TITULO: DESAYUNO CENA FIN SABADO - Ser mayor en el mundo ,.
DESAYUNO CENA FIN SABADO - Ser mayor en el mundo ,. , fotos,.
Ser mayor en el mundo,.
Nuestros corresponsales repasan la realidad que viven en sus respectivos países los jubilados, el grupo más fuertemente maltratado por el coronavirus. La realidad europea se parece a la española, donde hay 366.000 mayores en residencias y el apoyo familiar se encarga de los demás. En Estados Unidos, China, Japón , Rusia y Oriente Medio las cosas son diferentes,.
Incluso al final de la vida, se tiene lo que se paga,.
Desde la Ley de Reforma de Asilos de 1987 se han sumado a los asilos tradicionales una amplia variedad de residencias para ancianos con diferentes nombres, dependiendo del grado de asistencia que requieran, y cuyo coste está al alcance de muy pocos. Los asilos de toda la vida (nursing homes) son para aquellos imposibilitados que requieren de supervisión para ducharse, tomarse las pastillas o levantarse de la cama. Son también los únicos que están subvencionados parcialmente. El de beneficencia, Medicaid, para los más pobres, y el del Departamento de Veteranos (de guerra) pueden llegar a subsidiar la totalidad del coste, pero Medicare, el de los pensionistas, solo cubre los primeros 20 días y luego una mínima parte de los siguientes 80. A partir de ahí, nada.
Un 16% de los estadounidenses tiene más de 65 años, el doble que en 1950. Con uno de cada tres adultos con enfermedades crónicas viviendo solo y los 'baby boomers' ya metidos en años, se espera que para el 2030 se haya doblado el número de adultos de más de 75 años sin pareja, hasta alcanzar los 18 millones. Los que ni siquiera tienen un hijo cerca se multiplicarán por seis.
Hasta 30.000 dólares
El lugar donde se elija pasar los últimos años marcará la diferencia. En Alaska, un asilo cuesta casi 30.000 dólares al mes, mientras que en Oklahoma, el estado más asequible, se puede conseguir por 5.300. En Florida, además de buen clima todo el año no tendrán que pagar impuestos estatales. Por eso en la meca de los jubilados el 23% de la población tiene más de 60 años, atraídos por las villas con actividades recreativas, comedores y minibuses que les llevan al centro comercial o de salud. Esas comunidades (Senior Living Communities o Life Plant Community) pueden requerir una entrada de 100.000 dólares y tener un coste mensual de entre 1.500 y 6.000 dólares, al que luego hay que sumarle el pago extra por muchos de los servicios ofrecidos. Eso explica que solo el 2% de los ancianos de EE UU vivan en cualquier tipo de instalaciones para vida asistida y el 4.5% en asilos.Han sido los más básicos y masificados los que más han sufrido el embate de la pandemia. Uno de cada diez ha tenido algún caso de coronavirus, según un estudio del Washington Post en 1.350 asilos, donde contabilizaron más de 3.000 muertes. Incluso al final de la vida, se tiene lo que se paga.
REINO UNIDO
El mito de la frialdad inglesa con sus pensionistas
IÑIGO GURRUCHAGA | LONDRES
El primer signo de deterioro de Roy, el vecino de 89 años que vive unas casas más allá, fue su jardín. Fue cuidador de 'greens' en un club de golf
y dedicaba a su parterre todas las horas cuando el tiempo lo permitía.
Hombre afeminado y con sempiterna jovialidad y gorra, vive solo e
interrumpe su tarea para charlar Murieron sus vecinos de todas la vida, ella primero y él dejándose morir, según el quiosquero de Sri Lanka, tras una caída y dos meses en una residencia. Y Roy dejó que la hierba creciera. Ha perdido la cabeza. Los vecinos llaman regularmente a su puerta para saber si está bien.
Hay algo de mito en la frialdad inglesa. Hay viudas a quienes su hijo llama por teléfono una vez al año, en Navidad, y muchas familias unidas. Cambios sociales han causado un aumento drástico del número de jóvenes entre 20 y 34 años, un cuarto, que viven en casa de sus padres y el de mayores de 65 años que viven solos.
