TITULO: REVISTA FARMACIA - Por qué no puede parar de comer caprichos,.
Por qué no puede parar de comer caprichos,.
El
confinamiento dispara el consumo de dulces y 'snacks' en una suerte de
'me lo merezco' colectivo que responde al hambre emocional, un bucle
insano del que se sale si se sabe cómo,.
El
último día que María fue a hacer la compra de la semana faltaban
algunos productos en el súper: ni rastro de los guantes de látex, no
habían repuesto aún el papel higiénico, faltaban algunas verduras y la
harina y la levadura ni estaban (ni se las esperaban) en sus estantes.
Pero, ¡horror!, tampoco había chocolate. ¿Cómo era posible? Las tabletas
habían 'volado' a tal velocidad que no había dado tiempo a reponer ese
día. Podía pasar sin otras cosas, pero no sin su recompensa diaria en
forma de dulce onza de placer.
María y su experiencia son reales y, además, representan a muchos españoles que, durante el confinamiento, se han entregado al consumo de productos muy dulces (o muy salados) en una suerte de «ahora me lo merezco» colectivo. Este fenómeno recibe el nombre de 'hambre emocional' y existen razones biológicas para que la pandemia haya convertido a muchas personas en sus víctimas. Ahora toca preguntarse: ¿Hay forma de parar? La hay y cuesta. Pero es cuestión de manejar recursos y aplicarse.
El hecho de que la cesta de la compra se haya llenado de caprichos no es una impresión: lo constatan los datos del Ministerio de Agricultura y Alimentación. En ellos se ve el incremento en las ventas con respecto al año anterior y cómo ha evolucionado a lo largo del estado de alarma. Así, cuando tocábamos la cuarta semana de encierro, y después de que la gente acopiase legumbres, arroces, pastas y otros alimentos no perecederos al principio, el incremento de ventas se dio en 'snacks' y frutos secos (un 78% de incremento), en tabletas de chocolate (un 63%) y en harinas, con un 113% más de lo que se vendía en una semana normal del año anterior. La consultora Nielsen constataba en otro estudio que el 57% de la población se ha dedicado, no ya al pan, sino a la repostería casera durante el confinamiento. La estadística del Ministerio arroja otro dato inquietante: la venta del total de bebidas espirituosas subió casi un 80% y la de la cerveza un 70%. Pero el consumo de alcohol merece capítulo propio.
Estos alimentos, que no son imprescindibles para la dieta sino caprichos, son oficialmente calificados como «productos de indulgencia». Lo traducimos: sabes que no debes tomarlos, pero vas a relajar tus exigencias puntualmente par consumirlos. Es curioso ver a través de los datos cómo la necesidad de tomarlos crece a medida que pasan los días encerrados. ¿Pero por qué nos entregamos a este tipo de consumo a sabiendas de que no nos conviene?
La razón no es única. Influyen factores que tienen que ver con la bioquímica y los mecanismos del placer y la recompensa que activa la comida a través de la hormonas (dopamina y serotonina), pero también tiene que ver con la forma que cada uno tiene de relacionarse con los alimentos.
«En los momentos emocionalmente inestables, en los que invaden sentimientos de miedo, angustia, incertidumbre y hasta de culpabilidad, el cerebro también sufre las consecuencias y busca alternativas para generar alivio. Y lo hace a través de mecanismos que desencadenen placer y recompensa. ¿Cuáles son los principales? Los alimentos ricos en kilocalorías, el humor y la sensación gregaria que te hace buscar el bálsamo de la protección y complicidad del grupo. Por eso ahora comemos más dulces, enviamos una cantidad masiva de chistes por redes sociales y salimos a aplaudir a los balcones todas las tardes», interpreta Marín.
La terapeuta especializada en trastornos de la alimentación, Victoria Ferrándiz, da otra explicación complementaria de por qué comer es una cuestión de supervivencia emocional. «Hemos aprendido a vincularnos con nuestras figuras de apego (los padres) a través de la comida, con la lactancia o el biberón. Ésta juega un papel fundamental desde el minuto cero de nuestra existencia. El primer vínculo que creamos es para alimentarnos. ¡Desde el cordón umbilical!», explica en una charla online promovida por el Centro Aleris.
