TITULO: REVISTA FARMACIA -Refugiados ucranios en Moldavia: “Al escapar no sentimos miedo, sino odio” ,.
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Refugiados ucranios en Moldavia: “Al escapar no sentimos miedo, sino odio”,.
Más de 420.000 ucranios han abandonado su hogar a través de la frontera del pequeño país, el vecino que más refugiados per cápita recibe pese a la debilidad de su economía, machacada por la pandemia y, ahora, la guerra,.
Tatiana Slobtova es de esas personas que encierra en el puño el manojo de sus llaves y no lo suelta allá donde vaya. Tintinean y se mueven, mientras ella manotea al hablar. No las suelta. Se podría pensar que va de paso, aunque cuente algo tan especial como la increíble aventura de dar cobijo a personas que huyen del horror de la guerra. Slobtova, moldava, rubia y de buena envergadura, relata de pie
caminando a lo largo de un pasillo y otro, atravesando puertas y patios, lo que está haciendo junto a un puñado de voluntarios en un antiguo hogar social de la pequeña localidad de Anenii Noi, a unos 36 kilómetros al sur de Chisináu, capital de Moldavia. En las humildes habitaciones de este centro de casonas bajas se alojan 23 ciudadanos ucranios. Están mejor que bajo el golpeteo de las bombas, sin duda. Tres comidas, aseo y cama. Pero están también en uno de los países más pobres de Europa, así que carecen de duchas suficientes, vendría bien alguna nevera más, calentadores, una cocina adecuada, puertas en condiciones. “Nos falta todo eso”, dice Slobtova como si repasara una lista de súplicas, “aunque lo que todos ellos quieren es regresar a su país”.
Moldavia, en la frontera suroeste de Ucrania, es un país muy pequeño, de algo más de 2,6 millones de habitantes. Con una industria insignificante, una economía agrícola, y absoluta dependencia energética ―del gigante ruso Gazprom, faltaría más―, esta antigua república soviética no está en la mejor de las situaciones para absorber el impacto de la invasión rusa a su vecina Ucrania. Aun así, ahí van los números: más de 420.000 personas han cruzado su frontera desde el inicio de la ofensiva de Moscú, el 24 de febrero, la mayoría llegados de la costa del mar Negro ―se estima que otros 20.000 lo han hecho a través de la región en disputa de Transnistria—. Es el país que más desplazados recibe en relación con su población; alrededor de 100.000 ucranios han decidido quedarse, lo que supone un crecimiento de la población del 4%. La inmensa mayoría de los que permanecen lo hacen en casas de parientes, amigos, familias de acogida... Solo 4.000 viven en centros de refugiados como el que dirige Slobtova.
Huele por los pasillos del centro de Anenii Noi a la comida del mediodía. Toca pasta. Abre la puerta Natalia Sorostienko, de 43 años. Está sentada sobre un sofá, en calcetines de tejido fino, junto a su amiga Tatiana Stivinoga, que coge y suelta a cada rato a un perrillo bien inquieto. Las dos tienen la misma edad, se conocen desde el colegio, hará ya 35 años. Las dos son de Jersón, a orillas del río Dnipró, uno de los objetivos más machacados por las tropas rusas. La ciudad ucrania se recuerda como la de los marineros; tanto es así que los maridos de estas dos amigas navegan desde hace tiempo por alta mar. Ellas tardaron un mes desde el comienzo de la guerra en coger a sus niños y huir. Cuenta Sorostienko que al principio, cuando caían las bombas, les decían a sus hijos que todo iba a ir bien. “Pero las cosas cambiaron cuando al preguntarnos”, continúa, “empezaron a notar que no estábamos seguras de la respuesta”. Se marcharon.
Se puede pensar que lo hicieron con un plan, quizá viajar a Rumania, volar hasta Alemania. “Nuestro plan era simplemente llegar a la frontera y poner a salvo a los niños”, resume Stivinoga. Una idea que coincide con la de tantos refugiados y trabajadores humanitarios consultados para este reportaje: los ucranios que huyen no quieren ir muy lejos, quieren regresar. Pero no a cualquier precio. Estas dos mujeres de Jersón tuvieron que cruzar junto a varios familiares cinco controles de seguridad de militares rusos. “No sentíamos miedo, sino odio”, cuenta Sorostienko, con una niña, su sobrina, entre los brazos. Continúa su relato y dice que mientras los rusos sigan ahí, ellas no volverán. La pequeña, que pinta una bandera ucrania en un papel, se viene abajo: se encoge y se hace una pelotilla. No quiere oírlo.
Con la mano sobre el lomo del perro, Stivinoga retoma la conversación: “La ciudad estaba bloqueada, no teníamos dinero ni trabajo ni comida... Los militares rusos nos dijeron que podíamos ir a Crimea [anexionada por Moscú en 2014], pero nos negamos”. Responden al alimón cuando se les pregunta qué sienten ahora al despertarse. Parece que lo han hablado muchas veces: “Es como un sueño, un mal sueño en pleno siglo XXI”.
Fue en los años noventa del pasado siglo cuando Moldavia, independiente ya de la Unión Soviética, inició un nuevo camino con la mira puesta hacia Europa, hacia Occidente. Mantiene un acuerdo de asociación con la UE y ha mejorado, pero su economía es vulnerable. La pandemia asestó un duro golpe al país y cuando el pasado año registraba un rebote excepcional, con un crecimiento superior al 13%, llegó la amenaza rusa para deshacer todo pronóstico positivo. Se estima que la economía moldava retrocederá este año medio punto, con una deuda pública al galope por encima del 30%. Es por esto que la UE ha inyectado cinco millones de euros más a los ocho millones ya previstos en ayuda humanitaria para la acogida de refugiados ucranios.
Los controles de los rusos
La mayoría cruza desde la región de Odesa por el paso de la localidad de Palanca, en el sureste de Moldavia y a unos 140 kilómetros de Chisináu. Es una región tremendamente rural: campos eternos, aldeas de casas de tejado a dos aguas y asfaltos bacheadas. Los ucranios que abandonan por aquí su país lo hacen en varias fases, con orden: bajan de sus vehículos, aguardan un primer control bajo una carpa, luego caminan 50 metros hacia el registro y otros tantos para el último control de guardas de frontera moldavos. Quizá media hora de cruce, no más. Yulia Fatieva, de 38 años, acaba de llegar. También procedente de Jersón, Fatieva cuenta que les daba miedo salir de la ciudad, pero se habían comido ya todo, había pillaje de soldados rusos y dependían de lo que recogían los agricultores. Vivieron de patatas y zanahorias durante un mes. “Los rusos nos ofrecieron ayuda, pero no la aceptamos porque era una traición”.
No es Fatieva la primera refugiada ucrania que relata cómo los militares rusos miran de todo en los controles de seguridad. “Buscan en la piel tatuajes, símbolos de cualquier cosa sobre Ucrania”, afirma. Ella lleva la piel tatuada, no es difícil reparar en ello, aunque fue avanzando hasta enfilar hacia Odesa y de ahí a la moldava Palanca. Fatieva para en el segundo punto del cruce fronterizo. Quiere regresar a su casa en cuanto pueda, pero de momento viajará a Israel, donde su hijo de 18 años sirve como militar.
La cifra de ciudadanos ucranios que atraviesan la linde por este paso gira en torno a los 2.000 al día, mucho menos que tras el comienzo de la ofensiva. Pese a ello, instituciones como la oficina humanitaria de la UE (ECHO), que ha organizado y hecho posible el viaje para la elaboración de este reportaje, como organizaciones humanitarias y autoridades locales, creen que esto puede cambiar radicalmente; la violencia tiene miles de detonantes. Según informa Rosian Vasiloi, jefe de la policía de frontera moldava en el cruce de Palanca, estarían preparados para recibir un flujo de hasta 100.000 personas de golpe si las cosas van mal.
Así fue con la familia de Aza Naruskaia, de 53 años, natural de la ciudad costera de Mikolaiv. Aguarda para atravesar la linde junto a varios familiares, un hombre entre ellos, algo inusual debido a la ley marcial ucrania que les obliga a quedarse a resistir, y una vecina muy mayor, de 86 años. ¿Por qué se van ahora? “Al principio no daba tanto miedo”, responde Naruskaia. Cayó una bomba a un kilómetro de su domicilio. “Fue humillante”, prosigue con una serenidad pasmosa, “era difícil quedarse en casa”. Solo el tiempo dirá si vuelven o no, cuenta, pero ahora no quieren mirar hacia atrás, buscan alejarse mucho, volar hasta Irlanda.
