jueves, 27 de enero de 2022

REVISTA EPOCA - Economía - El 71% de los participantes en el programa de innovacion y talento se insertan laboralmente,. / Natural - Basura versus hermosura ,. / Los Reporteros Canal Sur Televisón - Convivir con la sexta ola , . / Tierra y Mar - La cultura del olivo ,.

 

TITULO:  REVISTA EPOCA - Economía - El 71% de los participantes en el programa de innovacion y talento se insertan laboralmente ,.

REVISTA EPOCA - Economía - El 71% de los participantes en el programa de innovacion y talento se insertan laboralmente ,. , fotos,.

 El 71% de los participantes en el programa de innovacion y talento se insertan laboralmente,.

 Empleo - Noticias - Fundación General ULLNoticias – Fundación General ULL

Programa Innovación y Talento de Extremadura permite una inserción laboral superior al 71%,.

Gracias al mismo 300 jóvenes titulados universitarios y de FP tendrán una oportunidad laboral de 12 meses de contratación en empresas innovadoras.

La consejera de Educación y Empleo, Esther Gutiérrez Morán, ha destacado este martes la alta inserción laboral -superior al 71 por ciento- que en las tres pasadas convocatorias ha registrado el Programa de Innovación y Talento (PIT), en cuya cuarta edición participan 300 jóvenes titulados.

 REVISTA EPOCA Nº 648. 28 DE JULIO DE 1997. MAYOR OREJA LOS JUECES TIENEN  AHORA LA PALABRA. TDKR6: Revista / Publicación | TraperíaDeKlaus

En concreto, estos jóvenes titulados universitarios y de FP tendrán una oportunidad laboral de 12 meses de contratación en empresas que están desarrollando proyectos innovadores, una oportunidad que, además, les permitirá mejorar sus competencias profesionales y también personales, ha explicado la titular extremeña de Educación, quien ha resaltado la "calidad" de la inserción laboral que se ha conseguido con este programa.

El PIT es un programa para mejorar la empleabilidad de jóvenes con formación universitaria y de FP a través de proyectos de investigación que están desarrollando empresas y entidades de Extremadura, favoreciendo que el talento de los titulados extremeños repercuta en un mayor valor añadido y mejora de la competitividad de las empresas de la región.

Así pues, durante su visita a la empresa Heral Enología, de Almendralejo, que desarrolla uno de los 246 proyectos aprobados en la convocatoria de 2021, Gutiérrez ha reiterado su apuesta por este Programa que "tan buenas oportunidades está dando a estos jóvenes", según informa en una nota de prensa la Junta de Extremadura.

El 71 por ciento de los jóvenes, titulados universitarios y de ciclos formativos, que han participado en el PIT han tenido alguna contratación en los 12 meses siguientes a su participación en el programa. Son 463 jóvenes de los 651 que participaron en las tres ediciones anteriores.

A éstos hay que sumar los 300 jóvenes titulados, 237 universitarios y 63 de ciclos formativos, que están siendo contratados por 12 meses gracias al PIT aprobado el pasado mes de junio, al que la Consejería de Educación y Empleo ha destinado un total de 9.144.000 euros, casi el doble del presupuesto destinado a la pasada convocatoria del 2020.

De esta forma, en las cuatro convocatorias desarrolladas desde el 2017 a 2021, la Consejería de Educación y Empleo ha subvencionado 771 proyectos innovadores, en los que han participado 951 jóvenes titulados, para ello, la Consejería ha invertido en el PIT 23,6 millones de euros.

Igualmente, la consejera de Educación y Empleo ha valorado los resultados de este programa, con el que se contribuye a "abrir las puertas del mercado laboral" y que ha sido "referente en el ámbito nacional", lo cual demuestra que "éste es el camino, seguir apostando por el apoyo a las empresas", ha apostillado.

NOVEDADES DEL PIT 2021

La ampliación del tiempo de los contratos a 12 meses es una de las novedades introducidas en la convocatoria del PIT para 2021, en la que también se ha unificado la duración de la formación en 350 horas y se han incrementado las subvenciones, cuyo importe por participante ha pasado de los 22.365 euros de anteriores convocatorias a los 30.480 euros.

Además, para este año se han incorporado dos nuevas áreas estratégicas, en concreto, digitalización del comercio y cambio climático, que se suman a las que se venían convocando (Agroalimentaria, tecnologías de la información y comunicaciones, turismo, salud, energías limpias, investigación básica, humanidades y ciencias sociales, economía verde, economía circular y bioeconomía).

Las áreas estratégicas que destacan por su mayor número de proyectos son, en concreto, agroalimentaria, tecnología de la información y comunicaciones, humanidades y ciencias sociales, economía circular, energías limpias, salud, economía verde y turismo.

Cabe destacar que en su visita a la empresa almendralejense, la titular de Educación y Empleo ha estado acompañada por el alcalde de Almendralejo, José María Ramírez; los representantes de la empresa Pedro Jerónimo Álvarez Rangel y Joaquín Frutos Blanco; y la joven contratada por la empresa con el PIT, Laura Mendoza.

A día de hoy, la empresa Heral Enología destaca por la innovación que aporta su proyecto, siendo la única fábrica española en elaborar levaduras líquidas personalizadas, para uso enológico. Se trata de una empresa que ha participado en todas las convocatorias de Innovación y Talento desde 2017 y que ha transformado en indefinido al primer joven que contrató para este proyecto.

 

 TITULO:  Natural - Basura versus hermosura ,.

 Natural  La Sexta emite este miércoles - 26 - Enero , a las 22:30 horas, foto.

 Basura versus hermosura ,.

