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" PARA MI, ANA BOLENA O THOMAS CROMWELL NUNCA HAN ESTADO MUERTOS",.
Ha convertido a un cortesano del siglo XVI en un
ídolo de masas, y ha hecho de unas eruditas novelas históricas todo un
fenómeno fan. ¿Todavía no la conoces?
A pesar de ser una historia, la del excesivo rey Tudor, mil veces contada, su particular punto de vista (el del históricamente denostado político Thomas Cromwell) y su revisión de ciertos personajes (una Ana Bolena llena de complejidades, un Enrique VIII empeñado en conciliar sus caprichos con su deseo por actuar bien, un Tomás Moro hambriento de herejes que torturar) la alejan de cualquier folletín ligero al estilo de Los Tudor.
Y es que la británica Hilary Mantel no es nueva en esto. Con más de 30 años de escritura a sus espaldas, sus otras nueve novelas han sido durante décadas un secreto bien guardado por la crítica y un grupo selecto de lectores. El éxito de 'Wolf Hall' (como se conoce a la trilogía) no la conmueve demasiado.
No oculta sus opiniones, ni siquiera si le causan problemas (cuando escribió un relato en el que se asesinaba a Margaret Thatcher, cuando llamó a Kate Middleton maniquí de escaparate...); ni se altera cuando la prensa amarilla las tergiversa de la peor manera posible. Al fin y al cabo, a los 63 años una no pierde la cabeza por algo tan frívolo como la fama.
Mujerhoy. El director de la serie 'Wolf hall' acaba de anunciar que quiere adaptar el tercer libro de su trilogía. ¿Lo veremos pronto?
Hilary Mantel. Lo siento si esto resulta decepcionante, pero todavía me queda trabajo. Sé que existe un gran apetito por el último libro, y quiero que sea tan bueno como yo sea capaz, por mis lectores y por mí misma, porque es la novela de mi vida. Cuando empecé, curiosamente, no tenía grandes expectativas, pero nada más redactar el principio, vi su potencial de aquel material. Sin embargo, no habría podido predecir la calidez de la respuesta.
MH. ¿Qué cree que vieron los lectores en sus libros?
HM. Para los lectores británicos es una historia familiar, contada desde un ángulo no tan familiar (el del consejero del rey, Thomas Cromwell), que desafía lo que creen que saben. Además, aunque las circunstancias del reinado de Enrique VIII son únicas, la historia, en un sentido más amplio, es universal: la mujer de cierta edad que se aferra a un mal matrimonio, la amante joven que quiere desplazar a la esposa... Y, sobre todos ellos, Cromwell, el hombre brillante nacido en malas circunstancias, que supera la adversidad y que asciende por su talento y su audacia.
MH. Algunos escritores reciben alabanzas cuando tienen una protagonista femenina. Creo que no ocurre igual cuando una mujer escribe con voz de hombre... ¿Qué piensa usted?
HM. Así es. Cuando los hombres escriben desde el punto de vista de una mujer son alabados por su sensibilidad, como si hicieran a las mujeres un gran favor y como si fuera algo muy difícil, como imaginar el mundo tal como lo ve un delfín. Y no ocurre así a la inversa.
Mis libros de ficción histórica suelen tener protagonistas masculinos, porque eran ellos quienes tenían en sus manos el curso de los acontecimientos. Pero la gente del siglo XVI era muy diferente a nosotros. Ese es el reto, habitar un cuerpo y una mente de una época ajena. No puedes asumir que el cuerpo humano y nuestra experiencia del mismo son una constante universal. Están moldeados por la cultura. Así que un escritor hombre, contemporáneo, podría no tener tanta ventaja como cree.
MH. ¿Qué piensa de las adaptaciones (una serie y dos obras teatrales) que se han hecho de sus libros?
HM. La gente me dice: ¿Cómo es ver a tus personajes cobrar vida?. Pero, para mí, nunca estuvieron muertos. No es extraño, es inspirador. Estoy muy satisfecha con las dos versiones, y me alegra que sean tan diferentes. Eso demuestra la riqueza del material.
