domingo, 7 de diciembre de 2014

LA CARTA DE LA SEMANA, REVISTA XL SEMANAL, EN PORTADA, Ébola: Los héroes se quitan la máscara,./ EL BLOC DEL CARTERO, CUANDO IMPROVISAS EN UN VIAJE, TE LLEGAN LAS MEJORES COSAS,.

TÍTULO : LA CARTA DE LA SEMANA,  REVISTA XL SEMANAL, EN  PORTADA, Ébola: Los héroes se quitan la máscara,.
En portada

Ébola: Los héroes se quitan la máscara

Llevan en primera línea desde el principio. En Guinea, Liberia, Sierra Leona y Mali, más de 3400 hombres y mujeres como ellos luchan para contener un mal que se ha cobrado ya 6000 vidas. Son los trabajadores de Médicos Sin Fronteras, la organización más activa en la lucha contra la peor epidemia de ébola de la historia. Este es su testimonio.
«En España entras al box y hay un paciente. Allí entras y te encuentras a 15. Te mentalizas. Te los repartes con el compañero. Siempre trabajamos por parejas. Miras el reloj. Calculas lo que necesitas para cada uno y te pones un límite. Porque si pasas más tiempo con alguno al principio, luego no vas a poder atenderlos a todos».
Luis Encinas es un enfermero de Médicos Sin Fronteras (MSF) con mucha mili. Veinte años en misiones humanitarias, cinco veces en primera línea contra el ébola. «En la zona de aislamiento entras un par de veces al día. Tardas una media hora en ponerte el traje de astronauta y 40 minutos en quitártelo. Y no estás dentro más de una hora por el calor y la humedad. Sudas a mares. Te mueves a cámara lenta. Si un clavo te traspasa el traje, hay que salir. El traje debe ser una barrera infranqueable. Y el estrés es el medio en el que trabajamos».
Luis es uno de los 3400 trabajadores de MSF que le plantan cara a la epidemia. El 92 por ciento son africanos de los países afectados, personal local que trabaja codo con codo con unos 270 cooperantes internacionales de la organización. De estos, 16 son españoles. Que nadie se equivoque. No son nuestra avanzadilla para impedir que el ébola 'se escape' de África. No han ido a establecer un cordón sanitario para que durmamos tranquilos en Europa. Están allí desde el principio del brote. Su motivación es ayudar a los que lo están sufriendo. Mientras que la ONU, la Organización Mundial de la Salud y los gobiernos del Primer Mundo solo movieron ficha cuando el ébola saltó a los titulares de primera página, MSF llevaba meses desplegada en la región y al borde de su capacidad operativa.
El número de infectados por la epidemia en África Occidental ya ronda las 15.000 personas, de las cuales cerca de 6000 han muerto. Y el coste para el personal sanitario de Sierra Leona, Liberia, Guinea Conakry y, ahora, Mali (la reacción de Nigeria, Senegal y Congo, con sistemas de salud mucho más potentes, frenó la expansión) está siendo estremecedor. Unos 240 contagiados y 120 muertos: médicos y enfermeros de países como Liberia, donde hay un doctor por cada cien mil habitantes. MSF ha sufrido hasta noviembre 24 contagios y 13 muertos entre su personal, a pesar de su buena preparación y sus estrictos protocolos. Una cooperante navarra fue repatriada desde Mali hasta el hospital madrileño Carlos III tras pincharse con una aguja utilizada con un enfermo de ébola y estaba en observación al cierre de este reportaje.

