El domingo -12- Enero a las 18:00 por La Sexta, foto,.
Nacho Canut
Nacho Canut: “Absolutamente todos los estilos musicales tienen algo aprovechable”
Fangoria publica ‘Extrapolaciones y dos respuestas’, segunda parte de su disco de versiones para conmemorar su 30º aniversario
Junto a la incombustible Alaska, Nacho Canut (Valencia, 62 años) forma parte de la escena de baile más recomendable desde hace 30 años. Para conmemorar el aniversario, Fangoria ha publicado este año dos discos con versiones de canciones que los han marcado. Extrapolaciones y dos preguntas 1989-2000 salió en febrero. Ayer se lanzó Extrapolaciones y dos respuestas 2001-2009.
¿Qué le hizo querer ser músico? En realidad fue una coincidencia entre conocer a las personas adecuadas en el momento adecuado y el no tener ninguna ambición profesional clara
¿De no ser músico, qué le hubiera gustado ser? No me imagino siendo otra cosa que lo que soy, que no creo que sea exactamente “músico”.
¿La última canción que le ha impresionado? Midnight Hour, de Skrillex, Boys Noize & Ty Dolla Sign.
¿Qué canción de sus dos discos de versiones le hubiera gustado componer? Supervaga, de Chico y Chica.
Defina en una palabra a Hidrogenesse, La Casa Azul, Astrud, Family, Los Planetas y Dorian. Hidrogenesse: genialidad. La Casa Azul: perfección. Astrud: admiración. Family: únicos. Los Planetas: impresionantes. Dorian: profesionalidad.
¿Qué se pierde la gente que no escucha a Fangoria? ¿Y a Camela? Pues se pierde maneras diferentes de enfocar la música popular.
¿En qué ha cambiado Fangoria en estos 30 años? Más bien ha cambiado lo que rodea a Fangoria.
¿Qué estilo musical no puede soportar? Absolutamente todos tienen algo aprovechable.
Recomiende un libro sobre música. Y una película. Please Kill Me, de Legs McNeil y Gillian McCain. Y El fantasma del paraíso, de Brian de Palma.
Si tuviese que usar una canción como autorretrato, ¿cuál sería? Being Boring, de los Pet Shop Boys.
TITULO: ESPAÑOLES POR EL MUNDO - Los pueblos más bellos al otro lado de los Pirineos,.
"La novela es un género de madurez. Yo creo que si entre los 40 y los 50 años uno consigue escribir un buen relato ya puede darse por satisfecho", afirmaba el narrador de El desorden de tu nombre, y es gracioso porque esa magnífica novela se publicó en 1987, justo cuando su autor había rebasado la crítica barrera de los 40. Y en esa narración ya se recogía también cierta malicia metaliteraria (o mejor metaeditorial: "Se sentía muy cómodo frente a un escritor de segunda fila, sabiendo que él era un editor de primera") que ha sido otro de los temas frecuentes del autor, y que aparece en el primer cuento de Primavera de luto, que es por tanto, también la primera pieza de Una vocación imposible, la reunión de relatos con las que el autor ha cerrado un 2019 en el que también nos entregó el estupendo La vida a ratos, sólo un año después de la también sobresaliente Que nadie duerma, títulos con los que muchos tenemos la sensación de que está regresando el mejor Millás, muy fiel a sí mismo pero a la vez reforzado.
En realidad, el autor ha escrito mucha más narrativa breve de la que aquí se recoge, pues un número importante de sus columnas son, al cabo, microcuentos (que es el género literario favorito de la gente que cree que le gusta leer, pero que de vez en cuando da lugar también a textos simplemente geniales), y por otro lado ha escrito también lo que él llama "articuentos", dispersos aquí y allá (y no recogidos ahora), y a medio camino entre la crónica y la narrativa, ficción plena pero con su punto de periodismo, sobre todo por lo que tenga en cada caso de actualidad.
Sea como sea, en todos estos relatos, generalmente más extensos, Millás ya despliega muchas veces ese don que tiene para sintetizar la vida entera en un solo párrafo, para proporcionar enormes cantidades de información o sugerencias en pocas palabras, para llevarnos en apenas línea y media a realidades cercanas y a la vez imposibles, retorcidas, duplicadas... El humor es constitutivo, desde luego, pero el que sostiene esta literatura es de ese tipo de humor que sabemos apreciar mejor aquellos a los que las cosas "oficialmente" divertidas no suelen hacernos ninguna gracia. En ese sentido, el diccionario de la RAE tiene también sus genialidades secretas, y una de ellas es la definición de "risa sardónica", que, según alguna inspirada generación de académicos, es aquella "que no nace de la alegría interior". Millás es precisamente uno de los más brillantes exploradores del interior de las cosas, de sus pliegues, de lo que hay bajo los párpados o las membranas..., y su ingenio va dirigido a encender una alegría que, en efecto, no es superficial ni tosca, sino que brota de una complicidad con el lector que es psicológica, pero también social. Es curioso cómo un escritor que en numerosas ocasiones se sumerge en la fantasía, lo onírico, la locura o aun el terror está en realidad hablando muchas veces de los problemas concretos de nuestro tiempo, y esa conexión que busca con el lector es también social, política, ideológica. Quién lo iba a decir: resulta que al sentido común se llega a través de la imaginación más chispeante.
¿Qué le hizo querer ser músico? En realidad fue una coincidencia entre conocer a las personas adecuadas en el momento adecuado y el no tener ninguna ambición profesional clara
¿De no ser músico, qué le hubiera gustado ser? No me imagino siendo otra cosa que lo que soy, que no creo que sea exactamente “músico”.
¿La última canción que le ha impresionado? Midnight Hour, de Skrillex, Boys Noize & Ty Dolla Sign.
¿Qué canción de sus dos discos de versiones le hubiera gustado componer? Supervaga, de Chico y Chica.
Defina en una palabra a Hidrogenesse, La Casa Azul, Astrud, Family, Los Planetas y Dorian. Hidrogenesse: genialidad. La Casa Azul: perfección. Astrud: admiración. Family: únicos. Los Planetas: impresionantes. Dorian: profesionalidad.
¿Qué se pierde la gente que no escucha a Fangoria? ¿Y a Camela? Pues se pierde maneras diferentes de enfocar la música popular.
¿En qué ha cambiado Fangoria en estos 30 años? Más bien ha cambiado lo que rodea a Fangoria.
¿Qué estilo musical no puede soportar? Absolutamente todos tienen algo aprovechable.
Recomiende un libro sobre música. Y una película. Please Kill Me, de Legs McNeil y Gillian McCain. Y El fantasma del paraíso, de Brian de Palma.
Si tuviese que usar una canción como autorretrato, ¿cuál sería? Being Boring, de los Pet Shop Boys.
TITULO: ESPAÑOLES POR EL MUNDO - Los pueblos más bellos al otro lado de los Pirineos,.
Los pueblos más bellos al otro lado de los Pirineos
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Los pueblos más bellos al otro lado de los Pirineos
¿Y si esta vez cruzamos la frontera para no irnos tan lejos? ¿Y si esta vez, en lugar de buscar Disneylandias, estaciones de esquí o playas surferas buscamos el calor de lo rural? Francia puede embelesar con sus escaparates, sus restaurantes y sus largas avenidas, pero enamora de verdad con sus carreteritas sinuosas y su asombrosa densidad de pueblo bonito por kilómetro cuadrado. Y encima, en estos diez ejemplos, a la vuelta de la esquina.
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Mirepoix
En Mirepoix se pone un poco de cordura a la anarquía rural ya que aquí se mezclan los elementos decorativos de las pequeñas poblaciones con el racionalismo urbano. Pero sin perder nunca su esencia de pueblo. Aquí los entramados coloridos cierran la plaza de los porches y decoran la casa de los cónsules. Aquí las piedras apiladas sirven para hacer puertas como la d’Aval, antiguo acceso en la muralla. El recorrido se remata con una interesante catedral y con el castillo de Terride, culpa y a la vez solución de todos los problemas de Mirepoix y que hoy sobrevive marginado a las afueras de la localidad. -
,.San Bertrán de Cominges
237 habitantes y una catedral. Esta es la realidad con la que impacta Saint-Bertrand-de-Comminges desde cualquier punto de vista. Desde lejos parece un pueblo fantasma, como si una maldición azotara la enorme iglesia y nadie quisiera vivir alrededor. Pero cuando se corona el rocoso nido de su villa alta aparece la vida, la humanidad y la civilización en forma de casas chulas como la maison Bridaut.
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Ciboure
Con todo ustedes… el mini yo del fotogénico San Juan de Luz. Ciboure comparte bahía con este centro turístico, pero también los mismos elementos que lo han hecho famosos en el mundo, con esas casitas montañeras mirando su reflejo en el mar. Pero es que encima es un poco más cultureta gracias a su hijo más famoso: Maurice Ravel. Aquí se le rinde pleitesía y se sacraliza cada baldosa que pisó, incluyendo su maison natal, situada frente al puertecito pesquero, donde dicen que compuso su famoso bolero. -
Aïnhoa
Aïnhoa es euskera con acento francés (como lo oyen), son sus casonas de entramado visto donde predomina el rojo sobre el blanco de las fachadas, en una bicromía uniforme. Además de una presentación prometedora, este pueblo con nombre de mujer explota los días no laborables, cuando se convierte en un blanco para excursionistas por sus bares, sus floridos paseos y hasta su carácter vasco, con un frontón de 1849 apoyado en las paredes de la iglesia. Curiosa metáfora.
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,.Villafranca de Conflent
En lo más profundo de este valle solo caben dos cosas: el río Têt y el hilito de calles medievales que es Villafranca de Conflent. ¡Y encima el pueblo se permite tener murallas y todo! Ahora, en pleno siglo XXI, sus defensas no intimidan y se han convertido en la gracia de este lugar. A eso hay que añadirle el Fort Libéria, una fortaleza proyectada por el famosos arquitecto militar Vauban que vigila desde arriba el pueblo y que se conecta con él con un pasadizo subterráneo. -
Sare
Sare es folclórico, pero de los serios, de los que se hacen respetar y no convierten sus costumbres en un show mainstream. Por eso es normal encontrarse con un pueblo cien por cien vasco que respeta sus iconos, sus deportes, su frontón y sus grandes casonas. Todo ello mezclado con un ADN medieval y una iglesia que, como mínimo, llama la atención. Y a solo un paso, las abovedadas grutas de Sare y el simpatiquísimo tren de La Rhune, con su cha-ca-chá viejito y sus vistazas.
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Saint-Lizier
Saint-Lizier es otro de esos pueblos con más monumentos que farolas por culpa de un pasado lejano glorioso. Aquí hay restos romanos, una farmacia del siglo XVIII pero, sobre todo, una catedral homónima que quita el hipo gracias a sus antiquísimos frescos. A esta le acompaña un palacio episcopal bastante resultón y un claustro que merece una fotografía cada 2 pasos. Y entre monumento y monumento, un amalgama de callejuelas que, a ratos, roban protagonismo e instantes cucos. -
La Bastide-Clairence
Si alguien le cambiara el nombre a este pueblo y lo colocara piedra por piedra en un valle navarro no desentonaría. Sus calles podrían acabar perfectamente la otro lado de los Pirineos puesto que comparten estilo arquitectónico, pasión por los entramados de colores y grandes casoplones. Pero encima La Bastide-Clairence tiene un toque distintivo en forma de cementerio judío, un recuerdo de lo que fue en su día una señora comunidad sefardí que huyó aquí de las persecuciones españolas y portuguesas.
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Eus
Eus es el perfecto ejemplo de una aldea que viste una colina, que pone sus cimientos en sus laderas, dejando su parte más importante (la iglesia) coronando la loma. Sus callejuelas cansadas han visto guerras entre España y Francia y se han defendido de la mejor forma posible. Por eso, la imponente iglesia de San Vicente se mantiene en pie como un hito heroico mientras que las ventanas de las casas siguen vigilando el horizonte. En este panorama, el viajero se siente acogido por lo recovecos que forman las rocas y los pequeños pasadizos y callejones que estructuran el pueblo. -
Castelnou
Este pueblo ha mantenido siempre su respeto por el castillo vizcondal que lo gobierna y protege. Tanto, que en ocasiones no se distingue donde acaba la empinada subida y comienza la fortaleza. Y es que en Castelnou brilla una piedra siempre húmeda y resplandeciente que sirve tanto para defender un pueblo, levantar iglesias como la preciosa Sainte-Marie du Mercadal o, simplemente, sostener casas humildes que hoy sulibeyan a los turistas.
TITULO: Escala humana - Juan José Millás, toda la vida en un párrafo ,. , Miercoles -8- Enero,.
El miercoles -8- Enero a las 21:00 por La 2, foto.
Juan José Millás, toda la vida en un párrafo,.
