TITULO: Órbita Laika -Política en España: Nostalgia del futuro ,.
Lunes -18- Abril en La 2 / foto,.
Aunque la cosa viene de más atrás, desde la crisis de 2008 el porvenir de las democracias liberales, que durante décadas se había dibujado en un horizonte de esperanza social a largo plazo, se pobló de unos nubarrones que aún persisten y a menudo nos dan la impresión de un bloqueo histórico. Cuando la acción política no logra construir un futuro común para la ciudadanía, surge la tentación de cambiar el porvenir —campo de juego natural de las ofertas políticas— por el pasado como marco de la discusión pública. Por ello se produce un curioso quid pro quo: para no reconocer que la política se engolfa en el pasado porque no es capaz de alumbrar un futuro, se argumenta que sólo se conseguirá avanzar resolviendo las cuentas pendientes. La política, ebria de frustración por su impotencia para transformar el presente, intenta promover cambios retrospectivos para así alcanzar —moviendo una palanca, como en La máquina del tiempo, de H. G. Wells— un porvenir distinto.
En nuestro país, los síntomas de que la política lleva tiempo lastrada por este vicio retrospectivo son abundantes, desde la conversión de la colonización de América en cuestión de actualidad hasta la tenaz dedicación del nacionalismo a reescribir patrióticamente el pasado de su estirpe (el Institut Nova Història nos ha descubierto la catalanidad de Cervantes, Shakespeare y Erasmo, entre otros), pasando por el constante flashback de la Segunda República y la Guerra Civil, por las disputas en torno a la memoria “histórica” o “democrática”, por las portadas de prensa que en los últimos años ha tenido el dictador Francisco Franco o por el cuestionamiento de la Transición democrática y de la Ley de Amnistía, por mencionar sólo algunos casos.
Pero el más prominente de estos síntomas es la canonización del término “relato” en su acepción posmoderna, rabiosamente contraria a la investigación historiográfica. Esta última se dedica a establecer lo ocurrido a partir de hechos y datos, un trabajo que, como toda actividad científica, está constantemente sometido a revisiones críticas derivadas de la aparición de nuevos documentos o nuevas metodologías. En cambio, el “relato” alude a la intención moralizante de corregir el pasado para que quede diáfanamente claro quiénes fueron los buenos y los malos, algo que obviamente cae fuera de la tarea del historiador y de la del político. En textos muy conocidos, Max Weber escribió contra esa “ética” que, “en lugar de preocuparse de lo que corresponde al político, el futuro y la responsabilidad frente a él, se pierde en cuestiones sobre las culpas del pasado que, por insolubles, son políticamente estériles” y conduce a “la inevitable falsificación del problema en función del interés del vencedor en conseguir las mayores ganancias”. Y concluye Weber: “Si hay algo abyecto es esa utilización de la ‘ética’ como medio para tener razón”.
El resorte principal de esta actitud es la malhadada letanía de que “la historia la escriben los vencedores”, que, además de sugerir que toda investigación historiográfica es sesgada (negando la posibilidad del conocimiento científico del pasado), ignora que una historia escrita por los vencidos estaría igualmente sesgada, aunque en la dirección contraria, y que ni siquiera el pesimista más metafísico se atrevería a sostener que en las batallas de la historia siempre han ganado los malos y que todos los derrotados eran virtuosos y justos. De ahí un segundo quid pro quo, que consiste en deducir del lema de que la historia la escriben siempre los vencedores, la conclusión de que quien escriba su última versión será el auténtico vencedor, convirtiendo así el “relato” en una manera de ganar en la ficción lo que se perdió en la realidad. Por eso hay una auténtica competición por contar el relato final: no por amor a la verdad, sino a la victoria. Lo peor es, sin duda, cuando se intenta imponer la sustitución de la realidad por esa ficción, legitimando así la aparición de los famosos “hechos alternativos” que, pese a lo que hoy creen muchos, no son una invención reciente ni exclusiva de los asesores de Donald Trump.