En una situación anómala como la de cuarentena que vivimos «tiramos de las herramientas biológicas que tenemos» y una de las que nos hacen sentir seguros y que nos ha hecho sobrevivir es el comer. Dice además Ferrándiz que es imposible separar el comer del placer. Y en la escalada del placer, regulado por la bioquímica del cerebro, tiene buena parte de culpa el azúcar y, de forma parecida, la sal. «Cuando recibimos algo placentero como la comida se activa el circuito de la recompensa y aumenta la producción de dopamina. Algo parecido ocurre en una adicción en la que nuestra cabeza sigue solicitando la 'recompensa' de manera insistente», explica la neurocientífica Raquel Marín.
La nutricionista Virginia Gómez, famosa por su perfil social 'Dietista enfurecida', entiende que es casi más importante «qué significa para cada persona los alimentos» y cómo nos relacionamos con ellos que el mencanismo bioquímico. «Una persona puede aliviarse con bollería, pero quizá a otra no le sirva», advierte. Lo mejor es establecer una relación saludable que entienda la alimentación como una forma de cuidarse.
Para romper con el 'vicio', los nutricionistas dan pautas como separar la zona de trabajo de la del comer (el teletrabajo no ayuda), establecer horas para comer y no saltárselas, esperar diez minutos cuando entre el deseo de picar algo insano (y pensar si se necesita) o sustituir los caprichos por alimentos que pueden cumplir la misma función pero sin carga de azúcares.
Pero sobre todo, hay que buscar otras actividades que nos hagan sentir bien. Desde darse una larga ducha caliente hasta hacer limpieza o escuchar música, sin olvidarnos del mil veces citado ejercicio físico. Todo lo que nos valga para sentir esa sensación de recompensa que active la dopamina sin necesidad de hacerlo con un chute de azúcar.
Virginia
Gómez, más conocida como 'Dietista enfurecida', tiene que claro que no
es fácil librarse del 'capricho'. Una cosa es el consejo dietético y
otra lidiar con la realidad. Esta forma de «aliviarse» con la comida es
un recurso más que, desde su punto de vista, traspasa lo razonable
cuando está haciendo un daño a la salud palpable y la persona no puede
parar. También cuando hacerlo haga sentir mal. Su primer consejo para no
caer en esta peligrosa espiral es no comprar estos alimentos. «Está
socialmente aceptado aliviarse con una palmera de chocolate y es
asequible», reconoce. «A la gente le digo que en vez de hacer recetas de
bizcocho, prueben a hacer recetas ricas con verduras, que le resulte
agradable y le sirva para siempre», añade. También ayuda tener a mano un
'picoteo' sano que además nos guste. «A mí me funcionan los pepinillos y
los palmitos», dice. Cuesta, pero poco a poco se pueden «buscar otros
caminos y crear otros hábitos».
Recuerdo
el día que murió Andrés Montes. Hace ya más de diez años de aquello,
pero los aficionados al baloncesto todavía no hemos terminado de
entender que la voz ronca que salpimentó la victoria en el mundial de
Japón ya no nos vaya a acompañar en más madrugadas de insomnio y NBA.
Hoy, con el fallecimiento de Michael Robinson, nos sucede a todos algo
parecido. Montes y Robinson tenían muchas cosas en común: una forma de
hablar peculiar, el convencimiento íntimo de que el deporte es algo más
que competición, una sonrisa franca en la boca y el optimismo incrustado
en los genes. También comparten que ambos, por desgracia, se han ido
demasiado pronto.
Cuando anunció en público su enfermedad, Robinson dijo: «el cáncer me puede matar, pero no me va a matar todos los días». El espíritu era el mismo que el de aquella viñeta en la que Charlie Brown le decía a Snoopy que un día se iban a morir, y el perro, sin duda más sabio, le contestaba: «Cierto, Charlie, pero los otros días no». Porque la vida, como decía Montes, puede ser maravillosa; y no sería el miedo a la muerte quien se la jodiese a Michael. Robinson es irreemplazable, y su marcha supone un varapalo para la selección española de voces conciliadoras, que en estos tiempos cada vez ficha menos. Que vaya calentando James Rhodes, otro comunicador nato, lleno de talento y también enamorado de nuestro país, que contagia de buen rollo todo lo que toca. Es verdad que todos los jugones sonríen igual: amor por el deporte no sé si tendrá, pero en 'Acento Rhodes' sonaría Bach, se discutiría sobre gramática española y se compartirían recetas para la Thermomix. No es mal plan para un miércoles de cuarentena. Seguro que Robinson lo escucharía.
