TITULO: Cuadernos de paso - La sonrisa del pelícano - Esta noche cruzamos el Mississippi - Crónicas marcianas - El consejo rector ,.
La sonrisa del pelícano ,.
La sonrisa del pelícano fue un programa español de televisión emitido por Antena 3, Presentado y dirigido por Pepe Navarro,.
Esta noche cruzamos el Mississippi,.
Esta noche cruzamos el Mississippi fue un programa de televisión producido y presentado por el periodista Pepe Navarro y emitido por la cadena española Telecinco entre el 18 de septiembre de 1995 y el 10 de julio de 1997. Se emitía de lunes a jueves en la franja del late night., etc.
Crónicas marcianas ,.
Crónicas marcianas fue un late show de televisión, producido por Gestmusic Endemol y emitido por la cadena española Telecinco entre 1997 y 2005. Estaba dirigido y presentado por Javier Sardá y
contaba con Miquel José y Jordi Roca, con quienes Sardá había creado La
Ventana en la Cadena SER, como subdirectores y guionistas.
Es el programa de late night más longevo y más visto de la historia de la televisión en España.1 A pesar de ser considerado por muchos como uno de los máximos exponentes de la llamada telebasura en España, obtuvo multitud de premios, como un Ondas, dos de la Academia de la Televisión y seis TP de Oro., etc.
El consejo rector,.
fotos / No hay mucha gente que conozca hoy a Leopoldo Alas Argüelles (Oviedo, 1883-1937). Por una parte, fue tan imponente la figura de su padre —el escritor Leopoldo Alas Clarín, considerado por muchos el autor de la mejor novela española del siglo XIX, nos referimos por supuesto a La Regenta— que difícilmente podía esperarse que la posteridad colocara a vástago y progenitor a un mismo nivel. Por otra, porque las circunstancias de su muerte —que fue en realidad un asesinato—, las causas que la auspiciaron y el modo en que la dictadura franquista trató de disimular aquel oprobio hicieron que durante muchas décadas su recuerdo fuese pasto del olvido. Sólo los avisados tenían noticia fidedigna de su paso por el mundo y de la intensa labor intelectual que llevó a cabo mientras estuvo entre los vivos, pero en el imaginario popular no existía el menor rescoldo de un legado que resulta tan apasionante como el propio personaje que lo inspiró. A Leopoldo Alas Argüelles se lo comieron las sombras, y aunque su nombre emergía de cuando en cuando en su ciudad natal, casi siempre con ocasión de alguna efeméride vinculada a su fusilamiento, esta evocación se diluía inevitablemente en cuanto los calendarios pasaban una nueva hoja y la actualidad exigía ocuparse de cuestiones más urgentes.
Por fortuna, la cuestión se ha ido resolviendo en estos últimos años. El escritor Pedro de Silva publicó en 2014 la tragedia El Rector (Losada), un texto teatral en el que se recreaban los últimos compases de la biografía de Alas Argüelles sin escamotear las razones que condujeron a él ni hurtar, mediante la técnica del flashback —tan bien usado, por otra parte, por Clarín en su obra cumbre—, episodios anteriores que resultaban necesarios para ofrecer al espectador un retrato fidedigno del pensamiento que había motivado sus andanzas. La obra fue representada por vez primera sobre los escenarios la pasada primavera y lo hizo en el mejor marco posible, el Teatro Campoamor de Oviedo. Unos meses antes, a finales de 2017, había llegado a las librerías el volumen Obra periodística de Leopoldo Alas Argüelles (1883-1937), un monumental compendio que reúne los textos que el aludido publicó en prensa y cuya edición coordinó Joaquín Ocampo Suárez-Valdés en colaboración con Sergio Collantes y Francisco Galera Carrillo. El libro, publicado por Ediciones Trea —junto con la Universidad de Oviedo, el ayuntamiento de la capital asturiana y la Fundación Valdés-Salas—, acaba de obtener el premio a la mejor coedición en los XXI Premios Nacionales de Edición Universitaria y es un empeño digno de elogio porque supone el redescubrimiento de una de las figuras intelectuales más valiosas de cuantas anduvieron por la Asturias y la España que atravesaban la primera mitad del pasado siglo.
Leopoldo García-Alas y García-Argüelles fue el primer hijo de Leopoldo García-Alas y Ureña, que ya entonces había hecho célebre su seudónimo de Clarín, y Onofre García-Argüelles. Ingresó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo, entonces un referente en España gracias al Grupo de Oviedo, un núcleo intelectual encabezado por Rafael Altamira, Adolfo Álvarez-Buylla, Adolfo Posada y Aniceto Sela y del que formaban parte Félix Aramburu, Rogelio Jove o Fermín Canella. Sabemos que el joven Alas Argüelles ya mostraba simpatías por la causa republicana. En cierto modo, lo había mamado en casa: su padre fue concejal republicano en el consistorio ovetense, y él mismo participó entre 1903 y 1904 en varios actos políticos, entre ellos un mitin que la Unión Republicana dio en la localidad de Pola de Lena.
Alas Argüelles se trasladó a Madrid para realizar los cursos de doctorado de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Central. Allí aceptó una oferta de Melquiades Álvarez para trabajar como pasante en su despacho y comenzó a frecuentar los salones del Ateneo Científico, Literario y Artístico. También por esas fechas empezó a hacerse su firma habitual en los periódicos. Poco a poco se introdujo en la Secretaría de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, y obtuvo una beca para preparar su tesis con una estancia en Alemania que disfrutó hasta que el estallido de la I Guerra Mundial, en 1914, le obligó a regresar a Madrid. No mucho tiempo después, logró el doctorado por la Universidad Central con una tesis titulada Las fuentes del Derecho y el Código Civil alemán, que obtuvo un premio extraordinario y vio la luz en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia.
Paralelamente, se iban afianzando sus inquietudes republicanas. Cuando en febrero de 1926, y tras dos años de prohibición, se celebró el aniversario de la proclamación de la I República, apareció públicamente acompañando a la plana mayor de la intelectualidad republicana nacional para dejar plena constancia de su orientación política. Unos años antes, en 1920, se había convertido en decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo. Tendrían que pasar unos años más para que alcanzase el Rectorado de esa misma institución. Fue en 1931, con la llegada de la II República. Aquél resultó ser un tiempo agitado para Alas Argüelles. Fue elegido diputado en las Cortes Constituyentes por Asturias, como miembro de la coalición republicano-socialista, y desempeñó al mismo tiempo el cargo de vocal en el Consejo de Instrucción Pública. Además, el ministro de Justicia, Álvaro de Albornoz, lo nombró subsecretario.
Todos esos cargos le obligaron a alejarse de Oviedo, adonde regresó en 1933 para reintegrarse a la vida universitaria. Allí vivió la revolución de 1934 y allí estaba cuando el 18 de julio de 1936 un grupo de militares se sublevó en Marruecos y la capital asturiana decidió secundarles. Leopoldo Alas Argüelles fue una de las primeras víctimas que el bando nacional se cobró en la región. Lo detuvieron en su domicilio de la calle Altamirano el 29 de julio. Le acompañaban allí su mujer, María Cristina, y su hija pequeña, Maripaz. La primogénita se encontraba en la localidad de Mieres con sus abuelos maternos. El comisario de Investigación y Vigilancia dirigió una carta al comandante militar en la que le informaba de que el rector era «uno de los elementos más destacados de la extrema izquierda republicana», y añadía que había participado en «multitud de actos extremistas». En el proceso de instrucción Alas Argüelles reconoció lo que todo el mundo sabía: que había pertenecido al Partido Radical Socialista y a Izquierda Republicana y llegado a ser diputado en Cortes y subsecretario en un Ministerio; pero también indicó que tras abandonar este último cargo se había dedicado exclusivamente a sus labores universitarias, y que jamás había atacado a ninguna institución fundamental del Estado, entre las que mencionó al Ejército, por entender que su deber consistía en «fortalecer en lugar de menguar su prestigio».
