Juegos de niños,.
Sabado -11- Enero a las 22:00 por La 1, fotos,.
Juego - (LOS TRES),.
¡Eh, eh! La fiesta se ha acabado.
Cada uno, una escoba.
¡No!
Ahora tú. Este tú también.
¿Y no ayudáis
cuando vais a una fiesta?
(LOS TRES) ¡No!
A ver, aquí orgánico, eh,
y aquí papel. El papel aquí.
Solo digo que seamos
un poco amigos.
Vale, pero para que seamos amigos,
recoge también con nosotros.
Vuelvo en 10 minutos,
que todo esté limpio, ¿vale?
Vale.
Venga.
¡Nadie nos va a impedir
que nos riamos!
Hola, ¿qué tal?
¿Qué tal estáis?
¡Muy buenas!
Bueno, bienvenidos
a "Juego de niños",
que es un programa
de niños y niñas;
sin ellos sería
imposible este programa.
Luego también hay adultos
que... ya veremos qué tal lo hacen.
Hoy tenemos a un adulto
que conocimos
en "Operación Triunfo"
y al que recientemente hemos podido
ver presentando su último disco,
"1016".
¡Alfred!
Bienvenido. Gracias.
¿Qué tal?
Gracias.
Hola.
Mira qué foto. Ahí disfrazado ya.
Guau, sí.
Con mi falda, sí.
Te gustaba, ¿no?
Sí, me gustaba mucho disfrazarme,
pero sobre todo las faldas, sí.
Os lo juro, os lo juro.
Imitabas a Davis Bisbal ya...
A Bisbal, a Bustamante; a todos.
Y de Michael Jackson eras fan.
Sí, también, sí.
Hay otra foto, eh. Mira.
Hombre...
De la falda pasé al pelo largo.
"Las tres mellizas"
y ahí, esa cosa leonina.
Bueno.
Tenías una batería con latas.
Sí; de pequeño,
me lo ha explicado mi madre
porque yo no me acuerdo,
pero mi madre me decía:
"Oye, ¿tú quieres
una batería de verdad?",
y le dije: "No, yo quiero
una batería con las latas,
porque suena diferente
a las demás".
Es mejor la de las latas.
Sí.
Qué bueno. Bueno, voy a presentarte
a tu contrincante,
porque aquí solo puede ganar uno;
es lo que tiene.
Ella es actriz cómica
y es monologuista
y se llama... ¡Sara Escudero!
Bienvenida.
Bien hallada.
Óyeme, qué bien.
No puedo estar más feliz.
Sé que estás muy contenta
de estar aquí.
Muchísimo.
Este juego ha sido el juego de...
O sea, era mi programa favorito.
Yo me he criado con esto.
El de él no...
Cosita.
Porque no había nacido el puñetero.
Esto era así.
Era una idea.
A ver, tengo foto. Mira. Mírate.
Con el fonendo.
Ahí estaba mala.
Ese día me ha dicho mi madre
que estaba mala,
con un montón de fiebre...
Eso, eso.
Y qué cabeza, ¿no?
(RÍE) Pero...
Qué almendra.
La cabeza no era por la fiebre.
No, no.
Óyeme, pero tú quisiste
estudiar Medicina;
estudiaste Medicina.
Yo tengo hasta tercero de Medicina.
Soy de un pueblo pequeño de Ávila
y me daba mucho miedo
irme a Madrid o Barcelona
a estudiar teatro.
Era hija de médicos
y dije: "Lo intento",
pero no era feliz y en tercero
dije: "Lo voy a intentar".
Y hasta ahora.
TITULO: Documentales - Construcciones - Grandes diseños - 2020: el futuro era esto ,.
foto / El
futuro suele interesarnos mucho porque, como decía Woody Allen, es el
sitio donde pasaremos el resto de nuestras vidas. Quienes hemos vivido
ya algunas décadas, gran parte de ellas en el siglo XX, recordamos con
cierta nostalgia los vaticinios diversos que sobre las formas de vida
futuras se anunciaban periódicamente en los medios de comunicación. La
llegada del hombre a la Luna era presentada como un inesperado anticipo
tecnológico de lo que estaba por llegar cincuenta años más tarde: la
exploración de Marte y los viajes interplanetarios; en definitiva, la
conquista del espacio.
En 1968 se estrenó la película '2001: A Space Odyssey'. Era frecuente en el siglo XX poner la mira en inimaginables sucesos que podrían acaecer pasada esa barrera psicológica del año 2000, donde los avances científicos nos llevarían a un desarrollo impensable entonces sobre las experiencias extraterrestres o la inteligencia artificial. Pero lo cierto es que llegado ese año 2001, con algunos avances técnicos -es verdad- nuestra vida no había cambiado sustancialmente salvo la sustitución aquí de la peseta por el euro y que ya empezábamos a tener un teléfono móvil en el bolsillo. Nada de platillos volantes, robots con sentimientos ni cuarta dimensión. Hasta se seguía viendo por ahí de vez en cuando un 'seiscientos' o un 'dos caballos'. Recuerdo que en los años setenta en Cáceres se estableció una discoteca con el futurista nombre de '2003'. Hoy ya no hay discotecas, pero de seguir existiendo sería una pista 'retro'.
Quiero decir con esto que ya desarrolladas las revoluciones industriales y tecnológicas, esos futuros novelescos de ciencia-ficción para unas décadas más allá solo son una decepcionante ampliación de los presentes, incluso con sorpresas negativas. Además se da otro fenómeno: en los últimos lustros no hemos estado en hibernación, y nos hemos adaptado gradualmente a los avances tecnológicos como algo normal; por el contrario, si alguien que se durmió en 1965 despertara ahora, no podría creerse eso de Internet o la banca on line. Pero, en fin, estamos ya en 2020 ¡quién lo iba a decir!, y no se ha vuelto a pisar la Luna; pero en cambio la tecnología permite la existencia de drones asesinos teledirigidos capaces de iniciar nuevas guerras, desoyendo a juventudes pasadas, que lo que querían era hacer el amor. No hemos ido a la conquista de ningún otro planeta, mientras el nuestro se muere por el calentamiento y los gases efecto invernadero. La superpoblación mundial amenaza con una aterradora crisis alimentaria, mientras en otros sitios (aquí mismo) la despoblación es otra paradójica amenaza inversa, un futuro -ya presente- desolador que nadie, al parecer, había previsto en el pasado. Cuando se encara el porvenir es inevitable apelar a un progreso que siempre traerá avances positivos, pero suelen fallar muchas previsiones. En palabras de Paul Valéry, «el problema de nuestros tiempos es que el futuro ya no es lo que era». Nadie niega que ahora vivimos mejor que hace medio siglo, pero. ¿qué deriva tomará el clima planetario?, ¿qué pasará con las pensiones de nuestros hijos? Siempre existirán desconfianzas planeando sobre nosotros, y en 2050 alguien escribirá un artículo parecido a este. Las certezas de hoy son padres de las incertidumbres del mañana (esta frase es mía).
En 1968 se estrenó la película '2001: A Space Odyssey'. Era frecuente en el siglo XX poner la mira en inimaginables sucesos que podrían acaecer pasada esa barrera psicológica del año 2000, donde los avances científicos nos llevarían a un desarrollo impensable entonces sobre las experiencias extraterrestres o la inteligencia artificial. Pero lo cierto es que llegado ese año 2001, con algunos avances técnicos -es verdad- nuestra vida no había cambiado sustancialmente salvo la sustitución aquí de la peseta por el euro y que ya empezábamos a tener un teléfono móvil en el bolsillo. Nada de platillos volantes, robots con sentimientos ni cuarta dimensión. Hasta se seguía viendo por ahí de vez en cuando un 'seiscientos' o un 'dos caballos'. Recuerdo que en los años setenta en Cáceres se estableció una discoteca con el futurista nombre de '2003'. Hoy ya no hay discotecas, pero de seguir existiendo sería una pista 'retro'.
Quiero decir con esto que ya desarrolladas las revoluciones industriales y tecnológicas, esos futuros novelescos de ciencia-ficción para unas décadas más allá solo son una decepcionante ampliación de los presentes, incluso con sorpresas negativas. Además se da otro fenómeno: en los últimos lustros no hemos estado en hibernación, y nos hemos adaptado gradualmente a los avances tecnológicos como algo normal; por el contrario, si alguien que se durmió en 1965 despertara ahora, no podría creerse eso de Internet o la banca on line. Pero, en fin, estamos ya en 2020 ¡quién lo iba a decir!, y no se ha vuelto a pisar la Luna; pero en cambio la tecnología permite la existencia de drones asesinos teledirigidos capaces de iniciar nuevas guerras, desoyendo a juventudes pasadas, que lo que querían era hacer el amor. No hemos ido a la conquista de ningún otro planeta, mientras el nuestro se muere por el calentamiento y los gases efecto invernadero. La superpoblación mundial amenaza con una aterradora crisis alimentaria, mientras en otros sitios (aquí mismo) la despoblación es otra paradójica amenaza inversa, un futuro -ya presente- desolador que nadie, al parecer, había previsto en el pasado. Cuando se encara el porvenir es inevitable apelar a un progreso que siempre traerá avances positivos, pero suelen fallar muchas previsiones. En palabras de Paul Valéry, «el problema de nuestros tiempos es que el futuro ya no es lo que era». Nadie niega que ahora vivimos mejor que hace medio siglo, pero. ¿qué deriva tomará el clima planetario?, ¿qué pasará con las pensiones de nuestros hijos? Siempre existirán desconfianzas planeando sobre nosotros, y en 2050 alguien escribirá un artículo parecido a este. Las certezas de hoy son padres de las incertidumbres del mañana (esta frase es mía).
TITULO: LA OTRA MIRADA - Manhattan fue suyo ,.
Lunes -13- Enero a las 22:40 en La 1, fotos,.