 Crisis de la utopía de un mundo sin basura

El Libro Primero de El Capital, de Marx, comienza diciendo: «La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como "una inmensa acumulación de mercancías"». Nosotros tendríamos que decir, hoy, que la riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como una inmensa acumulación de basuras. En efecto, ninguna otra forma de sociedad anterior o exterior a la moderna ha producido basuras en una cantidad, calidad y velocidad comparables a las de las nuestras. Ninguna otra ha llegado a alcanzar el punto que han alcanzado las nuestras, es decir, el punto en el que la basura ha llegado a convertirse en una amenaza para la propia sociedad. Y no es que las sociedades pre-industriales no generasen desperdicios, pero sus basuras eran predominantemente orgánicas, y la naturaleza, los animales urbanos y los vagabundos las hacían desaparecer –las reciclaban o las digerían– a un ritmo razonable (aunque sobre esto nos hacemos, también a menudo, ideas muy idílicas). Las ciudades industriales modernas, en cambio, se caracterizan por una acumulación sin precedentes de población y por la aparición masiva de un nuevo tipo de residuos, de carácter industrial, y ambos factores constituyen la obsolescencia de los modos tradicionales, casi inconscientes, de tratamiento de las basuras. Hay en ellas, al mismo tiempo, una enorme proporción de desechos cuyo reciclaje no puede abandonarse en manos de procesos espontáneos o naturales, y una parte significativa de la población que no consigue integrarse directa ni indirectamente en los procesos productivos y consuntivos, que carece de lugar social y que ha perdido el estatuto del que disfrutaba o que padecía en las formas tradicionales de organización política. Y esto, como dice la cita de Marx con la que he comenzado, ha de entenderse sin duda como "síntoma de riqueza". Nietzsche decía aún más, decía que «los desechos, los escombros, los desperdicios no son algo que haya que condenar en sí: son una consecuencia necesaria de la vida. El fenómeno de la décadence es tan necesario como cualquier progreso y avance de la vida: no está en nuestras manos eliminarlo (...) E incluso en medio de su mejor fuerza, [una sociedad] tiene que producir basura y materiales de desecho» (Fragmentos Póstumos de la primavera de 1888). Y tantos más desechos –en cantidad y en calidad– cuanto más rica, más enérgica y más audaz sea... Sí, la basura es un síntoma de riqueza. Porque riqueza significa despilfarro, derroche, excedente (y, al contrario, las sociedades sin basura –las ciudades tradicionales de las que acabamos de hablar– revelan una economía de subsistencia, de escasez, en la cual nada sobra y todo se aprovecha).

Precisamente por eso, las sociedades modernas, por estar presididas por una suerte de principio malthusiano según el cual la basura crece más rápidamente que los medios para reciclarla de modo tradicional, necesitan disponer de tierras baldías, vertederos y escombreras en donde depositar las basuras para quitarlas de en medio y poder seguir viviendo, seguir desperdiciando sin ahogarse entre sus propios residuos. Y junto a estos no-lugares urbanos (por utilizar la afortunada terminología del antropólogo Marc Augé, sobre la que en seguida volveré) es preciso también disponer de no-lugares sociales a los que pueda trasladarse la población sobrante que los sistemas productivos y consuntivos no pueden absorber (suburbios, chabolas, favelas, guetos, campamentos, etc.). "Basura" es lo que no tiene lugar, lo que no está en su sitio y, por tanto, lo que hay que trasladar a otro sitio con la esperanza de que allí pueda desaparecer como basura, reactivarse, reciclarse, extinguirse: lo que busca otro lugar para poder progresar. En su obra Wasted Lives (cuyo título propongo traducir al castellano como "Vidas-basura"), el veterano sociólogo Zygmunt Bauman ha explicado que la actual crisis de la modernidad se expresa al mismo tiempo de estas dos maneras: por una parte, los problemas de contaminación (y especialmente, por su simbolismo, el problema que representan los residuos de origen nuclear) han alcanzado un punto de inflexión en el momento en el que se ha descubierto que el planeta estaba lleno, que ya no había más Waste Lands adonde trasladar los residuos para quitarlos de en medio; por otra parte, la emigración, que era la salida tradicional para las poblaciones residuales a las que el progreso industrial y post-industrial desplazaba y dejaba sin papel alguno que representar, ha dejado de ser una solución practicable, porque ahora todos los lugares sociales del mundo están ocupados, no hay puestos libres en donde colocar a los que están de más.

Los movimientos migratorios y los traslados de basura tienen, por tanto, esto en común: se trata de encontrar un sitio –en otro lugar– para aquello que no lo tiene –en este lugar–. Por tanto, el presupuesto de estos movimientos de traslación es que cada cosa tiene su sitio y que hay un sitio para cada cosa. Rafael Sánchez Ferlosio ha propuesto llamar al orden generado por este presupuesto el orden del destino, y esta propuesta tiene una doble pertinencia. Por una parte, nos recuerda el significado originario del vocablo "destino", que es precisamente ése: un esquema en el cual a cada cosa se le asigna un lugar –su destino, el lote que le corresponde por designio de los dioses, de la Moira, de las Parcas o de la naturaleza– que es su porvenir ineludible, su fin fatal. Por otra, esta designación es coherente en primer lugar con el hecho de que las regiones a donde se trasladan los emigrantes se denominan "países de destino", no solamente en el sentido trivial de que allí es adonde se dirigen, sino también en el sentido de que allí es donde podrán "labrarse un porvenir", de que van a sus lugares de destino en busca de un porvenir que les está negado en sus lugares de procedencia. Van allí, por tanto, en busca de su identidad, para llegar a ser quienes son (cosa que todavía no saben y que nunca descubrirán si se quedan en donde no tienen porvenir). Y la denominación sigue siendo coherente, en segundo lugar, con las basuras industriales: no se las puede dejar allí donde se generan porque allí no están en su sitio ni tienen porvenir ninguno. Es preciso trasladarlas a una tierra baldía en donde tengan porvenir, en donde puedan regenerarse, reactivarse, reciclarse, integrarse, en donde puedan llegar a ser otra cosa que lo que son –basuras, desperdicios–, en donde puedan recuperar la identidad que han perdido, en donde puedan crecer las lilas en la tierra muerta y en donde la lluvia primaveral remueva las raíces mas secas. Sí, aunque les cueste a ustedes aceptarlo en principio, "basura" significa también esto: lo que tiene un destino, un porvenir, una identidad secreta y oculta, y que tiene que hacer un viaje para descubrirla, como el príncipe encantado para dejar de ser rana y convertirse en príncipe, como la bestia para vencer el hechizo y volver a ser bella. La observación de Bauman sobre la crisis de la modernidad tardía puede, por tanto, reformularse en estos términos: ¿qué ocurre cuando ya no se puede encontrar un lugar para trasladar aquello que aquí no lo tiene, cuando ya no hay un "país de destino" al que emigrar o en donde labrarse un porvenir? ¿Qué ocurre con la basura cuando se ha quedado sin porvenir, sin esperanza de reciclaje o regeneración, y qué con aquellas poblaciones que han de resignarse a vivir sin esperanza social, cuando la rana comprende que ya nunca será príncipe y la bestia que ya nunca será bella?

Como ven ustedes, aquí no basta con hablar de "crisis de la modernidad" si no se dice al mismo tiempo que lo que ha entrado en crisis es la utopía de un mundo sin basura –un mundo ordenado, en el cual cada cosa esté en su sitio–; que la modernidad, a pesar de ser la sociedad del excedente, del despilfarro, del derroche y de la "inmensa acumulación de basuras", era también la sociedad que soñaba con un reciclaje completo de los desperdicios, con una recuperación exhaustiva de lo desgastado, con un aprovechamiento íntegro de los residuos: la ética protestante del ascetismo y el ahorro siempre fue afín a la ontología capitalista del derroche. O sea, que la sociedad moderna, no menos que la sociedad tradicional o pre-industrial, también quiere "imitar a la naturaleza" (en la cual, según decían los clásicos, "nada se hace en vano", es decir, todo tiene una finalidad y, por tanto, nada se desaprovecha, no hay basura propiamente dicha) y aún "imitar a la divinidad" (pues los dioses no padecen desgaste y, por tanto, no generan desperdicios), aunque tenga que hacerlo por medios mecánicos. Es la modernidad la que ha pensado la naturaleza como una máquina (una máquina perfecta, en la cual cada pieza cumple una función y no hay deterioro) y la que, al identificar lo "natural" con lo "racional", se ha convencido de que, puesto que la naturaleza no deja residuos, esto mismo –el no dejar residuos– es una de las señas distintivas de la racionalidad (de ahí que haya percibido al mismo tiempo como "anti-modernos" y "anti-racionales" a quienes presentan otra imagen de la naturaleza en donde la máquina tiene fallos y produce basura en forma de monstruos, prodigios y excepciones sin destino, sin porvenir ni finalidad)que también debe presidir las construcciones sociales. Esta no es únicamente una idea de ingeniero –una máquina cuyas piezas no se desgastan con el uso o que, al menos, pueden regenerarse y reutilizarse indefinidamente–, sino ante todo una idea de contable: la bestia negra del empresario es justamente el desgaste, el comprobar cómo en cada ciclo productivo el activo se convierte en pasivo, en deuda, en carga, en números negativos que es preciso compensar con las ganancias y que requieren nuevas inversiones, y por lo tanto su ideal es el de un negocio sin pérdidas, el de un balance de resultados siempre equilibrado; en tiempos de inflación galopante, éste es también el infierno del comerciante, que ve cómo cada ganancia obtenida –cada vez que vende un producto a cambio de dinero– se convierte inmediatamente en pérdida, porque la moneda se deprecia de inmediato, y tiene que gastar inmediatamente lo ganado en un nuevo producto para vender, con el que le sucederá implacablemente lo mismo; y es también la pesadilla del consumidor, que experimenta cómo todo lo que compra comienza a perder valor desde el momento preciso en que es adquirido, a perder actualidad, a pasar de moda y a exigir ser rápidamente sustituido por una nueva adquisición que comenzará a descender por la pendiente de la obsolescencia en cuanto pase del escaparate a sus manos...

Y apenas es necesario llamar la atención sobre la más que probable genealogía militar de esta fantasía delirante: un negocio sin pérdidas es la transposición civilizada de una guerra sin bajas (eso mismo que ahora llamamos un "ataque preventivo", que no sólo minimiza tendencialmente hasta cero las víctimas del propio bando, sino que se justifica precisamente como una acción tendente a destruir la capacidad ofensiva del enemigo, es decir, su capacidad de producir bajas en el bando contrario). Napoleón se mofaba de quienes le reprochaban el elevado número de caídos en las filas de sus ejércitos que comportaban sus victoriosas campañas diciendo que una sola noche de permiso de sus soldados en París arrojaba un número de embarazos suficiente para "reponer" las pérdidas y equilibrar la balanza. Los racionalistas del siglo XVII también manejaban el mismo modelo en el cual lo pasivo (las pasiones oscuras y confusas, o sea sucias y residuales) habría de convertirse en activo (las ideas claras y distintas, o sea, limpias), en donde los egoísmos de los lobos hobbesianos en guerra total de todos contra todos se reciclarían en la mansedumbre del pacto social de todos con todos administrado por la mano invisible de un mercado que pondría las cosas en su sitio con tanta justicia como las leyes darwinianas de la evolución colocaban a cada individuo en el lugar que le correspondía de acuerdo con su contribución a la adaptación de su especie al medio; y sin duda Hegel y Marx conservaban este esquema cuando pensaban que las pasiones y ambiciones individuales o colectivas de los individuos, los pueblos y las clases eran simplemente el combustible inconsciente mediante el cual la Historia –como el tren de Los hermanos Marx en el Oeste, que se alimentaba de su propia destrucción convertida en carburante ("¡Más madera!") para llegar rápidamente a su destino– conducía a la humanidad hacia su fin final ­en donde las cuentas cuadrarían perfectamente y todos los sacrificios y sufrimientos aparentemente vanos serían compensados y equilibrados, en donde toda la aparente basura de la Historia (toda la "masa concreta del mal") sería reciclada­, y la guerra era simplemente una astucia de la razón o la lucha de clases el motor de una Historia que acabaría definitivamente con el despilfarro y el desequilibrio contable, dando a cada cual exactamente el lote que se hubiera merecido.

La entrada en crisis de este modelo, el despertar de este sueño, fue por tanto ese momento en el cual llegamos a pensar que la basura acabaría devorándonos. Que era el fin del progreso. Fue cuando empezamos a temer que moriríamos asfixiados entre nuestros propios desperdicios, como hemos visto que sucedía en algunas viejas ciudades del tercer mundo que, por no necesitar un tratamiento especial de las basuras, carecían de infraestructura de traslado y acumulación de las mismas, y a las que la repentina introducción masiva de la producción y el consumo industriales ha convertido en enormes estercoleros irrespirables.

El genio de la especie humana es, sin embargo, prodigioso. Alguien dijo de ella que sólo se plantea aquellos problemas que es capaz de resolver. Y alguien más dijo también que, cuando un problema no puede resolverse, entonces deja de ser un problema. Y que la manera de quitarse de encima los problemas irresolubles no consiste en desfallecer luchando por resolverlos, sino más simplemente en disolverlos. "Nunca fue tan hermosa la basura"... No sé a quién se le ocurrió primero la idea, pero fue una ocurrencia verdaderamente ingeniosa. Y, como todas las grandes invenciones, una vez hallada parece extremadamente simple, y consiste en lo siguiente: ¿y si lo que llamamos basura no lo fuera en realidad? Entonces no tendríamos que preocuparnos porque nos devorase, no nos sentiríamos asfixiados por los desperdicios si dejásemos de experimentarlos como desperdicios y los viviéramos como un nuevo paisaje urbano.

Antes me he referido a la noción, forjada por Marc Augé, de no-lugar (el lugar de lo que no está en su lugar), como concepto antropológico definidor de la sobremodernidad. Pero si unimos este concepto a nuestra reflexión anterior, en la cual la basura aparece como "lo que no está en su lugar", vemos con claridad que podríamos llamarlo, menos eufemísticamente, lugar-basura. Se comprende bien cómo un etnólogo del Siglo XXI ha llegado a elaborar esta figura: es fácil imaginar que la vida de un antropólogo contemporáneo consiste, entre otras cosas, en viajar desde el mundo posindustrial a parajes lejanos para realizar estudios de campo y entrevistas sobre el terreno. En estos desplazamientos, el científico se mueve desde un lugar que sin duda es su localidad de residencia y que, por tanto, está marcado con todas las señales positivas del término lugar (es acogedor, habitable, conocido, susceptible de ser recorrido con familiaridad), hacia otros territorios que, a menudo, no son menos lugares que el origen de su viaje, aunque le sean extraños e incluso, en ocasiones, hostiles o al menos arriesgados para el urbanita europeo; también esos sitios acogen a sus poblaciones, son habitados por gentes que los recorren con familiaridad y que se sienten en ellos en su casa. El antropólogo puede percibir que aquellos "otros lugares" no son su lugar, puede sentirse extranjero en ellos y hasta temer por su seguridad, o puede llegar a ser acogido y a experimentar la tranquilidad de encontrarse en tales rincones como en una segunda casa, como quien acude de visita a un paisaje en el que sabe que será bien recibido; pero, ya sea que se den alguna de estas dos situaciones extremas o cualesquiera de las ilimitadas posibilidades intermedias, en sus viajes habrá de pasar por muchas zonas de tránsito, no solamente en el sentido físico (salas de espera, aeropuertos, estaciones de tren y de autobús, antesalas de despachos oficiales, vehículos de transporte, hoteles, etc.) sino también en el social y cultural (tierras de nadie y distritos abandonados, comarcas rurales en decadencia, suburbios pre-industriales, chabolas periféricas, extrarradios en ruinas o cam pamentos de refugiados, por ejemplo), espacios que no están hechos para residir en ellos sino únicamente para ser ocupados provisionalmente, para ser atravesados o para facilitar el paso de un lugar a otro. En este punto, no podrá dejar de notar el contraste entre los lugares, ya sean acogedores o inquietantes, y los no-lugares, ya sean hostiles o deprimentes (como los territorios fronterizos en donde bandas o tribus rivales mantienen una guerra más o menos larvada por el control de actividades a menudo ilegales o paralegales) o relativamente cómodos para el visitante europeo (como las cadenas de hoteles occidentales o las franquicias internacionales de los restaurantes de comida rápida de estilo estadounidense situados en regiones empobrecidas del llamado "tercer mundo"). Y, en cierto modo, si los viajes del sociólogo se prolongan durante un tiempo suficiente en época de globalización, tendrá forzosamente que observar, al menos con curiosidad y seguramente con preocupación, el modo en que los no-lugares, concebidos en principio como meros "vacíos" entre lugares determinados, van extendiendo su dominio y avanzando en su ocupación de territorios físicos, sociales y culturales, hasta el punto de competir en magnitud e importancia con los lugares propiamente dichos –y a veces de triunfar indiscutiblemente sobre estos últimos– y, en todo caso, hasta comenzar a difuminar molestamente la distinción, otrora tan nítida, entre lugar y no-lugar y, por tanto y lo que quizá es más relevante, entre lo(s) que tiene(n) lugar y lo(s) que no lo tiene(n). Como si se tratase de un "efecto secundario" o de un "retorno de lo reprimido" de la colonización mediante la cual Europa convirtió muchos lugares de su periferia en no-lugares inhabitables, ahora el paseante europeo recorre la ciudad temeroso de que la periferia de los no-lugares (que ya no está en el extrarradio de Europa, sino el de las ciudades europeas), invada y destruya su propio lugar. En El tiempo en ruinas (Gedisa, Barcelona, 2003), Augé expresa, mientras pasea por París,

«un temor: que estos nuevos barrios, con independencia de su éxito técnico o estético –que será sin duda desigual– se parezcan un día a otros de cualquier otro lugar del mundo, que obedezcan a una moda planetaria, pero que no la creen, que se asemejen, en suma, a esas ciudades "genéricas" que "se parecen a sus aeropuertos" (Rem Koolhaas)... percibo en sus calles la invasión lenta, insidiosa e irresistible de la ciudad genérica que se infiltra desde la periferia a través de los boquetes abiertos por el ferrocarril... la tarea de subversión se encuentra más adelantada de lo que pensaba... una ciudad-comodín, sin pasado ni porvenir... Hablo, naturalmente, como viajero poco deseoso de encontrar, al final de mis excursiones parisinas, un barrio de Sâo Paulo, de Tokio o de Berlín»(pp. 149-150).

La virtud de esta noción es que, debido a sus características internas y a su oportunidad histórica, designa un tipo de negatividad susceptible de ser aplicada al mismo tiempo en un ámbito más específico y en uno más general. Por ejemplo –en el sentido de la especificación–, el tipo de hoteles y de restaurantes que quedarían subsumidos bajo el concepto de no-lugares podrían perfectamente definirse, en un sentido más particular, como no-hoteles y como no-restaurantes, ya que constituyen, en una medida nada desdeñable, la negación completa y acabada de la noción de "hotel" o de "restaurante" que les precedió en el tiempo. Las aludidas cadenas de comida rápida, que no están atendidas por camareros y en las cuales quienes preparan la comida no son cocineros, en las que los alimentos dispensados no son en sentido estricto "platos", así como sus mesas no son mesas propiamente dichas (han de sentarse cuatro personas en un espacio en donde sólo cabrían en rigor dos) ni sus cartas verdaderamente cartas, ¿cómo quedarían mejor descritas que diciendo que se trata de no-restaurantes atendidos por no-camareros que sirven no-platos preparados por no-cocineros y consumidos en no-mesas? Asimismo –y yendo ahora en el sentido de la generalización–, estas cadenas de restauración se caracterizan por estar a menudo situadas en grandes superficies comerciales asociadas a zonas de crecimiento de la periferia urbana posindustrial, y muchas de las características de su "estilo" y de su "personalidad" se explican por el régimen laboral de subempleo –contratación precaria y a tiempo parcial– que prevalece en ellas, régimen que, por estar cada vez más generalizado en el nuevo mercado de trabajo (y en todas las escalas salariales), muy bien podría denominarse, por contraste con las formas laborales consolidadas en la segunda mitad del Siglo XX en las zonas industrialmente desarrolladas y democráticamente gobernadas, como no-empleo (noción esta que vendría a sustituir a las de "sub-empleo" o "des-empleo", aún demasiado dependientes de aquellas viejas formas laborales ya parcialmente periclitadas) proporcionado por no-empresas; de la misma manera, los centros comerciales que rodean estos locales se dejarían describir, por los mismos motivos, como no-tiendas –en donde, por ejemplo, se venden no-muebles (módulos y paquetes funcionales más o menos abstractos para armar y desmontar), y los habitáculos que crecen en estas conurbaciones (las llamadas "ciudades-dormitorio", que no sería exagerado rebautizar como "ciudades-basura") como no-casas (decoradas, sin duda, mediante aquellos no-muebles). Y, aunque sería una broma cruel la comparación de este tipo de aglomeraciones del "primer mundo" con las de los arrabales de los países pobres o devastados, resultaría igualmente apropiado decir de quienes pueblan estos últimos contornos que se trata de no-empleados (pues a menudo están fuera de la economía monetaria regular) que viven en no-casas (cobijos improvisados con material heterogéneo) decoradas con no-muebles (a veces simples cajas de cartón o relleno de embalaje) y que se abastecen en no-tiendas (en el mercado negro o la economía sumergida).

Ni que decir tiene que esta aplicación podría continuar hasta permitirnos hablar, por ejemplo, de ciertas agrupaciones de personas, especialmente emergentes en nuestra época, que podrían caer bajo el concepto de no-familias o de no-matrimonios, de ciertos programas televisivos de entretenimiento que sólo podrían calificarse como no-programas, de un cierto tipo de productos culturales cada vez más extendidos a los cuales les vendría como anillo al dedo el rótulo de no-libros, no-discos o no-cuadros (y ello tanto en la franja de la alta cultura como en la de la cultura popular o de masas), de ciertos males originales de nuestro tiempo que funcionan como no-enfermedades tratadas mediante no-medicamentos y, en última instancia, hasta de no-universidades (escuelas móviles de formación permanente) en donde se estudian no-carreras (programas de actualización profesional continua) impartidas por no-profesores (expertos en reciclaje), y de no-estados (alianzas coyunturales de regiones) gobernados por no-políticos (administradores) y cuyo sujeto legítimo es un no-ciudadano.

Bien, creo que a estas alturas ustedes comprenden que estoy proponiendo concebir el no-lugar como un eufemismo del lugar-basura (y, por tanto, como un síntoma de que hemos empezado a ser tolerantes con los hoteles-basura, con los restaurantes-basura, con los camareros-basura, los platos-basura, los cocineros-basura y las mesas-basura, con los empleos-basura, las empresas-basura, las tiendas-basura, los muebles-basura, las casas-basura, las familias-basura, los matrimonios-basura, los programas-basura, los libros-basura, los discos-basura, los cuadros-basura, las enfermedades-basura, los medicamentos-basura, las universidades-basura, las carreras-basura, los profesores-basura, los estados-basura, los políticos-basura y los ciudadanos-basura). Y no sólo tolerantes, sino entusiastas. Hemos aprendido a experimentar la basura como un lujo. Hubo un tiempo, en efecto, en el cual los restaurantes-basura o los libros-basura eran subproductos destinados a las masas incultas, dóciles y amedrentadas. Ahora, no. Ahora tenemos restaurantes-basura de lujo, libros-basura de lujo, y quien no viva en una casa-basura o padezca alguna enfermedad-basura perderá rápidamente su crédito social y transmitirá una depauperada y deprimente imagen de "clase baja" y de "retraso social". Hemos convertido, como diría Pierre Bourdieu, las "marcas de infamia" en "signos de distinción". Si no puedes vencer en tu lucha contra la basura, únete a ella. La palanca fundamental gracias a cuyo punto de apoyo hemos conseguido mover el mundo en esta dirección –es decir, gracias a la cual hemos conseguido empezar a no ver y a no sentir como tal la basura que nos ahoga– se resume en una fórmula mágica: estamos transitando hacia un nuevo paradigma (y es la instalación de este "nuevo paradigma" lo que nos permitirá no vivir como basura lo que antes considerábamos tal). El único problema, claro está, es que este nuevo paradigma no puede ser otra cosa que un paradigma-basura, o sea un no-paradigma (porque no hay en realidad ningún nuevo paradigma hacia el cual estemos transitando, sino únicamente la destrucción sistemática y concertada de aquel bajo el cual vivíamos). La fórmula mágica tiene, con todo, una formidable eficacia simbólica. La desaparición de los lugares y su paulatina sustitución por lugares-basura (y esto mismo vale para los empleos-basura o las casas-basura) deja a muchas personas en el mundo sin lugar, crea una muchedumbre de desplazados que, una vez más, no solamente lo son en el sentido físico del término (aunque esta situación sea sin duda la más grave), sino también en el sentido social, laboral, cultural, económico o familiar. El dolor que se acumula en esa multitud, sin embargo, sencillamente no puede expresarse como tal, porque la fórmula mágica en cuestión lo convierte en dolor de parto del nuevo paradigma y, por tanto, amenaza a todos aquellos que publiquen su malestar con el estigma de la inadaptación, del atraso y del conservadurismo: son tristes reaccionarios que se niegan a desamarrarse de sus privilegios ancestrales, obstáculos que frenan el progreso de la modernización y que, por tanto, quedarán excluidos de sus beneficios. Ellos son la verdadera basura de nuestro tiempo, la que no puede reciclarse.

De esta manera se ha conseguido a la vez mantener la situación moderna (a saber, la "inmensa acumulación de basuras") y reeditar la utopía no menos moderna de un mundo sin basuras, que ahora ha de entenderse como un mundo en permanente reciclaje y sin pérdidas (tal es la cosmovisión del paradigma-basura o paradigma de la basura) y, por lo tanto, de un mundo en el cual todo (y todos) llega inmediatamente a su destino y adquiere inmediatamente uno nuevo. No se puede decir de manera más clara: allí donde nada es basura, todo lo es. Y es el mismo Marc Augé quien se ha dado cuenta de que, de seguir así las cosas, nuestra civilización será la primera del mundo que no deje tras de sí esa clase especial de basura histórica que son las ruinas. La ciudad genérica (la ciudad-basura) no deja ruinas porque, cuando un edificio entra en estado de obsolescencia, se puede reconfigurar enteramente para un nuevo uso, del mismo modo que una empresa (si quiere ser una genuina empresa-basura) debe poder someterse en cualquier momento a un proceso de re-engineering y que la mano de obra (o sea, la clase-basura) debe permanecer en un estado de longlife education. Richard Sennett lo ha explicado aún mejor: «La estandarización del entorno deriva de la economía de lo efímero, y la estandarización produce indiferencia. Quizá pueda aclarar esta tesis mediante una experiencia personal. Hace unos pocos años, llevé a un directivo de una gran empresa de la nueva economía emergente, que buscaba oficinas para instalarse, a visitar el Chanin Building de Nueva York, un palacio art-deco con despachos muy elaborados y espléndidos espacios públicos. "No se adapta a lo que buscamos", dijo el directivo, "la gente podría sentirse demasiado apegada a sus despachos y llegar a pensar que pertenece a este lugar". La oficina flexible no está pensada para ser un lugar de permanencia. La arquitectura de las oficinas de las empresas flexibles requiere un entorno físico que pueda ser rápidamente reconfigurado, en último extremo, la oficina se reduce al terminal de un ordenador. La neutralidad de los nuevos edificios deriva también de su carácter de elementos de inversión en el mercado global; para que alguien pueda comprar o vender fácilmente desde Manila cien mil metros cuadrados de espacio de oficinas en Londres, es preciso que el espacio tenga la uniformidad y la transparencia del dinero. Esta es la razón de que los elementos estilísticos de los edificios de la nueva economía se hayan convertido en lo que Ada Louise Huxtable llama "arquitectura epidérmica": la superficie del edificio emperifollada mediante el diseño, y su interior progresivamente más neutral y más susceptible de una reconfiguración instantánea».

Creo que se percibe con claridad la idea que intento transmitir: algo que está desde su origen concebido para el reciclaje es algo que está desde su origen concebido como basura. Y esto –el estar originariamente concebidas para el reciclaje– es lo que caracteriza tanto a la objetividad como a la subjetividad contemporáneas. En rigor, el proceso por el cual algo se convierte en basura puede ser descrito como un proceso de descualificación: las cosas se vuelven basura cuando su servicio hace que pierdan las propiedades que las califican como siendo estas o aquellas cosas, tales y cuales, y se convierten únicamente en esa "cosidad" fluida y sin cualidades que se acumula en los vertederos y cuya regeneración pasa, según diríamos, por lograr que vuelva a adquirir las propiedades perdidas, que recupere su cualidad y su calidad. Como este proceso es el que se ha revelado imposible de llevar a cabo (es decir, como es imposible reciclar al ritmo que se desperdicia), la única manera de mantener el tipo –y esta es la genial idea de la que estamos hablando– es que las cosas carezcan originalmente de propiedades (es decir, que sean originariamente basura, sin que su conversión en basura derive del desgaste generado por el uso), o sea, que sean de antemano reciclables y, por tanto, pertenecientes a la "cosidad" fluida y descualificada, que es la que ahora –de acuerdo con la estrategia-basura del "nuevo paradigma"– hemos de experimentar, no como una forma de cosidad degradada y "sucia", cosa de vertedero y material de escombrera, sino como la forma superior de la objetividad, la cosa de lujo y limpia por excelencia, pues es lo inmediatamente reciclable. Y, al contrario, son las cosas cualificadas, como el Chanin Building, las que resultan desesperadamente obsoletas por irreciclables, las que se convierten en basura en el sentido peyorativo y "sucio" de la expresión, de mal gusto y pasadas de moda, las que, por tener entidad en sí mismas, se resisten a la reformulación y la recualificación.

Es preciso, pues, que la producción sea ya en su origen, no producción de mercancías, sino producción de basura, producción de reciclables. Y hay que tener en cuenta que el reciclaje no puede concebirse, entonces, como una genuina recualificación o reparación de las cosas; la cosa reciclada es la cosa que ha recuperado sus propiedades y que, por ello mismo, se resiste al reciclaje; la cosa reciclada ha de ser entendida más bien como la cosa convertida en reciclable, es decir, apta para recibir cualidades que sólo pueden ser cualidades-basura, inmediatamente reciclables y reformulables, transformables en cualesquiera. Y es preciso, igualmente, que este proceso no afecte únicamente a la objetividad sino también a la subjetividad, tanto más cuando las cosas modernas por excelencia son aquellas cuya objetividad –cuyo "valor"– procede de la "subjetividad". Bien pensado, era elemental: es exactamente lo mismo que se ha venido haciendo, al menos desde el siglo XVII, con el trabajo en general, y la razón por la cual han dejado de existir de facto (aunque sobre el papel se mantenga el arcaísmo) los empleos especializados y las profesiones más o menos libres, en la medida en que todas ellas se vuelven comparables en términos de horas laborables. «La indiferencia respecto del trabajo determinado corresponde a una forma de sociedad en la cual los individuos pueden pasar con facilidad de un trabajo a otro y en la cual el género determinado del trabajo es fortuito y, por consiguiente, les es indiferente», así decía Marx. Y le parecía un gran progreso. Recordaba hace poco (Juan Pablo II, 22 de Abril de 2006) Rafael Sánchez Ferlosio que «la apología positiva del "trabajo" en sí mismo y por sí mismo surgió con el capitalismo y su necesidad de mano de obra, y fue enseguida recogida sin rechistar por el marxismo; la exaltación del trabajo –sin determinación de contenido– como virtud moral se desarrolló como la más perversa pedagogía para obreros». Es decir, la exaltación del trabajo sin determinación de contenido es en sí misma la exaltación del trabajo-basura. Esto es lo mismo que hoy sucede con la exaltación del "conocimiento" (abstracción hecha de toda cualificación, es decir, del conocimiento-basura) en fórmulas como la recurrente "sociedad del conocimiento", surgida sin duda de las nuevas necesidades de mano de obra –sólo un 10% de la misma se dedica hoy a la fabricación de mercancías en los EE.UU., según recordaba también hace poco Anthony Giddens (Mejorar las universidades europeas, 10 de Abril de 2006)–, pero en seguida abrazada por la izquierda (como lo prueba el caso del propio Giddens) como «la más perversa pedagogía para obreros» del siglo XXI, esos nuevos obreros que constituyen el 90 % principal de la fuerza de trabajo en los países más desarrollados.

Empezó la cosa por un cambio terminológico en apariencia simplemente técnico: en lugar de tener asignaturas, las carreras universitarias empezaron a tener créditos. La denominación parecía sospechosa (¿por qué precisamente créditos y no "materias", o "conocimientos" o incluso "horas lectivas"? A pesar de la evidente analogía financiera, nadie se inquietó demasiado), pero de momento esto sirvió para introducir subrepticiamente en el orden del saber un nuevo aparato de medida que, como por arte de magia, conseguía tornar equivalentes cosas que antes no parecían poder serlo de ningún modo, como la arqueología maya y la bioquímica molecular, pongamos por caso, puesto que tanto la una como la otra se dejaban traducir a un número de créditos, es decir, de horas contantes y sonantes y, por tanto (he aquí el quid de la analogía monetaria), de dinero por unidad de tiempo. Si la descualificación del trabajo se consideró como un progreso, ¿cómo no ha de ser un progreso la indiferencia respecto de todo conocimiento determinado –historia medieval, anatomía patológica o física de la materia condensada–, que corresponde a una sociedad en la cual los individuos pueden pasar con facilidad de un conocimiento a otro y en la que el género determinado de conocimiento es fortuito y, por consiguiente, les es indiferente?

De modo que, contra toda apariencia, "sociedad del conocimiento" no significa nada parecido a "sociedad de la ciencia": cuando Giddens afirma que «en las actuales economías avanzadas más del 80% de la mano de obra trabaja en los sectores de producción de conocimientos» no está verosímilmente queriendo decir que ese porcentaje de los empleados esté constituido por científicos; más bien nos indica que éste es el eufemismo (trabajadores del sector de producción de conocimientos) que conviene al proletariado de nuestro tiempo (los trabajadores-basura). Por eso es una contradicción de su argumento el sostener que esta situación supone el ocaso de la mano de obra no cualificada. Al contrario, este conocimiento es precisamente un flujo descualificado (y en su apología se trata solamente de eso, de que fluya sin barreras ni cortapisas de "especialidades" ni de organización intelectual, es decir, sin apego a cualidad alguna) en el que vienen a disolverse como en una caldera todas las ciencias y todos los saberes más o menos sistemáticos antaño impartidos en las universidades y en las escuelas y hoy descompuestos y como estallados en "competencias" y "habilidades" que campan libremente y sin constricción alguna que no sea la de su medida en "créditos", como lo certifica el hecho (en esto, como en todo, hay que fijarse siempre en los que van por delante) de que el organismo estatal encargado de administrar la instrucción pública en el país en donde profesa Giddens ya haya dejado de llamarse "Ministerio de educación y ciencia" para denominarse "Ministerio de educación y habilidades (skills)". Que se encargue a las universidades la enseñanza de estas "habilidades" neoproletarias –es decir, que se exija la descualificación de las ciencias y la descomposición de los saberes científicos en las competencias requeridas en cada caso por un mercado empresarial que configura la turbina a la que se engancha la "caldera" del conocimiento–, y que además se destine a los individuos a proseguir esta "educación superior" a lo largo de toda su vida laboral (longlife education, cadena perpetua) es algo ya de por sí suficientemente expresivo: solamente una mano de obra (o de "conocimiento") completamente descualificada –es decir, producida originalmente como basura reciclable– es apta para recibir una cualificación en sí misma descualificada y descualificante, y solamente una cualificación que no es más que cualificación-basura, es decir, que no cualifica más que efímera y superficialmente (una cualificación epidérmica), necesita estar sometida a este proceso de manera permanente. Pero en ese caso no está nada claro en qué consistiría la "superioridad" de la educación superior (y acaso por ello Giddens la llama sintomáticamente "educación post-secundiaria", es decir, una prolongación indefinida de la enseñanza media): como confiesa el propio Giddens, «muchos [profesores jóvenes] se sienten hoy atraídos por trabajos –como los de la industria y de la banca– que en mi generación (con nuestros esnobismos) ni siquiera nos habríamos planteado [los profesores universitarios]», lo que es un modo de admitir que la educación superior no ha perdido su superioridad sobre la industria y la banca solamente por la desaparición del "esnobismo" juvenil (¿por qué se ha esfumado ese esnobismo?) sino más bien en la medida en que se ha convertido en un subsector de la "producción de conocimientos" para la industria y la banca.

 

TITULO: Los Reporteros Canal Sur Televisión - Convivir con la sexta ola  , . 

El Sabado -22, 29 - Enero a las 21:30 por Canal Sur Televisión, 

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Convivir con la sexta ola,.

La vuelta al cole con los contagios disparados, test escasos y caros, pasaporte covid en bares y hospitales... la sexta ola nos deja una nueva realidad que, de momento, no tiene fecha de caducidad. Lo analizamos en Los Reporteros.

Convivir con la sexta ola y ómicron

Esta semana, los alumnos han vuelto a las aulas. Un regreso muy condicionado por los contagios de covid. La expansión de la variante ómicron es imparable: el aluvión de bajas laborales ha provocado cambios en cuarentenas y protocolos. El gobierno ha decidido, también, abaratar los test de antígenos: un instrumento imprescindible ante el bloqueo de la atención primaria. Pero el virus muta rápidamente y cunde el desconcierto. Casos como el del tenista serbio Novak Djokovic cuestionan la eficacia de unas normas que no todos respetan... ni todos aplican.

Colas en los centros de salud, en las farmacias, para coger un número, hacerse un test, vacunarse. En todo el mundo, como un tsunami, ómicron nos ha pasado por encima, obligándonos a recuperar restricciones y aislamientos. Aparentemente menos peligrosa que las anteriores variantes pero con una capacidad de contagio tal alta como para ponernos a todo el mundo, en solo unos días, en jaque.

Gracias a la vacuna, esta ola es menos letal pero está sembrando mucho desconcierto. Pocas familias han escapado a su azote y cada cual la ha surfeado a su antojo, a golpe de talonario, con paciencia infinita, resignación, sentido común o sencillamente saltándose todos los protocolos.

Ocho de la mañana, colas kilométricas a las puertas del centro de salud de Coria del Río. Aquí trabaja María José. Se ha enfrentado a la peor cara del covid. En la primera ola, en la UCI, donde más sacudía, y ahora en la sexta, en la atención primaria. "Al principio nos aplaudían mucho y eso nos ayudaba porque salíamos exhaustos tratando a esos pacientes que estaban solos que nos veían detrás de un EPI".

Ellos te expresaban sus sentimientos, sus miedos, su miedo a morir. "He llorado a veces de impotencia. Por esta presión asistencial hemos pasado de ser héroes a ver cómo la población incluso se enfada con nosotros", cuenta. Y dice que "nos está produciendo estrés, insomnio... Hablamos de un numero brutal de PCR pero también de un numero brutal de antígenos y está generando un carga asistencial y un gasto brutal".

La enfermera María del Carmen Ladrón de Guevara reconoce que solo se está rastreando a los pacientes más vulnerables y a mujeres embarazadas. "Se está priorizando porque hay muchos casos y porque el exceso de uso de la atención primaria por todos los usuarios que presentan síntomas están colapsando el filtro. Estamos cometiendo un error y tenemos que aplicárnoslo todo el mundo. ¿Tienes síntomas? te aislas en tu casa, te vigilas, que puedes hacerte el antígeno, te lo haces, que no puedes, no pasa nada, un leve catarro, tu mascarilla de protección FFP2 y listo"

Mari Carmen también se ha dedicado esta semana a comunicar a los profesores qué niños han dado positivo ahora que se han retomado las clases, con cambio de protocolos. En principio, con cinco contagios se cerrará el aula. "Lo que a nosotros nos preocupa más es cómo se van a organizar la diferencia entre vacunados y no, si las cuarentenas van a ser diferentes, los colegios no estamos autorizados a recabar esos datos tan sensibles".