«Sé qué riesgos he tomado y, sobre todo, sé los que no he tomado. He atendido a muchos enfermos. No soy ningún héroe. Ni lo quiero ser. Y tampoco soy un temerario. Solo quiero contribuir a romper la cadena del contagio. Y mi pareja y mi familia confían en mí -explica Encinas-. Hay que adaptarse. Buscar maneras de equilibrar la seguridad con la atención al paciente. Procuras tener un plan B. Por ejemplo, si para alguien es importante tomar unas hierbas naturales del curandero, porque cree que le puede ir bien, lo respetas. Estamos hablando de dignidad. No solo hay que procurar tratamiento, sino poner al paciente en el centro de nuestra preocupación».La muerte es un momento crítico que pone a prueba el equilibrio entre la dignidad y el riesgo. «En Guinea no se deja a una persona que fallezca sola. Hay que respetar eso. Siempre con un protocolo escrupuloso, siempre alerta».
Encinas no puede olvidar al niño de siete años al que tuvo que realizar el aseo mortuorio en un poblado, «el benjamín y el más listo de la familia», le explicaron. Había muerto de madrugada. «Llegamos por la mañana vestidos de calle y nos entrevistamos con el imán y el padre para explicarles el procedimiento. Nos vestimos delante de ellos y pedimos a un par de familiares que nos observaran desde lejos, para que vieran que no le robábamos el alma al niño. Teníamos que tomar una muestra de sangre, pero habían pasado muchas horas y tuve que hacerle una punción pericárdica. No tengo hijos, pero si hubiera sido padre quizá no hubiera podido. Luego lo lavamos, lo vestimos con la ropa que nos dieron, cerramos la bolsa mortuoria y señalamos con una marca dónde estaba su cabeza. Los rezos debían orientarse hacia la Meca. El padre me dijo que era el quinto familiar que perdía por el ébola en un mes».
Siempre es a vida o muerte. Y cuando toca vida, tampoco es nada fácil para los supervivientes retomarla. La doctora sevillana Julia García-Gozalbes, con dos misiones ya en Guinea Conakry, lo sabe bien. «Me acuerdo de Marcel, un hombre que vio morir a su suegro, a su esposa y a dos de sus hijos en dos semanas. Cuando le dijimos que estaba curado, le costaba aceptarlo. Se mezclaban el miedo, la incredulidad y el sentimiento de culpa. Una cosa es ser un superviviente biológico; y otra, un superviviente sociológico, alguien capaz de integrarse en una sociedad aterrorizada que usa la estigmatización como defensa».Por esa razón, el alta médica se convierte en un ritual. «El enfermo sale duchado y con ropa nueva y le damos un abrazo. Es emocionante», cuenta. Se trata de un gesto público y simbólico. Lanza un mensaje a sus familiares y al resto de la comunidad. No hay mejor prueba de la curación que romper la política de no contacto. Si es posible, se lo acompaña a su pueblo. «Les damos un saco de arroz o mijo porque vuelven derrengados y durante una temporada apenas pueden trabajar. Un equipo de desinfección rocía su casa con cloro, quema el colchón y pone uno nuevo. Y más abrazos y bailes. Si el paciente tenía familia que lo visitaba en el centro, sabes que le irá bien. Si no...».
¿Volverá Julia a Guinea? «Me reservo la respuesta. No quiero preocupar a mi familia. Pero hace falta gente. Y me acuerdo mucho de mis compañeros. La enfermera que se puso el traje una vez más para pintar las paredes de una sala con monigotes para los niños. El higienista que entraba a la sala de aislamiento para mecer a un bebé que lloraba. Los juguetes que les damos a los nenes cuando son ingresados: coches, muñecas, lápices de colores... Y cantar una nana con el traje, aunque te quedes sin aliento, porque es como cantar corriendo la maratón».

Enfermero Español
Luis Encinas. Trabaja en Guinea Conakry
"El miedo no hay quien te lo quite, pero es necesario"
Es mi quinta misión de ébola. El miedo no hay quien te lo quite, pero el miedo es necesario. Cuando llegas allí, cambias el chip. Nada de contacto. No le das la mano ni a un ministro. No es una falta de cortesía. Ni siquiera entre expatriados nos tocamos. Así planteas las reglas del juego para que todos entiendan a qué nos enfrentamos. También es duro que los niños quieran acercarse y con un gesto les pidas que no lo hagan. O rechazar una invitación a un té. Eso no está en el temperamento de los africanos. Algo olía mal desde el principio con este brote. Nos sorprendió por la rapidez con que se expandía, por su novedad en el oeste de África y por el número de afectados. Pero no creo que haya un gran riesgo para Europa. España tiene un sistema de salud muy potente, aunque estemos en crisis. Los países occidentales que han tenido casos se han puesto las pilas».