MH. Ahora es famosa. ¿Le afecta haber perdido el anonimato?
HM. Sí, desde hace cuatro años me reconocen en todas partes. Pero yo sigo observando y escuchando a la gente. Para florecer como escritora, necesitas una realidad interior bien protegida, y creo que la he tenido desde niña. Cuando me siento a escribir, la vida interior empieza igual que siempre. Mi vida exterior ha cambiado; no mi proceso interno.
MH. Su libro de relatos 'El asesinato de Margaret Thatcher' (Destino) es su obra publicada más reciente. Su relato sobre un francotirador dispuesto a asesinar a Thatcher despertó mucha polémica entre los 'tories'. ¿Era para tanto?
HM. Es difícil entender por qué provocó tanta indignación. Esos 'tories' que se enfadaron tanto sabían que una buena parte del país odiaba a Margaret Thatcher y/o se reía de ella. Tal vez piensen que debería ser más respetuosa con los muertos. Pero me imagino que les habría gustado aún menos si Thatcher siguiera viva.
MH. Hoy tenemos más mujeres líderes. ¿Cree que el estar tan sola influyó en la actitud de Thatcher, en cómo la veía la gente?
HM. Es cierto que, si hubiera sido un hombre, tal vez habría sido menos odiada. Pero ¿habría sido ella diferente, si hubiera vivido en una época que contara con más líderes femeninas? Lo dudo. Su feminidad parecía falsa. Había algo rígido y antiséptico en ella, y parecía incómoda en su propio cuerpo. Esto era producto de su personalidad y de su historia personal, tanto como de su época.
MH. No es la primera vez que sus palabras despiertan polémica. Cuando dijo que Kate Middleton era un maniquí de escaparate, recibió muchas críticas.
HM. Mis palabras sobre Kate estaban integradas en una charla, 'Royal bodies' (cuerpos reales), sobre el modo en que, a través de los tiempos, los consortes reales son modelados por la percepción de otros. No hablaba de la Kate real, sino de la inventada por los tabloides. Hacía un llamamiento a la prensa para que recordaran que es un ser humano y que no la acosaran, como lo hicieron en su momento con Diana de Gales. Mi delito real fue criticar a ciertos periódicos. La indignación fue sintética, manufacturada.
MH. En otro relato, rememora los años que vivió en Jeddah (Arabia Saudí), con su marido geólogo. No parece que disfrutara usted de su estancia allí.
HM. Nos mudamos desde Botswana a Arabia a principios de los 80, y vivimos allí cuatro años. Era incómodo, pero interesante. Incómodo no solo por las limitaciones para las mujeres, sino por la censura y la ausencia de información fiable, y las restricciones que se imponían a todo el mundo. Para mí, fue una oportunidad para aprender cómo era vivir en una teocracia. Todo un privilegio para una escritora.
MH. Su endometriosis, ¿es la dolencia que se insinúa en ese cuento?
HM. Sí, ya había pasado por muchas operaciones para combatir la endometriosis (un crecimiento anormal de tejidos fuera del útero), pero volvió. Y nadie me había avisado de que podía ocurrir. Tomaba unos medicamentos muy fuertes, con desagradables efectos secundarios. Estaba en un país en el que no conocía las reglas y mi cuerpo parecía tan caprichoso como cualquier déspota.
MH. Al principio le diagnosticaron una enfermedad psiquiátrica, lo que debió de ser muy duro.
HM. Fue humillante que me dijeran que me estaba imaginando los síntomas. Me diagnostiqué yo misma, con un libro de ginecología, a finales de los 70, en Botswana. Al volver a Inglaterra, visité a un ginecólogo, que al fin vio que tenía un serio problema. Pero yo llevaba ocho años enferma.
Ahora formo parte de una ONG, Endometriosis UK, que ofrece información y apoyo a las enfermas, aconseja a los médicos e incentiva la investigación. Siempre estoy dispuesta a hablar y a escribir sobre esta enfermedad; si se diagnostica pronto, puede frenarse; si no, puede provocar infertilidad y toda una vida de angustia física y mental. Me gustaría que mi historia nunca se repitiera.
