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- Del Toro gana en un Giro que es cosa de tres ,.
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LA NOCHE ABIERTA ,.
Progroma presentado por Pedro Ruiz, entrevistas por La 2 los martes a las 22:30, un gran espacio de música, foto etc.
Del Toro gana en un Giro que es cosa de tres,.
El líder sorprende a un kilómetro de la meta de Bormio a Bardet y Carapaz y araña 10 segundos al ecuatoriano,.

Del Toro celebra su victoria de etapa en Bormio.
Que la juventud es algo que se pasa con los años es algo que lo saben todos salvo los jóvenes, que se creen inmortales, eternos, aunque un tiempo después se den cuenta. Isaac Del Toro es joven, y como todos los de su edad, se cree inmortal, eterno. Todavía no sabe del todo medir lo que le conviene, aunque para los observadores externos, eso no deja de ser una bendición, porque vive el presente, no tiene en cuenta el futuro y, además, sus cálculos audaces le pueden salir bien. Los anhelos a veces se cumplen. «Soñaba con poder ganar una etapa con la maglia rosa». Lo ha hecho.
Fue en un día complicado, en el que los más veteranos como Carapaz, valiente, pero con muchas batallas en sus piernas, prefirió calibrar sus fuerzas y ascender hacia lo alto del podio escalón a escalón. Va a ser divertido.
La prueba para el líder era el Mortirolo, ese puerto de montaña temido, y muchas veces odiado por los ciclistas. Antes en el Paso Tonale, la frontera natural entre el Trentino y la Lombardía, entre cascadas de agua helada y restos de fortificaciones defensivas, líneas de frente entre Italia y el imperio Austrohúngaro, el pelotón iba perdiendo corredores como las uvas maduras que se desprenden del racimo.
Uno de los primeros fue Juan Ayuso, alma en pena, perdido mucho antes de que el Tonale comenzara a herir las piernas, con más de cien kilómetros por delante, que acabó en los abismos de la clasificación, a casi 36 minutos de Del Toro. Solo 21 ciclistas acabaron a su estela. La rodilla le duele desde la caída en los caminos de tierra en Siena. No ha podido ser, pero sufre y sigue en la carrera.
Ayuso volvió a ceder, se quedó a 100 kilómetros de la meta, y llegó a casi a 26 minutos del ganador
Sin embargo los relatos ciclistas suelen hablar de los triunfadores, y no de los derrotados, y quienes pretendían que se escribiera una epopeya sobre sus hazañas esperaron a ese Mortirolo traicionero, escenario de gestas increíbles y también de derrumbes apocalípticos, para comenzar el duelo.
Por delante, la escapada multitudinaria empezaba a perder piezas y ventajas. Solo quedaban Eulalio y Bardet; por detrás, Pellizzari quiso ser valiente con un hachazo al que respondió Cepeda, lugarteniente de Richard Carapaz, que se soldó a su rueda como quien tramita un expediente en la oficina.
Las exigentes rampas de los últimos kilómetros ahogaron al resto, con las piernas inundadas de ácido láctico. Del Toro, pese a su juventud y su energía, no pudo seguir la estela del ecuatoriano en un principio, y se unió a Bernal, más experto, más pausado, para marcar un ritmo sostenible, que poco a poco cerró el hueco.
Pero quedaban dos kilómetros hasta la pancarta de la montaña, y Carapaz, espíritu guerrero, volvió a lanzar otro ataque. Entonces ya no hubo respuesta. Simon Yates, por detrás, enlazó con Del Toro. La colaboración entre ambos y sus equipos, permitieron que la diferencia de 14 segundos en la cima no fuera a más en el peligroso descenso por cuestas empinadísimas en las que sufren los frenos, aunque ahora sean de disco.
Control de los favoritos
En la vanguardia de la élite, porque delante todavía quedaban algunos, Richard Carapaz, Steinhouser, Pellizzari y Einer Rubio emprendían el camino hacia Le Motte, la última tachuela en el camino, que a estas alturas del Giro puede ser una pared insuperable, como le sucedió a Miguel Indurain en 1994, en el Vallico Santa Cristina, allí a dos pasos, después de dar una exhibición en el Mortirolo. Todo el camino de ascenso, sin descansos, y atrás, mejor organizados los domésticos de Del Toro y Yates, acabaron por enlazar a 22 kilómetros de la meta.
Quedaba la incógnita para la subida final y el descenso hacia la meta. Saber quién pagaría más la fatiga, si a Del Toro le pasarían factura los kilómetros o a Carapaz los excesos atacantes. Subieron todos juntos, con Majka arrastrando al líder y el aspirante ecuatoriano siempre muy atento.