Nada se opone, desde luego, a la clásica visión de la historia como maestra de la vida, en el sentido de que el conocimiento de las atrocidades del pasado ayude a prevenir su repetición. El reconocimiento debido a las víctimas de esas atrocidades y el castigo de sus culpables no es competencia del historiador (aunque no podría realizarse sin su trabajo de investigación y documentación) pero constituye, hasta donde es posible, una obligación pública de toda democracia de derecho. Sin embargo, lo que resulta funesto es convertir la acción política en un ajuste de cuentas con las injusticias del pasado, como podemos hoy comprobar viendo adónde están conduciendo a Vladímir Putin los intentos de restaurar el glorioso pasado de la Unión Soviética.
Y es que ese ajuste es humanamente irrealizable (su escala es claramente teológica: la máquina del tiempo es un artefacto de factura divina, como el juicio final) y, por lo tanto, quien promete desenredar las madejas de la historia y separar a los justos de los pecadores promete lo imposible y engaña a sus seguidores. Una de las secciones de la colección reordenada del Museo Reina Sofía de Madrid se ampara en esta pregunta: “¿Se puede rebobinar la historia?”. Es como preguntar si es posible evitar que haya pasado lo que efectivamente pasó, cuando está claro que lo propio —y a menudo lo trágico— de la historia humana es su carácter irreversible, mientras que su rebobinado, igual que la resurrección de los muertos, no es materia de la historia sino de la religión. Quienes formulan la pregunta no solo quieren mirar lo mismo con otros ojos: aspiran a construir un relato visual —no confundir con la Historiografía del Arte, que es un trabajo mucho más largo y tedioso sobre los hechos artísticos— que dé la razón a la ideología política que ya tenían antes de iniciar la reescritura de su propia historia, descargando su santa indignación contra los hechos que la cuestionan y sustituyendo la experiencia artística de los espectadores por la confirmación de sus prejuicios.
Este tipo de operaciones, más que llevar a cabo un acto de justicia, tienden a desatar lo que Nietzsche llamaba “la furia insensata del resentimiento” y, como ya nos enseñaron los trágicos griegos de la antigüedad, el ansia de venganza por las afrentas sufridas en el pasado es tan insaciable que no se puede acabar con ella compensando los crímenes anteriores con otros de signo contrario en el presente, pues a estos les seguirán inevitablemente otros posteriores para intentar cuadrar las cuentas. Únicamente el Derecho, impersonal por definición, deja de considerar las faltas como un enfrentamiento entre particulares que buscan resarcimiento y las juzga como un daño producido a toda la colectividad al infringir la ley, que a todos ampara por igual, y que es la verdadera víctima que debe ser restaurada y honrada. El futuro sólo se alumbra con la política de las luces, no con la de las sombras.
TITULO : Zona indie - Cine - El tiempo de los amantes ,.
Este lunes- 18 - Abril a las 23:30, en la ‘Zona indie’ de La 2 se emite la película, foto,.
TITULO: + Cotas - Herida una joven sevillana por la picadura de una víbora en la mano en Astorga,.
El Sabado -16- Abril a las 9:30 por La 1, foto,.
Herida una joven sevillana por la picadura de una víbora en la mano en Astorga,.
La herida, de 19 años, recibió asistencia sanitaria en el centro médico de salud de Astorga, hasta donde se trasladó el helicóptero medicalizado | Al no revertir gravedad, fue trasladada en ambulancia al Hospital de León,.
Una joven de 19 años, natural de Sevilla, ha resultado herida tras ser mordida por una víbora en una mano mientras realizaba una ruta por los montes próximos a Astorga.
El suceso, según han confirmado fuentes médicas, tuvo lugar en la tarde de este jueves cuando varias llamadas alertaron al Servicio de Emergencias de Castilla y León 112.
La joven llegó por sus propios medios hasta el centro de salud de Astorga, donde recibió una primera asistencia sanitaria.
El médico del centro de salud activó al helicóptero medicalizado del Sacyl que, tras aterrizar en la puerta, atendió a la paciente.
Al comprobar que no era grave, la joven fue trasladada en ambulancia de soporte vital básico al Hospital de León.