Higienista. Etíope.
Stefano Delbasso. Trabaja en Montovia (Liberia)
"Yo manejo los cadáveres. No sé cómo describrir aquello: el fin del mundo"
Manejo cadáveres. El riesgo de infección es muy alto. Un trabajo duro. Al principio, no sabía lo que tenía que hacer. Era mi primera vez. Pero mis compañeros tienen mucha experiencia. Es doloroso ver morir a tanta gente. Con algunos incluso has hablado. Y de un día para otro debes entrar a la zona de infectados y llevártelos en una bolsa. He visto de todo: hombres, mujeres, niños, ancianos, bebés, embarazadas... Y te los tienes que llevar. A veces en taxi, donde apenas cabes con el traje protector. Rocías el vehículo con cloro y buscas la manera de ir sacando los cuerpos sin que se te enganche el traje en cualquier cosa y se rasgue. Se nota que la gente ha sufrido mucho antes de morir. Las caras están manchadas de sangre y vómitos. Hay que descontaminarlo todo: los líquidos y secreciones corporales, el cuerpo, las ropas... Los metemos en bolsas y los llevamos al crematorio. Hay tantos que los incineramos.
¿Buenos momentos? No sé. Recuerdo que un día llegó una madre con su hijo. Ella murió a los dos días. El bebé sobrevivió. Cuando alguien sobrevive, es algo grande. Mi motivación es frenar la epidemia. Cuando entras en la zona de riesgo para llevarte un cuerpo, los pacientes te piden que lo saques cuanto antes. Vamos lo más rápido que podemos. Tardamos unos veinte minutos. No sé cómo describir aquello: el fin del mundo. Sí. El fin del mundo».
Ponerse el traje lleva 30 minutos Y solo lo usan una hora por el calor y la humedad. Trabajan bajo un estrés constante
Médica. Española
Julia García-Gonzalbes. Trabaja en Guéckédou (Guinea Conakry)
"Los médicos hacemos de todo, también limpiar vómitos y diarreas"
El traje nos protege, pero intentamos que los enfermos sientan que hay personas dentro de esos trajes, sobre todo los niños. Yo los espero fuera cuando llegan al centro, para que me vean la cara. Que sepan que soy la persona que los va a atender. Los médicos hacemos de todo, incluso limpiar vómitos y diarreas. Una vez que entras en la zona de aislamiento, te vuelcas. Los enfermos están muy cansados, a veces no tienen fuerzas ni para comer. Así que les das tú. Con lo aparatoso que es ponerse el traje, no vas a esperar a que se lo ponga una auxiliar para entrar.
He estado ya en dos misiones. Son periodos cortos, de tres o cuatro semanas, porque queman mucho. Mi familia se preocupa, pero hacen falta profesionales. No somos héroes. Solo somos personas responsables que quieren ayudar. Lo hacemos lo mejor que podemos con los recursos que tenemos. Nos adaptamos a lo que hay, pero nunca aceptamos que algo es así porque sí. Es un equilibrio difícil. Das un empujoncito y eso te anima a continuar tu trabajo. Y a veces tienes que dar un paso atrás... y es frustrante».
Jefe de logística Candiense
Craig Kenzie. 27 años. Trabaja en Sierra Leona
"Te sientes bastante solo cuando estás aquí, en primera línea"
Me ocupo de apoyar a los médicos, de la seguridad, de que tengan agua, cloro... Lo peor del trabajo es saber que el ébola se sigue extendiendo, que la epidemia se acelera a pesar de todos nuestros esfuerzos. Lo estamos dando todo en esta lucha. Y pese a que les hemos dejado bien claro a la ONU y a la OMS que necesitamos ayuda, te sientes bastante solo ahí fuera, en primera línea.¿Lo mejor? Los bailes de celebración que se montan cada vez que alguien se cura. Sobre todo, cuando se trata de uno de nuestros pacientes 'especiales', como la pequeña Isata, de 22 meses, que sobrevivió y ahora se pasea por ahí jugando como cualquier crío. Llegó aterrorizada. La aislamos en una tienda de campaña con sus padres, ambos dieron positivo. La pequeña se escapaba y había que perseguirla con los trajes de astronauta. Sus padres murieron, pero ella salió adelante.Cuando un superviviente, contra pronóstico, sale adelante después de estar dos o tres semanas con nosotros, es un momento de alegría muy necesaria en un ambiente que, por lo general, es sombrío».
A quien recibe el alta se le da un abrazo en público. Es un mensaje a los demás. rompe el estigma de que no se le puede tocar
Enfermera anestesista. Suiza
Géraldine Bégué. 31 años. Trabaja en Sierra Leona
"Tienes que olvidarte de coger la mano de un paciente, de consolarlo. Está prohibido"
Aquí te tienes que olvidar de muchas cosas que amas de tu profesión, por ejemplo, coger del brazo a un paciente para consolarlo, para hablarle. Un gesto tan sencillo como tocar a alguien está prohibido. Te pones el traje de astronauta para todo. Es un calvario, por el calor y por el hecho de que debes comunicarte a gritos y apenas ves con el sudor en los ojos y las gafas, pero cualquier descuido puede ser fatal.Mi pareja es un logista de Médicos Sin Fronteras. Lo conocí en una misión en Haití el año pasado. Estamos juntos aquí. Somos la única pareja. Nos ayudamos. Podemos hablar, descargar nuestras frustraciones, pero respetamos las consignas a rajatabla: cero contacto físico.Cada día, las ambulancias nos traen su cargamento de enfermos.
Otras veces, los enfermos llegan de ninguna parte, caminando. Siempre tienes la impresión de no hacer lo suficiente. Hay muchos muertos. Ves escenas terribles. Un niño de siete años cuyos padres han muerto aquí, sollozando en la morgue, a 500 metros de nuestro campamento, porque acaba de ver allí el cuerpo de su hermana... Pero también ves esa magnífica solidaridad africana. Aunque tengamos muchos huérfanos, jamás están solos. Otro papá u otra mamá velan por ellos».


TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO,. CUANDO IMPROVISAS EN UN VIAJE, TE LLEGAN LAS MEJORES COSAS,.
  • Esta pacense bióloga de formación, comercial de profesión y viajera por pasión, inicia su colaboración con HOY.es a través del blog 'Viajando sin mapas',.

  • Elvira Gallego en la Alcazaba de Badajoz, lista para volver a marcharse de nuevo. :: PAKOPÍ-foto-Elvira Gallego Caldera Viajera,.

    Sin brújula, sin billete de vuelta y sin acompañantes. Dos mudas, un par de camisetas, unos pantalones para frío y calor y un forro polar es el equipaje con el que viaja Elvira Gallego, 'Viri', en su mochila. Los sellos y visados de su pasaporte son testigo de su paso por Cuba, República Dominicana, EE UU, Canadá, Marruecos, Túnez, Gambia, parte de Asia y el viejo continente. Su espíritu es el de una viajera del siglo XXI, que no concibe ya su vida sin buscar aventuras en otros horizontes.
    ¿Cuándo empezó a viajar?
    Mi familia ha viajado siempre. De pequeña nos tirábamos los tres meses de verano con la caravana de arriba a abajo. A mí, en vez de biberones, me daban kilómetros. Mi padre es un aventurero. Cogía el coche, empezábamos en un sitio, y no sabíamos dónde íbamos a terminar. He mamado ese estilo de viajar nómada. Yo le digo a mi padre: ¿ahora qué, me vienes a pedir explicaciones sobre mis viajes con las veces que te has perdido tú cargado de pañales detrás? Yo, al menos, voy sola. Para mí viajar es una necesidad, no una afición. Lo necesito para no ahogarme.
    ¿Cómo definiría su manera de viajar?
    He viajado de todas las maneras. También he hecho el típico paquete turístico porque a veces apetece descansar, y ya está. Pero la que realmente me gusta es cuando compro el billete de ida y no tengo vuelta. Lo que más disfruto es la incertidumbre de qué va a pasar, eso es lo que a mí me pone las pilas. No soy de las que leen guías, no me gusta empaparme, prefiero ir descubriendo poco a poco. Pero me gusta, sobre todo, improvisar. Esa es la base. La improvisación y la incertidumbre es la adrenalina de lo que va a pasar mañana, si cogeré un tren o no lo cogeré. El día a día.
    ¿Prefiere hacerlo sola?
    Muchísimo más. Cuando vas sola te abres totalmente como si fueras una flor, lo absorbes todo. Si vas acompañada, no tienes la necesidad de pedir ayuda. Sola estás relajada, conoces a gente que te cae bien, y tienes química y lo que empieza siendo una cena acaba siendo una semana de viaje juntos. Y cuando vas con gente no te entregas a lo que hay alrededor de la misma manera. Por muy sociable que seas, no es lo mismo.
    ¿Con qué presupuesto cuenta?
    Depende. Yo trabajo, y cuando consigo ahorrar para el billete de ida y mantenerme, me voy. Cada viaje tiene su presupuesto, siempre me voy, y lo estiro como buenamente puedo. Lo que puedes hacer con mil euros aquí no tiene nada que ver con lo que puedes hacer en la India. Es un tema muy flexible y variable.
    Una vez allí, ¿cómo se mantiene?
    Normalmente no trabajo a cambio de dinero. En Nepal estuve colaborando varias semanas en una clínica veterinaria, me quedaba a dormir y me daban de comer, hago ese tipo de trueques. También me alojé en un monasterio a cambio de enseñar un poco de inglés a los niños. Siempre que puedo dormir gratis, lo intento.
    ¿Cuáles son las ventajas de viajar de esta forma?
    El desarrollo de una mayor capacidad de autosuficiencia, valerte por ti mismo. La improvisación es un tesoro. Cuando improvisas te llegan las mejores cosas, los mejores momentos, los mejores sitios. No sé si será porque no te lo esperas. Improvisar te trae momentos que de otra manera no vendrían. También te transmite mucha paz, porque tienes muchos ratos a solas. No tienes que estar pendiente de nadie, de lo que le apetece a la otra persona, solo lo que te apetece a ti. Cuando quieres estás sola y cuando quieres estar con alguien, lo buscas.
    ¿Y las desventajas?
    La única, es que a veces te ves inmersa en situaciones peligrosas. Aun así, tampoco lo veo como desventaja, más bien como una manera de superarte en un momento determinado.Hay peligro en todos sitios. Pero siempre digo que teniendo unas reglas básicas de prudencia puedes ir al fin del mundo sin que te pase nada. Viajo sola, pero no inconscientemente. Hay países que para la mujer son muy peligrosos y tienes que saber bien los horarios para moverte. Si tienes un carácter sociable, que es lo que me pasa a mí, tienes que modificarlo ligeramente, estar siempre alerta, ser seca e incluso, a veces, antipática. Pero son medidas de autoprotección.
    ¿Cuáles son esas reglas?
    -Cuando viajo nunca bebo, jamás se me ocurre. Primero, porque te pueden meter cualquier cosa en las copas, y segundo, porque todas tus capacidades cognitivas están mermadas. Yo siempre voy con los cinco sentidos. Cuando es de noche, estoy durmiendo. Otra medida es intentar pasar desapercibido. Si voy a países árabes uso pañuelos, ropas largas... No dar la imagen del típico guiri porque eso es miel para las moscas. Y siempre cuento muchas mentiras. Si me preguntan que a dónde voy, contesto que a recoger a mi marido que está en la esquina de allí.
    ¿Ha tenido alguna mala experiencia?
    Cuando estaba en las islas Perhentian, en Malasia, dormía en unas cabañitas de madera en la playa. Casi siempre duermo con antifaz, y no sé por qué, a las tres de la mañana me despierto, me levanto y veo a un tío dentro de la cabaña. Había una ventanita por donde había metido la mano para quitar el ganchito y había empujado la puerta para entrar a robar o lo que quisiera. Corrí detrás de él y llamé a la Policía. Me tiré cuatro días esperando y no vino nadie. Luego me enteré que era uno de los que trabajaba allí, estaba tan tranquilo, sabía que no le iba a pasar nada.
    ¿Ha conocido a más mochileros que viajen en este plan?
    -Europeos y estadounidenses. Japoneses también, pero lo llevan todo más cerrado. Españoles pocos, y mujeres menos.
    ¿Qué le diría a la gente que no se atreve a salir sola?
    Yo aconsejo a todo el mundo a que lo haga, en paquete o como sea, pero creo que todos deberían irse solos al menos una vez. Te va a aportar cosas que no te va a aportar ningún otro viaje, dejar las responsabilidades atrás, los problemas, las cargas y decir, «este día va a ser solo para mí».
    ¿Cómo se prepara un equipaje sin fecha de vuelta?
    Meto lo básico y voy intercambiando ropa. Si estoy en la India y he tenido que comprar ropa de verano, pues cuando vaya a Nepal, que va a hacer más frío, intercambio la ropa con otra gente que viaja. Una vez la mochila acabó llena de ropa y nada era mío. Por lo demás, el cepillo de dientes, y la cámara de fotos.
    ¿Cuánto es lo máximo que ha estado fuera?
    Siete meses
    ¿No echa nada de menos durante ese tiempo?
    Nada, ni a mi perra. Estoy en mi salsa. Mi familia me apoya totalmente. Siempre mantengo el contacto, busco cualquier sitio con wi-fi, normalmente no hay problema. Lo máximo que he estado sin dar señales son cinco días, pero busco sitios para decir que estoy bien. Eso lo cuidomucho.
    ¿Cuál es su próximo destino?
    Soy una apasionada de los países árabes, pero ahora estoy muy ilusionada con Asia. En mi anterior viaje hice India, Nepal, Malasia, Sri Lanka y Maldivas. Ahora quiero hacer Tailandia, Laos, Vietnam, Camboya, Filipinas e Indonesia, si llega el tiempo y el presupuesto. También quiero volver a Marruecos. He ido varias veces en moto y siempre me he venido sin fotos.
    ¿Qué va a encontrar el lector en su blog?
    No tengo grandes aspiraciones. No escribo con ánimo de dogmatizar ni enseñar. Mi motivación es simplemente compartir mis experiencias con aquellos a los que les gusta viajar. A veces parece que si no compartes no lo has vivido.

     

No hay comentarios:

Publicar un comentario