El engranaje de la ayuda internacional en caso de emergencia se puso en marcha el 24 de febrero con una rapidez y a una escala sin parangón. La agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), con la colaboración de ECHO y de decenas de organizaciones humanitarias, han cosido un entramado para que todos esos ucranios que cruzan la frontera se sientan seguros, con especial atención a la humilde Moldavia. Aunque la guerra a veces te persigue. Uno de esos puntos de atención se encuentra en el centro de exposiciones de Chisináu, junto al lago Valea Morilor, excavado por las juventudes comunistas en los años cincuenta. Alrededor de 250 refugiados duermen en las instalaciones. Olga Yablushevskaia, de 27 años, es una de ellos.
La joven permite que se levante la lona que sirve de puerta de entrada a su habitación. Está enfadada:
—¿Por qué ha huido de su hogar?
―Es obvio por qué hemos huido, ¿no?
Y dice “hemos” porque viaja con Mark, su hijo, de cinco años. El pequeño no para, sonríe, muestra el móvil con el que juega, se tira sobre su cama y vuelve a levantarse para jugar. Es autista. A la madre le cuesta hablar, no está bien. Los dos huyeron de Mikolaiv el 5 de abril. Finalmente, explica qué le hizo marcharse y dejar a sus padres atrás. “Sentía como una piedra en el corazón”, narra entre sollozos. “Cada día me levantaba y pensaba que podía morir”. Logró llegar a Moldavia con el crío y aun así seguía pensando, según prosigue un relato en voz bajita y temblorosa, que Rusia los podría alcanzar. No sabe hacia dónde irá; simplemente está ahí, en Moldavia, en el país de al lado.
—¿Dónde está el padre del niño?
— En el infierno.
Es decir, en la guerra. Está combatiendo en el frente este de Ucrania. Yablushevskaia no permite por temor a represalias que se publique el lugar en donde está. El miedo persiste.
TITULO: CAFE, COPA Y Tierra de talento - Mariola Cantarero, José Mercé, Argentina, Erika Leiva y Joana Jiménez, grandes con Rocío Jurado ,.
El sabado -7- Mayo , a las 22:00 por Canal Sur, foto,.
Mariola Cantarero, José Mercé, Argentina, Erika Leiva y Joana Jiménez, grandes con Rocío Jurado,.
El 1 de junio de 2006 Rocío Jurado fallecía en su casa de la Moraleja en Madrid. Pero la más grande como se la conoce sigue viva con su arte, su poderío y la fuerza de su voz recordándola en cada una de las interpretaciones que hacen otros cantantes.
En Tierra de talento hemos dedicado el programa a la cantante de Chipiona y por el escenario del Teatro Riberas del Guadaíra han pasado también Erika Leiva, Argentina, Joana Jiménez y los dos miembros del jurado Mariola Cantarero y José Mercé que también han querido participar en este homenaje.
Mariola Cantarero acompañada de Jesús Reina ha interpretado una versión muy especial de "Algo se me fue contigo, Madre" . La soprano y miembro del jurado del talent show de Canal Sur TV, muy emocionada ha asegurado que "es una responsabilidad muy grande y es como que me siento una usurpadora de algo que no es mío. Lo hago con el máximo respeto al compositor Manuel Alejandro y a Rocío Jurado. Gracias por esta maldita aventura que me hacéis hacer".
Jesús Reina añade que en su vida hubiera "imaginado que un violín tocaría por Rocío Jurado".
José Mercé, por su parte, ha cantado acompañado de un coro de gospel, "Como las alas al viento" con el toque flamenco y personal del cantaor jerezano. Uno de los temas que "más me llegan a mi en el flamenco" ha contado Mercé que ha estado también acompañado a la guitarra de Manuel Cerpa, ex concursante del programa.
Erika Leiva junto a Argentina nos han regalado el tema "Vibro" y "Mi amante amigo". Erika Leiva, además, rendirá un homenaje a Rocío Jurado en el concierto que ofrecerá en Córdoba el 12 de junio.
Y Joana Jiménez ha cantado en un dúo con la propia Rocío Jurado, gracias a las nuevas tecnologías, "Que no daría yo", una de las canciones más flamencas de la más grande.