Cuando
hace un año contaba mi proyecto de veraneo, mis colegas se reían de mí.
¡Jopé, qué viajes más exóticos te pegas!, exclamaban cuando les
detallaba mi circuito combinado por El Burgo de Osma, Catalañazor y la
sierra de los Cameros. Si tenía el día inseguro y me justificaba, era
todavía peor. «Es un viaje apasionante, se mezclan las rutas del Cid y
de Almanzor con los pueblos cameranos de donde tantos riojanos vinieron a
Cáceres», explicaba y el pitorreo era descomunal: «Hombre, dónde va a
parar, cómo se va a comparar el pueblo donde Almanzor perdió el tambor
con una playa caribeña y donde esté un torrezno soriano que se quite una
rave ibicenca», me vacilaban con muchas risas.
Desde hace unos años, mientras mis colegas, mis amigos y mis parientes veraneaban con Ryanair, servidor combinaba unos días en pueblecitos perdidos de España o Portugal, una semanita en la ciudad gallega donde viví 20 años y un remate final en Ceclavín, durmiendo con el croar de las ranas y despertándome con el sonsonete del abejaruco. «Estás mayor», me decían. «Y aburrido», me remataban, pero yo me mantenía en mis trece de viaje en coche con familia, bocatas siempre dispuestos y una capacidad de asombro que me llevaba a extasiarme ante el instituto soriano donde dio clase Machado, a emocionarme al descubrir el pueblecito (Montenegro de Cameros) de donde vino a Cáceres el primer banquero de la ciudad, José García Carrasco, a quedarme boquiabierto al entrar en el museo judaico de Belmonte y reparar en la lista de sefardíes que se establecieron allí huyendo de Extremadura.
Para consolarme, me dicen que hago turismo vintage, aunque detrás del consuelo rebuscado siempre he adivinado un fino cachondeo. Terco y cabezota, me he mantenido en mis trece y llevo años viajando al estilo años 70. Este verano, por ejemplo, además de Ceclavín y Vilagarcía de Arousa, planeaba recorrer la Estrada Nacional 2 portuguesa desde Chaves hasta Faro. Esta carretera nacional es una especie de columna vertebral de Portugal. Va por el interior del país de norte a sur y hay varios libros de viajes dedicados exclusivamente a esta EN2 que esconde las esencias de Portugal. Planeaba, en fin, puro exotismo tropical: los amigos en Galicia, mis padres en Ceclavín y una carretera en Portugal. Pero, ¡ay!, esta vez todo va a ser distinto porque resulta que el coronavirus va a poner de moda el turismo de los años 70, o sea, menos Ryanair y más viajes familiares en coche con maletas, nevera y destino cercano. Excursiones de botijo, sombra y siesta. Veraneos sanos en busca de lugares recónditos donde la pandemia solo haya sido una cosa que contaban en televisión y excitaba a los políticos.
Llevo años abogando por ese veraneo tranquilo, barato y sano, pero ahora, mi turismo vintage ha sido bendecido por la Universitat Oberta de Catalunya, cuyos expertos pronostican un frenazo al turismo globalizado, que, parece ser, movía cada año a nueve millones de viajeros en busca de lugares cuanto más exóticos y alejados mejor, para impulsar un turismo responsable, prudente y seguro.
Se va a invertir mucha publicidad invitando a seguir moviéndose por el mundo, pero bastará reparar en cómo el virus llegó a Europa por avión para que el miedo, a veces sabio consejero, se imponga, la sostenibilidad prime y la higiene triunfe. Si otros veranos el turismo paisano traía a Extremadura a 800.000 personas, ya podemos prepararnos para la avalancha de este mes de agosto. Los turistas vintage nos estábamos adelantando a los tiempos. La pandemia ha demostrado que lo moderno no era ir a Maldivas, sino a Ceclavín.
TITULO: Días de cine clásico - Cine - La muerte tenía un precio , Miercoles -29- Abril ,.
María y su experiencia son reales y, además, representan a muchos españoles que, durante el confinamiento, se han entregado al consumo de productos muy dulces (o muy salados) en una suerte de «ahora me lo merezco» colectivo. Este fenómeno recibe el nombre de 'hambre emocional' y existen razones biológicas para que la pandemia haya convertido a muchas personas en sus víctimas. Ahora toca preguntarse: ¿Hay forma de parar? La hay y cuesta. Pero es cuestión de manejar recursos y aplicarse.
El hecho de que la cesta de la compra se haya llenado de caprichos no es una impresión: lo constatan los datos del Ministerio de Agricultura y Alimentación. En ellos se ve el incremento en las ventas con respecto al año anterior y cómo ha evolucionado a lo largo del estado de alarma. Así, cuando tocábamos la cuarta semana de encierro, y después de que la gente acopiase legumbres, arroces, pastas y otros alimentos no perecederos al principio, el incremento de ventas se dio en 'snacks' y frutos secos (un 78% de incremento), en tabletas de chocolate (un 63%) y en harinas, con un 113% más de lo que se vendía en una semana normal del año anterior. La consultora Nielsen constataba en otro estudio que el 57% de la población se ha dedicado, no ya al pan, sino a la repostería casera durante el confinamiento. La estadística del Ministerio arroja otro dato inquietante: la venta del total de bebidas espirituosas subió casi un 80% y la de la cerveza un 70%. Pero el consumo de alcohol merece capítulo propio.
Estos alimentos, que no son imprescindibles para la dieta sino caprichos, son oficialmente calificados como «productos de indulgencia». Lo traducimos: sabes que no debes tomarlos, pero vas a relajar tus exigencias puntualmente par consumirlos. Es curioso ver a través de los datos cómo la necesidad de tomarlos crece a medida que pasan los días encerrados. ¿Pero por qué nos entregamos a este tipo de consumo a sabiendas de que no nos conviene?
La razón no es única. Influyen factores que tienen que ver con la bioquímica y los mecanismos del placer y la recompensa que activa la comida a través de la hormonas (dopamina y serotonina), pero también tiene que ver con la forma que cada uno tiene de relacionarse con los alimentos.
«Frente el malestar emocional, el cerebro busca cómo generar alivio y
lo hace a través del mecanismo del placer: comer es uno de ellos, junto
al humor y la búsqueda de la protección en el grupo»
Raquel marín | neurocientífica
Raquel Marín,
neurocientífica dedicada al estudio de la influencia de la alimentación
sobre la salud del cerebro y autora del libro 'Pon en forma tu cerebro'
(Ed. Roca), explica que este órgano todavía se rige por las pautas del
nómada que un día fuimos. Cuando puede, hacer acopio de comida calórica
para acumular grasa que asegure su supervivencia porque no sabe cuándo
volverá a tener otra oportunidad. Es un recurso de supervivencia básico.
«En los momentos emocionalmente inestables, en los que invaden sentimientos de miedo, angustia, incertidumbre y hasta de culpabilidad, el cerebro también sufre las consecuencias y busca alternativas para generar alivio. Y lo hace a través de mecanismos que desencadenen placer y recompensa. ¿Cuáles son los principales? Los alimentos ricos en kilocalorías, el humor y la sensación gregaria que te hace buscar el bálsamo de la protección y complicidad del grupo. Por eso ahora comemos más dulces, enviamos una cantidad masiva de chistes por redes sociales y salimos a aplaudir a los balcones todas las tardes», interpreta Marín.
La terapeuta especializada en trastornos de la alimentación, Victoria Ferrándiz, da otra explicación complementaria de por qué comer es una cuestión de supervivencia emocional. «Hemos aprendido a vincularnos con nuestras figuras de apego (los padres) a través de la comida, con la lactancia o el biberón. Ésta juega un papel fundamental desde el minuto cero de nuestra existencia. El primer vínculo que creamos es para alimentarnos. ¡Desde el cordón umbilical!», explica en una charla online promovida por el Centro Aleris.
En una situación anómala como la de cuarentena que vivimos «tiramos de las herramientas biológicas que tenemos» y una de las que nos hacen sentir seguros y que nos ha hecho sobrevivir es el comer. Dice además Ferrándiz que es imposible separar el comer del placer. Y en la escalada del placer, regulado por la bioquímica del cerebro, tiene buena parte de culpa el azúcar y, de forma parecida, la sal. «Cuando recibimos algo placentero como la comida se activa el circuito de la recompensa y aumenta la producción de dopamina. Algo parecido ocurre en una adicción en la que nuestra cabeza sigue solicitando la 'recompensa' de manera insistente», explica la neurocientífica Raquel Marín.
«Hemos aprendido a vincularnos con nuestras figuras de apego (los
padres) a través de la comida, con la lactancia o el biberón. Ésta juega
un papel fundamental desde el minuto cero de nuestra existencia»
Victoria ferrándiz | psicoterapeuta
«En esta situación de confinamiento, la citada hormona está jugándonos una mala pasada, produciendo esta sensación permanente de desazón y desasosiego
en ausencia del premio», añade. Y hay un efecto adictivo: «cuantos más
dulces se ingieren, mayor dopamina producimos y en consecuencia seguimos
incrementando el antojo». Estudios en animales han demostrado que el
azúcar tiene un efecto similar al que producen otras drogas en el
cerebro. De ahí que sea calificada por los expertos como un
«neurotóxico». La dopamina interactúa además con la serotonina para
levantarnos el ánimo. «Para producir esta molécula es precisa la luz
natural, por lo que al escasear por el confinamiento pueden bajar los
niveles de esta hormona. ¿Resultado? Se ha demostrado que los bajos niveles de serotonina, sobre todo cuando llega la noche, desencadena antojos por el dulce», aporta Marín como otra explicación a lo que nos sucede.La nutricionista Virginia Gómez, famosa por su perfil social 'Dietista enfurecida', entiende que es casi más importante «qué significa para cada persona los alimentos» y cómo nos relacionamos con ellos que el mencanismo bioquímico. «Una persona puede aliviarse con bollería, pero quizá a otra no le sirva», advierte. Lo mejor es establecer una relación saludable que entienda la alimentación como una forma de cuidarse.
Para romper con el 'vicio', los nutricionistas dan pautas como separar la zona de trabajo de la del comer (el teletrabajo no ayuda), establecer horas para comer y no saltárselas, esperar diez minutos cuando entre el deseo de picar algo insano (y pensar si se necesita) o sustituir los caprichos por alimentos que pueden cumplir la misma función pero sin carga de azúcares.
Pero sobre todo, hay que buscar otras actividades que nos hagan sentir bien. Desde darse una larga ducha caliente hasta hacer limpieza o escuchar música, sin olvidarnos del mil veces citado ejercicio físico. Todo lo que nos valga para sentir esa sensación de recompensa que active la dopamina sin necesidad de hacerlo con un chute de azúcar.
«Lo primero es no comprarlos»
TITULO: CAFE, COPA Y Acento Rhodes ,.
Acento Rhodes,.
Cuando anunció en público su enfermedad, Robinson dijo: «el cáncer me puede matar, pero no me va a matar todos los días». El espíritu era el mismo que el de aquella viñeta en la que Charlie Brown le decía a Snoopy que un día se iban a morir, y el perro, sin duda más sabio, le contestaba: «Cierto, Charlie, pero los otros días no». Porque la vida, como decía Montes, puede ser maravillosa; y no sería el miedo a la muerte quien se la jodiese a Michael. Robinson es irreemplazable, y su marcha supone un varapalo para la selección española de voces conciliadoras, que en estos tiempos cada vez ficha menos. Que vaya calentando James Rhodes, otro comunicador nato, lleno de talento y también enamorado de nuestro país, que contagia de buen rollo todo lo que toca. Es verdad que todos los jugones sonríen igual: amor por el deporte no sé si tendrá, pero en 'Acento Rhodes' sonaría Bach, se discutiría sobre gramática española y se compartirían recetas para la Thermomix. No es mal plan para un miércoles de cuarentena. Seguro que Robinson lo escucharía.
TITULO: Documental - Veranear en el pueblo ,.
Veranear en el pueblo,.
Viajeros. El coronavirus nos ha demostrado que lo moderno no es ir a Maldivas, sino a Ceclavín
Desde hace unos años, mientras mis colegas, mis amigos y mis parientes veraneaban con Ryanair, servidor combinaba unos días en pueblecitos perdidos de España o Portugal, una semanita en la ciudad gallega donde viví 20 años y un remate final en Ceclavín, durmiendo con el croar de las ranas y despertándome con el sonsonete del abejaruco. «Estás mayor», me decían. «Y aburrido», me remataban, pero yo me mantenía en mis trece de viaje en coche con familia, bocatas siempre dispuestos y una capacidad de asombro que me llevaba a extasiarme ante el instituto soriano donde dio clase Machado, a emocionarme al descubrir el pueblecito (Montenegro de Cameros) de donde vino a Cáceres el primer banquero de la ciudad, José García Carrasco, a quedarme boquiabierto al entrar en el museo judaico de Belmonte y reparar en la lista de sefardíes que se establecieron allí huyendo de Extremadura.
Para consolarme, me dicen que hago turismo vintage, aunque detrás del consuelo rebuscado siempre he adivinado un fino cachondeo. Terco y cabezota, me he mantenido en mis trece y llevo años viajando al estilo años 70. Este verano, por ejemplo, además de Ceclavín y Vilagarcía de Arousa, planeaba recorrer la Estrada Nacional 2 portuguesa desde Chaves hasta Faro. Esta carretera nacional es una especie de columna vertebral de Portugal. Va por el interior del país de norte a sur y hay varios libros de viajes dedicados exclusivamente a esta EN2 que esconde las esencias de Portugal. Planeaba, en fin, puro exotismo tropical: los amigos en Galicia, mis padres en Ceclavín y una carretera en Portugal. Pero, ¡ay!, esta vez todo va a ser distinto porque resulta que el coronavirus va a poner de moda el turismo de los años 70, o sea, menos Ryanair y más viajes familiares en coche con maletas, nevera y destino cercano. Excursiones de botijo, sombra y siesta. Veraneos sanos en busca de lugares recónditos donde la pandemia solo haya sido una cosa que contaban en televisión y excitaba a los políticos.
Llevo años abogando por ese veraneo tranquilo, barato y sano, pero ahora, mi turismo vintage ha sido bendecido por la Universitat Oberta de Catalunya, cuyos expertos pronostican un frenazo al turismo globalizado, que, parece ser, movía cada año a nueve millones de viajeros en busca de lugares cuanto más exóticos y alejados mejor, para impulsar un turismo responsable, prudente y seguro.
Se va a invertir mucha publicidad invitando a seguir moviéndose por el mundo, pero bastará reparar en cómo el virus llegó a Europa por avión para que el miedo, a veces sabio consejero, se imponga, la sostenibilidad prime y la higiene triunfe. Si otros veranos el turismo paisano traía a Extremadura a 800.000 personas, ya podemos prepararnos para la avalancha de este mes de agosto. Los turistas vintage nos estábamos adelantando a los tiempos. La pandemia ha demostrado que lo moderno no era ir a Maldivas, sino a Ceclavín.
TITULO: El escarabajo verde - Nuestro planeta: Escudo,.
Nuestro planeta: Escudo,.
foto / El sol es el combustible de vida, sin su energía casi nada puede nacer, crecer ni vivir. Pero no es nuestro amigo, el sol es un monstruo destruye planetas. Los ocho astronautas protagonistas nos mostrarán cómo su tiempo en el espacio les ayudó a comprender la brillante furia del sol.
TITULO: Días de cine clásico - Cine - La muerte tenía un precio , Miercoles -29- Abril ,.
Este miércoles -29- Abril ,. a las 22:00 en La 2 de TVE, foto,.
- Reparto
- Clint Eastwood, Lee Van Cleef, Gian Maria Volonté, Mara Krupp, Luigi Pistilli, Klaus Kinski, Joseph Egger, Panos Papadopulos, Benito Stefanelli, Roberto Camardiel, Aldo Sambrell, Luis Rodríguez, Tomás Blanco, Lorenzo Robledo, Dante Maggio, Sergio Mendizábal, Diana Rabito, Giovanni Tarallo, Mario Meniconi, Mario Brega,.
- Dos cazadores de recompensas que buscan al mismo hombre deciden unir sus fuerzas para encontrarlo, aunque las razones que los mueven son completamente diferentes. Su título original ("Per qualche dollaro in più") ya sugiere que es la continuación natural de "Por un puñado de dólares" ("Per un pugno di dollari"), dirigida por Leone un año antes.
-
TITULO: Un país para escucharlo - La desescalada cultural, sector por sector,.
Un país para escucharlo - La desescalada cultural, sector por sector,.
El ministerio explica cómo afectan las distintas fases a librerías o cines, aunque los aforos reducidos a un tercio generan dudas sobre la sostenibilidad económica de la reapertura,.
Este martes 28 de Abril , a las 23.00 por La 2, foto.
Empiezan las librerías y los archivos, el próximo lunes, 4 de mayo. Y luego, poco a poco, podrán reabrir todos los demás. Después de invadir las casas de toda España con miles de actividades online y un esfuerzo creativo y solidario de cientos de creadores, la cultura vuelve a asomarse a la calle. Pero despacio, con prudencia y, sobre todo, con un aviso: el avance de la desescalada no es irreversible. A priori, el Gobierno ha diseñado cuatro fases de reducción del confinamiento y calcula que cada una dure, como mínimo, dos semanas. A condición, eso sí, de que se produzca el mejor de los escenarios y los contagios no vuelvan a repuntar.Así que, en la práctica, el regreso a museos, cines, teatros o salas de concierto dependerá de los datos sanitarios y es posible que avance de forma asimétrica en las distintas provincias. Se sabe, a grandes rasgos, el plan que cada sector deberá seguir, y el propio Ministerio de Cultura y Deporte ha intentado explicarlo con una serie de mensajes en Twitter. Aunque las fechas, de momento, no son más que una estimación y ciertas formulaciones oficiales ambiguas no contribuyen a la claridad. A la vez, varias salas avisan de que implementar nuevos protocolos sanitarios o, para los teatros, retomar obras que hace tiempo que ni son ensayadas, puede aplazar las reaperturas. Y, por encima de todo, se suma una incógnita aún mayor: ¿a cuántos espacios culturales les merecerá la pena volver a la actividad con un aforo limitado a un tercio? ¿Resulta sostenible económicamente?Librerías, archivos y bibliotecas
Librerías. Pueden reabrir a partir del próximo lunes, 4 de mayo (fase cero), pero “con cita previa para atención individualizada”, según Cultura. “Estos locales deberán contar con mostrador, mampara o, cuando esto no sea posible, garantizar el máximo de protección individual. Se establecerá un horario de atención preferente para personas mayores de 65 años”, informa un documento del Ministerio de Sanidad sobre el comercio minorista, que también incluye a las librerías.En la fase uno (11 de mayo), podrán pasar a recibir un tercio de su capacidad de acogida, con una “distancia mínima de dos metros entre clientes”. El aforo permitido pasa al 40% y 50%, respectivamente, en las fases dos (25 de mayo) y tres (8 de junio), y se mantiene siempre el horario preferente para mayores de 65 años.Desde la fase uno también podrán reiniciar “su actividad los mercados al aire libre/venta no sedentaria”, según Sanidad. Eso si, con “limitación inicial al 25% de los puestos habituales o aumento de superficie para asegurar el mantenimiento de distancia de seguridad”.En un comunicado conjunto, emitido hoy miércoles, las asociaciones que representan a los tres eslabones del mercado del libro (editores, libreros y distribuidores) han reiterado su “preocupación ante la falta de medidas del Gobierno”. “Resulta probable que una parte de la cadena no pueda alcanzar esa ‘nueva normalidad’ a la que alude el Ejecutivo y que el resto lo haga en unas condiciones difíciles para la subsistencia”, continúan. Y, aunque celebran la próxima reapertura de las librerías, señalan que habrían deseado "que se hubiera tenido una especial consideración con ellas”.Bibliotecas. La actividad de préstamo físico se puede retomar a partir de la fase uno (11 de mayo). Con el comienzo de la fase dos (25 de mayo), también será posible quedarse para leer, pero con “limitación de aforo”, informa Cultura.Archivos. Pueden reabrir a partir del próximo lunes, 4 de mayo (fase cero).Cine
La “producción audiovisual y el rodaje de películas y series” se consentirá a partir de la fase uno: es decir, desde el lunes 11 de mayo, al menos en las provincias donde la desescalada esté funcionando regularmente. La vuelta al plató, en todo caso, respetará una serie de protocolos para minimizar los riesgos, con equipos reducidos y precauciones sanitarias multiplicadas.Las salas de cine podrán reabrir en la fase dos, a partir del lunes 25 de mayo, en el mejor de los casos. Tendrán que reducir su aforo a un tercio y las butacas serán preasignadas. En la fase tres, desde el 8 de junio en las provincias donde los números sean positivos, los cines podrán pasar a acoger a la mitad de los espectadores que caben en cada sala.La federación que agrupa a más del 80% de las salas de España (Fece) ha emitido un comunicado hoy miércoles para señalar las dificultades económicas que supone la reapertura limitada. Por eso pide, entre otras cosas, “alquileres proporcionales al aforo disponible en los cines durante el periodo de transición y ayudas directas de compensación a los costes derivados de la implantación del protocolo". A la vez, detalla su plan sanitario para reducir al mínimo o incluso eliminar el contacto físico en las salas.Teatro
