LAS GAFAS ROJAS -EL PRIMER REGRESO DEL AÑO,. fotos,.
El primer regreso del año,.
-
El guardameta Raúl Moreno será el primero de los cinco jugadores del Mérida que volverán esta temporada a su último hogar,.
Gonzalo Suárez y Jesús González, Pedro Conde, Aitor García... y Raúl Moreno. Son los cinco jugadores de este Mérida que volverán sobre sus últimos pasos esta temporada. Y el primero en hacerlo será el guardameta Raúl Moreno (Madrid, 1979), que cinco meses después volverá a pisar a Lorca. «Y será especial, porque cuando me tratan bien en un sitio tiro de romanticismo», reconoce con cariño.
Y eso que su cotidianidad no ha variado mucho de Lorca a Mérida, salvo por el 'pequeño' detalle que este año su novia vive en Madrid: «Pero el día a día es casi el mismo allí que aquí. Por la mañana me entreno y por la tarde hago vida académica». Es, con dos carreras en sus guantes (la diplomatura en Magisterio y la licenciatura en INEF), el jugador más formado de la plantilla. Y este curso, además, ha decidido sacarse el B2 de inglés.
Pero volviendo al fútbol... el cancerbero madrileño aterrizó en el Francisco Artés Carrasco en el verano del 2014, después de que el club murciano firmase la mejor temporada de su corta historia: recién ascendido a Segunda B, fue capaz de jugar playoff de ascenso con destino al fútbol profesional en su debut en la categoría. De hecho, se tiró todo el año primero y perdió el liderato en favor del Albacete a pocas jornadas del final. «Firmé con la intención de repetir lo que habían conseguido el curso anterior. Pero los resultados de la primera vuelta fueron malos: no éramos capaces de encadenar dos victorias consecutivas. De ahí que el año fuera tan duro como intenso. Al final tuvimos premio, con una gran segunda vuelta. Aunque no firmé con la intención de estar tan abajo, reconozco que mejoré tanto deportiva como personalmente», recapitula Raúl Moreno, uno de los cuatro jugadores de Ángel Alcázar que ha jugado todos los minutos de Liga.
Allí, en Lorca, le esperan tipos como Pina, Alcántara, Antonio López, Dani Peralta, Pardo, Álex Bernal, Ortuño... con los que compartió caseta hace menos de medio año. «Pero no he hablado con ninguno de ellos esta semana», puntualiza el guardameta emeritense. «Tengo buena relación con todos ellos, mantengo el contacto, pero esta semana todos somos profesionales. Se nos podrían escapar cosas». No obstante, tanto ellos se conocerán al Mérida de memoria como el Mérida les conocerá a ellos: «Gozan de un buen sistema defensivo. Y además, las pocas ocasiones que le hacen las resuelven bien. Aparte, es un equipo complicado en la estrategia ofensiva. Ha marcado muchos goles por esa vía. Pero como nosotros, su bloque está muy por encima de sus individualidades», radiografía Raúl Moreno, que seguramente le haya chivado a Alcázar, como cuando hace un mes viajaron a Granada, donde entrena su técnico del año pasado en La Hoya Lorca.
Trayectorias calcadas«Pero tienen los pies en el suelo, como nosotros», apuntilla. Porque tanto el Mérida como La Hoya Lorca han dibujado dos inicios de temporada calcados. Ambos han ganado cuatro partidos, han empatado cinco y tan solo han cedido en uno (y concretamente lo hicieron en la misma jornada). Y mientras los emeritenses hacen más goles (diez por siete), los murcianos reciben menos tantos (seis por ocho). Pero porque en las últimas cuatro jornadas el Mérida ha encajado el triple de goles que en las seis primeras. «No suelo hacer balances porque todo esto cambia muy rápido, de una jornada a otra. De hecho, si le quitas los últimos cinco minutos a nuestros dos últimos partidos seríamos líderes. Nuestra forma de trabajar es la misma y me quedo con que llevamos muchos puntos a estas alturas del año».
Tras el entrenamiento de esta mañana, el equipo se subirá al autobús a eso de los 11.30 horas. Siete horas después, Raúl Moreno pisará su último hogar. «Tengo un sentimiento de aprecio importante hacia ese club», vuelve a repetir. El siguiente en volver será Pedro Conde.
EL CINTURÓN -TENEMOS LOS DELICUENTES QUE MERECEMOS - EDUARDO MENDOZA ESCRITOR,fotos.
Cultura - Libros
Eduardo Mendoza: «En Cataluña tenemos los delincuentes que nos merecemos,.
El escritor vuelve con su detective para descifrar «El secreto de la modelo extraviada», su nueva novela,.
El detective sin nombre que bebe pepsicolas vuelve a salir del
manicomio para investigar a su manera. Barcelona y el detective cabalgan
juntos desde 1979 con «El misterio de la cripta embrujada». En «El secreto de la modelo extraviada»
(Seix Barral), la Ciudad Condal luce con su esplendor de escaparate
turístico; y nuestro pintoresco detective, más envejecido, se dispone a
resolver un caso cerrado en los años ochenta: «Habían asesinado a una
modelo y me culpaban a mí...».
[Lee el primer capítulo de «El secreto de la modelo extraviada»]
Eduardo Mendoza aborda el pasado sin nostalgia y encara el presente con la sátira marca de la casa. Aficionado a disfrutar de las calles al despuntar el día, confiesa que una mañana se sintió tan extranjero en el paseo de Gracia como su detective: «En aquel momento era el único barcelonés... Atravesaba con el semáforo en rojo, mientras que el resto de viandantes –turistas– aguardaban a que se pusiera en verde ataviados con las camisetas de Messi propias de los cruceristas... Han mejorado los souvenirs. Aquellos sombreros mexicanos...» Mendoza comparte la perplejidad con el protagonista de su novela: «Al repasar las señas de identidad barcelonesas –sardanas, Copito de Nieve, Patufet– te das cuenta de que esto no es normal: hemos de hacérnoslo mirar», comenta burlón.
Acompañado del equipo humorístico habitual –la hermana puta, el comisario Flores y Westinhouse, travestí convertido en guardia civil– el autor se funde con sus personajes: «Todo lo que digo y cuento soy yo. Todo es fondo de armario», subraya. Si lo que dice y cuenta es él, he aquí la opinión de la modelo extraviada sobre La Pedrera: «En Figueras, esto mismo, en más pequeño, lo hacen las vacas». Mendoza ha escogido el ondulante edificio de Gaudí para hablar de la novela. En los ochenta, apunta, no había ni rastro de turistas: «La Pedrera estaba muy deterioriada, con un bingo y un bareto, nadie quería vivir aquí...» De nuevo, el eco de sus personajes: «En aquella época, Barcelona era una cochambre. Hoy es la ciudad más visitada y admirada. ¡Quién lo iba a decir! La Barcelona del presente no tiene nada que ver con la Barcelona del pasado. ¿O sí?»
Escrita a lo largo de un año –con algún paréntesis dedicado a traducir teatro–, «El secreto de la modelo extraviada» sirvió a su autor para sobrellevar la muerte de la actriz Rosa Novell, el amor de su vida, y aplicarse la divisa aristotélica: la esperanza nos defiende del presente y el humor del pasado. Al mutar en sus criaturas, Mendoza se divierte rumiando las tonterías que va a escribir... aunque convertirlas en literatura no es tan fácil como parece: «El humor escrito ha de funcionar como un reloj que no adelante ni se atrase. A veces estoy dos días para escribir una sola frase». En algún momento se planteó dejar la novela y enfrascarse en unas memorias: «¡Qué aburrimiento más horroroso! ¿Para qué escribir memorias si mis novelas son fragmentos de mi vida?», exclama.
Escrita a lo largo de un año –con algún paréntesis dedicado a traducir teatro–, «El secreto de la modelo extraviada» sirvió a su autor para sobrellevar la muerte de la actriz Rosa Novell, el amor de su vida, y aplicarse la divisa aristotélica: la esperanza nos defiende del presente y el humor del pasado. Al mutar en sus criaturas, Mendoza se divierte rumiando las tonterías que va a escribir... aunque convertirlas en literatura no es tan fácil como parece: «El humor escrito ha de funcionar como un reloj que no adelante ni se atrase. A veces estoy dos días para escribir una sola frase». En algún momento se planteó dejar la novela y enfrascarse en unas memorias: «¡Qué aburrimiento más horroroso! ¿Para qué escribir memorias si mis novelas son fragmentos de mi vida?», exclama.
[Lee el primer capítulo de «El secreto de la modelo extraviada»]
Eduardo Mendoza aborda el pasado sin nostalgia y encara el presente con la sátira marca de la casa. Aficionado a disfrutar de las calles al despuntar el día, confiesa que una mañana se sintió tan extranjero en el paseo de Gracia como su detective: «En aquel momento era el único barcelonés... Atravesaba con el semáforo en rojo, mientras que el resto de viandantes –turistas– aguardaban a que se pusiera en verde ataviados con las camisetas de Messi propias de los cruceristas... Han mejorado los souvenirs. Aquellos sombreros mexicanos...» Mendoza comparte la perplejidad con el protagonista de su novela: «Al repasar las señas de identidad barcelonesas –sardanas, Copito de Nieve, Patufet– te das cuenta de que esto no es normal: hemos de hacérnoslo mirar», comenta burlón.
Acompañado del equipo humorístico habitual –la hermana puta, el comisario Flores y Westinhouse, travestí convertido en guardia civil– el autor se funde con sus personajes: «Todo lo que digo y cuento soy yo. Todo es fondo de armario», subraya. Si lo que dice y cuenta es él, he aquí la opinión de la modelo extraviada sobre La Pedrera: «En Figueras, esto mismo, en más pequeño, lo hacen las vacas». Mendoza ha escogido el ondulante edificio de Gaudí para hablar de la novela. En los ochenta, apunta, no había ni rastro de turistas: «La Pedrera estaba muy deterioriada, con un bingo y un bareto, nadie quería vivir aquí...» De nuevo, el eco de sus personajes: «En aquella época, Barcelona era una cochambre. Hoy es la ciudad más visitada y admirada. ¡Quién lo iba a decir! La Barcelona del presente no tiene nada que ver con la Barcelona del pasado. ¿O sí?»
«No hay guiños»
«En esta novela no hay guiños ni sobrentendidos», advierte Mendoza. Pongamos un ejemplo: un grupo de burgueses monta una organización –la APALF– para llevarse el dinero a Suiza. La corrupción es como el clima mediterráneo, añade: «Hay calorcito, a veces llueve y hay corrupción. La burquesía catalana es la que pone el disco que hemos de escuchar en cada época... Una burguesía sin pizca de gracia. No sé si tenemos los gobernantes que merecemos, sino los delincuentes que merecemos, unos estafadores de poca monta. En vez de ingeniería financiera hacen lampistería financiera».«En vez de reírnos de nosotros mismos, los catalanes nos estamos tomando demasiado en serio»Sobre el choque de trenes a raíz de la deriva independentista, el escritor no quiere repetir lo que ya dijo en el Hay Festival de Segovia: la independencia sería perjudicial y empobrecedora, no hay motivos para la secesión, ni políticos, ni de Justicia. No hay falta de libertades en Cataluña: «Yo voy a rastras de la realidad y en este aspecto no me imagino nada. En lugar de reírnos de nosotros mismos, los catalanes nos estamos tomando demasiado en serio», apostilla.Gaudí Barcelona
Escrita a lo largo de un año –con algún paréntesis dedicado a traducir teatro–, «El secreto de la modelo extraviada» sirvió a su autor para sobrellevar la muerte de la actriz Rosa Novell, el amor de su vida, y aplicarse la divisa aristotélica: la esperanza nos defiende del presente y el humor del pasado. Al mutar en sus criaturas, Mendoza se divierte rumiando las tonterías que va a escribir... aunque convertirlas en literatura no es tan fácil como parece: «El humor escrito ha de funcionar como un reloj que no adelante ni se atrase. A veces estoy dos días para escribir una sola frase». En algún momento se planteó dejar la novela y enfrascarse en unas memorias: «¡Qué aburrimiento más horroroso! ¿Para qué escribir memorias si mis novelas son fragmentos de mi vida?», exclama.
Gamberro con traje y corbata
«Cuando alguien escriba una tesis doctoral ya me explicará lo que he escrito», apunta. El hombre de las pepsicolas es más un cronista que un detective que sigue sin nombre o se lo toma prestado: «Nació con esa voluntad porque no tiene nada... Lo que más me admira es cómo se las apaña para ir por el mundo sin dinero: ni pesetas, ni euros». Entre la cripta embrujada y la modelo extraviada, pasando por el laberinto de las aceitunas, el tocador de señoras y los enredos chinos, el antihéroe mendocino ha ido resolviendo casos utilizando la eterna fórmula de la picaresca: «Para salvar el pellejo tuve que recurrir a mi ingenio y a métodos poco convencionales y pedir la ayuda a personas de mi círculo, no siempre recomendables». Su creador nos regala una pícara sonrisa: «Soy un gamberro que viste traje y corbata...».«En vez de reírnos de nosotros mismos, los catalanes nos estamos tomando demasiado en serio»Sobre el choque de trenes a raíz de la deriva independentista, el escritor no quiere repetir lo que ya dijo en el Hay Festival de Segovia: la independencia sería perjudicial y empobrecedora, no hay motivos para la secesión, ni políticos, ni de Justicia. No hay falta de libertades en Cataluña: «Yo voy a rastras de la realidad y en este aspecto no me imagino nada. En lugar de reírnos de nosotros mismos, los catalanes nos estamos tomando demasiado en serio», apostilla.
Escrita a lo largo de un año –con algún paréntesis dedicado a traducir teatro–, «El secreto de la modelo extraviada» sirvió a su autor para sobrellevar la muerte de la actriz Rosa Novell, el amor de su vida, y aplicarse la divisa aristotélica: la esperanza nos defiende del presente y el humor del pasado. Al mutar en sus criaturas, Mendoza se divierte rumiando las tonterías que va a escribir... aunque convertirlas en literatura no es tan fácil como parece: «El humor escrito ha de funcionar como un reloj que no adelante ni se atrase. A veces estoy dos días para escribir una sola frase». En algún momento se planteó dejar la novela y enfrascarse en unas memorias: «¡Qué aburrimiento más horroroso! ¿Para qué escribir memorias si mis novelas son fragmentos de mi vida?», exclama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario