell Group es hoy uno de los estudios de arquitectura y diseño más influyentes del panorama internacional. Con 350 profesionales repartidos entre sus oficinas de la gran manzana, Los Ángeles y Madrid, el estudio ha dejado su sello en algunos de los proyectos más emblemáticos del sector hospitality. Su particular estilo —marcado por la coreografía y el sentido del ritmo espacial que ha desarrollado a través de su trabajo escénico— ha dejado una impronta reconocible en ámbitos como la restauración, la hotelería o incluso el teatro, donde también ha firmado escenografías premiadas para Broadway y los Oscar. En la capital española, su firma puede verse en proyectos como el Gran Hotel Inglés, el JW Marriott o el club Victoria. Con motivo del vigésimo aniversario de su estudio madrileño, Rockwell vuelve a esta ciudad que le sirve de refugio europeo, y lo hace echando la vista atrás con la misma energía que entonces, movido por una curiosidad que, como él mismo dice, sigue intacta. Nada —ni el tiempo, ni los proyectos, ni los premios— ha logrado erosionarla.
Echemos la vista atrás. Hace veinte años, salir a cenar no significaba necesariamente entrar en un lugar bonito. Había excepciones, claro, pero lo habitual era que el mérito estuviera en el plato y no en la sala. Los restaurantes eran generosos en recetas, en producto, en barra... pero no especialmente en atmósfera. Aquel “comer bien” de entonces no siempre incluía mirar alrededor. Luego pasó lo que pasó: el boom gastronómico, la irrupción de una nueva generación de cocineros que empezó a entender que la experiencia también pasaba por el diseño del espacio, y que la sala podía comunicar tanto como la cocina. Fue entonces cuando Rockwell Group abrió oficina en Madrid. Corría 2005 y algo en el ambiente hacía pensar que la escena culinaria estaba cambiando. No fue una jugada de manual, ni una decisión fría de expansión: fue una mezcla de intuición, deseo y oportunidad. “Había muchos motivos: clientes, equipo, idioma, fútbol —cómo no— pero, sobre todo, Madrid me atrajo porque no era obvia. Era una ciudad que respetaba su herencia, pero que estaba dispuesta a arriesgar”. Ese equilibrio —entre lo clásico y lo valiente, entre la tradición y la mirada hacia adelante— es, para él, parte del magnetismo madrileño. Y también de su manera de diseñar. Cada proyecto, dice, arranca como una obra de teatro: con investigación, contexto y mucha observación. “Y aquí, buena parte de esa investigación pasa por salir a comer”, apunta entre risas. Lo que encuentra en esa búsqueda es lo que termina filtrándose en sus espacios: el arte, la artesanía, el carácter de una ciudad pasional, donde —como él mismo dice— se diseña también desde la pasión.
Y son precisamente esos elementos los que terminan materializándose en sus proyectos madrileños. “Lo que define nuestro trabajo es lo inesperado”, apunta Rockwell, ese detalle artístico que, en una ciudad como la nuestra, puede surgir de casi cualquier parte. En el JW Marriott, por ejemplo, integraron piezas originales de hierro fundido descubiertas durante la reforma del edificio; en el Gran Hotel Inglés, una barra ovalada, contemporánea y luminosa, atraviesa el clasicismo del salón. Sin embargo, la iluminación —insiste— es lo más importante. Todo influye: la apertura o no de una cocina, la disposición de las mesas, la altura del techo…Como en una escenografía, cada elemento está colocado para generar una sensación determinada, aunque el espectador —o en este caso, el comensal— no siempre sepa por qué.
Diseñar, para Rockwell, es también construir una escena. Y, sobre todo, preparar el terreno para que ocurra algo que merezca ser recordado. “Si piensas en una comida memorable, probablemente tenga más que ver con el nivel de comodidad, con cómo se sintió el grupo, que con lo que había en el plato”, explica. Lo mismo sucede en el teatro: detrás del recuerdo hay al menos treinta personas que han trabajado para construirlo, entre iluminación, vestuario, escenografía, dirección técnica y actores. Su trabajo, dice, es ese: preparar la escena para que la memoria tenga lugar.
APASIONADO CONFESO DE NUESTRA CIUDAD
A David le entusiasma Madrid, sí, pero no desde el exotismo, sino desde la costumbre. Le gusta comer al aire libre, en pequeñas dosis, dejándose llevar por el ritmo de la calle. “Las tapas son la forma ideal de comer: pequeños bocados de muchas cosas distintas”, dice. Lo suyo con la gastronomía española viene de lejos: antes incluso de fundar su estudio, en Nueva York, servía vino español y preparaba tapas para su gente. Hoy, cuando vuelve a Madrid, no tiene una mesa fija: prefiere probar sitios nuevos, mezclarse, observar. Aun así, confiesa que el Mercado de San Miguel es una de sus paradas habituales.
Cuando se le pregunta por su proyecto de restaurante soñado en la ciudad, lo tiene bastante claro. Imagina una rehabilitación en las afueras, un antiguo edificio industrial convertido en espacio híbrido entre lo contemporáneo y lo tradicional. Un gran patio central, cocinas abiertas, brasas y raw bar. Platos de cerámica local que cambian con las estaciones e instalaciones efímeras que transforman el lugar cada temporada. Música en directo por las noches. Una experiencia que —cómo no— tiene algo de teatro. En ese escenario ideal, lo tiene claro: volvería a trabajar con Dani García y se lanzaría, también, a explorar el universo radical de Dabiz Muñoz, cuya forma de entender la cocina —dice— le intriga especialmente.
TITULO: Detrás del instante - Graciela Iturbide, la fotógrafa de lo invisible, gana el Princesa de Asturias de las Artes ,.
Miércoles - 4 - Junio a las 20:00 horas en La 2 / foto,.
Graciela Iturbide, la fotógrafa de lo invisible, gana el Princesa de Asturias de las Artes ,.
La legendaria cazadora de instantes mexicana ha retratado el alma de su país «con una mirada innovadora y extraordinaria profundidad artística»,.
La fotógrafa mexicana Graciela Iturbide es la ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Artes, que falló este viernes su XLV edición. Leyenda viva de la fotografía, capaz de ver y fotografiar «lo invisible», Iturbide es una de las figuras más importantes y prolíficas de la escena fotográfica mexicana. Discípula de otro gigante de la fotografía, Manuel Álvarez Bravo, Iturbide ha retratado el alma de su país, con especial atención a las mujeres. Ha participado en más de sesenta exposiciones colectivas e individuales en medio mundo y suma este galardón a varios premios internacionales.
El fallo elogió la «mirada innovadora» de Iturbide, «dotada de una extraordinaria profundidad artística». «La lente de Iturbide ha retratado la naturaleza humana a través de fotografías cargadas de simbolismo, que crean un mundo propio: desde lo primitivo a lo contemporáneo; desde la crudeza de la realidad social hasta la magia espontánea del instante», decía el fallo.
Su obra en blanco y negro, «combina lo documental con un sentido poético de la imagen». «A través de su cámara capta la vida cotidiana de México, con una mirada profunda, respetuosa y evocadora. Sus imágenes no solo muestran lo que ve, sino también lo que siente. Cada fotografía tiene una carga emocional y cultural que nos invita a mirar más allá de lo visible» afirmaba el acta del jurado.
Escritora truncada
María Graciela del Carmen Iturbide Guerra nació el 16 de mayo de 1942, en la Ciudad de México. Quería ser escritora y amaba la radio. Pero cuando tenía 11 años su padre, un católico aficionado a la fotografía, le regaló una cámara Brownie y empezó a tomar fotos. «Cree en Dios, cásate, ten hijos y ocúpate de la casa», era el ideario impuesto a la joven Iturbide, que creció bajo esta premisa en el México de los años 40 y 50. Se casó a los 19, a los 23 era madre de tres niños y a los 27, perdió a su hija. Renunció entonces a todo se entregó a la fotografía. Desde entonces jamás sale de casa sin su cámara.
En 1969 había ingresado al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Autónoma de México para convertirse en directora de cine. Pero se inclinó por la fotografía tutelada por Manuel Álvarez Bravo, de quien fue asistente y acompañó en viajes a través de México.
A principios de los años 70 recorrió Latinoamérica, con largas escalas en Cuba y Panamá. En 1978 fue comisionada por el Archivo Etnográfico del Instituto Nacional Indigenista de México para documentar la población indígena del país. Fotografió al pueblo Seri, un grupo de pescadores nómadas en el desierto de Sonora al noroeste de México y cercano a la frontera con Arizona.
En 1979 fue invitada por el artista Francisco Toledo a fotografiar el pueblo de Juchitán parte de la cultura zapoteca en Oaxaca, en el sureste mexicano. La serie iniciada en 1979 y continuada hasta 1988 dio lugar al libro libro 'Juchitán de las Mujeres en 1989. Entre 1980 y 2000, Iturbide trabajó en Cuba, Alemania Oriental, India, Madagascar, Hungría, París y los Estados Unidos, produciendo un importante número de trabajos.
Sus fotos se ha viso en las grande fundaciones y museos del mundo como el Centre Pompidou (1982), el San Francisco Museum of Modern Art (1990), el Philadelphia Museum of Art (1997), el Paul Getty Museum (2007), la Fundación MAPFRE, Madrid (2009), el Photography Museum Winterthur (2009) y la Barbican Art Gallery (2012).
Iturbide ha recibido premios como el de la Fundación W. Eugene Smith Memorial Foundation, 1987; el Grand Prize Mois de la Photo de Paris, 1988; la Guggenheim Fellowship por el proyecto 'Fiesta y Muerte', 1988; el Hugo Erfurth Award, Leverkusen, Alemania, 1989; el International Grand Prize, Hokkaido, Japón, 1990; el premio Rencontres Internationales de la Photographie, Arles, 1991; el premio Hasselblad, 2008; el Premio Nacional de Ciencias y Artes, Ciudad de México, 2008; el Doctor honoris causa en Fotografía por el Columbia College Chicago en 2008. Es doctora 'honoris causa en Artes por el San Francisco Art Institute en 2009.
Iturbide se impuso entre las 49 candidaturas de 19 nacionalidades que optaban al galardón, dotado con cincuenta mil euros y una escultura de Joan Miró. El galardón reconoce «la labor de creación, cultivo y perfeccionamiento de la arquitectura, la cinematografía, la danza, la escultura, la fotografía, la música, la pintura, el teatro y otras manifestaciones artísticas».
En los últimos años han sido distinguidos con este premio la actriz estadounidense Meryl Streep; la cantaora Carmen Linares y la bailaora María Pagés; la artista serbia Marina Abramovic; los músicos Ennio Morricone (Italia) y John Williams (EEUU); el director teatral británico Peter Brook; el cineasta estadounidense Martin Scorsese o el artista sudafricano William Kentridge.
El jurado que premió a Iturbide estuvo integrado por Miguel Zugaza Miranda, Aarón Zapico Braña, Claude Bussac, Oliver Díaz Suárez, Josep Maria Flotats i Picas, Maribel López Zambrana, Joan Matabosch Grifoll, Isabel Muñoz Villalonga, María Pagés Madrigal, Christina Rosenvinge Hepworth, Teresa Sapey y Carlos Urroz Arancibia.
La reunión del jurado se desarrolló de forma excepcional por videoconferencia, tras la cancelación del fallo el pasado 28 de abril, a consecuencia del apagón que afectó a la Península Ibérica. La comunicación del fallo se retrasó más de una hora sobre lo previsto, lo que daría prueba de lo reñido de las discusiones.
TITULO:TARDE DE CINE CON - La visita - Alex Garland: «Nos olvidamos de las guerras por cobardía»,.
La visita - Alex Garland: «Nos olvidamos de las guerras por cobardía»,.
El realizador de 'Civil War' y el exmarine Ray Mendoza codirigen 'Warfare: Tiempo de guerra', una angustiosa recreación en tiempo real de una misión en Irak que salió mal,.