TITULO: Documental - Un rublo fuerte, pero los precios por las nubes, ¿qué falla en la economía de Rusia?,.
Un rublo fuerte, pero los precios por las nubes, ¿qué falla en la economía de Rusia?,.
foto / El banco central ruso levanta el lunes las restricciones en la compra de divisas que impuso al principio de la guerra para evitar una fuga masiva de capitales,.
El año pasado hizo furor en Rusia un meme absurdo y mal escrito en el que dos gatos observaban con atención un tenderete callejero.
—¿Vende pescao?—, preguntaban al humano.
—No, solo lo exhibo—, respondía el pescadero.
—Prezioso—, concluían los felinos.
Con el rublo ocurre algo parecido. Los carteles de las cotizaciones de los bancos rusos han mostrado una moneda más fuerte incluso que antes de la guerra con Ucrania, pero tras esa fachada era imposible comprar divisas con rublos, operar en la Bolsa de Moscú o abonar las importaciones que necesitan muchas empresas. Si la economía ha resistido hasta ahora, ante la avalancha de sanciones por la guerra de Ucrania, ha sido gracias a las acciones del banco central, que ha logrado salvar los muebles al inducir un coma temporal. Pero llegan meses decisivos y algunas medidas no podrán prorrogarse más. Los ahorros y el poder adquisitivo de los rusos está en juego.
“Cuál será el cambio del rublo es la pregunta que preocupa a casi todos los rusos”, afirma el fondo de inversión Ingosstraj-Investitsi en un análisis reciente del minicorralito impuesto en el país. Esta también es la cuestión clave para muchos negocios. Más allá de la supuesta solidaridad con la agredida Ucrania, numerosas empresas extranjeras han suspendido su actividad en Rusia a la espera de calcular mejor a cuánto estará el tipo de cambio y si compensará subir tanto —o no— los precios, cuenta un empleado de una firma española en Rusia.
El banco central ruso, liderado por Elvira Nabiúllina, ha comenzado ahora una voladura controlada de todas las restricciones que impuso al principio de la guerra el pasado febrero para evitar una fuga masiva de capitales del país. A partir de este lunes, los ciudadanos podrán comprar de nuevo euros y dólares en casas de cambio y bancos. Eso sí, estos solo podrán vender las divisas que hayan entrado desde el 9 de abril, con las exportaciones ya hundidas (y por tanto menos ingresos de billetes foráneos), por lo que al principio tendrá un impacto limitado.
La moneda rusa cerró el viernes en la Bolsa de Moscú a 85,4 rublos por euro, cuando al inicio de la guerra llegó a dispararse hasta los 160. Sin embargo, la inflación no ha seguido la estela del valor oficial del rublo y, tras una vertiginosa subida, aún no ha bajado. Según los datos del banco central, la subida de los precios ha sido generalizada tanto en alimentos —con un aumento del 18% respecto a marzo de 2021—, como en los productos no alimentarios —con un incremento del 20% interanual—, especialmente por el encarecimiento inicial de electrodomésticos, vehículos y otros productos tecnológicos importados. Además, muchos de estos bienes y servicios realmente son inaccesibles, al haber sido apartados del mercado temporalmente por sus fabricantes.
El colchón es pequeño para los rusos. Según el centro de investigaciones sociológicas estatal Vtsiom, el 42% de los ciudadanos no tiene ningún ahorro, mientras que un 30% dispone de algo de dinero en depósitos, el 14% lo tiene en el extranjero, y un 18% guarda su efectivo a buen recaudo en casa.
El artículo del premio Nobel de Economía Paul Krugman ‘Por qué Rusia defiende el rublo’, publicado el 1 de abril en The New York Times, fue muy citado por los analistas de inversión rusos. Krugman especulaba, “sin tener evidencias directas”, con que esta sobreprotección de la moneda sobre cualquier otro objetivo económico real solo tiene fines políticos: “Si la economía rusa se deteriora tanto como se espera en un futuro próximo, su amordazada prensa simplemente lo negará. Sin embargo, lo que no podrá refutar es un rublo depreciado drásticamente. Así que defender el rublo, sin importar la economía real, tiene sentido dentro de la estrategia propagandística”, subrayaba el economista.
