- Albert Pla ha roto un plato y ha retumbado en toda España. Pero, en realidad, el artista catalán lleva rompiendo vajillas toda la vida. Al que le ...Albert Pla ha roto un plato y ha retumbado en toda España. Pero, en realidad, el artista catalán lleva rompiendo vajillas toda la vida. Al que le horrorizó su última salida de tono, esa declaración teóricamente catalanista en la que afirmaba que siempre le ha dado «asco ser español» -en él nunca se sabe si va o si viene, si sube o si baja-, es que no ha ojeado ni una sola de las letras de sus canciones. Allí, en esas composiciones, sí hay bombones espinosos, caramelos de papel de lija. En su repertorio dispara, y no en sentido figurado, contra la policía -«lo que me gustaría es quitarle las armas, ¡y matarles!»-, el Congreso -«político que se mueve, pim, pam, pum»- o los jueces -«me los cargaría no a tiros, ¡a hostias!». Su metralla tiene un ángulo inabarcable: los bancos, el clero, la monarquía... Aunque sus incondicionales advierten del error de tomarle en serio.¿Y quién es el autor de estas excentricidades? Albert Pla (Sabadell, 1966), un artista al que es imposible calzarle una etiqueta. Podría ser un rumbero punky, un trovador moderno, un bufón tímido, un cantante al que le gustaría ser actor, un catalán que a menudo canta en castellano o un español (con perdón) renegado. Pla se reafirmó ayer en una radio catalana, RAC 1. «Si llego a saber que se armaría este pollo, no lo digo ni loco, pero claro que me da asco ser español. Y más esta mañana».Su salida irreverente le ha costado que el Ayuntamiento de Gijón cancele su concierto en el teatro Jovellanos, aunque mañana sí ofrecerá su espectáculo al público de Cáceres en el Gran Teatro. Allí estará sin exteriorizar si le ha molestado o no lo de Gijón. «Me importa un bledo lo que hagan».En realidad, la posibilidad de suspender también el concierto de Cáceres fue valorada por el Consorcio que regenta el teatro cacereño, según reconoció la propia alcaldesa, Elena Nevado, del PP, como todas las instituciones que constituyen ese organismo. Finalmente, se decidió seguir con la actuación ya que el contrato recoge una indemnización de «6.000 o 7.000 euros» si el concierto se suspende, por lo que el cantautor «iba a salir ganando» si se tomaba esta decisión, dijo Nevado. Pla recibirá el dinero que recaude con la venta de entradas, que hasta ayer eran «unas 200», según señaló la propia alcaldesa.Pla, de 47 años, no siempre habla tan claro y sus entrevistas son todo un desafío para los periodistas, que se enfrentan a respuestas absurdas, monosílabos y hasta silencios eternos que solo acaban con la siguiente pregunta. También es indudable que es un tipo diferente, sin molde, que cuenta con un buen paquete de seguidores que admiran sus genialidades, que también las tiene, su estilo único y sus letras ocurrentes.El autor de la última gran polémica es un padre de dos hijos que vive en el monte aislado del mundo. Lleva 25 años en la música, desde que, en octubre de 1988, ganara el premio al mejor intérprete y mejor canción de la Muestra de Canción de Autor de Jaén. Aquello le llevó a grabar su primer disco, 'Ho sento molt' (Lo siento mucho). En 1992, después de dos álbumes en catalán, publicó su primer trabajo en castellano, 'No solo de rumba vive el hombre', un punto de inflexión que dejó desconcertados a los que veían en él un heredero de la 'cançó', de los cantautores catalanes. Fue la primera etiqueta que le resbaló.Capaz de ser tan tierno como histriónico, de hacer un disco de nanas y de componer una canción sobre una novia terrorista, Pla tampoco se deja encasillar del todo dentro del movimiento independentista. «En Cataluña, cuando dejas de cantar en catalán, simplemente dejas de cantar», dijo en su día. Más recientemente, después de la Vía Catalana, explicó que no participó en esta manifestación secesionista porque estaba «en un bolo en castellano en una fiesta charnega».Pero Pla también fue un niño inocente que pasaba los fines de semana con la 'Escolta', la versión catalana de los boy scouts, y que se le daba bien la natación: ganó una medalla en una carrera de 100 metros mariposa. Pero aquel 'nen' creció y comenzó a ser un asiduo de los conciertos de La Polla Records y Kortatu. Y, claro, la inocencia se esfumó.Este fanático del queso que se escaqueó de la mili insiste en que todo lo hace por diversión. Le gusta componer y le gusta interpretar, incluidos el cine ('Airbag', 'A los que aman', 'Honor de caballería') y el teatro. Sus canciones irreverentes, asegura, no son preconcebidas. « A mí me sale natural. No busco provocar». Aunque ni se sabe qué busca. «No sé por qué hago las cosas. Las hago porque no tengo otra cosa que hacer...».TÍTULO; LA VIDA EN ROSA, EL CANCER DE MAMA,.
La vida en rosa
Es el color de la lucha contra el cáncer de mama, que mañana celebra su Día Mundial. Amalia, Eugenio, Flavia y Marisa han vencido un combate al que cada año se suman 22.000 españolesFue una frase de su hermana lo que convenció a Amalia Luque de que debía dejar de llorar. «Yo andaba muy enfadada y ella me dijo que no estaba hablando yo, que estaba hablando mi tumor. Tenía que cambiar». No era fácil, porque siete años antes su madre había muerto de cáncer de mama. Revisiones y mamografías la mantenían tranquila, creyendo que si había algo lo encontrarían. «Ni siquiera me autoexploraba, hasta que tuve un dolor muy fuerte en un pecho y me toqué». Amalia, 33 años, profesora de Primaria en Madrid, es una de las cuatro personas que han accedido a compartir su historia de superación dentro de una iniciativa de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), que las reunió para hablar de sus diferentes formas de afrontar una enfermedad que cada año ‘sorprende’ a 22.000 españolas (1 de cada 8 mujeres lo padecerá a lo largo de su vida; es el 28,5% de los tumores femeninos). Pero también a más de un hombre.«Después de tanto llorar, me planteé un objetivo, vengarme del bicho que se había llevado a mi madre», recuerda Amalia. No había hecho otra cosa desde que entró en la consulta para escuchar los resultados de la biopsia. «Ese día fue horrible. El médico me dibujó una escalera y un monigote. Me dijo ‘Tú eres el monigote. Vas a ir peldaño a peldaño hasta llegar arriba, porque el cáncer de mama se cura’». Pero por mucho que repitiera que el cáncer de mama se cura –de hecho es así en el 83% de los casos a los cinco años–, el recuerdo de su madre estaba ahí. Seguía pensando que eso no podía estar pasándole a ella. Pero sí. Por delante tenía dos operaciones, 14 ciclos de quimioterapia semanal, cuatro cada 21 días, un mes de radioterapia y el lustro de tratamiento hormonal.«Un día me di cuenta de que llevaba sin llorar desde la tarde anterior. Yo soy alegre, divertida, así que, ¿qué estaba haciendo? Decidí que el cáncer podía tocarme en lo físico, pero no iba a dejar que me tocara por dentro. Hice mis tratamientos, intenté estar distraída y cuidarme, ayuda el sentirte bonita. Es muy importante estar optimista y rodearte de otras mujeres en tu misma situación. Yaunque aún tengo por delante cinco años, puedo decir que hoy por hoy he ganado». Lo peor fue entender lo que había sufrido su madre sin contárselo a nadie, porque la «sobreexigencia», como explica la psicooncóloga Patrizia Bressanello, es una reacción habitual en las enfermas, que intentan seguir ocupándose de su familia aparentando estar bien. «Hay que intentar estar arriba, sí, pero no es malo sentir miedo», advierte la experta.Habla Amalia: «Cuando iba a las pruebas pensaba en que mi madre había pasado por lo mismo y que yo no me había dado cuenta de ello. Por mucho que lo intentes es difícil estar a la altura del enfermo». El del acompañante es otro drama; la mayor parte de las consultas recibidas en Infocáncer (900 100 036, www.aecc.es), un servicio telefónico y online donde atiende Patrizia Bressanello, son de familiares que no saben qué hacer. La psicooncóloga da pistas: «Acaban en eso de ‘no pasa nada, todo va bien’, pero no funciona. Hay que conocer la situación, preguntar al enfermo qué le ayuda y qué no. No imponer una ayuda que no es demandada y huir de las comparaciones como ‘pues a la vecina del quinto...’ Y cuidarse ellos mismos, porque es un proceso complejo para los cuidadores».Frases equivocadasMarisa Gómez, 39 años y química de laboratorio, habla precisamente de eso, de las frases que preferiría no haber oído después de que con 28 le dieran la mala noticia:«Aprendí a pedir a la gente que no dijera que no pasaba nada. Sí pasaba, estaba muy preocupada. Les decía que con su presencia era suficiente». Su pareja la ayudó mucho, «tanto que nuestro amor salió fortalecido». Tras los cinco años de espera obligada tuvieron dos niños. Pero otra vez tuvo que oír frases... «La gente me decía que no podría darles de mamar. Pero lo hice, con los dos, durante seis meses, con un pecho fue suficiente». Poder contar esto hoy la hace feliz.Rosa es el color del lazo de la lucha contra el cáncer de mama y de las gafas que la AECC vende por 6 euros para recaudar fondos bajo el lema ‘No pierdas de vista al cáncer de mama’, sobre la necesidad de la autoexploración y las revisiones periódicas. Un color que suele atribuirse a las chicas, por eso quizá Eugenio Gábana, a punto de cumplir 80 años, nunca había oído que a los hombres pudiera pasarles algo así. Él entra en ese 1% de varones que padecen una enfermedad ligada de forma férrea a la condición femenina. Un día de 2004 localizó en su pecho una «lenteja» que los médicos atribuyeron a un lunar. Después la lenteja se hizo «avellana». Hasta que un día, trabajando descamisado en la huerta, oyó a su mujer exclamar: «¿Pero qué tienes ahí?». «Sobresalía como medio huevo cocido. Una doctora me exploró en urgencias y ya no me dejó salir. Nunca pensé que podría ser cáncer de mama, porque no se habla de eso, los hombres estamos un poco discriminados». Con el tumor le quitaron tres costillas, 19 días de hospital. Después 26 sesiones de radioterapia. De eso hace nueve años. Y hoy lo cuenta alegre, intentando quitarle hierro a una enfermedad que la sociedad ve como la más temible de todas, tres veces más que las dolencias cardiovasculares, a pesar de que éstas tienen una mortalidad mayor: «Que esto se cura, se pasa un poco mal con el tratamiento, pero hay que tomárselo como un dolor de riñones».El caso de Flavia Milans del Bosch, 60 años, es diferente. En realidad no ha tenido cáncer, pero ha sido gracias a su decisión de practicarse una histerectomía (quitar útero) y una mastectomía doble como medida de prevención, algo que suena mucho ahora gracias a Angelina Jolie, que tomaba hace unos meses el mismo camino. Las causas genéticas pueden provocar entre el 5 y el 10% de los casos. Con Flavia estaba claro;abuelas, tías, primas... todas con cáncer de mama, un mal que incluso se llevó a su hermana. «Me hicieron un estudio genético y tenía un noventa y tantos por ciento de padecerlo. Con 50 años me hice la histerectomía, que es menos agresiva. Seguí con controles cada tres meses hasta que siete años después el médico me dijo que había llegado al momento crítico. ‘¿Tú qué harías?’, le pregunté y su respuesta me decidió: ‘Si yo fuera mi mujer, me operaría ya’. Es una operación bestia, te abren de lado a lado por el medio de los pechos. Y en esa misma intervención te los reconstruyen. A ninguna mujer le gusta que le quiten sus pechos, pero te acaba dando igual la cuestión estética». Al día siguiente, el médico le fue a dar «la enhorabuena doble, porque en el tejido extirpado habían encontrado células precancerígenas», recuerda contenta tres años después.La línea genética de Flavia no acaba con ella. Tiene tres hijos, dos de ellos chicas. «Menuda papeleta. El mejor momento para hacer una buena medición con el test es unos diez años antes de la edad de la persona que dio el aviso, quiere decir que si mi hermana se lo descubrió con 44, ellas deben hacérselo con 34. A mi hija mayor le toca pronto. Ahora está volcada en tener un niño ya, por si acaso. Lo bueno es que estamos avisadas y podemos poner los medios. En el fondo, nosotras tenemos suerte».
viernes, 18 de octubre de 2013
Albert, el irreverente,./ LA VIDA EN ROSA, EL CANCER DE MAMA,.
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