TITULO: El
paisano - Viernes - 10 - Enero - Bolonia y Montilla para conocer las historias de Fran y Rocío ,.
Viernes - 10 - Enero , a las 22:10 horas en La 1 , foto,.
Bolonia y Montilla para conocer las historias de Fran y Rocío,.
En Bolonia vive Fran, de 53 años.
Es de Jerez y ha hecho de todo en su vida. Estudió peluquería, salió a
los 18 años de su tierra natal para irse a Madrid e ingresar en el
cuerpo de la Guardia Real donde obtuvo el título de paracaidismo y llegó
a formar parte de la Escuadrilla Plus Ultra del Ejército del Aire.
Después estuvo en Tenerife. Allí trabajó descargando maletas en el
aeropuerto. Pero su lema siempre ha sido no dejar de perseguir tus
sueños así que un día, viendo a un mimo, decidió que quería hacer feliz a
la gente y se convirtió en mago y payaso.
En Barcelona se formó con un discípulo de Juan Tamariz y durante 17 años ha repartido sonrisas con sus trucos de magia alrededor de todo el mundo.
Pero llegó la pandemia y Fran tuvo que reinventarse. Hizo un curso de pastoreo en Extremadura y dejó su vida en Barcelona
para llegar a Bolonia, un rincón en el Atlántico con mucha magia. Allí
se ha tirado al campo junto a su perrita Candela y 200 cabras floridas. Es el pastor más artista de toda la comarca del Campo de Gibraltar.
En Montilla, Rocío de 46 años se crio entre botas de vino en el Condado de Huelva. Desde muy joven, olía los vinos y le asesoraba, hasta que más tarde pudo catarlos. Esa pasión por el vino trasmitida por su familia le llevó a dejar Huelva para estudiar Enología en Córdoba, donde había iniciado la carrera de Biología ese mismo año. Así conoció la denominación Montilla-Moriles y, su amor por la viticultura hizo que dejara la ciudad para instalarse en el corazón donde se cría la uva Pedro Ximénez, la localidad de Montilla. Actualmente, Rocío es una reconocida enóloga y tiene una finca con viñedos en el pueblo.
TITULO: HOSPITAL - Salud - Al menos tres muertos y 23 heridos en pelea masiva en cementerio moscovita,.
Al menos tres muertos y 23 heridos en pelea masiva en cementerio moscovita,.
El motivo del conflicto fue el reparto entre inmigrantes ilegales del trabajo en el cementerio, el más grande de la capital rusa, con una superficie de casi 200 hectáreas,.
Al menos tres personas murieron hoy y 23 tuvieron que ser hospitalizadas, cuatro de ellas graves, como resultado de una pelea masiva junto a la entrada de un cementerio moscovita, que terminó con la detención de más de 90 implicados, informó el Departamento de Sanidad de la capital rusa.
El suceso se produjo en el camposanto Jovánskoye, al sureste de Moscú, donde, según fuentes del Ministerio del Interior, grupos de inmigrantes, hasta unas 200 personas, protagonizaron una pelea masiva con empleo de palas, bates de béisbol e, incluso, armas de fuego.
De acuerdo con datos preliminares, el motivo del conflicto fue el reparto entre inmigrantes ilegales del trabajo en el cementerio, el más grande de la capital rusa, con una superficie de casi 200 hectáreas.
"Los agentes de la policía detuvieron a más de 90 personas que fueron trasladas a comisaría para esclarecer su participación en los hechos", informó la oficina de prensa de Departamento de Policía de Moscú.
El jefe de la Policía de Moscú, general Anatoli Yakunin, quien se se presentó en los lugar del suceso, aseguró que "las fuerzas del orden harán todo los posible por establece a todos los participantes en el conflicto.
TITULO:
VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Cocina - Ali Pacha, el restaurante de cocina creativa con productos cultivados a más de 3.640 metros de altitud,.
Cocina - Ali Pacha, el restaurante de cocina creativa con productos cultivados a más de 3.640 metros de altitud,.
foto / El cocinero Sebastian Quiroga presenta en La Paz, Bolivia, una propuesta sorpresa para el comensal con productos de altura comprados a diario en los mercados tradicionales de la ciudad,.