Restricciones en defensa del rublo
Para defender el rublo se han aprobado todo tipo de restricciones. Una de las primeras fue prohibir que bancos y casas de cambio vendieran divisas extranjeras a la población. Asimismo, a los depósitos en monedas foráneas (populares en Rusia ante los bandazos históricos del rublo) se les impuso un tope de 10.000 dólares para retirar el dinero, y a partir de ahí se cambia a rublos. Respecto a las empresas, a todos los negocios que ingresan divisas extranjeras se les cambia automáticamente el 80% de sus ingresos por rublos, mientras que a los brokers de la Bolsa de Moscú se les ha prohibido vender las acciones que están en manos de extranjeros.
Además, las personas que tienen que mandar transferencias al extranjero, como las familias separadas, se encuentran con varios problemas. Solo unos pocos bancos rusos están libres de sanciones y permiten enviar dinero fuera; Visa y MasterCard dejaron el país, por lo que hacer pagos en el exterior es una misión imposible; y si al final se logra enviar la remesa, es probable que la entidad financiera la bloquee hasta comprobar su procedencia, como está sucediendo con parejas hispanorrusas en España. Una de las pocas entidades financieras no sancionadas por Occidente es Tinkoff, cuyo dueño ha sido muy crítico con la guerra de Putin.
Por otra parte, el rublo ha aguantado el envite estos dos primeros meses de guerra gracias al “colchón” con el que contaba Moscú para emergencias y a dos “puertas traseras” para eludir las sanciones, aunque ya se están cerrando. El banco central disponía de un fondo de 640.000 millones de dólares (unos 592.000 millones de euros), del cual la mitad ha sido congelado por Occidente, un 17% está en yuanes chinos y otro 21,5% está invertido en oro, aunque pocos países se arriesgan a comprarlo por temor a las sanciones.
Por otro lado, Moscú se ha aferrado hasta ahora de los pagos de países europeos que siguen comprando gas, y a una concesión especial del Tesoro de Estados Unidos para que Rusia abone la deuda soberana que vencía estos meses con los fondos que tiene congelados en el exterior. Este permiso acabará en mayo, mientras que la Unión Europea se encamina a recortar dos tercios de sus importaciones de gas este año.
Las tesis económicas de Krugman fueron compartidas en su canal de Telegram por Serguéi Vasiliev, representante del consejo de directores de la sociedad de inversión Russkie Fondy. El experto, “dejando en la conciencia de Krugman sus argumentos sobre regímenes totalitarios”, coincidía en que existe una “trinidad imposible” que todo país busca para su moneda: mantener la estabilidad respecto a otras divisas; permitir el flujo de capitales libre a través de la frontera —estos dos primeros para generar confianza en los negocios—; y controlar la política monetaria para bajar los tipos en las recesiones y subirlos contra la inflación. Según los economistas, los países solo tienen en su mano elegir dos de los tres pilares que conforman esta trinidad.
Por ejemplo, los miembros de la Unión Europea han cedido su política monetaria al BCE mientras que China restringe sus flujos de capital —y por eso el yuan no sustituye al dólar, según Krugman—. Sin embargo, tanto los expertos rusos como el premio Nobel remarcan que Moscú ha optado por adoptar un solo pilar en esta crisis: mantener la paridad del rublo a costa de implantar un corralito y subir los tipos de interés ante una recesión inminente.
El banco central elevó los tipos del 9,5% al 20% en febrero para desincentivar la retirada de rublos de los depósitos, pero esto es inviable a largo plazo para que las entidades financieras concedan créditos en pleno desplome de la producción o los ciudadanos pidan hipotecas y préstamos al consumo. Su reciente recorte al 17% provocó una ligera devaluación del rublo.
Por otro lado, “en febrero, cuando ocurrieron aquellos hechos bien conocidos, se introdujeron medidas para el control de capitales”, recuerda Ingosstraj-Investitsi. El fondo advierte de que estas medidas “no se utilizan en economías de mercado porque reducen el atractivo para la inversión en el país y su eficacia es dudosa: cuando se limita la salida de capitales, se reducen los incentivos para su entrada”.
El presidente, Vladímir Putin, aseguró la semana pasada que su país “no podrá ser aislado” por las sanciones. Sin embargo, son cada vez más las empresas que se marchan de Rusia por la incertidumbre. Algunas solo han suspendido su actividad para evitar perder su negocio, como McDonald’s, Nike o Zara, pero pronto podrían tener problemas. El partido de Putin acaba de presentar un proyecto de ley en la Duma Estatal que permitirá traspasar a un gestor externo aquellas empresas extranjeras “importantes” que han cesado su actividad por completo.
Otras compañías han decidido traspasar la propiedad de sus negocios a terceros ante las presiones de Occidente y Ucrania para que dejen de suministrar sus productos a Rusia. La primera en hacerlo ha sido Reckitt Benckiser, dueña de un 60% del mercado local de los preservativos con Durex y Contex, además de fabricante de las pastillas Strepsils y los productos de limpieza Calgon y Cillit-Bang. A esta iniciativa también se ha sumado British Tobacco (Camel y Lucky Strike), y otras multinacionales bajo presión se plantean hacer la misma operación.
Cada vez es más difícil conocer la situación real de la economía rusa. Una nueva ley ha exonerado a las empresas de pagar dividendos y de hacer públicos sus estados financieros “si su divulgación puede llevar a la imposición de sanciones en su contra”. Una de las entidades acogidas a estos beneficios es el sancionado Sberbank, el mayor banco ruso, con más de 100 millones de clientes y un tercio de todos los préstamos del país. Su hipotético rescate, como el del segundo banco del país, BTV, podría suponer un duro golpe para el rublo, y los gestores de cartera prefieren ser muy cautos sobre su estado actual. “Las acciones del principal banco del país ya no son un activo defensivo, sino un experimento”, afirma en su informe Ingosstraj-Investitsi.
TITULO: El escarabajo verde - El negocio del pasaporte luso del oligarca y miles de judíos,.
foto / Los tribunales investigan irregularidades en parte de los certificados de la Comunidad Judaica de Oporto para la nacionalización de descendientes de los sefardíes expulsados en el siglo XV. El endurecimiento de la norma se aplaza hasta septiembre,.
El portugués más rico del mundo se llama Roman Abramóvich. La prensa lusa ironiza con el asunto cada vez que puede desde que el diario Público destapó que el multimillonario ruso había obtenido la ciudadanía portuguesa en abril de 2021, aprovechando la vía abierta en la Ley de la Nacionalidad para los descendientes de los sefardíes expulsados de Portugal en 1496 por el rey Manuel I. El oligarca que antes contrataba a Lady Gaga para conciertos privados y que ahora tiene yates retenidos en varios puertos occidentales por las sanciones tras la invasión rusa de Ucrania es uno de los 56.686 judíos, la mayoría residentes en Israel, que se convirtieron en portugueses entre 2015 y 2021. En ese periodo, apenas 300 peticiones fueron rechazadas por al Instituto de los Registros y del Notariado del Ministerio de Justicia, que debe certificar si se concede o no la ciudadanía y que tiene aún pendientes de examinar más de 80.000 expedientes.
Casi el 90% de las 137.087 solicitudes presentadas en seis años partieron de la Comunidad Judaica de Oporto, la única junto a la Comunidad Judaica de Lisboa, autorizada legalmente a emitir certificados para lograr la nacionalización portuguesa. Las sospechas se centran en la entidad de Oporto, que vio crecer su poder financiero e institucional desde que se abrió el proceso para los sefardíes. Su rabino, Daniel Litvak, fue detenido en marzo durante unas horas en el marco de la investigación abierta por la Fiscalía General del Estado sobre las irregularidades en la tramitación de expedientes en los que se podrían haber cometido tráfico de influencias, corrupción activa, falsificación de documento, blanqueamiento de capitales, fraude fiscal y asociación criminal.
La policía sospecha que han podido desviarse 35 millones de euros de las donaciones recibidas por la organización religiosa desde que entró en vigor la norma. El segundo acusado por esta investigación es el abogado Francisco Almeida Garrett, que pertenece a la dirección de la Comunidad Judaica de Oporto y es sobrino de Maria de Belém Roseira, la diputada socialista que defendió la laxa redacción de la norma para los sefardíes. Fuentes citadas por el semanario Expresso aseguran que la institución contaba con una “contabilidad paralela, en on y en off” y que un testigo denunció hace años ante la policía judicial la conexión portuguesa con una red de falsificación que emitía certificados fraudulentos de nacimiento sellados por el Reino de Marruecos y acreditados por el tribunal rabínico de Casablanca a cambio de 6.500 euros. La gestión burocrática de la nacionalización se ha convertido también en un apetitoso negocio para bufetes de abogados que se ofrecen a tramitarla en poco tiempo.
Cómoda vía de acceso a la UE
El pasaporte portugués no es solo un pasaporte portugués. Ante su titular se abren todos los privilegios de la ciudadanía comunitaria, que permiten moverse libremente por la Unión Europea y prescindir de visados para acceder a 116 países, según la estadística Passport Index relativa a 2021. Una alegría si alguien tiene inclinación por los movimientos de dinero clandestinos. Las raíces judías se han convertido en los últimos años en una cómoda vía de acceso a la burbuja comunitaria de la que se han beneficiado, entre otros, Abramóvich, uno de los principales donantes de fondos para la apertura del Museo del Holocausto en Oporto, impulsado por la comunidad que le tramitó la nacionalización.
No ha sido el único rico atraído por la ciudadanía portuguesa. El multimillonario israelí Lev Leviev, conocido como el rey de los diamantes, amigo de Abramóvich y de Berel Lazar, rabino jefe de Rusia y próximo a Putin, también fue certificado en 2020 por la comunidad de Oporto como descendiente de sefardíes ibéricos, según el semanario Expresso. No ha trascendido si la Administración portuguesa le ha dado ya el visto bueno a su nacionalización.
La prensa lusa está sacando poco a poco a la luz un entramado de relaciones sospechosas alrededor de la actividad de esta comunidad judía y del procedimiento seguido en el caso Abramóvich, entre otros. El rabino Alexander Boroda, que firma el documento que acredita las raíces sefardíes del oligarca, preside la Federación de Comunidades Judaicas de Rusia desde 2008, cuyo consejo de administración incluye al propio Abramóvich, según el diario Público. El propio Boroda fue a su vez acreditado por la comunidad de Oporto como descendiente de sefardíes. Otro de los rabinos que avala al oligarca ruso es el israelí Yona Leib Label, también acreditado por la Comunidad Judaica de Oporto como descendiente de sefardíes.
Puede que la nacionalidad de Abramóvich sea reversible si finalmente la investigación abierta determina que se cometió alguna anomalía, pero lo que ya es seguro es que la laxitud de la Administración lusa tiene los meses contados. En septiembre entrará en vigor, según se recoge en el portal del Ministerio de Justicia, el artículo del decreto ley del Gobierno que endurece los criterios de concesión de la nacionalidad portuguesa, como la demostración de una vinculación real y actual con el país. Además de documentos que acrediten los antecedentes familiares sefardíes, los nuevos requisitos exigirán evidencias sobre esa relación, como la posesión de un inmueble heredado o los viajes frecuentes a Portugal. El real decreto fue aprobado en Consejo de Ministros en febrero y promulgado en marzo por el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa. Paradójicamente, todos los cambios del reglamento de la Ley de la Nacionalidad entraron en vigor el 14 de abril, a excepción de los apartados relativos a los sefardíes, que fue la razón más urgente de la reforma.
El decreto que permitía otorgar la nacionalidad portuguesa a los descendientes de judíos expulsados del país hace más de cinco siglos entró en vigor el 2 de marzo de 2015 y fue modificado en 2020. La impulsora de la nacionalización de sefardíes fue la diputada socialista Maria de Belém Roseira, tía del abogado Francisco de Almeida Garrett, en el punto de mira de la justicia por las anomalías. En declaraciones a la prensa, Roseira ha negado que su sobrino condicionase su trabajo legislativo.
Sin embargo, la exministra socialista de Administración Interna y experta en Derecho de las Nacionalidades, Constança Urbano de Sousa, aseguró en una entrevista al diario Público que recibió presiones desde las filas de su partido para impedir que la reforma de 2020 dotase de más exigencias al proceso de nacionalización: “Hubo una enorme contestación. Mi propuesta exigía un periodo mínimo de residencia previa en Portugal de dos años. Un régimen más favorable del que existe para los inmigrantes que aquí residen. Debido a presiones al más alto nivel, acabé por rectificar dos veces. Primero dejé caer la exigencia de dos años de residencia, sustituyendo este requisito por cualquier conexión relevante con Portugal, que luego sería regulada, pero también fui obligada a desistir de esta propuesta”.
TITULO: Días de cine clásico - Cine - Alien, el octavo pasajero . , Miercoles -11- Mayo,.
Este Miercoles - 11 - Mayo a las 22:00 en La 2 de TVE, foto,.
TITULO: Un país para escucharlo - La voz de Bunbury se mantiene firme en Nueva York, el primero de los conciertos de su gira de despedida,.
Este martes-10- Mayo , a las 23.00 por La 2, foto.
Enrique Bunbury (Zaragoza, 54 años), terno burdeos y energía contagiosa, tuvo al público que llenaba hasta la bandera (3.300 localidades) el precioso teatro Kings de Brooklyn coreando y vibrando durante casi dos horas de concierto, en las que desgranó una veintena de temas, más cuatro bises, pertenecientes a su etapa como solista pero también a la anterior como líder del grupo Héroes del Silencio. “Estamos celebrando 35 años de canciones, de grabaciones; desde 1987 cuando salió el primer sencillo de Héroes del Silencio, vamos a hacer un repaso por toda la discografía, mirando también hacia atrás a la época de Héroes”, el grupo que el músico zaragozano lideró durante una década hasta su disolución en 1996. Fue un concierto recopilatorio, de grandes pero también íntimos éxitos, como recordó a la audiencia. Un público al que le sobraron las butacas de la hermosa platea o del anfiteatro del Kings, un venerable teatro inaugurado en 1929 como palacio del cine y restaurado en la década pasada. La audiencia siguió en pie, alborozada, botando, cada uno de los versos del músico zaragozano. De ahí la incredulidad de muchos de los presentes ante el mensaje de despedida con que cerró el concierto: “No se olviden de nosotros. Hasta siempre”.
En el concierto de este viernes, el primero de la gira americana a causa de problemas con los visados que le obligaron a reubicar dos conciertos, los de Chicago -el previsto debut- y Houston, el músico se transformó en un gigante: ni huella de la pandemia que le apartó dos años de los escenarios, pero no le privó del contacto con sus seguidores gracias al streaming ni de la producción en estudio, especialmente fructífera el primer año de la crisis sanitaria. El repertorio de su actuación neoyorquina fue de lo nuevo a lo clásico; a la inversa que el entusiasmo de sus seguidores, de menos a más, mucho más. Con puntualidad británica, entre una constelación de luces que agrandaba su figura, Bunbury arrancó con temas pertenecientes a dos álbumes publicados en 2020 y que, por culpa de la pandemia, no había tenido oportunidad de presentar (lo que no impidió que los fans cantaran los temas sin fallar una palabra), Posible y Curso de levitación intensivo, sus trabajos décimo y undécimo, respectivamente, con predominio de la electrónica, junto a ritmos de afrobeat y jazz como rúbrica y el rock como medida de todas las cosas.
Entre canción y canción, el público, latino por goleada, le jaleaba “Enrique, Enrique, Enrique”, esa forma de llamar a los clásicos, solo por el nombre de pila. Con El club de los imposibles, perteneciente al álbum Flamingos (2002), Bunbury volvió la vista atrás, alternando trabajos publicados entre ese año y 2020, sin más orden que la cohesión musical y poética entre ellos. A ratos agarrando una guitarra, cuando abordó Que tengas suertecita, del álbum El viaje a ninguna parte (2004), el paroxismo ya se había desatado entre la audiencia. La emblemática Lady Blue, perteneciente también a Flamingos, cerró como un bucle el repaso panorámico de su carrera, como si el cuerpo del concierto fuera un círculo perfecto. Junto al protagonismo de la guitarra acústica y de los sintetizadores, muy arropados los músicos, la querencia del artista por lo latino se plasmó en la presencia de la percusión de los bongós. Maldito duende, uno de los éxitos de Héroes del Silencio, de 1990, fue la concesión a la historia.
Bunbury derrochó en Nueva York energía: saltó al patio de butacas, se mezcló con sus fieles y recorrió incansable el escenario, ofreciendo siempre el perfil de un clásico. La entrega absoluta de más de 3.000 personas convocadas por su música tuvo su recompensa.
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