TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, ARTE Y MORAL,.
foto,.
Debe ser ejemplar el arte? O mejor dicho, ¿el artista tiene una
responsabilidad moral no sólo como persona sino también como artista?
Francia ha vivido recientemente varios capítulos que afianzan por un
lado, y cuestionan por otro, el vínculo existente entre arte y moral. En
enero se suspendieron los actos por el cincuentenario de Céline,
racista, antisemita, autor de una de las mayores obras de la literatura
universal –Viaje al fin de la noche– y también de un repugnante panfleto
violento y delirante –Bagatelas para una masacre– en el cual declaraba
su afinidad con Hitler y su odio contra judíos y negros. La decisión
levantó polvareda, y personajes como Henri-Lévy o Vargas Llosa señalaron
que al censurarlo se desaprovechaba la ocasión para ahondar en la
oscura relación entre talento e infamia. Apenas treinta y seis días
después del asunto Céline, en la alfombra roja de los César se aclamaba
el triunfo de Roman Polanski, eximido por sus colegas en una amplia
campaña mediática. Sus delitos, para muchos ya prescritos, se
minimizaban como un pecado de juventud: nada más y nada menos que drogar
y sodomizar a una menor. La tan mitificada libertad en la patria de
Voltaire se personificaba en el aire de artista torturado y algo
desvalido que pasea Polanski. Aplauso cerrado, reconocimiento a su
película, El escritor, bendiciones de sus amigos e, incluso, un lugar
para la broma: no quedó mal la película, y eso “que se terminó en la
cárcel”.
El día antes, en una terraza del barrio Le
Marais, el sucesor de Christian Dior y autor del relanzamiento de la
alta costura francesa, John Galliano, era detenido por sus comentarios
antisemitas. El vídeo ya circula por YouTube, una imagen patética que
muestra al diseñador borracho, sin apenas capacidad de coordinación.
¿Cómo va a ser recibida su colección el próximo viernes en la semana de
la moda de París? ¿Se podrá separar la obra de su autor (expulsado ya de
la firma), y si logra la excelencia será ésta merecedora del aplauso?
Es lo que ha ocurrido en el caso Polanski. No abundan los ataques a su
obra formulados desde el puritanismo moral, pero en cambio ha imperado
el puritanismo artístico: “Perdonémosle por ser un buen director”.
En
el marco de este dilema filosófico, se ha llegado a condenar la falta
de ética en la ficción, considerando que sólo se pueden admitir
descripciones de hechos inmorales cuando exista una manifiesta intención
de condena. A veces hay libros o películas cuya función social es
ejemplar, como El discurso del rey –que dicen que ha hecho más por los
tartamudos que todos los gobiernos del mundo–. No siempre es así. Pero
si desde el arte no se puede ahondar en el subsuelo de la humanidad, en
su lado oscuro y sus máscaras, difícilmente podremos aspirar a
comprender más allá de los manuales. La capacidad de una obra para
activar una tecla desconocida en el receptor, un pellizco, depende de su
potencia artística, sin necesidad de un subtexto moralizador.
En
cuanto a los artistas, la lista de ovejas negras es interminable:
Caravaggio, asesino, pedófilo y a la vez pintor adelantado a su tiempo;
el Marqués de Sade, encerrado durante treinta años en fortalezas y
manicomios tanto por sus desmanes como por el contenido de su obra;
Rimbaud, que pasó de escribir versos maestros en su adolescencia a amar
con violencia a Verlaine y acabó traficando con armas y esclavos. Por no
citar la larga lista de escritores antisemitas que incluye desde Balzac
hasta Strindberg, Baroja o Simenon.
Afortunadamente, la
obra no siempre es el reflejo de la persona. Y algunos grandes
artistas, de Quevedo a Picasso, demostraron ser capaces de transformarse
ante la página o el lienzo en blanco, abandonando el ser miserable que
habitaba en su interior. Esa es la libertad del arte, una palabra corta
capaz de trascender la moral y la razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario