TITULO: VIVA LA VIDA - Pau Quesada ,. SABADO - 4 - Enero,.
El sabado - 4 - Enero a las 16:00 por Telecinco , fotos,.
Pau Quesada,.
Pau Quesada: “Asencio es como Nico Paz, se veía el talento”
El ascenso con el Madrid C catapultó a Pau Quesada a la Serie A, al Torino. Como asistente y ‘mano izquierda’ de Paolo Vanoli, disecciona su paso por La Fábrica y a las joyas que ayudó a moldear.
Un chico prodigio moldando prodigios. A sus 18 años, Pau Quesada Tormos (Cullera, 31 de octubre de 1992) ya trabajaba en el fútbol base del Levante. Alzira, Valencia, Elche Ilicitano y en 2021, a La Fábrica. Juvenil C, Cadete A y, cuando Luis García puso rumbo al Espanyol, salto al Real Madrid C. A la primera hubo revés, pero a la segunda sí llegó el anhelado ascenso. Un tropiezo como llave de un éxito. “Fue un golpe que nos hizo mejores”, razona Pau en AS. Por sus manos pasaron muchas joyas. Asencio, Joan Martínez, Fran González... Y sobre ellos habla con cariño y expectativa. También de Nico Pazo, con el que se cruzó recientemente. Porque sus métodos llamaron la atención del Torino. Desde allí, como primer asistente, como mano izquierda de Paolo Vanoli en los granata, charla con este periódico. Valdebebas no sólo cocina talentos en el campo, también en los banquillos.
Entrevista
¿Cuáles son sus labores en el organigrama de Vanoli?
Está el míster, después Lino, que es el segundo entrenador y una máquina. Y luego estoy yo, de primer asistente. También tenemos dos analistas más. Yo me encargo de programar la semana a nivel metodológico. Además de otras situaciones, como los análisis de partido y la reflexión. Si jugamos contra el Milan, el lunes lo analizo y nos reunimos para ver qué hemos hecho bien, dónde podemos mejorar, qué podemos trabajar esa semana. Así como un analista más centrado en los rivales, el entrenador de porteros que se encarga de las jugadas a balón parado...
Darle todo picadito al míster, vaya.
Eso es. Y complementarnos mucho, la verdad. Al míster le gusta mucho eso, delegar, que nos vayamos encargando de diferentes parcelas, nos reunamos entre nosotros y nos juntemos para discutirlas. Mucho debate. Somos un cuerpo técnico con mucha experiencia en diferentes países. En el Inter, en la Roma, en Qatar, en Portugal, en la Premier...
La adaptación ha debido ser rápida...
¡Mucho! Imagínate, yo empezaba a entrenar con el Madrid C el 15 de julio y en la primera semana de julio me llamó el Torino. Lo primero que hice fue hablar con el club y lo entendieron. Me dieron todas las facilidades. Y, a partir de ahí, a empaparme a toda velocidad de la Serie A. Y del Torino. ¡Me vi todos sus partidos! Hasta en el avión y en la sala de espera de Barajas (ríe). Ahí ya empecé a darme cuenta de las diferencias, las distintas situaciones tácticas que se plantean en los partidos, porque es bastante distinto a España.
¿Tanto?
Ahora, con el impacto de Gasperini, ha cambiado un poco el fútbol aquí. Yo, en Italia, distingo dos fases en el partido. Una fase que es, quizá, la que tenemos en mente al pensar en el fútbol italiano: bloques muy estrechos, compactos... Pero la otra es la que más me llamó la atención. Y todo viene por el Atalanta de Gasperini. Es al comienzo, donde se dan persecuciones de hombre a hombre en la fase inicial. Después ya sí te encuentras a los equipos muy compactos. Además, aquí te encuentras a muchos equipos con líneas de cinco, con carrileros abiertos. Ya sea en 3-5-2 o en 3-4-3. El Atalanta o el Inter, sin ir más lejos.
¿Qué balance hace de su temporada hasta ahora en el Torino?
La verdad es que empezamos muy bien, superando las expectativas. Mostramos nuestra identidad, queríamos que el equipo fuera agresivo y también dominante en situaciones con balón. En los últimos partidos hemos bajado un poco, una dinámica algo más negativa porque hemos jugado contra los mejores de la categoría. Hemos vuelto un poco a nuestra realidad, pero acabamos muy satisfechos con la victoria contra el Empoli. Estamos a un punto del noveno... Lo que queremos es crear un equipo que sea reconocido por su mentalidad ganadora y agresividad en fase defensiva, pero que con balón tenga personalidad y la gente disfrute. Ese es nuestro proyecto.
Un gran cambio. ¿Se le hizo difícil salir del Madrid?
Yo estaba muy a gusto. Muy feliz. Pero fue una llamada que generó en mí una gran motivación. Es difícil, porque irte del Madrid es algo que te tienes que pensar muchas, muchas veces. Pero algo dentro de mí se encendió, una ilusión por esta aventura, este reto en la Serie A. Fueron días complicados. Estoy muy agradecido al Madrid. Desde el primer día que llegué me ayudaron una barbaridad. Toda la gente de Valdebebas. Hasta el último día. Y cuando les llevé la propuesta se portaron muy bien.
¿Y la llegada? Porque ya venía de entrenar adultos y asumió el volver al fútbol formativo.
Sí. Yo ya había entrenado al primer equipo del Alzira y al filial del Elche. Y en ese momento me llama el Madrid. Fue una decisión importante, porque estaba muy a gusto en el Elche. Pero creo que el Madrid sólo te llama una vez en la vida. Es verdad que era volver al fútbol formativo, pero era el club más competitivo del mundo... Lo que te decía antes. Te genera esa ilusión, esa motivación por conocer. De empaparme del Real Madrid, ese ADN. Fue la mejor que podía haber tomado.
Aunque volvía al fútbol formativo, la exigencia es máxima. Sólo vale ganar...
Se habla mucho de la exigencia del Madrid, de la presión... Parece un tópico, pero es verdad. Sólo lo entiendes si has estado allí. Esa camiseta hace darte cuenta de lo que significa. Era una presión altísima, pero te hace mejor. Te permite llegar a tu siguiente reto con la capacidad de gestionarlo. Es fútbol formativo y la prioridad es mejorar al futbolista, pero el ganar va intrínseco en ese club. No se entiende otro idioma.
Un buen ejemplo, su salto al C. ¿Fue duro ese ‘no ascenso’?
Buf, la verdad es que fue una semana muy dura. Después de caer contra el Getafe B en playoff. Nos costó un poco asimilarlo porque lo habíamos visto tan cerca... Pero fue un golpe que nos hizo mejores. Al día siguiente había que levantar el ánimo de los chicos. La mayoría están acostumbrados a jugar contra chicos de su misma edad y se encuentran en una categoría exigente, sobre todo en lo mental, por lo que te requieren rivales mucho más experimentados. Para muchos fue el primer batacazo de sus carreras...
Es su primer contacto con el fútbol profesional.
Claro. Sus condiciones técnico-tácticas eran altísimas. Pero gestionar el tema de cabeza, el equilibrio mental que les permitiera explotar esas condiciones es, un poco, donde creo que estuvo la clave. Sobre todo al año siguiente (en el ascenso). Nuestro acierto es potenciar esa mentalidad. Que si tienen que debutar en el Bernabéu o irse cedidos a otro club lo sepan gestionar. Hay mucho jugador de talento altísimo que en los momentos de presión, cuando hay una pequeña adversidad, se caen y ya no vuelven a levantarse. Es lo que te enseña este club: que si uno se cae, se levanta, si queda un minuto se lucha hasta el final. Eso se debe trasladar a los chicos.
Los frutos se recogieron rápido.
Sí, sí. Lo encarrilamos rápido. Ganamos ocho o nueve partidos consecutivos. Los chicos pillaron rápidamente el mensaje. Ese año lo pasamos muy bien.
Hay algo que me suscita curiosidad. ¿Cómo es la relación entre entrenadores en el Madrid? ¿Hay mucha comunicación? Porque al final, no paran de subir y bajar jugadores...
Sí. Mira, recuerdo que un entrenador del club, que llevaba mucho tiempo, me dijo: “Hay que entender que los jugadores no son tuyos, son del club, tienen que estar para cubrir las necesidades que haya”. Y esa es una frase que me quedé para mí, para esos tres años. Me la grabé a fuego.
Es una gran frase.
Es algo que después me ha ayudado mucho. La relación que hay entre los entrenadores, si tú coges esa frase y la aplicas, es de compañerismo. De entender que si ahora hay una necesidad en otra parte, después la tendrás tú y no te pondrán ningún problema, así que debes ser un facilitador. Yo, la verdad, es que sólo he tenido experiencias muy, muy positivas. Guardo muy buenos amigos de mi etapa allí. Sigo hablando con muchos de ellos. Mira, hace poco pude escaparme un par de días y me pasé por Valdebebas. Mi tiempo allí pasó volando. Lo llevé con mucha naturalidad.
Eso es positivo, pero también complica la planificación. Raúl mismamente lo ha dicho recientemente. “A algunos jugadores no los veía hace tres días...”.
Sí. Nosotros muchas veces hacíamos entrenamientos conjuntos con el Castilla. Para aumentar la competitividad, pero también para que el jugador no se sintiera del C o del Castilla, sino jugador del Real Madrid. Es lo más importante. Desde el punto de vista táctico puedes perder automatismos. Al final, lo que quieres es generar relaciones entre los jugadores. Pero tratas de tener un sistema que no sea cerrado, sino que el jugador, a partir de las herramientas que les damos nosotros, consigan relacionarse entre sí en el campo.
No ser rígidos.
Eso es. Que puedan encontrar soluciones. Que sea un juego un poco más fluido, dinámico, no tan rígido. Tiene sus ventajes, pero también algún inconveniente. Desde el punto de vista estratégico sobre todo. Pero hay que verlo como parte del proceso. No tanto del entrenador del filial, sino como el del jugador dentro de la cantera.
Otra curiosidad. ¿Suelen pasarse mucho Ancelotti o Davide para ver a los chicos?
Hay una relación muy buena del primer equipo con la cantera. Sobre todo con Raúl. Hay un feedback diario. Tienen un control muy alto sobre la cantera, un gran nivel humano y son tan accesibles que da gusto. Facilitan mucho el proceso. Mira Raúl (Asencio), Joan en pretemporada, Jacobo, Nico Paz... Jugamos ante él hace poco.
¿Y qué tal se ve a Nico allí?
Tiene un talento inmenso y está compitiendo a un nivel altísimo. Ya lo venía haciendo. Veías que era un chico que había madurado tanto que estaría preparado para la élite. Faltaba ver cómo se adaptaría... y se ha adaptado. Le pongo una nota altísima, porque está marcando mucho la diferencia. Y a nivel personal es un chico extraordinario. Estuvimos hablando aquí cuando nos enfrentamos. ¡Tuvimos suerte de poder controlarlo! (ríe).
A veces lo pienso. ¿Puede ser más complicado para ese tipo de futbolistas una categoría como Primera RFEF que la élite?
Es una pregunta y una reflexión que me he hecho mucho. Estuve en el filial del Elche, en el del Madrid... Te encuentras campos de césped artificial, donde las condiciones no son como las de Primera. Pero no te encuentras otras adversidades: jugar delante de 40.000 o 50.000 personas, contra jugadores de un talento altísimo. Es fundamental para esos chicos pasar por ahí. Hay otra propuestas formativas que son distintas.
La Premier y su liga de filiales.
Exacto. Y creo que el modelo que tenemos en España de fútbol base es ideal. Que puedan jugar en la tercera, cuarta o quinta categoría, que se encuentren con gente veterana en campos más complicados, en un ambiente hostil... Son pequeños escenarios que reproducen adversidades para los chicos. Si sólo juegan en la burbuja de una liga de filiales no se las van a encontrar. Eso les da un punto competitivo que les permite rendir cuando salen. Hay muchos casos.
Mencionaba a Asencio. Le conoce bien, le tuvo en el Madrid C. ¿Le ha sorprendido su rendimiento?
Puede sonar raro, pero no me ha sorprendido. Nada. Tampoco a nivel técnico. El pase que le dio a Bellingham lo dio en el primer partido que le entrené. Una asistencia muy parecida a Aparicio contra el Torrejón. Un pase de ruptura que dejó al delantero solo delante del portero. Veías el talento. Se ve. Es como Nico Paz. ‘A este chico, cuando le den la oportunidad lo va a hacer bien’. Con Raúl no tenía dudas. Lo pongas donde lo pongas hará el partido que hizo ante Osasuna o el Liverpool. Esa tranquilidad que tiene. En ese perfil derecho de la defensa es muy dominador.
Y su guardián fue Fran González... ¿Qué virtudes le hacen diferente?
Tiene unas condiciones innatas extraordinarias. En el juego aéreo y bajo palos. Es algo que lo lleva intrínseco. Es un talento natural. Después hay que pulirlo y hay cosas que ha mejorado desde que está en La Fábrica. Ha trabajado mucho con Llopis, en el primer equipo. Ha mejorado muchísimo el juego con los pies. Al principio le costaba y pronto veías una evolución altísima. Tiene una capacidad de aprendizaje muy elevada. Cuando tienes ese talento, a esos profesionales para trabajar contigo y tú tienes esa capacidad para mejorar y ambición por crecer, y una humildad como la que tiene él para asimilar lo que le dicen... Solo va a crecer y crecer. Soy muy optimista con su desarrollo. El Castilla es un escenario ideal para que se siga formando.
Imagino que está siguiendo al Castilla. Se les están escapando partidos por lo mínimo.
Sí. Mira el del Ceuta. Lo ves y es difícilmente entendible que lo hayan perdido. Porque Víctor, que hizo un partido extraordinario, tuvo varias para poner al equipo por delante y marcharse a Navidades con muy buen feeling. Han tenido muchas bajas y chicos muy jóvenes.
Raúl ha sufrido a veces para no incurrir en la alineación indebida.
Totalmente. Es un equipo totalmente nuevo y ha ido cambiando durante la propia transición. Si a un equipo nuevo le sumas las lesiones, tienes que reconstruirlo durante la propia competición. Y reconstruir a un filial así, y más en una categoría tan exigente, es muy difícil. Al final, partidos como el del Ceuta, si estás en otra dinámica, te los terminas llevando. Al final la tuvo incluso Fran.
¡De chilena!
Sí, sí. En condiciones normales, ese partido lo ganas. Les ha faltado ese puntito, pero estoy seguro que lo van a coger. Los equipos de Raúl tienen muy buena evolución y compiten muy bien.
También hablaba de Joan Martínez, le hizo debutar en el C antes del boom de la pretemporada...
¡Y en un partido contra el Rayo donde nos jugábamos mucho! Era ya dejar prácticamente encarrilado todo. Estuvo a un nivel muy alto. Desde que llegó veíamos que era un gran talento. Yo tenía muy buena relación con él, porque yo soy de Cullera, él es de Alginet. Ambos habíamos estado en el Levante. Teníamos muy buen feeling personal. Cuando jugó con nosotros era juvenil de primer año, el Madrid C se jugaba el ascenso de categoría y entró como si estuviera con su equipo de toda la vida. Le veías entrenar el día antes y era como si lo hiciera a diario cuando no es así. Esa sensación que dejó en mí es la que él deja. Que se recupere bien para volver a su nivel. Tiene unas condiciones altísimas. He tenido suerte en tema de centrales (ríe). Joan, Asencio, Jacobo... La Fábrica va bien surtida.
Usted también es un joven talento. Me han chivado que antes de llegar al Madrid seguía mucho a Ancelotti.
(Sonríe) Sí. Siempre ha sido uno de los entrenadores en los que más me he fijado. Por cómo gestiona sus equipos. Y me gusta mucho la idea de juego que tiene en fase ofensiva, donde desarrolla ataques dinámicos a partir de las relaciones de los jugadores entre sí. Y defensiva, pues qué decir. Sus equipos siempre compiten hasta el final. Donde ha estado, gana. Siempre. Y deja un recuerdo enorme en lo personal, una gran huella. Es un referente. Es un entrenador muy completo, muy equilibrado. Un poco como a uno le gustaría proyectarse.
Y usted, en lo personal, ¿qué retos se marca? ¿Qué pide a 2025?
Hacer un buen año aquí, construir un proyecto sólido en el Torino y seguir empapándome y creciendo. De esta cultura y del fútbol italiano. Formarme en lo profesional y en lo personal. Mi deseo para 2025 no es más que ese. Seguir trabajando en lo que me gusta. Es una suerte poder hacerlo en la Serie A.
Antes dijo que el Madrid sólo llama una vez, pero usted dejó un buen recuerdo...
(Ríe) Digo eso de que sólo llama una vez para dejarla ahí...
TITULO:
VIVA LA VIDA - Nuria Bueno - Lo mejor y lo peor ,. Domingo - 5 - Enero,.
El domingo - 5 - Enero a las 16:00 por Telecinco , foto,.
Nuria Bueno - Lo mejor y lo peor ,.
Nuria Bueno ,.
El maniqueo es sectarista, y todo sectarista, incapaz de razonar, se dedica a juzgar, etiquetar y cancelar a quienes no piensan como él,.
La política, la Universidad, las redes sociales y no pocos medios de comunicación pueden mostrar una concepción seudomaniquea de la sociedad, en la que hay dos fuerzas que pugnan: la de la propia visión, identidad o pertenencia (el bien) y la del otro, del distinto a mí o a los míos (el mal). Según esta concepción dualista, nuestra sociedad está compuesta por gente buena y gente mala, y esa bondad o maldad dependen de la opción política o ideológica de cada persona, según sea de izquierdas o de derechas, progresista o conservador, liberal o socialdemócrata, libertario o perfeccionista, creyente o no creyente, así como de la postura adoptada con respecto a determinadas cuestiones políticas, sociales o morales, dando lugar a personas homófobas, machistas, nazis, franquistas…, y otras que son su contrario. Para algunos, el bien se identifica con su opción política, económica, ideológica y moral, y el mal se encuentra en quienes no piensan, no se expresan ni se comportan como uno; en definitiva, el bien está en mí y en los míos, y el mal está en los demás o en los distintos. Consideran la diferencia, la diversidad o la discrepancia como una afrenta a la propia identidad o pertenencia, en vez de valorarla como una oportunidad para el crecimiento y el enriquecimiento de la propia personalidad y del conjunto de la sociedad.
Sin embargo, este modo de concebir la sociedad actual incurre en el error de tomar la parte por el todo, cayendo en un reduccionismo que falsea y distorsiona la realidad. Ante las trágicas inundaciones acontecidas recientemente en Valencia (y en algún otro punto de la geografía española), la reacción de la gran mayoría de la sociedad española –así como la del conjunto de la comunidad internacional– ha sido la consternación, la compasión y la generosa disponibilidad de muchos miles de personas que han hecho –y siguen haciendo– lo que está buenamente en su mano para ayudar y acompañar a los más perjudicados. Yo fui a una de las poblaciones más azotadas por las inundaciones, y pasé varias horas –junto a una veintena de voluntarios más– sacando agua y prestando otros servicios en los bajos de una tienda, como hicieron miles de voluntarios más en otras casas y edificios de las zonas más afectadas. Y me pregunto: ¿a alguien le importaba realmente si el titular de la tienda, casa o edificio podía ser de izquierdas o de derechas, monárquico o republicano, partidario o contrario al aborto, etcétera? En absoluto. Sin embargo, a los políticos sí parece importarles, y hemos tenido que presenciar cómo algunos se enzarzaron con discusiones y reproches partidistas mientras centenares de personas fallecían, seguían desaparecidas o no tenían cubiertas sus necesidades más básicas.
¿Hasta cuándo seguiremos adoptando esa actitud seudomaniquea y sectarista que lleva a dividir a las personas entre buenas y malas según su modo de pensar o de actuar, o según sus opciones políticas, ideológicas o morales? ¿Cómo puede alguien pensar que todos los de derechas son buenos y los de izquierdas malos, o viceversa? ¿o que los independentistas son malos y los constitucionalistas son buenos? ¿o que los neoliberales son malos y los socialdemócratas son buenos? El maniqueo es sectarista, y todo sectarista, al ser incapaz de razonar, se dedica a juzgar, etiquetar y cancelar a quienes no piensan como él, condenándole así al ostracismo, promoviendo un ambiente hostil que dificulta el ejercicio de aquellas libertades que están en la base del constitucionalismo moderno (libertades de conciencia, de pensamiento, de expresión, etcétera).