TITULO: VUELTA AL COLE - Reencuentro en las aulas medio siglo después ,.
Reencuentro en las aulas medio siglo después ,.
La promoción de 1974 del Colegio Leonés de San Isidoro se reencontró 50 años después de graduarse en las mismas aulas del centro,.
foto / El Colegio Leonés ha logrado reunir este sábado a la generación de alumnos de la promoción de 1974, que regresaron a las instalaciones del centro
Acompañados por el director del centro, Manuel Belinchón, los casi 30 exalumnos recorrieron las instalaciones de su colegio de San Isidoro recordando anédotas y buenos momentos compartidos en sus aulas.
Al finalizar, la tradicional foto de recuerdo frente al imponente cuadro de Vela Zanetti que preside el hall del Colegio Leonés, y una última foto de familia frente a la columna trajana de San Isidoro antes de compartir una inolvidable comida que festeja los 50 años de la promoción.
TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 8 - Enero - Paloma Sánchez-Garnica: «Sin el periodismo, la democracia se apaga» ,.
En la tuya o en la mía - Miercoles - 8 - Enero ,.
En la
tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores
el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante
aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer
mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el
miercoles - 8 - Enero , etc.
Entre el suicidio de Adolf Hitler en su búnker de Berlín y el famoso discurso de John Fitzgerald Kennedy pasaron muchas cosas en esta ciudad alemana, la mayoría de ellas malas para sus habitantes. El Ejército Rojo arrasó sus calles e hizo pagar a sus ciudadanos por los crímenes de las SS, sobre todo a las mujeres, como supimos por el relato de Marta Hillers. Los aliados dividieron Alemania, dispuestos a repetir un humillante Versalles, enfermos de venganza como en 1919. Berlín fue troceada y repartida como un trofeo de guerra: «Somos el triunfo de unos y de otros […]. Nos manejan como si fuéramos peones de.su particular partida de ajedrez». Comenzó entonces una dura lucha, reflejada en las páginas de la novela ganadora de la última edición del Premio Planeta, Victoria. Paloma Sánchez-Garnica firma un notable, y muy entretenido, thriller, que tiene como mayor virtud su capacidad para ampliar el campo de visión descartando los dogmas. Al terminar la guerra, dos hermanas —Victoria y Rebecca— malviven en el Berlín ocupado con la esperanza de viajar a Estados Unidos. Mientras Rebecca descubre el lado más oscuro del sistema soviético, Victoria comprobará que Norteamérica no es la tierra de libertad que le habían contado: allí hay segregacionismo, injusticias y personajes tan miserables como el senador Joseph McCarthy —que hace un cameo en la novela—. Sánchez-Garnica obliga al lector a transitar por territorios en los que no hay una narrativa de buenos y malos, sino de víctimas que luchan por tener un futuro.
Hablamos con la ganadora del Premio Planeta de hermanas convertidas en enemigas que no pueden serlo, acerca de la alargada sombra de Atticus Finch, sobre el extraño y sofocante verano que electrocutaron a los Rosenberg y de la necesidad en las sociedades democráticas de tener su Edward Murrow.
—Su protagonista, Victoria, es una superviviente. Una mujer con mucho coraje. ¿La novela se puede entender como un homenaje a todos ellos?
—Totalmente. A los civiles alemanes, personas inocentes a las que, una vez acaba la guerra, culparon de todos los horrores que se cometieron. Y que fueron castigados por ello durante esos primeros años. En Berlín les hicieron pasar hambre, les hostigaron, no les dejaban entrar a los teatros, los cafés, los restaurantes… Los vencedores se hicieron dueños de su ciudad, no sólo del territorio y de las instituciones, también de sus vidas. Además, todos esos supervivientes eran en su mayoría mujeres, niños y ancianos.
—Fue un doble castigo. Tuvieron que soportar primero el nazismo y luego purgar sus crímenes.