Unos 925 profesores han causado baja en Andalucía, menos de lo previsto. En caso de necesidad, en un procedimiento inusual, se llegaría a contratar por teléfono para agilizar las sustituciones. "Necesitaríamos que se pudiera sustituir al día siguiente, imagínese que en un sólo día quine profesores se dieran de baja, no habría manera de dar clase en el colegio". "Deberían estar vacunados todos. Porque el contagio es muy rápido, tenemos contacto estrecho, los niños, con los padre y a su vez con los abuelos." Los vacunados contagian 12 veces menos el covid que los no vacunados.

Con ómicron dibujando una pared vertical, las bajas laborales se han triplicado: casi 10.000 al día en Andalucía, un cifra que pone en riesgo multitud de negocios y servicios básicos, especialmente el sanitario, que arrastra a su vez, meses de agotamiento. Cabrera cuanta que "las peticiones de bajas se están desbordando, incluso a nivel médico, casi todas las asistencias que se está haciendo a nivel telefónico, todos los seguimientos son para partes de baja o partes de alta".

Las bajas pueden gestionarse, al igual que las citas, a través de la aplicación Salud Responde y Clic Salud. Con un test positivo en antígenos es suficiente...¿pero como se controla que es del usuario?... en cualquier caso, la historia se repite.

Donde antes vacunaban ahora hacen PCR, como en las unidades móviles. En la cola, contagiados que se han desplazado desde lejos y a los que la prueba, en muchos casos, llega tarde, porque ya muchos han hecho al cuarentena. 

Otra capítulo de esta sexta ola ha sido el de los test de antígenos, escasos por la creciente demanda y a precios de hasta 10 y doce euros. Con los ambulatorios colapsados, cada ciudadano lo ha gestionado como ha podido. Las dudas nos han sobrepasado.

Lo hemos confiado casi todo a los test pero, como explica José Miguel Cisneros, jefe del servicio de Infecciosos del sevillano Hospital Virgen del Rocío, "Cuando se hace estando asintomático, con mucha más frecuencia se genera falsos negativos. Da esa falsa sensación de seguridad, tengo el antígeno negativo, voy a hacerme un test para ir a una cena o a una fiesta y como lo tengo negativo no contagio y esto es falso".

Desde este sábado, los test han bajado de precio hasta los 2.94 euros. La decisión la ha tomado el gobierno central pero, para muchos, llega tarde. Seguirán siendo las farmacias los únicos establecimientos que los dispensen. 

El antígeno no se requiere terminado el periodo de aislamiento aunque muchos expertos lo recomienden, máxime cuando las cuarentenas se han acortado de 9 a 7 días. Y los expertos aseguran que el curso de la infección de ómicron es más corto aún que el de delta de forma que, de esos siete días, podría pasarse a solo 5 como han hecho en Estados Unidos.

El pasaporte covid es otra de las nuevas realidades a las que nos hemos tenido que acostumbrar. Más de tres semanas ya en las que nos lo han solicitado con más o menos celo para acceder a bares y restaurantes. Ha sido el tema estrella de tertulia. "Es cierto que alguna vez tenemos ciertos problemas al pedir el pasaporte porque no todos reaccionan de la misma manera porque no todos están de acuerdo, no todos están vacunados, Es cierto que hay algunos locales y zonas de ocio, discotecas y tal que no te lo piden", cuentan algunos hosteleros.

Rafael Acevedo, presidente de la Asociación de Bares, Restaurantes y Cafeterías de Huelva cuenta que "hay clientes que no están vacunados y otros que se oponen a dar sus datos personales, no podemos estar como un controlador, un policía. Se está demostrando que el pasaporte covid no vale. No vemos bajar la sexta ola, vamos subiendo cada día más. Creo que no está dando resultado, el único resultado que está dando es que estemos perdiendo más clientela".

Además, en este partido mundial contra el virus, saltarse las reglas del juego no ayuda. Este viernes, el Ministro de Inmigración australiano decidió ordenar la deportación del tenista Novak Djokovic, cancelándole el visado, tras las irregularidades en su declaración de entrada al país. El serbio, número uno del tenis, accedió a su territorio para competir en el Open de Australia. Pero lo hizo sin vacunar y negando haber viajado en los 14 días anteriores. Unos viajes de los que sí dio cuenta en redes sociales. Esos días también concedió una entrevista sabiendo que era positivo en covid.

Estos días Rozamos la cresta de la ola, pero ¿hasta cuándo? Cisneros cree que "la situación en el país es muy heterogénea y hay unos territorios con mayor ocupación que otros. En Andalucía tenemos una ocupación menor pero como no sabemos hasta donde va a llegar el pico de esta nueva ola es muy importante esto y medir la ocupación hospitalaria y la de las UCI como los indicadores más valiosos en estos momentos para tomar medidas que eviten el colapso hospitalario. Un hospital con colapso, la mortalidad de los pacientes se multiplica".

En pasar a registrar solo los casos graves y muertes y dejar de contar los positivos está ahora el debate. Hacerlo supone considerar el covid como la gripe, una enfermedad endémica. Mientras ese momento llega, recomiendan dar pasos para adaptar la pandemia a nuestra realidad.

Mientras tanto, la ciencia sigue dando pasos. Entre botes de ensayo, Isabel Sola avanza en una de las tres vacunas en las que trabaja el CSIC. Se administra por la nariz . La ensayan ahora con animales. La vacuna española que podría comercializarse antes de verano es la de los laboratorios Hipra.

Antes que esta veremos la que Pfizer ha diseñado contra ómicron y, en las farmacias, sus primeros antivirales contra el covid. Nueva munición contra un virus que nos ha mostrado distintas caras y con el que, de momento, habrá que convivir.

 

TITULO: Tierra y Mar -  La cultura del olivo , .
  

Domingo - 23 , 30  - Enero , a las 14:00 horas por Canal Sur Televisión, foto,.

 La cultura del olivo,.

 Tierra y mar, Canal Sur Television

Una nueva entrega en la que se ocupa del paisaje del olivar, partiendo de la Axarquía, visitando 50 localidades andaluzas y otros muchos puntos de España, también vamos a Almería, donde se ubica una fábrica dedicada a elaborar cartón, y por último, mostramos cómo para proteger ciertos cultivos e infraestructuras rurales es indispensable la cetrería.

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