TITULO: Las rutas de Ambrosio - El buen tiempo anima la actividad en la Feria del Libro de Cáceres ,.
El sabado -4- MAYO a las 19:10 por La 2, foto,.
El buen tiempo anima la actividad en la Feria del Libro de Cáceres,.
La cita cuenta esta jornada con cuatro presentaciones, entre ellas la de la primera novela de José Ramón Alonso de la Torre,.
El paseo y el curioseo por las casetas se prolongó durante toda la jornada, sobre todo en las horas centrales del día. Son días ajetreados para el gremio, que tiene que organizarse para no descuidar sus negocios permanentes. Esta feria incluye este un total de 19 casetas, de las cuales 10 venden libros. Ocho de ellas son librerías de la ciudad. ¿Es un negocio sostenible? Rosa Pérez todavía no lleva un año con su librería 'El mejor sitio del mundo...aquí mismo', que se encuentra en la Plaza Marrón. Ha decidido participar en la Feria del Libro para probar la experiencia. «No sé si éste es un buen negocio o no, a mí me encanta, me apasiona, solo hecho de levantarme por la mañana e ir a mi trabajo me es suficiente», destaca esta librera, que ha llevado a la feria un buen surtido de literatura infantil y japonesa. Aunque la amenaza de la compra por Internet está ahí, ella confía en que su librería sea un sitio al que vayan los que amen los libros como ella.
Nacho Figuero es el dueño de la libería 'Eguiluz', especializada en educación y literatura infantil. «Para esta feria espero que se venda y sobre todo que se vendan buenos libros». Él considera que la especialización es una de las bazas para las este tipo de negocios. «Siempre hay que apostar fuerte por un tema y hay que cuidar mucho a los clientes, establecer una relación de confianza».
LOS LIBREROSRosa Pérez 'El mejor sitio...'Nacho Figuero Eguiluz
Paqui Cantero, de la librería Pintores,
lleva cuatro años acudiendo a la Feria del Libro. Reconoce que le
encanta el ambiente y que volverá, siempre que cuente con la ayuda de su
hija, porque es complicado mantener el negocio abierto y también la
caseta, en donde se trabaja incansablemente durante 10 días. Ella cree
que lo más destacado del programa es el libro de Carmen Posadas 'La
maestra de títeres'. Esta presentación tendrá lugar el 3 de mayo a las
19,45. Lamenta, igual que otros libreros, que ni Luis Landero ni Eugenio
Fuentes u otros autores extremeños no presenten sus obras en esta
feria. Ayer tuvieron lugar tres presentaciones, dos de ellas con hilo conductor histórico. Beatriz Maestro dio a conocer 'Descubriendo a la Inquisición' y Alonso Corrales 'San Jorge. Patrón de Cáceres'. Clara Peñalver cerró las presentaciones con 'Las voces de Carol'.
Hoy hay cuatro citas en la caseta de presentaciones. José Ramón Alonso de la Torre dará a conocer a las 12,00 horas 'Expediente Ojos de Orgasmo', acto que contará con la escritora Pilar Galán. A las 13 Antonia Cerrato presentará 'La ciudad de los nombres'. Juan Carlos Arjona mostrará 'El hombre que mató a Dios' a las 18,30 horas y a las 19,45 José Antonio Leal Canales dará a conocer 'El cuaderno de Zineb'.
El diario HOY cuenta con un expositor en donde vende el diario acompañado de un obsequio.
«No sé si una librería es el mejor negocio, pero vender libros me apasiona»
«Una librería tiene que apostar fuerte por un tema y cuidar mucho a sus clientes»
TITULO: LAS RUTAS DE VERONICA -Desde mañana hasta el día 12 se celebra la Semana Europea del Geoparque Villuerca-Ibores-Jara ,.
El sabado -4- MAYO a las 19:10 por La 2, foto,.
Desde mañana hasta el día 12 se celebra la Semana Europea del Geoparque Villuerca-Ibores-Jara,.
Rutas senderistas y descubrir nuevas rutas, algunas de las actividades programadas,.
La inauguración tendrá lugar mañana en la Casa de Cultura de Castañar de Ibor, con la presencia de la presidenta de la Diputación de Cáceres, Rosario Cordero.
En la jornada participarán todas las entidades asociadas al geoparque y se disfrutará de una conferencia sobre 'Los geositios de Castañar de Ibor'. También habrá una visita al nuevo geositio: yacimiento de Cloudina del Cerro de la Mina.
Para ese mismo día se ha programado, además, un taller infantil de pinturas rupestres en el Centro de Interpretación de Arqueología Comarcal Berzocana, y se inaugurará una exposición que recoge parte del fondo documental del archivo histórico de Berzocana, a través de documentos paleográficos (Casa de Cultura). También mañana jueves se llevará a cabo la ruta de senderismo 'Los hornos de la cal' y la II Ruta para niños sobre el Geoparque a los Escaleros. Por la tarde se ha programado la III Travesía a pie por La Jara. De Carrascalejo a Villar del Pedroso por el Camino Real, y una ruta que descubre las fuentes más emblemáticas de la puebla de arriba de Guadalupe.
Ya en las jornadas del 3 y 4 de mayo, se desarrollarán visitas a los geositios de Alía, una ruta al geositio 'Desfiladero del Pedroso y Fuerte de Castros', así como la celebración de las IV Jornadas de Deporte y Mujer en la Mancomunidad Integral Villuercas Ibores Jara. Estas jornadas se desarrollarán en el pabellón polideportivo de Castañar de Ibor. Se trata de una actividad incluida en los Circuitos Deportivos de la Junta de Extremadura, e incluirá una visita al Centro de Interpretación de la Cueva de Castañar, máster class de zumba, máster class de flamenco, dinámicas y juegos de grupo y sorteo de regalos.
Las actividades en la presente semana se cerrará con la ruta a las Cuevas de las Veneras, que partirá de Fresnedoso de Ibor.
TITULO: Cena con mamá - Paz Vega,.
viernes -26- Abril a las 22:05 por La 1, foto,.
Paz Vega, junto con Cayetana Guillén
Cuervo y Carlos Maldonado, cocinarán para su madre arroz con chipirones,
merluza a la vasca y rosquillas como las hacía su abuela. Un menú que
será modernizado por Carlos Maldonado.A lo largo del programa, Vega recordará sus inicios en el mundo de la interpretación, sobre sus mejores papeles y de su participación en el programa ‘Masterchef Celebrity’. También hablará sobre su estancia en América, donde ha vivido junto a su familia los últimos 14 años.
Contará con el apoyo de su hermana Sara, que será quien engañe a su madre para que vaya a la cena sin sospechar nada y, además, le acompañará en la lectura de una emotiva carta.
Cena con mamá - Lorenzo Caprile,.
viernes -3- Mayo a las 22:05 por La 1, foto,.
Presentado por Cayetana
Guillén Cuervo. Lorenzo Caprile, modista y jurado del talent show
Maestros de la costura, se encuentra con Cayetana Guillén Cuervo en su
atelier y le cuenta cómo llegó a ser quién es y la influencia que ha
tenido su madre, Paola. Juntos preparan una cena sorpresa en la casa de
su madre. El menú está compuesto de pasta casera con salsa pomodoro,
filetes de cebón empanados y zabaoine, un postre tradicional italiano.
Lorenzo Caprile acaba leyendo una carta escrita con su puño y letra para
su madre.
TITULO:
¡ Qué grande es el cine ! - ME RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE
TIEMPO TAN FELIZ ! - EL HORMIGUERO VIERNES -10- MAYO - Javier Gomá y el peligro de las buenas compañías,.
¡Qué grande es el cine! ,.
¡Qué grande es el cine! fue un programa de cine dirigido por José Luis Garci y emitido por Televisión Española por su cadena La 2.
El programa comenzaba con una presentación de la película que se
emitía esa noche, posteriormente esta película se emitía y acababa con
una tertulia entre Garci y los invitados del día sobre ella.1 El programa comenzó a llevarse a cabo en enero de 1995 y comenzó sus emisiones el 13 de febrero del mismo año., etc.
ME
RESBALA - AQUEMARROPA - ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - EL HORMIGUERO
VIERNES -10-MAYO -Javier Gomá y el peligro de las buenas compañías , fotos,.
Javier Gomá y el peligro de las buenas compañías,.
Tras
el triunfo de su estremecedor monólogo 'Inconsolable' en el Centro
Dramático Nacional, Javier Gomá publicará su segundo texto teatral el
próximo 8 de mayo, 'Quiero cansarme contigo o el peligro de las buenas
compañías' (Editorial Pre-Textos). Los actores Carlos Hipólito y
Fernando Cayo leen para La Esfera de Papel esta comedia moral, de la que
adelantamos varios extractos
I PARTELa
comedia empieza presentando a la pareja formada por Tristán, abogado de
éxito, y su mujer, Lola, profesora de filosofía en la Universidad. Van
camino a la casa de la hermana de Lola, Julia, y de su marido, Félix.
Por un retraso de Tristán van a llegar tarde a la cita, lo que motiva
una fuerte discusión. Julia aprovecha el trayecto en coche para
descargar una lluvia de reproches hacia su marido afeándole los más
variados aspectos de su personalidad. En situaciones parecidas a ésta,
Tristán, que sufre de pánico al divorcio, solía neutralizar el ataque
haciendo reír a Lola. Pero esta vez no sirve. La situación es apenas
sostenible cuando llegan a la casa de los anfitriones, pero entonces la
situación empeora aún más porque sale a recibirlos, sonriente y
encantador, el cuñado Félix, suma y compendio de todas las virtudes
imaginables, con quien para su desdicha Tristán siempre es
inevitablemente comparado.
TRISTÁN. En fin, es evidente que tengo un problema. Lo definiré de la siguiente manera: todo el mundo nos previene contra las malas compañías pero muy pocos o nadie contra las buenas. Y mi experiencia me ha enseñado que las buenas acaban siendo más peligrosas. Mi caso lo prueba. Mi mujer es hermana de Julia. Se adoran y están tan unidas que quisieron que las dos parejas nos casáramos el mismo día y en la misma ceremonia. Nada grave si no fuera porque la coincidencia acentúa hasta un grado insoportable la comparación entre los maridos. Y mi mala suerte ha querido que Félix sea la personificación misma de la Virtud Irreprochable. No de la apariencia de virtud, la de esos que afectan ser una cosa y luego son otra, sino de una virtud real, sólida, maciza. Lo que naturalmente no me acarrea más que inconvenientes, porque la sola presencia de Félix me señala con el dedo acusador ante el tribunal de Lola y me condena a las penas del descrédito y el destierro. El destierro de su corazón de mujer. ¿Nadie puede imaginarse la incomodidad de tener eternamente cerca a un don Perfecto con el que te comparan día y noche? No exagero: la presión me está matando a fuego lento. Félix recuerda a quien quiera verlo lo fácil, pero rematadamente fácil, que es ser buen padre, marido tierno y atento, excelente ciudadano, amo de casa servicial y hasta cocinero, siempre, claro, que le ponga uno un poco de buena voluntad. ¡Nada más que un poquito, hombre! Tras esa exhibición de bondad, todas las miradas se vuelven hacia mí con actitud inquisitiva: ¿Y tú qué, bribón? Vergüenza te debería dar. ¿Por qué no eres como Félix? Ya no sé cómo esquivar los efectos devastadores de la Virtud y su nefasta onda expansiva. Me veo como un ratoncillo que ha caído en la trampa: atrapado y sin salida. Estoy muy desmoralizado. A mis hijos trataré de transmitirles esta importante lección de vida: siempre que podáis, les diré, rodeaos de pésimos ejemplos. Son garantía de paz y sosiego. Los buenos dan demasiados problemas.
Sale FÉLIX con una copa en la mano y se la ofrece a TRISTÁN.
FÉLIX. Te traigo una copita de vino. Las chicas están deseando que entres. Ya sabes, les parezco un soso y no logro entretenerlas. Te reclaman.
TRISTÁN. Oh, muchas gracias. (Toma la copa). Eres el perfecto anfitrión, no como otros.... En seguida paso dentro. Estoy repasando mis últimos chistes antes de ponerlos a prueba ante auditorio tan exigente.
FÉLIX. (Riendo.) Siempre nos reímos mucho contigo.
TRISTÁN. No estoy en racha últimamente. Por si acaso, he traído conmigo una grabación de aplausos y carcajadas enlatadas.
FÉLIX. (Riendo.) No será necesario, te lo aseguro. Ya me está dando la risa. No tardes: te esperamos ansiosos.
Sale FÉLIX.
TRISTÁN.
Cuanto más encantador es, más daño me hace. Su mera presencia, sin
necesidad de abrir la boca, me desprestigia ante Lola, a la que veo un
poco extraña de un tiempo a esta parte. Adusta, seca, baja la voz cuando
habla por teléfono con su hermana como si intercambiaran confidencias
que no desea que oiga. ¿Qué estará tramando? Ha dejado de reír, un
pésimo síntoma porque las dos hermanas rinden culto a la Risa, risa con
erre mayúscula, como si se tratara del nombre de una deidad del panteón
griego. Quedan con alguien a comer, al cine o de compras, a la vuelta
les pregunto qué tal lo han pasado y el único criterio que existe para
juzgar, la medida de todas las cosas, es... si se han reído o no. Todo
lo demás no importa. ¡Nos hemos reído!, comentan como único resumen.
Lola repite que se casó conmigo para hartarse de reír. Pero eso era
antes porque ahora, ay, su boca parece un fruncido. Hoy es el día en que
dejaron de hacerle gracia mis chistes. Desliza insinuaciones muy
perturbadoras: que está harta, que las cosas van a cambiar, que añora
las ventajas de las solteras. ¿Se le habrá pasado por la cabeza la
fantasía de divorciarse? La sola idea me da vértigo. En adelante deberé
permanecer atento para atajar enérgicamente cualquier veleidad sobre
este punto. A las mujeres a cierta edad se les despiertan anhelos
difusos de consecuencias imprevisibles. Lola puede reprocharme lo que
quiera, pero yo sigo enamorado de ella como un colegial. Y siento que la
estoy perdiendo. La cena de esta noche no hace más que empeorar mi
posición, porque las inevitables comparaciones con mi cuñado me
perjudican. Me defenderé haciéndole ver que su dichosa ejemplaridad no
me afecta por una razón muy sencilla. Félix está en paro. Menos mal. Se
aprobó una reestructuración en su empresa y amortizaron su puesto tras
más de 15 años de leales servicios. Cada día pregunto para asegurarme de
que su situación no ha cambiado. Alegaré que Félix se puede permitir el
lujo de ser virtuoso. ¿Lujo?, protestará Lola. Sí, lujo, porque sólo
quien está desempleado y por tanto liberado de las duras obligaciones
profesionales, sólo ése dispone del tiempo, la libertad y la energía
para cultivar la virtud, mientras que quienes nos ganamos el sustento
con nuestro trabajo, con el sudor de la frente, por desgracia no podemos
disfrutar de ese privilegio envidiable. La Virtud como lujo suntuario
de los ociosos es mi única excusa. Mi último recurso y mi salvación. Si
no funciona, Lola dejará de reír para siempre y me abandonará.
II PARTETristán ha sido acusado de no saber freír un huevo y de ser incapaz de clavar un triste clavo en casa. Por contraste, Félix ha dedicado la tarde a preparar la cena después de rogar a su mujer que descanse en el sofá del salón. Además, Julia cuenta a Tristán y Lola que en las últimas semanas Félix ha hecho él solo una reforma del baño y que el resultado es digno de visitarse. Así que los tres salen de escena a admirar esa maravilla de la ingeniería civil y Félix, ocupado en recoger diligentemente la mesa, hila un discurso donde revela el fondo de su personalidad, que no es de una apariencia de virtud, sino de una virtud auténtica, amable y maciza, fundada en una ingenuidad que no tiene nada de estúpida. Tristán oye la última parte del monólogoy odia a su cuñado con una ferocidad sin precedentes.
FÉLIX. ¡Cómo exageran las chicas! Si hay algo cierto en este mundo, además de la muerte, es que nunca he tenido la menor chispa. No me engaño en este aspecto. Nunca he sido gracioso y dudo mucho de que precisamente hoy, en esta cena, haya empezado a serlo. Como mucho, respondo a mi nombre, Félix. Soy feliz... un poco sin querer. Por una extraña buena suerte. No tengo más que pensar en cómo me vino el regalo más precioso que me ha hecho la vida: me refiero a Julia. Se produjo una concatenación de casualidades que hace pensar en algo así como una predestinación. Subo a un autobús: el 51, no se me olvidará nunca. Está lleno y me siento en el único asiento libre. Los viajeros se van bajando en las paradas que se suceden hasta que, a mitad de trayecto, en el autobús ya sólo quedamos dos, ella y yo, uno sentado al lado del otro en esos asientos dobles que hacen pareja. Durante otras tres paradas el autobús sigue su marcha totalmente vacío menos nosotros dos que permanecemos en silencio, tan juntos que casi nos rozamos, embarazosamente cerca. Ella se ríe y rompe el hielo diciéndome que no tenemos más remedio que presentarnos. Lo hacemos y mantenemos una charla muy entretenida. Nos bajamos en la misma parada, así que la acompaño hasta el portal de su casa. Y desde entonces ya no hemos vuelto a separarnos. Ya lo veis: no hice nada. Y es sólo un ejemplo de otros muchos que podría poneros: soy un tipo con suerte y poco más. Aunque Julia, en ese tono socarrón tan suyo que me tiene encandilado, repite que la afortunada es ella porque posee lo que más ambiciona en este mundo: un hombre bueno a su lado. Asegura que con ella ya vamos sobrados de esa picardía un poco maliciosa que da sabor a la vida y que, para compensar, la pareja necesita algunas dosis de ingenuidad. «Y para eso estás tú, querido, que como todo el mundo sabe naciste sin pecado original». Pero yo no me veo bueno. Me explico.
Deja las faenas domésticas y mira de frente al público.
No me gustaría hacer de don Sandio, ese señor tan poco interesante como narcisista que andaba enamorado de su insignificancia y la pregonaba a los cuatro vientos. Tampoco yo soy interesante, así que procuro no llamar mucho la atención. Carezco de intriga y misterio y soy de gustos sencillos. Me protejo y trato de mantener viva la llama en el corazón, esa llama que da luz y calor, a salvo del frío helado del odio, que tanto desgastan la confianza en la vida. Admiro, por supuesto, la sabiduría de tantos grandes hombres, pero, como la lucidez conduce a muchos a la tristeza, a mí no me compensa la ganancia. La alegría es sagrada, aunque sea a cambio de ignorar algunas cosas que no me gustan. Por encima de la verdad siempre he puesto el bien. Como yo digo, el bien es para todo el mundo, mientras que la verdad está reservada a los pocos que estudian. El bien, no: el bien está al alcance de cualquier hijo de vecino. El más simple puede llegar a ser un campeón olímpico en esta categoría. Este es mi elemento.
Entra TRISTÁN y, sin ser visto, escucha lo que dice FÉLIX.
Siendo útil a los demás me siento a gusto, porque no soy perezoso para hacer un favor. Esos pequeños servicios me hacen dichoso. Si hacerlos basta para ser bueno, entonces, ojo, quien es bueno de verdad es Tristán. Como te lo digo. Él es quien va a hacerme un gran favor a mí llamando a su cliente para recomendar mi candidatura. Le estoy tan agradecido... Aprecio a mi cuñado, brillante, lleno de energía, desenvuelto, divertido y, según dicen, el próximo director de uno de los mejores despachos de abogados de este país. Lo aprecio y además lo admiro, valga la redundancia.
Sale recogiendo platos y llevándolos fuera a una cocina situada fuera. Desde el fondo de escena, sigue TRISTÁN en silencio, meditando en lo que acaba de escuchar, y luego profiere un profundísimo y sentidísimo lamento.
TRISTÁN. ¡No soporto a este hombre y además me parece insoportable. Val-ga-la-re-dun-dan-cia.
Sale TRISTÁN.
III PARTE Del acto primero la acción salta al tercero. Tristán está hundido, la desgracia se ha cebado con él. Esa tarde le han dado la noticia más esperada, coronación de su carrera profesional, nada menos que ser el nuevo director del despacho de abogados donde trabaja, pero ha perdido todo interés en el nombramiento porque cree (equivocadamente) que su mujer le ha abandonado para siempre. Ha llegado a casa y no hay rastro de ella. La angustia lo ahoga y culpa a Félix de su desgracia. Se echa a dormir unos minutos y tiene un sueño extraño, perturbador. Al despertar, sobresaltado, encuentra a su cuñado que, por una concatenación de causalidades, reposa al otro lado de la cama matrimonial y finge ser su mujer, que ha vuelto. Al conocer la realidad, toda la cólera de Tristán acumulada contra Félix, cuya bondad ha arruinado su vida, se desata con una violencia desagradable.
TRISTÁN. He estado con papá. O he soñado que estaba con él. ¿Cuál es la diferencia? Sí, ¿cuál es la diferencia entre que tu padre se te aparezca en sueños o soñar que se te aparece tu padre? (Pausa.) Permanece en mí el olor de su presencia. El eco nítido de su voz grave reverbera en mis oídos. La visita de hoy ha sido muy confusa. Me esfuerzo por recordar los detalles. Sufro por mamá. Me consta que conserva cartas que le escribió papá durante el noviazgo rebosantes de pasión. Se lo digo y él se encoge de hombros. Estamos también dentro de un coche aparcado en la calle. Volvemos con bolsas de libros comprados en una librería próxima. Soy un adolescente y estoy muy triste. Papá comenta algo para animarme, pero sólo consigue entristecerme más. Entonces él dice: «No permitiré que te ocurra nada malo». Al instante siento gran alivio, porque, pensé, esta vez está en su mano cumplir su promesa: él es la fuente de mi angustia. En el asiento del piloto, extiende su mano para acariciarme paternalmente la rodilla. Así...
TRISTÁN extiende su mano imitando el gesto de su padre en el sueño y al hacerlo palpa el bulto que bajo el edredón forma el cuerpo dormido de FÉLIX. Se entretiene palpando y asimilando poco a poco lo que perciben su tacto. Finalmente, muy sobresaltado, da un respingo.
TRISTÁN. ¡Eh! ¡Ah! ¿Qué es esto? ¡Lola, mi amor! ¡Estás aquí! ¡Has vuelto! ¡No te has marchado para siempre! Si acaba de decírmelo mi padre: que confiara, que no temiera, que no me ocurrirá nada malo. Lola descansando plácidamente en el lecho matrimonial: imagen luminosa, resplandeciente. ¿Sueño ahora o soñaba antes? ¿Qué más da? Siento un alivio indecible... (FÉLIX, todavía dormido, se acomoda ligeramente.) Duerme, ángel mío, estarás agotada. Pero déjame, mi bien, que te susurre al oído algunos sentimientos que rebosan mi corazón.
TRISTÁN acaricia amorosamente el cuerpo de FÉLIX y éste se despierta y empieza a hacerse cargo de la situación pero permanece inmóvil con los ojos muy abiertos.
TRISTÁN. Hace sólo unas horas mi única ansiedad en la vida era recuperarte. Todo lo demás no importaba. Hasta el recuerdo de mi ascenso profesional me hacía desgraciado si no podía compartirlo contigo. Sólo contaba tenerte y retenerte. Y ahora, como una bendición llovida del cielo, estás aquí por propia voluntad: gracias y gracias, mi dulce Lola. Iba desesperado, sin rumbo, errante ante la idea de tu abandono. Con sólo pensarlo regresaban los viejos terrores infantiles. Pero ya pasó, ya pasó. He aprendido la lección. He escarmentado de mis errores y no volverán a repetirse nunca más. Ahora me dedicaré en exclusiva a adorarte, a prodigarte atenciones, a colmarte de detalles, a cuidarte con ternura, vida mía, mi todo.
TRISTÁN acaricia con más pasión a FÉLIX y amaga un abrazo. FÉLIX lo esquiva.
FÉLIX. (Voz meliflua imitando la de LOLA). Déjame.
TRISTÁN. Hummm. Qué delicia volver a escuchar esos acordes de tu voz divina. Aprecio nuevos matices en ella. Música celestial para mis oídos. Soy tan necio que he necesitado poner en peligro lo nuestro para darme cuenta de que eres mi único alimento y mi razón de ser. Ya sólo ambiciono el privilegio de envejecer a tu lado.
FÉLIX. Que me dejes.
TRISTÁN. No me pidas lo imposible. Demasiado tarde. Soy un cuerpo imantado hacia el tuyo por una fuerza irresistible. ¿Es esto amor? Llámalo como quieras, ya nadie puede detener la erupción del volcán. ¡Paloma mía, tesoro mío, ven a los brazos enamorados de tu Tristán!
TRISTÁN se abalanza sobre FÉLIX, que se zafa ágilmente con un movimiento acrobático mientras deja escapar un grito.
FÉLIX. ¡Eh, eh, eh, ojo, cuidado!
TRISTÁN. ¿Qué puñetas está pasando aquí?
TRISTÁN enciende la luz del dormitorio y queda estupefacto y horrorizado al descubrir a FÉLIX. Se da grandes golpes en el pecho.
TRISTÁN. Ay, ay, ay, ay, aaaaaay. Visión cruel, inclemente. Esto es más de lo que un mero hombre puede resistir. Ay, ay, ay. ¿Qué tremendo delito estaré purgando? Cuando me preparo a abrazar a mi adorada, se cruza mi cuñado, omnipresente, inevitable, para mortificarme una vez más. Félix, después de meterte en mi matrimonio, ¿intentas meterte también en mi cama?
FÉLIX. Sé cómo te sientes. Lamento mucho el malentendido.
TRISTÁN. No, no y no: no puedes saber cómo me siento porque careces de imaginación. Ese tu problema, Félix. Quien no tiene imaginación es un grandísimo inmoral porque nunca se pone en el lugar del otro.
FÉLIX. ¿Soy entonces inmoral?
TRISTÁN. El más inmoral de los hombres que he conocido nunca, lo afirmo muy serio sin temor a exagerar. Porque te empeñas en ser ejemplar de modo brutal y temerario, ignorando o fingiendo ignorar el dolor que tu persona causa en los demás. En mí, por ejemplo. ¿Alguna vez te has parado a pensar en las vejaciones, vilipendios, humillaciones y atropellos que tu ejemplaridad ha ocasionado a tanta gente? ¿En el amargo resentimiento que ha sembrado la continua comparación contigo? No, claro que no, nunca. ¿Creías que se puede ser bueno y ya está, hala, sin calcular las consecuencias? Pues ya es hora de que aprendas que la ejemplaridad apesta y además es sumamente peligrosa.
FÉLIX. Yo sinceramente...
TRISTÁN. Calla, calla, te lo pido por favor... Algunos disertan sobre la teoría de la ejemplaridad desde una cómoda poltrona. Escriben libros y, bueno, no hacen daño porque nadie los lee. Pero cometer la majadería de llevar la teoría a la vida práctica, como haces tú, hombre, eso no se le ocurre a nadie con dos dedos de frente.
FÉLIX. La verdad es que...
TRISTÁN.Tú siempre tan perfecto, tan virtuoso... y los demás ¿qué, desgraciado? ¿Somos escoria? Un sinvergüenza y un golfo: eso es lo que eres.
FÉLIX. Tristán, me estás insultando.
TRISTÁN. Sinvergüenza y golfo... en el buen sentido.
FÉLIX. ¿Qué buen sentido? Da igual. Si te entiendo bien, me criticas porque soy bueno, valga la redundancia.
TRISTÁN. ¡Dónde está la redundancia aquí! Tú y tus latiguillos, que los usas al buen tuntún, sin pies ni cabeza y siempre a destiempo.
FÉLIX. Correcto.
TRISTÁN. ¿Por qué dices correcto? Bah, no hay nada que hacer.
FÉLIX. Opinas que la buena compañía es peligrosa. ¿Qué compañía debemos entonces buscar? ¿La de las malas personas?
TRISTÁN. Naturalmente, caballero. Casi da rubor tener que explicártelo. Toda persona adulta, sobre todo si está casada, conoce esta verdad elemental y la practica discretamente. El infierno son los otros, pero sólo cuando se obstinan en pretender ser ejemplares, perturbando la paz y el regocijo del hogar ajeno. En cambio, los individuos vulgares, de vida rota y desordenada, como mi querido vecino Sebas, son los auténticos filántropos de nuestro tiempo y merecen monumentos públicos. Con su edificante mal ejemplo contribuyen a serenar el ambiente familiar, a cohesionarlo, a embellecerlo. Despliegan un maravilloso impacto de efecto lateral porque de la comparación con ellos uno sale rehabilitado ante los suyos, dignificado y en general mejor.
FÉLIX. ¿El vecino Sebas? ¿Una excelente compañía, supongo?
TRISTÁN. Así es, una excelente mala compañía. Sebas compendia cuanto Lola detesta: es fanfarrón, maloliente, tacaño y machista. En otras palabras, el invitado ideal. Le pido a menudo que se pase por casa a tomarse un gintónic de buena vecindad a la salida del trabajo, pero sólo después de asegurarme de que coincidirá con Lola. Sebas toma asiento en el sofá, estira sus piernazas con descaro, pide un trago a voces y suelta sus bravatas de barra de bar. El desprecio combinado con el asco se va dibujando en el rostro de Lola y yo le mando al vecino un mensaje telepático de gratitud por su impagable labor social. Por cada comentario chabacano que va soltando, mi reputación sube y sube. Cuando la visita termina, Lola y yo nos sentimos más unidos que nunca en nuestro común repudio al vecino. En ese momento parecemos la pareja perfecta. De película. Considero a Sebas uno de mis benefactores.
FÉLIX. Pero tú debes entender que mi primera obligación no es contigo sino con mi mujer. No logro adivinar qué beneficios reportaría a Julia que yo me pareciera a Sebas. Lamentaría profundamente que mi ejemplo te perjudicase de algún modo, aunque por supuesto creo que exageras mi modesta capacidad de influencia. Pero yo no tengo queja de Julia, que es quien cuenta. Ella prefiere compañías como la mía. ¿Me sigues?
TRISTÁN. No tan rápido, amiguito. Porque bien pudiera suceder que aquí también se cumpla el dicho: «Lo poco gusta pero lo mucho cansa». No digo más.
FÉLIX. ¿Qué insinúas?
TRISTÁN. Que a lo mejor un exceso de perfección, lo mismo que un exceso de respeto, como en general cualquier exceso, acaba siendo un incordio. ¿No oíste a Julia explayarse el otro día sobre el síndrome del osopandismo?
FÉLIX. Sí, ¿y?
TRISTÁN. Ella sugirió abiertamente que la convivencia continuada del matrimonio puede apagar el deseo en la pareja. ¿De verdad que no te sentiste aludido? Fue palmario que se estaba quejando de una inapetencia en uno de los dos, tuya o mía. Y conmigo no iba, eso es segurísimo, como demuestra la confidencia que voy a hacerte y que es sólo para ti. No la vayas contando, ¿eh? Es un secreto de pareja. ¿Sabes cuál es la cosa más bonita que me han dicho en todos los días de mi vida?
FÉLIX. Tú dirás.
TRISTÁN. El piropo más conmovedor que nunca me han dedicado no se refiere a mi inteligencia, ni a mi éxito profesional, ni a mi ingenio ni a nada por el estilo. El memorable cumplido me lo dijo Lola sin pretenderlo no hace mucho en determinada hora íntima. «Oye, Tristán -me preguntó Lola-, ¿no estarás tomando Viagra, ¿verdad?». Eso dijo. Y no, no estaba tomando. Así que calcula mi vigor.
FÉLIX. Interesante.
TRISTÁN. ¿Eso es todo lo que tienes que decir?
FÉLIX. Eso y... ¿enhorabuena?
TRISTÁN. Tu drama, Félix, es que nunca pierdes una oportunidad de perder una oportunidad. Y no me dejas otra opción que pulsar el botón nuclear reservado para situaciones de crisis. En contra de mi voluntad, te lo garantizo.
FÉLIX. Hay algo que desde hace rato estás deseando decir y que reprimes porque crees que me hará daño. Te animo a que lo sueltes: yo no temo nada. Estoy en paz.
TRISTÁN. Siempre has sido un ingenuo. Tú lo has querido. Ahí va. Siempre había sospechado que Julia arrastraba una cierta insatisfacción femenina. Es una mujer pasional y fogosa y demanda unas prestaciones que su marido, bueno pero... flojo, quizá no le suministra. Ella lo atribuye en parte a tu carácter y en parte al desgaste de la convivencia y, completamente harta de que no la toques, se ha propuesto ponerle drástico remedio al problema. Ayer por la mañana vino al despacho y me comunicó que ingresaba en el hospital para someterse a una operación urgente de cirugía estética. Una vez rejuvenecida con ayuda del bisturí, embellecida gracias a la técnica, confía en volver a despertar tu deseo dormido y funcionar como pareja. Ya lo he dicho. (Pausa. Observa a Félix.) Y ahora, ¿cómo se le ha quedado el cuerpo, don Félix Contreras? Julia me pidió confidencialidad pero he creído conveniente romper mi promesa por una buena causa.
FÉLIX. Eres una tumba... parlante. (Se ríe.) Si te cuentan un secreto, te entra por aquí (señala el oído) y te sale por aquí (señala la boca). Confirmado: prefiero mi ingenuidad a la lucidez de los más inteligentes. Lo uno por lo otro. Yo no sé si Julia fue o no a verte ayer ni qué explicación te dio para justificar su ingreso en el hospital, porque mi mujer, además de dama de gran categoría personal, es también muy bromista. Con serenidad te lo repito, Tristán. No hay cirugía estética que valga. Créeme, no. Estás dando pasos en falso.
TRISTÁN. No hagas el ridículo, Félix. Dispongo de una carta de Julia que prueba mi versión. Me pidió que la leyera hoy. Voy a hacerlo ahora mismo delante de ti para que te convenzas de una vez por todas. A lo mejor entonces se te borra esa molesta risita de la cara.
FÉLIX.Ya te digo. Léela, corre. (Vuelve a reírse.)
Acompañado de un ademán de indignada determinación, TRISTÁN corre a la mesa, coge el sobre y con cierto énfasis demostrativo lee la carta. La lee. Se oye la voz de JULIA.
VOZ DE JULIA. Queridísimo Tristán: si lees esta carta es porque han pasado 24 horas sin recibir noticias mías desde nuestra última entrevista en tu despacho. Ya estaré disfrutando de un cuerpo turbador de veinteañera y de un rostro limpio de arrugas gracias a los avances de la ciencia que acude en mi socorro. Tras perder la lozanía de la juventud sentía que la vida me debía algo y no he querido esperar más a cobrarme la deuda. Ya está pagada, por fin. Te invito a que compruebes de primera mano la transformación y vengas a mi casa esta tarde. Ni un hechicero hubiera podido obrar un milagro más portentoso en mí. Parezco mi propia hija, si la tuviera. Pero no te digo más para que juzgues por ti mismo. Una última cosa: tráete una maleta hecha como si salieras de viaje por unos cuantos días. Ya te explicaré. No faltes a la cita, cuñado preferido. Te espero a las siete.
TRISTÁN. ¿Qué me dices ahora?
FÉLIX.Ahora todo ha quedado claro para mí. (Riéndose.) Lo dicho: Julia es una artista. Bueno, Tristán, me voy ya, te dejo. Un milagro de la ciencia, sí. (Se ríe.) Un verdadero portento, ya verás. Agurcito.
FÉLIX sale. TRISTÁN queda muy pensativo.
TRISTÁN. Qué hombre desconcertante. Le revelo un gran secreto que le concierne muy directamente y primero se ríe y luego se despide de un excelente humor. Tampoco Julia se comporta de la manera que uno esperaría en sus circunstancias. Y me pide que hagas las maletas. No entiendo nada. A veces pienso que todo el mundo está loco menos yo.
TITULO: ¿Dónde estabas entonces? - Muere el último amor de Christina Onassis: así fue la historia con el empresario argentino ,. ,Jueves -2-Mayo ,.
Cada vez que regresa el recuerdo de Christina Onassis, una palabra asoma: tragedia. No es exageración, la vida de la que en su momento fue la mujer más rica del mundo
estuvo repleta de sinsabores, traiciones y dramas. Algo no estaba bien
en la vida de una joven mujer que llegaba a beberse 25 latas de Coca
Cola en un solo día y a la vez tomaba pastillas para adelgazar.
Hubo, sin embargo, un hombre que pudo cambiar ese camino trágico, darle a la millonaria griega la felicidad y el cariño que siempre le faltaron. Jorge Tchomlekdjoglou, empresario argentino de apellido impronunciable, estuvo a punto de casarse con Onassis, pero la muerte se llevó a Christina a los 37 años en Buenos Aires. Y, la semana pasada, 30 años después, la muerte le llegó a Tchomlekdjoglou en Atenas.
Tchomlekdjoglou, argentino de origen griego, era el presidente de la comunidad helénica en su país y hermano de Marina Dodero, una millonaria que fue la mejor amiga que tuvo Christina. El plan de la hija de Aristóteles Onassis pasaba por vivir largas temporadas en Buenos Aires y Punta del Este y que Athina, su hija, estuviera con ella.
No pudo ser, no hubo casamiento. Su gran amiga, Marina, recordó esos días finales en un libro publicado en 2014, Mi vida con Christina Onassis. En esas páginas, Marina le habla directamente a Christina 26 años después de encontrarla muerta en el baño de su mansión de fin de semana en Tortugas, un sector residencial al norte de Buenos Aires: "En tu última visita a la Argentina me dijiste que diste la vuelta al mundo, que creíste que había gente mejor, que muchas veces por esa gente me dejaste a un lado... Pero al final, y horas antes de que te fueras para siempre, me confesaste y me pediste perdón en nuestro cuarto de mi departamento de Callao".
El recuerdo de Marina Dodero es muy vívido y emotivo: "De hecho, todos los días recuerdo aquella noche en la que me abrazaste y me dijiste: 'Ahora necesito tu afecto'. Hoy siento la necesidad de demostrar cómo eras verdaderamente, desmentir todas las falsedades que se dijeron después de tu inesperada partida. Quizá, para que algún día tu hija, si así lo quisiera, conozca a su madre tal cual era y se sienta orgullosa de quien la trajo al mundo, ya que cuando te fuiste se encargaron de borrarte, nada más importante en el mundo que ella. Si algún día la curiosidad de tu hija se despierta, con este libro ella podrá saber la extraordinaria madre que fuiste".
Nueve años después de la misterioso muerte de Onassis -la autopsia habló de una embolia pulmonar-, Tchomlekdjoglou sufrió otro golpe. La crisis económica desatada en el gobierno de Carlos Menem, que había abierto las importaciones en forma irrestricta, terminó con Mides, la hilandería que Sylvano, su padre, había fundado en la norteña provincia del Chaco. Era 1997 y la empresa, dirigida por Jorge, fue rematada.
Tchomlekdjoglou comenzó a pasar temporadas más extensas en Grecia. El recuerdo de Christina lo entristecía, y el país le complicaba los negocios. Esta semana, la despedida llegó en forma de obituarios en los diarios. Uno se destacó especialmente: "Con profundo dolor su hermana, Marina Dodero, sus sobrinos, Carminne y Tweety Dodero, Olympia Perazzo, Fuccia San Miguel y Víctor San Miguel despiden a su adorado Oro y ruegan una oración en su memoria".
TRISTÁN. En fin, es evidente que tengo un problema. Lo definiré de la siguiente manera: todo el mundo nos previene contra las malas compañías pero muy pocos o nadie contra las buenas. Y mi experiencia me ha enseñado que las buenas acaban siendo más peligrosas. Mi caso lo prueba. Mi mujer es hermana de Julia. Se adoran y están tan unidas que quisieron que las dos parejas nos casáramos el mismo día y en la misma ceremonia. Nada grave si no fuera porque la coincidencia acentúa hasta un grado insoportable la comparación entre los maridos. Y mi mala suerte ha querido que Félix sea la personificación misma de la Virtud Irreprochable. No de la apariencia de virtud, la de esos que afectan ser una cosa y luego son otra, sino de una virtud real, sólida, maciza. Lo que naturalmente no me acarrea más que inconvenientes, porque la sola presencia de Félix me señala con el dedo acusador ante el tribunal de Lola y me condena a las penas del descrédito y el destierro. El destierro de su corazón de mujer. ¿Nadie puede imaginarse la incomodidad de tener eternamente cerca a un don Perfecto con el que te comparan día y noche? No exagero: la presión me está matando a fuego lento. Félix recuerda a quien quiera verlo lo fácil, pero rematadamente fácil, que es ser buen padre, marido tierno y atento, excelente ciudadano, amo de casa servicial y hasta cocinero, siempre, claro, que le ponga uno un poco de buena voluntad. ¡Nada más que un poquito, hombre! Tras esa exhibición de bondad, todas las miradas se vuelven hacia mí con actitud inquisitiva: ¿Y tú qué, bribón? Vergüenza te debería dar. ¿Por qué no eres como Félix? Ya no sé cómo esquivar los efectos devastadores de la Virtud y su nefasta onda expansiva. Me veo como un ratoncillo que ha caído en la trampa: atrapado y sin salida. Estoy muy desmoralizado. A mis hijos trataré de transmitirles esta importante lección de vida: siempre que podáis, les diré, rodeaos de pésimos ejemplos. Son garantía de paz y sosiego. Los buenos dan demasiados problemas.
Sale FÉLIX con una copa en la mano y se la ofrece a TRISTÁN.
FÉLIX. Te traigo una copita de vino. Las chicas están deseando que entres. Ya sabes, les parezco un soso y no logro entretenerlas. Te reclaman.
TRISTÁN. Oh, muchas gracias. (Toma la copa). Eres el perfecto anfitrión, no como otros.... En seguida paso dentro. Estoy repasando mis últimos chistes antes de ponerlos a prueba ante auditorio tan exigente.
FÉLIX. (Riendo.) Siempre nos reímos mucho contigo.
TRISTÁN. No estoy en racha últimamente. Por si acaso, he traído conmigo una grabación de aplausos y carcajadas enlatadas.
FÉLIX. (Riendo.) No será necesario, te lo aseguro. Ya me está dando la risa. No tardes: te esperamos ansiosos.
Sale FÉLIX.
II PARTETristán ha sido acusado de no saber freír un huevo y de ser incapaz de clavar un triste clavo en casa. Por contraste, Félix ha dedicado la tarde a preparar la cena después de rogar a su mujer que descanse en el sofá del salón. Además, Julia cuenta a Tristán y Lola que en las últimas semanas Félix ha hecho él solo una reforma del baño y que el resultado es digno de visitarse. Así que los tres salen de escena a admirar esa maravilla de la ingeniería civil y Félix, ocupado en recoger diligentemente la mesa, hila un discurso donde revela el fondo de su personalidad, que no es de una apariencia de virtud, sino de una virtud auténtica, amable y maciza, fundada en una ingenuidad que no tiene nada de estúpida. Tristán oye la última parte del monólogoy odia a su cuñado con una ferocidad sin precedentes.
FÉLIX. ¡Cómo exageran las chicas! Si hay algo cierto en este mundo, además de la muerte, es que nunca he tenido la menor chispa. No me engaño en este aspecto. Nunca he sido gracioso y dudo mucho de que precisamente hoy, en esta cena, haya empezado a serlo. Como mucho, respondo a mi nombre, Félix. Soy feliz... un poco sin querer. Por una extraña buena suerte. No tengo más que pensar en cómo me vino el regalo más precioso que me ha hecho la vida: me refiero a Julia. Se produjo una concatenación de casualidades que hace pensar en algo así como una predestinación. Subo a un autobús: el 51, no se me olvidará nunca. Está lleno y me siento en el único asiento libre. Los viajeros se van bajando en las paradas que se suceden hasta que, a mitad de trayecto, en el autobús ya sólo quedamos dos, ella y yo, uno sentado al lado del otro en esos asientos dobles que hacen pareja. Durante otras tres paradas el autobús sigue su marcha totalmente vacío menos nosotros dos que permanecemos en silencio, tan juntos que casi nos rozamos, embarazosamente cerca. Ella se ríe y rompe el hielo diciéndome que no tenemos más remedio que presentarnos. Lo hacemos y mantenemos una charla muy entretenida. Nos bajamos en la misma parada, así que la acompaño hasta el portal de su casa. Y desde entonces ya no hemos vuelto a separarnos. Ya lo veis: no hice nada. Y es sólo un ejemplo de otros muchos que podría poneros: soy un tipo con suerte y poco más. Aunque Julia, en ese tono socarrón tan suyo que me tiene encandilado, repite que la afortunada es ella porque posee lo que más ambiciona en este mundo: un hombre bueno a su lado. Asegura que con ella ya vamos sobrados de esa picardía un poco maliciosa que da sabor a la vida y que, para compensar, la pareja necesita algunas dosis de ingenuidad. «Y para eso estás tú, querido, que como todo el mundo sabe naciste sin pecado original». Pero yo no me veo bueno. Me explico.
Deja las faenas domésticas y mira de frente al público.
No me gustaría hacer de don Sandio, ese señor tan poco interesante como narcisista que andaba enamorado de su insignificancia y la pregonaba a los cuatro vientos. Tampoco yo soy interesante, así que procuro no llamar mucho la atención. Carezco de intriga y misterio y soy de gustos sencillos. Me protejo y trato de mantener viva la llama en el corazón, esa llama que da luz y calor, a salvo del frío helado del odio, que tanto desgastan la confianza en la vida. Admiro, por supuesto, la sabiduría de tantos grandes hombres, pero, como la lucidez conduce a muchos a la tristeza, a mí no me compensa la ganancia. La alegría es sagrada, aunque sea a cambio de ignorar algunas cosas que no me gustan. Por encima de la verdad siempre he puesto el bien. Como yo digo, el bien es para todo el mundo, mientras que la verdad está reservada a los pocos que estudian. El bien, no: el bien está al alcance de cualquier hijo de vecino. El más simple puede llegar a ser un campeón olímpico en esta categoría. Este es mi elemento.
Entra TRISTÁN y, sin ser visto, escucha lo que dice FÉLIX.
Siendo útil a los demás me siento a gusto, porque no soy perezoso para hacer un favor. Esos pequeños servicios me hacen dichoso. Si hacerlos basta para ser bueno, entonces, ojo, quien es bueno de verdad es Tristán. Como te lo digo. Él es quien va a hacerme un gran favor a mí llamando a su cliente para recomendar mi candidatura. Le estoy tan agradecido... Aprecio a mi cuñado, brillante, lleno de energía, desenvuelto, divertido y, según dicen, el próximo director de uno de los mejores despachos de abogados de este país. Lo aprecio y además lo admiro, valga la redundancia.
Sale recogiendo platos y llevándolos fuera a una cocina situada fuera. Desde el fondo de escena, sigue TRISTÁN en silencio, meditando en lo que acaba de escuchar, y luego profiere un profundísimo y sentidísimo lamento.
TRISTÁN. ¡No soporto a este hombre y además me parece insoportable. Val-ga-la-re-dun-dan-cia.
III PARTE Del acto primero la acción salta al tercero. Tristán está hundido, la desgracia se ha cebado con él. Esa tarde le han dado la noticia más esperada, coronación de su carrera profesional, nada menos que ser el nuevo director del despacho de abogados donde trabaja, pero ha perdido todo interés en el nombramiento porque cree (equivocadamente) que su mujer le ha abandonado para siempre. Ha llegado a casa y no hay rastro de ella. La angustia lo ahoga y culpa a Félix de su desgracia. Se echa a dormir unos minutos y tiene un sueño extraño, perturbador. Al despertar, sobresaltado, encuentra a su cuñado que, por una concatenación de causalidades, reposa al otro lado de la cama matrimonial y finge ser su mujer, que ha vuelto. Al conocer la realidad, toda la cólera de Tristán acumulada contra Félix, cuya bondad ha arruinado su vida, se desata con una violencia desagradable.
TRISTÁN. He estado con papá. O he soñado que estaba con él. ¿Cuál es la diferencia? Sí, ¿cuál es la diferencia entre que tu padre se te aparezca en sueños o soñar que se te aparece tu padre? (Pausa.) Permanece en mí el olor de su presencia. El eco nítido de su voz grave reverbera en mis oídos. La visita de hoy ha sido muy confusa. Me esfuerzo por recordar los detalles. Sufro por mamá. Me consta que conserva cartas que le escribió papá durante el noviazgo rebosantes de pasión. Se lo digo y él se encoge de hombros. Estamos también dentro de un coche aparcado en la calle. Volvemos con bolsas de libros comprados en una librería próxima. Soy un adolescente y estoy muy triste. Papá comenta algo para animarme, pero sólo consigue entristecerme más. Entonces él dice: «No permitiré que te ocurra nada malo». Al instante siento gran alivio, porque, pensé, esta vez está en su mano cumplir su promesa: él es la fuente de mi angustia. En el asiento del piloto, extiende su mano para acariciarme paternalmente la rodilla. Así...
TRISTÁN extiende su mano imitando el gesto de su padre en el sueño y al hacerlo palpa el bulto que bajo el edredón forma el cuerpo dormido de FÉLIX. Se entretiene palpando y asimilando poco a poco lo que perciben su tacto. Finalmente, muy sobresaltado, da un respingo.
TRISTÁN. ¡Eh! ¡Ah! ¿Qué es esto? ¡Lola, mi amor! ¡Estás aquí! ¡Has vuelto! ¡No te has marchado para siempre! Si acaba de decírmelo mi padre: que confiara, que no temiera, que no me ocurrirá nada malo. Lola descansando plácidamente en el lecho matrimonial: imagen luminosa, resplandeciente. ¿Sueño ahora o soñaba antes? ¿Qué más da? Siento un alivio indecible... (FÉLIX, todavía dormido, se acomoda ligeramente.) Duerme, ángel mío, estarás agotada. Pero déjame, mi bien, que te susurre al oído algunos sentimientos que rebosan mi corazón.
TRISTÁN acaricia amorosamente el cuerpo de FÉLIX y éste se despierta y empieza a hacerse cargo de la situación pero permanece inmóvil con los ojos muy abiertos.
TRISTÁN. Hace sólo unas horas mi única ansiedad en la vida era recuperarte. Todo lo demás no importaba. Hasta el recuerdo de mi ascenso profesional me hacía desgraciado si no podía compartirlo contigo. Sólo contaba tenerte y retenerte. Y ahora, como una bendición llovida del cielo, estás aquí por propia voluntad: gracias y gracias, mi dulce Lola. Iba desesperado, sin rumbo, errante ante la idea de tu abandono. Con sólo pensarlo regresaban los viejos terrores infantiles. Pero ya pasó, ya pasó. He aprendido la lección. He escarmentado de mis errores y no volverán a repetirse nunca más. Ahora me dedicaré en exclusiva a adorarte, a prodigarte atenciones, a colmarte de detalles, a cuidarte con ternura, vida mía, mi todo.
TRISTÁN acaricia con más pasión a FÉLIX y amaga un abrazo. FÉLIX lo esquiva.
FÉLIX. (Voz meliflua imitando la de LOLA). Déjame.
TRISTÁN. Hummm. Qué delicia volver a escuchar esos acordes de tu voz divina. Aprecio nuevos matices en ella. Música celestial para mis oídos. Soy tan necio que he necesitado poner en peligro lo nuestro para darme cuenta de que eres mi único alimento y mi razón de ser. Ya sólo ambiciono el privilegio de envejecer a tu lado.
FÉLIX. Que me dejes.
TRISTÁN. No me pidas lo imposible. Demasiado tarde. Soy un cuerpo imantado hacia el tuyo por una fuerza irresistible. ¿Es esto amor? Llámalo como quieras, ya nadie puede detener la erupción del volcán. ¡Paloma mía, tesoro mío, ven a los brazos enamorados de tu Tristán!
TRISTÁN se abalanza sobre FÉLIX, que se zafa ágilmente con un movimiento acrobático mientras deja escapar un grito.
FÉLIX. ¡Eh, eh, eh, ojo, cuidado!
TRISTÁN. ¿Qué puñetas está pasando aquí?
TRISTÁN enciende la luz del dormitorio y queda estupefacto y horrorizado al descubrir a FÉLIX. Se da grandes golpes en el pecho.
TRISTÁN. Ay, ay, ay, ay, aaaaaay. Visión cruel, inclemente. Esto es más de lo que un mero hombre puede resistir. Ay, ay, ay. ¿Qué tremendo delito estaré purgando? Cuando me preparo a abrazar a mi adorada, se cruza mi cuñado, omnipresente, inevitable, para mortificarme una vez más. Félix, después de meterte en mi matrimonio, ¿intentas meterte también en mi cama?
FÉLIX. Sé cómo te sientes. Lamento mucho el malentendido.
TRISTÁN. No, no y no: no puedes saber cómo me siento porque careces de imaginación. Ese tu problema, Félix. Quien no tiene imaginación es un grandísimo inmoral porque nunca se pone en el lugar del otro.
FÉLIX. ¿Soy entonces inmoral?
TRISTÁN. El más inmoral de los hombres que he conocido nunca, lo afirmo muy serio sin temor a exagerar. Porque te empeñas en ser ejemplar de modo brutal y temerario, ignorando o fingiendo ignorar el dolor que tu persona causa en los demás. En mí, por ejemplo. ¿Alguna vez te has parado a pensar en las vejaciones, vilipendios, humillaciones y atropellos que tu ejemplaridad ha ocasionado a tanta gente? ¿En el amargo resentimiento que ha sembrado la continua comparación contigo? No, claro que no, nunca. ¿Creías que se puede ser bueno y ya está, hala, sin calcular las consecuencias? Pues ya es hora de que aprendas que la ejemplaridad apesta y además es sumamente peligrosa.
FÉLIX. Yo sinceramente...
TRISTÁN. Calla, calla, te lo pido por favor... Algunos disertan sobre la teoría de la ejemplaridad desde una cómoda poltrona. Escriben libros y, bueno, no hacen daño porque nadie los lee. Pero cometer la majadería de llevar la teoría a la vida práctica, como haces tú, hombre, eso no se le ocurre a nadie con dos dedos de frente.
FÉLIX. La verdad es que...
TRISTÁN.Tú siempre tan perfecto, tan virtuoso... y los demás ¿qué, desgraciado? ¿Somos escoria? Un sinvergüenza y un golfo: eso es lo que eres.
FÉLIX. Tristán, me estás insultando.
TRISTÁN. Sinvergüenza y golfo... en el buen sentido.
FÉLIX. ¿Qué buen sentido? Da igual. Si te entiendo bien, me criticas porque soy bueno, valga la redundancia.
TRISTÁN. ¡Dónde está la redundancia aquí! Tú y tus latiguillos, que los usas al buen tuntún, sin pies ni cabeza y siempre a destiempo.
FÉLIX. Correcto.
TRISTÁN. ¿Por qué dices correcto? Bah, no hay nada que hacer.
FÉLIX. Opinas que la buena compañía es peligrosa. ¿Qué compañía debemos entonces buscar? ¿La de las malas personas?
TRISTÁN. Naturalmente, caballero. Casi da rubor tener que explicártelo. Toda persona adulta, sobre todo si está casada, conoce esta verdad elemental y la practica discretamente. El infierno son los otros, pero sólo cuando se obstinan en pretender ser ejemplares, perturbando la paz y el regocijo del hogar ajeno. En cambio, los individuos vulgares, de vida rota y desordenada, como mi querido vecino Sebas, son los auténticos filántropos de nuestro tiempo y merecen monumentos públicos. Con su edificante mal ejemplo contribuyen a serenar el ambiente familiar, a cohesionarlo, a embellecerlo. Despliegan un maravilloso impacto de efecto lateral porque de la comparación con ellos uno sale rehabilitado ante los suyos, dignificado y en general mejor.
FÉLIX. ¿El vecino Sebas? ¿Una excelente compañía, supongo?
TRISTÁN. Así es, una excelente mala compañía. Sebas compendia cuanto Lola detesta: es fanfarrón, maloliente, tacaño y machista. En otras palabras, el invitado ideal. Le pido a menudo que se pase por casa a tomarse un gintónic de buena vecindad a la salida del trabajo, pero sólo después de asegurarme de que coincidirá con Lola. Sebas toma asiento en el sofá, estira sus piernazas con descaro, pide un trago a voces y suelta sus bravatas de barra de bar. El desprecio combinado con el asco se va dibujando en el rostro de Lola y yo le mando al vecino un mensaje telepático de gratitud por su impagable labor social. Por cada comentario chabacano que va soltando, mi reputación sube y sube. Cuando la visita termina, Lola y yo nos sentimos más unidos que nunca en nuestro común repudio al vecino. En ese momento parecemos la pareja perfecta. De película. Considero a Sebas uno de mis benefactores.
FÉLIX. Pero tú debes entender que mi primera obligación no es contigo sino con mi mujer. No logro adivinar qué beneficios reportaría a Julia que yo me pareciera a Sebas. Lamentaría profundamente que mi ejemplo te perjudicase de algún modo, aunque por supuesto creo que exageras mi modesta capacidad de influencia. Pero yo no tengo queja de Julia, que es quien cuenta. Ella prefiere compañías como la mía. ¿Me sigues?
TRISTÁN. No tan rápido, amiguito. Porque bien pudiera suceder que aquí también se cumpla el dicho: «Lo poco gusta pero lo mucho cansa». No digo más.
FÉLIX. ¿Qué insinúas?
TRISTÁN. Que a lo mejor un exceso de perfección, lo mismo que un exceso de respeto, como en general cualquier exceso, acaba siendo un incordio. ¿No oíste a Julia explayarse el otro día sobre el síndrome del osopandismo?
FÉLIX. Sí, ¿y?
TRISTÁN. Ella sugirió abiertamente que la convivencia continuada del matrimonio puede apagar el deseo en la pareja. ¿De verdad que no te sentiste aludido? Fue palmario que se estaba quejando de una inapetencia en uno de los dos, tuya o mía. Y conmigo no iba, eso es segurísimo, como demuestra la confidencia que voy a hacerte y que es sólo para ti. No la vayas contando, ¿eh? Es un secreto de pareja. ¿Sabes cuál es la cosa más bonita que me han dicho en todos los días de mi vida?
FÉLIX. Tú dirás.
TRISTÁN. El piropo más conmovedor que nunca me han dedicado no se refiere a mi inteligencia, ni a mi éxito profesional, ni a mi ingenio ni a nada por el estilo. El memorable cumplido me lo dijo Lola sin pretenderlo no hace mucho en determinada hora íntima. «Oye, Tristán -me preguntó Lola-, ¿no estarás tomando Viagra, ¿verdad?». Eso dijo. Y no, no estaba tomando. Así que calcula mi vigor.
FÉLIX. Interesante.
TRISTÁN. ¿Eso es todo lo que tienes que decir?
FÉLIX. Eso y... ¿enhorabuena?
TRISTÁN. Tu drama, Félix, es que nunca pierdes una oportunidad de perder una oportunidad. Y no me dejas otra opción que pulsar el botón nuclear reservado para situaciones de crisis. En contra de mi voluntad, te lo garantizo.
FÉLIX. Hay algo que desde hace rato estás deseando decir y que reprimes porque crees que me hará daño. Te animo a que lo sueltes: yo no temo nada. Estoy en paz.
TRISTÁN. Siempre has sido un ingenuo. Tú lo has querido. Ahí va. Siempre había sospechado que Julia arrastraba una cierta insatisfacción femenina. Es una mujer pasional y fogosa y demanda unas prestaciones que su marido, bueno pero... flojo, quizá no le suministra. Ella lo atribuye en parte a tu carácter y en parte al desgaste de la convivencia y, completamente harta de que no la toques, se ha propuesto ponerle drástico remedio al problema. Ayer por la mañana vino al despacho y me comunicó que ingresaba en el hospital para someterse a una operación urgente de cirugía estética. Una vez rejuvenecida con ayuda del bisturí, embellecida gracias a la técnica, confía en volver a despertar tu deseo dormido y funcionar como pareja. Ya lo he dicho. (Pausa. Observa a Félix.) Y ahora, ¿cómo se le ha quedado el cuerpo, don Félix Contreras? Julia me pidió confidencialidad pero he creído conveniente romper mi promesa por una buena causa.
FÉLIX. Eres una tumba... parlante. (Se ríe.) Si te cuentan un secreto, te entra por aquí (señala el oído) y te sale por aquí (señala la boca). Confirmado: prefiero mi ingenuidad a la lucidez de los más inteligentes. Lo uno por lo otro. Yo no sé si Julia fue o no a verte ayer ni qué explicación te dio para justificar su ingreso en el hospital, porque mi mujer, además de dama de gran categoría personal, es también muy bromista. Con serenidad te lo repito, Tristán. No hay cirugía estética que valga. Créeme, no. Estás dando pasos en falso.
TRISTÁN. No hagas el ridículo, Félix. Dispongo de una carta de Julia que prueba mi versión. Me pidió que la leyera hoy. Voy a hacerlo ahora mismo delante de ti para que te convenzas de una vez por todas. A lo mejor entonces se te borra esa molesta risita de la cara.
FÉLIX.Ya te digo. Léela, corre. (Vuelve a reírse.)
Acompañado de un ademán de indignada determinación, TRISTÁN corre a la mesa, coge el sobre y con cierto énfasis demostrativo lee la carta. La lee. Se oye la voz de JULIA.
VOZ DE JULIA. Queridísimo Tristán: si lees esta carta es porque han pasado 24 horas sin recibir noticias mías desde nuestra última entrevista en tu despacho. Ya estaré disfrutando de un cuerpo turbador de veinteañera y de un rostro limpio de arrugas gracias a los avances de la ciencia que acude en mi socorro. Tras perder la lozanía de la juventud sentía que la vida me debía algo y no he querido esperar más a cobrarme la deuda. Ya está pagada, por fin. Te invito a que compruebes de primera mano la transformación y vengas a mi casa esta tarde. Ni un hechicero hubiera podido obrar un milagro más portentoso en mí. Parezco mi propia hija, si la tuviera. Pero no te digo más para que juzgues por ti mismo. Una última cosa: tráete una maleta hecha como si salieras de viaje por unos cuantos días. Ya te explicaré. No faltes a la cita, cuñado preferido. Te espero a las siete.
TRISTÁN. ¿Qué me dices ahora?
FÉLIX.Ahora todo ha quedado claro para mí. (Riéndose.) Lo dicho: Julia es una artista. Bueno, Tristán, me voy ya, te dejo. Un milagro de la ciencia, sí. (Se ríe.) Un verdadero portento, ya verás. Agurcito.
FÉLIX sale. TRISTÁN queda muy pensativo.
TRISTÁN. Qué hombre desconcertante. Le revelo un gran secreto que le concierne muy directamente y primero se ríe y luego se despide de un excelente humor. Tampoco Julia se comporta de la manera que uno esperaría en sus circunstancias. Y me pide que hagas las maletas. No entiendo nada. A veces pienso que todo el mundo está loco menos yo.
TITULO: ¿Dónde estabas entonces? - Muere el último amor de Christina Onassis: así fue la historia con el empresario argentino ,. ,Jueves -2-Mayo ,.
Este jueves -2-Mayo , a las 22.30, La Sexta emite una nueva entrega de ‘¿Dónde estabas entonces? lo presenta Ana Pastor,.
Muere el último amor de Christina Onassis: así fue la historia con el empresario argentino,.
Jorge
Tchomlekdjoglou estuvo a punto de convertirse en el quinto marido de la
rica heredera. Pero su repentina muerte truncó su amor
Hubo, sin embargo, un hombre que pudo cambiar ese camino trágico, darle a la millonaria griega la felicidad y el cariño que siempre le faltaron. Jorge Tchomlekdjoglou, empresario argentino de apellido impronunciable, estuvo a punto de casarse con Onassis, pero la muerte se llevó a Christina a los 37 años en Buenos Aires. Y, la semana pasada, 30 años después, la muerte le llegó a Tchomlekdjoglou en Atenas.
Tchomlekdjoglou, argentino de origen griego, era el presidente de la comunidad helénica en su país y hermano de Marina Dodero, una millonaria que fue la mejor amiga que tuvo Christina. El plan de la hija de Aristóteles Onassis pasaba por vivir largas temporadas en Buenos Aires y Punta del Este y que Athina, su hija, estuviera con ella.
Onassis falleció en su domiclio de Buenos Aires a los 37 añosY hubo planes mayores incluso: según la prensa local, en los días previos a la inesperada muerte de Onassis, ocurrida el 19 de noviembre de 1988, Christina y Jorge habían sellado su compromiso en presencia del arzobispo ortodoxo de Buenos Aires. El casamiento era inminente. Jorge iba a convertirse en el quinto esposo de Christina Onassis, que ya había entendido que el francés Thierry Roussel, su entonces marido, estaba con ella solo por el dinero.
No pudo ser, no hubo casamiento. Su gran amiga, Marina, recordó esos días finales en un libro publicado en 2014, Mi vida con Christina Onassis. En esas páginas, Marina le habla directamente a Christina 26 años después de encontrarla muerta en el baño de su mansión de fin de semana en Tortugas, un sector residencial al norte de Buenos Aires: "En tu última visita a la Argentina me dijiste que diste la vuelta al mundo, que creíste que había gente mejor, que muchas veces por esa gente me dejaste a un lado... Pero al final, y horas antes de que te fueras para siempre, me confesaste y me pediste perdón en nuestro cuarto de mi departamento de Callao".
El recuerdo de Marina Dodero es muy vívido y emotivo: "De hecho, todos los días recuerdo aquella noche en la que me abrazaste y me dijiste: 'Ahora necesito tu afecto'. Hoy siento la necesidad de demostrar cómo eras verdaderamente, desmentir todas las falsedades que se dijeron después de tu inesperada partida. Quizá, para que algún día tu hija, si así lo quisiera, conozca a su madre tal cual era y se sienta orgullosa de quien la trajo al mundo, ya que cuando te fuiste se encargaron de borrarte, nada más importante en el mundo que ella. Si algún día la curiosidad de tu hija se despierta, con este libro ella podrá saber la extraordinaria madre que fuiste".
Nueve años después de la misterioso muerte de Onassis -la autopsia habló de una embolia pulmonar-, Tchomlekdjoglou sufrió otro golpe. La crisis económica desatada en el gobierno de Carlos Menem, que había abierto las importaciones en forma irrestricta, terminó con Mides, la hilandería que Sylvano, su padre, había fundado en la norteña provincia del Chaco. Era 1997 y la empresa, dirigida por Jorge, fue rematada.
Tchomlekdjoglou comenzó a pasar temporadas más extensas en Grecia. El recuerdo de Christina lo entristecía, y el país le complicaba los negocios. Esta semana, la despedida llegó en forma de obituarios en los diarios. Uno se destacó especialmente: "Con profundo dolor su hermana, Marina Dodero, sus sobrinos, Carminne y Tweety Dodero, Olympia Perazzo, Fuccia San Miguel y Víctor San Miguel despiden a su adorado Oro y ruegan una oración en su memoria".
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