—Claro. Los oficiales se escondieron y tuvieron quien les protegiera, pero los soldados rasos, que volvían derrotados del frente, destruidos moralmente, fueron señalados por los vencedores. Esos soldados rasos no podían eludir la obligación de luchar hasta la muerte, porque los fusilaban. Eran chicos muy jóvenes, en la veintena, a los que al final de la guerra se sumaron adultos de cincuenta y sesenta años y también adolescentes de dieciséis y diecisiete. Esta falta de respeto hacia los vencidos ocurrió, sobre todo, durante los primeros años tras el final de la guerra; hasta que comenzó la rivalidad entre las dos grandes potencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética. En ese momento, se empieza a entender que a los alemanes hay que apoyarles para que puedan reconstruir su propio país, que hay que dejar de hostigarles. Estados Unidos los apoyó con el Plan Marshall y la URSS hizo lo propio con ayudas a los alemanes orientales.
—La película El juicio de Núremberg (Stanley Kramer, 1961) se tituló en España Vencedores o vencidos, que en ocasiones se escribe enmarcado entre signos de interrogación: ¿Vencedores o vencidos? Esa ambigüedad se percibe en su libro, donde hay una amplia escala de grises.
—Es que hay fallos importantes incluso en países democráticos. Victoria, la protagonista de la novela, quiere salir de la miseria de Berlín y se encuentra con una realidad en Estados Unidos que no es la del sueño americano. Ella comprueba que hay injusticias, y que en muchos casos están amparadas por la ley. La población civil alemana pagó por lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, pero los oficiales no lo hicieron. La novela comienza con el general Reinhard Gehlen, responsable de muchas muertes, que gracias a la información que tenía fue protegido por Estados Unidos y acabó convertido en jefe de los servicios secretos de la República Federal de Alemania. Los ciudadanos alemanes se convirtieron en una moneda de cambio. Pero lo que ocurría en Alemania también sucedía en Estados Unidos, donde esa deriva del control de la información por parte del Estado desemboca en el macartismo, manejado por el FBI de Edgar Hoover, que había comenzado antes de la Segunda Guerra Mundial, en 1938, con el Comité de Actividades Antiestadounidenses. Esa lucha anticomunista se desarrolló a lo bestia a principios de la década de los años cincuenta, cuando el senador Joseph McCarthy fue a por Hollywood. De esa forma, tuvo su ventana al mundo para trasladar esa sensación de miedo y de pánico, que permitió esa «caza de brujas». Hubo casos tan terribles como el del matrimonio Rosenberg.
—El principio de la novela de Sylvia Plath, La campana de cristal: «Era un verano extraño, sofocante, el verano en que electrocutaron a los Rosenberg».
—Se manipularon todas las pruebas contra ellos. Fue la cúspide de la sinrazón y de la injusticia.
—Todo organizado por un personaje tan mediocre como McCarthy.
—McCarthy era muy atrevido. Lo que buscaba era popularidad, salir en la tele y ser famoso. Estaba muy bien manejado por Hoover. Sí. El senador McCarthy era la mediocridad personificada, pero cuánto daño hizo esa mediocridad. El caso de los Rosenberg pone los pelos de punta porque la denuncia vino por parte del hermano de la mujer, David Greenglass, que había trabajado en el proyecto Manhattan, pero no como científico, sino como mecánico. A ese hombre le manipulan para que acuse a su cuñado y a su hermana y así salvarse él. La denuncia es la base del macartismo.
—Las mismas tácticas del bloque soviético, de los comunistas a los que perseguían Hoover y McCarthy.
—Por supuesto. Al hermano de Ethel le cae una pena de quince años de prisión y ellos son ejecutados, aunque niegan constantemente la acusación de ser espías soviéticos. Ambos eran comunistas, pero eso no era un delito. Años después se comprobó que el marido, Julius, había pasado algo de información industrial a la URSS, pero nada sobre la bomba atómica, como les acusaron. Hubo un acoso mediático hacia ellos y sus hijos, pruebas manipuladas… Ellos fueron los únicos condenados a muerte por espionaje durante toda la Guerra Fría. Cuando David Greenglass salió de la cárcel reconoció que había sido coaccionado para testificar contra su hermana y su cuñado. Es la delación de las dictaduras comunistas que ocurrió también en un país democrático como Estados Unidos.
—En su libro nos da una visión de 360 grados de la posguerra y también de la situación anterior al conflicto. Vemos que en la década de los treinta en Estados Unidos sucedían cosas tan terribles como los experimentos científicos con la población negra.