Los angustiosos 95 minutos que dura 'Warfare: Tiempo de guerra', la película coescrita y codirigida por Alex Garland y Ray Mendoza, son de los que no se olvidan. Basada en una experiencia que el propio Mendoza vivió en 2006 en Irak, la cinta recrea, en tiempo real y a partir de los recuerdos del grupo de soldados de los Navy Seals que la protagonizó, una misión de vigilancia en Ramadi que acabó de la peor de las maneras posibles.
No hay héroes ni grandes gestas. De hecho, apenas se apunta el cometido de estos jóvenes marines que, en plena noche y casi como si fuera un juego, accedieron a un bloque de apartamentos en territorio insurgente para vigilar las posiciones del enemigo. La fraternidad y la camaradería que se desarrollan durante la tensa espera dan paso al miedo, el dolor y los ataques de pánico cuando los soldados son descubiertos, convirtiendo la evacuación del edificio en la única forma de salvar la vida.
Con un montaje de precisión quirúrgica, Garland y Mendoza realizan una fantástica labor a la hora de describir los espacios donde se desarrolla esta contundente historia que humaniza a los soldados, exponiendo incluso sus miserias, y explota de forma visceral la extrema violencia en el campo de batalla, obligando al espectador a aferrarse a la butaca y a apartar la mirada en los momentos más incómodos. El resultado es una película realista, seca y cruda, que se aleja del cine bélico al que supuestamente pertenece, un género que Garland ya abordó con su anterior película, 'Civil War'.
Fue precisamente durante su producción cuando él y Mendoza se conocieron, pues el segundo participó como asesor en la cinta, diseñando las escenas de batalla. Los dos estuvieron hace un par de semanas en Madrid presentando la película que llega este miércoles a la cartelera española. «No sé si esta era una película necesaria para el género, pero sí puedo decir que es interesante, útil y abre otro tipo de conversación con el público», explica Garland, que asegura que a la industria audiovisual no se le da bien escuchar a los veteranos. A su lado, Mendoza lo corrobora: «Nadie se inmuta cuando se suicida un veterano. Abandonamos a nuestras familias, volvemos y no se preguntan por qué estamos sobremedicados, deprimidos o acabamos en la calle. La película te da un contexto y muestra cómo son las cosas realmente. No hay música, ni un desfile cuando regresamos. La cinta es un recordatorio de esto y esperamos que genere conversaciones al respecto».
En este sentido, la cinta es un ejercicio interesantísimo de concreción que obvia los motivos del conflicto. Pese a todo, Garland está convencido de su mensaje antibelicista. «Creo que la guerra es el último recurso y no se debe entrar en ella sin comprender que es horrible y que los soldados serán heridos física y psicológicamente, al igual que los civiles, y que eso generará un trauma generalizado tanto para el país invasor como para el país atacado», apunta. Para Mendoza, en cambio, depende de los espectadores determinar si la cinta promueve o refuerza las posturas antibélicas o ayuda a entender por qué alguien se adentra en una. «Nosotros simplemente presentamos esta recreación honesta de cómo es un combate. No quería centrarme en los porqués de la guerra, quería explicar qué y cómo és la guerra, qué aspecto tiene».
Clima prebélico
Resulta llamativo que la cinta rinda al final un homenaje a los protagonistas reales de la historia, colocando sus fotografías en pantalla y mostrando la visita al set de rodaje de Elliot, el soldado que no recuerda nada de lo que ocurrió aquel fatídico día y que inspiró a Mendoza esta película. Cabe preguntarle a Garland si no temía que un final así restara fuerza al mensaje. El guionista de '28 días después' niega la mayor. «Yo tenía la extraña preocupación de que el público tuviera la sensación de haber visto realmente lo que ocurrió, cuando en realidad se trata una recreación. Si hubiera habido un documental reporteros de guerra, no sería la misma historia porque nos estamos basando en recuerdos de las personas que son bastante más complejos y subjetivos que el metraje de una cámara», explica el cineasta.
Exponiendo esas secuencias detrás de las cámaras y las imágenes de los soldados, Garland recuerda al público cuál era su motivación. Aun así, es consciente de que se puede malinterpretar: «Creo que si uno adopta el lenguaje del cine normal, ese final sí podría restar valor al mensaje de la película, pero esta no es una película normal. De hecho si preguntas a cualquiera por un filme que haya tratado de hacer el mismo ejercio, ¿lo hay? A mí no se me ocurre. Hay que enfocar esta película con una mirada diferente a la de una película normal, no es como 'Black Hawk derribado', sin atacar esa película, ¿eh? Ni tampoco es como 'En tierra hostil', que a veces me lo han dicho, pero no. Vuelve a ver 'En tierra hostil', entiende cómo funciona el cine, y luego ve esta. Son películas diferentes», sostiene con cierto orgullo.
'Warfare: Tiempo de guerra' llega además en un clima prebélico y de rearme en la Unión Europea, tras la invasión de Ucrania y el conflicto en la franja de Gaza, lo que sin duda hace que la cinta cobre un nuevo significado. «Es que las guerras se nos olvidan, ya sea por cobardía o para protegernos, y esa cobardía sucede particularmente entre los civiles porque no quieren confrontar la realidad de lo que su país u otros países hacen. No quieren verlo y eso es perturbador. Así que cuando estamos más cerca de una guerra de lo que hemos estado en mis 55 años de vida, está bien pensar en la realidad y en qué es lo que pasa con la gente joven que es enviada a la guerra y con sus familias. Es bueno pensar en ello porque podría hacer que las personas sean más racionales al tomar decisiones», dice.
Curiosamente, la película anterior del cineasta hablaba de una guerra civil que se libraba en Estados Unidos tras el inicio de un tercer mandato a manos del presidente, algo anticonstitucional pero que Donald Trump ya ha dejado caer como posiblidad. ¿Se convertirá esa distopía en una realidad? «Eso depende de América -contesta Garland-. Deben decidir qué quieren. ¿Ocurrirá? No lo sé, pero espero que Estados Unidos se apegue a las reglas de su propia Constitución, solo porque suele ser cierto aquello de que no es bueno para nadie estar en el poder demasiado tiempo».
Un proceso colaborativo
Era la primera vez que Garland codirigía una película y encima con alguien que se ponía por vez primera detrás de las cámaras. Sin embargo, el cineasta asegura que ha sido una de las experiencias de trabajo «más fáciles» que ha tenido, con un papel más secundario: «Ray tenía más que decir porque esta era su experiencia y yo estaba allí para ayudarle a ejecutarla en términos cinematográficos. Así que si Ray decía: 'Esto es lo que pasó' y se había verificado con las entrevistas, entonces llegaba a la película».
«Yo podría haber hecho la película solo, pero no sería la película que visteis. También él podría haberla hecho solo y tampoco sería la misma. Así que la película que ves es una combinación de dos experiencias para hacer algo mejor», explica Mendoza, que no esconde que ambos están en posiciones ideológicas opuestas. «Si él y yo podemos unirnos y contar una historia en armonía...», reflexiona.
La reflexión lleva al realizador británico, que se reconoce como una persona de izquierdas, a recordar que durante la promoción de 'Civil War' la izquierda le atacó por decir que tenía buenos amigos de derechas. «Me horrorizó. ¿Cómo demonios se supone que vamos a llegar a ningún lado si no se nos permite ser amigos y trabajar juntos? Es una locura. Y creo que una de las cosas que la izquierda debe entender es que creen que la derecha es responsable de la situación global en la que nos encontramos, cuando la derecha y la izquierda son igualmente responsables. Cuando les digo eso a los de izquierda, se enfadan muchísimo porque, ya sabes, normalmente señalan a Trump y dicen: '¿Cómo puedes decir que estamos a la altura de eso?'. Bueno, ¿qué es Trump? Es una reacción contra ti. Si no lo quieres, compórtate de otra manera y no obtendrás esa reacción. Esa es la verdad», concluye.
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