A un kilómetro de la cima, Del Toro se quedó sin ayuda, tenía que hacerlo todo por sí mismo, así que tiró de juventud, se creyó inmortal, eterno y atacó a Carapaz, que se defendió bien. Los demás, atónitos, se quedaron clavados. Coronaron juntos, se lanzaron desbocados hacia la meta y en el camino se encontraron a Romain Bardet, que apura los últimos días de su último Giro, cerca ya de la retirada. Empieza a llover, pero siguen trazando las curvas con temeridad, y a un kilómetro, en una de ellas, Del Toro, todo juventud y valentía, se despega de sus perseguidores, coge unos metros y, con una reverencia versallesca, celebra su soñada victoria vestido de rosa. «Hoy me di cuenta de que nunca me rendiré. Siempre intentaré ganar. No tengo nada que perder. No fue más fácil que ayer», confiesa.
A la espera de oportunidades
Carapaz, tercero detrás de Bardet, pierde unos segundos, pero asciende ese escalón hasta el segundo puesto de la general, a sabiendas de que ya no es un chaval, y aunque las fuerzas estén más justas, no cometerá pecados de juventud.
El Giro es todavía de tres, porque Simon Yates sigue ahí. Quedan las etapas del viernes y el sábado. Y serán apasionantes. Mientras cavilan los hombres del podio sobre estas cuestiones, llega Ayuso 35 minutos y 42 segundos después. Será otro año.
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Hora Punta, el programa de TVE de Javier Cárdenas -Sánchez necesita un muro judicial ,.
Sánchez necesita un muro judicial,.
Todavía no ha conseguido una garantía de impunidad en su pretensión de ejercer el poder como si España fuera su cortijo,.
foto - Pedro Sánchez ,.
A pesar de aliarse con golpistas, comunistas y representantes del terror etarra para levantar un muro político que ha quebrantado gravemente la salud de nuestra nación. A pesar de construirse un recinto fortificado con las instituciones tomadas al asalto partidista, desde el Banco de España al CIS y desde Red Eléctrica a RTVE, convertida en una siniestra caricatura de lo que debería ser una televisión pública, Pedro Sánchez no ha conseguido transformar su poltrona en lo que a él le gustaría: una garantía de impunidad en su pretensión de ejercer el poder como si España fuera su cortijo y la jefatura del Gobierno un lucrativo negocio familiar. El caudillo sanchista está cada día más acorralado por los casos de corrupción que afectan a su entorno más íntimo y no consigue doblegar a los jueces instructores de esas causas. De ahí que necesite urgentemente armar un muro judicial capaz de invalidar su encomiable labor. Lleva años intentándolo. Ha conseguido el control del Tribunal Constitucional a través de Conde Pumpido, fiel servidor del PSOE desde los tiempos de Zapatero, y colocado al frente de la Fiscalía General del Estado al peón García Ortiz, cuya sumisión lo ha llevado a estar imputado por un presunto delito de revelación de secretos. Pero con eso no basta.
La marea putrefacta sube, alcanza ya de lleno a su hermano David, sentado en el banquillo por orden de la juez Biedma, y da lugar a episodios tan chuscos como los cien metros lisos de la desvergüenza corridos por el presidente de la Diputación de Badajoz, Gallardo, para hacerse hueco en el parlamento extremeño y así alcanzar el privilegio del fuero reservado a los políticos. Cinco socialistas se han inmolado a fin de dejarle el puesto y ninguno ha formulado una queja. ¿Queda alguien con dignidad o decencia en esa casa? Si la jugada consigue algo más que retrasar el proceso, demostrará que quien colocó a dedo al 'hermanísimo' en un puesto pagado por todos, en el que nunca pegó un palo al agua, sabía dónde encontrar togados más dependientes que Biedma. O sea, destruirá la credibilidad del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, como pretende hacer su jefe, el «número 1», al poner al Supremo a sus órdenes a través de magistrados afines, elegidos por él y obedientes.
De momento la maniobra ha pinchado en hueso. El CGPJ aguanta las presiones y rehusa nombrar a un lacayo/a en sustitución de Marchena, presidente saliente de su Sala de lo Penal, lo que obliga a la maquinaria sanchista a buscar otras alternativas, como la eliminación de las acusaciones populares o la peligrosa cesión de la instrucción a la Fiscalía, que laminaría cualquier vestigio de imparcialidad de la justicia al consolidar su politización. Sánchez avanza deprisa hacia la destrucción de nuestra democracia, condición indispensable para el blindaje de su 'sociedad anónima'.
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