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'Rusia, tribunales a la carta' es el reportaje que estrena
este domingo 'Documentos TV', en que muestra cómo empresarios y
directivos se han convertido en grupos de riesgo para el arbitrario
sistema judicial, según denuncian disidentes y activistas. La pujante
clase media rusa opone resistencia a su Gobierno y las instituciones.
Los colectivos anti Putin están convencidos de que los empresarios que
no admitieron corruptelas fueron víctimas de juicios falsos.
El documental cuenta con sorprendentes testimonios de este grupo de
riesgo que conforman los empresarios de la Rusia actual y la lucha de
sus esposas por ganar la batalla a las prisiones de Putin.
Occidente tomó conciencia de la creciente oposición de la Rusia
postsoviética hacia su gobierno y sus instituciones a través de la
acción protesta que llevó a las Pusy Riots de la catedral de Moscú a la
cárcel.
La pujante y consumista clase media rusa, nacida del
boom económico de la última década, está llenando las cárceles. Ciento
veinte mil hombres de negocios y altos ejecutivos cumplen condena en la
actualidad. Uno de cada seis ha sido acusado de delito económico y los
colectivos que los defienden aseguran que el treinta por ciento de esos
prisioneros son inocentes.
“Son víctimas de
juicios falsos, encargados por sus rivales empresariales o por las
mismísimas autoridades”, asegura en 'Rusia, tribunales a la carta' Zoya
Svetova, periodista y miembro de 'Visitas a las cárceles', una de tantas
organizaciones convencidas de que todos aquellos empresarios que no
admitieron corruptelas son las nuevas víctimas del arbitrario sistema
judicial, que los condena por lo que ellos denominan crímenes
económicos.
TÍTULO: PRIMER PLANO, VUELVE EL VENTE ALEMANIA PEPE,.
Generación 1960-Generación 2015: Vuelve el "Vente a Alemania, Pepe",. fotos,.
Generación 1960-Generación 2015: Vuelve el "Vente a Alemania, Pepe"
Cada día se van más. Unos 50.000 al
año. El número de españoles que enfila hacia Alemania recuerda las
cifras de los años sesenta y setenta. Entonces, una comedia, 'Vente a
Alemania, Pepe', retrató aquella inmigración. Ahora, otra, 'Perdiendo el
norte', actualiza el fenómeno. Reunimos a estas dos generaciones en
Múnich.
Tres años después, recién estrenada Perdiendo el norte, retrato de un grupo de jóvenes ultraformados buscándose la vida en Berlín, la marea hacia Alemania sigue creciendo. Al año son ya más de 50.000 los españoles entre quienes no parece haber calado el optimismo que transmiten agentes económicos y políticos en nuestro país. La cifra, de hecho, remite a la gran inmigración que llevó hacia tierras teutonas a más de 700.000 españoles entre 1960 y 1973 -retratada por Pedro Lazaga en Vente a Alemania, Pepe-, cuando el régimen de Franco encontró en tierras germanas una válvula de escape para canalizar parte del masivo flujo de trabajadores del campo que, sin cualificación alguna, emigraban hacia los centros industriales. Hoy, sin embargo, el panorama ha cambiado de forma radical.
Ya en 1960 se marcharon más de 30.000 personas y el flujo alcanzó su pico en 1965, rondando los 80.000 inmigrantes enfilando hacia la República Federal Alemana. Entonces, el Gobierno puso freno a la marcha de mano de obra cualificada, indispensable para el desarrollo de la incipiente industria española, pero hoy, entre quienes buscan el sueño germano, dos tercios poseen estudios superiores y mejor formación incluso que la media alemana. Una sangría de talento que, advierten ya los expertos, afectará al futuro de la economía española.«Yo fui a la escuela pública y después a la universidad pública comenta Asier Echebarrena, un ingeniero bilbaíno que trabaja para un gigante del automóvil en Múnich desde 2012. Mi educación la han pagado los españoles, lo sé, pero es que las condiciones que me ofrecen aquí nadie te las da en España. Para Alemania, desde luego, es un chollo. Venimos ya formados, pagamos impuestos aquí y ayudamos a sus empresas».
Multinacionales como BMW, Audi, Siemens o Airbus son un destino seguro para miles de ingenieros, informáticos, técnicos e incluso economistas españoles que o bien no encuentran trabajo en España o son atraídos por condiciones laborales que difícilmente encuentran en nuestro país. Los gigantes industriales alemanes, que ven imprescindible que sus empleados tengan una alta cualificación y un buen nivel de idiomas, no son la única tentación para quienes dejan España. A Baviera, la región con menos desempleo de toda Europa apenas un 2,6 por ciento, llegan españoles de toda condición que encuentran trabajo en poco tiempo en cualquiera de los sectores de la economía.
Cierto es que muchos de ellos regresan. O no se adaptan al clima y las costumbres germanas o no encuentran trabajo, sobre todo si no hablan inglés ni alemán, pero el flujo hacia Alemania parece imparable si se tiene en cuenta que en el país centroeuropeo ya se jubila más gente de la que empieza a trabajar. Un diferencial que, en 2020, podría alcanzar al 60 por ciento. Berlín estima, de hecho, que en 2025 harán falta 5,4 millones de trabajadores cualificados más de los que el país tiene ahora. Una tarea a la que las autoridades teutonas vienen aplicándose desde hace unos años, hasta el punto de haber convertido al país en el segundo mayor destino de inmigrantes, por detrás de Estados Unidos, cuando hace cinco años ocupaba el octavo lugar, por detrás incluso de España o Italia.
Quizá por eso la actitud de los alemanes respecto a los emigrantes españoles ha cambiado mucho desde los años sesenta. Ángel Alanis, que emigró en 1972, recuerda el humillante examen médico al que eran sometidos al llegar, «como si nos fuesen a llevar al matadero». María José González aterrizó en Múnich en 1965. «Mi padre murió al año de un infarto, cuenta, y nos quisieron echar de la casa. A mi madre le hicieron la vida imposible. Una vez que tenía que sacar punta a unos cables, le empezaron a sangrar los dedos. Le rogó a su jefa que le diera otro trabajo y esta la replicó: 'Cuando ya no tenga uñas, continúe con los dientes'». Juan Arjona, un ingeniero catalán de 31 años, cuenta otra historia: «Ahora, los españoles somos bienvenidos. Nos ven como personas honradas y trabajadoras, un legado que debemos agradecer a la generación que vino en los sesenta. Ahora, nos toca a nosotros mantener ese listón muy alto».
Carlos Echevarría. 64 años. Burgos. Llegó en 1970.
"Nunca necesité el alemán para trabajar. Éramos todos españoles"
España quería que se fuera la gente del campo, no los que teníamos formación. Yo soy maestro industrial, pero estaba harto de los dominicos. Vinieron de una empresa alemana a buscar personal y me apunté. Me vine por dos años, pero conocí aquí a mi mujer. Volví a España solo para hacer la mili. Vinimos un grupo grande y la empresa, donde estuve 25 años, compró un edificio de apartamentos para nosotros. Fuimos la envidia de todo Múnich. Yo no tenía ni idea de alemán y nunca lo necesité para trabajar. Lo he aprendido, claro, pero hasta hace dos años todo mi entorno laboral era español».
Asier Echebarrena. 31 años. Bilbao. Llegó en 2012. Mercedes Sanchéz. 34 años. Baza (Granada). Llegó en 2013. Se conocieron en Múnich.
"Aquí cobro un 30 por ciento más trabajando un 30 por ciento menos"
Soy ingeniero industrial y, en mi sector, Alemania es una potencia. Empecé a estudiar alemán en 2004 e hice el Erasmus en Alemania. A la vuelta conseguí empleo en una compañía que trabaja para empresas alemanas. Y conocí al que hoy es mi jefe, que me llamó dos años más tarde. Yo entonces estaba en Seat, en Barcelona. Estaba bien, pero aquí gano un 30 por ciento más, trabajo un 30 por ciento menos, tengo horario flexible y 30 días laborales de vacaciones. No vine por la crisis, pero no creo que vuelva a España. Allí, nadie me ofrece estas condiciones. Hace frío, sí, pero soy de Bilbao... Además, aquí conocí a mi pareja, Mercedes. Trabajaba como camarera. Ahora, ella trabaja en lo suyo: como arquitecta».