A mi juicio, no existen categorías o grupos de personas buenas y otras malas, y mucho menos que su bondad o maldad dependa de su pertenencia o afinidad a un partido político o grupo social. Toda persona humana es capaz de lo mejor y de lo peor, con independencia de su identidad o adscripción a un grupo social (a no ser que este se dedique a hacer daño o a delinquir). Es cierto que la educación, el contexto y las peculiares circunstancias personales pueden condicionar notablemente la propia conducta, pero conviene tener presente que éstas jamás la pueden determinar completamente. Uno es bueno –o se hace bueno– cuando trata de hacer el bien con intención recta, y se hace malo cuando rehúsa hacer el bien o lo hace por una intención poco recta. Pero en ningún caso uno es bueno –o se hace bueno– por pertenecer a un grupo político, social o religioso, ni siquiera por el hecho de seguir las pautas o prácticas de un grupo (por muy bueno que pueda ser).
En realidad, nadie es completamente bueno ni completamente malo. Nadie es necesariamente bueno, ni necesariamente malo. La persona que actúa mal puede cambiar y mejorar en cualquier momento. Y la persona que actúa bien no sólo se equivoca muchas veces, sino que también puede torcerse y empezar a malearse. El político que ha fallado en el contexto de las recientes inundaciones no tiene por qué ser malo, aunque se haya podido equivocar en esta ocasión. La persona más depravada puede cambiar de vida y mejorar. Uno no es mejor que los demás por haber hecho algo bueno, y más le vale que lo tenga claro, porque, de lo contrario, no se estaría haciendo bueno (pese a que él pudiera pensarlo de sí mismo). Por tanto, no soy yo mejor que nadie por haber ido ayudar a la zona afectada por la inundación, pero sé que tratar de hacer lo bueno con intención recta me acerca al tipo de persona que estoy llamado a ser (y quiero llegar a ser). De ahí se derivan cuatro consecuencias prácticas para una sociedad madura y respetuosa. La primera es que juzgar y etiquetar a los demás, sobre todo a los que no piensan como uno, es injusto, falso y demoledor para una sociedad democrática. En una democracia se puede opinar, valorar y criticar las ideas, conductas o decisiones ajenas, pero sin juzgar ni denostar a las personas, ni mucho menos sus intenciones, a no ser que uno busque hacerles daño, lo cual contravendría el primer principio del Derecho de «No dañar a otro» (Ulpiano: 'Digesto' 1, 1, 10, 1).
La segunda es que cada uno es responsable de sus propios actos. Por tanto, justificar o explicar la propia conducta recurriendo a estructuras o constructos culturales más o menos existentes, como hizo recientemente un exdirigente político por sus abusos sexuales (recurriendo al machismo, patriarcado o neoliberalismo), es un modo burdo de rehuir la responsabilidad personal de los propios actos. Que conste que no me considero mejor que él: yo podría llegar a hacer lo mismo (si dejara de cultivar una actitud distinta), pero en ese caso, debería asumir mi culpa (en vez de redirigirla hacia categorías ideológicas etéreas con alto rédito político).
La tercera es el derecho a equivocarse, así como la conveniencia de pedir perdón y de disculpar. Si «equivocarse es humano» y, de hecho, todos nos equivocamos, la reacción más auténticamente humana ante los errores de los demás es la de disculpar (cualquiera podría estar en el lugar de esa persona), lo cual no significa aprobar ni justificar su conducta, ni tampoco renunciar a las acciones legales que correspondan.
La última, más compleja, es que, como todas las personas somos capaces de lo mejor y de lo peor en cualquier momento, la educación y las leyes deberían de contribuir a crear un ambiente social que permita o facilite un ejercicio de la libertad más respetuoso y solidario con todo ser humano, en particular con los más vulnerables. Ahí hay mucho trecho que recorrer, y sus carencias están originando mucha injusticia, violencia y corrupción.
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