Manhattan fue suyo ,.
El High Line de Nueva York ha cumplido su primera década y lo celebramos recorriendo el parque elevado de principio a fin. Un paseo entre obras de arte, edificios firmados por arquitectos estrella y fotogénicas vistas
Para hacer este paseo hay que escoger una hora, eso sí, en la que no apriete el sol. Lo más recomendable es el principio de la mañana o el atardecer (en verano cierra a las 23.00). Y si no, agua, gorra y crema solar.
El High Line es un parque estrecho y elevado de 2,3 kilómetros de longitud que aprovecha una antigua vía de tren utilizada entre 1934 y 1980 para el transporte de mercancías. Tras quedarse sin uso, iba a demolerse. Unos vecinos formaron Friends of the High Line y lo impidieron. Inaugurado en 2009 (la tercera fase se abrió en 2014, y la última incorporación, The Spur, en junio de 2019), salpicado de obras de arte y poblado por arbustos, flores, pequeños árboles y algunos puestos de comida y refrescos, se ha convertido en una tranquila oportunidad para caminar viendo desde nueve metros de altura parte del West Side de Manhattan. A esa tranquilidad para el paseante contribuye la prohibición de patinetes, perros y bicis. Tampoco se puede fumar.
Al norte, comienza cerca de Hudson Yards, una zona con nuevos rascacielos que se ha puesto de moda, junto al río (no deja de asombrarme la cantidad de edificios que se siguen construyendo en Nueva York). Recorre Chelsea y, ya en el Meatpacking District, más al sur, termina junto al Museo Whitney, proyectado por el arquitecto Renzo Piano en 2015. Hay accesos intermedios para volver al paseo mediante escaleras y ascensores.
Una serpiente verde
En Hudson Yards, antes de ir al extremo del High Line, subí a The Vessel, de Thomas Heatherwick, una escultura —o una estructura— revestida de acero cobrizo de corte futurista formada por 154 escaleras interconectadas, con plataformas intermedias, que recuerda a una composición de Escher, con sus trayectos a ninguna parte llenos de figuritas humanas. Un nuevo icono neoyorquino desde su apertura el pasado mes de marzo. Desde la plataforma más alta observo los rascacielos que la rodean, el Hudson y una serpiente verde, el High Line.Tras esa subida, camino por una pasarela que conecta con el inicio del parque. Empiezo el paseo, flanqueado de vegetación y con bancos de vez en cuando. El primer tramo está animado por música clásica que pelea con el ruido del tráfico, algo así como la lucha entre un cisne y un tritón. Muy pronto está The Spur, donde se expone una escultura de la artista Simone Leigh, un enorme busto de bronce de una mujer negra. Abajo se sitúa Little Spain, la pica en la ciudad estadounidense del chef José Andrés y los hermanos Adrià, un coqueto mercado donde se encuentran platos, tapas y productos españoles.
Aquí y allá me irán saliendo al paso pinturas y esculturas: letras formando las palabras “LOVE” y “AMOR”, puertas pintadas con figuras femeninas, estatuas de la Libertad con trajes de colores… Y a la altura de la calle 28th surge el llamativo edificio de Zaha Hadid, moderno, envolvente y deseable…, aunque sus apartamentos están quedándose sin vender, pues Hudson Yards es lo que ahora demandan los ricos. Sigo caminando. Con el Empire State al fondo, me fijo en un edificio en cuya fachada han pintado un Gandhi y una Santa Teresa de vivos colores. Más adelante se ve un grafiti con los rostros de Warhol y Frida Kahlo, también abigarrados. Tanto colorín en figuras de tanto calado puede interpretarse como una banalización, pero admito que me gusta.
A la altura de la 18th está el edificio IAG de Frank Gehry, característico por sus fachadas curvas, con el bloque de apartamentos de Jean Nouvel —seguimos con la colección de arquitectos estrella— detrás, un poco a lo Mondrian. En la 15th se puede bajar al Chelsea Market, con tiendas de ropa, librerías y otros comercios dispuestos en dos niveles. En uno de sus restaurantes, el Lobster Place, la langosta cocida se come de pie, en mesas de chapa alargadas
Termino el recorrido y entro en el Museo Whitney. Tras ver algunos cuadros de Morris Louis, Hopper, Wesselmann y Jasper Johns, tomo un café en su terraza, para asimilar lo visto. Aunque en Nueva York siempre hay que asimilar algo: ahora me invaden las vistas de casi 360 grados, el Empire, el World Trade Center, la estatua de la Libertad —diminuta allá lejos—, el perfil de Nueva Jersey…
El High Line ha hecho que toda la zona se revalorice, subiendo precios y alquileres. Muchos de los vecinos que lucharon por su conservación no podrán afrontar esa subida, con lo que volveríamos al éxito y al fracaso, esos dos extremos que a menudo están mucho más cerca de lo que pensamos. Y entramos en un debate urbanístico muy actual: cómo mejorar barrios sin expulsar de ellos a sus habitantes más humildes.
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