Los primeros gánsteres de la historia / fotos
La ley del silencio, la extorsión, los
lazos de la sangre, el juramento iniciático... Los códigos mafiosos ya
existían en el siglo XIX. Un nuevo libro explica cómo surgieron en
Italia estas sociedades criminales y cómo se han expandido por el mundo.
A don Sigismondo Castromediano, duque de Morciano y marqués de Caballino, le ajustaron los grilletes el 4 de junio de 1851. Sus muñecas y tobillos quedaron atados a 10 kilos de cadenas, que debía arrastrar durante 30 años de espantosa prisión.
Lo condenaron por haber conspirado contra el gobierno del reino de Nápoles, en manos entonces de los Borbones. A Castromediano, un patriota orgulloso, lo mandaron al Castello del Carmine, una de las peores cárceles del reino. Lo desnudaron y raparon, le arrojaron un jergón inmundo, unos harapos mugrientos y una escudilla y lo condujeron a un infierno de ventanucos elevados y enrejados, suelo de piedras filosas, un hedor insoportable, humedad, oscuridad... Así eran las prisiones napolitanas.
Nada más llegar, al horrorizado duque le salió al paso -escoltado por un grupo de presos- un tipo bien vestido, con botones y cinturón relucientes, y actitud chulesca. El extraño personaje le dio la bienvenida y le prometió que allí nadie le tocaría un pelo. «Soy el jefe de la Camorra, el único al mando», anunció. «Absolutamente todos están a mi disposición, incluido el comandante y sus carceleros», añadió.
Así conoció el patriota Castromediano a la Camorra. Por supuesto, pagó el precio de esta nueva presencia en su vida: tuvo que desembolsar una suma desorbitante por absolutamente todo, por colocar su jergón en el suelo, por beber, comer, respirar... «Se encontró con un calvario interminable de extorsiones a cambio de protección», cuenta John Dickie en el libro Historia de la Mafia (Debate).
Las memorias del duque de Castromediano (logró salir tras la insurrección independentista italiana) son una fuente excelente de conocimiento del germen de la Camorra, una organización que nació en las prisiones de Nápoles a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Fue entonces, cuenta John Dickie, cuando «los chantajistas de las prisiones se constituyeron en una sociedad secreta bajo juramento». Después salieron de las mazmorras y se infiltraron en la sociedad, la política, el comercio, la justicia... Los desórdenes de la unificación italiana les proporcionaron una pantalla cómoda para expandirse.
'Favores' de la camorra
La estructura de sociedad secreta, el juramento de los iniciados, el honor, la jerarquía y el modus operandi de la Camorra napolitana datan de entonces. El sistema de la Camorra se basa en su poder de conceder o retirar lo que ellos consideran 'favores', pero que en realidad son necesidades o derechos de otros. Y se basa también en el secretismo, claro: todos saben, pero nadie habla. El castigo a los traidores, las pugnas entre clanes, la omertá o código de silencio... Todo lo describió Castromediano, que habló de un sistema de autoridad criminal que imita las labores de un Estado moderno en las tinieblas de una mazmorra.
Al salir de prisión, con la exaltación garibaldina y la adrenalina de la lucha contra el intruso Borbón, esta 'sociedad honorable' comenzó a afianzar su poder en las callejuelas. Empezó sobre todo mordiendo en la prostitución y el juego, una actividad de donde puede proceder su nombre: morra era un juego, y el capo de la morra era el hombre que supervisaba a los jugadores.
El Macrojuicio de 1911
Pronto comenzó también la batalla contra la ley. En 1911 se vivió en Viterbo el primer gran juicio contra la Camorra. Hubo 35 acusados, encabezados por Enrico Alfano, el ordenante de la muerte del también camorrista Gennaro Cuocolo y de su mujer, la exprostituta Maria Cuttinelli. Hubo un 'arrepentido', Gennaro Abbatemaggio, que ya estaba en la cárcel y al que prometieron una reducción de pena.
El caso Cuocolo fue muy sonado. Y muy peliculero. El policía Carlo Fabroni creó una unidad a lo Eliot Ness para investigar el asesinato; uno de los 26 condenados se suicidó en la sala; a Alfano le cayeron 30 años, pero se escapó a Estados Unidos y el soplón reconoció años después que acusó a inocentes para salvar el pellejo.
En otros puntos del antes borbónico Reino de las Dos Sicilias también surgieron sociedades dedicadas a la 'protección' de sus habitantes. En Sicilia se llamó Mafia, término que podría derivar de una palabra árabe que define la arrogante resistencia frente al poder. O podría proceder de la obra de teatro de 1860 Los mafiosos de la Vicaria, sobre un grupo de prisioneros de la cárcel de la Vicaria de Palermo, en Sicilia.
'Mafia', un término en principio solo siciliano, se ha aplicado a todas las organizaciones de este estilo surgidas en Italia, y en Estados Unidos, Rusia, Albania, Bulgaria, Córcega...
En Calabria, también en el sur de Italia, la 'organización honorable' se llamó y se llama 'Ndrangheta (derivación de una palabra griega para designar virilidad), y en la región de Puglia surgió la Sacra Corona Unita.
En la década de 1860 nacía Italia mientras una siniestra subtrama se tejía en el sur del país. Y se infiltraba en la política. En Sicilia, la mayoría de los jefes de la Mafia no emergieron de las prisiones como en Nápoles. Sucedió de otra manera: «Los hombres de las clases altas que querían expulsar a los Borbones militaron en sociedades secretas, masónicas, para resguardar sus conspiraciones. Necesitaban la participación de hombres violentos para llevar a cabo la insurrección y los reclutaron. Así los criminales y delincuentes aprendieron las ventajas de este tipo de organizaciones secretas y contactaron con los caballeros que estaban destinados a gobernar el país cuando concluyera la unificación», explica John Dickie.
La mafia se hizo adicta a la corrupción política. Se inundó de poder. Su preponderancia ha tenido altibajos, ha evolucionado, pero no ha desaparecido. En los años veinte y treinta del siglo XX, Benito Mussolini la combatió con fiereza. Memorable fue la labor de Cesare Mori, prefecto de Palermo durante el fascismo, famoso por la extrema dureza de sus métodos. Provocó la estampida a Estados Unidos de destacados delincuentes. La Ley Seca les dio sombra y ellos prosperaron infiltrándose en sindicatos, industria, negocios, policía... Algunos de ellos, como Joe Bonanno, protagonizaron una sangrienta y próspera carrera mafiosa. Estos italoamericanos fundaron otra rama mafiosa, con otro nombre: Cosa Nostra.
Con el ejército estadounidense
Los mafiosos tuvieron incluso su papel durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos importantes huéspedes de las prisiones americanas como Lucky Luciano colaboraron (a cambio de beneficios) en la preparación del desembarco de tropas estadounidenses en Sicilia.
Acabó la guerra y los mafiosos sicilianos, aletargados durante la represión fascista, salieron de sus cuevas y encontraron una nueva veta de negocio: la reconstrucción inmobiliaria de un país alfombrado de escombros.
Después llegaron la heroína, las conexiones con el sudeste asiático, los heroicos jueces anti-Mafia... En los años ochenta cayeron importantes gerifaltes. Pero ahí sigue la Mafia.
* El duque conspirador. Sigismondo Castromediano. Lo condenaron por intrigar contra los Borbones. En la cárcel de Nápoles sufrió la extorsión de unos matones, los camorristi. En sus memorias describe el germen de la Camorra.
*Iniciación. Primera insignia. Las ceremonias y ritos de entrada a las sociedades criminales ya existían en el siglo XIX. Aquí, un tatuador callejero marca a un muchacho 'nuevo' en Nápoles.
*Juramento. Primer ritual 'documentado'. Escena de la obra La fundación de la Camorra, de 1899, que representa por primera vez una ceremonia de iniciación mafiosa.
* Colaborador. Lucky Luciano. A cambio de beneficios carcelarios aportó información y contactos para el desembarco del ejército aliado en Sicilia durante la Segunda Guerra Mundial.
PARA SABER MÁS: 'Historia de la Mafia'. John Dickie (editorial Debate). A la venta a partir del próximo 8 de octubre.
TÍTULO: Oliver Sacks: El neurólogo que amaba escuchar,.
Zoom: mis científicos favoritos
Lo condenaron por haber conspirado contra el gobierno del reino de Nápoles, en manos entonces de los Borbones. A Castromediano, un patriota orgulloso, lo mandaron al Castello del Carmine, una de las peores cárceles del reino. Lo desnudaron y raparon, le arrojaron un jergón inmundo, unos harapos mugrientos y una escudilla y lo condujeron a un infierno de ventanucos elevados y enrejados, suelo de piedras filosas, un hedor insoportable, humedad, oscuridad... Así eran las prisiones napolitanas.
Nada más llegar, al horrorizado duque le salió al paso -escoltado por un grupo de presos- un tipo bien vestido, con botones y cinturón relucientes, y actitud chulesca. El extraño personaje le dio la bienvenida y le prometió que allí nadie le tocaría un pelo. «Soy el jefe de la Camorra, el único al mando», anunció. «Absolutamente todos están a mi disposición, incluido el comandante y sus carceleros», añadió.
Así conoció el patriota Castromediano a la Camorra. Por supuesto, pagó el precio de esta nueva presencia en su vida: tuvo que desembolsar una suma desorbitante por absolutamente todo, por colocar su jergón en el suelo, por beber, comer, respirar... «Se encontró con un calvario interminable de extorsiones a cambio de protección», cuenta John Dickie en el libro Historia de la Mafia (Debate).
Las memorias del duque de Castromediano (logró salir tras la insurrección independentista italiana) son una fuente excelente de conocimiento del germen de la Camorra, una organización que nació en las prisiones de Nápoles a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Fue entonces, cuenta John Dickie, cuando «los chantajistas de las prisiones se constituyeron en una sociedad secreta bajo juramento». Después salieron de las mazmorras y se infiltraron en la sociedad, la política, el comercio, la justicia... Los desórdenes de la unificación italiana les proporcionaron una pantalla cómoda para expandirse.
'Favores' de la camorra
La estructura de sociedad secreta, el juramento de los iniciados, el honor, la jerarquía y el modus operandi de la Camorra napolitana datan de entonces. El sistema de la Camorra se basa en su poder de conceder o retirar lo que ellos consideran 'favores', pero que en realidad son necesidades o derechos de otros. Y se basa también en el secretismo, claro: todos saben, pero nadie habla. El castigo a los traidores, las pugnas entre clanes, la omertá o código de silencio... Todo lo describió Castromediano, que habló de un sistema de autoridad criminal que imita las labores de un Estado moderno en las tinieblas de una mazmorra.
Al salir de prisión, con la exaltación garibaldina y la adrenalina de la lucha contra el intruso Borbón, esta 'sociedad honorable' comenzó a afianzar su poder en las callejuelas. Empezó sobre todo mordiendo en la prostitución y el juego, una actividad de donde puede proceder su nombre: morra era un juego, y el capo de la morra era el hombre que supervisaba a los jugadores.
El Macrojuicio de 1911
Pronto comenzó también la batalla contra la ley. En 1911 se vivió en Viterbo el primer gran juicio contra la Camorra. Hubo 35 acusados, encabezados por Enrico Alfano, el ordenante de la muerte del también camorrista Gennaro Cuocolo y de su mujer, la exprostituta Maria Cuttinelli. Hubo un 'arrepentido', Gennaro Abbatemaggio, que ya estaba en la cárcel y al que prometieron una reducción de pena.
El caso Cuocolo fue muy sonado. Y muy peliculero. El policía Carlo Fabroni creó una unidad a lo Eliot Ness para investigar el asesinato; uno de los 26 condenados se suicidó en la sala; a Alfano le cayeron 30 años, pero se escapó a Estados Unidos y el soplón reconoció años después que acusó a inocentes para salvar el pellejo.
En otros puntos del antes borbónico Reino de las Dos Sicilias también surgieron sociedades dedicadas a la 'protección' de sus habitantes. En Sicilia se llamó Mafia, término que podría derivar de una palabra árabe que define la arrogante resistencia frente al poder. O podría proceder de la obra de teatro de 1860 Los mafiosos de la Vicaria, sobre un grupo de prisioneros de la cárcel de la Vicaria de Palermo, en Sicilia.
'Mafia', un término en principio solo siciliano, se ha aplicado a todas las organizaciones de este estilo surgidas en Italia, y en Estados Unidos, Rusia, Albania, Bulgaria, Córcega...
En Calabria, también en el sur de Italia, la 'organización honorable' se llamó y se llama 'Ndrangheta (derivación de una palabra griega para designar virilidad), y en la región de Puglia surgió la Sacra Corona Unita.
En la década de 1860 nacía Italia mientras una siniestra subtrama se tejía en el sur del país. Y se infiltraba en la política. En Sicilia, la mayoría de los jefes de la Mafia no emergieron de las prisiones como en Nápoles. Sucedió de otra manera: «Los hombres de las clases altas que querían expulsar a los Borbones militaron en sociedades secretas, masónicas, para resguardar sus conspiraciones. Necesitaban la participación de hombres violentos para llevar a cabo la insurrección y los reclutaron. Así los criminales y delincuentes aprendieron las ventajas de este tipo de organizaciones secretas y contactaron con los caballeros que estaban destinados a gobernar el país cuando concluyera la unificación», explica John Dickie.
La mafia se hizo adicta a la corrupción política. Se inundó de poder. Su preponderancia ha tenido altibajos, ha evolucionado, pero no ha desaparecido. En los años veinte y treinta del siglo XX, Benito Mussolini la combatió con fiereza. Memorable fue la labor de Cesare Mori, prefecto de Palermo durante el fascismo, famoso por la extrema dureza de sus métodos. Provocó la estampida a Estados Unidos de destacados delincuentes. La Ley Seca les dio sombra y ellos prosperaron infiltrándose en sindicatos, industria, negocios, policía... Algunos de ellos, como Joe Bonanno, protagonizaron una sangrienta y próspera carrera mafiosa. Estos italoamericanos fundaron otra rama mafiosa, con otro nombre: Cosa Nostra.
Con el ejército estadounidense
Los mafiosos tuvieron incluso su papel durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos importantes huéspedes de las prisiones americanas como Lucky Luciano colaboraron (a cambio de beneficios) en la preparación del desembarco de tropas estadounidenses en Sicilia.
Acabó la guerra y los mafiosos sicilianos, aletargados durante la represión fascista, salieron de sus cuevas y encontraron una nueva veta de negocio: la reconstrucción inmobiliaria de un país alfombrado de escombros.
Después llegaron la heroína, las conexiones con el sudeste asiático, los heroicos jueces anti-Mafia... En los años ochenta cayeron importantes gerifaltes. Pero ahí sigue la Mafia.
* El duque conspirador. Sigismondo Castromediano. Lo condenaron por intrigar contra los Borbones. En la cárcel de Nápoles sufrió la extorsión de unos matones, los camorristi. En sus memorias describe el germen de la Camorra.
*Iniciación. Primera insignia. Las ceremonias y ritos de entrada a las sociedades criminales ya existían en el siglo XIX. Aquí, un tatuador callejero marca a un muchacho 'nuevo' en Nápoles.
*Juramento. Primer ritual 'documentado'. Escena de la obra La fundación de la Camorra, de 1899, que representa por primera vez una ceremonia de iniciación mafiosa.
* Colaborador. Lucky Luciano. A cambio de beneficios carcelarios aportó información y contactos para el desembarco del ejército aliado en Sicilia durante la Segunda Guerra Mundial.
PARA SABER MÁS: 'Historia de la Mafia'. John Dickie (editorial Debate). A la venta a partir del próximo 8 de octubre.
TÍTULO: Oliver Sacks: El neurólogo que amaba escuchar,.
-foto--Oliver Sacks: El neurólogo que amaba escuchar
Tendría yo unos diez años cuando mi padre, médico rural,
solía llevarme los domingos al hospital psiquiátrico de Vilaseca, cerca
de Tarragona. Todos conocían ese centro como el manicomio o
el lugar donde se encerraba a los locos, y mi padre lo visitaba
regularmente para atender las enfermedades ordinarias de los pacientes,
mientras que los trastornos mentales los trataban otros a golpe de inyecciones de trementina, camisas de fuerza y electroshocks.
Siete décadas después, las cosas han cambiado. La locura ha quedado en un plano más literario gracias a la contribución de grandes mentes, como la del neurólogo y escritor Oliver Sacks. Con una enorme curiosidad, fue uno de los mayores exploradores de lo que a los humanos nos pasa por dentro. Se lanzó a indagar qué fallaba en el cerebro de aquellas personas díscolas a quienes el resto de los mortales daban la espalda -incluidos los propios psiquiatras de la época, que supuestamente las trataban- y darlo a conocer al mundo. Hoy ya no tratamos a 'locos', sino a personas.
Sacks tenía una gran pasión por la música, la química, la botánica, la zoología... pero quizá la mayor de todas era escribir. Lo hizo desde bien joven e incluso quiso ser escritor antes de meterse en el cerebro de los demás. Cuando lo conocí en su piso de Nueva York, hará unos nueve años, acumulaba más de seiscientos cincuenta diarios con sus vivencias. De allí saldrían sus numerosos libros, en los que pone en común los entresijos de la mente. Secretos que pudo desvelar con algo de lo que no todos los médicos pueden presumir: interés y dedicación por los demás. En sus propias palabras, le gustaba «escuchar mucho y apreciar las cualidades personales del paciente».
Oliver Sacks se fue hace unas semanas, pero su inmenso conocimiento, plasmado en sus escritos, se queda con nosotros.
¿Quién fue?
Neurólogo y escritor británico, vivió 82 años. Desarrolló su carrera sobre todo en Estados Unidos. Fue profesor de Neurología en la New York University School of Medicine y en Columbia University. Publicó muchos libros divulgativos; algunos fueron llevados al cine y la televisión.
¿De dónde venía?
Nació en Londres en 1933, hijo de un médico y de una cirujana -de las primeras que hubo- judíos. Fue el menor de cuatro hermanos y ya de niño le fascinaba la química. Sus intereses evolucionaron hacia las plantas, luego los animales y, finalmente, el ser humano.
¿Qué aportó?
Una mayor comprensión de los trastornos mentales por su experiencia con pacientes e incluso con sus propios problemas de salud. Casos que ha difundido en Despertares, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Musicofilia o Los ojos de la mente.
La anécdota
Nunca antes de visitar a Sacks en su casa me había encontrado con una tabla periódica de los elementos en un lavabo. Obsesionado por la química, coleccionaba estas tablas, con las que decoraba su piso. Tenía incluso una de patchwork cubriendo su cama que rezaba «Durmiendo bajo los elementos».
Siete décadas después, las cosas han cambiado. La locura ha quedado en un plano más literario gracias a la contribución de grandes mentes, como la del neurólogo y escritor Oliver Sacks. Con una enorme curiosidad, fue uno de los mayores exploradores de lo que a los humanos nos pasa por dentro. Se lanzó a indagar qué fallaba en el cerebro de aquellas personas díscolas a quienes el resto de los mortales daban la espalda -incluidos los propios psiquiatras de la época, que supuestamente las trataban- y darlo a conocer al mundo. Hoy ya no tratamos a 'locos', sino a personas.
Sacks tenía una gran pasión por la música, la química, la botánica, la zoología... pero quizá la mayor de todas era escribir. Lo hizo desde bien joven e incluso quiso ser escritor antes de meterse en el cerebro de los demás. Cuando lo conocí en su piso de Nueva York, hará unos nueve años, acumulaba más de seiscientos cincuenta diarios con sus vivencias. De allí saldrían sus numerosos libros, en los que pone en común los entresijos de la mente. Secretos que pudo desvelar con algo de lo que no todos los médicos pueden presumir: interés y dedicación por los demás. En sus propias palabras, le gustaba «escuchar mucho y apreciar las cualidades personales del paciente».
Oliver Sacks se fue hace unas semanas, pero su inmenso conocimiento, plasmado en sus escritos, se queda con nosotros.
¿Quién fue?
Neurólogo y escritor británico, vivió 82 años. Desarrolló su carrera sobre todo en Estados Unidos. Fue profesor de Neurología en la New York University School of Medicine y en Columbia University. Publicó muchos libros divulgativos; algunos fueron llevados al cine y la televisión.
¿De dónde venía?
Nació en Londres en 1933, hijo de un médico y de una cirujana -de las primeras que hubo- judíos. Fue el menor de cuatro hermanos y ya de niño le fascinaba la química. Sus intereses evolucionaron hacia las plantas, luego los animales y, finalmente, el ser humano.
¿Qué aportó?
Una mayor comprensión de los trastornos mentales por su experiencia con pacientes e incluso con sus propios problemas de salud. Casos que ha difundido en Despertares, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Musicofilia o Los ojos de la mente.
La anécdota
Nunca antes de visitar a Sacks en su casa me había encontrado con una tabla periódica de los elementos en un lavabo. Obsesionado por la química, coleccionaba estas tablas, con las que decoraba su piso. Tenía incluso una de patchwork cubriendo su cama que rezaba «Durmiendo bajo los elementos».
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