—Claro. Hablamos del horror del Holocausto, que afectó a millones de personas, pero en el estado de Alabama, en 1934, se realizó un experimento con cobayas humanas para observar el desarrollo de la sífilis en el organismo de un ser humano. Para realizar ese estudio eligieron a cuatrocientos hombres, pobres y negros, a los que en ningún momento informan de lo que les están haciendo. Y esta no fue una iniciativa privada, estaba allí el servicio de sanidad de Estados Unidos; el gobierno lo sabía. Esto se mantuvo durante cuatro décadas. Después de los segundos juicios de Núremberg, cuando fueron encausados los médicos que realizaron experimentos científicos en los campos de exterminio, se elaboró un código que por primera vez protegía al paciente de los ensayos clínicos y obligaba a tener su consentimiento. Pero esta nueva legislación no se aplicó a esos cuatrocientos hombres negros. Hasta 1969 no se publica su historia en los medios de comunicación, y es en 1974 cuando el Congreso abre una comisión y paraliza el experimento. Tienen que esperar a los años noventa para que el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, pida perdón y se indemnice a los supervivientes y a las familias de los fallecidos. Hay un horror generalizado por lo que ocurrió en el nazismo y en los gulags, pero hay un silencio ante este tipo de injusticias; miramos hacia otro lado.
—El racismo y el segregacionismo protagonizan la historia de uno de los protagonistas, Robert Norton. La sombra de Atticus Finch planea por ese relato.
—Sí. Atticus Finch fue una inspiración. Hubo varias inspiraciones, como la de Hedy Lamarr para la figura de Victoria; de hecho, su hija se llama Hedy. También es una referencia la película Buenas noches, y buena suerte (George Clooney, 2006) al contar el macartismo. Cuando escribí mi novela, releí Matar a un ruiseñor y vi la película otra vez; ese Sur de Harper Lee me inspiró muchísimo. También está en el relato la mentalidad sureña de Lo que el viento se llevó, muy latente en los años treinta, tanto tiempo después del final de la Guerra de Secesión. A pesar de las diversas enmiendas que se aprobaron, en ese tiempo en muchos estados seguían muy vigentes las leyes Jim Crow, que permitían la segregación racial en el sur del país. Los negros no podían viajar en los mismos vagones de tren, beber de las mismas fuentes, entrar por las mismas puertas a un hotel… Esto último le ocurrió al atleta Jesse Owens, que después de triunfar en las Olimpiadas de Berlín, con Hitler en el poder, regresó a su país, y al acudir al homenaje que habían preparado a los ganadores en Nueva York tuvo que acceder por el montacargas.
—Retomo a Margaret Mitchell. ¿Victoria es un poco Scarlett O’Hara?
—Sí. Claro. Después de una tragedia como la Segunda Guerra Mundial, como la Guerra de Secesión, llega otra tragedia, la de la supervivencia. Scarlett O’Hara hace lo que sea para sacar a su familia adelante. Y Victoria también. Ella hace lo mismo. Victoria se guarda los principios morales en el bolsillo, y si tiene que acostarse con un oficial inglés para conseguir un abrigo para su hija, se acuesta con él. Victoria utiliza su cuerpo para sobrevivir. La resistencia del ser humano le lleva a hacer cualquier cosa para no rendirse, sobre todo cuando debe sacrificarse por sus seres queridos.
—A lo largo del libro vemos cómo de una Alemania derrotada pasamos a una Guerra Fría en la que un país se convierte en dos, la RFA y la RDA. Esa historia la vivimos a través de las dos hermanas, como una especie de símil de esa división.
—La traición y la ingratitud pueden destruirlo todo. Es un poco lo que ocurre en esa relación entre las dos hermanas. Rebecca es una mujer muy contradictoria. Por un lado se desvive por su sobrina, se vuelca en su cuidado, y sin embargo se revuelve contra su hermana, que es la que la protege. Es esa contradicción que tenemos los seres humanos a veces de atacar al que nos protege, al que nos quiere, al que nos cuida, porque tenemos un resentimiento. Hay un ajuste de cuentas. Y no puedo contar mucho más de su relación, porque sería un espóiler. (Risas)
—Al final, hay esperanza gracias a personas valientes como el periodista Edward R. Murrow, de la CBS, que se enfrentó al senador Joseph McCarthy.
—Ese es el papel del periodismo. No es una novela de periodistas, pero el periodismo es fundamental. El periodismo tiene un lado oscuro. Hubo medios de comunicación que alentaron al macartismo con informaciones que no eran ciertas y que hicieron mucho daño, que causaron mucho dolor, pero hubo otros que se enfrentaron al poder. Edward R. Murrow se enfrentó al poder y sacó la verdad a la luz. Esa es la labor del periodismo: contar lo que se quiere ocultar. Sin el periodismo, la democracia se apaga.
TITULO
: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA
SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 10 - Enero - Juan Manuel de Prada - Dictaduras bolivarianas ,.
MI CASA ES LA TUYA - VIERNES - 10 - Enero ,.
MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne,.
acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco a las 22:00, el viernes - 10 - Enero ,etc.
EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes - 10 - Enero - Juan Manuel de Prada - Dictaduras bolivarianas ,.El poeta, que leía muy temprano los periódicos, se asomó a su balcón del hotel Grand Saint Michel y gritó a los cuatro vientos: “¡Se cayó el hombre!”. Y todos los exiliados que pernoctaban en los alrededores se removieron nerviosos, en la esperanza que fuese su propio dictador y no otro el que acababa de ser depuesto. Esto acontecía a mediados de la década del 50 en París, ciudad a la que habían ido a parar ilustres asilados de diferentes dictaduras latinoamericanas: la crème de la crème de la izquierda literaria de la Patria Grande. El poeta que voceaba las buenas nuevas era Nicolás Guillén y quien evocó el momento fue García Márquez. En sus famosas “Notas de prensa”, Gabo exclama: “Éramos tantos los fugitivos de tantos patriarcas simultáneos”. Se refiere a Odría de Perú, Batista de Cuba, Somoza de Nicaragua, Rojas Pinilla de Colombia, Pérez Jiménez de Venezuela, Trujillo de República Dominicana. Y al general Perón de la Argentina, considerado todavía por aquellos escritores como un admirador del Eje y un fascista criollo a pesar de haber sido validado por las urnas. De la nefasta entronización de aquellas dictaduras militares y de la amarga experiencia de sus desterrados surge la “novela del tirano”, parte fundante de aquel “boom latinoamericano” que conmovió a la literatura universal.
Las coordenadas de entonces eran muy claras, o así lo creíamos de jóvenes: la derecha se servía del partido militar e imponía a crueles y ridículos déspotas, y la izquierda y el progresismo se empeñaban en denunciarlos y en darles batalla cultural. Tras la caída del Muro de Berlín, el advenimiento de la globalización y el abandono de los Estados Unidos de sus siniestras intromisiones, los tiranos cambiaron de ropaje y de bando: por medio del voto, en saco y corbata, se introdujeron en las democracias, limaron el sistema republicano desde adentro e instalaron autocracias más o menos violentas con disfraces izquierdosos. Se supone que un progresista es un rebelde frente a los poderes avasallantes; alguien que no acepta autoritarismos y a quien repugnan el poder omnívoro y los crímenes ideológicos: encarcelamientos, torturas, censuras y persecuciones por el solo hecho de pensar distinto. Pero resulta que en estos infaustos tiempos el progresismo mira para otro lado mientras los verdugos de la hora toquen su melodía, o al menos, una canción pegadiza que traiga ecos nostálgicos de aquella revolución romantizada. El folclore antiyanqui y “emancipador”, que huele a oxidado y que además es puro verso en este nuevo mundo multipolar, se encuentra por encima de los derechos humanos. “Por algo será” era una funesta frase que se usaba para justificar durante el reinado de Videla las desapariciones y los tormentos a disidentes. Hoy esa misma modulación sirve para habilitar los asesinatos y las atrocidades de los gobiernos de Caracas y Managua, donde ya hay una “dictadura clásica”, como la denomina sin ambages un destinado a escribir la gran novela de los Ortega: el premio Cervantes Sergio Ramírez, exdirigente sandinista a quien nadie podría catalogar como derechista o conservador. La llamada “izquierda” se quedó en el siglo XX, se volvió profundamente inhumana y reaccionaria, o en todo caso desnudó su verdadera vocación cesarista: recordemos que aquellos antiguos ideales setentistas no propendían a la democracia sino a las “dictaduras populares”, que salvo en Cuba nunca se habían llegado a consumar. Hoy esos “ideales”, reciclados por el nacionalpopulismo, ganan territorio y engendran monstruos y decadencias sin piso, y revelan la infame complicidad criminal de la grey progre. En el siglo XXI un nuevo boom latinoamericano acaso sería posible; solo que ya no se trataría de retratar literariamente la maldad de los generales, sino que debería abocarse esta vez a la perversión sin límite de estos flamantes autócratas. Con todos y cada uno de ellos se ha asociado el cuarto gobierno kirchnerista: por mi política exterior me reconoceréis. Aunque, claro está, ya no se trata como parece ni siquiera de una pulseada heroica por el socialismo; apenas es una puja entre capitalismo de amigos y capitalismo abierto. El influyente hijo de Nicolás Maduro, pegando bruscamente la vuelta, lo aclara ahora mismo: las expropiaciones fueron una gran equivocación; se necesita de urgencia una ley para agilizar las inversiones en la república bolivariana. El ataque a la propiedad privada “no nos hace bien —dijo el vástago, que es diputado nacional—. Hay que reconocer los errores de cada uno”. Venezuela ni siquiera aparece en el mapa elaborado esta semana por MSCI. La Argentina pasó directamente de emergente a “standalone”: no estamos tan mal como Caracas pero ya no somos ni siquiera “país frontera”, y compartimos el subsuelo con Zimbabwe y Botsuana.
En ese contexto indiscutible que insólitamente muchos discuten, nuestra nación está siendo piloteada por una facción afín a la moda más inquietante: el kirchnerismo lleva a cabo un copamiento sistemático del Estado, busca una hegemonía y planea fundar un Nuevo Orden. Y ha logrado, aun con sus actuales limitaciones parlamentarias, avanzar sobre instituciones y derechos aprovechando el estado de excepción de la pandemia. Sugerir, por lo tanto, que los comicios de medio término no son cruciales implica un acto de ingenuidad inusitada o de una imperdonable irresponsabilidad civil. Y sin embargo, este discurso fofo va ganando consenso en la oposición y en cierta dirigencia del peronismo troncal, entente amigable y comunitaria donde el peligro de una radicalización es subestimado para desdramatizar la política y poder dedicarse a una tranquila conversación de socios. Una rosca. Las visiones coincidentes y el uso de algunos sondeos —insustanciales en un escenario volátil e imprevisible— les permiten crear un mueble mágico: esa mesa común e ilusoria lo arreglará todo. A condición, por supuesto, de que “los dos demonios” se jubilen. En el caso de Macri quizá no sea difícil; sus amigos solo deberán convencerlo de que ya no es competitivo. En el caso de la arquitecta egipcia, persuadirla de que debe pasar a cuarteles de invierno no parece una tarea fácil. En esa misma mesa utópica, Massa asegura que Máximo es mucho más moderado que su madre, nueva versión de “Cristina cansada”: hay un anzuelo para cada campaña electoral, donde es necesario engañar perejiles y pescar votos en el centro. En esa misma mesa se dice también que probablemente el oficialismo sufra un voto castigo y que la nueva generación justicialista comenzaría entonces a relevarlo. El problema es que los Kirchner siempre han logrado levantarse de esa clase de derrotas y que no lo han hecho bajando el copete sino redoblando apuestas, y también que el peronismo ha demostrado las mismas premuras y eficacias que el general Alais en aquel alzamiento carapintada. Dentro del Pro crece una especie de “panperonismo”. Por la mala gestión de Alberto, la Pasionaria del Calafate debería ser pan comido, pero todos pueden terminar hechos pan rallado. Las elecciones son difíciles y si el kirchnerismo las gana puede aspirar a su ansiado punto de no retorno, ese accidente geográfico donde un señor feudal consagra un partido único y logra quedarse con todo y para siempre. Desconocer la voluntad y la ideología del “proyecto” y relativizar sus chances, es hacerle un enorme favor a quienes tienen en agenda construir aquí el mismo modelo de neopopulismo autoritario que Bachelet y Ramírez denuncian y que nuestra cancillería protege.
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