El proceso fue un bochorno. Pasaron a declarar varios testigos cuya ideología se orientaba a la derecha y que no habían dudado en exhibir su afinidad con los sublevados. Sin embargo, sus testimonios dejaban claro que Leopoldo Alas Argüelles podía ser cualquier cosa menos un peligro público. «Siempre se ha comportado con exquisita corrección, dedicándose única y exclusivamente a su labor de enseñanza», testificó el catedrático de Derecho Administrativo Sabino Álvarez Gendín, a quien precisamente nombrarían rector de la Universidad tras la muerte de Alas. El magistral de la catedral, Benjamín Ortiz, había sido alumno del detenido en la Universidad y admitió que jamás había encontrado en sus clases «extremismos de carácter político ni social»; como añadido, se remontó a 1934 para aclarar que «a raíz del movimiento de octubre, al abrirse las clases en la Escuela Normal, tuvo frases de reprobación para un movimiento que había tenido manifestaciones como el incendio de la Universidad y la destrucción de la Cámara Santa». El resto de los testigos no hicieron otra cosa que ratificar ese perfil conciliador y en absoluto guerrillero de Leopoldo Alas Argüelles, pero su suerte ya estaba echada. El 21 de enero se celebró un Consejo de Guerra en el que se le acusó de todo lo imaginable: asistir a mítines republicanos, oponerse a la reconstrucción de la capilla de la Universidad, apoyar la enseñanza laica… No había defensa posible, mucho menos teniendo en cuenta que el concepto de justicia estaba inevitablemente sometido a la arbitrariedad de los vencedores. Su detención y su proceso habían supuesto una conmoción inmensa. La prensa internacional inició una campaña exigiendo su liberación y hasta Oviedo llegaron peticiones desde distintas universidades europeas y americanas solicitando su indulto. Nada de ello ablandó a los verdugos, que tampoco tenían la menor intención de recapacitar. Los supuestos pecados de Leopoldo Alas Argüelles merecían un castigo ejemplar y lo tuvieron. Al rector lo fusilaron en uno de los patios de la antigua cárcel de Oviedo. Las mujeres que cumplían condena en un pabellón contiguo aseguraron que sus últimas palabras fueron: «¡Viva la República! ¡Viva la libertad!».
Pese a que sea ocioso buscar alguna dosis de razón en medio de sinrazones tan acusadas como ésta, cuando se habla de la decisión que precipitó el final de Leopoldo Alas Argüelles nunca deja de surgir una pregunta: ¿A qué tanta inquina? Era un republicano, sí, pero no era un tipo beligerante: tenía amigos de todas las ideologías, siempre evitó los mítines en las aulas, buscaba sobre todas las cosas el diálogo y el acuerdo y procuró ser, ante todo, un buen docente. La mejor prueba es que no hubo ni un solo estudiante que testificase en su contra y que ni siquiera el catedrático Gendín se atrevió a hacerlo, cuando tal cosa sólo podía constituir un mérito ante los ojos de las nuevas autoridades emergentes. Quizá para hallar la respuesta haya que remontarse a los orígenes, tanto a los de su propia vida como a los de este mismo texto; es decir, a su padre. La publicación de La Regenta, en 1884 y 1885, no había sentado nada bien en Oviedo. Los estamentos más sagrados de la ciudad se vieron retratados con una crueldad y una lucidez tales que nunca digirieron bien el contenido de aquellas páginas en las que se criticaba con saña la hipocresía de una sociedad que sólo ejercía la virtud de puertas para afuera. El escándalo fue tan grande que hasta el obispo de Oviedo escribió una pastoral contra la novela, a la que respondió el propio Clarín con la ironía y la facilidad de palabra que eran características en él. Pese a que las altas esferas ovetenses sostuvieron una y otra vez que la ciudad real no tenía nada que ver con la Vetusta clariniana, el rencor quedó agazapado. Son los defensores de esta teoría quienes aseguran que, cuando llegó el momento, los herederos de las clases nobles de la capital asturiana hicieron con Leopoldo Alas Argüelles lo que sus antecesores no habían podido hacer con su padre. El asesinato del rector instauró así un silencio que, por fortuna, se ha venido resquebrajando sin prisa, pero sin pausa. En 2012, el Ayuntamiento de Oviedo lo nombró hijo predilecto a título póstumo. Recientemente se ha instalado una placa en el Archivo Histórico de Asturias —que ocupa el edificio de la cárcel en que lo fusilaron— en la que se recuerda el oprobio de su muerte. Cuando se cumplieron los setenta años del asesinato, la casa donde enseñó, y a la que tanto quiso, cumplió con una rectificación que se hizo esperar más de lo conveniente. En el edificio histórico de la calle de San Francisco luce desde entonces una inscripción con el siguiente texto: «En homenaje a D. Leopoldo Alas García-Argüelles, víctima de la intolerancia, en desagravio a la ignominia de su destitución y muerte, con un emocionado recuerdo y reconocimiento como rector magnífico de la Universidad de Oviedo».
TITULO: DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - Vivan los novios - Telecinco - Notas de cine,.
¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE ,.
¡Atención y obras! es un programa semanal que, en
La
2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial atención a
las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por
Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.
Vivan los novios - Telecinco ,.
Vivan los novios fue un concurso del género Dating show, emitido las tardes de los sábados por la cadena española Telecinco entre 1991 y 1994., Presentador Andoni Ferreño, Arancha del Sol, Natalia Estrada y Gabriel Andres Corrado Andreacchio, etc,.
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - Notas de cine ,.
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - Notas de cine, fotos,.
Notas de cine,.
Una novela nueva, al menos en mi caso, significa lecturas y relecturas, viajes, cine, libretas que se llenan de notas. Trabajo acumulativo y paciente con arreglo a un plan: personajes y situaciones, estructura, previstos de antemano. Hay autores con un talento extraordinario para navegar sin saber a dónde van, pero no es lo mío. Yo necesito cartas náuticas antes de izar las velas y empezar a moverme. Desde que le doy a la tecla nunca he escrito nada a ciegas. Durante el año o el año y medio que ahora tardo en contar una historia –viajar menos por la pandemia ayuda bastante–, el margen de improvisación resulta amplio, porque es mucho lo inesperado que surge en el camino. Sin embargo, siempre hay un hilo central, una trama. Una disciplina. Un rumbo al que vuelves cuando algo te complica la ruta.
( Desayuno )
He dicho o escrito alguna vez que siempre fui un novelista feliz, sin excesivas ambiciones y sin complejos. Desde hace treinta y cinco años, cada día que paso en mi casa trabajo un mínimo de cinco horas. A doña Inspiración, de apellido Repentina, no la conozco, o no me fijé nunca demasiado en ella, pues siempre que llama a la puerta me encuentra ocupado, trabajando. Con las musas que susurran párrafos inmortales no tuve suerte. Y es lo que diferencia, supongo, al artista que no soy del artesano de la tecla que sí soy: un narrador profesional que vive de eso. Alguien que no pretende cambiar la historia de la Literatura en cada página, sino que sólo aspira a ser eficaz. A contar bien contada una buena historia.
( Cena)
Eso sí, tengo una ventaja. Déjenme ustedes tirarme algún pegote. Y esa ventaja es la imaginación. La cosa, supongo, viene de cuando era un crío que leía e iba al cine –la tele no la conocí hasta los doce años–. Después de cada tebeo, libro o película, pasaba días dentro de ellos, convertido en Ned Land, Hopalong Cassidy, sir Kenneth el del Leopardo, Ulises, el Capitán Blood, Ojo de Halcón o quien se pusiera a tiro. Tanto entraba en sus historias que llegaba a sentirme de verdad uno de ellos, adoptando sus armas, su lenguaje, sus maneras, sus amores y hasta sus defectos. Incluso buscaba enemigos asociados con los de mis héroes, como un hermano marista apodado El Poteras, protagonista de mutuas antipatías escolares, que durante años fue mi Moriarty particular; y a quien, asumiendo yo una personalidad intermedia entre Fantomas y Rocambole, procuré fastidiar cuanto pude hasta que me expulsaron del colegio.
Todo cambió con el tiempo, claro. Después, mi trabajo me ancló a una realidad áspera en la que, como todo el mundo, perdí unas cosas y obtuve otras. Y al cabo, con la mirada que eso me dejó, escribo novelas. Eso resuelve mi vida y le da independencia, pero sobre todo suscita –soy afortunado– la felicidad de la que hablaba antes. Me devuelve el hábito infantil de sumergirme en historias, personajes, vidas alternativas que no son sólo paralelas a la real, sino que se superponen a ella; que la sustituyen a veces de un modo asombroso. Me permite, en fin, seguir jugando.
Les doy mi palabra de honor –qué pocos la dan ahora, por cierto– de que es verdad lo que digo. Durante la escritura de cada novela vivo más en el mundo de esa novela que en el real. O quizá lo que pasa es que la novela se convierte en más real que la propia vida. Cuanto leo, pienso, hago, sueño, imagino, tiene que ver con la historia en la que ando envuelto. Anoche mismo, por ejemplo, me sentí vilmente cobarde al despertar de una pesadilla, porque el protagonista de la novela que ahora escribo se enfrenta a una situación parecida. Me muevo por lugares sobre los que trabajo no con mi mirada, sino con la de los entes de ficción que sitúo en ese escenario. Observo el mundo asumiendo los defectos o virtudes, los miedos y las pasiones, las incertidumbres y las certezas de los personajes que bullen en mi cabeza. Ellos acaban siendo más auténticos que otros, pretendidamente reales, con los que tropiezo a este lado de la trama. Duermo con ellos pensando qué harán por la mañana cuando me siente ante el teclado, y me despierto siendo ellos, sumergido en su mundo. Preguntándome, y ése es el desafío, si conseguiré contarlo en los dos o tres folios que en los días buenos son el botín de la jornada. Y cuando, cada vez con más desgana, me asomo al mundo pretendidamente real y arrugo el ceño ante lo que de él no me gusta, pienso que tengo la suerte de poseer una vida paralela; ese rumbo que me permite esquivar los escollos y las sombras. Sólo el acto de leer se aproxima a esa clase de evasión, pero nada es comparable al propio libro que día tras día vas leyendo en tu cabeza.
TITULO:
REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA - VIAJANDO CON CHESTER - El club de lectura y las mujeres ,.
VIAJANDO CON CHESTER
Viajando
con Chester es un programa de televisión español, de género
periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las
21:30, foto, etc.
REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA - El club de lectura y las mujeres,.
El club de lectura y las mujeres,.
Viajando con Chester es un programa de televisión español, de género periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las 21:30, foto, etc.
fotos / El mes pasado hablaba de las bluestockings —las medias azules— como las primeras mujeres de la historia moderna que consiguieron un cambio social importantísimo gracias a su amor por la literatura. Y como ya mencioné, ese cambio fue más allá de conseguir el acceso de las mujeres a la educación formal. El objetivo de sus reuniones, estrictamente literarias, era hablar de libros. Los temas políticos, por ejemplo, estaban expresamente prohibidos.
Desde que ha habido libros y lectores, la gente ha hablado sobre ellos, incluso se han reunido varias personas para comentarlos. Yo siempre lo he hecho con mi madre. Desde lados opuestos del planeta, ella en una mañana de primavera, yo en una tarde de otoño, nos preguntamos qué estamos leyendo y yo le pido que me guarde tal o cual libro para cuando vaya para allá, que aquí todavía no ha llegado. Aunque llegan, sí llegan, obras de autores en español, si no a las librerías, sí a las bibliotecas australianas, y así es como yo los leo desde aquí.
A quien le gusta leer habla de lo que lee, lo recomienda, lo regala; es natural. Pero hay gente que va más allá de charlarlo con la familia y las amistades: se reúne periódicamente, a veces con extraños, para reflexionar sobre un libro en concreto que alguien escoge para que lean todos. Esa es la definición simplificada del club de lectura.
La primera vez que oí hablar de un club de lectura, hace unos nueve años, me pareció una idea fantástica. Una compradora asidua de mi puesto de libros me contó que formaba parte de un grupo de unas quince mujeres la mayoría de las cuales no se conocía de antes sino que se habían encontrado a raíz de que una de ellas pusiera un anuncio, que se juntaban una vez al mes para dialogar sobre un libro y beber una copa de vino o dos.
Qué manera más buena de fomentar la lectura y animarse unas a otras a leer, pensé. La señora me urgió a que yo también formara parte de un club. Sin embargo, enseguida vi que eso no era para mí, a no ser que su finalidad fuera socializar, no leer más. Algunas personas no necesitamos estímulos para leer más, y que alguien escoja nuestras lecturas puede ser incluso contraproducente. En mi caso, un flashback me llevó a mis años de estudiante y las aborrecidas lecturas obligatorias; ¡cómo ansiaba la llegada del verano para tener tiempo de leer lo que de veras me interesaba! Superada esa etapa, ahora no me veía capaz de leer, mes tras mes, un libro por el que no hubiera optado yo misma.
Desde entonces, he observado que la popularidad de los clubs de lectura no ha hecho más que aumentar, y también cuando voy de visita a Barcelona alguna amiga me cuenta que ha pasado a formar parte de uno. A mi puesto de libros cada semana llega alguien —siempre mujeres— buscando un libro concreto que alguien ha designado para su club de lectura. En la biblioteca incluso tienen una sección con «los elegidos» para clubs de lectura, de los cuales ofrecen una docena de ejemplares para prestar.
Y todo este tiempo yo he seguido resistiéndome a formar parte de uno. Hasta hace dos años, en que conocí a alguien especial y al minuto de habernos presentado estábamos hablando de libros. Eso no pasa todos los días, al menos a mí no. No recuerdo exactamente cómo fue, creo que con la publicación del último libro de un autor que nos gustaba a los dos, pero la cuestión es que iniciamos la lectura del mismo libro y lo fuimos comentando. Y cuando terminamos le propuse que repitiéramos con otro. Así hasta hoy, vamos alternando quién de los dos escoge la lectura, y desde entonces solo una vez él ha optado por un libro que a mí no me ha gustado —aunque reconozco que era bueno; el problema era mío, no del libro— y yo uno que él no ha podido terminar de malo que era —de hecho, era pésimo; yo lo acabé solo por practicar idiomas, ya que estaba en francés.
Así, casi sin darme cuenta, por fin sucumbí a un club de lectura, aunque al ser de solo dos miembros aún me sentía segura. Pero hace unos meses una amiga muy lectora, con la que naturalmente también intercambio recomendaciones, me sugirió que formáramos un club de lectura con el resto de nuestras amigas, otras seis mujeres que tienen en común con nosotras la osadía de educar a sus hijos al margen del sistema educativo obligatorio.
Por descontado, me negué. La idea me aterrorizó. Le dije: «Tú y yo sabemos lo que nos gusta, pero a saber lo que leen las otras. Si a alguna le da por seleccionar una de esas cursilerías eróticas tan de moda, nuestra sensibilidad lectora podría quedar dañada de manera irreparable y permanente». Mi amiga rio e insistió con un «probémoslo». Acordamos abrir un grupo en Facebook y yo fui la encargada de redactar las pautas; ante todo, libertad absoluta: si a alguien no le gusta el libro, que no sienta ningún reparo en no leerlo.
El proyecto arrancó bien desde el primer momento. Yo elegí el primer libro. Fue el de una autora que venía por estos lares a dar una charla. Aprovechamos el acontecimiento para hablar con ella. Todas leyeron el libro y les gustó. El segundo y tercer libro también fueron del agrado general. En uno la trama se situaba en México y para comentarlo fuimos a cenar a un restaurante mexicano. Para la cuarta lectura la que tenía el turno preguntó si tenían que ser solo novelas y biografías o podían ser también libros de divulgación científica. Hubo levantamientos de cejas, pero alguien recordó lo de la libertad, así que todas estuvimos de acuerdo en otorgar: «Te toca a ti. Tú mandas». Ese lo terminó solo una persona, y no fue ella. Me tenía que pasar… si lo empiezo me cuesta no acabarlo. Pero es que a mí me gustó, mientras las otras lo encontraron un tostón.
Ya hemos dado toda una vuelta y la próxima lectura volverá a ser la que yo decida, ¡menos mal! Las últimas dos no me han entusiasmado, no he aprendido nada, y en eso hemos coincidido las dos que formamos el club. Entonces he vuelto a recordar por qué los clubs de lectura son tan beneficiosos para la gente que no lee por pasión y que necesita un empujoncito, pero no tanto para los que exigimos mucho de la lectura y no necesitamos más excusas para alejarnos del mundo que nos rodea y perdernos entre las páginas de un libro.
Varias del grupo me han confesado que no leían novelas desde hacía años y ahora, gracias al club, sí lo hacen y ven los beneficios que aportan. Eso es lo mejor de los clubs de lectura, que animan a leer a gente que había perdido la costumbre de leer por placer. Y leer por placer es el primer paso para conseguir que la gente lea por vocación. En fin, estos clubs están haciendo por la lectura lo que el sistema educativo no consigue ni a palos de reformas. Quizá sea algo parecido a lo que lograron las tertulias literarias en España —que merecen un artículo aparte— y en este punto me complace citar a Valle-Inclán hablando del Café de Levante: «ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y academias».
Como decía al principio, el origen de los clubs de hoy se remonta a los salones literarios de París y los clubs de las medias azules en Inglaterra, que solían tener una anfitriona. Es un fenómeno que parece repetirse constantemente a lo largo de las décadas y los siglos: a menudo, un grupo de mujeres que tienen en común ser madres sienten la necesidad de hablar de otra cosa que no sean los niños y descubren que son muchísimas las que comparten el amor por la lectura.
En efecto, los clubs de lectura se caracterizan por estar formados principalmente de mujeres, con estudios universitarios, de entre cuarenta y sesenta años. Hay quien asegura que el hecho de que las mujeres en general lean más que los hombres tiene causas biológicas. Yo no lo creo. Las causas son sociales y empiezan muy temprano; en la educación, por supuesto, y es una asignatura muy pendiente de la humanidad conseguir que los varones lean tanta ficción como las mujeres, pues leer ficción desarrolla la empatía.
Las mujeres somos más empáticas que los hombres, pero tenemos que hacer algo para cambiar esta tendencia. Que conste que no lo digo yo; ya lo escribió Daniel Coleman en su exitoso libro Inteligencia emocional publicado en 1995, que volví a leer veinte años más tarde para comprobar que es de tanta actualidad y su lectura tan necesaria como cuando nadie había oído hablar de ese tipo de inteligencia: «Cientos de estudios han concluido, por ejemplo, que en general las mujeres son más empáticas que los hombres, al menos en lo que se refiere a su capacidad para captar los sentimientos que se reflejan en las expresiones faciales, tono de voz y otras señales no verbales. De igual manera, también resulta más fácil descifrar los sentimientos en el rostro de una mujer que en el de un hombre. Mientras que no hay diferencia en expresividad facial entre niños y niñas, a medida que avanzan en la educación primaria los niños se vuelven menos expresivos y las niñas más».
Debo decir que a todos los maridos de nuestro club se les invitó a formar parte de él. Uno de ellos buscó reseñas y resúmenes en internet sin haber leído el libro. Los demás pusieron como excusa que alguien se tenía que quedar con los niños, aunque también confesaron que ellos «no leen». Solo uno lee novelas, el único que vino a la primera reunión, aunque, abrumado ante la mayoría femenina, ya no acudió a más.
A lo largo de la historia, muchas han sido las mujeres que, habiéndosele negado el acceso a la educación, han usado su inventiva para autoculturizarse. Aparte de la estela que dejaron las medias azules, en el siglo XIX surgieron en todo el mundo clubs de mujeres que se reunían para hablar de literatura, historia y arte. En 1868 se formó la sociedad Sorosis, como consecuencia de que a varias columnistas se les negara el paso a un evento del New York Press Club en honor a Charles Dickens. A partir de entonces los clubs de literatura proliferaron en Estados Unidos. Los dos más antiguos son el Woman’s Reading Club de Mattoon (1877) y el Ladies’ Literary Club de Ypsilanti, Michigan (1878). Para las mujeres de ese siglo, leer alta literatura era el medio para conseguir el mejoramiento personal y cultivar el carácter intelectual y moral a través del estudio, a lo que en esa época se refería popularmente como self-culture o «autocultura».
La idea del desarrollo personal a través de la lectura es algo que perdura y está muy en boga en los lectores de hoy. En mi club de lectura he observado, en efecto —aunque quizá porque somos todas amigas— que cada mes algún pasaje del libro trae a colación historias o anécdotas personales y solemos hablar de «lecciones de vida». La literatura, como ya he expresado otras veces, es para mucha gente la mejor terapia que existe.
En 1926 Harry Scherman fundó el Book of the Month Club, un servicio de suscripción de libros cuyo panel de jueces selecciona cinco títulos al mes, de los cuales sus miembros escogen uno. En sus inicios el club tenía como público objetivo a ciudadanos de formación universitaria con deseos de mantener sus inquietudes intelectuales aun después de haberse unido al campo laboral. El club se caracteriza por haberse centrado en escritores noveles y haber ayudado a lanzar a la fama a muchos. En 1936, por ejemplo, seleccionó el título de una escritora desconocida, Margaret Mitchell. Su única novela, Lo que el viento se llevó, ganó al año siguiente el premio Pulitzer y sigue siendo la segunda favorita —después de la Biblia— de los lectores estadounidenses. Otra selección del club fue El guardián entre el centeno de J.D. Salinger, que se convirtió en el libro más censurado y a la vez más estudiado en Estados Unidos. En 1950 el club tenía ya más de medio millón de suscriptores.
En España tuvimos algo similar a partir de 1962 con Círculo de Lectores, que nació «con la vocación de llevar la lectura a todos los hogares de España». En la actualidad cuenta con más de un millón de socios y es la red social de lectura más grande del país.
La popularidad de los clubs de lectura actuales se disparó en el mundo —liderado por Estados Unidos— hacia finales de los ochenta y en un artículo de marzo de 2014 el New York Times estimó que unos cinco millones de estadounidenses pertenecían a un club de lectura (tres años más tarde, sin duda, son más). En la última década los grupos de lectura en internet han crecido también gracias a páginas tan populares como Goodreads, que a día de hoy acumula más de cincuenta y cinco millones de miembros y cincuenta millones de reseñas literarias. En España parece ser que el primer club de lectura tal como los conocemos ahora nació en la Biblioteca de Guadalajara a mediados de los ochenta, gracias a su directora de entonces, Blanca Calvo, una iniciativa local que fue extendiéndose a otras bibliotecas hasta convertirse en un fenómeno nacional.
En 1996 la popular presentadora de televisión Oprah Winfrey inauguró su propio club, y durante quince años recomendó y comentó setenta libros. Su misión era conseguir el mayor club de lectura del mundo y hacer que la gente volviera a leer, «no solo leer, sino leer grandes libros». Algunas de sus selecciones pasaron de la oscuridad a vender millones de ejemplares. Dos de las novelas elegidas —en 2004 y 2007— fueron Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera, con la consecuente influencia y popularidad de Gabriel García Márquez y su traductor en el público anglosajón. En 2004, la Anna Karenina de Leo Tolstoy, publicada en 1877, volvió a ocupar las listas de los más vendidos y Penguin tuvo que imprimir casi un millón de ejemplares para abastecer a los seguidores de Oprah.
En 2015 Mark Zuckerberg inauguró su club de lectura virtual A Year of Books, con la idea de hacer leer libros que «enfaticen el aprendizaje de nuevas culturas, creencias, historias y tecnologías». Su primera selección, El fin del poder, del venezolano Moisés Naím, vendió tanto que se agotó en Amazon, subiendo, en una sola noche, del puesto 45140 al 10. Sin embargo, la idea de Zuckerberg, que surgió como una resolución de año nuevo de leer un libro cada dos semanas durante todo ese 2015, no proporcionó los millones de ventas que había conseguido Oprah. Aunque esta iniciativa me gustó más, la realidad es que el gran público lector —que, no olvidemos, es mayoritariamente femenino— prefiere leer novelas que libros de divulgación económica, psicológica y sociológica.
Como anécdota, termino citando al novelista británico Ian McEwan, que en 2005, después de regalar treinta novelas en un parque de Londres y comprobar que todas las mujeres las aceptaban encantadas mientras que los hombres las miraban con recelo y hasta asco —solo uno aceptó el regalo—, declaró: «Cuando las mujeres dejen de leer, la novela morirá»,.
TITULO: Viaje al centro de la tele -Tesoro de la tele - La bola de cristal ,.
jueves - 8 - Agosto a las 22:00 horas en La 2, foto,.
La bola de cristal,.
