Comando al sol - Playas, ríos y calas- foto
El agua es la esencia del verano
Este martes a las 22:30 en La 1
Juan era torero, pero hoy es uno de los 15 mariscadores que trabajan en las Baleares. Estamos en temporada de la ortiga en la isla de Menorca, una especie que puede amargarte el verano si la tocas, aunque él esté inmunizado a su picadura. Nos enseña a capturarlas, a cocinarlas... y a torear de salón a pleno sol en la azotea de su casa. También viajamos con El Nano en su lancha recorriendo las calas inaccesibles a pie, incluso esas cuevas donde los piratas escondían sus barcos. Cobra 30 euros por dos horas de navegación, chapuzón y aperitivo incluido.
La de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria, es una de las mejores playas urbanas del mundo. Rafael lleva casi medio siglo como hamaquero y recuerda la invasión turística de los 60. Como en una película de aquellos años nos muestra las fotos de sus conquistas, cuando lucía bañador ceñido y bigotillo a lo Clark Gable. Aquí comer pescado es religión, disfrutar del sol durante todo el año tan habitual como respirar... y llenarla en una noche algo excepcional. Hoy vemos cómo más de cien mil personas bajan a la playa a contemplar los fuegos artificiales.
Veinte culturistas han decidido pasar el domingo en la playa de Madrid. Así llaman al río Alberche, y aquí se comerán una paella de las que hace Maribel en su chiringuito. Un local por el que paga 6.000 euros de concesión al año, pero por el que llegó a pagar el doble hace 20 años, cuando había negocio del de verdad. El río da la vida a Navaluenga, donde cuentan incluso con un campo de golf “low cost”.
En Corme (A Coruña) se juegan la vida tres meses al año, los que dura la campaña del percebe. Hoy los percebeiros podrán ganar algo más. Es la Fiesta del Percebe y les permiten pescar seis kilos en lugar de los cinco habituales. Podrán pagarles hasta 80 euros por kilo. Lo curioso es que aquí casi toda esta peligrosa labor la realizan las mujeres. Conocen las olas como la palma de su mano, y les basta con ver un ligero movimiento de mar a cien metros para dar la señal de alarma a sus compañeros.
TÍTULO: CALLEJEROS -Algo más que cerezas .
Algo más que cerezas / foto
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El Valle del Jerte se dispone a cosechar frambuesa, ciruela e higo,.
Atardece en el Valle del Jerte. Descendemos de la sierra en un todoterreno por un camino tortuoso que pasa junto a la cascada Calderón. Cruzamos un puente nuevo, paralelo a otro medieval que parece de postal. Vamos a comer cerezas directamente del árbol y lo hacemos guiados por Melani, una joven de 24 años nacida en este valle que, acabando julio, se despide de la cereza, pero no de la agricultura primorosa y de calidad. El Valle del Jerte no se paraliza al acabar la cerecera. Ya están madurando las frambuesas y las ciruelas claudias, verdea el higo y, en otoño, estarán a punto, la castaña, primero y la aceituna, después.
Melani sacó el Graduado Escolar y se puso a trabajar. «No me gustaba mucho estudiar», confiesa mientras llegamos a un paraje umbrío y delicioso, un pequeño valle, escondido entre castaños y robles, a la orilla de un riachuelo rabioso, un bosque de cerezos de los que cogemos y probamos picotas de diferentes variedades: la dulce ambruné, crujiente y suave, la intensa pico negro, tan sorprendente que se comercializa poco, con su retrogusto a madera y su evocación enológica: cuando un catador asegura que un vino tiene aromas de cereza, se refiere a esta menuda pico negro que comemos en los árboles de Melani.
Esta joven trabaja durante el año en el local de su tío, el pub Tardón de Piornal, pero cuando llega mayo, se multiplica: cosechera de día y camarera de noche. «Durante la cerecera, me levanto a las cinco y media, a las seis me voy a la finca con mis padres y estamos recogiendo hasta las dos y media, que regresamos a comer en casa y a dormir un poco de siesta antes de ponernos a seleccionar hasta las ocho o más tarde», detalla.
Melani calibra las cerezas a ojo. Disfrutamos de la fruta que vamos cogiendo del árbol tal y como ella nos enseña. «De la picota se tira para el lado contrario del que crece el rabo y le queda un hueco sellado de color blanco; si no es picota, se coge con el rabo». Melani no come ni una cereza. «No es que no me gusten, pero como pocas, si acaso, al principio de la temporada. Luego, cuando llego a la finca, como una para quedarme el pipo en la boca y darle vueltas. Así se fuma menos», nos descubre su truco anti tabaco.
El silencio en este bosque de cerezos es absoluto. Solo el arroyo cercano nos regala su rumor. Por esta zona llegó a haber hasta siete molinos de trigo a los que, cuentan, venían a moler desde Andalucía. También estaba la antigua fábrica de la luz de Piornal. El clima y la tierra de esta zona son un regalo. Por aquí se coge de todo: kiwis, arándanos, grosellas, chirimoyas, aunque estos productos se siembran de manera testimonial. Lo fuerte es la cereza, la frambuesa y la castaña.
La pasada campaña, se recogieron en el Valle del Jerte 18 millones de kilos de cereza, que se pagaron a una media de 1.40 euros. La familia de Melani cosechó 15.000 kilos. Enseguida se pondrán con la frambuesa, que se recoge muy temprano, entre las 6.30 y las 10.30 horas y se paga a entre un euro y pico y seis euros, dependiendo de la calidad y la maduración. Donde más frambuesa hay es en Garganta la Olla. Los piornalegos han comprado tierras por la zona de la Vera y tienen incluso un almacén propio en Jaraíz.
Melani recoge con sus padres 2.000 kilos de frambuesas y después, llegando el otoño, cosechan unos 5.000 kilos de castañas, el fruto que más dinero deja y menos trabajo da, aunque pronto habrá que preparar el suelo para cogerla bien. En un año bueno, el kilo de castaña se paga a dos euros. El año acaba con la aceituna: unos mil kilos para autocosumo coge esta familia piornalega. Después, preparar los árboles, hacer las labores propias de invierno y aguardar a que con mayo llegue la siguiente cerecera.
Entre la cereza, la frambuesa, la castaña, la aceituna, la ciruela y el higo, se calcula que la agricultura deja, solo en Piornal, unos 12 millones de euros cada año. Como ven, el Valle del Jerte es algo más que cerezas.
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