LOS QUE LLEGARON EN LOS 60...
Héctor Rodríguez. 73 años. Tenerife. Llegó en 1963.
"Yo vine sin nada. El tren paró en Múnich y me quedé"
Yo me vine sin nada. Soy mecánico naval. Empecé en barcos de una naviera sueca, pero el mar no era para mí. Subí a un tren para ir a trabajar a Estocolmo en una fábrica de motores. Pero paré en Múnich y me quedé. Como había venido por mi cuenta, me denegaron el permiso de trabajo. Tuve que volver a España y hacer el papeleo. Yo quería irme lejos de casa porque mi padre era militar y teníamos unas discusiones tremendas. Al no hablar alemán, empecé muy abajo, pero me pagaban más que en España. Eso sí, trabajaba una barbaridad. Con los años fui jefe de 350 personas».
María José González. 65 años. Zamora. Llegó en 1965.
"Había españoles en toda la industria. Éramos mano de obra barata"
Nosotros hemos ayudado a Alemania con nuestro esfuerzo. Había españoles en todos los sectores de la industria. Éramos mano de obra barata y trabajábamos a destajo. Yo ganaba 3,50 marcos la hora. Por lo mismo, un alemán se embolsaba 7,50. Cuando vine, tenía 15 años. Mi padre consiguió un contrato en la Siemens y, después de muchos trámites, pudimos venir mi madre, mi hermano y yo. Hicimos de todo. En la fábrica y, al salir, a limpiar oficinas. Pero salimos adelante. Y me casé con un alemán».
Ángel Alanis. 62 años. Sevilla. Llegó en 1972.
"Al principio pasé hambre, pero luego he hecho mucho dinero"
Cuando llegamos, mi mujer y yo nos acabábamos de casar y dejamos a nuestra hija recién nacida con mi suegra en Sevilla. Yo, con 19 años, ya era oficial ebanista y carpintero, pero, sin hablar alemán, tuve que empezar de pinche de cocina en un hotel. Al principio pasé hambre. Pero, en cuanto pude, me fui a trabajar a un comedor de Siemens. Me compré unas casetes de alemán e iba en el tranvía dale que te pego, hasta que me sentí seguro con el idioma y empecé a trabajar en la construcción. He hecho mucho dinero».
... Y LOS DEL SIGLO XXI
Cristina Gutiérrez. 29 años. Fuenlabrada (Madrid). Llegó en 2013
"Venir a Alemania ha sido mi mejor decisión"
Yo tenía un trabajo fijo en Madrid, de encargada en una cadena de restaurantes. Llegó la crisis y en 2009 me despidieron. A partir de ahí sólo encontraba para 3, 6 o 9 meses. Incluso en un camping en Cantabria. Entonces, en verano de 2012, vi un reportaje en la tele, que en Alemania se necesitaba gente, y me puse a ahorrar y a estudiar con unos cds y por internet. Llegué el verano de 2013 con alemán e inglés muy básicos y mil euros. Pagué 300 de habitación y 300 de fianza y me puse a buscar. Diez días después entré de pinche de cocina en un restaurante, subí a subchef, luego chef y en febrero me ascendieron a directora de cocina. De pinche ganaba, incluyendo propinas, unos 1600 euros. En España imposible. Y ahora unos 3000 con propinas. Al principio mi familia no quería que viniera. Este verano vino mi madre a visitarme y me dijo: «No te vuelvas a España, hija mía». Cuando ahorre bien, igual vuelvo y me compro un piso. Hasta dentro de cinco años o más, no creo que España salga a flote. No sé si aguantaré tanto, pero venir aquí ha sido lo mejor que podía haber hecho.
Diego Díaz. 25 años. Fuengirola (Málaga). Llegó hace cinco meses.
"Trabajo de 'au pair' mientras aprendo alemán. Me queda mucho"
Estudié Comunicación Audiovisual. Como no encontraba nada, me metí en Málaga a trabajar en la OTA poniendo multitas [ríe]. Un día, cuando ya estaban despidiendo gente, decidí venirme a Alemania de au pair para aprender el idioma. Estuve tres meses en un pueblecito con una familia. Aprendí mucho, pero me vine a Múnich. Puse un anuncio al llegar, encontré una familia y ahora vivo con ellos. Así gano 300 euros, pero no pago casa ni comida y me pagan, por ley, un curso de alemán, que son otros 300 euros. Me queda mucho por delante, pero estoy contento».
Oliva Manzorro. 29 años. Cádiz. Llegó en 2012.
"Es más fácil integrarte si tienes una pareja alemana"
Cuando terminé Comunicación, la crisis ya estaba ahí... Hice prácticas sin cobrar, estuve en Irlanda de au pair, trabajé de camarera, hice un máster... En la playa conocí a un bávaro. Tras diez meses con una relación a distancia, me dijo: 'Vente'. No me atraía nada Alemania, pero aquí estoy. Tuve suerte, porque vi una oferta de prácticas remuneradas de marketing on-line y me cogieron. Luego encontré trabajo en una empresa química. Mi experiencia ha sido muy buena, la verdad. Supongo que, al tener una pareja alemana, la integración es más rápida. Nos vamos a casar».
Mercé Adell. 31 años. Martorell (Barcelona). Llegó en 2013.
"En la escuela, ninguna compañera me hablaba. Fue duro"
Yo soy educadora infantil. Estudiaba y trabajaba en una escuela, pero me quedé sin trabajo. Nos dijeron que en Alemania no tenían maestras suficientes y me vine. La escuela me puso un curso de alemán. La profesora nos trataba fatal a las españolas. Y en la escuela estaba todo el día como un mueble, ninguna compañera me hablaba. Dos chicas se volvieron a los dos meses. Yo me quedé, me apunté a una academia y, de pronto, vi que sabía más alemán del que creía. Encontré otra escuela y ahora estoy a gusto. Pero ha sido muy duro».
David Arranz. 26 años. Alcalá de Henares (Madrid). Llegó en 2013.
"Con 16 años, me dio la ventolera de aprender alemán. Cambió mi vida"
Con 16 años, me dio la ventolera de aprender alemán y ha sido determinante en mi vida. Luego, durante la carrera -hice Derecho y Administración de Empresas-, me vine un año de Erasmus a Dresde y, después, me busqué unas prácticas para seguir en Alemania. No fue fácil, pero me cogieron en Airbus Group. Luego volví a España, acabé la carrera y a las dos semanas me llamaron de Airbus. Aquí estoy cobrando un sueldo impensable en España. Cada día se ven más españoles, se oye mucho español por la calle».
Nuria Cubero. 29 años. Puertollano (Ciudad Real). Llegó en 2012.
"No es fácil, pero aquí hay muchas ofertas de trabajo"
Soy licenciada en Química. Tenía dos asignaturas que no acababa de aprobar y, en lugar de perder un año, me apunté a alemán en la Escuela de Idiomas. Al año siguiente decidí venirme de au pair. Contacté con una familia, pero no nos entendimos y, un mes después, de mutuo acuerdo, rescindimos el contrato. Yo pensé: 'Acabo de llegar, no me puedo volver a España'. Y me puse a buscar empleo. Siempre había estado estudiando, no tenía cualificación y mi alemán era muy básico, pero enseguida encontré trabajo en un restaurante como ayudante de cocina. En julio conseguí acabar la carrera, pero seguí en el restaurante mientras mejoraba mi alemán. En octubre logré un trabajo en una tienda de ropa como dependienta y cajera... y estoy mucho mejor. Hace menos de un mes conseguí, por fin, que me convaliden el título europeo y me he puesto como una loca a buscar trabajo relacionado con mi formación. Aquí hay una cantidad enorme de laboratorios y de ofertas. Creo que lo más difícil ya ha pasado».
Mejor tomárselo con humor
'Perdiendo el norte', la nueva comedia de Nacho Velilla, apunta a ser un éxito, como 'Ocho apellidos vascos'. ¿La trama? Hugo y Braulio, dos jóvenes universitarios hartos de no encontrar trabajo en España, emigran a Alemania en busca de oportunidades. Pronto descubrirán, sin embargo, que «no es oro todo lo que reluce» por allí. Protagonizada por Yon González, Blanca Suárez, Julián López y José Sacristán, entre otros, ya está en los cines.
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