Un viaje por el primer programa infantil que trataba a los niños como adultos: ‘La Bola de Cristal’. Una recopilación de los grandes momentos que han hecho de este espacio un punto de referencia cultural para todas las generaciones. Y, como es habitual, con la pausa necesaria para apreciarlos.
Durante cuatro años (1984-88) Lolo Rico dirigió ‘La Bola de Cristal’, un espacio que rompió todos los moldes y que invitaba a los niños y adolescentes a desarrollar su imaginación, a fomentar el espíritu crítico y, en definitiva, a pensar.
Con la cantante Alaska al frente, ‘La Bola de Cristal’ contó con la colaboración de algunos artistas más reputados del momento: Santiago Auserón, Kiko Veneno, Loquillo, El último de la fila o Javier Gurruchaga.
‘Tesoros de la tele’ invita a los espectadores a recordar y, a otros, a descubrir las secciones más emblemáticas de este revolucionario programa de RTVE que marcó una época. Con las actuaciones musicales que están en el imaginario popular y el humor educativo de Pedro Reyes y Pablo Carbonell.
También será el momento de recordar a los populares Electroduendes: La Bruja Avería, Bruja Truca, Hada Video, Maese Cámara y Maese Sonoro, los personajes que vivían dentro de la televisión e hicieron las delicias de los más pequeños. Se burlaban de los humanos que salían en televisión con expresiones tan célebres como “¡Viva el mal, viva el capital!”
Como siempre, no falta la información complementaria a las imágenes, para que los espectadores conozcan más sobre este mítico programa de televisión.
TITULO: Me voy a comer el mundo - Darío Adanti: «Los pobres no contaminan porque no tienen dinero para consumir»,.
Darío Adanti: «Los pobres no contaminan porque no tienen dinero para consumir»,.
fotos / Darío Adanti y yo fuimos pareja diez años. Artística, televisiva, teatral, yoquésé. Seguro lo volveremos a ser: ahora simplemente continuamos con dos décadas de amistad. Pero —el dibujante— Adanti siempre me sorprende. Después del excepcional cómic La ballena tatuada (Astiberri), donde se dedicaba al viaje de Magallanes y Elcano entre ballenas, canciones arcaicas, literatura y mares, ahora publica El meteorito somos nosotros (Astiberri). En sus páginas explica el cambio climático y demuestra, de nuevo, que es uno de los artistas más importantes de nuestro país. Frente a contemporáneos acomodados, jóvenes mainstream o viejos ajados, Adanti habita siempre entre retos. Siempre peleándose con formatos. Siempre vivo.
—De dónde sale El meteorito somos nosotros y, sobre todo, de dónde sale el título, que me parece afortunadísimo.
—En realidad siempre he leído ciencia y siempre me interesó la ciencia. Salió leyendo libros de ciencia y de antropología, como por ejemplo los de Jared Diamond: soy súper fan. En su libro Colapso habla de que el gran reto de nuestra especie es adaptarnos y mitigar el cambio climático. Porque solucionarlo y llevarlo a cero no va a poder ser: va a ser cómo lo gestionamos y cómo lo solucionamos. Es el gran reto de nuestra especie, al menos de los últimos diez mil años, porque es un reto global, no es un reto de un solo pueblo, de una sola etnia. Y él en Colapso habla de otras sociedades que cayeron en el pasado por cambios climáticos puntuales. Porque se cargaron todo el ecosistema, o porque les tocó, como por ejemplo a la Isla de Pascua o los mayas, que ahora se sabe que la decadencia del imperio fue porque agotaron la tierra. Se quedaron sin lugares cultivables para dar de comer a tanta gente. Y ahí es donde vino el colapso. Él habla mucho de eso. Pero sus libros no son específicamente sobre el cambio climático. Entonces empecé a leer libros de otros, como Tim Flannery, que es un gran científico australiano de este tema. En 2015 hablaba del peligro del cambio climático. Era un tema que yo tenía en la cabeza y que ya quería escribir algo. En los bares con los amigos siempre les explicaba cosas científicas, como de andar por casa y que eso podía ser un buen tono para explicar algo. Dicho esto, me llamó Ignacio Tolnado de la FNAC, como también sabía este tema porque yo había estado hablando con él de ciencia, de Diamond y Flannery y de otros científicos, me dijo «oye, queremos hacer un cómic pequeño de 30 páginas para regalar a los que compren cómics. Y sé que a ti te interesa, ¿te apetece hacerlo?». Justo estaba dándole vueltas a este tema, y apuntándome estructuras y todo, de cómo explicaría yo el cambio climático. Entonces les hice como un resumen de 30 páginas de lo que quería que fuera el libro real. Y resulta que al final fue muy bien. Me dijeron de FNAC que todo el mundo lo pedía. Me di cuenta de una cosa: la gente tiene mucho interés en esto, aunque creo que a la gente le cuesta leer un tocho escrito de 400 páginas de ciencia. En cambio, un cómic que te lo lees en un día o en dos y te quedan claros conceptos científicos… Y entonces hablé con mi editora de Astiberri, Lucía, y decidimos hacer el libro que yo tenía en mente. Tengo bastante más de 160 páginas, pero decidimos hacer sólo uno. Si vemos que va bien haremos un segundo, porque luego hay otras miradas sobre el cambio climático que me encantaría abordar. Pero primero tienes que saber científicamente qué significa. Otras miradas como, por ejemplo, soluciones que plantean diferentes economistas, diferentes tendencias, nuevas tecnologías. Tecnologías que se están desarrollando y por qué fallan por ahora. El título en realidad se le ocurrió a mi pareja, Mo, no a mí. Mi pareja cada vez que pasa algo dice «madre mía, que caiga el meteorito ya mismo». Y cuando yo estaba haciendo el del FNAC, antes de la película No mires arriba, hablando con ella salió el tema de que al final el meteorito somos nosotros.
—Porque el cambio climático existe, sin duda.
—El cambio climático está absolutamente comprobado científicamente. Y el 99,9% de los científicos del mundo dicen que el cambio climático es terrible, que es mucho más grave de lo que nos avisa incluso el IPCC, el grupo de expertos. Está absolutamente comprobado y no es la primera vez que una especie provoca un cambio climático. Al principio de los tiempos, cuando se produjo la primera vida en el planeta Tierra en el Proterozoico, después de crear las moléculas, se crearon las cianobacterias. Se crearon por azar, por choque de mezclas, y mezclas, y mezclas azarosas que al final dieron eso como resultado. Cuando al final surgen las primeras bacterias, las cianobacterias evolucionaron por selección natural y se produjo por primera vez la fotosíntesis. Lo que hacen es pillar CO2 del aire y por un proceso químico después expulsan el oxígeno. Ese es el residuo de su proceso químico que les permite conseguir energía para vivir y para reproducirse, repararse, etcétera… Y empezaron a tirar oxígeno y oxígeno, y así oxigenaron la atmósfera. Posiblemente murieron un montón de microorganismos que vivían en aquella Tierra primitiva, porque para ellos el oxígeno resultó un veneno. Pero esa oxigenación de la atmósfera se convirtió en el paso fundamental para la vida más compleja como la que conocemos hoy, plantas y animales. Porque evolucionamos para usar el oxígeno como elemento esencial en los procesos de respiración y de combustión. Así que no somos lo únicos que hemos cambiado la atmósfera del planeta, sólo que ahora, ese cambio que producimos nosotros, es nocivo para nosotros mismos. Por no hablar de la velocidad de vértigo en que estamos cambiando la composición de los gases atmosféricos. La industrialización ha creado el calentamiento global que nos está llevando a un cambio climático. Nuestro sistema planetario y nuestro sistema atmosférico está todo unido, es un solo sistema. Realmente es un sistema al que, en términos de andar por casa, los científicos llaman caótico. Analizan los sistemas dinámicos no lineales, que son los sistemas que son dinámicos porque cambian con el tiempo, pero que tienen tantos factores internos que es muy difícil predecir exactamente qué va a pasar con ellos a largo plazo. No es que sean realmente caóticos, es un caos determinista, pero están compuestos de tantos factores que siempre nos falta información para conocer todos los detalles y predecir su evolución a largo plazo.
—O sea, si conociéramos todas las variables, seríamos capaces de predecir perfectamente.
—Exacto. Lo que pasa es que hemos evolucionado tanto tecnológicamente que los modelos informáticos actuales y la cantidad de datos que tenemos ahora de todo el planeta hacen que esos sistemas informáticos, que son absolutamente brutales, te den cuatro o cinco escenarios posibles de cómo será el resultado de las emanaciones de gases de efecto invernadero de las actividades humanas en el clima. Si tú le agregas tanto un porcentaje más por millón de CO2, tanto porcentaje de tal aerosol, o tal o cual gas… Como tenemos los datos, porque la industria los pasa y hoy en día no es difícil cuantificarlos, porque hay medidores en los satélites, boyas, etcétera, se van cargando esos datos en los ordenadores y pueden predecir con un rango de incertidumbre mínimo los escenarios posibles a corto y mediano plazo. Y los escenarios que pronostican con las actuales emisiones de CO2 son terribles. Los están dando desde los años 80, y cada vez se han ido perfeccionando más los modelos climáticos e informáticos, y últimamente los peores escenarios son los que se están cumpliendo. Porque por un lado la tecnología es mejor y más precisa y, por el otro, cada vez somos más, consumimos más, producimos más, y contaminamos más. Dicho esto, cuando hablamos de apocalipsis no es el apocalipsis del fin del planeta como tal. Sería el fin de las civilizaciones como las conocemos. Y en el caso de los que vivimos en sociedades modernas, el fin de una comodidad que hemos vivido en los últimos 30 años. La comodidad de tener agua y comida al alcance en cantidades ingentes y cuando sea. Eso, en los escenarios actuales de emisiones de gases de efecto invernadero, si no se hace algo será muy, pero que muy, complicado.
—¿Qué significaría el fin de esa comodidad, en qué se concretaría?
—Se concretaría en que, por ejemplo, puede haber grandes periodos del año, cada vez más, donde la temperatura sea altísima. Ya 50 grados es una temperatura perjudicial para nuestra vida: en esos meses tendrías que vivir encerrado, quedar con la gente todos encerrados, tener que ir en coche y ponerte una protección solar brutal y vivir con aire acondicionado, que emitiría más CO2, que es una de las cosas que más contamina, con lo cual estaríamos incrementando más el CO2 atmosférico, haría más calor y entraríamos en una retroalimentación en que se aceleraría todo más. Otra de las cosas terribles, más preocupantes todavía, es la sequía: nos deja sin agua para beber nosotros y el ganado, y para regar los cultivos. Y sin cultivos puede haber escasez de recursos: no comeremos todos, ni será accesible el agua y la comida todo el tiempo. Y como siempre, obviamente, cuanto más pobres, peor. Si eres pobre o vives en un país pobre, no tendrás ni donde encerrarte, no tendrás aire acondicionado, no tendrás ni qué comer, porque se encarecerá la comida al haber escasez, con lo cual la comida será un lujo. Luego la falta de agua que ya estamos sufriendo en España, porque España es un punto caliente en el cambio climático con serios problemas de desertificación y de agua.
—Nota usted que esto es una preocupación general de la gente o es un poco impostura.
—Hay mucho greenwashing.
—Lo hablaba con el cineasta Óscar Aibar, cada vez hay más ficciones de que el planeta se acaba. Y sólo se van los millonarios.
—Es el miedo que tenemos todos.
—No se acaba el planeta, sino que es inhabitable.
—Lo estamos volviendo inhabitable. Lo que pasa es que se aceleró muchísimo a partir de los años 80 con la caída del muro de Berlín, el neoliberalismo y luego Internet y la globalización. Lo que dicen los científicos es que tenemos que volver atrás, pero no al pasado sino a consumir como los años 60, que te comprabas una nevera y te duraba mogollón, que te comprabas un jersey bueno y no te compras un jersey por semana. Porque lo que está contaminando es que tú te estés comprando un jersey que se ha fabricado en la India, que ha viajado en barco hasta Londres, que en Londres le han puesto la etiqueta, que luego ha venido en avión, que luego ha estado en una cámara y que luego me la han traído en camión hasta mi casa. Cuando tú te comprabas en el barrio el jersey que se producía en tu país, salía más caro, pero por eso mismo te duraba más y valorabas más tus necesidades a la hora de comprar algo. Como a nuestros abuelos, a nuestros padres lo que compraban les tenía que durar hasta que se rompiera y la comida no se tiraba.
—Y se recosía.
—Y si la tele se te rompía, le metías su hostión, o ponías una patata en las antenas… Contaminábamos menos, muchísimo menos.
—Este mercado se diseñó con obsolescencia. Es decir, totalmente diseñado para consumir al máximo pero que precisamente en este deseo del mercado está su condena.
—Exactamente. Es que es así. Tenemos que volver a consumir como se consumía hace 40 años atrás, no ya para frenar el calentamiento global sino, simplemente, para no empeorarlo. Esto es muy difícil en esta sociedad. Esto no es personal: son las costumbres de consumo las que nos han llevado a que se nos dispare el cambio climático en los últimos 40 años. Por más que empezó en la Revolución Industrial, cuando realmente se ha disparado a niveles increíbles ha sido a partir de los años 80. Esto es muy triste decirlo pero que nazcan 7.000 millones de personas en un país pobre, no industrializado, que no consume, casi no contamina. Lo que contamina es aquel 0,01% que nace en las ciudades, en la cultura muy urbana, de clases medias y altas y de países que tienen la capacidad económica de consumir. De hecho, la India y China contaminan muchísimo más que España, Francia o Alemania. Y decís, ¿pero por qué? Porque producen los productos que consumimos nosotros. No es que solo contamina el Primer Mundo. Hay grandes países pobres o en vías de desarrollo, como la India o China, que son de los que más contaminan. Rusia, Estados Unidos, China e India son los cuatro países que más contaminan. Pero contaminan porque tienen mucha población o porque se ha derivado la producción a ellos por el abaratamiento de los costes, y se ha derivado la cantidad de producción que consumimos nosotros.
—¿Diría que individualmente contamina más un joven que escribe en su móvil #StopCambioClimático que un joven que no sabe nada de Somalia?
—Sin duda. Es así. Los pobres no contaminan porque no tienen dinero para consumir. Obviamente lo que hay que hacer es presionar a nuestros gobiernos. Hay un problema: no se puede ser idealista en el sentido de que no se puede reemplazar con energías renovables la cantidad brutal de energía que necesitamos para nuestras sociedades modernas. Porque las energías renovables no dan para producir esa cantidad de energía. No dan, no dan. Aparte que tienen otros problemas: necesitas plantarlas. Entonces para poder darle energía a una megafábrica que produce cosas al ritmo actual, ¿qué necesito? ¿Plantar en Doñana mil millones de placas solares? Eso es también romper ecosistemas. Y los ecosistemas regulan el clima, porque el pescaíto se come a este otro, que comió a aquel otro… Y todo eso mantiene el CO2 en la tierra. Esto de no deforestar y todo esto no es «¡qué bonito el árbol!», que también: es porque realmente son los que mantienen el CO2 anclado a la tierra. Incluso para que las renovables alcancen a proporcionar energía en cuotas más altas, necesitamos reducir el consumo y la producción. Y otra cosa que es muy terrible es que de las cosas que más contaminan son dos: la producción de alimentos y el transporte. El avión contamina una barbaridad, y nunca antes hubo tantos aviones volando sobre la Tierra.
—Hace 20 o 30 años en España no se pedía nada por correo. Bajabas a por ello.
—Llegué a la conclusión de que todo lo que te haga ahorrar tiempo y ahorrar esfuerzo, contamina más. Es decir, si yo me pido la pizza por una aplicación, utilizar el móvil contamina muy poco. Del móvil lo que contamina es fabricarlo. En cambio, poner la calefacción a 19 en vez de a 22 grados, te ahorra un montón de contaminación porque lo que contamina es la cantidad de carbón que tiene que quemar la planta eléctrica para que tu calefacción pueda llegar a luchar contra el frío exterior y darte 22 grados. Si tú lo pones a 18 en vez de 19 grados va a consumir menos carbón, por lo tanto, va a contaminar menos. Si yo en vez de pedirme la pizza por el móvil y que me la tengan que traer, me bajo como antes a la pizzería del barrio, y espero hasta que esté la pizza, eso contamina mucho menos. Pero la historia es que no podemos no contaminar, con lo cual lo que hay que hacer es dejarnos de fanatismo y decidir qué es lo prioritario y qué no. Y lo que sea prioritario e inevitable, tendremos que aguantar que contamine, reduciendo la contaminación en todo aquello que no lo sea.
—¿Por qué existen negacionistas del cambio climático?
—A partir de los años 80, en pleno auge del neoliberalismo, la explosión de producción y consumo se disparó y no convenía venir con malas noticias. Y luego, la industria del petróleo y sus think tank, montaron y pagaron campañas de desinformación porque eran los que más tenían que perder con los informes científicos del calentamiento global. Posteriormente, gente como Dick Cheney y toda la armada reaccionaria neoliberal de Bush pagó informes contrarios y siguió ocultando los informes que tenían y que los alertaban de la que se nos venía encima, porque los partidos están financiados también por las grandes petroleras y toda la industria y economía actual de los países depende de la producción que depende, a su vez, de los combustibles fósiles. También pagaron informes y campañas para desacreditar a los científicos que lo estaban advirtiendo. Una gran parte de la conspiranoia sobre el calentamiento global está basada en fake news que no son ingenuas y que benefician a las eléctricas, petroleras, etc. Pero por otro lado, a la vez Bush hijo le pidió al Ministerio de Defensa, junto con la NASA, que le hicieran un informe de qué estaba pasando y qué podía pasar. Contestaron que teníamos un problema porque cada vez consumimos mucha más energía. La energía cada vez tira más partículas de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Una pequeña variación en los gases de efecto invernadero en la atmósfera ya te cambia la cantidad de calor que retiene la tierra o que expulsa al espacio y esto ya ha recalentado la tierra. En aquella época era de 0,7 grados, ahora estamos por 1,1 y vamos a superar el límite en 1,5. Las consecuencias van a ser falta de alimento, falta de agua, grandes olas migratorias por hambre como ya se están viendo, desaparición de grandes zonas costeras e islas, pérdida de biodiversidad y un sinfín de malas noticias. De hecho, uno de los primeros lugares donde se sintió el cambio climático fue en el Sahel. Yo, en los 90 y 2000, cuando veía que en el Sahel estaban muertos de hambre decía «qué mala suerte tener sequía. Pobrecitos. No han sabido administrarse, han agotado la tierra o se han asentado en un lugar no apto para la vida». Y luego ahora sé, porque está comprobado científicamente, que el Sahel, que no tiene industria ni casi consumo, se secó porque era un punto muy vulnerable del calentamiento global, porque su ratio de diferencia entre ser un vergel cultivable como lo había sido desde hace siglos, a volverse seco era muy bajo, y una mínima subida de la temperatura global los destruyó. Fue uno de los primeros lugares donde se notó el cambio climático de manera tan gráfica. Pero ojo, porque España y la zona mediterránea es otra zona vulnerable, porque tenemos mucha sequía, porque no tenemos bosques, y el monte seco favorece grandes incendios. ¡Si nos llegó la arena del Sahara el año pasado hasta Bilbao!… Porque cuanto más incendio, menos bosque, cuanto menos bosques, menos CO2 retenido, más llano: llega el viento caluroso más lejos elevando aún más las temperaturas y acentuando la falta de agua. Estamos al borde de un montón de retroalimentaciones climáticas y terrestres que son muy complicadas y peligrosas. Lo que dicen los científicos: no hay que ser fanáticos. No podemos reemplazar a día de hoy toda la energía que tenemos por paneles solares o por eólicas. Las eólicas son muy complicadas porque un parque eólico depende su tamaño, ubicación y materiales que utiliza, también puede joder ecosistemas. Tenemos que bajar nuestro nivel de consumo: consumimos cuatro veces más energía que hace 50 años. Cada uno de nosotros. Y el 20% de la humanidad consume más del 50% de la energía disponible que producimos. Quiere decir que no somos todos: somos los que tenemos un nivel de vida deseable y aceptable y no queremos renunciar a ese nivel de vida. Pero no es renunciar a ese nivel de vida, sino empezar a tener ciertas costumbres que sí que te pueden bajar el 50% de la huella de carbono que tenemos cada uno. Si tú, por ejemplo, limitas el consumo de ternera, no de otras carnes: me como el chuletón sólo cuando me voy a Bilbao y a Ávila. Me quito la ternera chota, esa que es una zapatilla a la plancha. Me hago cerdo. Y como más verduras y no la proteína como plato principal. Tampoco la necesitamos tanto porque ahora somos, además, mucho más sedentarios que hace cincuenta años… Pero está claro que esto sirve poco si no hay un cambio global, político y de producción. Pero lo cierto es que deberíamos hacerlo si no queremos que todo empeore aún más.
—O pollo.
—La vaca es una de las cosas que más contamina. Mil millones de cabezas de ganado: los pedos no son los que contaminan, al contrario que cree la gente. Es el metano que sacan cuando regurgitan la comida para hacer el paso por sus estómagos. Y es verdad que ahora se está investigando unas especies de máscaras que puedan tener las vacas y recopilar ese metano para después usarlo como gas natural. Aunque también contaminaría su combustión. Todo el rato vamos a tener que vivir así, haciendo cálculos para saber si la solución es realmente eficiente o si, por el contrario, no. Se está haciendo biotecnología para crear chuletones de ternera a partir de clonar células de vacas: con lo cual tú puedes tener doscientos chuletones con una sola vaca viva que te sigue dando chuletones. ¿Cuál es el problema? Que mientras que la fábrica o laboratorio que fabrica esos chuletones use electricidad proveniente de combustibles fósiles, la fábrica va a contaminar igual, aunque no tengas los mil millones de vacas tirando metano. Entonces hay que calcular qué contaminaría menos. Sea una cosa u otra, no nos queda otra que consumir menos ternera. En este tema nada es fácil. Y sí que hay greenwashing. De pronto digo «vale, no, no voy a comer una hamburguesa normal, me voy a comer una hamburguesa veggie que sabe a carne». Lo primero: tendré que ver cuánto ha contaminado todo el proceso industrial que ha llevado a que una lenteja se parezca a una carne, porque no por no ser vaca no contamina. Otra cosa es si es casera, claro. Con lo cual no es tan fácil el asunto y no todas las que nos venden como soluciones son, realmente, soluciones.
—Hemos hablado poco de negacionistas y me gustaría hablar también de clicktivistas. De si se hace algo contra el cambio climático tirando tomates a un cuadro.
—Siempre que hay un problema demasiado grande y que es demasiado complejo, surge el negacionismo. Pasó con la pandemia. Siempre que algo te supera solemos creer que somos tan la hostia que esto si pasa es porque está pensado y que son cuatro hijos de puta que lo hacen para ganar algo. El cambio climático lo hemos causado todos los que tenemos un buen nivel de vida, los países de la OCDE, justamente porque esas tecnologías nos han dado un buen nivel de vida, con lo cual el gran reto es cómo mantenemos el buen nivel de vida sin hipotecar el futuro próximo. Porque no es de acá a cien o doscientos años. Es ahora y son los próximos diez, 20, 30, 40, 50 años. Lo estamos viviendo ahora mismo. Por otro lado, los grupos de ultraderecha en Estados Unidos, QAnon, el trumpismo, etc… Han pagado informes contrarios, páginas web, blogueros, youtubers conspiranoicos… Y siempre puede haber algún científico flipado que se va con ellos y dice «yo soy biólogo y te digo que esto no existe». ¿Cuál es la realidad? O está zumbado, o el clima no es su campo y es un ignorante, o es adicto a la droga y como necesita farlopa, hace lo que sea para poder pagarla. Son una minoría muy pequeña dentro del ámbito científico, insignificante. Pero la conspiranoia y la negación son un peligro. En realidad, la verdadera conspiración aquí es negar que aquello que mueve el mundo se lo está, además, cargándoselo.
—Podemos confirmar que hay científicos adictos a las drogas.
—Claro. Son humanos. Me acuerdo de los médicos en la pandemia que salía un tarado cada tanto que decía «esto no existe y respiras vapor se te pasa». Si ya hay médicos titulados, que trabajan en hospitales serios, pero que te mandan a acupuntura y movidas de esas… ¡Es que hay tarados en todos lados! Lo que más me flipa del negacionismo es que todo el rollo conspiranoico en Estados Unidos es claramente de ultraderecha y en cambio aquí, y en otros países, ha colado en algunos sectores de la izquierda. Seguro que hay de derecha también, pero yo me encuentro mucha gente progre, llamémosle así, que es negacionista. Que no cree en la ciencia, que creen que los están engañando, que esto es Georges Soros con cuatro que nos quieren engañar. Y yo digo: ¿para qué coño nos van a querer engañar? ¿Para producir y consumir menos? Eso, que todo indica que es lo que deberíamos hacer, no le conviene a nadie, aunque en el fondo, nos conviene a todos. Cuando les decís que el IPCC es el grupo de expertos de las Naciones Unidas pues salen con «los helicópteros negros de las Naciones Unidas». A ver, ¿para qué le conviene al poder internacional global mantenernos encerrados y comprando menos? ¡Si pierden guita, les conviene que esto no esté pasando, negarlo, y que tú sigas tu vida a lo loco y que compres todo lo que tú quieras! Todas las petroleras, las compañías eléctricas, están invirtiendo guita en investigación de renovables porque saben que el negocio se les acaba. Y no ya por el calentamiento global, sino porque los recursos del planeta son limitados. Y son los primeros en querer seguir teniendo el negocio y haciendo dinero y de ahí el greenwashing.
—Retomo con estos activistas del cambio climático que hacen esto de tirar pintura sobre cuadros. Yo los llamo clicktivistas para diferenciarlos de los activistas.
—Hay activistas muy serios, por ejemplo, los Yes man, que me parece maravilloso lo que hacen. Tengo una doble vertiente con los activistas que se pegan a los cuadros: por un lado, la primera vez que lo veo no me gusta porque creo que aquí hay que salir a convencer a la gente y si creas rechazo la acción no parece que esté saliendo bien. Porque si vos le vas a decir a la gente que va a tener que hacer un montón de sacrificios de cosas a las que se ha acostumbrado, si no de manera voluntaria por restricciones que tendremos que poner al consumo y la producción, mejor seducir que crear rechazo… Nuestros abuelos no tendrían que hacer ningún sacrificio, pero nosotros somos mucho más adictos al petróleo, al gas y al carbón que las generaciones anteriores. En general, y más las generaciones más jóvenes que están integrados en la manía consumista desenfrenada, le vas a tener que pedir a un montón de gente que haga sacrificios voluntariamente. Muchos plantean que, si no, podemos caer en un ecofascismo. Que los Estados tengan que obligarnos a no reproducirnos y cosas terribles como esas que es mejor ni pensar… Pero puede pasar y por ahí si la gente no lo hace voluntariamente tienen que aplicar medidas que, hasta ahora, eran de países autoritarios. Puede ser que tengas vales para comprar carne de cualquier animal una vez cada tres meses y tengas que comerte una cola de horas para conseguirlo. En los escenarios que se nos presentan con la subida de las temperaturas y el desajuste del clima, algo así, que resultaba impensable hace unas décadas, en plena felicidad optimista con la globalización y el neoliberalismo, ahora es algo más que probable. Prefiero que seamos nosotros los que tengamos esa responsabilidad individual y exigir a los gobiernos que actúen en nuestro nombre de forma nacional e internacional. Encima es un in crescendo: no te vuelves un asceta, de pronto, que deja de comer sino que vas siendo consciente del problema y vas cambiando tus hábitos de consumo. Es como desengancharte a la droga. Por ejemplo, un detalle que a ti te va a gustar. Siendo todo de cercanía: unas fabes contaminan mucho menos que un cachopo. Pues a por esas fabes, porque lo otro tiene ternera, queso, productos que contaminan más que las fabes y el cerdo, aunque contaminen, también…
—Y acertaría al evitar ese desastre gastronómico.
—Por otro lado, estos de la pintura me dan cierta ternura porque lo que he visto son adolescentes. Nosotros idealizábamos en la adolescencia a movimientos contestatarios de izquierda, que si a mí me hubieran agarrado con esta edad me hubieran parecido papanatas. Pero cuando teníamos dieciséis años era «aahh, el mayo francés…». ¡El mayo francés por ahí destrozó una ambulancia o quemó un museo! Entiendo que es desesperante: son una generación, sobre todo la de las urbes, no me gusta llamarle Primer Mundo, porque en una urbe como Buenos Aires también sucede, que los han criado con que el mundo es feliz, próspero, y alejado de la muerte. No has vivido ninguna guerra, no has vivido ninguna pandemia: has vivido cierto bienestar económico como tus abuelos no tuvieron, te hemos comprado la Play, te hemos comprado la tablet, las zapatillas importadas… Y de pronto ¡pumba! Crisis económica, pandemia, guerra mundial, más crisis y, para colmo, el calentamiento global que avanza sin freno. Y encima te enteras que nos estamos cargando el planeta y que la vida va a ser muy incómoda de aquí a lo que te queda de vida, y que no parece que los gobiernos se den por enterados. La vida será mucho más incómoda y frágil comparada con la tuya de hace unos años, no con la de nuestros abuelos. Que vas a tener un montón de enfermedades de la piel, que quizá habrá que usar trajes especiales, que no te vas a ir de vacaciones en verano, que igual hay que cambiar todo el horario de trabajo y en ciertas épocas del año hay que trabajar de noche… Que tienen que dejar de consumir, que hay cortes de luz y de agua, que tienen que dejar de hacer esto y aquello, que se multiplican las pandemias, como advirtieron los del IPCC… Y claro, estos jóvenes activistas ven que cuando paraban camiones de petróleo, o rodeaban centrales eléctricas, no pasaba nada, no salían en prensa ni nadie hablaba del tema. Pero van al Louvre y salen en todas partes, y el tema del calentamiento global sale mucho más en prensa que con las acciones anteriores. Los entiendo, pero creo que no es el camino porque creo que con esto hay que seducir y sumar a la gente, y para eso hay que empatizar. Primero, no podemos polarizar el tema porque necesitamos que todo el mundo sea consciente, tanto derecha como izquierdas. Como en una guerra. Pero lenta a tiempo humano, aunque velocísima a tiempo planetario. Entonces creo que por un lado tengo cierta empatía con ellos con respecto de lo que les ha tocado vivir y cómo tienen que asumir esto ahora. Por eso, por más que pueda parecer una tontería lo de la ecoangustia, entiendo que suceda. Porque yo venía de dictadura, entonces para mí todo fue mejorar luego. Aquí en España venían de una pobreza terrible y entonces todo fue progresar. Pero si tú te criaste en el 2000 y de pronto ves que ese nivel de vida se te va mermando, es mucho más difícil de admitir, y más con un escenario cercano realmente aterrador. Ojalá hagan su propio camino de reflexión hacia otras formas de concienciación y lucha que no generen antipatía en la gente. Porque necesitamos convencer de que esto es posible, de que no es volver a la Edad Media o a la prehistoria. Que, en el fondo, nuestros abuelos eran felices: hacían una matanza de un cerdo y les duraba, se comían todo, no tiraban nada. ¿Qué huella de carbono dejaban? Poca, al menos comparada con la nuestra.
TITULO: Cine de barrio - Cine - Un beso en el puerto ,.
El sábado - 10 - Agosto , a las 19:00 por La 1, foto,.
Inés Ballester - presenta - Un beso en el puerto es una película dirigida por Ramón Torrado con Manolo Escobar, Ingrid Pitt, Antonio Ferrandis, Manuel Alexandre, Joaquín Roa,.
Reparto,. Manolo Escobar , Ingrid Pitt , Antonio Ferrandis,.Después de que el respetado hombre de negocios Jean-Baptiste Meyer fuera asesinado en su suite de hotel en Berlín en 2001, Fabrizio Collini se enfrenta a la policía como el principal sospechoso. El joven abogado Caspar Leinen, que acaba de recibir su licencia, es nombrado su abogado. Tras recibir el caso se entera de que la persona asesinada era Meyer, una figura paterna para él, con cuyo nieto fue a la escuela.
Según Leinen, se va adentrando en el caso y negociando con el abogado de la familia Richard Mattinger, se irá dando cuenta de que está descubriendo uno de los mayores escándalos judiciales de la historia de Alemania. Tanto su cliente como la víctima del crimen tienen un pasado oculto que se irá revelando poco a poco y que tiene que ver con la etapa de la Alemania Nazi.
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