MH. ¿Cómo afecta a su vida y a su trabajo?
HM. Me ha causado mucho dolor y fatiga, y ha limitado mi libertad, porque mi cuerpo no era fiable. La escritura es un oficio con horario flexible, y sin compañeros que dependan de ti, así que tuve suerte de tener ese talento, o mi vida habría sido muy triste. La enfermedad ha desaparecido ya, pero me causó muchos daños, y en 2010 tuve que someterme a dos operaciones para limpiarlos.
Fue peor de lo previsto, y entre las dos operaciones estuve muy enferma, así que 'Una reina en el estrado' me llevó más de lo que esperaba. Tardé tres años en recuperarme, pero ahora me encuentro mejor de lo que puedo recordar. Apenas puedo creerlo, es maravilloso. Estoy deseando empezar una nueva era de creatividad.
- Crónicas reales
¿Una curiosidad? Para lectores (y espectadores) españoles, la semblanza del embajador español, Eustace Chapuys, y el retrato del filósofo Tomás Moro, como un despiadado fanático. ''Era un gran publicista de sí mismo -asegura Mantel-, y lo ha tenido fácil desde la posteridad. Pero el Tomás Moro que la gente admira, simplemente, no existe''.
TÍTULO:SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO -¡QUE MIEDO!,.
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Me aterra pensar que los robots pueden tomar decisiones. Sí, ya sé que vivimos rodeados de pequeños y no tan pequeños objetos que dentro guardan un robot, pero hasta ahora en esos objetos al final mandamos nosotros aunque al parecer no por mucho tiempo.
He leído un par de noticias que me han estremecido. La primera, se refiere a un robot que ha matado a un trabajador en una fábrica de coches en Alemania. Sí, sí, un robot. La segunda, que al parecer la industria del automóvil ya ha resuelto todos los pormenores técnicos para que los coches circulen solos. Dicen que se evitarán accidentes. Ya veremos. Pero en esa misma noticia se apuntaba que los fabricantes de coches están pidiendo opinión a filósofos y moralistas porque se puede dar la situación en realidad se dará una y otra vez en que, en caso de accidente, el robot tenga que tomar una decisión sobre la vida de las personas que lleva dentro del coche o que están fuera, en la carretera, en la calle.
Una amiga mía se ríe de mis temores y reticencias y me recuerda que los aviones llevan piloto automático y que pueden casi, casi volar solos. Es verdad, pero el piloto siempre está ahí, es decir puede coger los mandos del avión y decidir y eso, al menos, a mí me supone un alivio.
Un humano, cuando conduce y se ve inmerso en un accidente, si puede, reacciona y toma decisiones en cuestión de segundos, decisiones que a veces afectan a su vida y a la de los demás. Pero pensar que al final la última palabra sobre nuestra vida la toma un robot, no sé a ustedes, pero a mí me estremece.
La robótica forma parte de nuestra vida y sin duda nos ayuda a hacerla más fácil, pero hay una línea, una frontera que yo por lo menos no querría que se traspasara y que no es otra que la de otorgar el poder a nuestros robots para que decidan por sí solos.
Sé que hay robots que salvan vidas. Son robots desarrollados por la industria militar y que, por ejemplo, son capaces de desactivar explosivos, o bien otros que son de gran ayuda en la medicina. Pero la diferencia es que los manejamos nosotros, es decir la primera y última palabra es la nuestra. Ahora, dotar a un robot de la capacidad de decidir al margen de nuestros deseos y opiniones es un juego peligroso que se parece a esas películas de ciencia ficción en que un día los robots se levantan contra los humanos y hay un enfrentamiento a vida o muerte.
Como ya tengo unos cuantos años no sé si me tocará vivir en un mundo donde las personas ya no conduzcan sus propios coches. Yo, desde luego, me resistiré a que mi coche lo conduzca un robot. Sí, ya sé que no se puede poner puertas al campo, que todo lo que el ser humano piensa se puede convertir en realidad, pero a veces esos sueños se pueden transformar en pesadillas, en genios que una vez que se escapen de la botella no volveremos a dominar. Y sí, me da miedo, a qué negarlo.
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