La fase uno (desde el 11 de mayo) ya prevé, entre otras cosas, la autorización para celebrar “actos y espectáculos culturales” con una condición: menos de 30 personas y un tercio de aforo, en lugares cerrados, y menos de 200, al aire libre, “siempre y cuando sea sentado y manteniendo la distancia necesaria”, informa Sanidad. La formulación no permite aclarar, de momento, si una representación teatral estaría incluida.En todo caso, los teatros podrán reabrir en la fase dos (desde el 25 de mayo), con las mismas reglas que los cines: solo un tercio de los espectadores que la sala puede acoger y butacas preasignadas.En la fase tres (8 de junio, recordamos, las fechas son una estimación), el aforo pasará a la mitad. A partir de este momento también reabrirán “las salas de artes escénicas”, con un tercio de su capacidad de público. Queda pendiente que el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y Musicales (INAEM) aclare la distinción entre estos espacios y los teatros. Decenas de asociaciones del sector ya señalaron, el pasado 17 de abril, que no consideraban viable ningún tipo de reducción de aforo en sus actividades porque eso las convierte a su juicio en “insostenibles” y las "estigmatiza como 'contagiosas”. Por eso, pedían que “hasta que no se pueda recuperar la actividad al 100% de su rendimiento, la situación deberá seguir siendo considerada como causa de Fuerza Mayor, de manera que las medidas de ayuda tanto laborales, sociales, y fiscales deben seguir vigentes”.Museos y salas de exposiciones
Los museos estarán autorizados a reabrir desde la fase uno (11 de mayo), pero únicamente para las visitas, con aforo reducido a un tercio y control de aglomeraciones en salas. No están consentidas otras actividades culturales, que se implementarán en las fases sucesivas.La fase dos (25 de mayo) prevé la posibilidad de visitar “monumentos y equipamientos culturales con un tercio del aforo”, aunque todavía no se podrán realizar otras “actividades culturales” en esos espacios. También se permite acceder a “salas de exposiciones”, con un tercio del aforo y control de aglomeraciones.Conciertos
En la fase dos (25 de mayo), se autoriza la reapertura de “auditorios y espacios similares”, con las mismas condiciones de cines y teatros: butaca preasignada y un tercio de aforo.En la fase tres (8 de junio) podrán reabrir “las salas musicales” con limitación de aforo de un tercio. Se mantiene, eso sí, la misma duda que sobrevuela al teatro: desde la fase uno (11 de mayo) están permitidos “actos y espectáculos culturales” tanto en espacios cerrados como al aire libre, con estrictas reducciones de público, que van suavizándose con el avanzar del tiempo. ¿Los conciertos caben en esta categoría?Toros
“Plazas, recintos e instalaciones taurinas” tendrán permitido volver a la actividad a partir de la fase tres (8 de junio), con aforo limitado y la obligación de garantizar una persona por cada nueve metros cuadrados, informa Sanidad.Salas de conferencias y otras actividades
Salas de conferencias. En los mensajes de Twitter del ministerio hay un apartado ad hoc, en la fase dos (25 de mayo): “Abrirán las salas de conferencias y multiuso, con aforo limitado a un tercio”.Otras actividades. Desde la fase uno (11 de mayo), se permiten “actos y espectáculos culturales” de menos de 30 personas, en espacios cerrados, y de menos de 200, al aire libre. El público podrá aumentar progresivamente: en la fase dos (25 de mayo), se pasa a un máximo de “50 personas y un tercio del aforo”, en lugares cerrados, y un máximo de “400 personas” manteniendo la distancia de seguridad, para iniciativas en espacios abiertos. En la tercera fase (8 de junio), el aforo aceptado sube a 80 y 800 asistentes respectivamente. En el caso de eventos al aire libre, los espectadores habrán de permanecer sentados y con la distancia de la seguridad.
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