Hay 12 millones de mayores de 65 años en Reino Unido. La pensión media no llega a 8.600 euros anuales. Algo más de 400.000 viven en residencias. Casi todas son empresas privadas, a las que el Ayuntamiento paga por sus residentes sin capital suficiente. El coste semanal promedio oscila entre 700 y 900 euros.
La estimación de muertes por Covid 19 en residencias varía, con cifras aireadas de hasta 7.500, no contadas en el total de más de 18.000. Aumentará el porcentaje, por encima del 85%, de mayores de 65 entre los fallecimientos oficialmente registrados.
ASIA
En China y Japón, familia y tecnología antes que residencias
ZIGOR ALDAMA | SHANGHÁI
El este de Asia es la región del mundo que más rápido envejece en la actualidad.
Con una tasa de natalidad en caída libre y una esperanza de vida en
ascenso gracias al incremento de la calidad de vida, China va a
acercándose a sus vecinos más desarrollados y el 11% de sus 1.400
millones de habitantes tiene ya 65 años o más. Es un porcentaje todavía
muy alejado de los de Japón -27,5%- o España -19,3%-, pero cada vez más
cercano al de Corea del Sur -14,4%- y el que más rápido sube. Si las
previsiones se cumplen, en 2025 habrá 300 millones de chinos de más de
60 años y en 2050 serán 480 millones.Sin un sólido sistema de seguridad social y con pensiones pírricas, el sustento de los más mayores es tradicionalmente la familia. Es habitual que tres generaciones de una misma familia vivan bajo el mismo techo. Según una encuesta, solo el 4% de los ancianos optarían por una residencia. Sin embargo, el giro hacia una sociedad más individualista se ha traducido también en un rápido crecimiento del número de instituciones para ellos. En septiembre de 2017, el dato más reciente publicado, había en China unas 150.000 residencias, más del doble que en 2012. El salto en número de plazas es espectacular: en 2007 había solo 2,13 millones, mientras que una década después eran ya 7,45 millones.
Aun así, según la agencia oficial Xinhua, la capacidad de estas instituciones es todavía muy limitada: 31 camas por cada mil ancianos. El problema no es tanto la oferta como la demanda: en torno a 1,5 millones de plazas permanecían vacantes en 2016. Proliferan incluso las residencias de lujo a 3.000 euros al mes, muy por encima de los 350 euros de la pensión media.
En el extremo opuesto, Japón, el país más envejecido del planeta, cuenta con uno de los sistemas sociales que más cuidan de los ancianos. Muchos también se resisten a pasar los últimos días en residencias -o no encuentra plaza-, por lo que el país ha echado mano de las últimas tecnologías para permitirles continuar residiendo en sus hogares. Además, el país involucra a los vecinos en el cuidado de los jubilados, que han sido duramente golpeados por el coronavirus. Unos 200 mayores de 60 años han fallecido en esta crisis, lo que supone dos tercios del total de muertos en el país. En China los datos son más difusos. Según los últimos, perecieron el 22,8% de los mayores de 70 años infectados.
ORIENTE MEDIO
Israel y Palestina, dos maneras distintas de hacerse mayor
El Centro Nacional de Estadística muestra que el Estado judío cuenta con 1.100.000 habitantes mayores de 65 años y, aunque el peso de la familia sigue siendo fuerte, cada vez más ancianos ingresan en residencias.
El portavoz del sindicato de residencias de ancianos de Israel, Roni Ozeri, declaró al diario The Times of Israel que «unos 40.000 israelíes viven en geriátricos y de ellos unos 27.000 precisan cuidados médicos». En palabras de Ozeri, «llevamos años denunciando la falta de personal, necesitamos más de 6.000 trabajadores que refuercen los centros y el motivo principal de que las residencias hayan sido un foco de infección es debido a que muchos de los trabajadores tienen que acudir a dos centros al mismo tiempo».
Los datos oficiales que deja el coronavirus al otro lado del muro son de dos fallecidos y 331 infectados, 17 de ellos en Gaza, donde hasta ahora no ha muerto nadie. La sociedad palestina es joven y el porcentaje de personas mayores de 60 años es del 4,6 por ciento, según un estudio elaborado por la Oficina Central de Estadística en Ramala.
Con las familias
A diferencia de la cultura occidental, en Gaza y Cisjordania, como en la mayor parte del mundo árabe, los ancianos se quedan en casa con las familias y no hay apenas geriátricos. En los últimos años se ha desarrollado el modelo de los clubs o centros de día, en los que las personas mayores pasan unas horas, pero luego regresan a sus hogares. Desde el comienzo de la crisis sanitaria, estos centros han estado cerrados para garantizar la seguridad de sus usuarios.
FRANCIA
Una prestación permite a la inmensa mayoría vivir en sus casas
Mantienen en general el arraigo familiar y el contacto con hijos, nietos y amigos, y se sienten en su gran mayoría felices, según las encuestas, aunque también solos: casi el 40% de los mayores de 75 años no tiene con quien hablar de asuntos personales.
La inmensa mayoría de los ancianos franceses viven en su casa, en pareja o solos, en parte gracias a la existencia de una prestación -que en 2018 costó al Estado 22.000 millones de euros- que se otorga a todo aquel mayor de 60 años que haya sufrido una pérdida de autonomía, independientemente de sus ingresos. Esta subvención ayuda a pagar asistencia domiciliaria, el transporte o la adaptación del hogar de estas personas, permitiéndoles seguir viviendo en sus casas.
También puede solicitarse para ayudar a financiar le estancia en una residencia de ancianos, donde viven el 10% de los mayores de 75 años, cifra que se eleva hasta un tercio entre los mayores de 90 años. Allí el Covid-19 ha entrado como un tsunami, afectando a casi la mitad de los geriátricos del país, donde han fallecido cerca de 8.000 ancianos.
ITALIA
Pocos internados en asilos en el país más envejecido
Italia es el país con la población más envejecida del Viejo Continente: los mayores de 65 años son el 22%, frente al 19% de la media europea. Son además relativamente pocos los ancianos italianos que viven solos (un 28% frente al 36% de Francia o el 47% de Dinamarca) y están entre los europeos que mantienen una relación más estrecha con sus familiares, a los que ven frecuentemente. Esta fuerte inserción familiar explicaría en parte el alto número de ancianos italianos fallecidos por coronavirus, según los expertos.
El Istat (Instituto oficial de estadística) contabiliza 285.000 italianos de más de 65 años viviendo en residencias, tanto para personas autosuficientes como para las que no lo son. Son poco más del 2% de los casi 14 millones de ancianos del país.
RUSIA
Está mal visto llevar a los abuelos a las residencias
Además, tras la privatizaciones de las viviendas estatales durante la desintegración de la Unión Soviética, rara es la persona de más de 65 años que no es propietaria de su piso. Pero, al ser muy pequeños, se descarta por lo general que en ellas convivan abuelos hijos y nietos.
El problema para ellos es más bien de soledad, en cuanto pierden al cónyuge, y también de cierta pobreza, ya que la pensión media en el país es de 14.924 rublos al mes (unos 187 euros). Por lo general carecen de ahorros y la sanidad pública no les cubre adecuadamente. Enfermedades como el cáncer o afecciones graves del corazón suponen la sentencia de muerte para ellos. La esperanza de vida media en Rusia para las mujeres se sitúa en 77 años y para los hombres en 66.
De los casi 700 muertos habidos en Rusia desde el comienzo de la pandemia, el 19,5% son mayores de 65 años.
ALEMANIA
Más de 240.000 jubilados residen en el extranjero
Más de 240.000 jubilados germanos han abandonado el país para vivir en destinos más cálidos, a donde les llega la totalidad de su jubilación. Destinos preferidos son España, Italia y Estados Unidos, pero cada vez más se trasladan al sudeste asiático, especialmente a Tailandia, donde con una pensión media se puede vivir en una residencia de lujo. La epidemia de coronavirus también se ceba en Alemania en la gente mayor : la media de edad de los fallecidos es de 81 años.
TITULO: Viaje con nosotros - El huevo de colon telecinco - 'Millennials', la generación arrollada ,.
- Viaje con nosotros,.
- Javier Gurruchaga lo presenta - Comenzó a emitirse el 26 de enero de 1988. Tenía una periodicidad semanal (martes) y se emitió hasta el 31 de diciembre de ese mismo año. Ese día se emitió el programa titulado "La última cena", espacio promovido por Pilar Miró, por aquel entonces directora general de RTVE, en el que también participó Elton John y que no estuvo exento de polémica. Entre los personajes famosos que "viajaron" con Javier Gurruchaga estuvieron: Luis Antonio de Villena, Iñaki Perurena, Pedro Almodóvar, Chumy Chúmez, José Luis Coll, Ana Obregón, José Luis Garci, Inés Sastre, Joaquín Sabina y Sara Montiel. Gurruchaga ejercía de coguionista junto al colectivo Lo que yo te diga.
- El huevo de Colón,.
- Javier Gurruchaga lo presenta - Fue estrenado en Telecinco el 4 de julio de 1992, y se emitía los sábados a las diez de la noche. Era un programa de variedades que incluía actuaciones musicales, una sección de cámara oculta y varios juegos de habilidad en antena.
-
Millennials', la generación arrollada por dos crisis,.
fotos / Les dieron todo. Incluida la certeza de que con estudios y esfuerzo lograrían sus metas. A sus treintaitantos solo han conocido crisis, miedo y precariedad. «A veces te sientes derrotado»,.
En ese arriesgado ejercicio sociológico de agrupar a grandes colectivos de individuos para asignarles un mismo patrón de conducta y un mismo alma, los 'millennials' casi nunca han salido bien parados. De esa cohorte demográfica que sigue a la generación X y precede a la Y, y que alude más o menos a los nacidos entre 1980 y 2000, se ha dicho mucho y a menudo en clave de reproche. El principal lo sintetizó hace unos años 'Time' con una polémica portada dedicada a 'La generación del yo, yo, yo', en donde la influyente revista norteamericana tachaba a esta promoción -el 24% de la población mundial y el 18% de la española-, de ombliguistas empedernidos, cuando lo que se esperaba de ellos es que lideraran el planeta.
Egocéntricos, mimados, despreocupados, comodones, tecnológicos, fríos, materialistas. Es el sambenito que llevan a cuestas por haber disfrutado de una infancia y de una adolescencia de bienestar y posibles, como no conocieron sus padres y menos aún sus abuelos. Crecieron en una época de prosperidad económica y lo tuvieron todo. Incluida la certeza de que con estudios y determinación conseguirían todo lo que se propusieran. A diferencia de sus progenitores, emprendieron sus singladuras profesionales inspirados por sus pasiones y no por las expectativas de remuneración. Les alentaron a soñar y soñaron.
Pero su vida en el nido resultó ser un cruel espejismo. Lo empezaron a descubrir en cuanto echaron a volar por su cuenta para forjarse su trayectoria laboral. Afuera, agazapada, les aguardaba a partir de 2008 una colosal tormenta financiera que destruiría buena parte de sus posibilidades de labrarse un futuro estable. Ahora, una década después y sin apenas tiempo para sobreponerse, se preparan para encajar un segundo zarpazo socioeconómico derivado de la pandemia del coronavirus. Guardando las distancias, ninguna otra juventud desde la generación de entreguerras ha encajado golpes tan severos. La promoción que se asomaba al mundo con las mejores perspectivas tiene la autoestima mellada. Solo han conocido crisis, precariedad y miedo.
«Cuando pasa el tiempo aparece la frustración. Con veintitantos tiras con todo. Ahora miras atrás y te machacas preguntándote qué hiciste mal o en qué te equivocaste, pero al final me he dado cuenta de que es algo que tú no controlas. El mundo se desmoronaba a tu paso». Carlos Siles, 35 años, recapitula desde el piso de Madrid al que se mudó hace cinco meses con su pareja, Itziar González, de 33, para recibir con mayor confort a Julia, su hija de 15 semanas. El recién estrenado papá glosa con cierta incomodidad un penoso rosario hacia el desencanto. Salió de Granada para ir a la capital a estudiar Periodismo. «La comunicación me apasionaba. Era muy yo. Y la cosa al principio pintaba bien». En tercer curso entró como becario en el digital de un gran grupo editorial y al año ya estaba contratado. Era la última traca de una era antes de precipitarse por el barranco de la recesión.
Estaba a punto de experimentar el primer ERE y de doctorarse como malabarista de trabajos míseros: becario malpagado de un periódico de tirada nacional, captador callejero de socios para una ONG, gestor de un blog de humidificadores, diseñador-redactor-fotógrafo de una revista de Majadahonda... Todo a la vez. «Pagaban una porquería y tarde. Acabé dejándolo y yéndome a una revista de motor». De nuevo, como becario y, después, como 'freelance' con coste cero para la editorial. El camino se estrechaba. «Entré en un bucle en el que las opciones se acababan. Nunca llegué a cobrar más de 700 euros al mes ni a tener un contrato que recogiera lo que ganaba. No he conocido otra cosa que el culebreo y el miedo. O coges esto o te vas a tu casa».
Músico y compositor además de periodista sin oportunidades, le ofrecieron llevar la comunicación y la programación de una sala de conciertos y aceptó. En un concierto benéfico conoció a Itziar, una cantautora y entrenadora personal, y enseguida emprendieron una vida juntos en un pisito en Lavapiés. Vivían al día y planearon ser padres. Ya encontraría el modo de salir adelante. Saben que el momento ideal nunca llega. «La sensación de fragilidad e inquietud es el día a día y la naturalizas».
La empresa donde trabaja Carlos ha entrado en ERTE. A Itziar, autónoma, se le acaba este mes el permiso de maternidad y de momento le aguarda la nada. En mayo no ingresarán lo suficiente para pagar los 1.100 euros del alquiler de la vivienda y tendrán que romper la hucha que empezaron a llenar cuando supieron que Julia estaba en camino. «Me da miedo mirar de reojo a lo que viene. Parece un abismo. En el confinamiento en casa no sentimos protegidos, pero estoy asustado».
«Mis padres no lo entienden»
A la leonesa Noelia Lozano, 35 años, la crisis económica de hace una década le sorprendió dejando un trabajo estable en una firma familiar de servicios en Asturias, donde creció, para perseguir su sueño de investigar. «En Madrid seguro que te abres camino», le decían. Licenciada en Bioquímica con unas notas excelentes que siempre le procuraron becas, llegó a la capital en el verano de 2009, cuando la máquina destructora de la recesión empezaba a pulverizar el mercado laboral. Decidió que era el momento de hacer la tesis. «Vivía con mi novio, pero le echaron del trabajo y le ofrecieron irse a Suiza. Me quedé sola con todos los gastos y con un sueldo de 'doctorando'. Fue muy duro. Me alimentaba a base de espaguetis. Mi novio, que venía dos veces al mes, me llenaba la nevera».
Con un sector científico desmantelado por los recortes, como investigadora postdoctoral solo podía plantearse dar el siguiente paso en el extranjero. Aceptó un sugerente puesto para ayudar a echar a andar un laboratorio en Frankfurt que, le dijeron, tendría su continuidad en Amsterdam, donde reside ahora. «Pasé de no poder sostenerme yo sola en Madrid a mantenerme a mí y a mi marido, que dejó su puesto para seguirme. Fue un tiempo maravilloso. Dirigí a estudiantes de tesis y aprendí a gestionar un laboratorio, pero descuidé la investigación y mi carrera se ha quedado desfasada. Por edad tengo que dejar de ser postdoctoral para crear mi propio grupo de investigación, algo que en España ocurre ¡a los 45 años! No he conseguido subvención y no puedo competir aquí con la gente de mi edad, que sale de la tesis con tres publicaciones y yo en España con una».
En diciembre, con todo su pesar, decidía dejar diez años de carrera científica para dar el salto a la industria farmacéutica o biotecnológica. «Había tocado techo y decidí salir del sistema antes de que el sistema me expulsara dentro de unos años. Y dejé mi trabajo en el laboratorio». Desde entonces, Nuria lleva enviados cincuenta currículos en un país cuya lengua aún no domina. «Hasta ahora me ha salvado algo muy 'babyboomer' que es ahorrar, así me lo inculcaron, a base de no viajar ni hacer nada. A veces pienso que hacer investigación ha sido la peor decisión de mi vida. Solo me ha dado problemas de autoestima, dolor emocional y estancamiento personal», se duele.
Las lágrimas bordean sus ojos. «Mis padres se han matado para que viviera mejor que ellos y voy a vivir peor. No quiero pensar en la pensión de mierda que me va a quedar. A ellos nada de esto les cabe en la cabeza».
Carmen Lomana y lechugas
Mónica Manderlay, 39 años y cinco idiomas, cuenta que idealizó la vida que le aguardaría cono licenciada en Traducción e Interpretación. «Me veía frente a una chimenea traduciendo a Stephen King», cuenta entre risas. Así que cuando regresó de Barcelona a Bilbao «para tomar perspectiva» enfiló por las Bellas Artes, la escultura y el diseño de moda, y justo ahí encontró su yo más auténtico. En los años fatídicos montó su marca, Manderlay, y en 2011 su primera colección, inspirada en la serie 'Mad men', resultaba seleccionada por el Ego Show Room de Cibeles, un espacio para nuevos talentos. Aquellas prendas de inequívoco sabor a la Norteamérica de los años cincuenta causaron sensación. Recuerda que Carmen Lomana le adquirió un vestido y hasta la propia reina Letizia se saltó el protocolo para admirarlas. Desde entonces, esa plataforma de Cibeles siempre reclamó su presencia para que mostrara su trabajo.
La crítica alabó la calidad de sus telas y su delicado hacer artesanal. «Todo lo que gané lo invertí en el negocio. Un máquina de coser y una plancha industriales, luego un taller-tienda, una agencia de representación y publicidad... Nunca tuve beneficios». Mónica encajó sus piezas en varias tiendas, recorrió las semanas de moda de toda España, vistió a Mercedes Milá, Sandra Barneda o la cantante Edurne, pero la recesión soplaba en su contra con más fuerza que su empuje.
Hastiada de pelear por hacerse un hueco en una industria, la de la moda, «que en este país se considera un pitorreo», hace un año decidió cerrar su taller y una etapa para alquilar junto a su marido, un autónomo dedicado a las reformas, ahora con las manos atadas, un caserío repleto de frutales en la localidad de Muxika. «Antes todo eran puertas cerradas. Ahora planto lechugas y en dos meses las tengo. La tierra recompensa todo mi esfuerzo», proclama feliz mientras descose sus vestidos para hacer mascarillas que regala a sus vecinas, quienes le corresponden con productos de la huerta, y mientras planea asaltar el mercado de Gernika con sus mermeladas artesanales. «¿Miedo al futuro? Nunca me he sentido más esperanzada. Acabo de descubrir el sentido de la vida».
Los números
- Ocho
- millones. Es la población de 'millennials' que hay en España y que supone en torno al 18% del total. En el contexto mundial esta generación representa a cerca del 24% de la humanidad.
- Nacidos entre 1980 y 2000.
- Son la última promoción del siglo XX. Siguen a la generación X y preceden a la Y. El término 'millennials' lo acuñaron Neil Howe y William Strauss, autores del libro 'Generaciones: la historia del futuro de América 1564-2069', publicado en 1991.
- 54%
- Es el porcentaje de 'millennials' en España que ha ido a la universidad. Algunos medios han acuñado el término 'generación perdida' por su alta tasa de paro.
- Golpeados por dos recesiones.
- En 2012, cuatro años después del estallido de la crisis, España alcanzó su récord de desempleo. Entre los jóvenes de menos de 25 años alcanzó el 55,13%. Ahora, el coronavirus ha destruido más de un millón de empleos. El 53% de sus titulares tiene menos de 35.
- 19.400 euros.
- Es el sueldo anual medio que cobraban los jóvenes de 25 a 29 años al comienzo de la crisis de 2008. En 2017 las personas en esa misma franja de edad ganaba un 15% menos. Por su parte, el colectivo de 30 a 34 años pasó de ingresar 23.000 a 20.000 euros anuales de media en esos años.
- TITULO: POLICÍAS EN ACCIÓN - Detenido un vecino de San Vicente de Alcántara que llevaba en su vehículo hachís y marihuana,.
Detenido un vecino de San Vicente de Alcántara que llevaba en su vehículo hachís y marihuana,.
Los agentes hallaron una plancha de 71 gramos de hachís, 6 gramos de marihuana y 440 euros fraccionados en billetes de diverso valor, foto,.
Los hechos sucedieron en torno a las 23 horas del pasado martes 28 de abril, cuando agentes de Seguridad Ciudadana, pertenecientes al Puesto de Santiago de Alcántara, con motivo de los dispositivos de control establecidos para verificar el cumplimiento de las medidas decretadas por la actual situación de estado de alarma, interceptaron un vehículo en el camino vecinal que une la localidad de San Vicente de Alcántara con la de Herrera de Alcántara.
En el mismo viajaba un joven, de 23 años de edad, vecino de la localidad pacense de San Vicente de Alcántara, cuya actitud nerviosa y el sensible olor a marihuana que desprendía el turismo que conducía, dio lugar a que los agentes realizaran un exhaustivo registro del interior.
Como resultado de este registro, fueron hallados 71 gramos de hachís, 6 gramos de marihuana y 440 euros en billetes de diverso valor, hechos que motivaron la detención de su conductor, como supuesto autor de un delito contra la salud pública, por tráfico de drogas.
Tras la instrucción de las diligencias policiales correspondientes, el detenido, junto con la droga intervenida, han sido puestos a disposición del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción, en funciones de guardia, de Valencia de Alcántara.
La actuación, enmarcada dentro del 'Plan de respuesta Policial al Consumo y Tráfico Minorista de Drogas en Zonas de Ocio y Diversión', que la Comandancia de Cáceres mantiene activo, ha permitido retirar del mercado ilícito la droga intervenida, poniendo los hechos en conocimiento de la autoridad judicial.
TITULO: 3 RAZONES CON - Un día como hoy debería ser.
foto / Un día como hoy, estaría de un lado para otro. Viviría con esa intranquilidad que nos gusta a los periodistas cuando estamos detrás de una información (Si, lo sé, soy un romántico de esta profesión). Si todo fuera normal, hoy debería ser día de reencuentros, de estar detrás de queseros y políticos y de saludos, muchos saludos. Sí, un día como hoy, debería comenzar la Feria Nacional del Queso de Trujillo.
Son tantos años viviendo de forma tan intensa esos cuatro días de certamen quesero, que ha tenido que llegar 'el bicho' para que uno se dé cuenta de que echa de menos ese ajetreo, ese no parar fuera de casa. Y digo bien, fuera de casa, porque, con el confinamiento, ese 'no parar' continúa entre tres habitaciones y un salón.
Durante estos días, voy a cambiar las entrevistas de queseros por colorear algún dibujo, un vaso de vino por unos gusanitos y la carrera para buscar algún protagonista, por saltos en la cama con mis dos hijos. Si me encuentro con ganas, me dejaré pintar la cara y esa barba que refleja ya los días de encierro. Reconozco que si tiene algo positivo el confinamiento, es ese tiempo de juego.
Entre ese juego y juego, toca horas de trabajo diario, incluido sábados y domingos, desde casa en un despacho improvisado, llámese salón o dormitorio. Soy de esos privilegiados (o no), que de vez en cuando sale a la calle para hacer alguna fotografía o ir a una rueda de prensa o un pleno. Tras eso, vuelta a casa para trabajar o 'jugar', no antes sin el protocolario proceso de desinfección de zapatos, manos, llaves y cualquier cosa que haya sacado a la calle. Siempre pienso que me dejo algo sin limpiar.
Hoy es día de morriña de lo que debería ser y no es. Para compensarlo, me conformaré con queso de la tierra y confiar en que ya queda menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario