TITULO: DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -JUEVES - VIERNES - A Ucrania le espera el exterminio si vence Rusia,.
DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -JUEVES - VIERNES - A Ucrania le espera el exterminio si vence Rusia ,. , fotos.
A Ucrania le espera el exterminio si vence Rusia,.
El objetivo del Kremlin es aniquilar a los ucranios, a los que la propaganda rusa equipara con los nazis
Sobre el telón de fondo de una rigurosa censura en Rusia, la difusión de posiciones tan extremas en una agencia oficial indica que los responsables de su publicación como mínimo no vieron nada censurable en ellas. El texto es elocuente: por desnazificación entiende “el conjunto de actividades en relación con la masa de la población nazificada, que técnicamente no puede ser sometida a castigo directo como criminales de guerra”.( Cena,.)
“Los nazis que han tomado las armas deben ser aniquilados al máximo en el campo de batalla. No hay que diferenciar sustancialmente entre las Fuerzas Armadas de Ucrania, los llamados batallones nacionales, y los que se han unido a estos dos tipos de formaciones militares de defensa territorial”, señala Sergueitsev, partidario de la “depuración total”. “Todas las organizaciones relacionadas con la práctica del nazismo deben ser liquidadas y prohibidas”. “Además de la cúpula, es culpable una importante parte de las masas, que son nazis pasivos o cómplices del nazismo. Apoyaron y se entregaron al poder nazi”, sentencia.
El “castigo justo” de esta parte de la población es “soportar las inevitables cargas de una guerra justa contra el sistema nazi”. La “reeducación” de las masas se hará mediante la “represión ideológica” y una “severa censura” política, cultural y educativa.
Solo “los vencedores” (es decir, Rusia para el autor) pueden realizar esta desnazificación mediante una política que “no puede ser liberal” ni aplicar un “plan Marshall”.
La desnazificación se realizará “como mínimo durante una generación”. “El nazismo ucranio [en tanto que desarrollo del ‘nazismo europeo’ y el ‘racismo americano’] conlleva […] una amenaza mayor para el mundo y para Rusia que el nazismo alemán en versión hitleriana”.
“Ucrania no es posible como Estado nacional”. “Lo ucranio es una construcción antirrusa artificial que no tiene ni su propio contenido civilizador y que es un elemento subordinado a una civilización ajena y extranjera. La desnazificación de Ucrania es su “total deseuropeización”.
Tras la ”desnazificación militar” inicial, vendría “desnazificación del tiempo de paz”. En él, Moscú determinaría las fronteras y el ámbito de aplicación del derecho y la jurisdicción rusa en el “territorio liberado”, crearía un “tribunal para los crímenes contra la humanidad en la exUcrania” y se convertiría en el “guardián del proceso de Núremberg”. Fuera del diseño quedaría la “provincia católica” (las seis regiones del este de Ucrania) donde se renuncia a la “desnazificación mental” y la unión al resto del “territorio prorruso”, pero no a la neutralidad y desmilitarización, para lo cual se necesitaría “presencia militar rusa”. Desde la línea de separación de la “provincia católica” y la frontera rusa habría un territorio “potencialmente integrable a la civilización rusa, antifascista por su propia naturaleza interna”.
Inicialmente, la narrativa justificativa para la invasión de Ucrania, aparte de la ampliación de la OTAN, subrayaba también liberar a una mayoría de la población local de la supuesta tiranía de unos dirigentes usurpadores del poder. De ahí que Putin invitara a los soldados ucranios a pasarse a las filas rusas. “No vamos a imponer nada a la fuerza”, “no queremos perjudicar los intereses de Ucrania y el pueblo ucranio”, dijo el líder del Kremlin la madrugada del 24 de febrero al comenzar la invasión.
Por su parte, en un comentario en las redes sociales, Dmitri Medvedev, vicejefe del Consejo de Seguridad, además de expresidente y ex primer ministro, niega el fenómeno de lo ucranio, que define como ”bulo” defendido por fanáticos y afirma que “Ucrania sufrirá su propio destino”, tras experimentar la “transformación mental en el Tercer Reich”. La “desmilitarización y desnazificación de Ucrania son tareas difíciles que no se ejecutan en un momento. Y [estas tareas] se realizarán no solo en el campo de batalla. Cambiar la conciencia sangrienta y llena de falsos mitos de una parte de los ucranios de hoy es el objetivo más importante […] por la tranquilidad de las futuras generaciones de ucranios y la oportunidad de construir por fin una Eurasia abierta, desde Lisboa hasta Vladivostok”. Hay que precisar que el lema de “Lisboa hasta Vladivostok” hacía referencia a una Europa unida cuando surgió en los años ochenta del siglo pasado.
Por último, Evgueni Primakov Junior, director de Rossotrudnichestvo (entidad federal para la cooperación con el espacio postsoviético y rusos en el extranjero), ha propuesto “anunciar una recompensa por las cabezas de los organizadores ucranios de la carnicería en Bucha”, los ejecutores y los que los idearon, (…) y “comenzar una cacería contra ellos”. La recompensa debe ser generosa para que “los cómplices de estos criminales de guerra se sientan tentados a entregar a estos canallas”, sentenció.
En una guerra, las comunidades enfrentadas pueden tener ambas responsabilidad por brutalidades delictivas. En esta, los representantes de Ucrania han dicho que investigarán casos que afectan a prisioneros rusos, como los disparos en las piernas y ejecuciones sumarias. Mientras Kiev muestra por lo menos disposición a reconocer delitos, Rusia tiene una doble actitud. Por una parte, negar con vehemencia la misma posibilidad de culpa por episodios que apuntan en su dirección (invirtiendo las acusaciones hacia los ucranios) y, por la otra, justificar los episodios de barbarie en nombre de la doctrina de erradicación de lo ucranio, en la que estas atrocidades encuentran su justificación teórica.
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Claves psicológicas para aprender a vivir sin mascarillas,.
Costó acostumbrarse a las mascarillas y costará volver a acostumbrarse a no llevarlas. En el proceso de readaptación ayudará entender algunas claves psicológicas,.
Tras dos años sonriendo con los ojos, saludándonos con el codo y guardando la distancia social, en el momento en que caigan las mascarillas, anunciado este miércoles para el 20 de abril, podemos sentirnos inseguros o incluso en peligro. Por un espacio de tiempo prolongado, el miedo a contagiarse ha estado muy presente en la sociedad. Si aceptamos que un hábito puede implantarse a partir de tres semanas de aplicación diaria, como afirman algunos autores, lo que llevamos vivido desde marzo de 2020 va a complicar en muchos casos el retorno a la normalidad sin mascarillas. Algunos pueden sentir que ponen su salud en riesgo si alguien les habla a corta distancia sin cubrebocas, y pueden sentirse aún más incómodos si reciben dos besos, un abrazo o incluso un simple apretón de manos.
En palabras de la psicóloga y divulgadora Monia Presta, “durante la pandemia, las personas se han acostumbrado a vivir en un estado permanente de distrés”. Esta clase de estrés negativo hace que tengamos siempre activado el sistema de alarma. Tras un periodo tan largo como el que hemos vivido, esa alarma seguirá activada aunque la normativa o el riesgo real hayan cambiado.
“Cuando un ser humano cree estar en peligro, su paleocórtex activa una estrategia de ataque o huida”, afirma la psicóloga italiana. Y añade: “La duración de la crisis sanitaria ha instaurado en nosotros esa alarma. Como el ser humano es en esencia adaptativo, muchas personas tendrán problemas para volver a la vieja normalidad. Del mismo modo que nos ha costado adaptarnos a todas estas restricciones, la readaptación también llevará un tiempo”.
Veamos cuatro medidas que pueden ayudar en ese proceso:
1. Hacer cambios paulatinos
Dos años con el mecanismo de alerta encendido obligarán a una fase de transición para volver a sentirnos cómodos en la vieja normalidad. Nos hemos acostumbrado a la mascarilla, a la falta de contacto y a la distancia social de metro y medio. Para muchas personas no es posible pasar de 0 a 100 sin sufrir cierta aprensión. El secreto es readaptarnos poco a poco, como en una terapia de exposición progresiva a aquello que nos asusta.
2. Ser espontáneos
Tan estresante resulta mantener la alarma encendida cuando ya no hay motivo para ello, como forzarse a volver a la conducta previa a la covid sin haber aterrizado psicológicamente en la normalidad. Cada perfil de personalidad necesitará un ritmo distinto. El fóbico tendrá más problema en sacarse la mascarilla, especialmente en los lugares cerrados, y puede dar un paso atrás de forma instintiva cuando vayan a besarle o abrazarle. Los gestos y hábitos externos, al final, son una expresión de cómo estamos por dentro. Quien más se haya nutrido de noticias alarmantes, más habrá alimentado el miedo y precisará de un periodo de detox más largo.
3. Vigilar el estrés postraumático
Los terapeutas y psiquiatras cada vez observan en consulta más síntomas de estrés postraumático. Los dos años de pandemia, con o sin pérdidas en el entorno más cercano, pasan factura en forma de insomnio, ansiedad generalizada o hipocondría. El miedo a afrontar el estímulo puede derivar en conductas de evitación e incluso de autoconfinamiento. Este problema se ceba, sobre todo, en personalidades fóbicas y en la población de edad avanzada, que al haber sido colectivo de riesgo tendrán más dificultades a la hora de pasar página.
4. Reaprender los placeres de la vida
Para viajar del miedo al amor es necesario dejar de pensar en amenazas y empezar a hacerlo en clave de beneficios. Reconozcamos la belleza de una sonrisa que por fin podemos ver en los labios. O el sentimiento de confort que nos embarga cuando recibimos un abrazo bien dado. Dependiendo de las aficiones y del carácter más o menos social de cada persona, habrá placeres concretos que nos alegraremos de devolver a nuestra lista: vibrar con los espectadores de un concierto, cantar un gol en un estadio lleno, volver a los almuerzos o cenas de amigos que son una celebración de la vida.
Más allá de la pandemia y de los conflictos bélicos, de las amenazas pasadas, presentes y futuras, no podemos vivir atenazados por el miedo, ya que eso nos impedirá disfrutar del regalo de la existencia. Como decía el novelista Robert Louis Stevenson, “no hay deber que descuidemos tanto como el de ser felices”.
Un hábito con historia
— Décadas antes de la irrupción de la covid-19, los viajeros a Japón se sorprendían de que parte de los pasajeros del metro o los trenes iban con mascarilla. Muchos lo hacían para evitar contagiar a los demás, por ejemplo si estaban resfriados, pero bajo esta práctica está también la fijación japonesa por la limpieza, la evitación del riesgo y el deseo de filtrar la polución ambiental.
— Este hábito, que se volvió estricto durante la pandemia, podría explicar la reducida tasa de contagios en el país, la más baja entre las siete grandes economías del mundo.
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