TITULO : Generaciones - La rabia ,.
foto / La rabia es el alimento de la obra más expresiva de Joan Mitchell, o al menos eso leemos en la mayoría de textos que la abordan. La propia autora sintió en 1964 que había llegado el momento de abandonar ese sentimiento. Necesitaba entrar “en otra cosa”, y se centró en una pintura más densa y oscura, llena de grumos negros. Me pregunto de dónde procedía aquella rabia. Joan Mitchell nació en Chicago, fue hija de un médico que pintaba muy bien y de una madre muy culta que editaba la revista Poetry, leo en Los misterios del rectángulo de Siri Hustvedt. Fue campeona de patinaje, vivió en Francia, en Vétheuil (en la misma casa donde había vivido y pintado Monet) y pudo dedicar toda su vida a la pintura. Pienso que tuvo una vida privilegiada, y que fue una mujer muy libre. Quién sabe, quizás la rabia tenía que ver con el simple hecho de ser mujer: gracias a Hustvedt también sé que despreciaba las obras de pequeño formato porque las consideraba femeninas.
Cojo un palo de madera y remuevo mi rabia. Me veo tumbada en una caja, como Ana María, el personaje en el que la escritora chilena María Luisa Bombal hizo nacer lo que conocemos como realismo mágico: Ana María es la protagonista de La amortajada, una breve novela que vincula muerte con revelación, porque es en su mortaja donde la protagonista comprende lo injusto que el mundo ha sido con ella solo por el hecho de haber nacido mujer. ¿Sintió rabia Bombal al escribir? ¿La abandonó más tarde? “Durante algunos años me hizo mucho daño hacer lo que hago y pensaba que no sería capaz de seguir, porque estaba muy enfadada, estaba muy enrabiada. Pero la rabia se quema, es un combustible que dura muy poco”, afirma la abogada penalista Carla Vall, cuyo objetivo es hacer visible aquello que sucede a ojos de todo el mundo y que con nuestra complicidad seguimos alimentando.
¿Sintió rabia, Mary Shelley, cuando la crítica dijo de su obra que no podía haberla escrito una mujer? ¿Y Sylvia Plath? ¿La sintió antes de suicidarse? Encontró la ansiada perfección con solo 31 años (ser mujer y ser poeta) en la muerte: “La mujer alcanza la perfección. / Su cuerpo / Muerto esboza la sonrisa del éxito…” ¿Y la chilena Teresa Wilms Montt? “Mi opinión sobre las mujeres es tristísima y muchas veces me avergüenzo de ser mujer… Sin ser malas lo aparentan, son débiles, orgullosas, profundamente estúpidas y vanas. ¡Son animales de costumbre!”, escribió.
En el taller tenemos una pared que llamamos la Pared de las despertadoras y en ella aparecen los retratos de muchas de estas mujeres. Le hemos robado el término a la escritora norteamericana Kate Bolick. Nunca observado la pared como la observo estos días, pensando en si también ellas sintieron rabia y si esta fue un combustible de poca duración. ¿Qué dibujaron o escribieron con ella? Alma Mahler era compositora, pero al casarse con Gustav Mahler tuvo que dejar de serlo. Algo parecido le sucedió a la escultora Camille Claudel. La fotógrafa Francesca Woodman, al igual que Plath, se suicidó a una edad temprana. Anne Sexton lo hizo con 46 años.
Llevo dos meses pintando una pieza de dos por dos metros. Es un retrato gigante de una de mis hijastras. En la primera sesión se la reconocía perfectamente: quise hacer un encaje muy académico, con una línea que anticipara las luces y las sombras de la pintura. A medida que avanzo, la pérdida de la que habla Celia Paul se hace más evidente. Se confunden, en mi proceso pictórico, elementos que tienen que ver con la búsqueda, con mi rabia, y con los lugares a los que esta me ha solido abocar cuando se ha manifestado con mayor fuerza. Mi rabia me borra. Me deja muda. Fundo la pintura en la superficie del lienzo y, con ese gesto, fundo también el gesto de mi pincelada, todo lo que soy. Mi rabia no es como la de Mitchell y tengo que hacer grandes esfuerzos para que no me lleve con ella. Cogeré la barra de óleo y recuperaré la forma. Mis grumos serán claros. La línea, densa y blanca.
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