Los
numerosos lectores de Juan José Millás (Valencia, 1946) ya saben bien
qué pueden encontrarse en sus novelas, cuentos, reportajes y columnas:
psicoanálisis soportable, conciencia política de izquierda moderada
(pero enfadada cuando no queda más remedio que enfadarse), percepciones
extrañas de la realidad, mundos paralelos incrustados en lo cotidiano,
excursiones a la fantasía o al absurdo, ingenio bien encauzado,
ocurrencias nada gratuitas, trastornos mentales que acaban alterando
efectivamente la realidad, costumbrismos del amor y teorías del
matrimonio que se deslizan frecuentemente hacia toda una filosofía del
adulterio, personajes anónimos en situaciones estrafalarias y seres extraordinarios atrapados en anécdotas prosaicas o en vidas mediocres,
detalles anatómicos minuciosos (no tanto por lo rijoso como por lo
riguroso, con una preferencia de estirpe praguense por los insectos), la
geografía íntima y psicológica de un Madrid rutinario y a la vez
frenético de oficinas y divanes...
El talento literario
de Millás es tan grande que ha conseguido superar incluso la difícil
prueba del éxito: ya se sabe que el favor general de los lectores es un
obstáculo para llegar al prestigio, y sin embargo la obra de Millás,
aunque irregular, tiene hitos tan grandes (y está, por otro lado, tan
bien apuntalada por la calidad de su constante obra en periódicos y
revistas) que, a la hora de hacer recuento, se olvidan enseguida sus
pasos en falso (que van desde Dos mujeres en Praga a Lo que sé de los hombrecillos, o de Laura y Julio a La mujer loca)."La novela es un género de madurez. Yo creo que si entre los 40 y los 50 años uno consigue escribir un buen relato ya puede darse por satisfecho", afirmaba el narrador de El desorden de tu nombre, y es gracioso porque esa magnífica novela se publicó en 1987, justo cuando su autor había rebasado la crítica barrera de los 40. Y en esa narración ya se recogía también cierta malicia metaliteraria (o mejor metaeditorial: "Se sentía muy cómodo frente a un escritor de segunda fila, sabiendo que él era un editor de primera") que ha sido otro de los temas frecuentes del autor, y que aparece en el primer cuento de Primavera de luto, que es por tanto, también la primera pieza de Una vocación imposible, la reunión de relatos con las que el autor ha cerrado un 2019 en el que también nos entregó el estupendo La vida a ratos, sólo un año después de la también sobresaliente Que nadie duerma, títulos con los que muchos tenemos la sensación de que está regresando el mejor Millás, muy fiel a sí mismo pero a la vez reforzado.
En realidad, el autor ha escrito mucha más narrativa breve de la que aquí se recoge, pues un número importante de sus columnas son, al cabo, microcuentos (que es el género literario favorito de la gente que cree que le gusta leer, pero que de vez en cuando da lugar también a textos simplemente geniales), y por otro lado ha escrito también lo que él llama "articuentos", dispersos aquí y allá (y no recogidos ahora), y a medio camino entre la crónica y la narrativa, ficción plena pero con su punto de periodismo, sobre todo por lo que tenga en cada caso de actualidad.
Sea como sea, en todos estos relatos, generalmente más extensos, Millás ya despliega muchas veces ese don que tiene para sintetizar la vida entera en un solo párrafo, para proporcionar enormes cantidades de información o sugerencias en pocas palabras, para llevarnos en apenas línea y media a realidades cercanas y a la vez imposibles, retorcidas, duplicadas... El humor es constitutivo, desde luego, pero el que sostiene esta literatura es de ese tipo de humor que sabemos apreciar mejor aquellos a los que las cosas "oficialmente" divertidas no suelen hacernos ninguna gracia. En ese sentido, el diccionario de la RAE tiene también sus genialidades secretas, y una de ellas es la definición de "risa sardónica", que, según alguna inspirada generación de académicos, es aquella "que no nace de la alegría interior". Millás es precisamente uno de los más brillantes exploradores del interior de las cosas, de sus pliegues, de lo que hay bajo los párpados o las membranas..., y su ingenio va dirigido a encender una alegría que, en efecto, no es superficial ni tosca, sino que brota de una complicidad con el lector que es psicológica, pero también social. Es curioso cómo un escritor que en numerosas ocasiones se sumerge en la fantasía, lo onírico, la locura o aun el terror está en realidad hablando muchas veces de los problemas concretos de nuestro tiempo, y esa conexión que busca con el lector es también social, política, ideológica. Quién lo iba a decir: resulta que al sentido común se llega a través de la imaginación más chispeante.
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