TÍTULO: REVISTA MUJER HOY PORTADA PROTAGONISTA DE CERCA -NAOMIE HARRIS ACTRIZ,.
-foto--NAOMIE HARRIS ACTRIZ,.
Lo siento, Moneypenny ya no piensa esperar James Bond,.
La secretaria aún suspira por el agente 007, pero no
es ran lánguida ni tan blanca ni tan fiel (¡y va armada!). Descubre a
la actriz que le da vida: una británica con raíces caribeñas y titulada
en Cambridge.
Esta
versión moderna de
"la" Moneypenny de la saga James Bond se parece más a su alter ego, la
actriz Naomie Harris (Londres, 1976) que a la asistente fiel, siempre a
la sombra del agente 007. La cita es en Barcelona, un día de sol y
Naomie tiene la mirada limpia y su discurso es coherente y sofisticado.
De hecho, la actriz tiene un título de Ciencias Políticas y Sociales por
la Universidad de Cambridge y eso es difícil de disimular. Tampoco
parece que esté por la labor. "
Haber ido a Cambridge es una de las cosas de las que estoy más orgullosa en mi vida", dice con sinceridad.
"Esta Moneypenny es menos segundona de lo habitual, digamos
que su posición respecto a Bond es más igualitaria. Lees el guión y
piensas en cómo se comportaría una mujer en nuestros días... Y sí, me ha
salido una secretaria poderosa, con carácter. Creo que
es una versión más interesante".
¿Pero Bond sigue siendo su amor platónico o no? "Bueno, hay una química
especial entre ellos. Eso no ha cambiado, pero esta circunstancia no
define la vida de Moneypenny.
Ella piensa: "Este hombre es impresionante pero, lo siento, yo sigo
con mi vida. Ya lo superaré". Vamos, que esta chica ya no se queda
esperando... "Si algo me gusta de la saga Bond es su rapidez de
reflejos, su
capacidad para integrar los cambios sociales.
La sociedad ha cambiado radicalmente, los roles de género están en
constante evolución, la posición de la mujer es cada vez más fuerte.
Todo eso explica una Moneypenny mulata y una chica Bond, Monica
Bellucci, con unos estupendos 50 años".
- Del acoso escolar al éxito
La madre de Naomie Harris nació en Jamaica y su padre en Trinidad
Tobago, es hija de inmigrantes y creció en Finsbury Park, en el norte de
Londres . "Era un ambiente absolutamente multicultural, aunque yo no lo
sabía,
no tenía ni idea de que éramos una minoría étnica.
Pasaba el día en la calle con mis amigos. Había negros, asiáticos,
árabes... Teníamos mucha imaginación. Tengo muy buenos recuerdos".
Sin embargo, a sus 38 años la actriz ha comenzado a ir a terapia. Según confesó en una entrevista,
necesitaba hacer las paces con la educación que recibió en su infancia.
Sus padres se separaron antes de que naciera y ella fue criada por su
madre, guionista de televisión, a la que sigue estando muy unida. Vio a
su padre por primera vez en 2009, a los 33 años, porque una amiga la
animó a dar ese paso. Luego reconoció en el diario The Sunday Times que
había sufrido acoso escolar: "Nadie quería jugar conmigo, nadie me
elegía para los juegos... Fue muy duro. Había muchos celos porque yo
salía en una serie de televisión. Pero parte de lo que soy y la fuerza
con la que luché tiene que ver con aquello".
Le pregunto cómo acabo estudiando en la Universidad. "Tuve una
profesor muy bueno de Historia que creyó en mí. Me dijo: Tú puedes ir a
Cambridge y yo te voy a ayudar a conseguirlo,
puedes estudiar lo que quieras".
Gracias a él estudié esa carrera porque era un apasionado de su trabajo
y sus clases me emocionaban. Yo nunca creí que podría ir a la
universidad, mi idea era abandonar los estudios, pero fui gracias a su
pasión y a la fe y la confianza que me dio.
Los profesores están infravalorados y pueden ser cruciales en la vida de una persona".
Una actriz con un título de Ciencias Políticas y Sociales no trabaja más pero
es más respetada en la industria, según la experiencia de Naomie. "Frecuentemente, es difícil que las mujeres se hagan respetar y que te consideren
algo más que una cara bonita.
Pues para eso sirve un título de Cambridge y una buena educación que te
respalde, te ayuda a tener una voz más poderosa y a ser más respetada
en la industria. Definitivamente".
Para la actriz, es "una bendición" ser una mezcla de tres culturas.
"Mi alma es muy jamaicana, llevo la música y el olor de las frutas de la
isla conmigo, pero al mismo tiempo soy muy británica para otras cosas".
Desde luego, su físico es caribeño y su acento, británico a rabiar.
"Para mi profesión es mejor tener esta especie de mezcla de culturas
diferentes que ser un clon de lo que ya existe.
Puedo ser muy versátil,
hacer desde proyectos muy británicos, como un clásico de Shakespeare,
hasta de analista de la policía del condado de Miami Dade con raíces
sudamericanas (el personaje que interpretó en la película Miami Vice, de
Michael Mann, en 2006)".
Asegura que nunca ha vivido un episodio de racismo contra ella. "No
puedo decir que alguien me haya tratado de un modo diferente por el
color de mi piel, nunca lo he sentido, pero soy consciente de que existe
el racismo en todos los contextos y en todas las industrias, aunque lo
que me entusiasma es comprobar cómo el cine está cambiando y
cada vez hay más actrices de éxito que no son caucásicas. Prefiero celebrar ese cambio que seguir mirando al pasado".
Gracias a su interpretación de Winnie Mandela en 'Mandela, del mito al hombre' (2013)
pudo conocer a la propia Winnie y fue invitada a la Casa Blanca.
"Estaba aterrorizada con el personaje, me sentía bajo presión porque
ella es una especie de icono vivo para mucha gente, es un personaje
complicado y yo quería hacerlo bien, y que ella y los sudafricanos se
quedarán contentos con el resultado. Así que fui a verla para
preguntarle cómo le gustaría verse en el cine, cómo quería ser
tratada... La acribillé a preguntas, pero ella solo me dijo: "Depende de
ti, haz lo que quieras". Y yo la verdad es que esperaba alguna señal,
pero ella dejó toda la responsabilidad en mis manos".
Afortunadamente, en el estreno de la película en Sudáfrica, Winnie se
le acercó agradecida: "Me dijo que por primera vez sentía que su
personalidad había sido bien llevada a la pantalla y que el resultado le
había resultado muy realista".
Luego
Barack Obama y Michelle la invitaron a la Casa Blanca a
la presentación de la película. "Estaba tranquila en el salón, llegó el
presidente y me dijo: "La última vez que te vi estabas pateando
traseros en Skyfall (Sam Mendes, 2012)". Y yo pensé: "¡Madre mía, el
presidente de Estados Unidos sabe quien soy!". Fue una experiencia
increíble, Obama fue encantador, tiene la habilidad de hacer sentir
cómodo a todo el que está a su alrededor. Y yo ya era una gran
admiradora de Michelle Obama. Es una pareja muy divertida".
Destila una elegancia clásica que muchas marcas desean contratar en
exclusiva. Ella misma reconoce que no solía darle mucha importancia a la
ropa. "Era ingenua, realmente no entendía cuánto poder tenía la ropa
que escogías para presentarte en público.
Si me hubieras preguntado hace 10 años te hubiera dicho que daba igual como la gente fuera vestida,
pero después de tanto tiempo en la industria del cine lo he entendido.
Hay un matrimonio muy fuerte entre la moda y el cine. Se retroalimentan y
se ayudan una a la otra. Es naif y perjudicial para tu carrera no
entender esa relación y no querer participar en ella".
- A favor de la naturalidad
A Naomie no le gusta la cirugía plástica porque, dice que, "además de
dar un aspecto plástico a los rostros pone el foco en el sitio
equivocado. En ocasiones puedes sentir la ilusión de que cambiando tu
nariz o tus pómulos vas a conseguir sentirte mejor respecto a lo que
llevas dentro. Pero eso es absurdo. Creo que hay que empezar por
mejorar la relación con uno mismo.
Hay excelentes ejemplos, como Helen Mirren que tiene 60 años. Helen es
una mujer con luz, tiene encanto y ese brillo no tiene que ver con los
rasgos externos, es algo más profundo que solo poseen aquellos que lo
han sabido cultivar a lo largo de su vida".
¿Y cree que la fama cambia a las personas? "Por supuesto".
Sam Mendes, el director de cine, dijo de ella: "Naomie es adorable,
dulce, amable... pero terriblemente indecisa". Le pregunto si es cierto.
"¡Sí esa soy yo! Soy muy indecisa. Me cuesta tomar decisiones,
considero todas las aristas de las situaciones, pienso demasiado.
Además, tengo muchos matices: soy una mujer fuerte, pero puedo ser muy
sensible, depende del momento. Si estoy en una situación concreta, puedo
tomar una decisión y luego, en otra circunstancia sobre el mismo
asunto, hacer todo lo contrario, porque para mí son decisiones
diferentes. Es insoportable. Lo sé. Está en mi lista de cosas a superar
antes de los 40".
A Bond la licencia para matar no se la quita nadie, pero con las
mujeres las cosas son distintas. Moneypenny nos descubrió su pasado como
espía en 'Skyfall '(2012) y en Spectre (estreno 6 de noviembre) vuelve a
la acción junto Belluci,
una espléndida "chica Bond" de 50 años.
Como ha declarado Craig a XL Semanal: "Vivimos en un mundo menos
sexista y Bond no podía ser como antes. Puede que 007 sea un misógino,
pero lo que hacemos es ponerlo junto a mujeres fuertes y dejar que surja
el conflicto".
TÍTULO: SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO - ¿ POR QUÉ HAY QUE HABLAR DE LA VIOLACIÓN ?,.
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Por vergüenza o culpabilidad, para evitar ser
señalada o por temor al rechazo, una de las experiencias más traumáticas
de la vida de una mujer acaba muchas veces silenciada. Carmen Maura lo
acaba de contar , pero no es la única.
En nuestro país, nunca un personaje público
había dado la cara para reconocerlo. Por eso es curioso que cuando, hace
un par de semanas, la actriz Carmen Maura confesó en un programa de
televisión que
había sido víctima de una violación, no hubiese un cataclismo. Pasó lo que suele: comentamos el detalle del asunto, pero no entramos en el fondo de la cuestión.
El caso de Maura, sucedido hace 40 años, no solo es un
ejemplo de cómo la mirada censora de la sociedad convierte a las
víctimas en culpables, sino que destapa una pregunta aún más
inquietante: ¿si Naciones Unidas indica que una de cada cinco mujeres
sufrirá una violación o un intento de violación a lo largo de su vida,
por qué
apenas recibimos información de estos casos?
¿Es que ya no suceden? ¿Por qué no hablamos de la violencia sexual que
denuncian 1.300 españolas cada año, aunque ellas son solo una quinta
parte de las posibles víctimas, según diferentes asociaciones?
¿El fin del silencio?
Y sin embargo parece que algo está cambiando y que
no todas las mujeres están dispuestas a callar. En
España ha sido Carmen Maura quien ha dado rostro a una realidad que
afecta a miles de mujeres. Mientras que, en Estados Unidos, el caso de
las víctimas de
Bill Cosby ha visibilizado que un
agresor, por el hecho de ser famoso, no goza de impunidad: el pasado
julio, en la portada de la revista The New York Magazine,
aparecían 35 de las 46 mujeres que fueron, presuntamente, víctimas de agresiones sexuales por parte del cómico, una de las figuras más populares de la televisión norteamericana.
En el interior de la publicación, las denunciantes relataban aspectos
de los abusos, que se produjeron durante cuatro décadas, y la mayoría
coincidían en que el actor las convocaba a supuestas clases de
interpretación, luego las drogaba y acababa violándolas. "35 mujeres
hablan sobre las agresiones de Bill Cosby, y
la cultura que no quiso escucharlas" era el titular, que ponía el dedo en la yaga de un clima social que, hasta ahora, ha fomentado el silencio.
¿Cuántas violaciones y agresiones sexuales se producen? ¿Son casos
aislados? El primer lugar al que debemos acudir para buscar respuesta
son las estadísticas. Los datos están condicionados por dos factores:
las mujeres prefieren no denunciar por el estigma social y
las autoridades suelen desanimar o descartar las denuncias femeninas.
Los países que ocupan los primeros puestos de la vergonzosa lista son
Estados Unidos, Nueva Zelanda, Alemania, México, Brasil y Reino Unido... Pero
las cifras no son fiables, porque en los países en vías de desarollo y
las zonas en conlicto la violación es una auténtica lacra, pero no hay
datos. Sudáfrica, por ejemplo, es calificada por Interpol como la
capital mundial de la violación. Allí, las mujeres tienen más
probabilidades de ser abusadas sexualmente que de aprender a leer y una
de cada tres será víctima de una agresión sexual a lo largo de su vida.
Y
de la India llegan las historias escalofriantes:
la violación en grupo de dos adolescentes terminó con ellas colgadas de
un árbol; otra fue violada por orden de la autoridad local, que
castigaba así a su hermano; incluso un ministro, Nihalchand Meghwal, ha
sido acusado de violador, sin que se haya producido suspensión ni
investigación.
Pero también en Europa, aunque distantes, los datos son alarmantes:
más de nueve millones de mujeres europeas han sido violadas,
un 33% han sufrido violencia física o sexual y solo una de cada tres
denuncia, según el último informe de la Agencia de Derechos
Fundamentales de la Unión Europea (FRA) de marzo de 2014.
En España, el Instituto de la Mujer cifró en 6.562 los casos de abuso,
acoso y agresiones sexuales en 2009, frente a los 1.303 ataques que
aquel año recogía el Ministerio del Interior. Esta última cifra se ha
mantenido estable: 1.298, en 2013, último ejercicio con datos oficiales.
Pero desde la web
Mehanviolado.com
(una asociación surgida de la colaboración espontánea a través de
internet de víctimas y profesionales de la comunicación, la Psiquiatría y
el Derecho) aventuran una cifra mayor:
"Calculamos que el 75% de los delitos sexuales no se denuncia".
Según sus cálculos, en un año se producirían en nuestro país 29.874
agresiones sexuales (incluyendo abuso, acoso y agresiones) o, lo que es
lo mismo, una cada 17 minutos. Pese a todas estas cifras, tanto la web
Mehanviolado.com como la
Fundación Aspacia, que ofrece apoyo a mujeres que han sido víctimas de ataques sexuales en la Comunidad de Madrid, denuncian la falta de datos.
En el Instituto de la Mujer no actualizan las estadísticas sobre
violencia sexual desde 2009 porque ya no hay un cómputo común. Cada
comunidad maneja sus datos, y dentro de cada una, Policía y Guardia
Civil llevan sus propios registros.
Más allá de los números, los expertos advierten del avance de cierta
"cultura de la violación" (una
traducción literal de rape culture, que también puede entenderse como
"caldo de cultivo para..."), por la cual la violencia contra las mujeres
se contempla con cierta tolerancia (en series de televisión, por
ejemplo), como una mera invasión justificable o, incluso, como el
resultado de una provocación.
Los síntomas están ahí, por mucho que se les quiera aplicar el
relativismo o hasta el sentido del humor. El lenguaje misógino, la
consideración del cuerpo femenino como un objeto, la glamurización de la
violencia sexual, los debates alrededor del consentimiento
(especialmente en menores de edad), la culpabilización de las víctimas
(por llevar más o menos ropa, haber bebido demasiado o aceptar una
invitación), la trivialización del acoso en los espacios públicos, el
recurrente argumento de las denuncias falsas (bastante infrecuentes,
según las asociaciones de víctimas), las campañas que insisten en
enseñar a las niñas cómo evitar ser violadas en vez de educar a los
niños para no caer en la violencia, porque
en los centros educativos, aunque nos parezca mentira,
se producen agresiones a diario.
En
Estados Unidos, por ejemplo,
una de cada cinco universitarias sufre agresiones sexuales,
una verdadera epidemia que se vive en silencio: solo un 12% denuncia,
aunque nueve de cada 10 conoce a su violador. "Un 63% de los
responsables de este tipo de delito ha confesado que ha violado a una
media de seis mujeres en su vida", señala el Informe sobre la violencia
sexual en EE.UU., presentado por el Consejo de Mujeres y Niñas de la
Casa Blanca que levantó la libre acerca de la impunidad de los agresores
en los campus.
El detonante de esta movilización fue una estudiante de 21 años de la Universidad de Columbia (Nueva York),
Emma Sulkowicz,
que decidió cargar durante meses, hasta el día de su graduación con el
colchón en el que había sido violada por uno de sus compañeros. La
imagen de la estudiante arrastrando un colchón de 23 kilos de un lado
para otro (que se convirtió, además de en una performance, en su tesis
de fin de carrera) despertó una ola de solidaridad por su simbolismo,
aunque también controversia, porque
el chico acusado negó los cargos y no ha sido detenido ni expulsado.
La prevención
"A pesar de lo que se quiere transmitir,
la gran mayoría de las agresiones sexuales ocurren en el entorno cercano de la mujer",
dice la psicóloga Mª Ángeles de la Cruz, psicóloga del Centro de
Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales de Madrid (CAVAS). "Y esto
ocurre porque nuestra sociedad responsabiliza a la mujer de la agresión
sexual, en vez de encaminar los esfuerzos a prevenir desde la infancia
estos comportamientos.
Es decir, nos enseñan a
protegernos, responsabilizándonos de la agresión sexual,
en vez de evitar mediante la educación que nos ataquen. Por ejemplo, en
muchas canciones o series los jóvenes hablan tranquilamente de
emborrachar a una chica para acostarse con ella".
Desde el Centro de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales de
Valencia advierten de un incremento de hasta un 5% en los casos de
mujeres que son violadas por sumisión química. También de la creciente
violencia sexual entre adolescentes, en los que se detecta un repunte
del sentimiento machista.
Durante un Congreso contra la Violencia de Género celebrado en
Bilbao, Javier Elzo, sociólogo y catedrático emérito de la Universidad
de Deusto, denunció que "
tanto maltratadores como víctimas cada vez son más jóvenes.
(...) Cuando se les pregunta a los jóvenes españoles por las cualidades
fundamentales que definen a cada sexo, tanto ellos como ellas
coincidan: los chicos destacan por su autoridad y capacidad de decisión,
y las chicas, por su ternura, dulzura y paciencia.
Estamos mejor que hace 50 años, pero peor que hace 15 o 20". ¿La
consecuencia para Javier Elzo? "Tenemos jóvenes machistas, chicos y
chicas, para rato". Y, sin embargo, en el último barómetro del CIS sobre
las preocupaciones de los españoles, la violencia machista está en el
puesto 17.
"La violencia sexual es una forma de violencia de género y, como tal,
la motivación de los agresores es una cuestión de poder, dominación y
control sobre las mujeres puntualiza Mª Ángeles de la Cruz. No es un
asunto sexual, como piensan muchas personas, sino que entra en juego la
violencia machista, que busca
el control y la humillación de la mujer".
De hecho, el agresor suele ser un conocido o un familiar (solo un 30%
de ellos son desconocidos), y más de la mitad de los asaltos se producen
en la casa de la víctima, otro factor que convierte en más que
incómodos los relatos públicos acerca de las violaciones, y que
convierte en auténticas heroínas a las mujeres que se atreven a hablar.
Ellas sí lo han contado
Cuando tenía 30 años, su agresor llamó a la puerta de su casa, le
pegó un puñetazo y la violó a punta de pistola. En el juicio le
preguntaron: "¿Estás segura de que no quieres hacerte famosa con esto?".
Para Maura, lo más denigrante no fue la agresión en sí, sino "todo lo
que vino después". De hecho, ha llegado a decir que
"el fiscal era bastante más repugnante que el violador".
Su
padrastro abusó de ella cuando era adolescente y su madre estaba enferma de cáncer.
Desde los nueve años fue violada
por un primo, un tío y un amigo de la familia. Con
14 años se quedó embarazada y pensó en suicidarse, pero el niño murió
poco después de nacer. Recientemente, una biografía no autorizada ha
cuestionado la veracidad de estos abusos, afirmando que
la familia de Oprah no se los cree.
Padeció abusos desde los cinco años
por parte de su tío,
pero la protagonista de Mujeres desesperadas guardó silencio hasta que
su tío fue acusado de pedrastia por abusar de una menor que se quitó la
vida. Teri Hatcher declaró en su contra y fue sentenciado a 14 años de
cárcel.
Fue atacada cuando tenía
19 años por un productor musical mucho mayor. Jamás ha querido revelar la identidad de su asaltante.
Un caso paradigmático de mujer con un pasado marcado por el abuso y
el sufrimiento, pero cuya imagen sexualizada hace que se cuestione su
versión de la historia: una niñera abusó de ella cuando tenía seis años
; a los 12,
un hombre la forzó a tener relaciones; y más tarde fue víctima de una
violación grupal por parte de su novio y su grupo de amigos.
Cuando llegó a Nueva York, aún veinteañera,
la llevaron a una azotea de un edificio
amenazándola con una navaja
para consumar una violación. "No me atreví a denunciarlo porque ya tenía
suficiente con la humillación que había sufrido, no quería más".
A los 22 años, a la salida de un concierto en Los Ángeles,
un fan la secuestró a punta de pistola y la violó durante horas.
Se decidió a contarlo tras ver la película Thelma y Louise y escribió
una canción sobre su experiencia: Me And A Gun. Declaró a The Guardian:
"Fue muy duro entender la diferencia entre intercambio y subordinación.
Solo después de dar a luz a mi hija sentí que mi cuerpo me volvía a
pertenecer".
La mirada psicológica de Isabel Menéndez, psicoanalista.
Poner palabras
- Una violación provoca un trauma psicológico y físico, que deja a
su victima hundida por el sentimiento de humillación que conlleva. Es
una invasión en el cuerpo que rompe el psiquismo.
- El cuerpo sigue durante un tiempo gritando de rabia y de dolor.
Son frecuentes los desmayos, los sudores, los vómitos y los temblores.
Los desmayos representan la imposibilidad de defenderse o huir, así como
el deseo de negar lo ocurrido no hablando de ello. Los sudores expresan
la rabia. Los vómitos, un intento de expulsar la agresión misma. Los
temblores delatan el miedo a sentirse vulnerable. Tras un tiempo,
algunos síntomas remiten, pero otros, como la falta de apetito, las
pesadillas o la imposibilidad de tener relaciones, pueden persistir. Todos
constituyen un intento de elaborar psíquicamente lo sucedido. Esta
elaboración pasa por la palabra, hay que hablar de ello para que el
terremoto emocional pueda tener una vía de expresión. Si la víctima
cuenta con la ayuda adecuada, superará la agresión.
- ¿Por qué se culpa a sí misma la víctima? La
mayoría de las veces porque enlaza lo ocurrido con acontecimientos
fantaseados de los que ni siquiera es consciente y que, por tanto,
ignora. De otro lado, muchas de las agresiones se producen en el entorno
familiar, lo que agrava la situación, ya que, cuando se mezclan el
afecto y la agresión, la valoración personal queda dañada. La víctima
puede pensar que se lo merece. Además, a la culpabilización que ella
misma se infringe, se añade aquella a la que es sometida socialmente.
- ¿Por qué no se ponen más medios para ayudar psicoterapéuticamente a las víctimas? ¿Por qué no se debate sobre el tema? ¿Por qué se silencia tanto? ¿Se culpabilizaría igual a un hombre que ha sido violado?,.