Una señora esperaba en el
aeropuerto la hora de su vuelo y compró una bolsa de galletas. Sentada
en la sala de espera comenzó a leer un libro.
De repente observó que el
hombre sentado a su lado comenzó a comer galletas de la bolsa que estaba
entre los dos.
No queriendo hacer una
escena continuó leyendo, comiendo galletas y mirando al reloj.
El atrevido ladrón de
galletas seguía comiendo y ella se irritaba cada vez más.
“Si no fuera tan educada
le pondría un ojo morado”, pensaba para sus adentros.
Cada vez que cogía una
galleta, su vecino cogía otra. Cuando sólo quedaba una, se preguntaba
qué haría el ladrón. Éste con una sonrisa nerviosa cogió la última, la
partió en dos, le ofreció la mitad a la señora y él se comió la otra
mitad.
Este tipo sí que es
maleducado e incapaz de demostrar un poco de gratitud pensó.
Suspiró aliviada cuando
su vuelo fue llamado. Recogió sus cosas y se dirigió a la puerta de
embarque sin mirar al ladrón desagradecido.
Ya en el asiento del
avión abrió su bolso para sacar el libro y lo que vio la hizo enrojecer.
Delante de sus ojos apareció la bolsa de galletas.
Entonces cayó en la
cuenta de que las galletas que había comido en la sala de espera no eran
las suyas sino las del supuesto ladrón que había compartido
generosamente sus galletas. Ella era la maleducada, la desagradecida,
la ladrona.
TÍTULO: NO DISPAREN AL PIANISTA,.
foto--NO DISPAREN AL PIANISTA,.
Tras esta experiencia, se ordenó doblar la seguridad en el palacete para prevenir futuros intentos de asesinato. Pero fue Jaime Ramón Mercader del Río Hernández quien consiguió infiltrarse en los círculos más cercanos de Trotsky. Todo el que quisiera visitarle tenía que presentar credenciales y era registrado de arriba abajo por lo que su fingido noviazgo con Silvia Ageloff, una de las secretarias del revolucionario, le permitió vulnerar las medidas de seguridad.
El 20 de agosto de 1940 ya era bien recibido en el fortificado palacete. Con el pretexto de que leyese un escrito suyo, esa tarde consiguió estar a solas con la víctima en su despacho. Mientras el confiado líder le dio la espalda para aprovechar la luz de la ventana, Mercader sacó un piolet y le asestó un golpe brutal en la cabeza. Lo llevaron al hospital de la Cruz Verde y fue sometido a varias operaciones. El 21 de agosto, finalmente murió y según los documentos, a sus honras fúnebres fueron cerca de 300.000 personas.
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